Un Nobel en Bilbao. El desafí­o del desarrollo incluyente.

(Artí­culo publicado el 31 de Mayo)

Con ocasión del XXX Aniversario de la firma vasca de inversión y banca privada, FINECO, promotora del renacimiento de Bolsa de Bilbao y de su Plaza Financiera tras el inicio globalizador y centralizador de la ya vieja Ley del Mercado de Valores del 88 que provocó el entonces llamado «Big Bang español», disfrutamos el pasado lunes del privilegio de escuchar en Bilbao al Premio Nobel de Economí­a, Michael Spence.

La entrevista-coloquio-disertación con el profesor Spence empezaba con una pregunta que nos permite entrar en comentarios, no solamente de clara actualidad, sino sobre un tema-debate que nos acompañará, sin duda, en las próximas décadas: el crecimiento incluyente. Se preguntaba al profesor si creí­a que sus investigaciones reconocidas con el Nobel habrí­an contribuido al desarrollo de la sociedad y en qué medida la información asimétrica e imperfecta en los mercados -base tanto de su tesis doctoral como del motivo directo del premio- determina no solo su estructura y comportamiento, sino la calidad, fiabilidad y acierto o fracaso de las decisiones para la inversión. Pero más allá de esta pregunta introducción al trabajo valorado y premiado con el máximo reconocimiento, al oí­r esta y otra de sus respuestas orientadas al mercado, al comportamiento de los diferentes bloques (América, Asia, Europa) y a la incertidumbre del inversor de la mano de las decisiones macroeconómicas al uso (tipos de interés, paridad de las monedas, austeridad o inversión…) de significado  interés y relevancia, sin duda, por mi parte, pretendí­a abstraerme del momento y profundizar en otros aspectos esenciales de su legado: el desarrollo económico más allá del crecimiento… y de la economí­a.

A lo largo de su conferencia tuvimos la oportunidad de reencontrarnos con muchas de sus aportaciones de gran interés y valor, tanto para entender el verdadero desafí­o económico y social del momento, como el adentrarnos en las corrientes de pensamiento y debate que nos acompañan y acompañarán en las próximas décadas más allá de coyunturas y crisis como la actual.

Michael Spence es «uno de los tres premios Nobel que han venido en los últimos años a Bilbao» tal y como era presentado en el mencionado acto. Tanto él como Joseph Stiglitz no solamente compartieron el Nobel (junto con George Akerlof), sino que hoy comparten un punto de partida en la reflexión hacia el Crecimiento Incluyente, a sus dudas razonables y razonadas sobre el PIB como indicador clave del desarrollo y sobre todo, el amplio mundo de factores que determinan el desarrollo más allá de los elementos y fundamentos clásicos. En su libro, «La próxima Convergencia: el futuro del desarrollo económico», contribuye no solo con un gran análisis de los comportamientos de la economí­a (en especial en los paí­ses en desarrollo) y la convergencia entre modelos de desarrollo en economí­as diversas cerrando el gap entre los emergentes y los avanzados, sino que nos permite comprender otros muchos elementos clave que terminan explicando  la prosperidad de las personas y las diferentes sociedades y Territorios en que viven. Como explicara también en su intervención en Bilbao, el Desarrollo Económico no es cuestión solo de economí­a, sino que la polí­tica, la gobernanza, las Instituciones, el capital humano y social, los intangibles, la cultura y las aspiraciones de las diferentes sociedades resultan determinantes.

En esta lí­nea, comentaba al principio de este artí­culo, la presencia de tres nobeles en Bilbao. Stiglitz, abandera todo un movimiento en favor de este «Crecimiento, desarrollo y progreso social» desde el conocimiento y aprendizaje como fuentes de creación de una nueva sociedad y el tercero, Al Gore, más allá de su lucha en facilitar la economí­a verde, real, como motor no solo de la respuesta al cambio climático, sino de las nuevas fuentes de empleo, negocio y bienestar, proclama la necesidad de la «nueva polí­tica», con mayúsculas, para diseñar nuevos modelos de desarrollo recordando que los marcos fijos (polí­ticos, normativos, legales, estructuras de gobernanza y geo-polí­ticas) han dejado de ser el «software del futuro» en favor del conocimiento, la tecnologí­a y la innovación. Ese nuevo software, con la ventaja de ser «renovable» permite que sucesivos y diversos representantes de las demandas sociales, transformen las pautas del pensamiento socio-económico y su desarrollo.

Hoy, en consecuencia, desigualdad, pobreza, nuevas demandas sociales, desempleo, aspiraciones de identidad y polí­ticas, se integran con fuerza en los determinantes irrenunciables de una nueva corriente de pensamiento. Una economí­a y sociedad, compartiendo valor desde el momento mismo de su diseño que, a la vez, se asienta no en el temor a un imposible o a un mundo negativista, sino a escenarios positivos, repletos de oportunidades, favorecedores de un mejor futuro para las nuevas generaciones pese a las apariencias y estadí­stica en curso.

Más allá del momento de la valoración y reconocimiento con nada menos que con un premio Nobel, los ejemplos comentados son auténticos activos que contribuyen e impactan en nuestra sociedad. Spence, desde su protagonismo como presidente de la Comisión de Desarrollo (Crecimiento y bienestar) en el Banco Mundial o desde el Consejo Asesor para Nuevos Modelos de Crecimiento en el Foro Económico Mundial, es un buen ejemplo y referente. El desafí­o de un nuevo mundo inclusivo, de la búsqueda de la convergencia estratégica empresa-sociedad (Porter-Kramer), y de la apuesta por invertir en prosperidad y desarrollo inclusivo, se generalizan a lo largo del mundo.

Todo un movimiento en proceso que exige coopetencia. Y Spence nos dejaba una gran enseñanza: recordaba cómo, precisamente al concluir la segunda guerra mundial, los paí­ses enfrentados en una de las mayores destrucciones humanas, «coopitieron», colaborando más allá de sus posiciones y estrategias concretas en uno de los mayores movimientos de recuperación económica. Y, más tarde, en sus aportaciones habituales desde su influyente foro del WEF, insistí­a sobre los peligros de este «mundo de desinversión» en el que nos hemos metido. Recuerda como «los lí­deres mundiales adoptaron una perspectiva de largo plazo. Reconocieron que las perspectivas de reducción de deuda de sus paí­ses dependí­an del crecimiento económico nominal, y que sus perspectivas de crecimiento económico -para no mencionar una paz continuada- dependí­an de una recuperación a nivel mundial. De modo que utilizaron -y hasta tensaron- sus balances para inversión, abriéndose al mismo tiempo al comercio internacional, ayudando así­ a restablecer la demanda« y añade una clara crí­tica tanto a los niveles como a la calidad de la inversión, desde la ausencia de cooperación interdependiente a lo largo del mundo, calificándolos de inadecuados, haciendo un llamamiento a impulsar el crecimiento económico, generar una demanda adicional y fomentar la inversión pública.

¿Generará el impacto deseable la voz de un Premio Nobel? Esta misma semana, Europa ha aprobado, por fin, el Plan Juncker. Se supone que se trata de un ambicioso plan de inversiones que ha de impulsar el crecimiento y favorecer la necesaria recuperación tantas veces reclamada en contraposición a la mal llamada austeridad imperante.

 Hoy, muy lejos de aquel escenario de post guerra, las necesidades y demandas sociales reclaman, exigen, nuevos modelos de desarrollo. Hacia un crecimiento económico por, desde y para las personas. Un crecimiento incluyente. Modelos que no son responsabilidad única de agentes económicos autónomos, sino de la voluntad y compromiso de todos los actores.

En fin. Mensajes emitidos. En pocos dí­as, en pequeñas y próximas parcelas de decisión polí­tica, nuevos dirigentes, nuevos programas y nuevos planes. Confiemos que también aquí­ se hayan escuchado estas voces.