CAMBIO SÍ. ¿De quién y para qué?

(Artículo publicado el 14 de Julio)

Apelar al “CAMBIO” parecería la actitud generalizada de sociedades que afrontan los innumerables desafíos que se vislumbran en el horizonte. Según expresiones mayoritarias en los diferentes procesos electorales que estamos viviendo a lo largo del mundo, parecería dominar la motivación transformadora e innovadora de nuevos caminos por recorrer y se supone determina la voluntad y deseo de hacer las cosas de otra manera, en cualquier otro lugar y con otros compañeros de viaje.

Sin embargo, la realidad no es otra que una creciente y extraordinaria aversión al cambio, en especial, si quien ha de comprometerse a hacerlo somos nosotros mismos. Esperamos, como en tantos otros casos, un cambio de los demás, en lo que hacen, en cómo y por qué lo hacen y, sobre todo, en que lo hagan de modo que nuestras vidas vayan a mejor con el menor esfuerzo y compromiso por nuestra parte. La deseable bandera del bien común, necesitado de auténtico cambio, parece más una exclamación retórica con buenas intenciones que una apuesta firme por afrontar transformaciones innovadoras imprescindibles.

Uno de los temas/conceptos que mayor exigencia de cambio observamos, no ya en un escenario alejado en el tiempo, sino entre nosotros, es el TRABAJO-EMPLEO. No será necesario recurrir a múltiples explicaciones para llevar al ánimo de la gente su importancia y la constatación de que, efectivamente, “el trabajo ya no es lo que era” y, peor aún, “no será lo que entendimos o soñamos que sería, en algún momento de nuestras vidas”. Más allá de la asunción bíblica de su significado cara al sentido y dignificación existencial, acompañada de “ganarse la vida” y proveer los bienes y servicios necesarios para un determinado tipo o nivel de vida, el trabajo está en pleno debate respecto de su presente y futuro. Sin duda, el discurso general al referirse al “trabajo del futuro” se vincula con su carácter de empleabilidad y, bajo este primer prisma aproximativo, nos introduce en sus múltiples caras: las nuevas tecnologías y su impacto en la sustitución o no del “factor humano”, su impacto en la reconfiguración del espacio del trabajo (tanto en su localización o deslocalización geográfica, como en el marco inmediato del local o puesto físico en el que lo desempeñamos), la inevitable recualificación permanente y movilidad exigibles a todo trabajador (sea del nivel que sea) y los nuevos recorridos y trayectos (antes promociones y carreras profesionales) del trabajo cambiante y los imprescindibles cambios de perfiles requeridos no solo por la inevitable y deseable digitalización ordenada de una economía inclusiva demandante de innovación laboral con nuevos puestos, roles y desempeño ante redefiniciones del trabajo y las condiciones de su ejercicio. El concepto trabajo más allá de su interacción con el salario, ingresos o generación de riqueza-ahorro-capacidad de gasto y vida, en su relación con la creciente demanda de conciliación familiar-personal o de ocio, de una retadora redefinición de un catálogo renovado de las prestaciones y servicios del estado de bienestar base de un crecimiento inclusivo garantizado por el “Estado” y “por los demás”. Todo un cambio que, buscado o no, nos impacta e impactará con enorme intensidad. De una u otra forma, este tipo de cambio es el que nos espera. Cuándo lo pedimos y pretendemos dirigirlo con sentido positivo, ¿somos conscientes del cambio personal y colectivo que hemos de emprender, o solamente exigimos que cambien ellos (todos los demás)?

Todo un verdadero clamor por el CAMBIO que decían motivar el comportamiento electoral, por ejemplo, recientemente, ante las urnas en el Reino Unido, manifestando, por encima de todo, “votar por el CAMBIO”. ¿De qué cambio hablaba cada uno? ¿Quién, cómo, en dónde y de qué tipo de oferta o generación de nuevos empleos satisfactorios para todos y cada uno de los que lo deseaban esperaban? ¿En qué medida al pedir un CAMBIO (del gobierno, de la política, de los empresarios, de los directivos, de los funcionarios, sindicatos, autoridades de todo tipo, de los servicios públicos prestados, de los Sistemas de Salud, de los medios, no los de transporte, de la educación, del turismo que no nos moleste en casa, pero del que podamos disfrutar de forma ilimitada en el exterior…) pensaban en sí mismos asumiendo su compromiso personal y actitud ante todos y cada uno de estos elementos-desafíos a los que enfrentarse? ¿A quién hemos de exigir un CAMBIO (generalmente radical y disruptivo) sin que cuente con nuestro propio y personal cambio?

Esta misma semana tenía la ocasión de participar de un interesante ejercicio de “Nuevos Futuros” en el que como es natural, la aproximación innovadora y de cambio (casi siempre de todos los implicables) resulta imprescindible, aunque su primera formulación suele relegar visiones completas integradas e interrelacionadas o sistémicas, centrándose en un evento o proyecto concreto. Una aproximación para preguntarnos sobre el futuro, integrando un sinfín de Megatendencias y objetivos desafiantes en curso, abordando el pensamiento desde la observación, diseño y propósito de infraestructuras, en principio físicas, detonadores de comportamientos, desarrollos y estados de bienestar e inclusividad, así como de trabajo, formación y empleo para atender necesidades y demandas sociales

Así, por ejemplo, en el para muchos lejano Japón, se actúa sobre un extraordinario proyecto de infraestructura para construir un túnel especial de más de 500 kilómetros entre Tokio y Osaka. Pretende ser un corredor subterráneo para el transporte de mercancías con el objetivo de luchar contra las emisiones contaminantes (transporte como primer responsable y objetivo base para la descarbonización y la salvación del planeta que parece acompañar cualquier intervención o política). Contempla, debidamente alineada, la automatización y robotización con y desde   plataformas eléctricas verdes que suplan además la no disponibilidad de “conductores y operarios” que previsiblemente será imposible emplear,  en una población futura y envejecida que perderá más de 15 millones de trabajadores empleables, a la vez que  será demandante de todo tipo de productos y servicios en sus núcleos urbanos, que, para entonces, habrán cambiado sustancialmente sus hábitos de movilidad, vivienda, y comportamiento social, en ambas ciudades clave del Japón de hoy y del mañana. 25.000 millones de dólares tras este proyecto, movilizando inversión pública y privada, cientos de empresas y múltiples proyectos convergentes en un proceso de 20 a 30 años. En su camino, repensar y reorientar el trabajo, y, sobre todo, la actitud para el CAMBIO. ¿En qué medida los implicados comprometerán su cambio deseado?

Obviamente, una infraestructura, por potente e importante que sea, requiere un verdadero propósito multi estrategia y objetivos convergentes, y el desarrollo regional inclusivo ha de movilizar infinidad de actitudes, compromisos, protagonistas, y realidades base para facilitar su viabilidad. Más allá de visibilizar la “punta del iceberg” que suele brillar con luz propia por su éxito infraestructural, e incluso icónico, debe su éxito a la base y caras de la pirámide sobre la que se proyecta.

Grandes apuestas estratégicas y tractoras, de alta complejidad, orientadas a futuros distintos sinérgicamente interrelacionados. Apuestas integradoras de multi objetivos convergentes que trascienden de un continuismo paralizante. Apelar al CAMBIO tiene todo el sentido del mundo cuando viene motivado por un propósito, un para qué y un con quién. Clamar por cambiar porque sí, sin saber hacia dónde se va, sin señalar el punto aproximado de llegada, sin señalar a los que han de comprometerse para hacerlo posible y, sobre todo, pedido o exigido de los demás, desde la confortabilidad de esperar “que cambien ellos” mientras nos instalamos en el “qué hay de lo mío”, no parece el camino acertado para lograr lo que, a priori, pudiera parecer imposible, pero que el tiempo, con la actitud y cooperación general, termina haciendo no solamente posible, sino mejor de lo inicialmente previsto.

La misión, coraje, compromiso y esfuerzo de muchos que, en algún momento, asumieron la responsabilidad de acometer su propio CAMBIO, en procesos colaborativos y compartidos con otros, nos permite hoy, a lo largo del mundo, disfrutar de un presente mucho mejor de lo que fue nuestro pasado y contar con las fortalezas suficientes para soñar un futuro mejor, sin duda, sobre todo para próximas generaciones.

Hoy, como en el Reino Unido, el CAMBIO se instala como clamor exigente. Confiemos en que no se quede en una demanda a terceros, sino que allí y en todas partes, el CAMBIO sea, en verdad, una actitud innovadora al servicio de un mundo mejor, para todos.

En todo caso, como señalaban hace ya tiempo los responsables del Instituto Danés de Estudios de Futuro en su amplia investigación “Unlocking the Future of People and Organizations” (Desbloquear el futuro de la gente y las organizaciones), el reto esencial para producir un cambio pasa por la gente y su inversión en las organizaciones (empresariales, sociales, comunitarias) de las que forma parte. Acertar en su motivación, orientación hacia el futuro y reconducción de sus compromisos y roles a desempeñar, exige “navegar en la línea del futuro esperable y el cambio imprescindible” para lo que el logro de los resultados deseados exige “clusterizar” liderazgos y organización hacia el cambio, vida y carrera (no solo en el trabajo), gestionar el talento y las aspiraciones individuales y colectivas, entender y adecuar trabajo y tecnología, crear-impulsar una cultura específica y singular a la que responde el espacio de trabajo. ¿Es en esta dirección en la que corren los caballos de los que dependerá la solución de los complejos desafíos que enfrentamos?

¿Aires nuevos? Poniendo nuestras apuestas en valor

(Artículo publicado el 31 de Junio)

Las tres principales “familias políticas europeas” (excesivamente distantes entre sí, poco reconocibles en su seno, con líneas ideológicas escasamente alineadas en cada grupo) han acordado mantener un reparto tradicional al frente de las Instituciones evitando el ingreso de nuevos jugadores que pudieran “alterar” los equilibrios fundacionales de una Europa, en un contexto de incertidumbre (y deseable transformación). Previsiblemente, acordando un camino más o menos compartido en torno a principios y valores de una “Unión Europea” abanderada de la democracia, de los derechos humanos, de un Estado de bienestar impulsado por un cierto “modelo social de mercado” con todos los matices e intensidades que se quiera, preparándose para afrontar cambios sustanciales que se traducirían tanto en una nueva Europa, como en garantía de la reconfiguración de sus Estados Miembros, su composición y gobernanza. Quedaría pendiente la distribución de su Colegio de Comisarios o Gobierno de la Comisión, con posibles alteraciones relevantes dado el diferente peso ganado por otras fuerzas políticas en diferentes elecciones de estos días, en especial, en Francia y el peso destacado de Italia. Aquí veremos como lo que parece que no puede compartirse en la gobernanza de Estados Miembros, si es posible y deseable en Europa.

Nuestra Europa afronta grandes retos de enorme magnitud, repensando la manera de generar una “autonomía estratégica” relevante para codirigir el futuro mundial y no verse relegada o anulada en la veloz carrera tecnológica, de crecimiento y de peso real en las variables que hasta hoy han dominado un mundo basado en peso demográfico, PIB, capacidad militar, entre otros.

Autonomía estratégica atenta, también, a una reorientación geográfica desplazando su fuerza a núcleos periféricos, fruto de las sucesivas ampliaciones alejadas físicamente y del eje francoalemán-Benelux y culturalmente retador de diferentes grados de gobernanza, estadios de desarrollo y, sin duda, rodeados de las grandes amenazas bélicas y/o fronterizas con espacios no unión-europeístas. Estos movimientos, inevitables (yo diría, deseables) vienen acompañados de tensiones (en su mayor parte positivas para el largo plazo) hacia compromisos de más, mejor y próximo autogobierno, singularidad, identidad, sentido de pertenencia y dirección de sus propios destinos cocreando valor en el seno y marco europeo como las autonomías regionales diferenciadas (Italia), el nuevo Pacto de Construcción Europea y Autonomía regional (Francia), la inaplazable reconfiguración del Estado Autonómico en el Estado español (hacia nuevas fórmulas de confederación), las estructuras Federales crecientes en toda Europa y, por supuesto, la revisión de una compleja nueva institucionalización y gobernanza europea.

Procesos complejos, que requieren largo plazo, pero firme y con propósito y dirección observable y constatable. Esta nueva Europa por redefinir se enfrenta a un reto desafiante de máxima actualidad y urgencia que la pondrá a prueba: Ucrania. ¿Cómo ganar su doble victoria ansiada, apoyada, prometida? Ganar la paz y su normalización si, a la vez que, también, reconstruirla generando un nuevo futuro, distinto, de prosperidad. Un nuevo estado-nación, miembro de la Unión Europea, vecino estable, seguro y conviviente con quienes fuera de la Unión, lo rodean. Más allá de las infraestructuras, todo un reto de reflexión, reconstrucción y reorganización de una vieja y nueva nación, miembro de esa Unión o Espacio Europeo por rediseñar.

La Europa que tenemos por delante, como recordaba Mario Draghi hace unos días: “Se parece muy poco a la que habríamos previsto antes de las últimas crisis financieras, de la COVID, de la invasión de Ucrania, de la tragedia en Oriente próximo, de las ausentes resiliencias demostradas, de los estragos meteorológicos y del cambio climático, de la conveniente construcción de un arsenal democrático de seguridad y defensa, de la regulación y acogida de masas migratorias y las demandas crecientes, desbordantes de las personas a la búsqueda de proyectos de vida y libertad”. Ante esta descripción, más o menos explicitada, concluye con un clamor: “Soluciones radicales disruptivas”. No caben parches, ni pequeños pasos continuistas a la espera de respuestas mágicas. Panorama no aislado de nuestra querida Europa, en un momento en el que, a su vez, es tiempo de repensar, redefinir, reconfigurar nuevas Instituciones multilaterales internacionales a la búsqueda de nuevos mosaicos y mapas orientadores de una nueva navegación en procelosos mares geopolíticos y geoeconómicos, sujetos a nuevas presiones, demandas y orientaciones exigibles por sociedades cansadas, demandantes de una vertiginosa respuesta total e inmediata no ya a necesidades y soluciones colectivas, sino a cualquier reivindicación absoluta de peticiones individuales, la mayor de ellas, con mínima contrapartida de compromiso individual de parte.

Momento, también, en el que nos hemos acostumbrado a las bondades del endeudamiento y el capital asequible que ha posibilitado (afortunadamente) minimizar los efectos negativos de una pérdida de bienestar percibido o real, sufragar enormes necesidades sobrevenidas y avanzar en las largas transiciones (energética, industrial, tecnológica, digital, alimentaria, de crecimiento, salud…) a las que hemos puesto un punto final de llegada, con escaso trayecto riguroso y medible de su impacto. Un camino hacia la meta deseable (compartible) sin identificar los esfuerzos, sacrificios y esfuerzos previos (individuales o sin compromiso personal) que requieren en fases intermedias. Tiempos que no suponen nuevos posicionamientos ignorando lo positivamente ya realizado en el camino, ni olvidado desprecio de lo ya realizado y sobre lo que se ha de seguir construyendo.

Y, así, con un cada vez más agobiante sentimiento y preocupación colectivo por “salvar la democracia, seguridad y estado de prosperidad y bienestar” que hemos vivido y disfrutado, olvidando en gran medida, el coste enorme que ha supuesto su logro.

¿Pedimos mucho a Europa? ¿Esperamos mucho de Europa? ¿Hacemos mucho por Europa?

Por encima de todo, hemos de “poner Europa en Valor”, creemos en sus bondades y necesitamos reescribir el QUÉ y el CÓMO prioritarios, conscientes de que el “todo a la vez en todas partes” será la mejor manera de frustrarnos en el intento.

Miremos a Europa no como un “ente abstracto y todopoderoso” que nos “regalará” un futuro de deseos ilimitados. Entendemos Europa, sí, como un espacio de principios, libertad, democracia, prosperidad y desarrollo inclusivo, coprotagonista de un nuevo mundo por construir, exigente, demandante y que espera mucho de todos y cada uno de los europeos. Solamente así, la pondremos en valor y nos acercaremos hacia los fines esperables.

Así, una vez conformado el nuevo entramado institucional, avancemos de la mano de un “Decálogo Disruptivo y Radical” que, respondiendo a lo aquí señalado, bien podría expresarse de la siguiente manera:

  1. Europa como espacio con autonomía estratégica para identificar y coprotagonizar un nuevo futuro de democracia y prosperidad inclusivas.

 

  1. Una Europa “reconstruida”, transformando sus fronteras (externas) e internas en sus Estados Miembro, conforme a una libre determinación y elección de futuros diferenciales, acorde con sus voluntades democráticas, capital institucional, vocación de gobernanza-compromiso e identidad, bajo modelos colaborativos en un espacio europeo renovado. Renacer Europa y sus Miembros.

 

  1. Trabajar en la doble victoria de una Ucrania-Miembro, redefiniendo las condiciones de un futuro exnovo, diferente al pasado punto de partida.

 

  1. Una Europa reequilibrada con el nuevo balance de su extensión más hacia el este y mejor conectada-comprometida con su Gran SUR llamado a sus puertas.

 

  1. Una reinvención organizativa, administrativa, institucional, democráticamente activa, desde principios con manos que regulen el poder implícito en sus decisiones.

 

  1. Un pacto de endeudamiento-financiación y uso al servicio de los determinantes socioeconómicos-sostenibles de los europeos y las necesidades colaterales, en origen, de su inmigración creciente, ordenada.

 

  1. Una Europa atenta a un ordenado “arsenal democrático” para hacer la paz y no para asumir la permanencia en la guerra.

 

  1. Un espacio verdaderamente democrático, más allá del derecho a voto, tiempo a tiempo, exigente y árbitro de la correcta gobernanza que no utilice atajos torticeros, desde el abuso de mayorías coyunturales o consensos acomodaticios continuistas,

 

  1. Una Europa realista y honesta optimizando los tiempos e hitos asumibles de las importantes transacciones en curso, al servicio de rutas esperables y compartibles pero conscientes de las realidades de partida e intermedias.

 

  1. Una Europa creativa, productiva, competitiva, solidaria, inclusiva, que recupere el mérito, esfuerzo y compromiso construyendo verdadera prosperidad y bienestar, entre todos en condiciones de aportar valor.

En definitiva, una Europa que trasciende de sus propias estructuras de dirección y gobierno apelando a la Sociedad europea y al compromiso participativo, real y exigente, de los ciudadanos europeos.

América Latina: ¿Evitar una década perdida?

(Artículo publicado el 16 de Junio)

En plena celebración del 75 Aniversario de la CEPAL (Comisión Económica para América Latina y el Caribe), cobra relevancia el nombramiento de su Secretario Ejecutivo, José Manuel Salazar-Xirinachs, como titular de la Cátedra Ricardo Torres Gaitán 2024, en la Facultad de Economía de la UNAM (Universidad Nacional Autónoma de México), en un momento en el que México elige a su presidenta (primera mujer en su historia) y son muchos los ojos que se vuelven hacia América Latina, interesados en explorar potenciales escenarios de futuro, a partir de su incierta y compleja (como siempre) situación actual de partida. Siempre pletórica de oportunidades, disfrutando de un bono cualitativo y cuantitativo demográfico, cautivadora, llena de contrastes y riquezas diversas, vibrante, multicultural, en constante atracción-reparo de la inversión internacional. Hoy con importantes signos alentadores para un potencial crecimiento, capacidades empresariales y talento de alto valor y polo atractor de proyectos, nuevos impulsos a su imprescindible diversificación económica, demandante de una transformación estratégica, alineable con los nuevos movimientos mundiales en torno al pensamiento económico, nuevas formas de desarrollo, descentralización-federalización optimizadora de igualdad y oportunidades de futuro y en opciones varias ante la nueva regionalización mundial e inversión extranjera.

Salazar-Xirinachs, ha elegido para su mensaje de aceptación de la Cátedra, uno de los asuntos cruciales, siempre de actualidad, del que ya nos ha acostumbrado en sus publicaciones rigurosas e interesantes trabajos a lo largo de su prolífica labor en favor del desarrollo económico (especialmente productivo) y social, preguntándose por el cómo (además del qué) conseguir un ambicioso objetivo: “No más décadas perdidas para América Latina y el Caribe”.

El título de ambos documentos (Cátedra-Revista conmemorativa del 75 aniversario) es por sí mismo elocuente y viene seguido de una respuesta bajo “las grandes transformaciones en los modelos de desarrollo de América Latina”, que habrán de impactar su desarrollo socioeconómico y calidad de vida de sus poblaciones.  Un largo e intenso proceso para el que no basta con señalar deseos, sino que resulta indispensable predefinir el cómo habrán de lograrse y los tiempos en los que son realizables, siempre condicionados, además, a la solución previa de asignaturas pendientes, de gran calado, desde el diálogo y coparticipación de los múltiples actores implicables en el proceso.

En su detallado documento investigador, aporta un extraordinario repaso al papel, década a década, encomendado y jugado por la CEPAL (y con ella por todos sus países miembro), desde que, en 1.948, la Organización de Naciones Unidas lo creara con la doble misión de investigar el estado de su economía y desarrollo social, así como ofrecer cooperación y asistencia técnica a los distintos gobiernos, con independencia del signo y orientación económica o ideológica que tuvieran.

Así el recorrido minucioso nos hace revivir una cambiante historia que resalta los principales problemas y prioridades socio-económicos, tramo a tramo, en este largo periodo, ha evolución de los mismos, las idas y venidas de su respuesta en los diferentes contextos geoeconómicos y geopolíticos mundiales y, por supuesto, una triste percepción excesivamente generalizada, de sobresaltos constantes entre acelerones de optimismo en términos de crecimiento equilibrado, camino a la estabilidad, minoración de pobrezas (extremas) y desigualdad, generando optimismo en torno a las extraordinarias oportunidades que ofrecen (sobre todo a sus habitantes), contra una siempre desesperante y frustrante marcha atrás hacia las noveladas llamadas “décadas perdidas” que parecieran condenar, de forma cíclica, su alternancia entre esperanza y conformismo inevitables.

América Latina no es un espacio “aislado”, al margen de los sucesivos movimientos observables a lo largo del mundo. Sufre, como todos, la complejidad e incertidumbre que un buen número de indicadores objetivos determinan, obstaculizan en su desarrollo y que muchos de ellos se agravan o superan por factores externos, como sucede en todo escenario económico y social a lo largo del mundo. Sin embargo, siendo esto así, ahonda su realidad en una grave encrucijada que muy bien retroalimenta un movimiento sinérgico, de tintes destructivos o desmotivadores, interdependientes, causa-efecto de los factores que el referido autor (y amigo) nos propone como hilo conductor de lo que enmarca en un decálogo de brechas o desafíos estructurales en los modelos de desarrollo, tratando de unirlos a las líneas generales que conservan lo que llama “el pensamiento cepalino” que instruyó a los gobiernos miembro y sus economías y década a década, en estos 75 años de historia del instrumento que hoy dirige.

Observamos, así, unas “directrices internas para realidades distintas”, (peligroso mal que, desgraciadamente, infecta a la casi totalidad e Organismos internacionales con recetas de pensamiento único escasamente contextualizadas), con un capital humano e institucional no homogéneo, sin una adecuada articulación de gobernanza (ni país a país, ni a niveles regionales o globales), desde tejidos económicos diferentes y con capacidades financieras y espacios fiscales sumamente distintos y distantes. Si en los 50 se promovieron prácticas industriales (que no políticas industriales, ni mucho menos estrategias país centradas en la industria), siempre bajo decisión unilateral de los gobiernos centrales con escaso papel a jugar por otros actores (en especial privados), o las prioridades reformistas institucionales que fueron muy limitadas y, una vez más, alejadas de su propia periferia descentralizadable, o las progresivas incursiones a “temas clave” que se sucedían con el tiempo: ingreso y su distribución, deuda pública, costes sociales del ajuste cíclico, o el “consenso de Washington” con externalidades de impacto desigual, o la propia “bienvenida globalización” con escasos matices correctores, para volver el foco a la macroeconomía del 2.000, corregida parcialmente, años más tarde, por la llegada de la Agenda 2020, la sostenibilidad e intentos de un nuevo desarrollo y pactos sociales. Así, hasta “el rosario” de crisis sucesivas y convergentes post COVID, con la llegada de nuevas prioridades aún por redefinir en torno al diálogo multi lateral, desacoples geopolíticos y geoeconómicos, cambio climático, resiliencia, procesos migratorios masivos, revolución tecnológica y del trabajo-empleo, las sociedades de los cuidados, igualdad de género, “nearshoring” o regionalización resiliente, y las nuevas culturas y comportamientos de la Sociedad y nuevas generaciones respecto del futuro (del suyo de manera individual y colectivo en función de su rol y o compromiso comunitario), conviviendo con excesivos conflictos políticos, sociales, económicos, a lo largo del mundo.

En definitiva nos acompaña en todo un viaje alumbrando “brechas” o desafíos estructurales para un crecimiento siempre débil, bajo, volátil, excluyente, no sostenible con baja creación de empleo formal; una elevada desigualdad acentuada por baja movilidad y cohesión social; escasa y desigual protección social; debilidad en sistemas educativos (en especial en formación profesional); alta aún desigualdad de género; débil respuesta al desarrollo ambiental hipotecado por las inevitables transiciones de mayor recorrido; la brecha digital; el coste (humano, social, económico) de la migración y su compleja ordenación, insuficiente integración regional; espacios fiscales limitados; débil e insuficiente capital institucional… Todo ello, concluye, con una compleja y bajas capacidades de gobernanza y articulación institucional. Una enorme loza a cuestas, con la que hemos de transitar hacia un escenario de esperanza ilusionada.

Problemas o limitantes esenciales que el autor señala como potenciales determinantes de una nueva “década perdida”. Se rebela ante ella y se atreve a denunciarla y sugerir una hoja de ruta con 11 ejes sobre los que actuar para impedirlo y propiciar reconducir el mundo hacia un futuro de progreso, riqueza y bienestar. De esta forma, a cada una de las 10 brechas antepone actuar en su solución y añade un último eje: “Macroeconomía para el desarrollo y fiscalidad sana y fuerte”, haciendo hincapié en la necesidad de su respuesta integrada e integral, a la vez. Llama la atención sobre el que considera elemento transversal y esencial: Capacidades del Estado fortalecidas, instituciones, gobernanza y diálogo social y participación de todos los actores, públicos, privados, de iniciativa social, con el concurso externo mundializado. Como él muy bien señala, no basta con hacer listas enumerando problemas, buenas voluntades o reivindicaciones excluyentes, sino que el CÓMO, el CUÁNDO y con QUIÉN resulta imprescindible. Las prioridades requieren no solamente del talento líder esperable, sino de la humilde comprensión de la realidad de partida, de las fortalezas existentes, de las debilidades superables (con sus costos y financiación posible) y la correcta aplicación de los tiempos.

¿Es esta Agenda posible?

Lo primero que hemos de preguntarnos es si supone un acierto (o, por lo contrario, un impedimento de base) hablar de una América Latina (parafraseando un dicho popular muy extendido: “se trata de muchos países separados por un mismo idioma”) o muchas América Latinas. No obstante, diferencias, matices y tiempos distintos, conservan, desgraciadamente, un buen número de “males” (en este caso) comunes o compartidos, que con mayor o menor intensidad están presentes a lo largo de todo el territorio. ¿Solamente en América Latina?

De una u otra forma, todas y cada una de estas brechas, con mayor o menor incidencia relativa, están presentes a lo largo del mundo. Observar y relatar los problemas en y de terceros nos ofrece la oportunidad de una mayor distancia objetiva, en la medida que comprometamos particulares viajes de solución y tan solo repasemos de forma momentánea las brechas que obstaculizan el logro de un verdadero proceso innovador, transformador y de desarrollo humano sostenible. Enseguida, hemos de volver hacia otros mundos para empeñarnos y comprometernos en evitar vivir, también, décadas perdidas. No hay maldiciones definitivas. Está en nuestras manos evitarlas y abrazar un futuro deseable.

Rocking Europe – Renacimiento Europeo. ¿Usa tu voto?

(Artículo publicado el 2 de junio)

El video oficial del Parlamento Europeo invitando a los ciudadanos europeos a “usar nuestro voto” correctamente en las próximas elecciones puede resumirse como un “micro documental” de supervivientes de la “segunda gran guerra” o de la “revolución de primavera” tras la caída del muro de Berlín dando paso a nuevas libertades e independencia en las Repúblicas Bálticas ex URSS. Mensaje dirigido a poner el acento en la defensa de la libertad y de la democracia, insistiendo en que ni han existido en Europa “toda la vida”, ni tenemos garantía de su permanencia en el tiempo si no nos comprometemos en cuidarla, protegerla y potenciarla. Su petición es la de ejercer un voto responsable, elegir representantes garantes de este objetivo-desafío y contribuir de forma activa a su logro.

La fortaleza de este mensaje indica que más allá de compartir estos principios y valores esenciales, “usar tu voto” exige llegar al europeo medio, con estrategias claras sobre un futuro deseable, facilitar el conocimiento de lo que en verdad se vota, a quién y para qué papel a desempeñar se ofrecen alternativas. Más allá de la generalizada preocupación por la guerra real en Ucrania (y en consecuencia, en toda Europa sea o no parte de la Unión Europea), del contexto y movimiento geopolítico con el desencuentro Rusia-China y la siempre en cuestión posición relevante y clave de Estados Unidos, del reparto de “peso y poder” del eje franco-alemán y la capacidad de influencia y decisión en el espacio UE-USA-China y los emergentes miembros del Gran Sur + llamados a jugar un papel esencial en la demografía, movimientos migratorios, desarrollo económico y dirección financiera mundial, generando los nuevos y futuribles órganos internacionales de decisión global, se trata de rediseñar y ejecutar esas políticas transformadoras que revitalicen la nueva Europa deseable. La importancia en conocer lo que significarán para Europa y los europeos las transiciones globales hacía un mundo por llegar, verde, digital, tecno-director, así como la imperiosa necesidad de entender lo que esa Europa ofrecerá en términos de espacio y sociedad del bienestar sostenible a lo largo de nuestras vidas, resultan imprescindibles en el llamamiento a la adhesión de la ciudadanía.

Debo reconocer mi enorme decepción al observar la información, entrevistas y encuentros proyectados este fin de semana en la televisión pública vasca. No ya por la estimación de la participación esperada, según sus fuentes demoscópicas, con menos del 50% (desgraciadamente habitual en toda elección europea salvo cuando se hace coincidir con otras convocatorios), o por el absoluto desconocimiento de la población joven supuestamente representativa, no solo desinteresada y desinformada, sino con ninguna muestra de preocupación por su absoluto desconocimiento de lo que esto significa, incluidos aquellos que decían haber disfrutado de un programa ERASMUS, inmersos en plena guerra europea, viviendo día a día la difícilmente resoluble migración masiva observada, y siendo actores (activos o pasivos) de las infinitas decisiones que “nos vienen de Europa”. ¿Es solamente responsabilidad de quienes no se han informado o de los propios actores del sistema?

Estas cuestiones esenciales parecen ocultas en campaña, consecuencia de la siempre irrealizada Reforma Institucional y Reforma Electoral que no terminan de llegar. Apelar a la complejidad (real), al temor a perder el poder confortable de quienes desde los Estados y sus Gobiernos centralizados ejercen el control de las decisiones, descansando en una maquinaria burocrática facilitadora del estatus quo, no exime de la responsabilidad en la falta de respuesta a estos condicionantes (también reales).

En unos días hemos de “usar nuestro voto”. Sí, pero en nuestro caso (los vascos, por ejemplo) hemos de hacerlo, en un marco electoral de circunscripción única que impide reconocer el peso de nuestra realidad minoritaria constreñidos por un reparto previo, fundamentalmente “a dos”, que lejos de hablar y pensar en Europa, confrontan su lucha española por el “poder de Gobierno” en Madrid, lejos de europeizar el proceso, abandonar su lucha inmediata por sus confrontaciones domésticas. De esta forma nadie sabe muy bien a quien vota, desconoce a qué familia o grupo ideológico europeo previamente acordado irá su representante electo, ni si se ocuparán de asuntos “nacionales” y no europeos. Esta anomalía básica se agrava por el peso y foco mediático en un concepto absolutamente centralista pese a vivir en un Estado que aspira a su más que descentralización permanente. Un sistema electoral perverso, cuida la “preasignación” de unos pocos llamados a mantener las cosas más o menos como están. Una confusión institucional que favorecerá el incremento del distanciamiento ciudadano, su voto y el resultante logro al que termine destinado. Un voto que no sabremos si responde a algo de lo que “la autonomía estratégica” que inspira la acción conjunta europea significará, o si la intensa “Conferencia para el futuro de Europa” se ha traducido o traducirá en algún proyecto del mañana. Acudiremos a las urnas, desde nuestra firme convicción europeísta sobre los principios y valores que inspiraron su creación en tiempos de entre guerras, reafirmando nuestra confianza, esperanza y compromiso con la democracia y la libertad. Pero desconocemos el verdadero proyecto de vida que un nuevo Parlamento, una nueva Comisión Europea y los diferentes Gobiernos de los Estados (que siguen copando y centralizando, con escaso control democrático directo de sus decisiones) persiguen o hacen.

El futuro de Europa se juega, sin duda, tras este voto, que requiere que voces europeístas sean oídas, generen audiencia real y motivación no solo de los ciudadanos europeos, sino de los diferentes Estados Miembro y sus Gobiernos e Instituciones. Necesitamos conocer a nuestros potenciales representantes y saber lo que quieren y pueden hacer en el ejercicio de sus responsabilidades, entender quiénes son sus verdaderos aliados y, sobre todo, qué es lo que podemos hacer para participar, de verdad, de esa necesaria transformación europea.

El próximo 9 de junio es un día muy especial. Apostamos por Europa como espacio de libertad, derechos humanos, democracia, bienestar y prosperidad. Vimos en su momento y seguimos viendo con más fuerza y necesidad que antes, dentro de ella el espacio en el que encontraríamos la protección, cuidado y progreso salvadores de totalitarismos, populismos (en ambos extremos derecha-izquierda), deseando una sociedad cada vez más igualitaria e inclusiva y la oportunidad de auto determinarnos colectivamente como pueblo. Hemos creído en la colaboración desde la subsidiariedad y en la aportación compartida en el diseño y construcción de un futuro mejor. Hemos entendido Europa como un oasis (no solamente para Occidente) de paz y queremos no solo ser parte del decorado, sino coprotagonistas de su presente y futuro.

El día 9, nuestro voto ha de “usarse”, por supuesto, para defender y ensanchar la democracia, pero también, y de manera rotunda, su uso orientado a un determinado modelo de vida, un modelo socioeconómico determinado y no impuesto, dotarnos de un sistema institucional, gobernanza y resultados garantes de un verdadero Estado social del bienestar y competitividad, eficiente, generador de riqueza y progreso inclusivos, de modo que podamos sentir el orgullo de identidad y pertenencia con esta Europa que estamos creando.

De esta forma, SÍ, daremos un “buen uso a nuestro voto” y recordaremos, en la urna, el sacrificio y coraje, además de sus enseñanzas de vida, de quienes nos precedieron y conocieron los tiempos de entre guerras y sus consecuencias y apostaron por dar a las futuras generaciones esperanza y proyectos de vida, que iniciaron un movimiento único que ha generado el mayor período de paz y prosperidad de la historia (pese al horror, incertidumbre y desencanto que hoy padecemos). Recordemos, en su nombre, sus difíciles vidas, sus modelos de orgullosa superación, su solidaridad con terceros, la dureza y crueldad de sus exilios, su capacidad de resiliencia y apuesta por rehacer sus vidas y las de los demás, y el enorme aprendizaje que nos han transmitido.

Sí, procuraremos cuidar, proteger y ensanchar, desde Europa, la libertad, la democracia y el desarrollo humano inclusivo y sostenible.

Europa no puede ser un reservorio de histórica defensa de los derechos humanos o testigo de una movilización humanista. Ha de hacer de esta fortaleza inigualable su base diferencial para construir un espacio de oportunidad para proyectos vitales y desarrollo. Como reclama el Manifiesto por Europa del Grupo a quien yo respaldo, “Rocking Europe”, “Renew Europe-Renacimiento para Europa”. Demos un meneo (imprescindible) a los obstáculos conformistas que entorpecen la verdadera adhesión europea y ciudadana para ensanchar nuestros principios universales en favor de un verdadero espacio de progreso, bienestar e inclusividad. Votar de una u otra manera supone apostar por una u otra forma de afrontar la guerra de Ucrania y su futuro, para garantizar o no la paz y seguridad en todo el espacio europeo y de forma esencial en las Repúblicas Bálticas, países nórdicos y la conocida “Europa del Este”. Supone elegir construir y revitalizar un modelo social de mercado o anclarse en opciones extremas con tintes o resultados totalitarios. Supone un modelo de intervención pública al servicio del bien común de todos los ciudadanos o en exclusiva de aparatos burocráticos. Es la llave de políticas económicas innovadoras o continuismo estático. Es generar riqueza y prosperidad o contemplar las ganancias del pasado, mientras van desapareciendo. Es dejarnos llevar por un ineficiente modelo de gobernanza o asumir el riesgo de transformarlo y redefinir una gobernanza acorde con la heterogeneidad europea incorporando a la ciudadanía diversa europea, a los muchos y variados pueblos que la forman a un proceso nuevo y diferente de toma de decisiones. Usar bien nuestro voto exige tener la oportunidad de saber qué es lo que votamos, en quién delegamos nuestra responsabilidad, en qué “familia ideológica europea” se va a enmarcar. Usarlo bien requiere conocer a los que aparecen en nuestras papeletas y saber ante quién responden. Solamente así, avanzaremos en una Europa del futuro de la que tan necesitados estamos. Usarlo es, por supuesto, comprometernos con el modo de tratar las políticas migratorias y codecidir lo que esperamos se haga en las fronteras europeas, la manera de acoger a inmigrantes, la apuesta o no por destinar presupuestos (nuestros impuestos y recursos) en ciencia, tecnología, industria, lenguas, cultura, infraestructuras, medio ambiente. Es, en definitiva, corresponsabilidad. Si no queremos que otros manden a distancia desde Bruselas, Luxemburgo, Estrasburgo o de forma indirecta desde las capitales de los Estados Miembro, al margen de lo que tú piensas o desearías que se hiciera, USA TU VOTO.

Defiende, protege y cuida tu democracia y derechos humanos y ponlos al servicio de un modelo humanista de progreso social inclusivo y sostenible. Sí, con el mensaje-invitación del Parlamento Europeo, usa tu voto.

Política Industria 10.0

(Artículo publicado el 19 de Mayo)

La constitución en las próximas semanas de un nuevo Gobierno Vasco (pionero y reconocido por sus apuestas exitosas en estrategias de política industrial cuando eran denostadas o consideradas proteccionistas de un pasado que habría que sepultar, abrazando modas que impregnaban un pensamiento único “universal”), junto con las pendientes elecciones europeas inmersas en un debate central sobre la llamada “autonomía estratégica” que se supone habrá de hacer de Europa un jugador esencial en el desarrollo económico y nuevo orden geoeconómico y geopolítico en construcción, además de los ya imparables debates en torno a las políticas industriales del futuro, que se vienen extendiendo a lo largo del mundo y que ya hoy ocupan el foco de las instituciones globales, gobiernos de todo tipo y el mundo académico, aconsejan un salto innovador hacia una política industrial que se reivindica y propone para afrontar las complejas transiciones que hemos de recorrer a la búsqueda de un crecimiento y desarrollo humano inclusivo, sostenible y cocreador de bienestar, prosperidad y felicidad.

Si la Industria 4.0 pretendió potenciar la fortaleza de la manufactura y la “industria”, de la mano de una gran oportunidad-necesidad en torno a la digitalización, y si la Industria 5.0, suponía extender las fronteras de la apuesta anterior hacia el conjunto de actuaciones de impacto en la sociedad ante un creciente movimiento innovador y de inyección tecnológica acelerada, y serían sucesivas versiones las que habrán de llevarnos a una imaginativa, creativa e innovadora política industrial, esencial en el recorrido demandado por las sociedades a lo largo del mundo, hemos de abrazar una renovada apuesta inteligente, innovadora y disruptiva hacia un horizonte de largo alcance.

En estos días, asistimos a un amplio reclamo y atención sobre la política industrial, “sobre sus milagrosos efectos” que han generado resultados extraordinarios superando con creces el desarrollo y bienestar de aquellas regiones que los han aplicado “correctamente y de forma prolongada” respecto de aquellas otras (las más) que carecen de ella o se han quedado en discursos no ejecutados, en copias incompletas, soportadas en rachas de dinero distribuido de forma horizontal sin bases de discriminación positiva, sin estrategia real, diferencial y verdaderamente competitiva, carente de la imprescindible dotación y adecuación de instrumentos y compromisos de largo plazo, obviando los factores clave de una estrategia de competitividad en la que las políticas industriales constituyan un vector clave para su logro.

Incluso, quienes o no las practicaron en el pasado, o han fracasado en sus apuestas parciales, o quienes las torpedearon por diversos medios, y que hoy saben no tener argumentos para descalificarlas, hablan de la necesidad “de hacer política industrial con mayúsculas” como si tal discurso supusiera una descalificación tanto a lo realizado hasta ahora, como a nuevas iniciativas a emprender que contradigan sus voces críticas con la “pureza mental” que algunos parecen autoproclamarse sin  entender la complejidad del camino a recorrer, ni percibir el tiempo necesario para avanzar en un proceso inacabable, sujeto a los cambios y demandas, múltiples, que la gran cantidad de actores implicados han de propiciar en innovadoras alianzas y partenariados colaborativos públicos y privados.

La Política Industrial 10.0 no será una improvisación desde la nada, sino un proceso de innovación permanente revisitando una Estrategia Marco para la competitividad solidaria, inclusiva y sostenible. Se construirá desde el valor esencial que la industria y sus políticas impregnen en todas y cada una de las transiciones y transformaciones disruptivas que, ya en curso, nos acompañarán en las próximas décadas. Las políticas industriales sucesivas serán base de una “nueva economía verde” posibilitando la interacción industria-energía-medio ambiente-desarrollo del territorio, esencial para la descarbonización y lucha contra el cambio climático y, en consecuencia, la “salvación, a la vez, del planeta”. Es y será el espacio motor y receptor clave en y para la digitalización de la economía y la sociedad, para avanzar en la progresiva integración-interacción espacio real de la industria manufacturera (para algunos “servitización”) en la economía plena. Será (como ya es) núcleo de la ciencia. Investigación-tecnologías disruptivas y foco de transformaciones educativas en torno a la formación STEAM (ciencia, tecnología, ingeniería, arte-humanidades, manufactura) en todos sus niveles de empleabilidad, de interacción con la sociedad, de generación de riqueza y bienestar y, esencialmente, de conocimiento. Tractor de la empleabilidad y de la proyección de carreras profesionales de un elevado número de trabajadores en el futuro mundo del trabajo, que está en plena redefinición.

Más allá de la “manufactura”, la “industria” ha de referirse a la totalidad de actividades “productivas, constructivas, creativas” abarcando todos los hasta hoy denominados “sectores” y será el determinante de su agrupación, interdependencia, clusterización o “nuevos ecosistemas” interrelacionados, actuando en una localización y territorio concreto, generando-utilizando un capital humano e institucional diferenciado, conectando con otros territorio y espacios innovadores de futuro.

Esta Política Industrial 10.0 ha de evitar errores del pasado, claramente observables en quienes no han logrado su implantación y éxito. Los “atajos” confortables, propaganda   sin base real, y medidas aisladas sin generar las fortalezas previas exigibles, sin dotarse de marcos completos para su ejecución, pone de manifiesto el porqué del éxito de unos y fracaso de otros. Así, quienes no han contemplado los movimientos que, en términos de recomposición cambiante de las posiciones geoeconómicas y geopolíticas determinantes de oportunidades y amenazas, ni han interiorizado su papel a jugar; quienes han minimizado el efecto local-global y sus diferencias esenciales en las que se puede y debe localizar (el factor local no solamente importa, sino que es diferencial), a la vez que su interacción, también, con cadenas globales de valor, atentos a generar “líderes mundiales” pero que puedan (deben) mantener su arraigo e impacto local como fortaleza y ventaja competitiva (para la empresa y para el país, a la vez); quienes no pareciera hubieran sido conscientes de que no se trata de dar dinero para todos, para cualquier cosa, sin una “discriminación positiva” alineada con la estrategia industrial-país;  abordan acciones contra natura o copian en lugar de innovar y adaptar potenciales iniciativas y programas a su propia realidad existente, y que, por encima de todo, no han hecho el esfuerzo en entender que la política industrial es un vector para el desarrollo y el bienestar y no un fin en sí misma, buscan, hoy, de forma desesperada, acomodos rápidos a algo mucho más complejo y serio que una carrera subvencionadora, una corriente proteccionista, una decisión localizadora de inversiones “desde gabinetes” de intercambio de apoyos políticos (estos sí con minúscula) o leyes sancionadoras como si los proyectos industriales transformadores carecieran de riesgo. Y, por supuesto, resulta imprescindible. A su ánimo, la importancia (esencial) de la inseparable aplicación de políticas sociales para el bienestar y las políticas económicas-industriales determinante de su éxito. Sin un paraguas de bienestar social, no hay verdadera política industrial posible.

Construyendo desde las fortalezas incorporadas, añadiendo los espacios faltantes a la búsqueda de un propósito concreto y diferenciado, se determinarán las fases y tiempos necesarios para llegar a la Política Industrial 10.0 de mañana. Hoy, son tiempos de seguir navegando “nuevos factores” que componen un verdadero marco de competitividad del que la política industrial de la que hablamos es vector relevante y diferencial. Marco, por definición, completo. Una política industrial mitigadora de la desigualdad, enfocada desde la visión y perspectiva del largo plazo, con liderazgos compartidos y colectivos sólidos, dotada de instrumentos ad hoc y verdaderos marcos facilitadores de la toma de decisiones (que asuma los riesgos implícitos de los grandes proyectos transformadores y no se límite al continuismo ordenado y administrativo), movida por objetivos multi variable a la vez (ESG, cocreación de valor empresa-sociedad), favorecedora de un talento 360?, atenta al uso democrático de la inteligencia artificial y de las tecnologías disruptivas. Un modelo adicto a la innovación social, a nuevos modelos de cooperación y partenariados público-privados, a nueva gobernanza. Facilitadora del encuentro empresa-industria-ciencia-comunidad, conectada con otros polos de vanguardia a lo largo del mundo. Un largo recorrido a cuyo servicio exigirá nuevos modelos e instrumentos de financiación que entiendan los ciclos, los movimientos, los riesgos y las necesidades, oportunidades y mentalidades los diferentes actores que explican una   política industrial exitosa. Una Industria 10.0 con la complicidad de todos los actores implicados.

La Política Industrial 10.0 se proyecta desde el reconocimiento universal, hoy, de su relevancia e impacto en la sociedad, generando riqueza, empleo, crecimiento formal y sostenible. Ha demostrado sus virtudes diferenciales en términos de balance de desarrollo social, contribuyendo con creces a la fijación del empleo local, formal y de calidad, a la vez que genera conectividad local y global, facilita la capacidad de resiliencia, constituye un elemento motor de la innovación, la tecnología y la gestión, vincula a la propiedad con el largo plazo, interactúa cocreando valor en la formación y educación local y de la fuerza laboral, favorece la inversión sostenida y sostenible, cocrea valor con diferentes comunidades en las que actúa y, además, contribuye a las diferentes modalidades de responsabilidad social corporativa, ESG, Shared Value… identidad y pertenencia.

En definitiva, si se aspira a protagonizar algún grado distintivo de Autonomía Estratégica, superando enfoques limitados de una guerra comercial Europa-China-Estados Unidos, que no sea simple excusa para acceder a dinero barato o fondos subvencionados, y se piensa en el largo plazo en términos de verdadera propuesta de valor para las sociedades del futuro, transitaremos hacia la Política Industrial 10.0 imprescindible para garantizar bienestar y prosperidad inclusivas.

¿Proteger la democracia al servicio del Desarrollo Humano?

(Artículo publicado el 5 de Mayo)

Sinceras o no, tácticas o personales, interesadas o partidistas, intencionadas al servicio de una mayor y mejor democracia y gobernanza o justificativas y preventivas de potenciales perjuicios personales por llegar, las reflexiones e inédita escenificación de un retiro espiritual y reposo mental del presidente del gobierno español (Pedro Sánchez), anunciando un supuesto llamado al punto final al deterioro democrático, social, institucional y político vigente en el Estado español, y, por añadidura, extendido a lo largo del mundo, aconsejan un análisis oportuno, alejado del personalismo excesivo y protagonismo personal que acompañan este peculiar y nada espontáneo episodio. En el caso directo del Estado español, el mismo residente viene a señalarlo directa o indirectamente, como un sistema y modelo de transición desde el post franquismo (dictadura hasta 1977) hacia una democracia plena, que aún no ha superado la para muchos (incluidos presidente, gobierno español, PSOE y lo que el presidente ha bautizado como “mayoría social progresista”), aún “democracia de baja intensidad”, sometida a “una justicia prevaricadora, ideologizada y practicante del lawfare” y “estimulada por determinados medios de comunicación, webs y redes sociales generadores de bulos, noticias falsas y chantaje descalificador”, atribuible todo ello a “una derecha y ultra derecha que no acepta el triunfo electoral cuando quien gana es la izquierda” (¿Excluye a la ultra izquierda siguiendo su propio vocabulario adjetivador y a todo aquel que no acepte todo planteamiento o deseo unilateral del propio presidente?). De sus palabras y textos (curiosamente transmitidos por el descalificable método del tuit) ¿Es el eficiente sistema de trabajo y comunicación de una presidencia de gobierno sometida al control de un Congreso, por ejemplo, lo que propone como gobernanza democrática regeneradora? Situación y observación, inédita en las formas, pero en ningún caso novedosa en contenidos que, coincide con una semana de interesantes reclamos internacionales que nos ayudarían, mucho más allá de nuestros intereses o preocupaciones particulares y coyunturales, a ampliar perspectivas y afrontar los cambios que parecen exigirse en el panorama global (y, por supuesto y sobre todo, local) en su impacto inmediato. Tres elementos internacionales nos ayudan en la reflexión de futuro.

En primer lugar, la publicación del último “Informe para el Desarrollo Humano 2023-2024” de Naciones Unidas que, más allá de sus ya tradicionales rankings entre países sobre la evaluación de políticas públicas y recursos presupuestarios y fiscales al servicio de factores determinantes, “clásicos”, en términos de salud, educación y bienestar, incorpora la capacidad de respuesta de las diferentes poblaciones y sociedades para satisfacer el control de sus vidas, las oportunidades reales para apropiarse de su futuro, eliminar o mitigar riesgos existentes y sobrevenibles y sus fortalezas para afrontar retos globales. Sus cualificados autores (cientos de cabezas y manos diversas implicadas) contrastan el observado avance positivo que ofrecía el  Informe en el periodo 2020-2021 con el deterioro que ofrece el actual, constatando una percepción de mayor desigualdad (entre países, entre regiones dentro de un mismo país, sobre todo, entre barrios en las ciudades y no solamente entre las “capas de renta más alta y las más bajas”, sino entre una clase media, en lenta pero acentuada desaparición, cayendo en el fondo de los segmentos de renta y, sobre todo, de calidad de vida). Apunta el Informe una triple preocupación general: la enorme distancia entre los datos objetivos y la percepción que la sociedad tiene respecto de los mismos, claramente acentuada por el discurso y asunto mediático (redes sociales, medios “tradicionales” y discursos polarizados de grupos políticos, sindicales, entes o colectivos  ideológicos determinados, incluidas numerosísimas ONGs de clara orientación partidaria y militante); la fragilidad de la cooperación entre distintos y; la acelerada pérdida de confianza (en especial en torno a liderazgos, autoridad del tipo que sea, en cualquier ambiente). Si esto es así, y si no somos capaces de construir credibilidad y confianza, si no concebimos renovados liderazgos (no individuales, sino cooperativos o compartidos) y no podemos reimaginar espacios de futuro en los que nos encontremos confortables y de los que nos sintamos auténticamente partícipes, no parece posible mitigar dificultades, facilitar un verdadero desarrollo humano sostenible y nos alejaremos de cualquier percepción de felicidad y bienestar.

Así las cosas, se trataría de generar la confianza individual y colectiva capaz de navegar la creciente complejidad e incertidumbre, la tendenciosa desinformación generalizada, las percepciones equivocadas que se alejan de los hechos y resultados objetivables y contrastados, interpretar de manera adecuada la geopolítica, geoeconomía y los diferentes “segmentos, poblaciones y países e Instituciones” diferenciados entre mundos diversos en un mismo planeta con actitudes, mentalidades, aspiraciones y realidades también distintas, y el diseño ad hoc de los instrumentos necesarios e idóneos para resolver los retos globales, a la vez que las demandas particulares y locales de todos los implicados, con posicionamientos y preocupaciones etarios, de renta, aspiracionales, sociales y de identidad mucho más dispares de lo que pudiera parecer a quienes no quieren ver más allá de su “burbuja o núcleo inmediato” o al alcance de su aparente poder de decisión y gobernanza exclusivos.

En este contexto, otra fuente de información, en el marco del “anuncio” del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial, en sus “Asambleas de Primavera” en Washington, sobre un nuevo Plan para abordar tanto el grave problema de financiación y endeudamiento mundial, como el rol de las Instituciones Globales, diversos medios de comunicación de tirada y prestigio internacional, recogen la carta a los líderes del G20 (“Dear G20 leaders”) firmada por 125 líderes (incluyendo primeros ministros, organizaciones de derechos humanos, ONGs y academias: globalgoals.org/dearg20). En ella se destaca la importancia que hace 80 años supuso la creación en Bretton Woods (Washington) de ambas Instituciones Globales, liderando la recuperación y relanzamiento de un mundo de postguerra en crisis, a la búsqueda de la paz y prosperidad base del bienestar al servicio del bien común. En su imperfecta tarea a lo largo del tiempo, facilitó determinadas reglas del juego para la canalización de la financiación de los diferentes países y aquellos proyectos estratégicos necesarios para su desarrollo, la implantación de políticas económicas, sociales imprescindibles y, por encima de todo, aportó optimismo y esperanza para construir un futuro mejor. Dicho esto, entienden que ambas instituciones han perdido su músculo financiero global, no han logrado cumplir con los objetivos de desarrollo sostenible que han promovido y apoyado, y pese a su trabajo, las agendas pendientes (“financiar la democracia, el bienestar y desarrollo, mitigando la desigualdad…”) no son posibles sin camios drásticos y nuevos compromisos e iniciativas. Reclaman que: “Ustedes como líderes han de llevar estas Instituciones al siglo XXI. Pueden desbloquear los abundantes recursos e inversión pública y privada existente y disponible, y pueden canalizarla hacia la potencialidad de la economía y energía verde, hacia la seguridad alimentaria, hacia una agricultura sostenible, hacia una tecnología y manufacturas avanzadas a las necesidades de los cambios observables. Pueden crear y generar “Fondos Planetarios” al servicio de personas, países y planeta. Es tiempo de oportunidad, de nuevos instrumentos para transformarnos, tiempo de generar confianza, de comprometer un esfuerzo compartido, de ilusionar a la sociedad y dotarle de ánimo y esperanza”. Y terminan con una receta “simple”: “Queridos líderes, tripliquen la inversión, liberen la deuda y faciliten la recuperación de la esperanza”.

¿Es posible afrontar el endeudamiento global que nos penaliza la potencial salida y camino del desarrollo humano sostenible cancelando deuda sobre el cumplimiento escrupuloso de inversiones en bienestar, desarrollo y gobernanza democrática? Cooperación, construcción de confianza, compartir liderazgos, responsabilidades, ni unipersonales, ni unilaterales, fortaleciendo instituciones democráticas, desde reflexión e investigación transformadora, activa. Sin duda, se trata de todo un proceso (con potencial enriquecimiento colectivo a partir de un camino común y múltiples partícipes) cuyo recorrido fortalecía y protegía las democracias, el desarrollo humano y los imprescindibles espacios de libertad, bienestar, confortabilidad y felicidad a que aspiramos, todos, de una u otra forma.

Necesitamos la reflexión de los gobernantes. Pero, sobre todo, su traducción a la acción demostrando la sinceridad y validez de los diagnósticos y su capacidad de hacer posible las apuestas y compromisos que pretende trasladar a la sociedad que, en definitiva, es y será la verdadera responsable de construir su futuro deseado. Un coprotagonismo positivo, activo, responsable.

“Gobernantes y Gobernados”. Encuentro en las urnas

(Artículo publicado el 18 de Abril)

En “Historia Universal de las Soluciones. En busca del talento político”, el prestigioso filósofo y pensador contemporáneo, José Antonio Marina, se pregunta: ¿Dónde aprenden los políticos a cumplir con su cometido, es decir, a solucionar los problemas de la sociedad? Investigador de la teoría de la inteligencia, con el objetivo de proporcionar felicidad y dignidad, aborda el aprendizaje de la política, la necesidad de auténticas escuelas del talento político fuera de la lucha y guerra partidaria, al servicio del valor de la vida humana, desde la ética, lo que le lleva a echar en falta una academia compuesta por dos escuelas: una “la de los gobernantes” para aquellos que quieren dedicarse a las funciones de la gobernanza y la cosa pública, y otra, de los “gobernados” o cuidadores de la sociedad civil no en una pugna permanente para hacerse con el poder, sino para concebir y decidir desde el compromiso y tensión permanente para elegir tanto el mejor talento posible, como el mejor potencial y credibilidad para lograr la felicidad, prosperidad y soluciones buscadas. Es decir, el encuentro imprescindible entre el talento político del gobernante y el talento político de los gobernados.

Así, en Euskadi, en constante búsqueda de nuestra solución particular de la felicidad y talento requerido, afrontamos una importante cita electoral el próximo domingo, 21 de abril, eligiendo nuestro Parlamento, en lo que no solamente supone un acto festivo y muestra de disfrute democrático, sino la oportunidad de optar por la joya del determinismo democrático que designa a sus representantes en la máxima institución del país. Nuestro voto habrá de propiciar las mejores opciones entre los aspirantes a presidir nuestro gobierno para los próximos cuatro años. En esta ocasión, atendiendo a las siempre cuestionadas prospecciones demoscópicas, parecería cuestión de optar entre dos candidatos y sus respectivas fuerzas políticas que los apoyan: Imanol Pradales (EAJ-PNV) o Peio Otxandiano (Coalición Bildu).

Siguiendo a Marina, el talento del gobernante para la “cosa pública” marcaría ya significativas diferencias entre ambos (ellos como líderes y sus equipos y compañeros de viaje). No solamente sus carreras personales y profesionales son significativamente distintas y distantes en su preparación, toma de decisiones, trayectorias político-institucionales individuales y participación en lo construido (o no) en este país y a la organización y equipos que representan a la trayectoria y comportamiento “político” de sus respectivos partidos. El primero (Imanol Pradales), en el marco de equipos comprometidos con el riesgo de decidir, la dificultad en abordar iniciativas complejas con un propósito y vocación de servicio con resultados positivos observables que nos han traído como sociedad y país hasta aquí, a lo largo de los años resumiendo la satisfacción de 8 de cada 10 encuestados en los estudios demoscópicos mencionados en curso, mostrando su confortabilidad y valoración positiva con el estado del país. El otro (Peio Otxandiano), aparentemente oculto en las barricadas de la coalición que hoy le propone, obstaculizando toda iniciativa o proyectos encaminados a construir el futuro que la Sociedad apoyaba y demandaba, de forma democrática. Objetivos y propósitos diferenciados y, medios para su logro, también. El primero de ellos, desde el estricto respeto a la democracia y en el marco ético y humanista esencial para la convivencia. El otro, con el desprecio a las reglas del juego y mayorías sociales democráticamente expresadas, arrogándose un supuesto mandato que le “legitimaba” al uso de la violencia, el terrorismo como línea dirigente de su historial destructivo. Hoy, este segundo aspirante, reclama vivir “un nuevo ciclo”, que pase página, sin haberla leído previamente, dando por sentado que no solamente no pasó nada en aquellos años, sino que todo empieza de cero, desde un nuevo mensaje y punto de partida desde el  que ellos han decidido iniciar su recorrido (eso sí, bajo la dirección oculta de quienes les dirigían antes, lo hacen hoy en la sombra, y lo harán mañana con sus estructuras vigilantes), en un viaje obligado a volver a empezar bajo sus nuevos descubrimientos y reglas del juego. Hoy, desde este nuevo mundo recién descubierto   ofrecen a la sociedad vasca “una mano tendida para la cooperación imprescindible con la que afrontar un desafiante y exigente futuro”. ¿Pedirán y lograrán su ansiada colaboración a quienes extorsionaron, persiguieron, desacreditaron socialmente, aislaron de sus pueblos, secuestraron, colocaron en la diana y, en último caso, eliminaron desde la violencia terrorista que ellos abanderaron y activaron como “estrategia del sufrimiento” en su supuesta defensa de los deseos de la mayoría del país? ¿Con su apuesta colaborativa reconducirán a todas las fuerzas sindicales, populares, sociales, funcionariales, que han venido alentando durante años para tomar las calles de nuestros pueblos y ciudades culpabilizando a toda autoridad y responsable público o privado de cualquier entidad, institución, empresa? ¿Pedirán a este “talento de los gobernados” un cambio de timón para compartir con el “talento gobernante” el retador espacio de futuro? Bienvenidos al futuro desde un descubrimiento del mundo real, de las reglas de la democracia y del respeto a los derechos humanos. Les deseamos, por el bien de este país, un rápido reconocimiento del mal y destrucción causados y un acelerado aprendizaje de lo que supone vivir en democracia y gobernar al servicio del país y su gente.

Es aquí, precisamente, el momento de apelar a la segunda parte de la ecuación de Marina: “El talento de los gobernados”. Es en esta parte donde reside no solamente la democracia, sino las decisiones del modelo de país y sociedad al que se aspira. Somos los “gobernados” quienes tenemos la responsabilidad y el derecho a elegir a nuestros representantes y gobernantes. ¿Qué modelos queremos? ¿Qué futuro aspiramos construir para nosotros y próximas generaciones? ¿Cómo y con qué medios deseamos alcanzarlo? ¿De cualquier forma justificando cualquier trayectoria para llegar al resultado final o poniendo en valor los medios que entendemos han de ser aplicados asumiendo el rol participativo que habremos de jugar en cada momento del proceso? El camino recorrido hasta hoy y sus resultados no solamente han sido cuestión de objetivos distintos, sino de medios, muy diferentes, que no llevan tampoco a objetivos finales iguales, aunque pudieran parecer similares “los banderines que anuncian la meta final” de llegada. El proceso, los modos, los principios sí importan y conducen a objetivos claramente diferenciados, aunque el punto final pudiera parecer un engañoso sinónimo.

Talento político en gobernantes y talento político en gobernados. Ambos conjugan la felicidad, bienestar, prosperidad que supone el cometido esperable de una sociedad viva, democrática, humana, ética y comprometida con los demás. Hoy, Euskadi, es un país democrático, miembro destacado de una Europa a la búsqueda de reinventar su espacio estratégico en el mundo, desde su núcleo humanista diferencial, y esencial, privilegiado en los niveles comparados de riqueza, bienestar y prosperidad, que ha sabido generar y conjugar fortalezas en sus capitales humano e institucional, liderando los niveles de igualdad, de empleabilidad, de educación-formación, y en una posición destacada para coliderar las desafiantes transiciones verde, digital, tecnológica de bienestar, salud y seguridad social demandadas. Esta es la Euskadi real que hemos sabido cocrear en una cooperación entre gobernantes y gobernados, construyendo pese a los obstáculos del NO. Hemos de seguir impulsando su camino para dar con las soluciones a las siempre, inacabables, demandas que la sociedad exige y exigirá.

Hoy, que, ante las dificultades, ante la sensación individual de pérdida de referentes y/o de perspectiva de futuro, o al menos de aquellas  repuestas, soluciones y resultados-beneficios que creímos merecer o poder alcanzar en un momento determinado, cuando responsabilizamos de todos los males a quienes asumen el cometido de ejercer la dirección de gobierno o de la política, o de cualquier aspecto o espacio con el que nos relacionamos, desde la cobertura individual para apelar a los fallos, ineficiencia o errores de terceros, no podemos incurrir en el error que resalta y recuerda Marina: “Aceptamos el erróneo sinónimo de gobierno, con gran irresponsabilidad. Política no es el ejercicio del poder, sino la totalidad de la cosa pública, y políticos son todos los habitantes de la ciudad (Polis), no solo los gobernantes. La sociedad entera es política y, en consecuencia, hacemos política entre todos: gobernantes y gobernados”. Volver a la ecuación al completo: confrontar el talento para el servicio creativo/constructivo. Talento compartido gobernantes-gobernados. Es esta la única receta viable para colaborar en las soluciones a las muchas variables, cambiantes problemas y retos que hemos de afrontar.

Es un momento significativamente importante. Un momento para recurrir a la obra de Oswald Spengler (“La decadencia de Occidente”), reclamando el método comparativo para estudiar la historia… y proyectar el futuro: “las comparaciones nos permiten testar la experiencia de la humanidad, su banco de pruebas y aprender, seleccionando las mejores soluciones”.

Más allá de discursos y prometedoras ensoñaciones, el día 22 habrá que afrontar la realidad, desde la responsabilidad individual y colectiva que hayamos ejercitado el día 21 en las urnas, gobernantes y gobernados. Construyendo soluciones.

Elecciones vascas: El reto de elegir ganar el futuro (El Economista)

(Artículo publicado el 11 de Abril)

¿Qué mejor oportunidad para afrontar los enormes desafíos por venir, confrontar y superar las barreras que cuestionan o mitigan nuestras capacidades y potencial para soñar con un escenario de prosperidad, bienestar, empleo y desarrollo, en una sociedad inclusiva en la que nos encontramos confortables, y que responda lo más posible a nuestros sueños, que el poder elegir el futuro deseable y a quienes representen la mejor manera de liderar su logro?

Ganar nuestro futuro no es algo que nos llueva del cielo, ni mucho menos que nos venga dado sin exigir de nuestro esfuerzo, compromiso, solidaridad, liderazgo. Elementos esenciales en un binomio convergente: raíces (identidad, cultura y pertenencia) y alas (voluntad, aspiración y actitud mental para navegar la incertidumbre hacia nuevos horizontes).

Euskadi, como toda nación, región o ciudad-región  del mundo, ha de recorrer múltiples transiciones en las que nos encontramos inmersos (nuevas políticas industriales rediseñables según diferentes ecosistemas multi actividad y disciplinas integrables, adopción y uso de tecnologías disruptivas impactando todas nuestras vidas, reconfigurar  nuestra gobernanza -empresarial y de gobierno- y su administración pública superando el dualismo existente entre quienes tienen un empleo de por vida y quienes han de generar el suyo día a día en nuevos espacios de eficiencia, equidad, y contrapartidas de conciliación familiar, ocio y flexibilidad para el tiempo libre, hacia nuevas sociedades y comunidades inclusivas, garantizando educación para todos con el foco en sus contenidos, valores y calidad y no solamente atendiendo a sus estructuras existentes, en un marco de aprendizaje permanente para su empleabilidad, repensando y promoviendo nuevos movimientos hacia una economía al servicio del bien común, en una imparable carrera hacia la configuración de territorios más allá de fronteras administrativas y geo-colindantes, asumiendo la naturalidad inseparable de la simbiosis energética-medio ambiental y de progreso económico, y reinventando los aparatos, organizaciones y actuaciones político-sindicales. Transiciones que viabilicen las imprescindibles transformaciones que hemos de acometer, asumiendo compromisos realistas que posibiliten las adecuaciones (distintas) de todos, entre el hoy y el mañana, haciéndolos viables y sostenibles). A la vez, el “gran reto” ha de asumir, de manera activa, el desafío individual y colectivo para “apagar las luces rojas” que obstaculizan o dificulten el logro del sueño deseable al que aspire una sociedad libre y democrática, en cada momento. Tarea compleja, ni improvisable, ni dejada al azar, capaz de fortalecer sus apuestas para aprovechar la abundancia de oportunidades que ofrece el nuevo mundo que recorremos.  Euskadi ya ha hecho un largo recorrido que nos ha traído hasta aquí, alcanzando un extraordinario nivel de bienestar y desarrollo, unos índices de progreso e integración en la vanguardia europea y mundial, más que evidenciables por terceros, destacando en términos de igualdad, bienestar, riqueza y empleo, que nos posiciona, con todas las insatisfacciones y problemas que hemos de superar, en un más que privilegiado espacio de prosperidad en términos relativos con terceros y respecto de nuestro entorno inmediato. Las fortalezas acumuladas, la posición lograda, el capital humano, social e institucional del que disfrutamos han necesitado del esfuerzo y sacrificio de muchos. También hemos tenido que superar los enormes obstáculos de quienes se autoproclamaron representantes de nuestro pueblo y destruyeron todo lo que pudieron sin el mínimo respeto a la vida y dignidad de quienes no compartían “sus ideas o prácticas violentas” o se creyeron legitimados por la imposición y la fuerza antidemocrática, para dictar los tiempos, “ciclos” o momentos para participar, a su modo, del proyecto de país.

Hoy, el voto en las próximas elecciones tiene un valor especial (siempre lo tiene en una auténtica democracia), ante una complejidad desafiante que parecería, a priori, y según demoscopia mediática, sugerir la elección entre dos alternativas mucho más distantes y opuestas de lo aparente. Se trata de elegir una filosofía y moral determinante de un comportamiento social y ético, con muestras probadas históricamente de un ejercicio comprometido con la sociedad a la que ha servido y representado, absolutamente democrático, que ha construido país, ha asumido riesgos y ha diseñado y preparado las plataformas y olas navegables a futuro, o bien optar por quien aparece, supuestamente de nuevo cuño, pretendiendo hacernos olvidar su historia contraria a los retos que otros hemos venido sorteando para construir una nación, en la que los ciudadanos se encuentren confortables y puedan desarrollar su experiencia vital y profesional. La confrontación de modelos y opciones a elegir debería provocar una seria reflexión en quienes hemos de elegir el camino a seguir, recordando que el país que tenemos no ha salido de la nada, ni se fortalece con “buenísimo propagandístico prometiendo un paraíso ilimitado sin contrapartidas, ni compromiso exigente de toda una sociedad, empezando por todos y cada uno de quienes aspiramos a disfrutar de dicho sueño”.

No es ni tiempo de reinventar la rueda, ni de partir de cero, ni de “iniciar un nuevo ciclo hacia un espacio absolutamente incierto, desde la inexperiencia o pretendida solución mágica que llegaría de algún lugar y medios desconocidos”.

El futuro es exigente y ha de lograrse de forma colectiva, inclusiva y solidaria. Para tan largo recorrido resulta esencial contar con liderazgos políticos, económicos y sociales capacitados, comprometidos, con un bagaje experto y un compromiso real, debidamente validado.

El próximo 21 de abril, elegiremos ganar el futuro. Está en nuestras manos decidir el tipo de futuro que queremos, si estamos dispuestos a apropiarnos y ser parte activa de su diseño y construcción, o si preferimos vivir un futuro que nos venga dado, o, peor aún, que con nuestra complicidad (activa o pasiva) “nos traigan” escenarios que no compartimos y en los que no nos sentimos reflejados. Sin duda, es un largo viaje, con muchas incertidumbres, múltiples cambios y demandante de enorme coraje innovador. Confianza, credibilidad, realidades e historial demostrados, al servicio del modelo de sociedad, pensamiento económico, compromiso social, responsabilidad y estrategia- país que deseamos. No es momento de obviar compromisos personales e individuales ni dejar a otros que decidan por nosotros.

Solamente invirtiendo en las claves y retos esperables, compartiendo valores y compromisos, desde liderazgos reconocidos, ganaremos el futuro.