Invertir en un mundo frágil

(Artí­culo publicado el 29 de Noviembre)

En el marco de noticias derivadas del proceso catalán para su «desconexión» de las estructuras de Estado y la Declaración Institucional del Parlament para anunciar su propósito y futuras lí­neas de acción, más allá de la crónica diaria del desencuentro entre los ganadores de las elecciones cara a la formación de un gobierno, cobra fuerza una determinada lí­nea editorial y de debate destacando «una ola de traslado de empresas desde Catalunya a España (Madrid en su mayorí­a)».

Si bien resulta evidente que es obligación de todo administrador el análisis de su entorno empresarial y la adecuada elaboración y gestión de su «Mapa de Riesgos», no deja de ser llamativo el contenido de los mensajes emitidos desde diferentes organismos y foros económico-empresariales que, como no podrí­a ser de otra manera, se ven influidos por la ideologí­a personal de quienes los componen o dirigen y un sorprendente ruido mediático unido a una aparente campaña de desencanto y miedo.

Así­ las cosas, parecerí­a instalarse la idea de que tras un titular de prensa («3.000 empresas dejan Catalunya tras las elecciones»), la incertidumbre a una propuesta del Junts Pel Si y la CUP habrí­a provocado, de inmediato, la huida. Una huida que no parece reparar en el análisis comparado de los procesos de creación, mantenimiento y cierre empresarial, ni de la dirección de traslados de domicilios sociales, operativos o fiscales de las empresas, ni de los efectos de la crisis a lo largo del tiempo, o de los cambios legales y económicos así­ como de las oportunidades de negocio, fuerzas del mercado o aglomeración y concentración empresarial. Basta señalar, antes de seguir adelante, que si en 2.015 han sido 3.000 las empresas que han salido de Catalunya, eran 4.500 las que lo hací­an en los años anteriores desde la crisis del 2.008. Y, adicionalmente, resulta oportuno recordar que su traslado mayoritario, lo era y es hací­a Madrid.

Un Informe de D&B Informa, especialista en Información Comercial y Financiera, compara la «mudanza» de domicilios (no siempre acompañado de cambio de sede fiscal o social) entre Catalunya y Madrid. En el último año, 1.106 empresas han dejado la Comunidad de Madrid y 738 han salido de Catalunya. Madrid cuenta en su tejido económico con un 1,1% de empresas medianas y grandes, mientas en Catalunya suponen el 0,7%. En ambas, son las microempresas las que suponen el 56% de su tejido empresarial. Además de la mudanza, cabe recordar que en el caso de empresas de «alto crecimiento» (las que han aumentado sus ventas o número de empleados en un 20% anual en los últimos tres años), Catalunya supera a Madrid (1.145 vs 930 empresas) y tiene el mayor nivel de empresas activas de todo el Estado español (594.000) con un 18%. Madrid, otros factores al margen, como capital del Estado, en un marco de excesiva centralización, concentra las mayores empresas con participación pública (directa e indirecta), multinacionales, sociedades instrumentales NO operativas, entidades financieras, SICAV’s, etc. asociadas no directamente al mercado y economí­a real en su operación e implantación territorial.

Con estos datos, cabrí­a preguntarse, entonces, ¿por qué Madrid resulta más fiable, más rentable, más certera y segura, menos frágil y, en definitiva, más competitiva como territorio y contexto socio-económico-polí­tico para las empresas con base en Catalunya?

El escenario español, Catalunya aparte, ofrece una clara incertidumbre en su gobernabilidad. A falta de conocer el impacto que la reciente ola de terror que ha rebrotado en Europa y el mundo que «favorecerờ el voto hacia partidos tradicionales haciendo «mejorar» las expectativas de PP y PSOE, todo lleva a contemplar la entrada de nuevos jugadores en el sistema español, la casi obligada necesidad de pactos anti natura (al menos en temas como la economí­a, la fiscalidad, el modelo de Estado y la concepción de un Estado de Bienestar), arrastrando cambios en los gobiernos de las diferentes Comunidades Autónomas sujetas a débiles pactos que han facilitado el control de minorí­as. Ni que decir que la España que pudiera parecer atractiva para el traslado está invadida de una lacerante corrupción, de una clara desafección de los ciudadanos a sus Instituciones, de un insoportable intrusismo entre poderes cuestionando el rol independiente de la Justicia. Factores de alto riesgo que ahondan los graves desequilibrios macroeconómicos que se siguen aquejando, en un contexto de desempleo y desigualdad agobiante que cuestiona todo proyecto de crecimiento y desarrollo. ¿En dónde reside la ventaja competitiva para «ir a Madrid»? Más allá de las empresas, parecerí­a que los beneficios se asocian a las personas concretas que verí­an mejorar su contribución fiscal y su «confortabilidad ideológica». Criterios y objetivos legí­timos y nada desdeñables pero que han de identificarse correctamente para no perder en ese juego la viabilidad y competitividad real de las empresas que dirigen.

Las empresas (y, sobre todo, los empresarios), por definición, conviven con el riesgo y asumen la inevitabilidad de gestionarlo. El beneficio esperable, por otra parte, suele estar asociado con dicho nivel de sobre-riesgo evitando el escenario plano y no diferenciado al que se «enfrentan» las empresas con su competencia en los diferentes mercados. Hace unos dí­as, por ejemplo, el Consejero Delegado de la primera empresa española de petróleo, explicaba su apuesta, por encima de cualquier otro paí­s y entorno: Bolivia. Sin duda un paí­s no exento de ciertos riesgos. El presidente de uno de los principales bancos con presencia en el Estado español, renovaba una gran apuesta por inversiones relevantes en Turquí­a. Las principales empresas «españolas» con elevada cuota global, obtienen más del 60% de sus ingresos y beneficios en paí­ses emergentes con todo tipo de comportamiento y diferentes niveles de riesgo. El mundo entero supone un espacio de fragilidad en el que invertir está lleno de incertidumbre.

Parecerí­a que, más allá de reuniones y análisis coyunturales, las empresas que han de plantearse su continuidad o no en un determinado Territorio (algo más que un Mercado), deberí­an recrear su verdadero «Diamante de Competitividad», atendiendo al conjunto de factores que explicarán, finalmente, sus resultados. ¿Una Catalunya «desconectada», dentro o fuera de un «Nuevo Estado español» y/o «dentro/fuera de una Nueva Europa por redefinirse» perderá o ganará ventajas competitivas para el tipo de actividad y ofertas que ha de realizar la empresa en cuestión? ¿Desaparecerá el mercado catalán de 7 MM de habitantes europeos con un alto nivel de renta, bienestar y consumo? ¿Desparecerá la cultura empresarial, su tejido interrelacionado, sus amplias redes clusterizadas en las principales industrias que hoy operan en Catalunya? ¿Cambiarán las polí­ticas económicas de una futura Catalunya? ¿Obtendrán beneficios las empresas que se trasladen fuera de Catalunya en sus operaciones con/en Catalunya en el futuro?

Más bien, cabrí­a esperar de una empresa que cuando entra en un paí­s, salvo en situaciones verdaderamente excepcionales, apuesta por quedarse «para siempre», integrándose en el entorno, contribuyendo a fortalecer el propio «diamante y contexto competitivo del Territorio». Su gestión, su polí­tica, su interacción con el resto de agentes será, esencialmente, «Institucional», más allá de simpatí­as o preferencias ideológicas y personales.

La fragilidad, la violencia, el conflicto, la volatilidad… hacen más complejo aún, si cabe, el mundo de la empresa y una toma de decisiones. Grandes y crecientes bolas de riesgo, de pobreza, de desigualdad, de confrontación, de potencial inseguridad jurí­dica, de enorme transformación polí­tica y de cuestionamiento institucional, amplifican incertidumbre y complican la generación de estrategias de éxito. Por supuesto que cualquier elemento adicional, generador de un mayor grado de incertidumbre, obliga a una revisión rigurosa de los contextos en que una empresa ha de moverse. De la misma forma que debemos analizar una Catalunya pre y post «desconexión», ha de hacerse para una España con o sin Catalunya, o para una Gran Bretaña dentro o fuera de la Unión Europea o, en su momento, en una Escocia junta o separada del Reino Unido. Ahora bien, no confundamos ni la Competitividad empresarial, ni la Competitividad de un Territorio con decisiones, percepciones y comportamientos personales. Actitudes y decisiones absolutamente legí­timas.

Es un momento en el que, más allá de Catalunya, el mundo ha de replantearse el cómo fortalecer las inversiones en un contexto de fragilidad, necesitado de un desarrollo inclusivo.

Imaginación y Voluntad Polí­ticas. Combustible para una solución

(Artí­culo publicado el 15 de Noviembre)

Cuando para algunos parecerí­an resultar inamovibles los diferentes estatus quo vigentes que llevarí­an a dar por rí­gidos y predeterminantes los marcos legales en curso, con independencia de las sensibilidades y deseos cambiantes de la sociedad a lo largo del tiempo, observamos cómo, en el propio corazón de Europa, en el seno de una democracia histórica referente (el Reino Unido) se da un nuevo paso hacia un potencial futuro distinto sometiendo la decisión a un referéndum vinculante.

En lí­nea con el compromiso recibido de las Cámaras de Lores y Comunes, el primer ministro David Cameron ha de convocar, antes de finales de 2017, un referéndum sobre la continuidad o salida del Reino Unido de la Unión Europea. Should the UK remain a member of the EU? Sencilla y directa pregunta a la espera de un SI o un NO. ¿Deberá el Reino Unido seguir en la UE? Así­, el conocido BRexit (la salida de la UE) es mucho más que una expectativa real (últimas encuestas de esta semana dan la mayorí­a al NO) optando por un nuevo camino que dé por finalizado, de manera amistosa, el enlace de 1972 incorporando al Reino Unido a la Unión Europea. Es decir, Parlamento y Gobierno británico iniciaron un proceso hacia la «desconexión» de las estructuras polí­ticas y de gobierno de la Unión Europea. Proceso que culminará, en su caso, con la aprobación democrática de sus ciudadanos.

Esta semana, Cameron ha dado el pistoletazo de salida a una negociación previa con la UE de modo que si consigue una reforma del Tratado Europea en «áreas y cuestiones sensibles», puede liderar el SI para mantenerse en la UE. Anuncia que, en caso contrario, pedirá la salida. Cameron ha iniciado este proceso negociador remitiendo una carta al Presidente del Consejo Europeo, en la que adelanta que se trata de tomar «una decisión final» que «resulte irreversible» y que, en su opinión, no solamente no es una «misión imposible», sino un ejercicio de reformas imprescindibles para el bien de una «nueva Europa» por construir, para el Reino Unido y, por supuesto, para la inmensa mayorí­a de los Estados Miembro de la Unión. Exige, para lograrlo, «voluntad e imaginación polí­ticas».

Así­, más allá de las formas, Cameron no pide pequeños retoques, compensaciones económicas concretas o aplicación de «solo la ley pero toda la ley» que dirí­a el presidente Rajoy ante la voluntad del Parlamento de Catalunya, por ejemplo, sino «una nueva ley, un nuevo tratado, unas nuevas reglas del juego y una nueva relación UE-UK». Bajo el reclamo de cuatro áreas de reforma (1. La no extensión y aplicación obligatoria de la prevista unión bancaria, fiscal y financiera a todos los Estados Miembro de la Unión y la consiguiente co-existencia de múltiples monedas más allá del Euro; 2. La supremací­a de la soberaní­a nacional de todos y cada uno de los Estados Miembro sobre la UE en su conjunto y la consecuente renovada gobernanza y capacidad de decisión y veto en los paí­ses miembro; 3. Reformar el estado de acogida y bienestar para los inmigrantes de modo que la UK fije las normas y requisitos de asilo, ciudadaní­a, residencia, nacionalidad y acceso a los beneficios sociales; 4. «Reescribir la COMPETITIVIDAD en el ADN de toda la UE», empezando por la reforma absoluta de su burocracia, la regulación innecesaria y el discurso vs. la eficiencia y las polí­ticas reales y directas en favor de la economí­a), Cameron defiende una singular pertenencia a una nueva Europa diferente a la actual tras un verdadero compromiso de reinventar el modelo, sus objetivos y contenidos, gobernanza y la redefinición de la co-soberaní­a. La propuesta supone cambiar la Constitución -Tratado- europea.

Un nuevo proceso abierto. El debate en el Reino Unido se intensifica y los partidarios del Vote Leave (Votad Salir) acusan la carta como una «trampa retórica» para acuerdos de maquillaje, mientras quienes quieren la continuidad en la UE advierten de los peligros (pérdida de prosperidad, disminución de influencia internacional, pérdida de mercados, huida de bancos y multinacionales, castigo arancelario a las exportaciones británicas), representantes del Tesoro y de instituciones internacionales desde Estados Unidos advierten que la «nueva estrategia norteamericana es la de suscribir tratados con plataformas de paí­ses y no con paí­ses individuales como el reciente caso del TTP» y las agencias de rating (Standard & Poor’s) advierten que la salida le supondrí­a al Reino Unido perder uno o más escalones en la calificación de su deuda. Y curiosamente, vuelve al centro del debate ESCOCIA.

Quienes ante el referéndum escocés del año pasado, utilizaron el miedo para evitar el UK (Reino Unido sin Escocia), además de invertir sus argumentos, destacan que se producirá una «peligrosa división en el Paí­s ya que mientras el Reino Unido se va, Escocia quiere formar parte de la Unión Europea». Las amenazas contra Escocia de perder la contratación en sus astilleros por dejar de ser Europa, la huida de las empresas ante la «inseguridad jurí­dica» y su «descalabro económico y financiero», las «excesivas inversiones que habrí­an de acometer para fijar aduanas, fronteras, seguridad, defensa, etc.», aparecerán hoy en «bandos contrarios» intercambiando argumentos.

Así­ las cosas, es nada menos que Cameron quien hoy apela, también, al modelo Noruego-UE. Es decir, pensar en otros modelos de relación que permitan participar del espacio económico europeo, de los principales beneficios y espí­ritu social de la UE, de las relaciones económicas y comerciales preferentes, compartir espacios de justicia, seguridad… pero desde la capacidad y derecho a decidir tu propio destino.

En paralelo, la adecuación previa de los Tribunales españoles al servicio de una posición del Gobierno español y su oposición al objeto de enrocarse en una determinada «Unidad de España», lleva a la anómala situación de advertir a una Asamblea Soberana y a un futurible gobierno la prohibición de promover iniciativas legislativas, estudios de viabilidad, prospectiva de futuro, análisis de modelos comparados que, por ejemplo, consideren nuevas formas de diseñar unas polí­ticas de prevención, protección, bienestar y seguridad social, o nuevos instrumentos de financiación (incluido un Banco Público, por ejemplo) que garanticen el acceso al crédito a empresas, ciudadanos e Instituciones catalanas, incluso cuando las Cajas de Ahorros de implantación territorial han desaparecido y la dirección de las de sus principales entidades financieras (privadas) anuncian que en el caso de una elección democrática por la independencia, abandonarí­an Catalunya.

Nuevas y diferentes ví­as y modelos para abordar cuestiones esenciales en el deseo y voluntad de los pueblos. Nuevas ví­as, nuevos modelos de relación, diferentes maneras de revisar las estructuras de «Gobierno y Estado» con que hemos de dotarnos al servicio de los deseos y voluntades de las diferentes sociedades. Unos son procesos de clara vocación democrática, otros cuestionables aunque fijados desde la ley vigente «y los principios constitucionales» que dirí­a el rey de España (como en su dí­a dijera su padre cuando juró los principios del Movimiento). Sin duda, con Cameron, optamos por el combustible democrático de la voluntad y la imaginación polí­ticas. También en este caso, observamos que no existe -afortunadamente- un pensamiento único.

El Reino Unido está inmerso en un proceso abierto al debate, la confrontación de ideas, el contraste de argumentos a favor y en contra. Sus ciudadanos (NO toda la población de los 28 Estados Miembro de la UE) votarán en libertad y decidirán su futuro dentro o fuera de las estructuras de la Unión Europea. Si su opción es salir dando la mayorí­a al BRexit, no significará que abandonan ni Europa, ni a los europeos. Optarán por nuevas estructuras, nuevos modelos de relación y una forma diferente por apropiarse de su futuro y dirigirlo.

La riqueza de la democracia.

«Aprendiendo del Nobel de Economí­a: comprender las decisiones de los menos favorecidos»

(Artí­culo publicado el 1 de Noviembre)

La concesión del premio Nobel de economí­a al profesor escocés-estadounidense Angus Deaton se alinea perfectamente con la principal lí­nea de debate, preocupación y estudio en la economí­a de nuestros dí­as en torno a la creciente desigualdad existente.

Si la reciente Cumbre del milenio, convocada por Naciones Unidas al objeto de evaluar el grado de cumplimiento de los objetivos propuestos para este último decenio y proponer una nueva agenda hacia la sostenibilidad en el marco del inacabable desafí­o para un modelo de crecimiento inclusivo, destacaba un tí­mido avance en la capacidad demostrada en la contención o reducción global de la pobreza extrema, a la vez que reconocí­a el fracaso en el logro de la mayorí­a de los objetivos previstos y resaltaba su insuficiencia, serví­a para retomar un compromiso mayor en torno a la disminución de la desigualdad creciente. Una desigualdad observable entre continentes, entre Estados o Paí­ses, entre ciudades y, en especial, manifiesta entre regiones dentro de un mismo Paí­s, o entre barrios de una misma ciudad o, ni qué decir, entre familias y personas en una misma comunidad. Desigualdad creciente que, ante la proximidad, hace sentir y percibir una mayor distancia entre iguales y se convierte en un detonador de malestar, agravios y desafección y desconfianza que, a su vez, más allá de la falta de justicia y equidad, dificulta o impide participar de un espacio de futuro que, bajo la beneficiosa proclama global, esconde la desigual realidad entre unos y otros. Esta percepción negativa, esta desafección respecto del futuro, de sus lí­deres y gobernantes, cuestiona cualquier modelo de crecimiento, desarrollo y bienestar tradicional, amparado en la necesidad de invertir, crecer… y, más tarde, si los resultados obtenibles lo permiten, repartir y abordar las demandas sociales, colectivas y equitativas deseables. Crecimiento y/o desarrollo inclusivo es la lí­nea objetivo del nuevo pensamiento económico.

En este contexto, los trabajos del profesor Deaton, buscando explicaciones a la interrelación entre las decisiones individuales del consumo, ahorro e inversión de las personas, más allá de su capacidad teórica para tomarlas, los diferentes modelos y formas (además de ritmos y tiempos) de desarrollo, las modalidades del llamado estado de bienestar y felicidad a lo largo del mundo, la pobreza en sus diversas manifestaciones relativas, han contribuido, a lo largo del tiempo, a cuestionar la validez de fórmulas y recetas tenidas por inmutables y han trascendido de la macroeconomí­a y las bonanzas generalizadas atribuidas, para dar paso a la consideración de intangibles tan relevantes como la cultura, la psicologí­a, el estado de ánimo, el grado de asunción del destino de cada uno, la historia de los colectivos sociales, nuestro comportamiento social y, en definitiva, a la apreciación de una economí­a diversa, en contextos distintos y bajo el valor determinante de la aproximación microeconómica dominada por el entorno próximo en el que vivimos. La trascendencia del impacto directo de lo próximo, tantas veces distorsionada por las bondades macroeconómicas que parecerí­an un determinante genético único, capaz de regir sociedades globales únicas e igualitarias, parecen sucumbir ante la evidencia observable. Diferentes protagonistas, diferentes contextos, diferentes voluntades, ofrecen diferentes resultados y, también, exigen, diferentes recetas, desafí­os y estrategias.

Deaton, como otros muchos autores, ha sabido salir de su espacio de confortabilidad académica (en este caso de Princeton) para observar la realidad de los paí­ses emergente (en especial, La India) y comprobar cómo las recetas aprendidas, de supuesta validez universal, no constituyen un remedio ni absoluto ni único para las necesidades de la gente. Sus reiterados trabajos en el campo de la salud, por ejemplo,  han puesto de manifiesto que dos enfermedades no siempre son iguales, que no hay dos enfermos iguales y que no han de tratarse de igual forma en todas partes. La educación para la salud, el compromiso con la misma, los modos y sistemas de tratamiento, la aplicación de los medicamentos… difieren en resultados, también, en aquellos menos favorecidos en contextos rurales o urbanos diversos. El individuo, en cada contexto, ante un mismo input, toma decisiones distintas. Ni qué decir de su «reformulación» de la pobreza relativa haciendo obsoletos los sistemas e indicadores estadí­sticos clásicos.

Gracias a observaciones y aportaciones en apariencia tan simples y naturales, más allá de la sintoní­a teórica o académica, el mundo se viene rodeando de múltiples iniciativas, de un cada vez mayor número de autores y movimientos en favor de principios incluyentes para el desarrollo, de modelos de crecimiento novedosos, de estrategias empresariales innovadoras, que empiezan por redefinir sus propias visiones y objetivos,  redefinen productos y soluciones, recomponen sus cadenas de valor y su rol dentro de las mismas, generan espacios de trabajo colaborativo y compartido, ponen el acento en un valor empresarial y social convergente y se permiten discrepar de un pensamiento único simplista y, en apariencia, inamovible. Bienvenida esta nueva ola académica, empresarial, gubernativa y práctica que parece calar, también en las Organizaciones Internacionales y que, esperemos, terminen dominando sobre sus agentes, instrumentos y programas financieros que las más de las veces han suplantado la capacidad y autoridad decisoria de quienes formulan las visiones, estrategias y polí­ticas, bajo la excusa de la capacidad técnica para dotarse de recursos, más allá del logro de sus verdaderos objetivos al servicio de las personas.

Es por eso por lo que cuando la Academia sueca se acerca a la realidad, premia a quienes se comprometen en la generación de impacto real en la Sociedad, avalan su larga trayectoria y no eligen el camino fácil de premiar la promesa y verbo del mañana, nos felicitamos y aplaudimos su existencia, labor y mensajes transmitidos.

Hoy, el mundo reclama nuevos modelos, nuevos resultados, nuevos liderazgos capaces de asumir (y gestionar) riesgos, que provoquen cambios reales, incluyentes, para una Sociedad ni excluyente ni aceleradamente desigual.

Si bien, no obstante, para algunas lí­neas editoriales «liberales» se trata del «Camelo de la Economí­a», la desigualdad, la ausencia de resultados aceptables y la deteriorada oferta de futuro que para muchos margina de proyecto alguno, parecerí­a obligar a probar otros caminos. No se trata de propiciar crecimiento incluyente, sino un mundo incluyente o inclusivo antes, durante y después del crecimiento. Que el 80% de los beneficios de la crisis del último decenio en Estados Unidos se concentren en el 1% de la población no parece un buen indicador para un mundo que aspira a situar a la persona en el centro prioritario del desarrollo humano.

Así­, nuevos modelos de desarrollo, nuevos diseños, comportamientos y roles de la empresa y de quienes disfrutamos de un empleo, nuevos desafí­os de los gobiernos y renovados compromisos hacia la academia para priorizar el impacto de su trabajo en las diferentes comunidades en que se investiga e instruye, parecen constituir la esencia de la economí­a de HOY y, sobre todo, de mañana.

En definitiva, bienvenido este premio. Felicidades y agradecimiento al profesor Deaton y a quienes como él están cambiando el mundo. Cuyo trabajo permite reconsiderar determinadas reglas del juego (pobreza, salud, crecimiento…), nos acerca a una manera diferente de interpretar el verdadero valor de las estrategias microeconómicas y próximas, a contemplar el valor de elecciones y decisiones diferentes, por los agentes implicados, que las hacen únicas, que refuerzan el peso de la cultura y el comportamiento personal, familiar y social en nuestra actitud decisional, haciendo que las opciones de gasto y consumo, inversión y ahorro, respondan a nuestras aspiraciones de futuro y preferencia. Y permiten que esta consideración plena, lleve a concebir nuevos modelos de bienestar y desarrollo, al servicio de voluntad y decisiones propias. Modelos que hacen que siempre exista una opción a lo que algunos parecerí­an ofrecer como solución única e incuestionable. Todo un reto.

Las desigualdades, los nuevos desfavorecidos ven en estas ideas una esperanza sobre la que construir un nuevo futuro.

Guggenheim Bilbao Museoa en sus primeros 18 años de éxito

(Artí­culo publicado el 18 de Octubre)

El 18 de Octubre de 1997, Guggenheim Bilbao Museoa abrí­a sus puertas al público iniciando lo que se ha venido en llamar «la nueva era de los museos», poniendo en valor, más allá de su propósito cultural, las infraestructuras museí­sticas y culturales, también, como elemento tractor del desarrollo económico y endógeno de las ciudades, los territorios y paí­ses, a lo largo del mundo.

Hoy, 18 años después, el conocido efecto Bilbao-Guggenheim no solamente sigue vigente, sino que, si cabe, se ve revitalizado y es un referente mundial para el mundo museí­stico, el del desarrollo económico, el de las ventajas competitivas en el efecto tractor de su desarrollo y de atracción turí­stico-cultural de las ciudades, en el complejo mundo de su planificación y revitalización urbana, de la coopetencia público-privada como esencia colaborativa, de la gestión de macro-proyectos, de la gestión museí­stica y de la estrategia convergente arte-territorio-economí­a, por citar algunos campos de interés. Y Guggenheim Bilbao llega a su dieciocho aniversario con el respaldo objetivo de la superación de los propósitos iniciales, así­ como del refuerzo innovador que dos nuevos hitos interdependientes pronostican un gran futuro: 1) los últimos resultados de audiencia, aceptación y visitantes (este verano ha sido el mejor de su historia en términos de visitantes, el origen de foráneos de los mismos en torno a un 60%, la espectacular participación de escolares en sus programas educativos, el apoyo sostenido de «los amigos del museo», el constante apoyo corporativo, y su extraordinaria presencia en las redes sociales), y 2)  la reciente renovación del Acuerdo entre la Fundación S.R. Guggenheim de Nueva York y la Fundación de Bilbao para los próximos 20 años con objetivos, compromisos e ilusión renovados.

Como todos los grandes proyectos de éxito, no es fruto de la casualidad sino de un esfuerzo, compromiso y bien hacer colectivos, en un proceso homogéneo entre la visión que le dio origen y su implantación y ejecución, acertada y eficiente, a lo largo del tiempo.

Precisamente hace unos dí­as, una prestigiosa editora norteamericana me escribí­a en relación con este aniversario recordándome una ya vieja propuesta no atendida a finales de 1998 al objeto de escribir un libro sobre el «Milagro de Bilbao». Recordaba aquellos «intangibles» que parecí­an haber hecho posible su creación, rompiendo esquemas y paradigmas tradicionales. Hoy, más que entonces, el tiempo ha acreditado y puesto en valor la apuesta de entonces, el acierto de la decisión y, sobre todo, el trabajo y «apropiación» del proyecto por nuestra sociedad. Nuestro guardián «puppy» y el interés que continúa despertando en quienes nos visitan, es un buen reflejo de esta buena salud de la que goza este proyecto icónico, aumentada por el casi centenar de ciudades que se han acercado a Nueva York deseando concertar acuerdos para disfrutar de «su propio Guggenheim Bilbao».

Así­, junto con la felicitación a Guggenheim, en general y a los directamente implicados y actores protagonistas de Guggenheim Bilbao Museoa, (tanto sus promotores y defensores de la iniciativa, como el personal que lo hace posible dí­a a dí­a, empezando por su Director) merece la pena aprovechar la efeméride para actualizar algunas observaciones y lecciones de futuro.

Tal y como comentaba, el «efecto Guggenheim Bilbao» ha sido utilizado como referente y fuente de inspiración de muchos proyectos e iniciativas. No obstante, una primera lección no suficientemente aprendida la tenemos a lo largo del mundo, en donde cientos de iniciativas han fracasado al traducir Guggenheim Bilbao en actuaciones parciales o sectoriales sin entender el poder de su «modelo y ventaja competitiva» más allá de su arquitectura (genial), de su encaje con las estrategias convergentes de sus socios (SRGF pretendiendo ganar su lugar lí­der en la cultura neoyorquina y mundial desde su internacionalización; Bilbao Guggenheim Museoa liderando el mundo de los museos del siglo XX como elemento icono y tractor del desarrollo ciudad-Paí­s Bilbao-Euskadi; las Instituciones Vascas trascendiendo de un museo para impulsar su estrategia de internacionalización y modernización de su economí­a y Paí­s; Bilbao como complemento protagonista de su estrategia de revitalización urbana, económica y social; las empresas vascas benefactoras apostando por su imagen, reinvención y plataforma de internacionalización e innovación; los gestores culturales en la búsqueda de la modernización y eficiencia en la administración y gestión cultural; el mundo de la educación tras la proyección y comprensión del arte como pieza esencial de una cultura enriquecedora y complementaria de una cultura e identidad propia…). Un modelo propio y diferenciado, de excelencia en su gestión, funcionamiento, colaboración público-público y público-privada, además de sostenible, glokal, integrando ofertas globalizables con idiosincrasia propia y autónoma dentro de una constelación global de vanguardia (Bilbao-Guggenheim). Un modelo con el soporte de la esencia diferenciada que lo ha hecho singular, sino único. Un museo completo (visión, colección, espacios, exhibiciones, programas educativos, promoción de industrias clusterizadas en torno al arte y las llamadas industrias creativas) y, sobre todo, una pieza en el conjunto de una Estrategia de Paí­s, plenamente identificada con la sociedad a la que sirve. Hoy, Guggenheim Bilbao es de todos y no un proyecto de unos pocos (como, dicho sea de paso, nació).

Entender el Modelo es un requisito previo para su extensión o réplica. Desgraciadamente, la «España de la Crisis», por citar un ejemplo en sentido opuesto, ha demostrado demasiados fracasos de quienes, de forma apresurada, se limitaron a creer entender el modelo y no supieron comprender por qué nuestro modelo era algo diferente que aportaba una clara ventaja competitiva, trascendiendo de una mera infraestructura aislada de un compromiso estratégico real. Un buen número de agujeros negros salpican la geografí­a española, como botón de muestra de lo que no se debe hacer.

Cuando hoy contemplamos el éxito logrado en Bilbao-Nueva York, y miramos, también, hacia dentro de su organización, vemos con respeto y admiración a quienes (la inmensa mayorí­a «veteranos» desde su origen) lo hacen posible dí­a a dí­a, con ilusión, compromiso, conocimiento y orgullo.

Hoy, dieciocho años después, hablamos de este singular proyecto. Pero viene muy bien recordar algo más: los proyectos complejos, las iniciativas singulares e innovadoras que pretenden transformar un Paí­s y construir un futuro distinto, exigen un liderazgo arriesgado, asumir la «incertidumbre», minimizar efectos negativos probables y gestionar expectativas favorables. Los proyectos de esta magnitud también pueden fracasar. Lo criticable y rechazable no es su fracaso, sino el no dirigir y alinear recursos y esfuerzos con oportunidades, mitigar el riesgo, contener impactos negativos y poner los mimbres necesarios para favorecer resultados y objetivos auténticos perseguibles.

Hemos aprendido, también, que si bien hoy, desde la evidencia del resultado y la aceptación generalizada de que goza, parecerí­a un proyecto natural del que no cabrí­a esperar otra cosa que el éxito y la identificación plena de la Sociedad. Sin embargo, debemos aprender que esto no fue siempre así­ y no fue bien recibido (incluidos muchos de quienes hoy, afortunadamente, contribuyen a hacerlo posible y son co-responsables del éxito logrado). En especial hoy, dieciocho años después, junto con la alegrí­a del éxito no podemos dejar de recordar la negra y trágica lección también aprendida: la intolerancia, el interés partidario y particular, las amenazas al Consejo de la SRGF y a los responsables de la decisión polí­tica en Euskadi, el recurso a la violencia de quienes hicieron todo lo posible para evitar esta iniciativa. El recuerdo de José Marí­a Aguirre, ertzaintza asesinado la ví­spera de la inauguración, a las puertas del Museo, como intento terrorista de impedir un proyecto no compartido por aquellos que decí­an defender otros modelos de futuro, enseña la sinrazón de determinadas posiciones y la diferente comprensión de nuevos contextos y otros tiempos. Conviene, una vez más, no olvidar, como fruto, también, del aprendizaje permanente.

Afortunadamente, hoy, en Euskadi, podemos disfrutar de este aniversario orgullosos de un Bilbao referente esencial, tanto en la constelación mundial Guggenheim como en el escenario mundial de proyectos museí­sticos, transformadores y revitalizadores. Y Guggenheim Bilbao construye nuevos sueños y espacios de futuro. Si ayer nació rodeado de escepticismo, crí­ticas y desapego, hoy goza de la aceptación natural, normalizada y entusiasta de un buen proyecto propio. Una buena noticia.

27-S: El voto para la desconexión

(Artí­culo publicado el 4 de Octubre)

Tan solo una semana después de las elecciones catalanas del 27-S, una ola de incertidumbre parecerí­a ocultar o distorsionar lo sucedido. La comunicación o interpretación de los resultados en diferentes foros parecen abrir todo tipo de opiniones confusas haciendo olvidar lo que se preguntaba ese dí­a, la historia previa y el por qué y para qué de esa consulta democrática en las urnas, en el marco de la única legalidad permitida desde el espacio normativo aceptado por el Estado español conforme a la interpretación y voluntad del gobierno español.

Recordemos que, al margen de un intenso recorrido histórico cuyo hito mediático para la nueva etapa empezarí­a en 1.714, Catalunya ha venido, sujeto a la ley, intentando dotarse de nuevos instrumentos de gestión, de autogobierno, de determinación y de soberaní­a que han sido rechazados, una y otra vez, de manera unilateral, por un gobierno centralista e inmovilista cuyos viejos argumentos (Unidad nacional, establishment y status quo) niegan la consideración de sujeto polí­tico a una nación sin Estado que aspira a encontrar un nuevo camino para construir su futuro. En este camino, los últimos episodios con el intento de convocar una consulta fracasaron con el partidario apoyo de los poderes mediáticos, judiciales y del aparato del Estado, soportado en una intensa campaña orquestada desde la suficiente presión a directivos y ejecutivos de empresas reguladas y afines. Impedida una consulta, el gobierno de la Generalitat y las fuerzas polí­ticas y sociales mayoritarias en Catalunya apoyaron unas elecciones «autonómicas especiales», en el único marco legal que dejaba en sus manos una consulta indirecta y representativa. La anunciaron como plebiscitaria si bien se configuraba como una elección de representantes, indirectos, al Parlamento. Así­, las reglas del juego eran claras: la gente votarí­a escaños por circunscripción y los electos conformarí­an la mayorí­a requerida para gobernar. Bajo este esquema, una coalición  (Junts pel sí­) optó por pedir el voto para constituir un gobierno con una agenda especial y tasada para declarar la independencia, dotarse de estructuras de Estado y negociar las condiciones, tiempos y modos de la «desconexión» del actual Estado español, con su legí­tima aspiración de permanecer en la Unión Europea como lo han venido haciendo desde 1.986. Una ruta definida, un tiempo prefijado y un proceso para la creación de un espacio nacional diferenciado.

Por otra parte, los partidarios del NO, se empeñaron en negar el carácter «legal de un plebiscito» y recordaron que se trataba, tan solo, de unas elecciones autonómicas ordinarias y convirtiendo su campaña en una «primera vuelta» de las próximas generales españolas, rechazando cualquier opción al modelo preexistente.

El 27-S, Junts pel sí­ ganó las elecciones con absoluta rotundidad: en número de votos (sus 1.621.000 superaron la suma de los tres pro-españolistas claros: C´s, PSC y PP), ganaron con claridad en las cuatro circunscripciones electorales y en todas las comarcas catalanas así­ como en 910 de los 940 municipios, obteniendo el respaldo necesario para gobernar y liderar un proceso parlamentario de mayorí­as (aún pendiente tanto de la decisión final de la CUP, como de los representantes individuales de un Catalunya sí­ que es pot que ni es Podemos, ni IU, ni algo uniforme y homogéneo aún por descifrar en el voto concreto en el Parlamento) y que claramente -pese a los intentos mediáticos- no es sumable con los votos del NO o la abstención o los votos nulos o aquellos que se quedaron en el camino sin representación parlamentaria. Junts pel sí­ ha ganado la legitimidad para llevar adelante su compromiso electoral. En definitiva, quienes expusieron una ruta clara hacia la independencia y soberaní­a de Catalunya en un nuevo modelo, han ganado las elecciones y formarán el tipo de gobierno que ofrecieron.

Sin embargo, otros han visto otra cosa. Un partido «ganador» con 25 escaños de 135 se presenta como lí­der del cambio y pide la dimisión del President Mas; un partido perdedor (PSC) se proclama candidato a presidir un gobierno «transversal», el partido del gobierno español -minoritario, escasamente presente en Catalunya y con el peor resultado de los últimos 15 años-, se «alegra» del triunfo del NO y parecerí­a hacer suyos los votos de sus adversarios, y Podemos «culpa» a la escasa inteligencia del votante por no haberles entendido. Para ellos, el «demonio Mas» ha fracasado y deberí­a irse a casa (o a la cárcel), dando por terminada «la broma catalana». Adicionalmente, quienes quieren ver diferencias en la coalición del SI y la CUP, parecen obviar la confrontación radical entre los tres partidos del NO como si compartieran modelo, proyecto y vocación (suponiendo que los tuvieran más allá de la coyuntura electoral para llegar a la Moncloa).

A partir de aquí­, las mismas voces que no se han creí­do ni el trabajo, ni la desafección, ni las aspiraciones por un nuevo modo de relación y convivencia, vuelven a esgrimir la vuelta al «punto cero» para una negociación a partir de las próximas elecciones generales. Piden un «Punto Muerto« (en sintoní­a con el vergonzoso espectáculo mediático en torno al baloncesto español recientemente vivido con guinda en el Consejo de Ministros español) con miras a retomar el viejo Estatut que se encargaron de «cepillar». La Unidad de España, la estabilidad para el crecimiento y mantenimiento de mercados que destacados bancos, empresas y dirigentes decí­an imposible en caso de ganar la apuesta por la opción independentista, y el nacionalismo español (este tipo de nacionalismo sí­ les parece moderno y aceptable) bien valdrí­an un «Pacto de Estado» que hace unos años rechazaron.

¿Es posible afrontar la demanda soberana de Catalunya volviendo a ese punto de partida? ¿Catalunya se conforma con un nuevo modelo (o proceso) de financiación o con acoger la sede de un Senado obsoleto o de una mejorí­a en las desequilibradas balanzas fiscales como algunos sugieren? ¿Es hora de una promesa «federal» -cuyo alcance y contenido se desconoce- como oferta de un potencial y futurible nuevo inquilino en la Moncloa cuyo recorrido estatutario ya conocemos? En mi opinión NO. La «desconexión» sea o no formal ya está en marcha. La posible «Nueva España» está por reconstruirse y reconfigurarse repensando un Estado de las Autonomí­as que sus propios defensores de hoy (PP y PSOE, sobre todo) se han encargado de destrozar y desacreditar. Ni la parálisis tan propia del Presidente Rajoy, a la espera de que los acontecimientos terminen resolviendo lo que él es incapaz de solucionar o intentar, ni empeñarse en discursos falsos que pretenden negar la evidencia, ni discursos históricos apelando a esa España de cuyo seno han surgido ya más de 20 nuevos Estados independientes en los dos últimos siglos, ni las voluntades y aspiraciones de naciones como Catalunya (o Euskadi pese a la percepción contrapuesta y equivocada que algunos se empeñan en destacar como si la voluntad vasca se hubiera difuminado) se acabarán en un descafeinado acuerdo de continuidad.

Que estamos en un escenario complejo y exigente no lo cuestiona nadie; que resulta más cómodo y «estable» (según terminologí­a al uso cuando aparece el foco en el crecimiento y desarrollo económico de negocios) no intentar salir del «espacio de confort» que el status quo procura para un inmensa mayorí­a resulta evidente, pero que construir un nuevo futuro acorde con la voluntad de un pueblo comprometido con una nueva trayectoria es el camino elegido, también. No parece razonable que cuando la Sociedad en general, a lo largo del mundo, los diferentes gobiernos, dirigentes empresariales, polí­ticos y académicos se empeñan en transmitir al mundo la inevitabilidad de actitudes nuevas en favor de la innovación (tecnológica, social, empresarial, organizativa…) no sean capaces de trasladarla al ámbito de la gobernanza, de la estructura del Estado, de sus Administraciones Públicas. (Baste recordar el reclamo de una de las empresas referentes en el mundo del emprendimiento y la innovación en el mundo, Masschallenge, al presentar su visión: «Trabajamos para construir una sociedad inspirada y creativa en la que todos reconozcan su capacidad y voluntad de definir su futuro desde la fortaleza individual y colectiva de generar su impacto personal en el resultado deseado»). Esto es lo que han transmitido los votantes del SI en Catalunya: su voluntad en cambiar las cosas al servicio de un futuro diferente que, están convencidos, con su esfuerzo, será mejor que el actual. Así­ de sencillo.

El 27-S y el comportamiento normal, pací­fico y democrático de Catalunya ha dicho  claramente, que apoya la ruta hacia la soberaní­a que le fue propuesta ante las urnas. Más valdrí­a no equivocarse. No es un problema catalán o de Catalunya. Serí­a bueno  que España entendiera que tiene un asunto esencial por resolver, por su propio bien y oportunidad. La Nueva España sin Catalunya (y, antes que después, sin Euskadi, en caso de que así­ lo decida en su momento el pueblo vasco) ha de ser diferente a la actual y siempre será mejor diseñarla que no heredarla. La independencia de Catalunya es cuestión de tiempo. Convendrí­a trabajar en una desconexión acordada. No es un problema, sino una nueva estación alcanzable de forma activa y compartible.

Entre la humanidad y el desarrollo incluyente

(Artí­culo publicado el 20 de Septiembre)

La construcción de un futuro mejor se ve lastrada por la actitud y tendencia generalizada a proyectarlo sobre circunstancias coyunturales y el estado actual de las cosas, resistiéndonos a considerar la dinámica del cambio y las múltiples oportunidades que tanto la capacidad creativa e innovadora del ser humano, en Sociedad, es capaz de generar, así­ como de la fortaleza transformadora que la conversión de los desafí­os y «problemas» en oportunidades ofrece.

La sacudida de conciencias y desafí­os post-veraniegos que nos ha provocado la explosión de la población de refugiados en el seno europeo, nos obliga a salir de nuestra zona de confort y a ocuparnos de las soluciones exigibles para 60 millones de refugiados en el mundo, a la búsqueda de asilo, y a repasar la larga lista de paí­ses origen-destino que describen el mapa de horror que lo provoca. Tragedia que viene a sumarse a la ya generalizada desigualdad en que estamos inmersos, a la intensa, dolorosa e imparable migración económica y al reto inaplazable de la revisión en profundidad de muchos de los pilares en que se ha basado un determinado modelo de crecimiento y desarrollo.

En este contexto, más allá de los absolutamente imprescindibles acuerdos humanitarios (y obligaciones legales) que la Unión Europea parece que terminará asumiendo, finalmente, pese a su tardí­a reacción y a las divisiones internas (aún vivas en el momento de escribir este artí­culo), son muchas las necesidades y polí­ticas que las decisiones conllevan cara tanto a ofrecer una acogida real y plena, digna y sostenible, como a la deseada integración de los nuevos habitantes y ciudadanos europeos en todos y cada uno de los paí­ses destino a los que habrán sido asignados o a aquellos hacia los que libremente opten por trasladarse dentro del espacio común europeo. Proceso y desafí­o que trascienden del mundo del asilado, inmigrante o desplazado, para entrar, de lleno, en el ámbito de la inclusión (económica, cultural  y social).

Así­, la firme decisión de Alemania de comprometer la acogida a 800.000 nuevos habitantes-ciudadanos en su paí­s, sirve para múltiples análisis y valoraciones (de hoy y del mañana). Es el caso de Jennifer Blake, economista Jefe del World Economic Forum y miembro de su Comisión Ejecutiva y que ha co-dirigido el reciente informe sobre el «Crecimiento Inclusivo en el Mundo», fruto del compromiso conjunto de los diferentes Consejos Asesores en materia de Competitividad, Crecimiento y Nuevos modelos de desarrollo. Informe sobre la base del análisis pormenorizado de 140 Paí­ses-Economí­as diferentes, con especial énfasis en 36 paí­ses referentes, entre los que se incluye Alemania. Ella, tras felicitarse de la apuesta europea y de la «oportunidad» de romper con las polí­ticas escleróticas que se han venido aplicando, echa mano del análisis de los principales pilares y fuentes de la construcción de un modelo de crecimiento inclusivo que permita responder al desafí­o, mitigando los efectos de la desigualdad. Repasa los factores clave que el mencionado Informe plantea (más de 100 indicadores) y analiza las debilidades y desafí­os que habrá de superar una Alemania rica, tractora, lí­der en el entorno europeo y mundial pero con peligrosos lastres (nivel de ocupación y participación ocupacional -sobre todo de la mujer- en su economí­a y empleo, la escasa generación de nuevas empresas, la propia integración identitaria, logí­stica nacional a la que habrán de adecuarse los nuevos ciudadanos, el espacio de progresividad fiscal aún disponible, …). Destaca, también, las nuevas fortalezas que ofrecerán al Paí­s: el bono demográfico, educación y empleabilidad, juventud versus envejecimiento galopante en una cambiante nueva pirámide, empleabilidad, y, en definitiva, la necesidad-oportunidad de repensar una nueva estrategia de futuro (para Alemania, para Europa y para los paí­ses origen de los nuevo pobladores). Las directrices propuestas, ofrecen un marco de trabajo que pretende facilitar a los paí­ses (y a todos y cada uno de sus agentes institucionales, económicos y sociales) el diseño de estrategias y polí­ticas que potencien un amplio espectro de medidas, polí­ticas, incentivos y mecanismos que favorezcan la inclusión social en el diseño de las polí­ticas de crecimiento económico. De esta manera, un primer esfuerzo se ha realizado proponiendo, huyendo de recetas, elementos por considerar y experiencias parciales de éxito que sirvan de reflexión y guí­a. Iniciativas de todo tipo que aconsejarí­an a los gobiernos una revisión crí­tica de sus polí­ticas y, sobre todo, de la óptica y perspectiva desde la que se aproximan al «problema», utilizando preguntas correctas alineadas con el verdadero objetivo: ¿Es posible diseñar un nuevo modelo de crecimiento y desarrollo incluyente? Así­, la siempre aplazada verdadera reforma de los sistemas educativos y de formación para el empleo, la compensación e incentivación de la empleabilidad y el desempleado, el emprendimiento real y sostenible con su consecuente creación de activos asociados a la estrategia Paí­s, la inversión en la economí­a en el marco de sistemas financieros incluyentes, las polí­ticas de rentas, las medidas eficientes anti corrupción, la reformulación del rol del sector público y la función pública con la reforma esencial del personal de confianza y la dualidad seguridad-permanencia en el empleo respecto de la iniciativa privada, la dotación de infraestructura y servicios básicos, las transferencias fiscales… Viejos compañeros de viaje analizados bajo otros prismas.

Se trata de una importante iniciativa (ni la única ni la última) que contribuya a repensar el futuro de otra manera. Como en otros muchos casos, a lo largo de la historia, un inesperado cambio en las prioridades y condiciones ante las cuales se ha de reaccionar puede convertirse en una potente herramienta innovadora. En el caso de Alemania, sin duda, el nuevo desafí­o no ha de verse como un incómodo problema con el que convivir o que «deba tolerarse», sino como una extraordinaria oportunidad para plantearse un futuro distinto, más allá de la prioritaria acción humanitaria.

Por supuesto, la primera (y, en algunos casos, única) razón para ejercer la acogida de una población desamparada es la propia atención humanitaria que conlleva. Hecho esto, no debemos olvidar, tampoco, la oportunidad de hacer de las necesidades reales nuestras fortalezas y modelos de futuro, sabiendo -además- que esto no ha concluido. Pocos retos mayores tenemos que la necesidad de extender la participación y beneficios sociales junto con los beneficios del crecimiento económico en favor de mitigar la desigualdad, favorecer la integración y ofrecer un proyecto de futuro pensado en las personas. Así­, con las diferentes conclusiones del ya citado Informe, podemos afirmar que todos los paí­ses, sea cual sea su situación actual, están en inmejorables condiciones de mejora en este terreno, que no es viable separar crecimiento y polí­ticas económicas de polí­ticas sociales e inclusión, que promover estrategias de prevención, protección y seguridad y bienestar social no solamente es compatible con las polí­ticas fiscales y de endeudamiento, sino que generan, a su vez, claros retornos positivos en la competitividad de los paí­ses y sus economí­as y que, en consecuencia, no son polí­ticas de lujo para paí­ses ricos, sino de clara y necesaria aplicación a lo largo del mundo.

 La «crisis de los refugiados» ha puesto a Europa (y a los europeos) ante un reto inaplazable. No es posible disimular mirando para otro lado. Más allá del drama de quienes lo padecen directamente, las Instituciones europeas han comprobado la fragilidad de su modelo de gobernanza incapaz de «implantar soluciones europeas de emergencia», ha comprobado que sus ritmos no responden a las demandas reales de la Sociedad, que sus acciones u omisiones en determinados conflictos existentes, por muy lejanos que parezcan, producen consecuencias directas en casa, que no hay posiciones inmutables ni polí­ticas únicas sino que los tiempos, los acontecimientos imprevistos, las decisiones personales y colectivas en un momento dado, generan decisiones diferentes que han de adecuarse, en cada circunstancia, a necesidades y demandas distintas. Y han podido comprobar que determinados modelos de crecimiento y escenarios  pre diseñados  saltan por los aires.

   El desafí­o no es fácil. No se trata de mostrar una cara amable y solidaria, voluntarista, sino de toda una maquinaria de acogida que, además, no se limita a lo mucho que tanto Europa como cada uno de sus Estados Miembro y sociedades concretas han o hemos de hacer, o la compleja y largo placista actuación exigible en los paí­ses origen de los afectados. No es cuestión de improvisar medidas urgentes (absolutamente imprescindibles), sino polí­ticas y acciones sostenibles. Todo un desafí­o que se abordará mucho mejor si se concibe como una necesidad y oportunidad de cambiar las cosas construyendo una sociedad menos desigual, bajo un nuevo modelo de crecimiento incluyente, generador de riqueza y bienestar compartido y compartible. Los paí­ses que lo vean en positivo y en términos de oportunidad (no de utilitarismo mercantil), lejos de un peligro o amenaza para su confort y futuro, acertarán y diseñarán un futuro mejor.

En definitiva, parece ser que Alemania así­ lo ha entendido. Una buen noticia.

«Hicimos posible la voluntad del pueblo»

(Artí­culo publicado el 6 de Septiembre)

La Unión Europea cuenta con 28 Estados Miembro, de los que nueve (Chequia, Eslovaquia, Estonia, Lituania, Letonia, Croacia, Eslovenia, Malta, Chipre) no formaban parte de la misma y no eran Estados Independientes con anterioridad a la creación de la Europa de los Fundadores en 1951, a partir de la CECA o de 1957 con la Comunidad Económica Europea, embriones de la actual UE. Además ni la Antigua República Democrática Alemana formaba parte de un Estado Miembro, ni otros disfrutaban de una soberaní­a «de toda la vida», como Finlandia, que accede a su Independencia en 1917. Otros, en el momento de la creación de este selecto club, eran satélites de la extinta URSS y algunos, como España y Portugal, tení­an vetado su ingreso por su carácter de dictaduras impuestas por las armas, contrarias a los Principios de Copenhague, criterios indispensables para formar parte de la hoy Unión Europea. Es decir, que el mapa de la «vieja Unión Europea», contrariamente a lo que se piensa, parecerí­a más bien un renovado espacio innovador y creativo que ha generado nuevos modelos de organización territorial, polí­tica, administrativa y económica, adaptándose a la voluntad democrática, cambiante, que las diferentes sociedades europeas han ido manifestando a lo largo del tiempo. Si además, recordamos que esta nuestra Unión Europea incluye diferentes categorí­as a la de los Estados Miembro como el caso de los «Territorios Especiales» como Gibraltar, Ceuta y Melilla, o «Territorios Exentos» como Dinamarca, Reino Unido, Irlanda, o «Territorios de Ultramar o ultra periféricos» (desde Guadalupe y Martinica hasta Canarias), sujetos a relaciones especiales en el tratado de Adhesión, por no citar otras figuras como el Espacio Económico Europeo que une a los 28 Estados Miembros a Noruega, Liechtenstein e Islandia -quien por cierto ha rechazado el proceso de integración hace tan solo unas semanas- bajo acuerdos especiales como «estados Relacionados», o «los Protectorados y Potenciales Miembro» como Bosnia-Herzegovina y Kosovo, podremos comprender que la Unión Europea no es un modelo fijo de manual sino más bien un modelo abierto que se adapta a la realidad social, democrática y económica a lo largo del tiempo. Mención aparte, dada su excepcionalidad, es Chipre, cuya división territorial y poblacional, compartidas con la República Norte de Turquí­a y dos enclaves de un Paí­s tercero, configuran todo un esquema heterogéneo de adhesión y permanencia con plenos derechos.

Estas ideas cobran especial relevancia cuando, a nuestro alrededor, escuchamos manifestaciones «solemnes y rotundas» que pretenden convencer de la inviabilidad de cualquier alternativa democrática a construir un modelo propio e «independiente o secesionista» en el seno de la Europa actual. A juzgar por las grandilocuentes declaraciones de algunos personajes, cualquier demanda expresada por Catalunya o Euskadi, Escocia o Flandes, parecerí­a condenada a su exclusión de un espacio europeo en construcción permanente. Es decir, en todos los casos, la norma se ha adaptado a la realidad democrática y voluntad de los europeos y no ésta al determinismo europeo.

Sin embargo, la realidad es otra. A cualquier observador medianamente interesado en lo que sucede a su alrededor llama la atención el rápido proceso por el que muchos de estos Estados ya mencionados, han accedido a su nuevo estatus polí­tico, proclamando su independencia y, en tiempo récord, han pasado a integrarse en la Unión Europea como miembros de pleno derecho, bajo fórmulas diferenciadas. Un buen ejemplo que nos puede ayudar en este relato es el de la República de Estonia y, con ella, el caso Báltico que tras la llamada «Revolución cantada» permitió la declaración unilateral de Independencia de Lituania, Letonia y la propia Estonia celebrando, en estos dí­as, su feliz aniversario de una todaví­a reciente nueva Declaración de Independencia. Independencias y soberaní­as respecto de la todo poderosa Unión Soviética, accediendo no solamente a un nuevo régimen democrático, sino a terminar con largos perí­odos de ocupación, con el nada baladí­ hecho de la composición de su población con elevados porcentajes de rusos.

En un breve trabajo de Rein Jí¤rlik, impulsado desde el Club de Agosto 20 (Grupo de análisis y diseño de polí­ticas en el proceso de restauración de un estado soberano en Estonia), resumen recopilatorio de dos de sus publicaciones previas («Agosto 20 de 1991″ y «Con el derecho a la libertad»), documento influyente en la Declaración de Independencia de Estonia y publicado por el Parlamento de la República, «We carried out the People’s will» («Hemos hecho posible la voluntad del pueblo»), encontramos una simplificada Hoja de Ruta que describe los más de 600 acuerdos del Parlamento  estonio, en dos años, para dotarse de «las estructuras de Estado y declaraciones y compromisos polí­ticos» que les llevaron a la Independencia con el voto final de 69 de los 105 parlamentarios y el apoyo masivo popular cuyo respaldo en referéndum, a posteriori, fijó el estado actual de las cosas. Una hoja de ruta, diferente para cada caso, como no puede ser de otra manera, pero que comparte un buen número de elementos comunes: un malestar con el estado de las cosas y la necesidad de buscar nuevos caminos; un compromiso impecablemente democrático ante una oposición unilateral y permanente del Estado «central» dominante con todo un largo proceso de recursos, sentencias, anulaciones, sanciones, de todo tipo, con todo el aparato del Estado (incluidos sus servicios exteriores, militares, judiciales y de inteligencia), volcado en el NO a un camino distinto, con el apoyo masivo de la población no independentista; una intensa y agresiva actitud de los poderes económicos y mediáticos dominantes a favor del mantenimiento de las cosas y advertencias y recurso al miedo ante el nuevo «horizonte desconocido», y una Comunidad Internacional expectante a la espera de resultados finales sobre los que posicionarse. Una serie de elementos percibibles en todos los casos sobre la base de poblaciones hartas de una dominación real o sentida, una identidad y orgullo de pueblo y, sobre todo, un sueño de futuro. Como resulta evidente, el proceso no se inicia, de golpe, el 20 de agosto de 1991 con la resolución parlamentaria declarando la independencia, sino que es consecuencia de una sucesión de hechos que, historia aparte, se desencadena, de forma más o menos silenciosa, a partir de la Declaración de soberaní­a o autodeterminación de 1988. Proceso en el que el Parlamento juega un rol esencial junto con los partidos polí­ticos pro independencia, y la sociedad civil, más o menos movilizada desde iniciativas como la del Club 20 de Agosto que impulsa documentos, movimientos, acciones facilitadoras de un espacio y clima de cambio radical en la polí­tica previa hacia una nueva República. Es de destacar que, como en otros casos, es desde las propias entrañas de las Instituciones preexistentes (en este caso el Soviet Supremo de Estonia) desde el que se inicia una transformación y transición democrática. Intensas conversaciones y negociaciones con un Gorbachov y su Perestroika que no da lugar a un acuerdo satisfactorio pero que, paradójicamente,  su derrocamiento (interno) en la URSS, lleva a los parlamentarios de Estonia a entender que el estatus quo no da más de sí­ y que si quieren construir un futuro diferente, han de romper las estructuras dominantes. Como en los casos paralelos (o convergentes) en las otras dos Repúblicas Bálticas (Lituania y Letonia), la sociedad sale a la calle, apoya el movimiento de forma mayoritaria y logra «convencer» a los militares de la inevitabilidad del cambio, evitando la masacre esperable en función de actitudes del pasado. Horas más tarde, Islandia inicia el goteo de reconocimientos y apoyos desde la Comunidad Internacional. Destaca, en esta misma lí­nea, la placa que en la vecina Vilnius (Lituania), recoge el mensaje del entonces presidente de los Estados Unidos de América, George Bush: «Advierto al mundo que los enemigos de Lituania lo serán de los Estados Unidos de América». A partir de allí­, años de reformas, ingreso en la Unión Europea, adopción del Euro y un nuevo camino hacia un futuro deseado.

Una vez más, estamos obligados a insistir en que no existen dos casos iguales. Sin embargo, este tipo de referencias nos sirven para entender que el mapa geopolí­tico es cambiante, que las naciones tienen derecho a organizarse en diferentes modelos de Estado y que es y debe ser, la voluntad de los pueblos, la que defina el modelo y sistema a seguir, recomponiendo, desde su libre decisión, las relaciones con terceros. Más allá de la historia que tiene un enorme peso en el resultado final, tanto la identidad y diferenciación de las Comunidades, es su voluntad de apropiarse de su propio futuro y de dotarse de las estructuras e instrumentos de Estado y gobernanza, lo que hace posible (e inevitable) el nuevo rumbo de cada uno.

En estos dí­as, mucho más cerca de nosotros, asistiremos a una nueva conmemoración de la Diada en Catalunya y, algo más tarde, el dí­a 27 de Septiembre, a unas elecciones cuyos convocantes subtitulan como «plebiscitarias» ante el impedimento de una convocatoria de referéndum oficial. Catalunya, como Estonia, no improvisa un proceso. Son años trabajando en una determinada dirección, intentando superar las dificultades continuas a las que se enfrenta. Ya sus programas electorales de los últimos años anunciaban su «apuesta por dotarse de estructuras de Estado», su voluntad de encontrar un camino propio dentro de una nueva Europa, de avanzar en un acuerdo y diálogo democrático que les permita decidir su destino, ni contra nadie ni aislados del mundo contemporáneo. En esta lí­nea, los próximos pasos serán decisivos en los ritmos y plazos para ese nuevo espacio. Y, sin duda, hoy o mañana, los polí­ticos y responsables Institucionales terminarán afirmando que «han posibilitado el logro de la voluntad de su pueblo».

Lejos de debates mediáticos sobre si una hipotética orientación del derecho a decidir deje a varios millones de catalanes europeos fuera de Europa, si han de permanecer en el limbo a la espera de una nueva solicitud de ingreso en la Unión y si habrán o no de salir de la eurozona de la noche a la mañana, convendrí­a poner el acento en el desarrollo democrático del proceso, en la manifestación y ejercicio de una voluntad de futuro y, en su momento, en los procesos negociados de generación de los nuevos Estados resultantes ex novo. La historia y el comportamiento de la propia Unión y sus Miembros nos dan muchas pistas sobre las múltiples maneras de construir el o los nuevos espacios europeos. Un proceso imparable. Serán, en cada momento, los diferentes pueblos quienes manifiestan su voluntad democrática y elijan sus modelos de organización y gobernanza.

Nación emprendedora…

(Artí­culo publicado el 23 de Agosto)

Los últimos tiempos parecerí­an dominados por un mensaje oficial y colectivo en favor del emprendimiento como panacea, garante de la auto empleabilidad en una economí­a cambiante con escasa oferta de empleo estable en organizaciones tradicionales ya constituidas y en funcionamiento, como especial y prioritaria herramienta de generación de riqueza, base casi exclusiva del crecimiento económico y fuente de la capacidad innovadora y creativa de las personas, las empresas y los paí­ses. Bajo este nuevo mensaje y reclamo generalizado, resulta prácticamente imposible encontrar un gobierno, del nivel que sea, que no incluya entre sus programas públicos de apoyo y en  sus discursos programáticos, sus polí­ticas y sus estrategias, el emprendimiento. Así­, proliferan todo tipo de iniciativas, nuevos instrumentos, reconducción de los viejos programas y agencias públicas de promoción presentando lo que para muchos es todo un nuevo  paradigma. Las más de las veces, sin embrago, se trata de las mismas personas y agentes del pasado quienes se ven «reconvertidos» a base de boletí­n, mercadotecnia y presupuestos, pasando a ser los verdaderos emprendedores o facilitadores del desarrollo empresarial como si la tarea de crear empresas, dirigirlas y hacerlas crecer y perdurar en el tiempo, bajo criterios de rentabilidad sostenible, fuera fruto tan solo del deseo y de la voluntad inicial  de generar tu propio espacio de trabajo. Propuestas voluntaristas más como contrapartida a un desempleo galopante que a una verdadera intención y potencial evidente de desarrollo empresarial o emprendedor. Desgraciadamente, esta buena voluntad viene acompañada de muy pocas evidencias de un verdadero esfuerzo, emprendedor en sí­ mismo, hacia la esencia de la capacidad generadora de empresas e iniciativas creadoras de riqueza de forma sostenible. Pero en definitiva, todo Paí­s, toda nación, todo espacio socio-económico y sus respectivos gobiernos aspiran a convertirse en un nuevo «espacio-nación-estado de emprendimiento».

 Sin embargo, uno de los graves (y erróneos) mensajes de esta nueva  magia del emprendimiento es el transmitir que parecerí­a estar al alcance de cualquiera, realizable con una mí­nima subvención en la fase preliminar de prospección, diagnóstico y lanzamiento. Mensajes y medidas acompañados de suntuosos locales de elevado coste y alto standing con una serie de servicios mí­nimos de ofimática, internet y espacios de reunión, poniendo el acento en lo fí­sico y accidental o instrumental  más que en la esencia de una buena idea y modelo de negocio y en los recursos y capacidades necesarios para hacerlo posible. Se deposita la esperanza en la inspiración individual -en especial de jóvenes sin experiencia profesional y de empresa, a quienes se dirigen la mayorí­a de las invitaciones- bajo una especie de falacia generalizada: el tránsito de una buena idea a su resultado empresarial de éxito, es individual, rápido y sencillo. Adicionalmente, la literatura al uso está llena de relatos simplistas de las experiencias de éxito: Silicon Valley, ISRAEL: Nación emprendedora, START UP NATIONS… ofreciendo esquemas copiables de éxito, agrupando una decena de iniciativas financiadas por el sector público en un espacio común (también público) y una desmedida publicidad obviando el gran esfuerzo realizado, prescindiendo de su correcta evaluación y medición objetiva (recursos, resultados, sostenibilidad, coste- eficiencia). Se pretende, en definitiva, recorrer el atajo de las recetas copiables lejos del complejo y largo proceso de aprendizaje, repensando los modelos presentes para reformular nuevas necesidades fuente de nuevos modelos de negocio, las más de las veces desde múltiples orí­genes desconocidos con la intervención de múltiples factores y agentes.

 Este tipo de iniciativas, «instrumentales y operativas», proliferan en un disperso «mercado de ofertas competidoras» a las que se suman todo tipo de programas académicos desde las diferentes escuelas de negocio, apoyadas en redes de business angels colaborando en la financiación de un determinado tipo de capital semilla o riesgo, de toda clase. Sin duda, un buen número de estas iniciativas merecen todo respeto, admiración y consideración si bien son las menos dentro del conjunto observable. Por si no fuera suficiente, esos mismos gobiernos que ponen un gran acento en su apuesta emprendedora, son, a la vez, seguidores de las fatí­dicas polí­ticas de austeridad impuestas a lo largo de esta larga crisis, profundizando en elevados niveles de desempleo, en la atoní­a del desarrollo y crecimiento, en la reducción del comercio, en la limitada financiación real de proyectos empresariales (largo placistas y de riesgo, por definición) y de una limitadí­sima intervención creativa del sector público en su inapreciable trabajo de facilitar y promover proyectos estratégicos, apoyar la pre-financiación y promoción empresarial en sus fases precompetitivas antes de llegar al mercado, en su propia labor empresarial pública, en acelerar la dotación de infraestructura , en invertir en verdadera innovación y no en marketing sobre la innovación, en la investigación, en la educación y formación, en la propia reforma creativa de sus administraciones públicas, en su responsabilidad de actuación anti cí­clica en favor de su economí­a real. Todo un prodigio de la incoherencia que no hace sino fortalecer el pensamiento dominante. Los gobiernos parecerí­an prisioneros del lenguaje de la calle y mediático que los asocia con las malas prácticas y las barreras para el buen funcionamiento de los mercados a quienes se atribuye la exclusividad de la «creativa, eficiente e imaginativa solución ordenada y justa de nuestras necesidades» desde la empresa privada en exclusiva.

Estas reflexiones iniciales vienen a cuento en una semana en que asistimos a una nueva revisión a la baja de las expectativas de crecimiento para Europa. Sombras adicionales que refuerzan la incertidumbre de las anunciadas luces a la salida del túnel, o con la superación de la crisis, o la fortaleza de los primeros pasos en la creación de empleo. EUROPA vuelve a demostrar que sus recetas de austeridad, control del déficit, manuales de polí­ticas de saneamiento financiero y su  mal entendida competitividad asociable a devaluaciones internas y reducción permanente de empleo y costes laborales, no nos llevan a un mejor escenario. Por contra, observamos que los gobiernos y paí­ses que, en verdad, han hecho esfuerzos significativos por incrementar sus presupuestos públicos, que han redoblado sus compromisos con la inversión pública y actuado de forma «intervencionista» en su economí­a real, desoyendo las poderosas voces del mercado y el Laiser faire, han salido adelante, marcando la diferencia, evitando las sangrí­as del desempleo, acompasando la coyuntura de sus  empresas e industrias en su preparación para una mejor adecuación al «mercado», transitando hacia nuevos escenarios conforme a los tiempos que la economí­a global, el consumo y la demanda, tiren de ese mercado que hoy lastra su desarrollo.

Este escenario -ya demasiado reiterado- coincide con la petición que me hací­a en dí­as pasado el editor de una revista sobre emprendimiento cara a resaltar algunos hechos diferenciales de Silicon Valley, que me ha llevado a repasar mis notas de una de mis primeras visitas (ya en los lejanos años 80) a este mí­tico valle  y mis reuniones con el Profesor William F. Miller, considerado el «Ministro de Relaciones Exteriores de Silicon Valley» desde su atalaya privilegiada de la Universidad de Stanford y su papel decisivo en los primeros proyectos emprendedores en la zona. El Profesor se preparaba en aquellos dí­as para encabezar un viaje oficial a Irlanda, a petición, de la Casa Blanca, con lí­deres empresariales y académicos, al objeto de «explorar oportunidades emprendedoras que pudieran fortalecer su economí­a y facilitar el desarrollo de este Paí­s dentro de la estrategia de cooperación de USA». Obviamente, ni los empresarios norteamericanos ni la propia Universidad habí­an llegado a la conclusión de que Irlanda era su apuesta más competitiva del momento, sino que lo hací­an impulsados por un gobierno dispuesto a realizar una estrategia determinada, de la mano del desarrollo económico. Esta colaboración público-privada, seguidista  del Gobierno, no era una novedad en Silicon Valley. Este gran espacio meca del emprendimiento, surgió como parte de un hábitat provocado y no consecuencia de la decisión de «un par de genios que se aburrí­an en clase y decidieron dejar la Universidad de Stanford para crear una empresa», como la leyenda y novela nos hacen creer. Por el contrario, las potentes inversiones del Gobierno -y en especial de su Industria y departamento de Defensa- favorecieron el desarrollo de la futura internet, la  aparición de múltiples aplicaciones que años más tarde llegarí­an al mercado, la formación de extraordinarios profesionales, el soporte de las infraestructuras necesarias y la Clusterización real -no de un mero espacio fí­sico- en el entorno de San José-San Francisco-Palo ALTO. De esta forma, la colaboración público- privada, los contratos programa de largo alcance, las inversiones de riesgo…. y la capacidad y voluntad emprendedora en un universo ciencia-tecnologí­a-empresa, así­ como el acceso a la financiación y al venture capital especializado en todas las fases del desarrollo empresarial,  permitirí­an el potente y especial desarrollo de Silicon Valley. Espacio que encontró la fuerza empresarial, de emprendedores reales, comprometidos con su idea de empresa, y que se ha ido reproduciendo a lo largo tanto de los Estados Unidos como del mundo.

Así­, entendiendo muy bien lo que es un modelo completo de emprendimiento, algunos paí­ses se han convertido en verdaderos espacios emprendedores o «Start UP Nations», y lo han conseguido, nunca por casualidad…

En esta lí­nea, esta misma semana, la profesora de la Universidad de Sussex, Mariana Mazzucato, de gran prestigio en el mundo de la innovación y el emprendimiento, en cuyo libro «El Estado del Emprendedor» reivindica el rol de los gobiernos y el Estado Emprendedor, entrevistada por el Financial Times, destaca  que es un buen momento para abandonar determinados discursos oficiales empeñados en exigir la pasividad pública en favor de iniciativas estrictamente privadas y de mercado, así­ como el mantra de que la empresa, solamente privada, «es la única fuente de emprendimiento, empleo y riqueza y que los gobiernos han de limitarse a no estorbar y a propiciar «jaulas confortables» para la iniciativa privada». Por el contrario, insiste, los gobiernos tienen el enorme rol responsable de provocar nuevas empresas, de asumir riesgos, de pensar y actuar en el largo plazo y no limitarse a jugar el papel «del estudiante obediente» que cumpla con los manuales que el pensamiento dominante exige, de modo que le resulte simple su cumplimiento y medición aunque la tozuda realidad le imponga escenarios no deseables como el que vivimos en Europa confiando en que el azar, algún dí­a, provoque un cambio y nos permita certificar un desempleo  de «tan solo» 15 a 20%, insistiendo en exigentes planes de rescate, irrealizables, a Grecia, por ejemplo. Es, sin duda, momento de repensar el futuro y evitar repetir un pasado cuyos resultados no parecen satisfactorios.

 Observaciones que nos llevan a recordar que si bien es verdad que el emprendimiento es una apuesta imprescindible en toda estrategia Paí­s, no es cuestión de confiar en el azar, la genialidad o los milagros (necesitarí­amos cientos de miles o millones de milagros, solamente para inventar nuevas ideas y empleos para superar el desempleo existente, como dirí­a el profesor Peter Thiel, en sus lecciones para emprender, desde su cátedra del MIT en Boston-El mismo, en su libro «De Cero a Uno», fruto de sus clases, múltiples iniciativas emprendedoras de éxito, nos recuerda el rol diferenciador de la tecnologí­a -no solamente las TIC’s- y la necesidad de dotarse de instrumentos colaborativos entre diferentes -alianzas coopetitivas- con proyección de largo plazo.

 En consecuencia, SI a la apuesta por el Emprendizaje, pero adecuando la realidad a sus verdaderas necesidades, posibilidades y protagonistas. En esta lí­nea, sin duda, nos apuntamos, también, a proclamar, EUSKADI NACIí“N EMPRENDEDORA. Pero como hemos señalado, requiere mucho más que el mensaje mercadotécnico al uso, exige mucho más que el tan necesario esfuerzo en poner en valor la empresa y su contribución al desarrollo y bienestar, con especial acento en el empresario, a la vez que se teja una estrategia completa y coherente. Estrategia, en todo caso, provocada y única. Silicon Valley no es un espacio fí­sico irrepetible de la misma manera que el hábitat emprendedor no es una infraestructura o un mensaje sin más. Un Paí­s emprendedor es mucho más que unas pocas empresas o emprendedores de éxito, ganadoras, con domicilio social o fiscal en el territorio en cuestión. Hoy, en Euskadi, tenemos una sólida base sobre la que construir dicha nación emprendedora que habrá de traducirse en empleo, bienestar y desarrollo y progreso social. Construyamos nuestra EUSKADI EMPRENDEDORA.