¿Construyendo espacios propios en un mundo global?

(Artí­culo publicado el dí­a 3 de Mayo)

Si bien hoy en dí­a resulta casi imposible aludir a la globalización de empresas, mercados y culturas a la hora de abordar cualquier tipo de análisis económico, polí­tico e incluso social, así­ como recurrir a este difuso concepto como si de un dogma claro se tratara para explicar cualquier necesidad de cambio (comportamiento y actitud de las empresas y trabajadores, polí­ticas públicas, modelos de crecimiento y desarrollo económico, escenarios de futuro), sigue sin resultar evidente ni su verdadero contenido, ni la «magia creativa y benéfica» que ofrece al ciudadano, pueblos, sociedad en general o empresas en particular. Hacemos, eso sí­, de la internacionalización, de las interacciones comerciales y sociales a lo largo del mundo, un eje esencial e irrenunciable de cualquier estrategia de éxito, sea en el ámbito que sea.

No obstante, el debate real sobre globalización está abierto y, sin embargo, son pocos -considerando su impacto y utilización conceptual masiva- quienes se adentran en su profundo análisis y menos aún en la determinación del impacto concreto que produce en nuestras vidas.

En este contexto, uno de los académicos estudiosos de estos conceptos, desde su óptica favorable a la globalización como opción, es el profesor de estrategia Pankaj Ghemawat (World 3.0). En estos dí­as, bajo su co-dirección con su colega de MIT Steven Altman, la compañí­a «global» DHL  ha publicado el «índice 2014 de la conectividad global», en aplicación básica de su conocida teorí­a y marco de las distancias CAGE (culturales, administrativas, geográficas y económicas) que, entiende, determinan la interacción o no entre empresas y paí­ses en su largo proceso de internacionalización.

De esta forma, el mencionado índice, que pretende preguntarse ¿qué tan globalizado está el mundo?, nos ofrece una serie de aproximaciones a posibles respuestas clave, profundizando en variables e indicadores desde cuatro grandes apartados presentes en la toma de decisiones de quienes se convierten en los verdaderos agentes y lí­deres de esa «Connectedness« (o capacidad para la conectividad): 1) Su distribución y presencia geográfica, 2) La profundidad o relevancia con la que desarrolla su internacionalización, 3) La fortaleza con que inciden en sus polí­ticas y actuaciones y 4) El grado de discrecionalidad con el que deciden estar o no en un determinado paí­s y lo que hacen o quieren hacer en él. La resultante explicarí­a, en este caso, y entre otras cosas, qué paí­ses «dominan» el medallero de la globalización. Resultado: Nueve de los diez primeros son europeos; el otro, cabecera del Sudeste asiático (Singapur). Así­, el liderazgo clave corresponde a Holanda, seguido de Irlanda, Paí­ses Bajos (Bélgica y Luxemburgo), Reino Unido, Suecia, Suiza, Dinamarca y Alemania. Una vez más, í­ndice tras í­ndice (Competitividad, Progreso Social, Bienestar, Desarrollo incluyente, Desarrollo Humano…) los paí­ses pequeños o pequeños jugadores, hacen de su dimensión, de su identidad y sentido de pertenencia, de su deseo/voluntad/necesidad de una interdependencia abierta desde sus propias aspiraciones y de su capacidad de cohesión social e interna, desconcentración y control de la gestión y de las polí­ticas, de sus fortalezas institucionales internas, de la escasez de recursos naturales heredados, de su propia cualificación del capital humano y de la apropiación de su propio futuro, las ventajas competitivas garantes del éxito general al servicio del bienestar de sus ciudadanos.

El trabajo analizado (140 paí­ses que suponen el 95% de la población y el 99% del PIB mundial), focalizado en 12 categorí­as diferentes de flujos comerciales, de capital, de información y de personas, y con estadí­stica comparada desde 2005, ofrece -atendiendo a sus autores Ghemawat y Altman– una serie de conclusiones o consideraciones relevantes a tener en cuenta, más allá de «opiniones generalizadas» que, en su opinión, se asientan en una sensación colectiva no suficientemente contrastada con la realidad:

1) Pese a la sensación de haber entrado en una recuperación de la globalización, similar a los niveles pre-crisis, los flujos pre-existentes distan mucho de las ganancias potenciales estimadas en su momento.

2) Pese a la apuesta por participar de los cambios hacia los paí­ses emergentes, las compañí­as clave de las economí­as avanzadas no han realizado los necesarios cambios y adaptaciones estratégicos que los paí­ses ofrecen.

3)  Si bien estas economí­as emergentes son las que más han crecido y mejores posiciones relativas han asumido, su integración real en los flujos y cadenas globales de valor continúan siendo  limitadas  en su concreción e integración y siguen muy por detrás de las economí­as avanzadas, lí­deres.

4)  Los movimientos en CONECTIVIDAD globalizada, se concentran, fundamentalmente, en espacios intrarregionales próximos y salvo en el caso del turismo, sus flujos tienden más a contraerse que a una distante extensión.

5)  Europa es, con gran diferencia, la región más globalmente conectada (flujos comerciales y de personas) y Norte América en términos de movimientos de capital e información.

6)  El Sudeste asiático (en especial en el conjunto ASEAN aún en ví­as de convergencia y generación, a su vez, de un mercado integrado y único) es el verdadero espacio de crecimiento y resultados de eficiencia y productividad en su «globalización», por encima de los gigantes asiáticos (China y su expansión, hoy en revisión) y sus polí­ticas observables.

En definitiva, que un mundo abierto e internacionalizado ofrece enormes oportunidades y que supone una apuesta creciente no tiene duda alguna. Que la globalización es una mantra que requiere mucho más que matizaciones y que el mundo local  próximo no solo no desaparece, sino que resulta esencial y diferencial es evidente. Que los grandes «en tamaño fí­sico» no son los lí­deres o jugadores ganadores (en términos de resultados para sus ciudadanos y empresas), parece más que probado. En consecuencia, las estrategias (de Paí­s y de Empresas, así­ como de las personas en sus propias decisiones individuales) de quienes hemos de tomar decisiones, como siempre, más allá de modos o mensajes mediáticos o etiquetas comunes escasamente contrastadas, exigen de un análisis y prospectiva mucho más sofisticados que la simple escucha de mensajes generalistas o de recomendaciones parciales generadas en observaciones o experiencias coyunturales o limitadas. Definitivamente, acertar en la mundialización parece más probable desde una concepción glokalizada, donde el efecto local marca la diferencia.

Mientras más «abierto y glokal» parece convertirse el planeta, surge un mayor espacio de oportunidades de éxito para los «pequeños jugadores» interdependientes con estrategias y aspiraciones propias y diferenciadas. Una buena reflexión a aplicarnos en y desde Euskadi.