La Ventaja Competitiva de las Naciones. 25 años orientando el futuro.

(Artí­culo publicado el 22 de Marzo)

Hace ya veinticinco años, veí­a la luz el libro de Michael E. Porter, «La Ventaja competitiva de las Naciones», reforzando su liderazgo intelectual, ya ampliamente acreditado en sus dos grandes éxitos previos: «Estrategia Competitiva» y «Ventaja Competitiva» que habrí­an revolucionado el pensamiento estratégico empresarial, trascendiendo de la Academia desde su solidez y rigor investigador, influyendo en las decisiones de polí­ticas públicas y empresariales.

La nueva contribución de Porter iba más allá del mundo de la empresa para construir un nuevo paradigma, explorando aquello  que hací­a que las naciones, más allá de sus empresas e industrias, prosperasen. Su trabajo rompí­a la hasta entonces bicentenaria teorí­a de la «ventaja comparativa de las naciones» para dar paso a la «ventaja competitiva«. Una nueva y clarificadora respuesta, abrí­a las puertas a nuevas ví­as para la competitividad internacional. Porter empezaba su libro con una simple pregunta: ¿Por qué determinados grupos sociales, instituciones, entidades económicas y naciones avanzan y prosperan?

Como el mismo Porter explicaba entonces, su principal atención en años precedentes habí­a sido la empresa, y sus grandes éxitos nos dotaron de marcos de análisis y estudio, hoy todaví­a no solo vigentes, sino esenciales para cualquier aproximación o entendimiento de la empresa, las industrias y mercados en los que operan, así­ como sus diferentes interacciones en las ya entonces señaladas por él como industrias y firmas globales. Su «Cadena de Valor», su «Diamante competitivo», su esquema de «Las Cinco Fuerzas», su diferenciación estratégica empresarial, parecen haber llegado para quedarse, sobre cuyas bases esenciales nuevos profesores, empresarios, lí­deres y estrategas construyen «matizaciones», alternativas, nuevos modelos, marcos y apuestas. Hasta entonces y con ese enorme y cualificado bagaje, el trabajo de Porter habí­a concedido un escaso protagonismo a los gobiernos y limitada apuesta por su rol principal e imprescindible ante una cierta visión negativista y generalizada sobre quienes hasta entonces consideraban a la «polí­tica industrial» como un juego de ganadores y perdedores a discreción de la elección polí­tica, con una determinada interferencia en el «buen hacer» de los mercados libres, arrastrando una confusa interpretación del concepto de competitividad, escasa medición de su impacto en el desarrollo económico y de los territorios y paí­ses, reforzado en un nulo compromiso real entre los silos académicos, polí­ticos, empresariales y sindicales.

A partir de este trabajo, Porter, otorga un rol esencial a los hoy llamados «eco sistemas empresariales», resaltando la enorme importancia e influencia de los gobiernos y sus polí­ticas, la imprescindible economí­a colaborativa, las organizaciones extendidas más allá de la propia empresa, la clusterización de las economí­as con la esencial preponderancia de lo local como plataforma insustituible del resultado diferenciado y próspero. En este viaje, Porter anticipa un nuevo marco de análisis, «El Diamante Competitivo» (de las Naciones) en el que los diferentes niveles de gobierno incidieran, de desigual forma pero siempre relevante, en cada uno de los 4 vértices convergentes que lo contení­an (la importancia de los factores de la demanda, la orientación decisiva a los mercados y la manera de afrontarlos, las estrategias, rivalidad y configuración-comportamiento de las empresas en un espacio determinado, y el grado de integración de la necesaria constelación de cadenas de valor en el propio territorio en cuestión), sometidos al doble impacto de las polí­ticas públicas (existentes o no) y del momento (suerte, cadena de acontecimientos externos tractores o no de la estrategia, etc.). Entonces, la relevante importancia de las polí­ticas sociales no cobraba la importancia que a lo largo del tiempo y hoy, más que nunca, resulta evidente y esencial.

Hoy, al celebrar este veinticinco aniversario y recordando en y desde Euskadi, el enorme impacto de aquellas ideas llevadas a la práctica, no cabe sino felicitarnos por partida doble: 1) por haber sido el primer lugar (nación no Estado, además) en que se aplicó de manera estratégica y completa su nueva teorí­a y paradigma, adelantándonos a su propia publicación desde las bases de sus investigaciones y recomendaciones iniciales, contando con su asesoramiento personal experto, y 2) por haber mantenido, profundizado y contribuido a lo largo de estos largos años a redibujar estrategias y polí­ticas para la competitividad en solidaridad y bienestar, con un resultado exitoso ampliamente reconocido a lo largo del mundo.

En Euskadi hemos aprendido (y seguimos aprendiendo) muchí­simo de Porter. A su vez, él también ha aprendido de nuestro trabajo conjunto. Juntos hemos reforzado el rol a jugar por los gobiernos en diferentes modelos estables de coopetencia público-privada y público-público; hemos entendido el verdadero rol y organización permanente de la clusterización de la economí­a, rompiendo el clasicismo del sector industrial determinado por conceptos de mercado-producto del pasado dando paso a concepciones diversas, pluridisciplinares, multi industria y diferenciables mercado a mercado; hemos comprendido el impacto competitivo de la identidad y el sentido de pertenencia; hemos profundizado y logrado el desarrollo conjunto -a la vez- de las polí­ticas y redes de bienestar (educación, sanidad, servicios sociales…) y económicas y la importancia en no separar su ejecución temporal, dejando el reparto de la riqueza a los resultados excedentarios del buen hacer «económico»; hemos comprendido el verdadero sentido de la dimensión y el tamaño empresarial definido, no por el de cada unidad económica empresarial, sino el del Valor de una red con la que interactúa, superando también aquí­, la transición de conceptos analógicos fijos a digitales dinámicos; y hemos sabido anticiparnos a la realidad del difí­cil balance entre una economí­a cada vez más mundializada con el efecto diferencial de su localización en el complejo diálogo local y local, asistiendo a las demandas reales y legí­timas de los gobiernos, paí­ses y regiones, por un mayor protagonismo en sus propias estrategias sin el complejo de quienes asimilan proteccionismo y reduccionismo, con diferenciación de polí­ticas adecuadas para realidades distintas al servicio de la prosperidad de las sociedades….

Veinticinco años después, celebramos -con gratitud- el éxito y contribución de tan importante legado activo. Y, sobre todo, observamos con ilusión que esto, lejos de ser historia auto contemplativa, no es sino la sólida fortaleza para afrontar el futuro. Hoy Michael Porter, abandera todo un nuevo paradigma a través de las «iniciativas de valor compartido y progreso social«. El nuevo índice de Progreso Social que lidera, su co-liderazgo con Mike Kramer en la «Shared Value Initiative» y su continua labor como «formador de formadores» para la competitividad y la prosperidad desde la red MOC (Microeconomí­a en Competitividad) con una extensa implicación de 120 Universidades en los cinco continentes (red en la que el Caso del Paí­s Vasco ocupa un lugar destacado en su material de estudio desde su prestigioso Instituto de Estrategia y Competitividad en Harvard, paraguas de su obra), y desde sus contribuciones diferenciadas en el «nuevo» «Health Value» (el Valor de la Salud para el Paciente) en su largo e intenso compromiso con los nuevos sistemas de salud para todos, suponen los ejes vectores de lo que él llama «la nueva etapa de la Competitividad». Una etapa que, en sus propias palabras, predice que «los modelos de negocio de éxito en el futuro, serán aquellos que satisfagan las necesidades sociales» del mundo.

En Euskadi, hoy, veinticinco años después, contemplamos su extraordinaria herencia y disfrutamos de su guí­a e impulso en las nuevas iniciativas y corrientes de futuro. Hace veinticinco años, en escenarios de crisis y ruina, necesitábamos un nuevo paradigma. Su «Ventaja Competitiva de las Naciones» nos ayudó a recorrer un nuevo camino hacia la prosperidad. Hoy creemos entender y saber por qué las naciones, como las empresas, las industrias, instituciones y sociedades prosperan. El camino es largo y complejo pero conocemos la trayectoria por recorrer. Tenemos las ideas, recursos y compromisos necesarios para «desbloquear» todas aquellas llaves, candados y obstáculos que bloquean nuestra competitividad. Es tiempo de abrirlos.

Hace veinticinco años, uno de los grandes maestros de la estrategia y premio nobel de Economí­a, Robert M. Solow, desde el otro lado del Rio Charles, «frontera más que fí­sica», separadora de su M.I.T. (Instituto Tecnológico de Massachusetts) y su competidora Universidad de Harvard, presentaba el libro de Porter destacando que el «nuevo paradigma que propone, se basa en la clásica manera de formularlos: sólida investigación, probado rigor académico y práctico, compañeros de viaje responsables de diseñar y aplicar sus recomendaciones». Simplemente eso.

Los actuales desafí­os no hacen sino redoblar el valor de su contribución. Hoy, sus conceptos siguen vigentes y el mundo está mejor preparado para comprender sus propuestas de entonces como un simple desarrollo natural de su teorí­as. La realidad nos ha venido a situar ante la evidencia de los resultados y, sobre todo del proceso. Si hoy Euskadi es un referente en este campo y materia de estudio mundial, no es por haber copiado un texto extraordinario, sino por haberlo interpretado de forma adecuada, integrarlo en su propia necesidad y realidad, incorporarlo a su identidad y cultura y asumirlo como base de un complejo proceso de avance y mejor permanente tras un claro para qué: «Construir un paí­s y una sociedad próspera. Un modelo completo de competitividad en solidaridad».

¡Son la confianza y la microeconomí­a, estúpido! ¿Estaremos en condiciones de confiar la prosperidad al crecimiento global prometido?

(Artí­culo publicado el 8 de Febrero)

Dos referencias mediáticas parecen estar concentrando la atención en el debate económico (y socio-polí­tico) mundial, que la profundidad y duración de la última crisis que iniciamos hace ya más de siete años ha orientado hacia el cuestionamiento, no solo de las polí­ticas concretas a aplicar para su superación, sino a la revisión y reconsideración del otrora modelo o paradigma del crecimiento como vector determinante del espacio de bienestar, sostenible y deseado.

Por un lado, el fenómeno Pickety  ha hecho de la simbiosis capitalismo-desigualdad un foco de análisis, debate y controversia dominante. En paralelo, la crisis griega y la novedosa irrupción del fenómeno Syriza, han puesto de moda al ministro greco-australiano, Yanis Varoufakis, en plena gira paneuropea predicando la necesidad de una significativa ruptura respecto de la polí­tica dominante del momento: una troika dirigente implantando órganos decisorios democráticos de libre elección, una austeridad como mantra anunciadora de un futuro único, rescates al mundo financiero y a los Estados «incumplidores» de unas recetas «objetivas» en términos de porcentajes máximos de endeudamiento, gasto público y pruebas de stress (iguales para todos más allá de sus modelos institucionales, bonanza pública, tejido económico, aspiraciones de futuro…) y sus efectos en la falta de un modelo creí­ble de futuro, mientas la desigualdad (renta, empleo, servicios, bienestar…) aumenta en términos reales y percibidos, absolutos o relativos según el caso. Más allá de la incógnita de la llamada Grexit, el interés por conocer un desenlace alternativo acapara la atención.

Ya el propio Varoufakis en su metáfora predictiva del «Minotauro Global» que publicara en 2013 nos llevaba, desde su pesimismo imposible, a volver la vista hacia los Estados Unidos como únicos lí­deres capaces de enfrentarse a sus propios errores para destruir el monstruo Wall Street, generador del reciclaje de excedentes y beneficios netos, fruto del éxito de unos pocos paí­ses de cuyo seno emergen pequeños ganadores a lo largo del tiempo, y clama, a la vez, por una apuesta favorecedora de un nuevo crecimiento incluyente y social, intentando convencer a propios y extraños de la necesidad de crecer, sí­, pero haciéndolo de manera diferente a la actual y en tiempos diferentes, acelerando su extensión a todos los ciudadanos y paí­ses bajo el control de sus gobiernos democráticos. Ya entonces confesaba que, muy a su pesar, solamente Estados Unidos tendrí­a la confianza y capacidad suficientes para romper el equivocado modelo generado, aunque lo hiciera por interés propio. Un crecimiento y liderazgo que dejarí­a los beneficios en los mismos creadores del problema y beneficiarios parciales de la desigualdad creciente. Sus teorí­as de ayer se traducen en los nuevos culpables de hoy que señala como Alemania, el Benelux y la exportadora Escandinavia en Europa, así­ como sus nuevos compañeros de viaje, Japón (pese a su recesión crónica) y los nuevos emergentes selectos. Un viaje complejo cuyo resultado final parece distar mucho de lo que proponí­a en su avance académico.

Mucho hemos escrito en esta columna sobre el propio cuestionamiento del crecimiento y el «cí­rculo virtuoso» del pasado (crecimiento-empleo-riqueza-bienestar para todos), dando paso a la necesidad de «nuevos modelos de riqueza y prosperidad incluyente». En esta lí­nea de reflexión, un último trabajo publicado por Mackenzie aborda el tema haciéndose una doble pregunta de gran interés: ¿Podemos salvar el crecimiento a largo plazo?, desarrollando un análisis histórico que nos llevarí­a a sospechar que se trata de una quimera que, en realidad, solamente nos ha acompañado unas pocas décadas y, además, de manera desigual. Adicionalmente, su segunda pregunta resultará mucho más atractiva: ¿En dónde buscar razones o fuentes para el crecimiento deseado? Y es aquí­, en donde Mackenzie nos ofrece un ejercicio de aproximación recogiendo una serie de respuestas de un nutrido grupo de pensadores. Sus respuestas, como desgraciadamente no cabí­a esperar fuera de otra manera, dan por clave única o principal sus respectivas áreas de responsabilidad y rol personal actual. La variedad de las mismas se resumirí­a en la ya explorada apertura de mercados libres y globales, o la confianza en la demanda China y su particular recorrido hacia la prosperidad, o la inestabilidad de una coherente coordinación de polí­ticas macroeconómicas a lo largo del mundo o de una serie de apuntes especí­ficos que generan una cierta oportunidad por explorar o confiar: las ciudades y la urbanización mundial de la población como motor de actividad, o la reconsideración del potencial y tratamiento creativo de la inmigración, la paridad e igualdad de la mujer generadora de un nuevo y diferente empleo o, la siempre presente propuesta innovadora a la búsqueda de «nuevas ideas y su difusión».

Lo interesante de este ejercicio es que, más allá de una u otra solución concreta, la capacidad creativa de la humanidad, demuestra una potencial generación de soluciones y compromisos, abriendo un lugar a la esperanza transformadora de un determinismo sin futuro gestionable que parece extenderse, por momentos, desde el pesimismo crónico instalado en nuestras sociedades.

Hoy, además de algunas de las ideas ya mencionadas, surgen con fuerza diferentes movimientos no conformistas que ponen el acento en las necesidades y demandas o desafí­os sociales como las verdaderas fuentes de riqueza, empleo y prosperidad, como el cada vez más extendido movimiento del «Valor compartido empresa-sociedad y el progreso social, más allá del crecimiento del producto interno bruto bajo el impulso decidido, entre otros, de Michael Porter y Mike Kramer, ya tantas veces citados en estas colaboraciones. En esta lí­nea hace ya años que invitábamos, ante la pregunta de cuáles habrí­an de ser las apuestas de Euskadi, por ejemplo, a reformular las dificultades en términos de convertir sus problemas en soluciones, sus necesidades en oportunidades. Así­, por ejemplo, el envejecimiento, la inmigración, las complejidades y restricciones demográficas, la inadecuación de la formación a la empleabilidad, las dificultades de gobernanza, los déficits en determinadas infraestructuras, la escasez de energí­a, el deterioro medio ambiental, la decisión individual de la empresa y tejido económico, las ciudades en su estado previo… lejos de convertirse en un dato estadí­stico y coyuntural negativo, son y deben ser, nuestras fuentes de riqueza, empleo y prosperidad. A medida que profundizamos en vectores macroeconómicos y globales como renta global, (y, supuestamente, uniforme para todos) nos alejamos de proyectos, iniciativas y compromisos especí­ficos, identificables, gestionables y motivantes. Los análisis y soluciones globales son imprescindibles, la coordinación de polí­ticas también. Pero, sobre todo, las necesidades palpables y las respuestas y soluciones inmediatas y próximas, marcan la diferencia. Tenemos las oportunidades de ese crecimiento incluyente delante de nosotros, en nuestra propia casa.

Y en esta lí­nea, merece la pena destacar un par de aspectos y trabajos de interés que pueden ayudarnos a continuar construyendo futuro y no padeciendo el pasado. Trabajos ambos, en el mundo de la confianza, tal y como dirí­an las voces de la disrupción necesidad-solución: ¡Es la confianza, estúpido!

En estos dí­as, llamaba la atención la publicación de algunas conclusiones del «2015 Edelman Trust Barometer» señalando el enorme gap existente en la confianza ciudadana y las acciones de los gobiernos y las empresas: el 80% de los ciudadanos consultados, en 27 mercados y paí­ses diferentes, desconfí­an en una o en las dos «Instituciones» (empresas y gobiernos). 21 paí­ses se sitúan por debajo del 50%. ¿Han de preocuparse los responsables de esta información en la formulación, decisión y aplicación de sus polí­ticas y decisiones? El propio Banco Mundial se preguntaba hace dí­as al respecto y destacaba la necesidad de un importante cambio de timón y hací­a referencia a la vieja frase mediática asimilable: «¡Es la confianza, estúpido!», poniendo en valor la influencia de factores no cuantitativos en la toma de decisiones.

Llama la atención que si bien se aprecia una creciente mejorí­a (y reconocimiento generalizado) de la percepción pública de una sustancial mejorí­a en la transparencia, en las polí­ticas de gobernanza, en el grado de participación de los diferentes stake holders, así­ como de iniciativas de compromiso y responsabilidad social corporativa, tanto en los gobiernos como en las empresas, la «confianza global» en ellos siga suspendiendo. Resulta preocupante que cuando todo llevarí­a a pensar en la necesidad de directrices y liderazgos fiables, la desafección y desesperanza se generalicen.

A la contra, pese a este estado negativista de las cosas, encontramos pensadores y pensamientos positivos que refuerzan la esperanza. Tal es el caso del último libro  de Will Hutton, cuyo avance se ha presentado estos dí­as, empeñado en aportar un soplo esperanzador de futuro, adentrándose en la necesidad de provocar un cambio en la concepción de nuevos espacios de encuentro o enlace en ese esfuerzo imprescindible por «reinventar el capitalismo», recuperar los principios de una justa, eficiente y equitativa economí­a social de mercado o abordar una nueva economí­a colaborativa e igualitaria, según la orientación ideológica de quien se lo proponga. Hutton provoca contra los malos tiempos y proclama (y defiende con argumentos) que «no llevará mucho tiempo hacer de Gran Bretaña el Estado más dinámico de Europa» basado en las fortalezas internas, en un enfoque propio y esencialmente microeconómico por y para los ciudadanos, respondiendo a sus necesidades reales, próximas y vitales mientas otros se ocupan de directrices exclusivamente globales difí­cilmente aplicables en beneficio de todos. Su libro, «How good we can be» («Qué tan buenos podemos llegar a ser») es un buen alegato para enfrentar el gran desafí­o: «La desigualdad se ha convertido en el máximo reto de todo ser ético y moral».

En definitiva, nuevos aires recorren el mundo con una preocupación y desafí­o comunes. Si ganamos la confianza y buscamos soluciones próximas a nuestras necesidades sociales, estaremos en condiciones de crecer en prosperidad y bienestar. De lo contrario, la ola de la inequidad y la desigualdad terminará arrastrándonos.

«No dejes que la realidad te estropee un buen titular»… A vueltas con la economí­a española

(Artí­culo publicado el 25 de Enero)

Quienes se hayan dejado instruir por los titulares de prensa y las noticias «pí­ldora» aparecidas en los últimos dí­as en los medios de comunicación en el Estado español, pensarán que la economí­a española con el gobierno de Rajoy al frente «ha superado la crisis y ha pasado a liderar el crecimiento y desarrollo europeo», convirtiéndose en el modelo a seguir con el aval internacional y, en especial, del Fondo Monetario Internacional. Desgraciadamente, una simple lectura de la propia comunicación del FMI del pasado 19 de Enero («Perspectivas de la Economí­a Mundial») y su cruce con unas pocas opiniones, informes y análisis vendrí­a a estropear los titulares mediáticos y a empañar la campaña iniciada por el gobierno español soportada en una clave e hilo conductor de sus mensajes: la recuperación económica es un hecho. Fase publicitaria que hace de algunos indicadores, sin duda positivos  (o mejor dicho, menos malos que los precedentes desde la posición de partida tras largos siete años de hundimiento generalizado), una cuestionable sensación de salida de la crisis y, sobre todo, del futuro esperable.

Conviene empezar por señalar que el Fondo Monetario Internacional (FMI) y sus perspectivas de la economí­a mundial, no representan el «Santo Grial» ni han demostrado, a lo largo de su historia, un elevado grado de certeza ni mucho menos de consenso y acierto. Digamos también, que acercarse a la valoración y gestión de estrategias de largo plazo desde monitoreo y sensores del cortí­simo plazo, impiden dibujar escenarios adecuados para tomar decisiones transformadoras como la gestión de la economí­a post crisis aconseja. Dicho esto, añadamos que lo publicado esta semana no es sino una actualización, burocrática y ordinaria de su Informe para 2014. Este ejercicio no ha hecho sino actualizar sus proyecciones del pasado Octubre incorporando las principales variables observables entre Septiembre y Enero. Constataciones, eso sí­, destacables que el propio Organismo resume: 1) Elevadí­sima caí­da de los precios del petróleo (en torno al 60% de descenso) que señala, provocará más efectos negativos que positivos traducidos en una preocupante debilidad inversora; 2) Una revisión a la baja del crecimiento mundial para el bienio 2015-2016 (3,5% y 3,7%); 3) Mayor vulnerabilidad financiera, sobre todo en los paí­ses emergentes; 4) Deflación o bajos í­ndices de inflación -sobre todo en la eurozona- profundizando el estancamiento. Señalados estos factores condicionantes de sus previsiones, destaca cómo, a excepción de Estados Unidos, ninguna de las grandes economí­as exportadoras mejora. China, Rusia, la Eurozona, Japón (en recesión técnica) ven reducidas sus previsiones de crecimiento, agravan su rol exportador y aflorarán un efecto negativo incapaz de contrarrestar las oportunidades de la reducción en las facturas energéticas y de deuda. El propio Estados Unidos sufrirá el efecto contrario de la apreciación del dólar, impactando de forma negativa su «competencia exportadora». Adicionalmente, más allá del petróleo, las economí­as emergentes verán empeorar el mercado exportador de las materias primas y ralentizarán su euforia inversora y atracción de capitales. Así­ con este marco, su «Cí­rculo Virtuoso» (mayor confianza, mayor consumo e inversión, mayor crecimiento) se refiere a una supuesta economí­a global, proyectada sobre un modelo con hipótesis fijas y escasamente integradas y sinérgicas. Escenarios observables globales que, a posteriori, pretenden traducir a espacios regionales o «nacionales», amigables gobierno a gobierno en más que negociadas redacciones. Así­, su traslado, paí­s a paí­s, les ha llevado a destacar el crecimiento de España y Grecia y trasmitir, en palabras de su Economista Jefe, Olivier Blanchard, que «España presenta algunas bondades como reducir los salarios» y «advertir del riesgo a populismos que no quieren formar parte del Euro» (¿Se referirá al Reino Unido, Noruega, USA… o a PODEMOS, en una observación fuera de contexto?), en un intento por adecuar su análisis a la coyuntura electoral de hoy mismo en Grecia y a la mencionada campaña Rajoy. Su pretendido cí­rculo virtuoso quiebra cuando se cuestiona la confianza en determinados gobiernos, la inversión brilla por su ausencia ante los modelos de presupuestos públicos y la falta de estrategias públicas transformadoras y la simple proyección aritmética de un escenario de desempleo escandaloso e inasumible como dato al parecer inamovible, la escasa correlación crecimiento del PIB y la generación real e igualitaria de riqueza, bienestar y desarrollo incluyente.

El FMI sí­ anticipa «ganadores» o beneficiarios potenciales de los cambios observados: las economí­as avanzadas capaces de absorber el efecto energético y el entorno financiero y monetario para favorecer sus expectativas de alto valor añadido, y los gobiernos con Ideas y Proyectos de Transformación y futuro que puedan ver reducida la carga de su deuda y, desde el liderazgo  y  la estabilidad, dirigir un nuevo espacio de estí­mulo creativo. Así­ las cosas y siguiendo este rotundo mensaje, contrastamos el Informe con la realidad de la economí­a española: 1) ¿Una economí­a avanzada como vanguardia exportadora? Esta misma semana, Rosa Garcí­a, Presidenta de Siemens Iberia decí­a  que «España no invierte en Tecnologí­a y se ha quedado obsoleta»,  y «no parece que sea capaz de acometer la 4ª Renovación Industrial 4.0 en marcha»; 2) ¿Un buen momento para la dirección firme, estable y creí­ble de su gobierno? 2015 será un año electoral (en casi todos los niveles, municipales, forales, autonómicas, generales, con plebiscitos incluidos) con la irrupción, al menos en sondeos electorales, de nuevas fuerzas polí­ticas en un previsible cambio de escenario. Año perdido para acometer las reformas necesarias que hasta hoy han brillado por su ausencia; 3) Esta misma semana, Price Waterhouse Coopers, hací­a público un informe en el que destacaba una leve mejorí­a de la confianza empresarial, si bien destacaba cómo el principal riesgo observable es «la incertidumbre geo-polí­tica» con el 86% de los encuestados; muy por encima de otros factores de riesgo (también elevados) que lastran el desarrollo y recuperación de la economí­a española (sistema regulatorio, gestión de la deuda pública, desempleo, fiscalidad, falta de acceso real al crédito…); 4) Si a esto añadimos las referencias permanentes a destacar que «España no ha hecho sus deberes, no ha abordado la reforma de su modelo económico, está inmersa en un debate generalizado de corrupción percibida y las previsiones de desempleo para el 2019 se sitúan en el 22% contra el 8,2% del año 2007, no parece que el potencial beneficiario sea, precisamente, la economí­a española y sus ciudadanos. En esta lí­nea, además, atendiendo a los «índices de Responsabilidad Individual» que publica el Euro barómetro, observamos que el porcentaje de la población española que precisa que su vida está determinada por sus propias acciones y no por las de los demás, es tan solo del 17%, contra el 72% en Estados Unidos, el 50% en el Reino Unido o el 29% en Noruega, por ejemplo. Es decir, lo que no hagan los gobiernos o el resto de economí­as o los demás, difí­cilmente se hará en esa Sociedad «lí­der y ejemplo» que el gobierno Rajoy anuncia. He aquí­ una causa más que explicarí­a el limitado esfuerzo emprendedor e innovador de la economí­a en cuestión.

En definitiva, una lectura no mediática del mencionado Informe parecerí­a llevarnos a conclusiones distintas a las pregonadas por el gobierno español. Por tanto, pese a que estropeemos el titular, hemos de resaltar la necesidad de acometer otras polí­ticas. No necesariamente el 2019 tiene que ofrecer un 22% de desempleo. España no se lo puede permitir y ningún gobierno puede aceptar ese destino. Esta misma semana, sin ir más lejos, en el seno del encuentro de Davos que acoge uno de los relevantes debates en torno a los grandes riesgos de la economí­a y la Sociedad en el mundo, el primer ministro de Irlanda, Enda Kenny, explicaba en un panel sobre «Dos Desafí­os gemelos para Europa: Crecimiento y Estabilidad desde su Competitividad», la vuelta de su Paí­s y su economí­a a la recuperación y su estrategia hacia el pleno empleo en 2018. Irlanda pasó de ser un referente internacional por su «milagro financiero, de internacionalización y desarrollo» a un espacio del fracaso. Se hundió y fue uno de los primeros rescatados por la UE y el FMI, llevándose por delante, empleo, ilusiones, prosperidad y gobiernos. Kenny entró a liderar un gobierno de coalición que tuvo que empezar por lidiar y desmontar, en sus propias palabras, «Un Inasumible Plan penalizador de las personas y de nuestro futuro». Tras unos años de penuria, reforma, polí­ticas negociadas y recuperación de la confianza internacional y la interacción público-privada, en 2013 salieron del rescate y hoy, en el seno de la eurozona, recuperada su economí­a, anuncia, alejándose de cualquier autocomplacencia, con un desempleo por debajo de la media de la Unión Europea, su nuevo reto tras una «Nueva estrategia de Desarrollo» bajo un desafí­o y pilar objetivo: el pleno empleo en 2018. ¿Una quimera?, ¿Una apuesta hueca? En todo caso, la demostración de que existen opciones e intenciones distintas al simple mantenimiento de pensamientos del pasado avocados a escenarios no deseables. Estos retos y apuestas diferenciadas, de ilusión y confianza existen y son posibles. Eso sí­, no son alcanzables en metas e informes trimestrales, ni con medidas aisladas y coyunturales. Pero son el tipo de desafí­os que justifican la existencia del liderazgo polí­tico e Institucional, empeñados en la búsqueda del bienestar de las Sociedades a las que sirven. En consecuencia, un mensaje de confianza y de ilusión pero desde la realidad observable y el compromiso activo y no desde la propaganda.

Que duda cabe que la situación va a mejor, en un tránsito aún largo y complejo. Asistimos a un momento en el que la constatación de las polí­ticas equivocadas del pasado son cuestionadas y se abren espacios de cambio. Nuevas ventanas de oportunidad y nuevas posibilidades. Pero, ante todo, realismo y optimismo activo y comprometido con nuevos escenarios. Es el momento de poner el acento en los objetivos y las polí­ticas e instrumentos para lograrlo y no del marketing falaz y sin contenidos, pese a que ni el mensaje ni el titular sea el que nuestros publicistas y directores de campaña aconsejen.

Europa: Entre la decepción y la esperanza…

(Artí­culo publicado el 4 de Enero)

La reciente calma que predice la tormenta nos ha traí­do un inicio de año convulso y confuso al hilo de las próximas elecciones griegas. A la situación real que padece Grecia, se unen el nerviosismo de la Unión Europea y sus dirigentes pretendiendo interferir en el voto ciudadano («Nos gustan las caras conocidas», «Estudiamos la expulsión de Grecia si no nos gustan los ganadores»…), provocando los movimientos especulativos en los Mercados de Valores y sus consecuencias en primas de riesgo, coste de la deuda, y extrapolación de situación de crisis y pánico a otros Estados Miembro. Situación agravada con la acelerada y profunda caí­da de los precios del petróleo, la comprobación técnica de una Europa en deflación y la crisis soviética… por no aludir a la inacción de las Instituciones europeas ante el desafí­o «pseudo democrático» de uno de sus Estados Miembro (Hungrí­a), con más que aparente comportamiento contrario a los principios democráticos exigidos por la Unión Europea. El interesado movimiento «Grexit», dirigido a sondear la opinión de mercados y sociedades ante una imaginaria salida de Grecia del euro, se une al permanente desencanto sobre la Unión Europea, sus Instituciones, polí­ticas y dirigentes.

Este inicio de año viene a coincidir con la publicación de un interesante trabajo («El renacer de Europa: sacarla de su irrelevancia» de Matthias Matthijs y Daniel Kelemen) en cuya introducción hacen referencia a una ilustrativa portada del «The Economist» publicada en 1982, con ocasión del 25 aniversario de la creación de la entonces Comunidad Económica Europea. La portada recogí­a una lápida con la siguiente inscripción: «Nacida el 25 de Marzo de 1957. Moribunda el 25 de Marzo de 1982″. Añadí­a un epitafio clarificador: «Parecí­a capaz de ser una potencia hasta que intentó serlo».

Así­, tras esta impactante y breve valoración, los mencionados autores señalan cómo detrás de la imagen se detallaban las razones del fracaso: 1) Falta de liderazgo y debilidad de sus instituciones, 2) Progresiva desafección ciudadana y 3) Peligro de «abandonos» de algunos de sus Miembros.

Hoy, años después, en pleno 2015 constatamos, desgraciadamente, la pervivencia de los tres niveles señalados, si bien con algunos matices que pudieran llevar a la esperanza. Y esto viene a cuento en un momento en que se da una aparente paradoja. Si la Europa en construcción padece tan graves enfermedades crónicas, ¿cómo es que es referente esperanzador de futuro?

Aquí­ en Euskadi, hace unos dí­as, los dirigentes de SORTU-BILDU y, en definitiva, la auto denominada Izquierda Abertzale, anunciaban la inmediata presentación de su propuesta de futuro para «Una Euskal Herria posible en Europa«, adelantando que «aportarán un lenguaje novedoso, conceptos posibilistas e innovadores para un proyecto europeo«. Bienvenidos a Europa, en lí­nea con quienes llevamos construyéndola desde el ya lejano 1947 en que los «viejos nuevos equipos europeos» iniciaron la constitución formal de este nuevo espacio de bienestar, llevando a la práctica la apuesta del Aberri Eguna (Dí­a de la Patria Vasca) de 1930 «Euskadi-Europa». Pero esta referencia europea de futuro (reflejo de democracia, libertad, progreso social, bienestar…) de la IA no es única. Recordemos que a lo largo del pasado 2014, el pretender formar parte de la Unión Europea dominó el debate polí­tico en las principales cuestiones clave en la polí­tica y la economí­a: Escocia y su referéndum por la Independencia estuvo centrado en un mejor y mayor nivel de bienestar siempre en Europa, provocando que incluso sus detractores desde el gobierno de Cameron admitieran que el SI les llevarí­a a salir de Europa cuando ellos mismos han propuesto un Referéndum de «Salida de la UE» para el 2017 y persisten en las bondades de mantenerse fuera de la eurozona; Catalunya y su proceso para dotarse de estructuras de Estado en un Estado Independiente, proclama su intención de hacerlo «solamente en el seno de la Unión Europea»; Ucrania se ha desmembrado tras un penoso y complejo proceso negociador para su integración en la Unión Europea; a Grecia, por otra parte, se le amenaza con «expulsarle» de la Unión Europea si no cumple con las polí­ticas decididas e impuestas desde Bruselas-Washington. En el Estado español, quienes defienden el actual modelo de Estado y se oponen a procesos diferenciados, derecho a decidir, autodeterminación o Independencia bien de Catalunya o de Euskadi, argumentan que cualquier decisión en este sentido conllevarí­a la salida automática de Europa, utilizándolo como bandera del miedo. Otros (Alemania), empiezan a mirar cada vez más hacia el Este en un difí­cil equilibrio pro Unión además de pro-nuevos espacios (históricos, económicos y polí­ticos) o como Turquí­a («un abandono antes de entrar»), si bien inmersa en un larguí­simo, incierto y agotador proceso negociador para ser un nuevo miembro de la Unión, contemplando las bondades de una alianza de menor intensidad liderando un rol bisagra en el espacio euro asiático para lo que se ve especialmente dotada.

Así­, enredados en esta cierta paradoja, convendrí­a recordar la importancia de Europa en su contribución histórica de valores y modelos (libertad, derechos humanos, bienestar, democracia…), desde un avanzado modelo de economí­a social de mercado que lideró la transformación de una Europa de postguerra hacia un espacio de progreso y bienestar. El renacer de Europa, necesita como hace ya muchos años, de un liderazgo y referencia perdidos que ha de conectar con sus ciudadanos al servicio de un proyecto de futuro y no del mantenimiento del estatus quo de una polí­tica envejecida y temerosa de asumir los nuevos caminos que la sociedad del siglo XXI exige; necesita de nuevos modelos institucionales y de gobernanza integradores de todas las voces de ciudadanos y naciones (con o sin estructuras de Estado) que conforman el espacio europeo; exige un mensaje realista y de futuro, de largo plazo, incluyente y no generador de marginación y desigualdad y que no favorezca «abandonos» de quienes quieren continuar siendo europeos, con estructuras propias, diferentes a las uniformadoras que hoy existen, incapaces de dar respuesta a sus demandas o aspiraciones de futuro.

Visto, por tanto,  el valor que unos y otros damos a Europa, bajo interpretaciones distintas y distantes, apostemos por su vertiente de esperanza más allá de los fracasos, errores y desencantos que nos ha provocado. Volvamos al optimista reclamo que subtitula el libro mencionado por un renacer europeo. Sin duda, el camino a recorrer no será menos exigente ni menos sinuoso y largo que el transitado hasta hoy, con un gobierno europeo y un Parlamento que no despertaron grandes entusiasmos o adhesiones ciudadanos en las recientes elecciones. Pese a esta situación de partida, y con el nada alentador rol centralizador de los gobiernos de los Estados Miembro, empeñados en usar Europa más que en construirla y servirla, dirijamos  nuestros esfuerzos a seguir avanzando en este encuentro de entresueños y realidades desde uno de los escasos espacios de paz, ideas y compromiso con la igualdad y el bienestar para  «sacar a Europa de su irrelevancia«.

  Desgraciadamente, en las próximas semanas, el escenario preelectoral griego concentrará el debate mediático en el miedo y se convertirá en un argumento arrojadizo. Se advertirá a los votantes que reclamar sus derechos y defender su propia soberaní­a (desde la que ejercer su libre derecho a decidir y compartirla con la Unión), proponer modelos económicos alternativos a las polí­ticas del FMI y el BCE, o priorizar los tiempos adecuados para facilitar una gradual aplicación de polí­ticas acordes con las necesidades y posibilidades de su población, les situarán fuera de Europa. A este miedo se unirán los mensajes de «culpa» desde los inciertos comportamientos de los «mercados», pero no será sino un tiempo perdido. La verdadera relevancia europea vendrá cuando, de verdad, entendamos que el futuro de Europa exige nuevas estrategias y nuevas polí­ticas. Europa jamás será el escenario deseable si hacemos del paro un «elemento estructural y perpetuo», si no somos capaces de compartir un nuevo proyecto ilusionante, si no hacemos de nuestros propósitos de bienestar una realidad incluyente y si no somos capaces de salir del espacio burocrático para transitar hacia una sociedad creativa y emprendedora con voluntad real de innovación, acorde con el milagro tecnológico esperable que posibilite responder a las necesidades sociales.

 Esta misma semana, siguiendo el rol preestablecido, la pequeña e independiente Letonia (hasta hace escasas dos décadas integrada en la ex Unión Soviética), desde sus 2 millones de habitantes, preside la Unión Europea. Asume una agenda centrada en «el renacimiento de la polí­tica industrial y competitividad europeas», en el desarrollo e implantación del plan Juncker de Inversiones centrando su interés particular en la «Europa Digital», las relaciones con Moscú y su área de influencia. Letonia, además de la impronta de un pequeño Estado Miembro superador, desde estructuras propias emergentes y novedosas, de la crisis generalizada en la que continuamos inmersos, y con el apoyo en la Comisión de su ex primer Ministro y hoy Vicepresidente para el euro y el diálogo social, podrí­a ser un pequeño aire de cambio. Seis meses para señalar un nuevo camino en el perí­odo Juncker. Europa lo necesita. Necesitamos Europa, SI, pero no cualquier Europa.

¡Saquemos Europa de su irrelevancia! Provoquemos su renacimiento.

Ante el 2015: ¿Formular las preguntas correctas o responder a aquellas más comunes?

(Artí­culo publicado el 28 de Diciembre)

En el perí­odo navideño y su antesala a un nuevo año, atendiendo a la tradición, hemos de conjugar el espí­ritu y actitudes amables en un clima de optimismo a la espera de la «buena nueva», superando las dificultades y «males viejos» del año por terminar, con el esfuerzo identificador de renovados propósitos de futuro y una cierta dosis de «pronóstico y prospectiva» ante lo que esté por venir.

En este ambiente, hace unos dí­as tuve la oportunidad de coincidir en Estados Unidos con la revelación a la opinión pública del impactante informe del Congreso sobre el comportamiento de la CIA (Agencia de Inteligencia) a partir de los interrogatorios a sospechosos o detenidos relacionados con el terrorismo o, en sentido más amplio, «peligros contra la democracia o seguridad de los Estados Unidos». Como no cabrí­a dudar, los medios de comunicación se ocuparon de forma amplia de esta noticia y el hecho presentado en el Congreso fue retransmitido, en directo y abierto, por las televisiones y emisoras de radio. La gravedad del asunto suponí­a un doble efecto inmediato: por un lado, la vergí¼enza y rechazo en una democracia que habí­a permitido las prácticas de torturas, atentados contra los derechos humanos, la falta de respeto a las leyes, desprecio al Parlamento y a los gobernantes legí­timamente elegidos y la demostración de que los servicios especiales hací­an lo que les daba la gana, mofándose del pueblo y de las Autoridades que les habí­an nombrado. Años de prácticas inhumanas e ilegales hací­an de las pelí­culas y series televisivas que desde Hollywood o la red hemos venido observado como entretenimiento «pasivo»: HOMELAND, SCANDALS, HOUSE OF CARDS… de máxima audiencia se han quedado cortas, llevándonos a confundir a sus guionistas con simples relatores de las bajos fondos del perí­metro gubernativo. Por otro lado, la fortaleza de la democracia se poní­a al descubierto, permitiendo conocer en directo el menosprecio al Congreso y sus representantes, las mentiras y trabajo sucio que determinados organismos y personas han practicado a lo largo del tiempo, en un ejercicio de transparencia propio de democracias maduras. Pues bien, si esto por sí­ mismo no fuera suficiente para la búsqueda de todo tipo de respuestas necesarias, la sorpresa vino cuando lejos de los debates de fondo -que se sucedieron de manera inmediata- en uno de los magazines televisivos de máxima audiencia, la directora y presentadora del programa señalaba que no era momento de entrar en debates o respuestas de fondo sino que era el momento de formular una pregunta: ¿por qué se hace público un informe de estas caracterí­sticas en Navidades cuando la familia americana está ocupada en los regalos, en Santa Claus, en las fiestas y a punto de concentrarse en torno a mesas en las que la armoní­a y la felicidad han de imperar? Y lanzaba una dura crí­tica a los congresistas que hicieron público el informe citado.

No puedo ocultar que esta intervención me impactó. Más aún cuando pude observar que dada la audiencia de esta presentadora y cadena, el argumento se propagó más que el napalm que los implicados servicios de «seguridad» utilizaran en otras desgraciadas guerras.

Pero, en este marco navideño, hemos asistido a otras preguntas generalizadas que han ocupado los espacios mediáticos.

Así­, hace dí­as conocí­amos cómo tras casi sesenta años de embargo económico, incomunicación, conflicto y guerra frí­a, los primeros mandatarios de Estados Unidos y Cuba, reconocí­an la ineficiencia, inoperancia e ineficacia de sus polí­ticas de aislamiento y se proponí­an corregir el error iniciando un proceso de convivencia democrática y diplomática al objeto de garantizar la plena normalización de relaciones. Obama, de forma directa, señalaba cómo, en este caso, Estados Unidos se habí­a quedado solo y cómo sus aliados le habí­an dado la espalda. Resulta evidente que no se trata ahora de preguntarse, como al parecer se formula, ¿por qué ahora?, si no, y ¿ahora qué, cómo y cuándo? El proceso a emprender no es inmediato y requiere múltiples iniciativas, además de tiempo, para convertirse en una relación, multilateral, novedosa. No solamente implica a los dos Estados que han dado el paso, sino que mueve un amplí­simo tablero geo económico y geo polí­tico que dará lugar a un nuevo espacio de desarrollo. Sin duda, las consecuencias polí­ticas, sociales y económicas son inestimables de inmediato. El paso dado por Obama-Castro abre todo un nuevo movimiento que obliga a sucesivos reacomodos en el complejo mundo que vivimos. Una gran noticia que nos lleva a acertar en las preguntas adecuadas para buscar las respuestas necesarias.

Además, estos últimos dí­as del año, como presionados por el cierre de ejercicio ante el nuevo escenario 2015, otras noticias largamente esperadas han llegado: las FARC comunica su decisión unilateral del cese indefinido de su lucha armada. La casualidad de las conversaciones de paz nos lleva a la Habana, sede anfitriona, para que algunos se pregunten sobre la interrelación «negociada» entre esta declaración y el Acuerdo USA-Cuba. Nuevamente, son otras las preguntas «correctas» a formularnos ¿Cómo y cuándo se producirá la normalización y pacificación de Colombia tras el cese de la violencia FARC y cuáles serán los nuevos lineamientos del proceso en el desarrollo de un Paí­s tan castigado por el conflicto y la violencia? Como en el caso anterior, un nuevo espacio está por construirse.

Adicionalmente, como si de la coincidencia navideña se tratara, invocando la paz y fraternidad, la Unión Europea ha reconocido el derecho de Palestina a un Estado propio. Así­, tras muchos años de desencuentro, trabajo e iniciativas de todo tipo, asistimos a relevantes pasos hacia el reconocimiento y construcción de nuevos espacios, nuevas estructuras geo polí­ticas, a un intento por poner en valor democracia, negociación y diplomacia (de verdad y no de brindis palaciego acomodaticio de la vieja guardia), en tiempos de un nuevo lenguaje, nuevos jugadores y nuevos espacios económicos y polí­ticos. Un momento en el que «salir de los espacios de confort» da paso a nuevos tiempos innovadores. ¿Cómo propiciar salir de las resistencias y «verdades inamovibles del pasado»?

Episodios clave que han encontrado a nuestra próxima España fuera de juego. España se ha disuelto en sus batallas y enredos palaciegos (Zarzuela, Moncloa, Génova) y desgobierno preguntándose cómo dejar que el tiempo «todo lo borre» Y termine olvidando y obviando las raí­ces de la corrupción, las responsabilidades de las cúpulas actuales y sus herederos, la crisis, el desempleo, la falta de modelos (económico, de estructura de Estado, Justicia, diplomático…) posibilitadores de una nueva apuesta de futuro más allá de la crisis en curso, confiando en el milagro de la comunicación (tele dirigida) y el miedo («¡Cuidado con los que vienen!»), mientras una capa mediocre perpetúa su posición, tejiendo el enmarañado conjunto bipartidista en el que llevan demasiado tiempo inmersos.

Así­, en este marco, la España inmóvil ha pretendido confiar en el mensaje navideño de siempre, esperando la frase mágica que el nuevo Rey pudiera ofrecer, acompañada de una respuesta de su hermana Cristina a la pregunta que se le formulaba desde muchos sitios: ¿Debe Cristina renunciar a la sucesión? Pregunta equivocada. En el estado actual de las cosas, parecerí­a mejor preguntarse si no debe el Rey abdicar. La España actual vive una profunda crisis sistémica. La escasa credibilidad del gobierno, la mala imagen del sistema «de la transición», el nefasto «espectáculo monárquico» que no se resuelve con un cambio de cara con el mismo uniforme, mismos aparatos y asesores y misma letaní­a para ni decidir ni propiciar nada relevante y aplicable, no solo son claves decepcionantes sino que impiden transitar hacia un futuro diferente que esperamos ante el 2015. Qué duda cabe que no es la monarquí­a y su núcleo familiar el mal del Estado, ni la causa de sus desdichas ni la solución, en sí­ misma, a todos los problemas por resolver. Pero apelando a «su servicio de Estado», parecerí­a que es tiempo de un cambio absolutamente radical. Su abdicación podrí­a llevar a otros a dimitir, a favorecer un nuevo proceso constituyente, a generar un nuevo Estado, a disponer de un nuevo marco polí­tico y administrativo que dé repuesta a la realidad plurinacional reclamada en las calles, a nuevos sistemas reconstituyentes de una democracia real, a recuperar la credibilidad en la polí­tica, a ordenar y limpiar lo que impide que la gente distinga lo negro de lo blanco…

En consecuencia, una pregunta adecuada y correcta: ¿Cómo transformar de manera radical este Estado del pasado para construir uno del futuro? ¿Cuál puede ser el detonante que lo propicie? Sin duda, una pregunta adecuada para la fecha: Los Santos Inocentes.

Hacia un pasaporte universal de Salud

(Artí­culo publicado el 14 de Diciembre)

La importancia generalizada de la ya vieja costumbre en identificar una fecha concreta para celebrar «el dí­a de…», aporta alguna ventaja como la posibilidad de recordar compromisos aún insatisfechos, reforzar las agendas para su logro, reivindicaciones y celebraciones de los pasos dados, hacer balance de la situación y revisar los propósitos fijados. Es el caso, esta semana, del «primer dí­a mundial por la cobertura sanitaria universal» que ha promovido la Organización Mundial de la Salud (OMS) para el 12 de Diciembre.

La fecha elegida no es casual. Coincide con el aniversario de aquella resolución de Naciones Unidas, suscrita por más de 100 paí­ses en aquel aparentemente lejano compromiso y Retos del Milenio, en favor de la llamada «salud para todos-HEALTH4ALL», que pretendí­a minorar el estado de pobreza y desigualdad de la población mundial, y en cuyo marco estratégico, la salud jugaba un rol esencial. Hoy, constatadas las limitaciones de las apuestas emprendidas, la OMS enarbola un nuevo reto, dando un paso más allá del compromiso internacional en favor de concepto de cobertura y acceso para todos, dotándole de un intento reformador provocando la redefinición de lo que en verdad signifique el acceso universal, pretendiendo reformular la manera de generar y mantener salud más allá de la enfermedad a lo largo de toda la vida.

Hoy, el mundo de la salud sigue necesitando del paso previo propuesto: garantizar el acceso formal a la salud. Ahora bien la mayorí­a de la población mundial no solamente no puede pagar el coste de un aseguramiento y atención sanitaria, sino que, además, es precisamente esta población desfavorecida la que encuentra mayores dificultades para acceder -no solo por razones financieras o de renta disponible, sino por disponibilidad de oferta asistencial-. Las carencias de educación y formación -también especí­ficamente para la salud-, de infraestructuras, cultura médico-sanitaria, condiciones de higiene, alimentación, aislamiento y marginación, vivienda, infecciones y contagios, salubridad, y, por supuesto, agravadas por catástrofes y emergencias, movimientos migratorios, economí­a informal, «desplazados» por conflictos, generan un impacto negativo en su estado de salud. Población que no solamente requiere de una cobertura propia de un sistema de salud, sino de una serie de soluciones sistémicas que exceden, con creces, el ámbito de los gobiernos en sus áreas de salud, demandando nuevas formas clusterizadas de intervención en múltiples lí­neas de actividad interrelacionadas. Agua, vivienda, transporte, por citar algunas, marcan la frontera del acceso real a la salud.

Hoy, la nueva propuesta de la OMS viene a coincidir con una generalizada transición de los principales actores del sistema (públicos, privados y de iniciativa social) y sus propuestas transformadoras de sus modelos de salud ofertados, hacia la llamada revolución de la APS  (Asistencia Primaria en Salud), las 4 P’s (Predictiva, Preventiva, Participativa, Personalizada) y el acento en la integración resolutiva de procesos y no de acto médico una vez producida la enfermedad. Tendencia y reto generalizado que se verá, además, impactado por un complejo y variado mundo tecnológico, en cambio radical y acelerado, cuyos tiempos, costes y resultados están aún por precisar.

Este es el marco del debate real que la celebración provoca. Contrasta, desgraciadamente, con determinadas mareas reivindicativas desde el interior de los actuales marcos de salud, monopolizadores de una oferta resistente al cambio y que ponen el acento en sus propias reglamentaciones, jornadas y beneficios, lejos de situar el elemento esencial en el «usuario» y la población a atender. Parecerí­a deseable trascender de la resistencia natural para acceder a aportaciones innovadoras que posibiliten entender una mejor manera de generar, evaluar y mantener la salud, para todos, a lo largo de toda la vida, de forma coste eficiente, concentrando los recursos en las causas determinantes de la salud. En contraposición a esta ola cercana, observamos, por ejemplo, el debate que estos dí­as confronta -una vez más-, al Congreso de los Estados Unidos en torno a la evaluación y potencial continuidad de la Reforma Obama que incorporó a 40 millones de estadounidenses al sistema de cobertura, un «acceso pro-universal», de obligada afiliación en seguros privados elegibles, o el caso del Seguro Popular, en México, que ha permitido cumplir con las estadí­sticas de una cobertura casi universal, distante en la práctica de un acceso real, dada  la informalidad de la economí­a activa, las dificultades de accesibilidad real o el colapso del sistema, en especial en el nivel primario, fragmentado en su interacción con la totalidad de un sistema con insuficientes recursos que lo hagan eficiente. Ejemplos que ponen de manifiesto la escasa alineación entre la «cobertura universal teórica» y la cobertura real deseada y necesaria.

En esta lí­nea, aprovechando el reclamo de la OMS en este 12 de Diciembre, muchos de los paí­ses más pobres del planeta, (con su elevadí­sima concentración en ífrica) han aprovechado para crear la «Red Internacional por la Cobertura Sanitaria Universal» que posibilite la adhesión a lo largo de todo el planeta. Finalmente, movimientos humanitarios, diplomáticos, empresariales privados y de iniciativa social actuantes en el mundo de la salud, abogan, un poco más allá, por lo que podrí­amos llamar «un pasaporte Universal de Salud«, como garantí­a de acceso real para toda la población mundial, más allá de las fronteras. Múltiples iniciativas en curso, terminarán, sin duda, reformulando nuevos sistemas de salud. Un sueño en marcha. Más allá de una fecha.

Kutxabank: todo un desafí­o

(Artí­culo publicado el 30 de Noviembre)

Kutxabank es noticia esta semana como consecuencia, sobre todo, del relevo en su Presidencia.

Mario Fernandez, ya expresidente, ha liderado y superado con éxito cuatro fases crí­ticas en el complejo y aún inacabado proceso de transformación de las Cajas de Ahorros: 1) La fusión de las entidades territoriales, aspiración y demanda generalizada que data de más de 25 años tras las primeras integraciones territorio por territorio acompañadas de la dotación de algunos espacios colaborativos que han venido funcionando en diferentes actividades; 2) La creación del propio Kutxabank tras la imposición de los organismos regulatorios exigiendo la transformación de las cajas socias y pre existentes bajo esta figura del «Banco de Cajas»; 3) La progresiva reconversión de las antiguas Cajas en Fundaciones Bancarias, propietarias -a la vez- del Banco (Kutxabank) y 4) La superación, con nota de excelencia, de las últimas pruebas de Stress impuestas por el ya nuevo regulador centralizado, europeo, situando a Kutxabank a la cabeza de la solvencia de la banca del Estado español.

Así­, superada esta intensa, compleja y satisfactoria trayectoria, deja su puesto además de un legado conceptual que, sin duda, habrá de marcar las decisiones futuras de la nueva presidencia y su desafí­o: El «nuevo Sistema de Cajas/Banco Vasco» ha de cumplir con cuatro objetivos convergentes: 1) Mantenimiento y potenciación de la «nueva» obra social; 2) Facilitar el desarrollo endógeno; 3) Garantizar su «arraigo» (pertenencia, centros de decisión, valores, compromiso, propiedad…) y 4) Viabilidad sostenible. Objetivos, al parecer, compartidos por la inmensa mayorí­a de los agentes implicados en la estratégica operación pendiente. Sin duda, una atractiva (a la vez que compleja) hoja de ruta para los nuevos rectores de Kutxabank y las Fundaciones Bancarias que lo han constituido. Para liderar el proceso, el sistema se ha dotado de un profesional competente y conocedor del escenario al que se enfrenta.

Ahora bien, ¿es posible cuadrar los cuatro objetivos convergentes?, ¿es posible compatibilizar los necesarios beneficios bancarios, las exigencias regulatorias y las limitaciones obligadas que implican con la necesaria y deseada prosperidad social, económica y de Paí­s que se requiere?

   La enorme relevancia del «espacio Kutxa« no puede contemplarse al margen del «espacio financiero vasco», si bien ha de ser un protagonista de excepción. Sin duda, el sistema financiero vasco, no solamente se ve tensionado y condicionado por un ambiente crí­tico y negativo desde una sociedad que padece una larga y profunda crisis y que identifica y señala, entre otros, al sistema financiero y bancario, entre los «causantes y culpables». Adicionalmente, el mundo de las Cajas de Ahorro cuenta con un mal añadido ya que ha sido estigmatizado no ya por lo múltiples casos y evidencias de mala gestión, abusos de poder y «connivencia amiga« en una deslegitimada interacción entre estos y el poder polí­tico e institucional, sino por el propio gobierno español ,empeñado en acelerar una reforma bajo mandato europeo sin molestarse en poner en valor la necesaria participación en el desigual desarrollo regional, apoyado en gran medida por este vital instrumento financiero y de soporte de la obra social. Sin embargo, el desamparo y la pésima gestión además de actuaciones alegales e inmorales en muchas de estas Cajas ya hoy desaparecidas o transformadas en bancos beneficiados por el rescate al que se vio sometida la economí­a española y que no pueden aplicarse al «espacio Kutxabank» han obligado a seguir, como casi siempre, «el café para todos», homogeneizador de la España financiera. A contra corriente, como en otras muchas áreas, los resultados observables y la ausencia de los conflictos antes comentados, han demostrado la validez de la interacción público-privada con un protagonismo responsable de las Instituciones Fundadoras, los profesionales que las han dirigido, los objetivos propuestos y el control de los mismos. Pero el daño general está hecho y el acelerado posicionamiento del gobierno español «llevándose por delante el 50% del pasivo y mercado bancario» ha terminado obligando, también a Kutxa, a transformarse y buscar la mejor opción posible. Este proceso, inacabado, obligará a nuevas transformaciones, hoy aún inciertas. Ahora bien, Euskadi necesita fortalecer un sistema financiero, además, más allá de este importante «espacio Kutxa». Nuestra economí­a real (familias, empresas, gobiernos) necesita financiación accesible y adecuada a las caracterí­sticas de su demanda especí­fica. Es momento, de trascender de las estructuras e instrumentos existentes para volcarse en su ¿para qué? y reorientarlos hacia la estrategia Paí­s requerida. Afortunadamente, Euskadi dispone de las capacidades más que necesarias en este mundo financiero para afrontar un compromiso de tal envergadura. Un compromiso que posibilite la colaboración de todos los agentes implicables (instituciones y empresas), movilizando los recursos hacia los objetivos concretos, desde una reflexión activa en torno a nuevas palancas de financiación, instrumentos de financiación alternativa, nuevos vehí­culos al servicio de los modelos de negocio concretos, revitalizar una arquitectura fiscal propia incentivadora del ahorro, el emprendimiento, la inversión y de la sucesión en la empresa familiar, así­ como la «nueva» financiación estratégica pública que acelere la recuperación, la creación de empleo y la competitividad del Paí­s.

Todo este proceso, necesario y urgente se afronta en un momento delicado en el que la propia Obra Social, ha de redefinir su adecuada actualización temporal y alineación con las polí­ticas de protección y seguridad asistencial y social que las propias Instituciones dirijan, con la imprescindible estrategia de «inclusividad» que el desarrollo económico no desigual exige, hacia el empleo como máximo reclamo y el desarrollo endógeno que exige acciones y ofertas concretas y diferenciadas.

Ante este reto, un «soplo de aire fresco» que bien podrí­a alumbrar el nuevo camino a recorrer, lo podemos encontrar en un renovado movimiento de la «Shared Value Initiative» que irrumpe en la sociedad en forma del pensamiento creativo para la co-creación de Valor Empresa-Sociedad y que resumen, en el mundo de la banca, una serie de propuestas recogidas en un reciente documento: «How Banks can obtain profit rethinking their purpose» (¿Cómo pueden tener beneficios los bancos, repesando su propósito o razón de ser?).

En dicho documento, se pretende explorar la manera da afrontar un negocio bancario lí­cito y rentable, satisfaciendo las necesidades y demandas sociales. Refuerza la importancia, esencial, de la economí­a financiera en el desarrollo económico y social, pretendiendo recordar que no basta con culpabilizar a la banca o a los gobiernos de la crisis, sino que se ha de identificar, reconocer y reorientar su papel al servicio de la sociedad de bienestar y el desarrollo inclusivo. Vivienda, ahorro, garantí­a de nuestros ingresos, bienestar, sanidad, infraestructuras, rentabilidad y sostenibilidad de nuestras pensiones… necesitan de la solvencia, viabilidad y alineación estratégica del mundo financiero con nuestra demandada economí­a real.

Así­ Kutxabank y su perí­metro de Fundaciones Bancarias tiene una oportunidad (y necesidad) de repensar su propósito y posicionamiento ante el gran desafí­o marcado en la hoja de ruta emprendida. Es una gran oportunidad para repensar su modelo de negocio, su reposicionamiento con/en los diferentes agentes y piezas del ecosistema (cluster) financiero del Paí­s y de impulsar y liderar el proceso de potenciación del sistema. Un desafí­o alineado a los cuatro objetivos convergentes marcados.

Todo un desafí­o. Un camino posible.

Nuevas Herramientas, Nuevos Modelos de Estado y Nuevas Soluciones

(Artí­culo publicado el 16 de Noviembre)

El pasado 9 de Noviembre, mientas 2,3 MM de catalanes realizaban un ejercicio democrático y de plena modernidad, reclamando tanto el derecho a decidir libremente su futuro como personas, pueblo y colectivo, y exigí­an, mayoritariamente, dotarse de nuevas estructuras de Estado, actualizando los conceptos de independencia y, en consecuencia, pidiendo un nuevo estatus de relación con España y con Europa, a 6.000 kilómetros de distancia, en Dubai, cerca de 1.000 miembros de diferentes Consejos Asesores Globales del Foro Económico Mundial (WEF) poní­amos en común nuestras Agendas para el Futuro, bajo la premisa generalizada de que no solamente la salida de la crisis actual, sino sobre todo las soluciones de futuro en el medio y largo plazo, exigen nuevas herramientas, nuevas maneras de observar el mundo y nuevas formas de Estado y gobernanza alejados de los modos y prácticas del siglo pasado.

Mientras estas nuevas realidades apuntando el futuro se comparten, entre otros, por un WEF tradicionalmente volcado hacia «soluciones globales» con el encuentro tripartito -empresas, gobiernos, academia- de todo el mundo, en España, de la mano de su gobierno -funcionarial, de opositores memoristas que disfrutarán de un empleo de por vida en cualquier escenario futuro, escasamente internacionalizados y de mí­nima experiencia profesional fuera de la polí­tica de partido- mira a un pasado causante de una determinada visión de unidades impuestas e inoperantes para afrontar los verdaderos problemas a los que nos enfrentamos. Y lo hace acusando a los demás de inmovilistas, trasnochados, localistas y contrarios a la modernidad y al curso de los tiempos.

Hoy, en un potencial escenario post-crisis y más allá de ésta, constatamos un mundo desigual y excluyente que reclama INCLUSIVIDAD (con o sin crecimiento  económico, atendiendo a las diferentes hipótesis de trabajo en diferentes regiones y paí­ses del mundo, pero para todos), exige erradicar la Economí­a Ilí­cita, necesita crear Empleo de calidad y sostenible, está obligado a romper las barreras del «Software legal» (regulatorio o administrativista) que ha guiado la parálisis gubernativa y hemos de recuperar un «Software tecnológico y emprendedor« capaz de asumir riesgos y liderar el futuro. Retos todos ellos, que sitúan a España, como desgraciadamente a otros paí­ses, en el corazón de la insatisfacción y ejemplo del déficit de soluciones: desigualdad y pobreza galopante, desequilibrios territoriales, corrupción desde el poder, desempleo insultante, justicia de baja calidad y democracia y gobernanza de poca intensidad. Retos complejos que demandan nuevas soluciones, urgentes. Soluciones en un mundo que diga NO a la planificación y ordenación centralizada de pensamiento único y que facilite la desconcentración-descentralización en espacios y unidades menores, controlables y gestionables que respondan a Comunidades Naturales deseosas de potenciar su compromiso para construir su propio futuro desde un positivo y dinámico sentido de pertenencia. Sociedades necesitadas de polí­ticas facilitadoras del desarrollo colaborativo en el que una nueva «economí­a circular« (sistémica y no de silos) esté al servicio de la prosperidad inclusiva y no de la desigualdad del PIB. Necesitados de estrategias «ad hoc» alineadas con el ADN de cada región-Paí­s-Sociedad y no de un «café para todos», de manual, desde el mando distante y remoto de Madrid, Bruselas o Washington, pletóricos de sobrevivientes del presupuesto público inmovilista, llenado por un sistema históricamente heredado por las élites y un régimen de «cuotas de Estado» generadores de la burocracia globalizadora desde instituciones internacionales que han fracasado en el diseño de soluciones pre y post crisis. Instituciones «barcaza» acostumbradas a flotar y sobrevivir sin excesiva preocupación en saber hacia donde navegar a la espera de que los vientos y mareas les conserven, hasta que otros les remplacen para trasladarse a otra barcaza similar a la vez que más confortable.

Dubai-WEF y Catalunya han hecho sus deberes este 9 de Noviembre. Madrid, sin embargo, ha llamado a su fiscalí­a como antes lo hiciera con sus tribunales. Dos maneras muy diferentes de presenciar los acontecimientos. Uno los ve sin mirar ni aprender confiando en su frágil aparente unidad y fortaleza temporal. Otros sabemos que un nuevo mundo está por llegar simplemente porque nos comprometemos en traerlo. Miles de kilómetros de distancia, diferentes velocidades, diferentes voluntades y diferentes riesgos y compromisos. Afortunadamente, es cuestión de decisión polí­tica. Y las malas decisiones polí­ticas pueden y deben cambiarse. Como suele decir Al Gore, «la voluntad polí­tica también es un Recurso Renovable», y es tiempo, también, de escenarios, economí­as, instituciones y gobiernos renovables y renovadores.

   Sin duda, cuando se tiene la oportunidad de disfrutar del privilegio del debate creativo de las ideas y su diversidad y se asume la evidencia de un mundo en plena transformación que no se resiste a vivir excluido de su propio desarrollo, en el que generaciones enteras no pueden esperar a que otros hagan los deberes por ellos o, peor aún, dejen que las cosas sucedan sin provocarlas, mientras observan que el mundo se mueve, que la geo-estrategia se desplaza a nuevos centros de actividad, decisión y poder y que la democracia pide a gritos nuevas maneras de ejercerse y compartirse, no se puede sino exigir nuevos liderazgos. El 9 de Noviembre, también hemos asistido a dos modelos contrastados: quien apuesta por liderar un futuro diferente con el respaldo de la Sociedad que representa y quien no se atreve a comprobar lo que quiere la Sociedad que quiere representar, más allá de elecciones puntuales. Quienes hemos pasado por Dubai mirando a Catalunya, hemos disfrutado la confortabilidad de comprobar nuevos tiempos, nuevos espacios, nuevas herramientas y nuevos jugadores. Sin duda, un amplio oasis de esperanza y optimismo. Otros, desgraciadamente, solamente ofrecen pasado.

De vuelta a casa, cuando observamos la vuelta a la rutina con un gobierno español que apela a su propio y particular estatus quo, ocupado en deslegitimar un movimiento real y creciente que demanda un protagonismo propio, parecerí­a que nos encontramos ante una discusión de polí­ticas partidarias propias de un debate de café, irrelevante para afrontar las grandes soluciones a los problemas reales que nos quejan. Nada tan alejado de la realidad. Un desarrollo inclusivo, una capacidad real de generar riqueza y empleo, una estrategia singular para el desarrollo territorial diferenciado, una adecuada educación, un sistema de salud universal, una adecuada respuesta a los retos demográficos medio ambientales, territoriales, de movilidad, forman parte de la esencia de la gobernanza, de la participación real de sus protagonistas, de sus sentidos de pertenencia y compromiso, de sus deseos identitarios y, sobre todo, de su propio futuro. No es irrelevante que Catalunya, por ejemplo, se dote o no de sus propias estructuras de Estado o que opte por una independencia real.

Aunque algunos no parezcan enterarse, el mundo se mueve a gran velocidad. No hay ni tiempo ni paciencia suficiente para esperar. Los retos que tenemos por delante exigen nuevos modelos, nuevas herramientas, nuevos compromisos y nuevos liderazgos.