Y tras el 24 de mayo… el mundo se mueve. Señales a través de Bruselas

(Artí­culo publicado el 14 de Mayo)

Pendientes aún de la cadena de acuerdos y pactos post electorales que traducirán el voto directo y democrático de los ciudadanos, a través de las estrategias, tácticas y compromisos de las direcciones de los partidos polí­ticos y sus respectivos perí­metros de influencia, conformando gobiernos municipales (cuyas primeras concreciones conocemos hoy mismo), autonómicos (y forales en Euskadi) en el Estado español, la última semana ha ocupado, además, una serie de hechos económico-polí­ticos significativos cuyo epicentro común ha sido Bruselas.

Si bien resulta inevitable que más allá de unos resultados abiertos, en el marco del juego y sistema electoral vigente, la configuración de los diferentes órganos de gobierno sea fruto de diversas interpretaciones, acuerdos y movimientos de presión, poder y contrapoder, de lo que se suponí­a iba a ser un escenario especial ante la llegada de nuevos partidos «regeneradores» de la vida democrática con el anunciado «final del pasado«, se ha convertido en un decepcionante espectáculo lleno de contradicciones entre los discursos pre y post electorales y el comportamiento real -sobre todo de los recién llegados- más allá de sus discursos y justificaciones mediáticas. Si un elemento dominante se ha puesto de manifiesto, es la incoherencia. Confiemos que pasado este primer episodio, por el bien de la gobernanza deseada y las necesidades por atender, el sarampión infantil dé paso a un ejercicio de responsabilidad y que la pedagogí­a electoral resalte, en próximas convocatorias, lo que se vota, lo que se elige y quien elige y conforma gobiernos más allá de la identificación de campaña candidato-partido-gobernante. El tiempo lo dirá.

Pero siendo de extraordinaria importancia el esperado proceso cuya primera fase culminó ayer con el nombramiento y elección indirecta de alcaldes y alcaldesas, la semana nos ha ofrecido otras señales y noticias de interés que nos llevan a reflexionar y aprender en relación con nuestro mundo próximo en marcha. Noticias y hechos que pudieran parecer en un primer momento inconexos pero, como espero veamos, al final de este artí­culo, interrelacionados y, en gran medida, parte esencial de lo que hemos elegido en casa, de lo que nos jugamos en el exterior cara a nuestra prosperidad.

Tsipras-Syriza, Grecia, el Fondo Monetario Internacional y los principales protagonistas de la gobernanza de la Unión Europea, han agotado una semana más en su ya largo proceso negociador, pasando de la esperanza y la solución, al sobresalto de un «inevitable default» griego. Desde posiciones «muy cerca del acuerdo que evite la bancarrota griega», según declaraban los Presidentes Juncker y Tsipras, al abandono de la mesa de los representantes del Fondo Monetario internacional «ante las profundas e irreconciliables diferencias existentes», o la advertencia del Presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, con el sonsonete de «no es tiempo de apuestas», provocando todo tipo de especulaciones y valoraciones. El desasosiego de los votantes y ciudadanos griegos que creyeron respaldar una ní­tida alternativa polí­tica, económica y social a una imposición externa desde la ya temida troika, da paso a un enredo que parece concentrase en encontrar un lenguaje y mensaje diplomático que permita a todas las partes negociadoras «vender» el resultado final, más allá del hecho real de asumir los compromisos previos acordados con el Marco Financiero exigido por una troika que sigue suplantando la voluntad de una gobernanza democrática y eficacia dudosas, por el que «solamente existe una interpretación de la economí­a y las polí­ticas que los gobiernos han de aplicar con independencia de sus aspiraciones, tejidos económicos y sociales, realidades e ideologí­as». Esta falsa premisa se extiende bajo el temor generalizado del Grexit. El «proceso griego» es un ejemplo más de la enorme distancia entre «las mareas ciudadanas reivindicativas del cambio y realidad posibilista de gobernar». (Un buen espejo en el que más de uno habrí­a de mirarse vistos los comportamientos post electorales de los supuestamente «nuevos partidos emergentes transformadores de la vieja casta polí­tica al servicio de la sociedad y sus necesidades y no al de la empleabilidad perpetua de los aparatos tradicionales» que han aparecido en el Estado español). Un discurso en el que se empeñan los dirigentes europeos (y mundiales), obviando que la economí­a no es un ordeno y mando de dirección y pensamiento único, sino tan solo un relevante espacio de las decisiones democráticas y de la definición de estrategias y modelos al servicio de las diferentes sociedades en tiempos y contextos diferenciados.

Por lo visto a lo largo de la semana, cabí­a pensar que el mencionado acuerdo está prácticamente hecho, resolviendo los problemas de fondo, origen de la crisis que llevó a una clara inestabilidad en la eurozona, a la caí­da de un gobierno, a la entrada de un equipo y movimiento alternativo y a la incertidumbre en torno a una opción diferente. Acuerdo que, al final, trasladará al Parlamento y a las calles griegas el desconcierto, el cuestionamiento de la oferta prometida por sus nuevos representantes electos y la, una vez más, incidencia dolorosa en las familias y ciudadanos griegos. Viejas recetas, inciertos resultados, escasa esperanza. Un acuerdo que esperemos culmine en el plazo adecuado (lí­mite original ante el default para el 30 de Junio) y que no suponga la extensión de nuevos y máximos sacrificios de un pueblo al que al parecer pretenden condenar a no apostar un futuro diferente acorde con sus deseos y aspiraciones. Washington-FMI parecen volver a sus viejas recetas generalizadas y, en este caso, retirar su rescate hipotecando el rescate europeo de muchí­sima mayor envergadura, sin una oferta clara y asumible de futuro.

En otro escenario, en la misma sede parlamentaria Bruselas-Estrasburgo, tal y como  ya viene siendo «práctica comunitaria» como núcleo de indecisión, «nuestros representantes europeos» volvieron a dar otro ejemplo desalentador. El trascendental potencial acuerdo trasatlántico entre los Estados Unidos de América y los «Estados Unidos de Europa», ha visto paralizada su tramitación cancelándose el debate previsto al objeto de conocer la valoración y posicionamiento del Parlamento como recomendación del Marco negociador en el que la Comisión Europea habrí­a de moverse. En esta ocasión, la potencial enmienda a lo que la Comisión negociadora vení­a contemplando, llevó al Presidente del Parlamento a suspender la votación y el debate. Como ya en demasiadas ocasiones, Europa y su gobernanza, demuestran que cuando la realidad democrática y parlamentaria no asume los deseos y voluntades «del buen y mejor criterio y sentido» de las ejecutivas y burocracia dominante en Bruselas, se cambian las reglas del juego. Así­, una vez más, más allá del punto concreto en discordia y de la enorme importancia de un acuerdo de enorme trascendencia, contemplamos la debilidad de una representación polí­tica encorsetada y supeditada a viejas estructuras dominantes. Los 28 Estados Miembro, su participación y representación, democrática y real, se transforman en convidados de piedra (otro buen ejemplo para preguntarnos sobre nuestro «sueño europeo»). ¿Aprenderemos algún dí­a a propiciar un debate ilustrado en relación con iniciativas que tanto han de influir en nuestras vidas? Un tratado de estas caracterí­sticas no es una enmienda constitucional «a la española» en el aperitivo de las doce. Un gran espacio de oportunidad, no exento de dificultades y efectos discutibles parece abrirse con este potencial acuerdo que solamente deberí­a aprobarse con el respaldo democrático y la legitimidad exigible. Evitar el debate no es la mejor manera de resolver problemas ni mucho menos de explorar oportunidades. Por el contrario, facilita los argumentos de quienes ocupan la plaza pública.

Y, finalmente, de menor impacto mediático, Bruselas ha acogido una nueva Cumbre entre la Unión Europea y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC). Desde el año 1.999, los 66 Estados Miembro se vienen reuniendo al objeto de facilitar el desarrollo conjunto, la cooperación económica, la educación, la prosperidad y la paz en un marco deseado de bienestar y cohesión social. Desde lazos históricos reales, ambos espacios tan diversos (recordemos, de paso, que en el espacio Latinoamericano, sus 660 Millones de habitantes no son solamente 33 Estados Latinoamericanos y Caribeños diferentes que poseen una amplia variedad lingí¼í­stica -inglés, francés, portugués, español, neerlandés y cientos de lenguas minoritarias y originarias en sus respectivos pueblos, asentamientos y territorios-) viven procesos complementarios de integración diferenciada (Mercosur, Comunidad Andina, sendos Acuerdos bilaterales de la UE con Chile y México, UNASUR…). Una compleja interrelación que reúne, en este Foro, a diferentes Parlamentos y Gobiernos. Un espacio compartido (Europa-Latino América y Caribe) por 1.000 MM de personas, con un comercio conjunto de 210.000 millones de Euros, siendo la UE el principal inversor extranjero (más de 136.000 millones de euros de IED superior a la realizada en Rusia, China e India juntos), soportados en una treintena de acuerdos con Paí­ses Miembro, espacio proveedor-receptor de una relevante polí­tica de cooperación para el desarrollo (la UE aportará 3.500 MM de Euros entre 2015 y 2020). En este contexto, la citada Cumbre ha permitido recordar la realidad de una presencia, trabajo, coopetencia existente, con una creciente relación bi y multi direccional entre ambos «espacios y continentes» y entre unos «nuevos jugadores emergentes», muchas  veces marginados e infravalorados, que participan de una manera relevante en nuestros procesos de innovación, de educación e investigación, de generación de riqueza y empleo, de inversión, de cohesión y, en definitiva, de enseñanza y desarrollo (también). Si bien, como la inmensa mayorí­a de estos cambios, parece diluirse en retóricos discursos y declaraciones, la realidad se va construyendo e imponiendo. Cada vez más, Europa y América Latina son menos «Vecinos Distantes» y, más, «espacios convergentes y compartibles». Espacio en el que América Latina exige una voz igualitaria, no injerencia en asuntos internos y mayor atención desde una actitud de pares y no de hijos menores.

Así­, mientras parecerí­a que todo se estaba gestando entre juegos de salón, la realidad, como siempre, nos aportaba signos y apuntes para comprender mejor el mundo en el que nos movemos. En esta ocasión, Bruselas ha sido un foco revelador.

Tres señales observables distintas. Un proceso griego que hemos seguido desde una indolente lejaní­a tan solo perturbable por su impacto (negativo) mediático constante de la incertidumbre y desequilibrios contagio para la economí­a española y aparentemente controlada en exclusiva en el pago o no de una deuda en el plazo previsto. Por otro lado, el escaso seguimiento a un Foro «Latinoamericano» como si de una «Cumbre Iberoamericana», marginal, se tratara, desconociendo su trascendente impacto en la realidad económica y socio polí­tica Europea -sobre todo española- que ya hoy pesa de manera más que significativa en nuestros empleos, riqueza, bienestar (también de manera relevante en Euskadi: internacionalización, fuentes de capital e inversión, inmigración, prosperidad, servicios sociales), demandantes de una especialí­sima atención y estrategias ad hoc. Y una manera de proceder de unas Instituciones europeas que, con independencia de la trascendencia de los asuntos que tratan, se empeñan en profundizar el llamado «déficit comunitario» que aleja al ciudadano y a los pueblos de las principales decisiones en juego.

Y, por supuesto, todos ellos interrelacionados con una influencia dominante en algo tan próximo como nuestro propio modelo de gobernanza, democracia y organización institucional. Aunque para muchos no lo parezca, el gobierno de los municipios también es polí­tica y la gestión, que es muy importante, no es una herramienta técnica aislada de ideologí­as, aspiraciones y voluntades colectivas.

Tres planos, tres señales, tres espacios convergentes de impacto real y directo en nuestra propia organización, responsable, subsidiaria y básica. El mundo se mueve (y nosotros con él).