Un verano presupuestario

(Artí­culo publicado el 9 de Agosto)

La poco usual costumbre de presentar unos presupuestos generales del Estado en pleno Agosto vacacional provoca un buen número de opiniones encontradas.

Si bien es verdad que una de las primeras obligaciones de un gobierno es la de formular un presupuesto de modo que la Asamblea o Parlamento correspondiente lo apruebe o revoque de modo que en el primero de los casos, garantice el funcionamiento ordinario de su Administración para el ejercicio objeto del mismo o, en el segundo caso, constatado el rechazo de la Cámara, propiciar la alternancia del gobierno parecerí­a poco razonable la decisión del gobierno Rajoy, presentando un presupuesto para el ejercicio 2016, con un gobierno agotado, de veraneo y a las puertas de unas próximas elecciones no más allá de octubre-noviembre. Resulta evidente que el presupuesto en cuestión no tiene mucho recorrido práctico ni siquiera en el caso de que el Partido Popular ganara las elecciones del próximo otoño. La expectativa electoral apunta a nuevos juegos de mayorí­as que obligarán a pactos bi o multi partido que, obviamente, exigirí­an acuerdos de modificación presupuestaria. Además, si creemos en la honestidad de los portavoces de la oposición que se han apresurado a descalificar el hecho de presentarlos (el PSOE incluso los califica como «Fraude Constitucional») y anuncian su derogación tras las elecciones, cabrí­a esperar que, desde hoy mismo, quienes aspiran a gobernar en un próximo periodo se den a la tarea de elaborar unos nuevos presupuestos alternativos, así­ como la baterí­a legislativa que habrí­a de acompañarlos (seguramente empezando por un Decreto-Ley a los que tanto nos ha acostumbrado el gobierno del PP) de modo que una vez constituido un nuevo gobierno, los «nuevos presupuestos» pudieran aplicarse evitando la pérdida de tiempo, de energí­a, incertidumbre y parón en el funcionamiento de las diferentes administraciones públicas (y agentes privados afectados) implicados en la letra y número de los citados presupuestos «derogables», facilitando el normal funcionamiento de una nueva legislatura por venir.

Siendo tan poco previsible su aplicación, ¿por qué el PP aprueba un proyecto de presupuestos e inicia un periodo extraordinario de comparecencias de sus altos cargos -la mayorí­a de ellos no serán a futuro responsables de los presupuestos que hoy defienden- a salto de mata entre la playa y el Congreso? ¿Se trata de un abuso de propaganda electoral, del ejercicio máximo de su responsabilidad o de un juego provocador que permita, a futuro, echar en cara a un hipotético mero gobierno, su decisión respecto de lo que «ellos hubieran hecho»?, o ¿Es, simplemente, su voluntad de hipotecar el comportamiento futuro de un nuevo gobierno?

Sea cual sea la intención, el resultado parece inadecuado. Por delante, elecciones generales y elecciones plebiscitarias en Catalunya suponen elementos exógenos de especial calado como para pensar en un gran impacto sobre el futuro presupuestario. Adicionalmente, el escenario polí­tico parecerí­a haber cambiado en los últimos meses y las recientes elecciones autonómicas y municipales han ofrecido resultados -directos e indirectos- diferentes a los habituales dando entrada a nuevos jugadores y alumbrando nuevos espacios de pacto a determinar el futuro gobierno. ¿Estamos en una situación excepcional que obligue a contar con «cualquier presupuesto» y aplicarlo de inmediato para evitar males mayores? Esperemos que no.

El gobierno se ha apresurado a anunciar su propuesta como «un ejercicio de responsabilidad para evitar volver al pasado y aprovechar la ya evidente salida de la crisis« y ofrece «más dinero en gasto social (sanidad y dependencia), mayor compensación para los funcionarios que han sufrido la crisis y recursos para mitigar la deuda de las Comunidades Autónomas, sobre la base de una rebaja fiscal que generarí­a más ingresos y una sustancial reducción del gasto de desempleo ante el éxito de las polí­ticas seguidas que hacen que disminuya la demanda de ayudas públicas». Este parece ser el discurso. Pero, no obstante, parece muy alejado de la realidad. No olvidemos que la economí­a española sigue sujeta al protocolo de rescate al que debió adherirse para afrontar su crisis y que el «Protocolo de Déficit Excesivo» obliga a someter sus cuentas a la vigilancia y aprobación, en su caso, de las autoridades europeas. Por tanto, cuidado con los mensajes truculentos. Unos presupuestos que de cumplirse ofrecerán una tasa de desempleo del 19,7% que el gobierno considera todo un éxito. Adicionalmente, su capí­tulo de inversiones deja «manga ancha» al gobierno para actuar o no en lo que promete con importantes partidas en infraestructuras cuyos complejos procesos de proyectos, licitaciones y adjudicaciones dan oxí­geno al ejecutivo para «cubrir desviaciones» en sus fuentes de ingreso y que ya han puesto a la defensiva a todos los gobiernos afectados (los que en apariencia recibirí­an fondos como los que los verán recortados). Unos presupuestos que vuelven a cargar sobre las Comunidades Autónomas (verdaderos responsables del gasto social-salud, educación y bienestar -e infraestructuras básicas-, además de las polí­ticas activas de empleo y promoción de la actividad económica, de la Administración de Justicia, entre otros) el peso del endeudamiento y la tensión del cumplimiento real de su cuadro y prospectiva macro-económica. Unos presupuestos que fortalecen «el brazo del Estado» (Defensa, Casa Real, Exteriores, Empresas Titulares del Estado, I+D… y otras no competencias sobre las que interviene desde el gasto como Cultura, Salud, Dependencia, etc.), más allá de sus competencias formales para introducirse en áreas de responsabilidad de terceros en el actual modelo autonómico. Unos presupuestos que siguen la mala y vieja costumbre de utilizar sus disposiciones adicionales para modificar leyes, polí­ticas y programas más allá del espacio de sus contenidos reales para dejar en manos del contable o interventor de turno la decisión y gestión de las estrategias y polí­ticas públicas, en un claro abuso de poder de muy dudosa legalidad.

En definitiva, lo que siempre ha de ser una buena noticia -disponer de un proyecto presupuestario en plazo- no parece una buena decisión en esta ocasión. Quizás, puestos a aprender, podrí­amos sugerir la oportunidad de avanzar en cambios sustanciales en los esquemas de gobierno. Por ejemplo, la creación de una Oficina Presupuestaria en el Congreso (y en cada uno de los Parlamentos o Asambleas de las Comunidades Autónomas) de modo que la información económica-financiera ofreciera una base cierta sobre la que actuar ante cada presupuesto con la perfecta identificación de créditos obligatorios por cumplimiento de legislación en curso, créditos de libre disposición sobre la que intervenir según criterios ideológicos o partidarios (absolutamente legislativos) y aquellos otros de plena disponibilidad. Evitarí­amos depositar en el ejecutivo el control y poder del Presupuesto. Permitirí­amos que los parlamentos pudieran actuar con mayor conocimiento de causa, con mayor celeridad y facilitarí­amos las negociaciones post electorales en la definición de programas o espacios de poder compartibles, facilitando, además, a los ciudadanos, la comprensión de lo que se acuerda y las implicaciones que, en realidad, tendrán unos u otros acuerdos en nuestras vidas. En la misma lí­nea, contemplar presupuestos que excedan el año, adecuándolos a los tiempos electorales y evitando prisas y tentaciones para dejar un presupuesto atado («por si ganamos» y «por si perdemos»). O, finalmente, si el gobierno del PP está motivado por intereses de servicio y eficacia, propiciar un acuerdo parlamentario para aprobar, de urgencia, una capacidad y flexibilidad mayor en las «prórrogas presupuestarias» en previsión al calendario electoral de modo que quien haya de asumir la función de gobierno (incluido el propio PP) pudiera actuar con celeridad.

En todo caso, ya hay una propuesta presupuestaria en el Congreso, cabe pensar que será enmendado por todas partes, si bien con escasa convicción de que las enmiendas resulten pactadas o aprobadas, y que el PP rechazará lo esencial y será aprobado tal y como ha sido propuesto por el gobierno. ¿Cuándo? ¿Con un gobierno en funciones? ¿Antes de la disolución de las Cortes? ¿Con un nuevo gobierno, diferente, que deba aplazarlo? En principio, un despropósito.

Un verano atí­pico que obliga, a quienes aspiran a presentarse como alternativa de gobierno, a trabajar en la preparación de un completo presupuesto alternativo que sustituya al actual. Desgraciadamente, estamos acostumbrados a que desde la oposición se anuncie la derogación de leyes «aprobadas a la contra» y, una vez en el gobierno, se dan por buenas o se tienen como mal menor. Esperemos que este «fraude constitucional» que señala el PSOE les lleve, por ejemplo, a proponer unos presupuestos en condiciones. En todo caso, siendo o no su objetivo, el PP ha puesto sobre la mesa un interesante desafí­o al resto de las fuerzas polí­ticas: acudir a las próximas elecciones con un presupuesto distinto, comparable, más allá de la retórica y del discurso, soportado en números, identificando partida a partida, en aquello que se traducirí­a, al menos para el primer año, su apuesta electoral. Así­, pese a la pereza merecida del verano, queda mucho trabajo a realizar en los gabinetes de los partidos polí­ticos para trascender del programa electoral y aportar su propio presupuesto. Un trabajo posible para los próximos seis meses. ¡Mucho tiempo por delante!

Rediseñando estrategias financieras al servicio del desarrollo social…

(Artí­culo publicado el 26 de Julio)

El mundo de las finanzas ha acaparado, en estos dí­as, la atención pública desde la óptica restrictiva de «los mercados», el «rescate-default griego» y, en mucho menor medida «local», la sentencia del Tribunal Supremo español en torno a un recurso de la Generalitat de Catalunya contra la sistemática intervención de la Administración Central española en la financiación-subvención de la «Asistencia Social».

Las dos primeras parecen focalizarse en instrumentos, polí­ticas, y objetivos de financiación  en una determinada lógica macro entre acreedores y deudores contemplándose como acciones y polí­ticas aisladas o autónomas «al margen de la economí­a real». Percepción negativa generalizada en una sociedad azotada por una crisis, la más reciente, de origen bancario-financiera, más tarde económica, luego social y, en todo momento, polí­tica. Entorno de frustración que castiga y penaliza, prácticamente sin matices a la «economí­a financiera» en lo que serí­a su aparente contraposición a la llamada «economí­a real». La última incidirí­a en el corazón y el alma de las personas.

Conviene, sin embargo, recordar una obviedad: economí­a real y financiera son indisociables. Lo que sí­ fija la enorme diferencia es el objetivo, la prioridad y, en su caso, el valor vs. el instrumento. Hoy, dadas las circunstancias, en esta vorágine perversa, la economí­a real parecerí­a asociarse con la cara positiva y esperanzadora de la economí­a. En este contexto y en medio del dominio acaparado por las crisis griega y china, especialmente, la reciente Cumbre de Naciones Unidas para la renovación de sus compromisos con una sociedad global, sostenible y mitigadora de la pobreza ha pasado desapercibida y con ella los esfuerzos en la búsqueda de nuevos modos de afrontar su financiación.

En esta lí­nea, tras un largo e intenso esfuerzo de trabajo conjunto, el Word Economic Forum y la O.C.D.E. han presentado su «Blended Finance Initiative» asociada a los objetivos 2015 para el desarrollo global recomendados desde Naciones Unidas. La Cumbre de Addí­s Abeba (Etiopí­a) ha sido el Foro adecuado y en el que, como no cabrí­a esperar otro mensaje fuerza, ambas Organizaciones Internacionales han recordado uno de los mayores problemas (y desafí­os) mundiales: La desigualdad global se incrementa y necesitamos nuevos modelos de desarrollo económico incluyente. Constatación de una realidad, desafí­o prioritario y compromiso inaplazable.

Así­, la iniciativa propuesta pretende movilizar flujos de capital hacia los paí­ses en desarrollo, rediseñando los instrumentos y polí­ticas financieras, convergiendo los mundos y espacios de la filantropí­a y las finanzas internacionales en una fusión público-privada dirigida a generar un verdadero IMPACTO consistente en favorecer del  crecimiento económico y social compartido y uní­voco, mitigando riesgos y ofreciendo el mayor retorno posible de beneficios en una verdadera transformación de la calidad de vida, sostenible, de las personas y paí­ses a los que se dirige. Otra vez, «innovación» pero no solo tecnológica y/o financiera en sí­ misma, sino aplicada a las demandas sociales.

Bajo este objetivo y compromiso, la iniciativa se propone «desbloquear recursos y agentes», a lo largo del mundo, hacia soluciones ganar-ganar transformando economí­as, sociedades y, sobre todo, vidas. Necesidades de transformación que reciben los nombres de infraestructuras, salud, educación, alimentación, agua… Sus promotores parten de una afirmación que parecerí­a chocante para muchos: «Existe dinero suficiente para cubrir nuestras necesidades», en un espacio creciente de los mercados de capital, con mercados, espacios emergentes que acceden a nuevas necesidades y soluciones con creciente poder adquisitivo y voluntad de intercambio de bienes y servicios, con cada vez mayor presencia y apuesta del inversor privado en los paí­ses y regiones en desarrollo, pero… los «cuellos de botella» que rodea estos complejos espacios de decisión y correcta asignación de recursos, la debida convergencia de intereses públicos y privados, el rol de los gobiernos (incluida la desgraciada corrupción presente en determinadas prácticas y casos) impide el correcto funcionamiento deseado. Así­, una vez más, la tan reclamada colaboración, coopetencia y estrategia compartida vuelve a ocupar roles esenciales. En el fondo de esta iniciativa subyace la necesidad de abordar las potenciales soluciones no ya desde silos confrontados o sustitutivos gobierno-iniciativa privada, sino como acciones conjuntas complementarias con el apoyo de un tercer actor: las fuerzas intermedias o facilitadoras, bien concebidas como organizaciones NO gubernamentales o como nuevos instrumentos no públicos al servicio de la sociedad.

«Blended Finance» pretende ser mucho más que un ya conocido PPP (modelo de colaboración público-privada) como modo alternativo, de sustitución de un proyecto concreto con interés complementario, sino algo especial, diferenciado y estable, que se autoproclama como una apuesta del rediseño de  las estrategias de colaboración financiera para el desarrollo. Iniciativa que parte con un compromiso base como plataforma ad hoc, «Convergence Blending Global Finance» en la que inversores privados y ONG’s aporten sus fondos y recursos al servicio de la financiación de proyectos de impacto real para el desarrollo sostenible (en el tiempo). Plataforma fí­sica real, con sede en Toronto, bajo la gestión inicial de Dalberg (grupo especializado en estos ámbitos colaborativos, especialmente, a los llamados paí­ses emergentes).

Todo un reto, todo un camino más por recorrer.

Y, es aquí­, donde surge, una vez más la apariencia poco relacionada en referencia a la «tercera percepción pública» que comentaba al principio de este artí­culo. La noticia de la sentencia del Supremo ha provocado una primera reacción, interesada y de parte, demonizando a Catalunya «cuya insolidaridad y actitud de mirarse el ombligo, perjudica a miles de ONG’s y ciudadanos», en palabras de la Secretaria de Estado para Asuntos Sociales del gobierno Rajoy en España.

Empecemos por decir que llama la atención que 30.000 ONG’s reciban dinero desde los presupuestos generales del Estado (más bien, de la Administración Central), en una competencia transferida -en exclusiva- a las Comunidades Autónomas (tan Estado, tan o más eficientes y próximos… como la Administración Central), y resulta fuera de lugar que el gobierno español tan preocupado por las duplicidades de otras Administraciones no se ocupe de su propia casa, y que un cargo público polí­tico, tenga tan escaso cuidado en sus palabras. Las ONG’s no deben vivir del Estado, ni crear ni mantener sus estructuras de unos fondos públicos permanentes. Lo que sí­ pueden y deben hacer es acceder a Fondos Públicos y Privados al servicio de proyectos, iniciativas y programas de interés e impacto social, desde una acreditación objetiva, probada eficiencia y con resultados e impacto real en la sociedad. Iniciativas alineables con las polí­ticas públicas (en este caso de los gobiernos competentes en la materia y no de otros). La colaboración público-privada resulta esencial, optimiza su gestión, favorece la convergencia financiera, mejora la focalización y monitorización de proyectos y resultados, favorece el voluntariado real, acerca las posibilidades de solución a las demandas sociales y permite movilizar recursos en favor de la sociedad.

Lo que no puede ser, si queremos desbloquear dificultades, ineficiencias y cuellos de botella es que «en nombre» de la asistencia social valga cualquier actividad clientelar de una Administración Pública que no es competente para hacerlo (máxime cuando se trata de un gobierno que dice desconfiar de las ONG’s cuando ofrecen informes y estadí­sticas que no le gustan).

El rol de las ONG’s, de la filantropí­a, el valor compartido empresa-sociedad es esencial en estos nuevos espacios de compromiso y responsabilidad. El de los Gobiernos, por supuesto. Pero eso sí­, el de los gobiernos responsables y competentes.

En definitiva, se trata de recibir con esperanza nuevas iniciativas y compromisos no solo hacia nuevas estrategias y desafí­os para el desarrollo, sino a la indispensable convergencia entre las economí­as real y financiera. La renovación de los objetivos globales que pretenden continuar mitigando la pobreza y desigualdad en el mundo resulta esencial. La valoración del camino recorrido es objetivamente positiva (en cuanto a resultados macro y globales) si bien no solo insuficiente, sino gravosa en términos de desigualdad relativa, espacio a espacio, región a región, sociedad a sociedad.

Etiopí­a ha de ser un nuevo nombre de referencia con puntos de inflexión para la solución de estas desigualdades y graves necesidades. Un punto de encuentro entre diferentes actores, con nuevos instrumentos y roles convergentes. Ojalá asistamos a nuevos caminos y mejores resultados.

OXI: Sí­ a la cosoberaní­a, Sí­ a Europa, No a la situación actual… Al margen de las decisiones finales.

(Artí­culo publicado el 12 de Julio)

El atrevimiento de dedicar una columna al asunto GRECIA, en plena tormenta de encuentros y desencuentros, negociaciones varias y volatilidad de mercados expectantes, no deja de ser una osadí­a temeraria. Más aún cuando todaví­a el pasado viernes el gobierno griego presentaba en Bruselas una nueva propuesta para su tercer rescate, alineado con las exigencias declaradas públicamente por la Unión Europea. Cabe esperar que hoy mismo, coincidiendo con la publicación de este artí­culo, conozcamos el desenlace. Sin embargo, la actualidad se impone y, más allá de acertar o no en un escenario final, parecerí­a de interés repasar algunos aspectos presentes en el proceso griego y extraer algunas lecciones más allá del resultado, anticipando futuras consecuencias para Grecia, para Europa y, por supuesto, para todos y cada uno de nosotros.

El inesperado y precipitado referéndum griego del pasado domingo 5 de julio, con una participación superior al 60%, no solamente ofreció un mayoritario y rotundo NO (Oxi) tal y como pedí­a el gobierno de Tsipras (61% para el NO, contra el 32% del SI que pedí­an tanto la oposición, como Bruselas, los dirigentes colegiados europeos y los numerosos dirigentes polí­ticos que se personaron, desde fuera de Grecia, en el proceso), sino que fue el ganador en el 100% de los distritos o circunscripciones electorales (56). Grecia decí­a NO a lo que entendí­a era una imposición de polí­ticas negativas para su población, hipoteca de su cosoberaní­a y clara intromisión de terceros en la decisión democrática sobre sus dirigentes y gobernantes. Podrá cuestionarse y debatirse si ha sido o no un verdadero referéndum con fundamento clásico desde las bases de un derecho constitucional, si contó con escaso tiempo de movilización e información para la decisión formada o si ofrecí­a una pregunta clara o si buscaba un apoyo indirecto a polí­ticas dispares. Pero la evidencia constata, participación y respuesta en una dirección. Adicionalmente, tras el NO, todos los partidos polí­ticos griegos se han sumado al apoyo de Tsipras en su negociación. Eso, sí­, los negociadores europeos se han cobrado una ví­ctima: Varufakis. No les gustaban ni sus formas, ni sobre todo, su capacidad y conocimiento de lo que estaba en juego (pese a que en sus publicaciones académicas concluye con un esperanzado llamamiento a Alemania y a Estados Unidos como últimos valedores del sistema). A partir de aquí­, Tsipras cambió a su Ministro, el lenguaje previo y ha propuesto una nueva solicitud de rescate que, en principio, parecerí­a responder a un acuerdo previo con quienes habrí­an de gestionar su salida de la crisis en los próximos tres años.

El NO griego no supone nada definitivo. Deja aún abierto el posible acuerdo o no sobre la solución al grave problema financiero y default del Paí­s, a la posible salida o no de Grecia del euro e incluso, a más largo plazo, de la Unión Europea, con independencia de la solución coyuntural con o sin rescate en curso. Si bien la posición del gobierno griego proclama, una y otra vez, su voluntad de permanecer en Europa -euro incluido- pero en el marco de un Acuerdo que haga viable su pago de la deuda, un crecimiento y desarrollo incluyente, con el digno acceso a las polí­ticas sociales y el respeto a los principios  y valores que se suponí­a marcaban la diferencia de pertenecer a una Europa, deseada, de libertad, justicia y bienestar, en contra posición a otros frentes potenciales, o a seguir un camino en solitario, por incumplimiento de exigencias y compromisos que, bajo los criterios de «convergencia económica y limitación teórica del déficit público», establecidos por muchos que hoy se revuelven contra ellos, condicionan las decisiones polí­ticas de sus gobernantes y ciudadanos, llegándose a argumentar incluso que su cultura «oriental» no es compatible con la europea y recomiendan una salida DE TODO ESPACIO EUROPEO.

Sin embargo, el «asunto griego», parecerí­a haberse jugado al margen de los intereses y necesidades de GRECIA y de los griegos. Los llamados «mercados», por definición, temen la incertidumbre y volatilidad y operan en términos especulativos preocupados por el movimiento corto placista de las Bolsas, pero con la atención real en su apuesta en el largo plazo. Sus cálculos trasladan preocupación, hoy, pero su apuesta, en realidad, es por un GREXIT, acordado para evitar sobresaltos, en el largo plazo, en el que la «pequeña y modesta economí­a griega» simplifique y facilite la «uniforme creación de un euro más fuerte». Un «euro fuerte» que habrí­a de acelerar reformas en favor de la «Unidad bancaria, monetaria y fiscal», al margen de los gobiernos y en manos de la «burocracia independiente» que escuche e interprete la voz del mercado. Y, en el peor de los casos, limitada a una dirección mí­nima y centralizada bajo el mandato y control de unos pocos. Grecia, para ellos, representa un escaso peligro de contagio global.

«Los Mercados» que no han jugado solos sino que se han alineado con unos pocos dirigentes polí­ticos que llevan años pretendiendo modelar una «nueva Unión Europea», por encima de la democracia popular directa, desde órganos uniformes de gobierno a los que se supeditan los mecanismos formales de Presidentes y Ministros que eluden el control parlamentario en sus respectivos paí­ses, argumentando la complejidad europea, la inevitable velocidad en toma de decisiones y la «confianza» que ha de depositarse en ellos para «hacer lo que sea mejor para su Paí­s en Europa». Es evidente que las decisiones de los Jefes de Estados Miembro o de los ministros del Eurogrupo también lo son con el aval democrático de sus respectivos paí­ses, pero no es menos cierto que, salvo escasas excepciones, Europa nos tiene acostumbrados a decisiones de salón, con nocturnidad y nulo control previo, cuando no a cambios en las reglas del juego en pleno partido. Estado Miembro y dirigentes aliados con un FMI que nos tienen acostumbrados a un doble juego combinatorio de extraordinarios estudios e informes de diagnóstico, a la vez que, pésimas decisiones sobre un esquema común y generalizado para todos, con escasa sensibilidad a la realidad de las poblaciones sobre las que actúa en una zigzagueante senda de opiniones y posiciones contradictorias. Ni estrategia previa, ni control democrático directo, ni crí­tica posible salvo ser tachado de nacionalista, aldeano, anti europeo o desinformado. Dirigentes que no han tenido vergí¼enza alguna en imponer primeros ministros no elegidos, de saltar cuantos acuerdos no les han facilitado su diseño previo y que en este proceso griego no solo se han entrometido en decisiones libres de un Paí­s concreto, sino que los han insultado, descalificado y reñido por «no acertar» con su voto. Se ha hecho una guerra partidaria, en clave de polí­tica local, ante Syriza, sin pensar en Grecia y sus ciudadanos.

Si bien es verdad, por otra parte, que GRECIA no cumple con sus obligaciones y compromisos (al igual que otros) y que no puede actuar por libre. Pero si hablamos de rescates incumplidos, niveles de deuda rebasados (suponiendo que toda ella sea calificada de lí­cita), de reformas paralizadas, de sobre dimensionamiento de su función pública o regí­menes «insostenibles» de pensiones, además de mirar a lo largo de Europa, merecerí­a la pena conocer lo que de verdad se está exigiendo hacer, con qué intensidad y en qué plazo, si es razonable y alcanzable, y, en todo caso,  «exigir» a Grecia un compromiso de éxito y no un camino a ninguna parte. Todo objetivo inalcanzable es imposible a priori.

De una forma u otra, GRECIA no deja de ser un «pequeño experimento» para muchos. Quienes nunca han creí­do en el euro y contemplan el momento como una gran oportunidad para darle un buen zarpazo; quienes aprovechan la ocasión para «demostrar que el euro solo es viable bajo un marco único, con mando único y armonizado» en el que se den los máximos niveles de cesión de soberaní­a hacia un «club europeo» de unos pocos; quienes con el modelo europeo en «de construcción» promueven la oportunidad de un bipartidismo extendido a/en todos los paí­ses miembro y con un férreo control en beneficio de unos pocos; quienes ven la oportunidad de acallar movimientos alternativos de gobierno y diferentes modelos de desarrollo. Y, también, para quienes añoran eras pre-euro y la vuelta a la dolarización excluyente.

Así­ las cosas, merece la pena resaltar que una salida de Grecia (del euro o/y de la Unión Europea) vendrí­a a demostrar que existen opciones de desarrollo diferentes a las fijadas por la UE en el marco de la tan temida «troika»; que cada vez son más las voces que se levantan en favor de un camino propio y distinto y que si Europa no es capaz de reinventarse, de entender el coprotagonismo y cosoberaní­a de los muchos pueblos que la componen y dan sentido a una apuesta por el otrora «sueño europeo», sus piezas se alejarán de Bruselas (y de Berlí­n y de Parí­s). Si finalmente Europa enmascara su decisorio rescate y apoyo a Grecia en un transitorio proceso de «no salida» bajo el apoyo de otra moneda hasta adecuar su economí­a a las demandas europeas, dará un peligroso mensaje: la solución está fuera de este inconcluso sistema. ¿Cómo argumentar, entonces, en contra de la libra y el Reino Unido, de la pertenencia dual de diferentes paí­ses con un sí­ a la UE pero no a la eurozona, o a la retirada de solicitudes de ingreso como la reciente de Islandia? ¿Y la permanentemente aplazada  decisión sobre Turquí­a? Si por el contrario, va más allá y facilita su salida real, asistiremos a un nuevo proceso de creación de espacios alternativos que, con toda probabilidad unirí­an voluntades, realidades muy distintas en los que primarí­a no la «convergencia monetaria y financiera», sino una nueva geo-polí­tica, con una muy probable, distancia cultural e ideológica del Occidente europeo. Asistirí­amos al principio de un nuevo escenario: a priori, ni mejor ni peor. Simplemente otro. Escenario para el que es más que probable no estemos preparados. Y si, finalmente, da el visto bueno al «nuevo rescate» en los términos explicitados en la propuesta pactada de antemano pero mantiene, en el fondo, la desconfianza en Grecia y su í­ntima convicción de que «no son tan Europa como se espera», estaremos ante una prórroga a tres años de una potencial y demasiado reiterativa crisis del sistema.

Tras el NO hemos visto nuevas caras y posturas que nos llevan a observar el uso propagandí­stico y negociador de las partes, así­ como la «verdadera vocación solidaria y europeí­sta» de algunos. La rotundidad del FMI, del Parlamento europeo o del propio gobierno griego (por no hablar de otros irrelevantes y caracterí­sticos personajes como Rajoy y su corte mediática española y sus portavoz europeo, González Pons reclamando la devolución de «los 6.000 millones de euros de los  españoles») exhibidas en las horas previas al referéndum, en contraste con las escuchadas horas después, no son sino reacciones y declaraciones acomodaticias a la coyuntura con tintes partidarios localistas.

En definitiva, el OXI griego tiene menos que ver con la gestión de 300.000  o 500.000 millones de euros que se suponen en juego (deuda, rescate, etc.) que con la verdadera cuestión a preguntarse y resolver: ¿Qué Europa queremos?, ¿Con quién?, ¿Para quienes?, ¿Para qué? Y, sobre todo, ¿bajo qué principios y valores al servicio de quién?

OXI: Sí­ a una Europa cosoberana, desde la libre decisión de sus Miembros; Sí­ a una Europa de bienestar y cohesionada; Sí­ a una Europa como referente democrático y de libertades; SI a una Europa con una buena gobernanza alineada con todos sus miembros (Estados, pueblos, personas).

Gracias a Grecia. Más allá de coincidencias y discrepancias -con sus gobernantes, los protagonistas del proceso, sus estrategias y métodos-, ha jugado un importante papel para la reflexión. Ojalá sirva, también, para corregir el rumbo. Y, sobre todo, que el sufrimiento de su pueblo haya merecido la pena.

Sea el que sea el resultado final para Grecia, con o sin default, dentro o fuera del euro y/o de la Unión Europea, el problema sigue estando en el principio: Europa.

Elegir nuestro propio futuro, el reto irrenunciable de nuestras empresas.

(Artí­culo publicado el 28 de Junio)

La prestigiosa empresa vasca Irizar anunciaba esta semana una nueva inversión de 60 millones de euros en una planta de producción integral, en Aduna, Gipuzkoa, para sus nuevos autobuses eléctricos, de alta calidad, destinados al creciente mercado de las ciudades. Explicaba su «abandono» de China e India y los «mercados asiáticos de bajo coste que conllevaban estándares laxos, calidad deficiente y un deterioro continuo de la percepción Premium de su apuesta estratégica». La inversión anunciada no es una acción más del Grupo empresarial sino un cambio profundo en su estrategia, diferenciada de la competencia, focalizada en el producto-mercado buscado y la consecuente redefinición de su «modelo de negocio» en una clara apuesta por la competitividad entendida en todos sus términos. El proyecto cuenta con el esfuerzo colaborador de las Instituciones Vascas (en especial en I+D), con la fortaleza de la cadena de valor «extendida» de Irizar, sus empresas participadas y el tejido industrial y formativo local.

La noticia provoca diferentes reacciones que van desde la satisfacción por el relevante proceso «vuelta a casa», (puesta en boga con el clamor de Obama pidiendo a sus multi nacionales la vuelta a América), por el uso de la «estrategia como visión esencial y compromiso para hacer cosas diferentes a las realizadas por la competencia», por entender y aplicar una «competitividad verdadera y completa», o por el contrario, en la sorpresa de muchos ante la evidencia de la relevancia global de Asia, China, India y los llamados BRICS ante una «globalización» que se ha vendido asumiendo como un «mantra» positivo para todos, irremediable y sin fisuras que no admití­a matices bajo el reclamo popular empresarial «de quien no está en China no existe». ¿Es, por tanto, una locura, una decisión equivocada? ¿Han de desaparecer Asia y, en especial China e India, de nuestros escenarios de futuro empresarial? ¿Todas las empresas vascas han de seguir el mismo camino y modificar o establecer sus estrategias al respecto?

En 2008, en pleno crecimiento y despegue internacional -poco antes de la «llegada» de la crisis financiera y económica-, China concentraba el gran foco de atención para la internacionalización: «Quien no esté en China no tiene nada que hacer». En ese contexto desde la Cátedra Vasca de Competitividad-Orkestra y el CEIBS (China-Europe International Business School), en Shanghai, que tuve el honor de dirigir, promovimos un par de iniciativas complementarias: «The Basque Firm in China», al objeto de conocer e identificar la totalidad de empresas vascas con establecimientos productivos en China, conocer su proceso y estrategias seguidas y, sobre todo, sentar unas bases reales para facilitar el diseño de sus propias estrategias, además de soporte académico para el entonces previsto análisis de la evolución de nuestras empresas en el espacio asiático. Iniciativa base de un programa internacional de educación ejecutiva para empresarios y directivos, responsables de gobiernos y académicos, «Being Competitive in/from China» con la idea clave de resaltar por qué y cómo deberí­a ir una empresa vasca a China. Tratamos de hacer entender un marco completo para la competitividad y llevar al ánimo de los centros de decisión la siempre compleja opción estratégica alineando el por qué y para qué estar en China (además en una de las «1.000 Chinas existentes») con la verdadera estrategia empresarial. ¿Para qué deberí­a ir Irizar a China? ¿Qué impacto diferencial real tendrí­a lo que harí­an allí­ con su estrategia en/desde Ormaiztegi?

Hoy, cuando la proyección «low cost» de una China en constante crecimiento se manifiesta poliédrica y mucho más compleja que un «copiar y fabricar más barato» y que la propia productividad manufacturera del gigante se ve avanzada por sus elevados costes relativos en comparación con regiones vecinas (ASEAN) o incluso ífrica, el enfoque deja de centrarse en el apartado de costes laborales y se traslada tanto al «Diamante Competitivo» que abarca TODO aquello que importa en competitividad, en las apuestas a largo plazo, en la definición estratégica, la generación y uso del capital humano en el territorio, en el modelo y red de bienestar y en la cohesión intra-inter «provincias y regiones» existente, y la gobernanza pública e institucional.

Las empresas reinventan sus modelos, redefinen sus productos y mercados, interactúan con otros actores en visiones clusterizadas y participan (tienden a…) en «Cadenas globales de Valor», apostando por aquellos espacios «crí­ticos» en los que pueden ser los mejores o primeros. Saben que su éxito no será resultado de la suerte o de la operación táctica, sino del compromiso estratégico de largo plazo.

Cuando repasaba esta noticia, no podí­a sino recordar una reciente reunión de trabajo con el investigador y profesor norteamericano de Georgetown, Paul Hoyt, quien en aplicación del modelo de Longerman para el desarrollo económico, en su interacción con el estudio del llamado Caso Vasco, destacaba la relevancia del pensamiento a largo plazo y el rol institucional jugado en nuestro Paí­s como soporte de una estrategia más o menos continuada a lo largo de tres décadas. Valor clave que inspira un interesante proyecto en el que tengo la oportunidad de participar (La «Conferencia estratégica Japón 2040″ del Gobierno de Japón y el World Economic Forum), promoviendo un debate participativo sobre el futuro de Japón del que baste destacar aquí­, el hecho de poner en valor la reflexión a largo plazo con la identificación de los vectores clave sobre los que debe preparar su futuro. Ideas y procesos que se han visto reforzados en el documento recientemente publicado por the Economist Intelligence Unit, «Key Trends 2050″ (Tendencias clave para 2050), con sus proyecciones y escenarios (para 82 paí­ses) en el horizonte previsto.

Como era de esperar, en el mencionado documento, China no solo no desaparece de las principales economí­as (sino que pasa a liderar el mercado global en términos de producto interno bruto), ni los paises BRIC (India, Brasil, México, Indonesia) o Japón lo hacen. Todos ellos mejoran posiciones en detrimento de la economí­a occidental si bien (USA, Alemania, Reino Unido y Francia) continuarán dentro de los 10 primeros paí­ses/economí­as mundiales. Un panorama global en el que ASIA supondrá el 53% del PIB mundial. Sin embargo, estas posiciones vendrán acompañadas de cambios radicales con un paulatino descenso de sus poblaciones, de sus poblaciones laborales ocupadas, y de su consecuente contribución al crecimiento. Cada región, en el espacio de la innovación, demandante de mejores resultados desde la tecnologí­a y valor añadido, jugará un rol diferenciado y exigirá estrategias propias y distintas, en un mundo «colectivamente más rico y próspero, pero individualmente no tanto«. La buena noticia, para nosotros, es que los escenarios previstos, en términos per cápita, sitúan en el TOP 10 del 2050, bajo el liderazgo destacado de Suecia y Alemania, a 8 paí­ses europeos, además de a Sud ífrica y Sri Lanka. Una vez más, comprobamos que el tamaño (en favor de los pequeños, ágiles y flexibles), las decisiones y estrategias diferenciadas, SI importan.

¿Cuál es la estrategia acertada? Imposible saberlo. Lo que sí­ podemos saber y afirmar es que sin una estrategia propia y diferenciada, estaremos al servicio de la coyuntura. Asumir nuestros riesgos y opciones es el único camino que, en caso de acertar, nos llevarí­a a donde, en realidad, querí­amos estar. Irizar, con la comunicación de «su radical cambio estratégico», acierte o no, nos facilita el tránsito hacia una relevante reflexión en la que estrategia, competitividad, desarrollo económico y la «paradoja de la internacionalización» no pueden asumirse como parte inamovible de un simplista destino globalizado y uniforme.

Y tras el 24 de mayo… el mundo se mueve. Señales a través de Bruselas

(Artí­culo publicado el 14 de Mayo)

Pendientes aún de la cadena de acuerdos y pactos post electorales que traducirán el voto directo y democrático de los ciudadanos, a través de las estrategias, tácticas y compromisos de las direcciones de los partidos polí­ticos y sus respectivos perí­metros de influencia, conformando gobiernos municipales (cuyas primeras concreciones conocemos hoy mismo), autonómicos (y forales en Euskadi) en el Estado español, la última semana ha ocupado, además, una serie de hechos económico-polí­ticos significativos cuyo epicentro común ha sido Bruselas.

Si bien resulta inevitable que más allá de unos resultados abiertos, en el marco del juego y sistema electoral vigente, la configuración de los diferentes órganos de gobierno sea fruto de diversas interpretaciones, acuerdos y movimientos de presión, poder y contrapoder, de lo que se suponí­a iba a ser un escenario especial ante la llegada de nuevos partidos «regeneradores» de la vida democrática con el anunciado «final del pasado«, se ha convertido en un decepcionante espectáculo lleno de contradicciones entre los discursos pre y post electorales y el comportamiento real -sobre todo de los recién llegados- más allá de sus discursos y justificaciones mediáticas. Si un elemento dominante se ha puesto de manifiesto, es la incoherencia. Confiemos que pasado este primer episodio, por el bien de la gobernanza deseada y las necesidades por atender, el sarampión infantil dé paso a un ejercicio de responsabilidad y que la pedagogí­a electoral resalte, en próximas convocatorias, lo que se vota, lo que se elige y quien elige y conforma gobiernos más allá de la identificación de campaña candidato-partido-gobernante. El tiempo lo dirá.

Pero siendo de extraordinaria importancia el esperado proceso cuya primera fase culminó ayer con el nombramiento y elección indirecta de alcaldes y alcaldesas, la semana nos ha ofrecido otras señales y noticias de interés que nos llevan a reflexionar y aprender en relación con nuestro mundo próximo en marcha. Noticias y hechos que pudieran parecer en un primer momento inconexos pero, como espero veamos, al final de este artí­culo, interrelacionados y, en gran medida, parte esencial de lo que hemos elegido en casa, de lo que nos jugamos en el exterior cara a nuestra prosperidad.

Tsipras-Syriza, Grecia, el Fondo Monetario Internacional y los principales protagonistas de la gobernanza de la Unión Europea, han agotado una semana más en su ya largo proceso negociador, pasando de la esperanza y la solución, al sobresalto de un «inevitable default» griego. Desde posiciones «muy cerca del acuerdo que evite la bancarrota griega», según declaraban los Presidentes Juncker y Tsipras, al abandono de la mesa de los representantes del Fondo Monetario internacional «ante las profundas e irreconciliables diferencias existentes», o la advertencia del Presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, con el sonsonete de «no es tiempo de apuestas», provocando todo tipo de especulaciones y valoraciones. El desasosiego de los votantes y ciudadanos griegos que creyeron respaldar una ní­tida alternativa polí­tica, económica y social a una imposición externa desde la ya temida troika, da paso a un enredo que parece concentrase en encontrar un lenguaje y mensaje diplomático que permita a todas las partes negociadoras «vender» el resultado final, más allá del hecho real de asumir los compromisos previos acordados con el Marco Financiero exigido por una troika que sigue suplantando la voluntad de una gobernanza democrática y eficacia dudosas, por el que «solamente existe una interpretación de la economí­a y las polí­ticas que los gobiernos han de aplicar con independencia de sus aspiraciones, tejidos económicos y sociales, realidades e ideologí­as». Esta falsa premisa se extiende bajo el temor generalizado del Grexit. El «proceso griego» es un ejemplo más de la enorme distancia entre «las mareas ciudadanas reivindicativas del cambio y realidad posibilista de gobernar». (Un buen espejo en el que más de uno habrí­a de mirarse vistos los comportamientos post electorales de los supuestamente «nuevos partidos emergentes transformadores de la vieja casta polí­tica al servicio de la sociedad y sus necesidades y no al de la empleabilidad perpetua de los aparatos tradicionales» que han aparecido en el Estado español). Un discurso en el que se empeñan los dirigentes europeos (y mundiales), obviando que la economí­a no es un ordeno y mando de dirección y pensamiento único, sino tan solo un relevante espacio de las decisiones democráticas y de la definición de estrategias y modelos al servicio de las diferentes sociedades en tiempos y contextos diferenciados.

Por lo visto a lo largo de la semana, cabí­a pensar que el mencionado acuerdo está prácticamente hecho, resolviendo los problemas de fondo, origen de la crisis que llevó a una clara inestabilidad en la eurozona, a la caí­da de un gobierno, a la entrada de un equipo y movimiento alternativo y a la incertidumbre en torno a una opción diferente. Acuerdo que, al final, trasladará al Parlamento y a las calles griegas el desconcierto, el cuestionamiento de la oferta prometida por sus nuevos representantes electos y la, una vez más, incidencia dolorosa en las familias y ciudadanos griegos. Viejas recetas, inciertos resultados, escasa esperanza. Un acuerdo que esperemos culmine en el plazo adecuado (lí­mite original ante el default para el 30 de Junio) y que no suponga la extensión de nuevos y máximos sacrificios de un pueblo al que al parecer pretenden condenar a no apostar un futuro diferente acorde con sus deseos y aspiraciones. Washington-FMI parecen volver a sus viejas recetas generalizadas y, en este caso, retirar su rescate hipotecando el rescate europeo de muchí­sima mayor envergadura, sin una oferta clara y asumible de futuro.

En otro escenario, en la misma sede parlamentaria Bruselas-Estrasburgo, tal y como  ya viene siendo «práctica comunitaria» como núcleo de indecisión, «nuestros representantes europeos» volvieron a dar otro ejemplo desalentador. El trascendental potencial acuerdo trasatlántico entre los Estados Unidos de América y los «Estados Unidos de Europa», ha visto paralizada su tramitación cancelándose el debate previsto al objeto de conocer la valoración y posicionamiento del Parlamento como recomendación del Marco negociador en el que la Comisión Europea habrí­a de moverse. En esta ocasión, la potencial enmienda a lo que la Comisión negociadora vení­a contemplando, llevó al Presidente del Parlamento a suspender la votación y el debate. Como ya en demasiadas ocasiones, Europa y su gobernanza, demuestran que cuando la realidad democrática y parlamentaria no asume los deseos y voluntades «del buen y mejor criterio y sentido» de las ejecutivas y burocracia dominante en Bruselas, se cambian las reglas del juego. Así­, una vez más, más allá del punto concreto en discordia y de la enorme importancia de un acuerdo de enorme trascendencia, contemplamos la debilidad de una representación polí­tica encorsetada y supeditada a viejas estructuras dominantes. Los 28 Estados Miembro, su participación y representación, democrática y real, se transforman en convidados de piedra (otro buen ejemplo para preguntarnos sobre nuestro «sueño europeo»). ¿Aprenderemos algún dí­a a propiciar un debate ilustrado en relación con iniciativas que tanto han de influir en nuestras vidas? Un tratado de estas caracterí­sticas no es una enmienda constitucional «a la española» en el aperitivo de las doce. Un gran espacio de oportunidad, no exento de dificultades y efectos discutibles parece abrirse con este potencial acuerdo que solamente deberí­a aprobarse con el respaldo democrático y la legitimidad exigible. Evitar el debate no es la mejor manera de resolver problemas ni mucho menos de explorar oportunidades. Por el contrario, facilita los argumentos de quienes ocupan la plaza pública.

Y, finalmente, de menor impacto mediático, Bruselas ha acogido una nueva Cumbre entre la Unión Europea y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC). Desde el año 1.999, los 66 Estados Miembro se vienen reuniendo al objeto de facilitar el desarrollo conjunto, la cooperación económica, la educación, la prosperidad y la paz en un marco deseado de bienestar y cohesión social. Desde lazos históricos reales, ambos espacios tan diversos (recordemos, de paso, que en el espacio Latinoamericano, sus 660 Millones de habitantes no son solamente 33 Estados Latinoamericanos y Caribeños diferentes que poseen una amplia variedad lingí¼í­stica -inglés, francés, portugués, español, neerlandés y cientos de lenguas minoritarias y originarias en sus respectivos pueblos, asentamientos y territorios-) viven procesos complementarios de integración diferenciada (Mercosur, Comunidad Andina, sendos Acuerdos bilaterales de la UE con Chile y México, UNASUR…). Una compleja interrelación que reúne, en este Foro, a diferentes Parlamentos y Gobiernos. Un espacio compartido (Europa-Latino América y Caribe) por 1.000 MM de personas, con un comercio conjunto de 210.000 millones de Euros, siendo la UE el principal inversor extranjero (más de 136.000 millones de euros de IED superior a la realizada en Rusia, China e India juntos), soportados en una treintena de acuerdos con Paí­ses Miembro, espacio proveedor-receptor de una relevante polí­tica de cooperación para el desarrollo (la UE aportará 3.500 MM de Euros entre 2015 y 2020). En este contexto, la citada Cumbre ha permitido recordar la realidad de una presencia, trabajo, coopetencia existente, con una creciente relación bi y multi direccional entre ambos «espacios y continentes» y entre unos «nuevos jugadores emergentes», muchas  veces marginados e infravalorados, que participan de una manera relevante en nuestros procesos de innovación, de educación e investigación, de generación de riqueza y empleo, de inversión, de cohesión y, en definitiva, de enseñanza y desarrollo (también). Si bien, como la inmensa mayorí­a de estos cambios, parece diluirse en retóricos discursos y declaraciones, la realidad se va construyendo e imponiendo. Cada vez más, Europa y América Latina son menos «Vecinos Distantes» y, más, «espacios convergentes y compartibles». Espacio en el que América Latina exige una voz igualitaria, no injerencia en asuntos internos y mayor atención desde una actitud de pares y no de hijos menores.

Así­, mientras parecerí­a que todo se estaba gestando entre juegos de salón, la realidad, como siempre, nos aportaba signos y apuntes para comprender mejor el mundo en el que nos movemos. En esta ocasión, Bruselas ha sido un foco revelador.

Tres señales observables distintas. Un proceso griego que hemos seguido desde una indolente lejaní­a tan solo perturbable por su impacto (negativo) mediático constante de la incertidumbre y desequilibrios contagio para la economí­a española y aparentemente controlada en exclusiva en el pago o no de una deuda en el plazo previsto. Por otro lado, el escaso seguimiento a un Foro «Latinoamericano» como si de una «Cumbre Iberoamericana», marginal, se tratara, desconociendo su trascendente impacto en la realidad económica y socio polí­tica Europea -sobre todo española- que ya hoy pesa de manera más que significativa en nuestros empleos, riqueza, bienestar (también de manera relevante en Euskadi: internacionalización, fuentes de capital e inversión, inmigración, prosperidad, servicios sociales), demandantes de una especialí­sima atención y estrategias ad hoc. Y una manera de proceder de unas Instituciones europeas que, con independencia de la trascendencia de los asuntos que tratan, se empeñan en profundizar el llamado «déficit comunitario» que aleja al ciudadano y a los pueblos de las principales decisiones en juego.

Y, por supuesto, todos ellos interrelacionados con una influencia dominante en algo tan próximo como nuestro propio modelo de gobernanza, democracia y organización institucional. Aunque para muchos no lo parezca, el gobierno de los municipios también es polí­tica y la gestión, que es muy importante, no es una herramienta técnica aislada de ideologí­as, aspiraciones y voluntades colectivas.

Tres planos, tres señales, tres espacios convergentes de impacto real y directo en nuestra propia organización, responsable, subsidiaria y básica. El mundo se mueve (y nosotros con él).

Un Nobel en Bilbao. El desafí­o del desarrollo incluyente.

(Artí­culo publicado el 31 de Mayo)

Con ocasión del XXX Aniversario de la firma vasca de inversión y banca privada, FINECO, promotora del renacimiento de Bolsa de Bilbao y de su Plaza Financiera tras el inicio globalizador y centralizador de la ya vieja Ley del Mercado de Valores del 88 que provocó el entonces llamado «Big Bang español», disfrutamos el pasado lunes del privilegio de escuchar en Bilbao al Premio Nobel de Economí­a, Michael Spence.

La entrevista-coloquio-disertación con el profesor Spence empezaba con una pregunta que nos permite entrar en comentarios, no solamente de clara actualidad, sino sobre un tema-debate que nos acompañará, sin duda, en las próximas décadas: el crecimiento incluyente. Se preguntaba al profesor si creí­a que sus investigaciones reconocidas con el Nobel habrí­an contribuido al desarrollo de la sociedad y en qué medida la información asimétrica e imperfecta en los mercados -base tanto de su tesis doctoral como del motivo directo del premio- determina no solo su estructura y comportamiento, sino la calidad, fiabilidad y acierto o fracaso de las decisiones para la inversión. Pero más allá de esta pregunta introducción al trabajo valorado y premiado con el máximo reconocimiento, al oí­r esta y otra de sus respuestas orientadas al mercado, al comportamiento de los diferentes bloques (América, Asia, Europa) y a la incertidumbre del inversor de la mano de las decisiones macroeconómicas al uso (tipos de interés, paridad de las monedas, austeridad o inversión…) de significado  interés y relevancia, sin duda, por mi parte, pretendí­a abstraerme del momento y profundizar en otros aspectos esenciales de su legado: el desarrollo económico más allá del crecimiento… y de la economí­a.

A lo largo de su conferencia tuvimos la oportunidad de reencontrarnos con muchas de sus aportaciones de gran interés y valor, tanto para entender el verdadero desafí­o económico y social del momento, como el adentrarnos en las corrientes de pensamiento y debate que nos acompañan y acompañarán en las próximas décadas más allá de coyunturas y crisis como la actual.

Michael Spence es «uno de los tres premios Nobel que han venido en los últimos años a Bilbao» tal y como era presentado en el mencionado acto. Tanto él como Joseph Stiglitz no solamente compartieron el Nobel (junto con George Akerlof), sino que hoy comparten un punto de partida en la reflexión hacia el Crecimiento Incluyente, a sus dudas razonables y razonadas sobre el PIB como indicador clave del desarrollo y sobre todo, el amplio mundo de factores que determinan el desarrollo más allá de los elementos y fundamentos clásicos. En su libro, «La próxima Convergencia: el futuro del desarrollo económico», contribuye no solo con un gran análisis de los comportamientos de la economí­a (en especial en los paí­ses en desarrollo) y la convergencia entre modelos de desarrollo en economí­as diversas cerrando el gap entre los emergentes y los avanzados, sino que nos permite comprender otros muchos elementos clave que terminan explicando  la prosperidad de las personas y las diferentes sociedades y Territorios en que viven. Como explicara también en su intervención en Bilbao, el Desarrollo Económico no es cuestión solo de economí­a, sino que la polí­tica, la gobernanza, las Instituciones, el capital humano y social, los intangibles, la cultura y las aspiraciones de las diferentes sociedades resultan determinantes.

En esta lí­nea, comentaba al principio de este artí­culo, la presencia de tres nobeles en Bilbao. Stiglitz, abandera todo un movimiento en favor de este «Crecimiento, desarrollo y progreso social» desde el conocimiento y aprendizaje como fuentes de creación de una nueva sociedad y el tercero, Al Gore, más allá de su lucha en facilitar la economí­a verde, real, como motor no solo de la respuesta al cambio climático, sino de las nuevas fuentes de empleo, negocio y bienestar, proclama la necesidad de la «nueva polí­tica», con mayúsculas, para diseñar nuevos modelos de desarrollo recordando que los marcos fijos (polí­ticos, normativos, legales, estructuras de gobernanza y geo-polí­ticas) han dejado de ser el «software del futuro» en favor del conocimiento, la tecnologí­a y la innovación. Ese nuevo software, con la ventaja de ser «renovable» permite que sucesivos y diversos representantes de las demandas sociales, transformen las pautas del pensamiento socio-económico y su desarrollo.

Hoy, en consecuencia, desigualdad, pobreza, nuevas demandas sociales, desempleo, aspiraciones de identidad y polí­ticas, se integran con fuerza en los determinantes irrenunciables de una nueva corriente de pensamiento. Una economí­a y sociedad, compartiendo valor desde el momento mismo de su diseño que, a la vez, se asienta no en el temor a un imposible o a un mundo negativista, sino a escenarios positivos, repletos de oportunidades, favorecedores de un mejor futuro para las nuevas generaciones pese a las apariencias y estadí­stica en curso.

Más allá del momento de la valoración y reconocimiento con nada menos que con un premio Nobel, los ejemplos comentados son auténticos activos que contribuyen e impactan en nuestra sociedad. Spence, desde su protagonismo como presidente de la Comisión de Desarrollo (Crecimiento y bienestar) en el Banco Mundial o desde el Consejo Asesor para Nuevos Modelos de Crecimiento en el Foro Económico Mundial, es un buen ejemplo y referente. El desafí­o de un nuevo mundo inclusivo, de la búsqueda de la convergencia estratégica empresa-sociedad (Porter-Kramer), y de la apuesta por invertir en prosperidad y desarrollo inclusivo, se generalizan a lo largo del mundo.

Todo un movimiento en proceso que exige coopetencia. Y Spence nos dejaba una gran enseñanza: recordaba cómo, precisamente al concluir la segunda guerra mundial, los paí­ses enfrentados en una de las mayores destrucciones humanas, «coopitieron», colaborando más allá de sus posiciones y estrategias concretas en uno de los mayores movimientos de recuperación económica. Y, más tarde, en sus aportaciones habituales desde su influyente foro del WEF, insistí­a sobre los peligros de este «mundo de desinversión» en el que nos hemos metido. Recuerda como «los lí­deres mundiales adoptaron una perspectiva de largo plazo. Reconocieron que las perspectivas de reducción de deuda de sus paí­ses dependí­an del crecimiento económico nominal, y que sus perspectivas de crecimiento económico -para no mencionar una paz continuada- dependí­an de una recuperación a nivel mundial. De modo que utilizaron -y hasta tensaron- sus balances para inversión, abriéndose al mismo tiempo al comercio internacional, ayudando así­ a restablecer la demanda« y añade una clara crí­tica tanto a los niveles como a la calidad de la inversión, desde la ausencia de cooperación interdependiente a lo largo del mundo, calificándolos de inadecuados, haciendo un llamamiento a impulsar el crecimiento económico, generar una demanda adicional y fomentar la inversión pública.

¿Generará el impacto deseable la voz de un Premio Nobel? Esta misma semana, Europa ha aprobado, por fin, el Plan Juncker. Se supone que se trata de un ambicioso plan de inversiones que ha de impulsar el crecimiento y favorecer la necesaria recuperación tantas veces reclamada en contraposición a la mal llamada austeridad imperante.

 Hoy, muy lejos de aquel escenario de post guerra, las necesidades y demandas sociales reclaman, exigen, nuevos modelos de desarrollo. Hacia un crecimiento económico por, desde y para las personas. Un crecimiento incluyente. Modelos que no son responsabilidad única de agentes económicos autónomos, sino de la voluntad y compromiso de todos los actores.

En fin. Mensajes emitidos. En pocos dí­as, en pequeñas y próximas parcelas de decisión polí­tica, nuevos dirigentes, nuevos programas y nuevos planes. Confiemos que también aquí­ se hayan escuchado estas voces.

ECONOMíA: ¿Desde la bicicleta electoral o desde el gabinete de estudios?

(Artí­culo publicado el dí­a 17 de Mayo)

Hace unos dí­as, veí­amos a un feliz  Presidente del gobierno español, Mariano Rajoy, ofreciendo una «mini rueda de prensa»,  desde una bicicleta eléctrica, cubriendo el espacio electoral de su partido, encabezando el pelotón de sus candidatas madrileñas. Sonriente, mostraba los logros en su oferta de servicios públicos a los ciudadanos   (las bicicletas municipales) a la vez que «recordaba el éxito de su acción de gobierno salvando a la España pre crisis para convertirla en todo un modelo valorado por propios y extraños». Al calor del proceso electoral en curso, además, se preguntaba: «¿quién hubiera pensado que en tan pocos años í­bamos a ser capaces de darle la vuelta a este Paí­s que nos habí­an destrozado las polí­ticas socialistas, superar la crisis, volver a crear empleo y convertirnos en el número uno del crecimiento europeo y ser la envidia de nuestros colegas?»

Sin embargo, su euforia electoral (por cierto  en una campaña, discursos y programas más apropiada para candidatos gestores de municipios, Comunidades Autónomas y polí­ticas microeconómicas que no para las de un candidato a Presidente del gobierno central) no llegaba en buen momento, coincidiendo con la aprobación, esta misma semana, del «Acuerdo de recomendaciones especí­ficas por Paí­s 2015 de la Comisión Europea», de cuya lectura, más allá de la redacción generalmente amable del estilo comunitario, se desprenden preocupantes valoraciones, relevantes crí­ticas al estado de la economí­a española y una seria incertidumbre sobre su futuro. Sus amigos y colegas no parecen formar parte de ese grupo de envidiosos de sus logros, que dijera Rajoy.

El mencionado informe (y aprobación formal de la Comisión) fija las diferentes recomendaciones (en realidad, imposiciones oficiales de obligado cumplimiento e intervención presupuestaria tras el pacto de fin de semana con el que nos sorprendieran PP-PSOE en su «acuerdo del Aperitivo» para modificar la «inamovible» Constitución Española), en su afán por garantizar la estabilidad presupuestaria europea, supeditando toda polí­tica propia a las directrices macro y cifras objetivo de laboratorio bruselense cuyos resultados, dicho sea de paso, han retrasado cualquier abismo de recuperación a la vez que han dejado a un buen número de ciudadanos y empresas en el camino. En todo caso, directrices de polí­tica económica de los Estados Miembro para el period 2015-2016. Recomendaciones que inciden (en este caso para todos) en el «nuevo rumbo» de la Comisión Juncker en su tardí­o impulso a los estí­mulos para la creación de empleo, crecimiento e inversión, desde la responsabilidad fiscal y presupuestaria, «aprovechando los sí­ntomas de recuperación que el nuevo escenario y coyuntura mundial ofrece». Recomendaciones que, según nos recuerdan en su propio texto normativo, «tratan de alentar esfuerzos de los gobiernos nacionales, en especial de los más rezagados y necesitados de polí­ticas de empleo y protección social, proponiendo mecanismos de control y seguimiento así­ como orientaciones de reformas necesarias».

Y es precisamente aquí­ en donde observamos la falta de sintoní­a entre el discurso Rajoy y las posiciones reales de la Comisión Europea. No es precisamente una manera de celebrar y compartir la euforia del Presidente y su gobierno  el comprobar que la Comisión sitúa a España en el grupo de los paí­ses cuyos desequilibrios «requieren medidas urgentes, especial seguimiento y control», que recuerde que España continúa en la categorí­a de Paí­s en Desequilibrio Macroeconómico, que sigue inmerso en el paquete de «procedimientos de Déficit Excesivo» y que, en consecuencia, al margen de determinados avances, se destaca, entre otras cosas, su elevadí­sima deuda (pública y privada) que lastra su potencial crecimiento y desarrollo, que su desempleo no solamente alcanza cifras insostenibles sino que su calidad y segmentación «imposibilitan un escenario de futuro acorde con las propuestas de la Europa del 2020″ y que, como veremos más adelante, muestra enormes dudas sobre un futuro de crecimiento, bienestar y sostenibilidad….

Así­, esa tan «extraordinaria y positiva valoración de mis colegas» que publicitara Rajoy, parecerí­a haberle impedido leer con detenimiento el Informe completo emitido y su aplicación práctica en las recetas presupuestarias por cumplir tras el Acuerdo de la Comisión. Si su gobierno ha querido poner el acento en la macroeconomí­a y sus desequilibrios, son demasiadas las luces rojas y borrones que le recomiendan desde Bruselas, no solamente cuestionando los logros y resultados obtenidos sino, sobre todo, las expectativas de futuro. El «Informe amigo» señala el deterioro en su balanza exterior con una significativa pérdida en su posición exportadora agravada por el incremento excesivo de las importaciones asociadas, excesiva dependencia energética no corregida pese a la modificación favorable de los precios del petróleo en la coyuntura mundial actual, la concentración geográfica de los paí­ses destino otrora fuente refugio de la crisis y que se vuelve contra un desarrollo sostenible ante la propia ralentización en su crecimiento actual, la tipologí­a de productos y servicios exportados de una escasa tecnologí­a y valor añadido diferenciado, las crecientes y lógicas demandas y exigencias de los paí­ses emergentes cuyo desarrollo y partenariado explican parte del éxito pasado español y que, obviamente, se vuelven más exigentes hacia la obligación de implantaciones reales y no operaciones puntuales de venta desde el Paí­s origen, el tamaño y número de las empresas internacionalizadas, la continua competencia de nuevos jugadores. Adicionalmente, se anticipa el impacto de la pérdida de confianza y credibilidad de determinados mercados exteriores  (corrupción, imagen y marca Paí­s, fallidos contratos de Estado, compra pública internacional dirigida…). Y los redactores continúan: un desempleo elevado con excesivo paro de larga duración, empleabilidad dual, escasa adecuación oferta esperable y demanda, escasa cualificación entre la población demandante de empleo, con un elevado riesgo de exclusión y ruptura de la cohesión social. Situación aún más preocupante, si cabe, por altas tasas de abandono y fracaso escolar, escasa cualificación profesional y elevado grado de desocupación entre la población que solamente ha trabajado en la construcción en actividades de limitado valor ante cambios necesarios en el modelo de desarrollo…

Y, tras este panorama, además, a Europa le preocupa su propio diagnóstico por el impacto adicional que pudiera tener sobre otros Estados Miembro. Sus retos y desafí­os exigen renovadas polí­ticas que impulsen y aceleren inversiones, públicas y privadas, y destinan un larguí­simo listado de propuestas, recomendaciones y reformas inevitables que, en su opinión, España, su Gobierno, sus empresas y sociedad civil habrí­an de acometer en los próximos años. Un largo recetario hacia una verdadera competitividad-paí­s que requiere estrategias regionalizadas, eficientes, adecuadas a los muy diferentes niveles de desarrollo y tejido económico de cada Comunidad Autónoma. La energí­a y una polí­tica estable, coherente y competitiva es demandada. Se reclama una verdadera apuesta en Investigación y desarrollo y se resalta una escasa valoración de su gobernanza, financiación y orientación. No se permiten hacer valoraciones del impacto presupuestario real de las diferentes modificaciones fiscales reclamando una verdadera arquitectura global, una auténtica reforma radical de la Administración Pública, y una genérica solicitud de reformas estructurales en el funcionamiento y regulación de los servicios profesionales y «un contexto de negocios pro empresa hacia una competitividad real y sostenible». Cuestionan la información estadí­stica facilitada. Finalmente, entre el diagnóstico y las recomendaciones, incluyen la consabida crí­tica a la administración de justicia, a la educación en sus diferentes niveles y a la inadecuación formación-empleo.

En fin. Si bajar de la bicicleta electoral y abstraerse del triunfalismo en competencia partidaria posibilitara leer los informes completos, trascender de los comentarios coloquiales de los amigos y adentrase en sus documentos, diagnósticos y recomendaciones, darí­a pie a análisis más sensatos. El hecho de constatar que la salida de una larga recesión, enfilar la resolución de un rescate como al que se sometió a la economí­a española, acometer las polí­ticas dictadas desde la troika, participar de una nueva coyuntura mundial y acceder a un nuevo rumbo de intervención y estí­mulo al crecimiento, desde la Unión Europea, no debe impedir  entender que el proceso de recuperación es lento, complejo y aún distante. Parecerí­a que nos estamos acercando al punto inicial del precipicio al que empezamos a caer de manera lenta e intensa a la vez, que el recorrido ha sido enorme y que, desgraciadamente, volvemos a un punto con menores niveles de bienestar y prosperidad. Se necesita empezar por reconocer (o entender) que la nueva ruta está llena de dificultades. Vistas así­ las cosas, la actitud dominante apostarí­a por la necesidad de cambios radicales, de estrategias (nuevas y distintas) para lograr un futuro diferente. Europa y su Comisión pueden equivocarse (también en esta ocasión) pero son demasiadas las luces rojas encendidas.

Seguramente, los electores prefieren un gobernante al mando de una compleja y desafiante estrategia de futuro, arriesgada pero ilusionante, antes que a un improvisado deportista en el sillí­n de una bicicleta eléctrica con un discurso difí­cilmente contrastable. De esta forma, además, los propios colegas europeos pudieran cambiar su discurso (no su diagnóstico), animando a una transformación radical de este Estado y su economí­a (y, seguramente, de Europa).

¿Construyendo espacios propios en un mundo global?

(Artí­culo publicado el dí­a 3 de Mayo)

Si bien hoy en dí­a resulta casi imposible aludir a la globalización de empresas, mercados y culturas a la hora de abordar cualquier tipo de análisis económico, polí­tico e incluso social, así­ como recurrir a este difuso concepto como si de un dogma claro se tratara para explicar cualquier necesidad de cambio (comportamiento y actitud de las empresas y trabajadores, polí­ticas públicas, modelos de crecimiento y desarrollo económico, escenarios de futuro), sigue sin resultar evidente ni su verdadero contenido, ni la «magia creativa y benéfica» que ofrece al ciudadano, pueblos, sociedad en general o empresas en particular. Hacemos, eso sí­, de la internacionalización, de las interacciones comerciales y sociales a lo largo del mundo, un eje esencial e irrenunciable de cualquier estrategia de éxito, sea en el ámbito que sea.

No obstante, el debate real sobre globalización está abierto y, sin embargo, son pocos -considerando su impacto y utilización conceptual masiva- quienes se adentran en su profundo análisis y menos aún en la determinación del impacto concreto que produce en nuestras vidas.

En este contexto, uno de los académicos estudiosos de estos conceptos, desde su óptica favorable a la globalización como opción, es el profesor de estrategia Pankaj Ghemawat (World 3.0). En estos dí­as, bajo su co-dirección con su colega de MIT Steven Altman, la compañí­a «global» DHL  ha publicado el «índice 2014 de la conectividad global», en aplicación básica de su conocida teorí­a y marco de las distancias CAGE (culturales, administrativas, geográficas y económicas) que, entiende, determinan la interacción o no entre empresas y paí­ses en su largo proceso de internacionalización.

De esta forma, el mencionado índice, que pretende preguntarse ¿qué tan globalizado está el mundo?, nos ofrece una serie de aproximaciones a posibles respuestas clave, profundizando en variables e indicadores desde cuatro grandes apartados presentes en la toma de decisiones de quienes se convierten en los verdaderos agentes y lí­deres de esa «Connectedness« (o capacidad para la conectividad): 1) Su distribución y presencia geográfica, 2) La profundidad o relevancia con la que desarrolla su internacionalización, 3) La fortaleza con que inciden en sus polí­ticas y actuaciones y 4) El grado de discrecionalidad con el que deciden estar o no en un determinado paí­s y lo que hacen o quieren hacer en él. La resultante explicarí­a, en este caso, y entre otras cosas, qué paí­ses «dominan» el medallero de la globalización. Resultado: Nueve de los diez primeros son europeos; el otro, cabecera del Sudeste asiático (Singapur). Así­, el liderazgo clave corresponde a Holanda, seguido de Irlanda, Paí­ses Bajos (Bélgica y Luxemburgo), Reino Unido, Suecia, Suiza, Dinamarca y Alemania. Una vez más, í­ndice tras í­ndice (Competitividad, Progreso Social, Bienestar, Desarrollo incluyente, Desarrollo Humano…) los paí­ses pequeños o pequeños jugadores, hacen de su dimensión, de su identidad y sentido de pertenencia, de su deseo/voluntad/necesidad de una interdependencia abierta desde sus propias aspiraciones y de su capacidad de cohesión social e interna, desconcentración y control de la gestión y de las polí­ticas, de sus fortalezas institucionales internas, de la escasez de recursos naturales heredados, de su propia cualificación del capital humano y de la apropiación de su propio futuro, las ventajas competitivas garantes del éxito general al servicio del bienestar de sus ciudadanos.

El trabajo analizado (140 paí­ses que suponen el 95% de la población y el 99% del PIB mundial), focalizado en 12 categorí­as diferentes de flujos comerciales, de capital, de información y de personas, y con estadí­stica comparada desde 2005, ofrece -atendiendo a sus autores Ghemawat y Altman– una serie de conclusiones o consideraciones relevantes a tener en cuenta, más allá de «opiniones generalizadas» que, en su opinión, se asientan en una sensación colectiva no suficientemente contrastada con la realidad:

1) Pese a la sensación de haber entrado en una recuperación de la globalización, similar a los niveles pre-crisis, los flujos pre-existentes distan mucho de las ganancias potenciales estimadas en su momento.

2) Pese a la apuesta por participar de los cambios hacia los paí­ses emergentes, las compañí­as clave de las economí­as avanzadas no han realizado los necesarios cambios y adaptaciones estratégicos que los paí­ses ofrecen.

3)  Si bien estas economí­as emergentes son las que más han crecido y mejores posiciones relativas han asumido, su integración real en los flujos y cadenas globales de valor continúan siendo  limitadas  en su concreción e integración y siguen muy por detrás de las economí­as avanzadas, lí­deres.

4)  Los movimientos en CONECTIVIDAD globalizada, se concentran, fundamentalmente, en espacios intrarregionales próximos y salvo en el caso del turismo, sus flujos tienden más a contraerse que a una distante extensión.

5)  Europa es, con gran diferencia, la región más globalmente conectada (flujos comerciales y de personas) y Norte América en términos de movimientos de capital e información.

6)  El Sudeste asiático (en especial en el conjunto ASEAN aún en ví­as de convergencia y generación, a su vez, de un mercado integrado y único) es el verdadero espacio de crecimiento y resultados de eficiencia y productividad en su «globalización», por encima de los gigantes asiáticos (China y su expansión, hoy en revisión) y sus polí­ticas observables.

En definitiva, que un mundo abierto e internacionalizado ofrece enormes oportunidades y que supone una apuesta creciente no tiene duda alguna. Que la globalización es una mantra que requiere mucho más que matizaciones y que el mundo local  próximo no solo no desaparece, sino que resulta esencial y diferencial es evidente. Que los grandes «en tamaño fí­sico» no son los lí­deres o jugadores ganadores (en términos de resultados para sus ciudadanos y empresas), parece más que probado. En consecuencia, las estrategias (de Paí­s y de Empresas, así­ como de las personas en sus propias decisiones individuales) de quienes hemos de tomar decisiones, como siempre, más allá de modos o mensajes mediáticos o etiquetas comunes escasamente contrastadas, exigen de un análisis y prospectiva mucho más sofisticados que la simple escucha de mensajes generalistas o de recomendaciones parciales generadas en observaciones o experiencias coyunturales o limitadas. Definitivamente, acertar en la mundialización parece más probable desde una concepción glokalizada, donde el efecto local marca la diferencia.

Mientras más «abierto y glokal» parece convertirse el planeta, surge un mayor espacio de oportunidades de éxito para los «pequeños jugadores» interdependientes con estrategias y aspiraciones propias y diferenciadas. Una buena reflexión a aplicarnos en y desde Euskadi.