Brecha y desigualdad, desafí­o 2016

(Artí­culo publicado el 10 de Enero)

Tras un generoso Olentzero, la ilusión en mantener una cierta tradición familiar celebrando los Reyes Magos con un cada vez más simbólico reparto de regalos, los «magos de Oriente» hicieron presencia en casa acompañados de un reparto de libros para todos y cada uno de los miembros de la familia. La lectura «sugerida» ha formado siempre una parte imprescindible de nuestra vida.

Así­, los comentarios de sobremesa con la apertura de libros permitieron un rápido recorrido desde la poesí­a de Neruda, el periodismo valiente de Oriana Fallaci, la novela de Kate Morton, los éxitos de la nobel de literatura Svetlana y la economí­a social. Piketty, Stiglitz, Ostry, Allen, nos acompañaron y, para sorpresa de algunos, acapararon el interés y debate de hijos y sobrinos, poniendo el acento en la desigualdad, la brecha social y la inclusión social.

Debo reconocer que, siendo un tema de mi máxima preocupación (y sobre el que los lectores de esta columna de opinión han tenido que soportar múltiples artí­culos), cada vez que pienso escribir sobre él, me pregunto si no soy demasiado insistente o repetitivo. Si bien, el interés observado el miércoles pasado y el repaso a las preocupaciones y propuestas de año nuevo, me llevan a volver sobre él.

Más allá de profundos estudios y análisis, basta recordar tres indicadores clave para situar la magnitud del asunto en cuestión:

1. Un reciente informe de Credit Swisse sobre la «Riqueza Global en 2015″ destaca el contraste entre la población mundial y la riqueza acumulada en su reparto según diferentes segmentos de población: el 71% de la población con una riqueza inferior a 10.000$ supone el 3% de la riqueza; el 35,1% de la misma en manos del 7,7% de la población con una cantidad entre 100.000 y 1 MM de $; y el 45% de la riqueza mundial se concentra a el 0,7% que tiene más de 1 MM de $.

2. ¿A dónde va el dinero (en USA) si los sueldos medios se han mantenido, en todos los niveles educativos y profesionales medios, en proporciones similares en los últimos 20 años? Los Presidentes Ejecutivos y Consejeros Delegados de las 500 grandes Corporaciones estadounidenses tienen una retribución equivalente a 275 veces el salario medio de sus trabajadores.

3. La riqueza acumulada y la desigualdad no son solo uno de los mayores problemas sociales, económicos y de valores existentes, sino que constituyen el centro de un debate esencial: si el capitalismo es esencialmente desigual y ésta se considera esencia inherente al sistema, un nuevo sistema es necesario. Las corrientes a debate entre polí­ticas redistributivas y de transferencia versus polí­ticas de provisión de servicios públicos para facilitar el crecimiento y la igualdad NO pueden estar confrontadas. Ambas deben conformar la base indivisible de cualquier polí­tica económica.

Estas relevantes observaciones vienen a cuento cuando en estos dí­as, como consecuencia natural de un cambio de año, se prodigan encuestas y pronósticos en relación con lo esperable en el año que empezamos. Así­, no deja de llamarme la atención, una vez más, el empeño del discurso mediático y empresarial de un supuesto desapego por el ejercicio de la polí­tica y el mensaje de irrelevancia e indiferencia con el que se pretende hablar de los gobiernos y la contradictoria evidencia en las respuestas de los ejecutivos y empresarios que se refieren casi en exclusiva a lo que deberí­an hacer los gobiernos, y muy pocas veces a transmitir lo que ellos mismos y sus empresas han de llevar a cabo. En este sentido, un diario económico de máxima circulación en España presentaba su macroencuesta a 100 lí­deres empresariales al objeto de conocer su opinión sobre la «consolidación de la recuperación y la creación de empleo» (el mismo dí­a que conocí­amos las cifras oficiales del desempleo por encima de los 4 Millones de personas, unidos a la constatación de un mí­nimo crecimiento de la productividad en el entorno al 0,5% en las últimas décadas y las previsiones de una elevada mutación en la empleabilidad de la industria y servicios de hoy ante la ya presente Industria 4.0); y las previsiones y acciones de futuro. Con honrosas y escasas excepciones, las respuestas se dirigí­an al gobierno (español): que garantice estabilidad, que reforme el mercado de trabajo y que facilite el acceso a una financiación barata y que liberalice mercados (en realidad, casi todos se referí­an a un Mercado y su famosa unidad -el español-, cuando curiosamente aquellas empresas globales son las más representativas de la internacionalización y globalización en curso, y cuyos mercados exteriores representan la mayorí­a de su actividad).

A la vez, en otro tipo de encuestas de mayor contenido y alcance, en su serie habitual y de prestigio en el mundo empresarial, Mckinsey publicaba las preocupaciones de 800 ejecutivos globales: la inestabilidad geo-polí­tica a lo largo del mundo (rebrote de altos puestos de conflicto, terrorismo internacional, comercio ilí­cito) y la compleja e inevitable innovación transformadora de sus productos-servicios adecuados a una nueva economí­a diferenciada, mercado a mercado.

Esta aproximación, señalando el enorme trabajo que le corresponde emprender  al mundo empresarial, nos permite entender un poco mejor la necesidad del esfuerzo, compromiso y desafí­o de todos.

Desafí­os que quedarí­an cojos de no contemplar las Sociedades y las Personas como esencia de los sistemas en que empresas y gobiernos operan. Es en este marco en el que cobran extraordinario interés dos trabajos que llegan a nuestras manos en estos dí­as, poniendo el acento, una vez más, en la Desigualdad. En primer lugar, la revista Foreign Affairs en su número Enero-Febrero, dedica una intensa serie de artí­culos al respecto, analizando sus causas, el por qué hemos de ocuparnos de ella y qué es lo que se puede hacer. Huyendo del debate sobre determinados elementos teóricos, cifras, algoritmos, etc. sobre estadí­sticas concretas y polémicas academicistas, aborda los puntos esenciales de una realidad creciente que, de una u otra manera, reclama nuevos modelos de crecimiento y desarrollo económico que apliquen de manera conjunta las diferentes polí­ticas de transferencia, redistribución y provisión de bienes y servicios públicos de calidad y con acceso real (tanto a los servicios como a la igualdad de oportunidades) y las polí­ticas de incentivo, apoyo y acompañamiento a las necesidades sociales. En el camino, gobernanza, renta básica, educación, salud y justicia, equidad, solidaridad y democratización de la polí­tica económica. En el segundo documento publicado y mencionado, el Foro Económico Mundial ha hecho públicas las conclusiones del trabajo realizado a lo largo de este último año en el seno de su «Meta Iniciativa» para el crecimiento inclusivo. El Informe ha tratado de llamar la atención sobre el rol e impacto de una larga serie de lí­neas de actuación e iniciativas que «están transformando el mundo», tratando de facilitar una nueva manera de afrontar un reto inevitable: generar riqueza de forma inclusiva distribuyéndola a lo largo del mundo. Así­, aborda el creciente movimiento del emprendimiento social, de la «profesionalización empresarial» en las comunidades religiosas y de iniciativa social en su trabajo solidario, las iniciativas empresariales en su transformación de modelos de negocio en torno a conceptos de valor compartido empresa-sociedad, en ejemplos de polí­ticas públicas de gran impacto en los menos favorecidos y garantes de cohesión social y pilar, también, de competitividad (como el caso de la Renta Básica implantada en Euskadi a mediados de los 80 o la Bolsa familia en Brasil, por citar dos ejemplos reales de éxito). Hoy en dí­a, el debate generalizado en el mundo de la economí­a pasa por la dotación de una renta «universal» que posibilite el desarrollo personal, mitigue las desigualdades y aporte la dignidad y autoestima necesarias, además de contribuir de manera directa a la cohesión social y a fortalecer, también, una base competitiva.

En definitiva, en este momento en que iniciamos un nuevo año rodeados de pronósticos, predicciones y buenas intenciones (personales), huyendo del catastrofismo de las predicciones mayas («Los lí­deres blancos guiarán al mundo a la oscuridad»), en el cien aniversario de la publicación de la Teorí­a de la Relatividad (Albert Einstein), alegrémonos de que la economí­a al servicio de la sociedad y de las personas no solo nos preocupe y ocupe, sino que la necesidad de comprometernos para construir un crecimiento inclusivo mitigador de la desigualdad, se convierta en una prioridad y llene las agendas de todos (de los gobiernos, de las empresas y de los ciudadanos). Pese a las dificultades y decepciones, la democracia tiene la suficiente y necesaria vitalidad para apostar por nuevas polí­ticas públicas que venzan las tendencias e incapacidad del mercado para resolver las demandas sociales. El nuevo año que comenzamos es una esperanza para revisar nuestra generación y distribución de riqueza.