Reflexiones y experiencias de transformación innovadora. ¿Aprendiendo de/con caminos parecidos?

(Artículo publicado el 18 de Mayo)

Una práctica habitual de “aprendizaje innovador” entre diferentes gobiernos, organizaciones académicas, empresas líderes, a lo largo del mundo, es la de recurrir a los llamados “viajes de conocimiento y contraste”, eligiendo una ciudad o país que entienden pueda aportar referencias vivas, reales, de transformación innovadora y éxito, fruto de sus decisiones estratégicas, políticas o modelos de cambios seguidos. Experiencias que no pretendan copiar o replicar, sino reflexionar, analizar elementos clave de potencial adaptación a su realidad, y colaboración, en su caso, para sus propios caminos a seguir.

En este marco, el otoño pasado, nos visitaba en Euskadi un amplio grupo de altos directivos de la B-BUG (Institución que agrupa 120 organizaciones, propicia la formación continua de sus directivos y aborda las estrategias de transformación de su región-país), de largo recorrido y extraordinario reconocimiento en Baden-Wurtemberg, Lander líder en el desarrollo industrial, económico y social alemán. Fui invitado como ponente para explicar lo que ellos habían identificado como “el milagro vasco”, por su rápida y profunda transformación industrial, “reurbanización inteligente” e “innovación institucional” y “modelo de colaboración público-privada”. A petición suya, expuse mi conferencia: “Economic, Industrial and Social transformation” en el contexto de la “estrategia país” desde el desarrollo trazado en los años 80 accediendo a nuestro autogobierno en plena sumatoria de crisis (política, económica, energética, financiera y social) y su amplio, continuo y progresivo despliegue hasta nuestros días. Considerado como un proceso exitoso, preguntaban por los siguientes pasos: ¿Ahora qué?

Preocupados por el ya entonces escenario  multi crisis que vivíamos (agravado por los últimos acontecimientos globales: Ucrania y sus consecuencias además de una inflación y declive en el crecimiento económico de su País, con una profunda preocupación y confrontación social por los fenómenos migratorios), la incertidumbre ante las apuestas estratégicas europeas (Draghi, Letta…) y, en su caso, ante unas, entonces, próximas elecciones (regionales y estatales en Baden-Wurtemberg y Alemania) en un caótico y desalentador gobierno de permanente confrontación entre los partidos que conformaban la coalición, el grave estancamiento económico que ya mostraba graves luces rojas y el creciente desencanto social con una más que anunciada presencia significativa de la “nueva extrema derecha alemana”. ¿En qué medida, Euskadi, ha de retocar su estrategia? ¿Hacia dónde habría Alemania de modificar la suya?

Esta semana, uno de los directivos presentes en esa sesión me remitía el enlace a un libro de reciente publicación, ampliamente difundido por la revista F&D del Fondo Monetario Internacional. “KAPUT: The end of the German miracle” (KAPUT: el final del milagro alemán) de Wolfgang Münchau. El libro, atendiendo a su autor, destaca “los errores y falta de respuesta que a lo largo de 30 años han caracterizado el comportamiento y políticas de esa Alemania líder y tractora europea, hasta su estancamiento, declive y cúmulo de barreras que lastran las posibles fuentes de recuperación y desarrollo”. Así, da por hecho que el éxito y milagro alemán de antaño no era sino un espejismo debido a decisiones, políticas y comportamientos erróneos con los resultados actuales previstos: fijación excesiva en la producción y manufactura (en especial, según él, en el automóvil con combustible fósil); dependencia de una energía importada de Rusia; excesivo peso de las exportaciones (sobre todo a China) y no en el consumo local; escasez de mano de obra cualificada adaptada a los nuevos requisitos de la tecnología y la “nueva economía”; excesiva carga burocrática; lentitud en los procesos de digitalización; un sistema financiero “parroquial” y excesivamente localista y de escasa dimensión; raquíticos planes de inversión pública en infraestructura; rígidas políticas fiscales y una inadecuada interacción entre política, sindicalismo, gobiernos, corporaciones empresariales, entidades mercantilistas-financieras, apostando por “sectores pesados” dirigidos por la variable “empleo” y una actitud colectiva cada vez más confortable con aversión a transitar las nuevas trasformaciones que parecían inevitables.

Como en tantos casos, a lo largo del tiempo y del mundo, parecería que en un momento determinado (siempre a posteriori), nos enredamos en círculos exitosos perversos. Todo aquello que entendíamos razonable y esencial para avanzar y lograr una mejor sociedad, un país o modelo competitivo, inclusivo y próspero, se “convierte” en obstáculo o error para alcanzar el futuro deseado. ¿Es que ya no supone un elemento competitivo y diferencial contar con un tejido económico productivo?, ¿es que las ventajas de un sistema de empleo formal, promover la dignidad del trabajo, los mecanismos colaborativos empresa-sociedad, la internacionalización de tu economía, la fortaleza de gobiernos, los capitales humanos, institucional y social, la fortaleza diferencial de las redes ciencia, investigación, tecnología o la revalorización académica de alto nivel al servicio de necesidades y demandas sociales generadoras de impacto en la Comunidad han dejado de ser una base diferencial de máximo valor añadido? Por supuesto que esto no es así. Lo que sí resulta diferencial, es una verdadera base para un estado de competitividad, riqueza y bienestar, lo que exige, de forma permanente e inacabable, “revisitarlo de forma adecuada” a lo largo del tiempo. No se trata de poner etiquetas, ni de copiarlas y replicarlas sin distinción a lo largo del mundo, sino penetrar en su propio sentido y contexto para construir una verdadera propuesta de valor como país. ¿Han desaparecido los valores y fortalezas de una Alemania del “milagro” económico, de la integración única de dos mundos (Occidente-Este), de una reconfiguración de la difícil Europa de postguerra, de múltiples transiciones productivas, tecnológicas, del conjunto de modelos de negocio y valor de las empresas, de un modelo de bienestar y de gobernanza especialmente valorado, y han de despreciarse y abandonarse los principios inspiradores de una economía social que ha reconfigurado, desde el humanismo y el progreso social, subsidiario, un desarrollo y bienestar no visto en ninguna otra fase de nuestra historia?

Coincidiendo con este libro, esta misma semana, nos encontramos con un par de elementos de sumo interés que vienen a cuento con lo narrado hasta aquí: Alemania y Europa en un desafío mundial cambiante y enormemente demandante. Por un lado, en una interesante entrevista, en el diario ZEIT alemán, a la presidente de la Comisión Europea, la alemana Ursula von der Leyen (“We have no bros and no oligarchs”. “No tenemos ni hermanos ni oligarcas”), explica su visión ante el caos desencadenado en un nuevo mundo de aranceles, un nuevo concepto de la reforma y seguridad, el nuevo orden mundial, el rol a jugar por “nuevos jugadores” y el propio papel, a cambiar, de la Unión Europea en el tablero geopolítico y geoeconómico que se avecina. Lo hace desde su experiencia personal desde su llegada a presidir la Comisión, en una “inesperada dirección multi crisis” recordando las sucesivas crisis que han rodeado su mandato: la pandemia global del COVID, el ataque invasión de Putin a Ukrania, la crisis económica con el corte del gas ruso y lo que ella llama ahora “la crisis trasatlántica”. Califica los cambios de la Unión Europea como históricos hasta lograr, hoy, el apoyo unitario de los 27 Estados miembro hacia una autonomía estratégica a la búsqueda de un nuevo líder mundial (la UE, por ejemplo) y sabiendo que la Competitividad, prosperidad y rearme (seguridad) han de dar paso a una profunda reformulación del rol europeo, la reconfiguración de sus miembros, la “Mutualización de sus instrumentos de financiación extraordinaria, a riesgo compartido” en el marco de una financiación innovadora. “Un despertar europeo. Un despertar conjunto. Un despertar mundial”. Von der Leyen afirma con rotundidad: “El Occidente que conocíamos ya NO existe”. Un nuevo mundo de redes, de interacción geoeconómica y geopolítica ha de ser reconstruido y la Unión Europea se abre a todo ese nuevo espacio global, de nuevos jugadores, de nuevos coliderazgos emergentes, de nuevas actitudes y relaciones. Perdemos el liderazgo y relación preferente del 13% del comercio mundial (Estados Unidos) y nos abrimos hacia el restante 87%. Hemos de asumirlo, contemplarlo y preocuparnos en adaptarnos a ese nuevo espacio por construir. “Europa tiene las capacidades diferenciales para desempeñar ese papel”. “No podemos confiar en estas nuevas y observables ambiciones imperialistas. Europa debe seguir siendo atlantista, ha de ser un espacio diferencial de libertad, democracia, derechos humanos y bienestar. Hemos de hacerlo. Hemos de apostar por una nueva y singular estrategia, perseverante del largo plazo”.

Y, alineado con estas afirmaciones y apuestas, el nuevo canciller Friedrich Merz acaba de presentar su declaración de gobierno ante el Parlamento. Anuncia sus renovados planes económicos, sociales, de gobernanza para una Alemania competitiva y próspera. Su intervención y completo “Plan de Emergencia”, no solamente se enmarca en su inequívocas apuesta por coliderar ese “resurgir europeo”, o en recuperar el rol esencial de la locomotora alemana, sino en un decidido intento por afrontar la incomodidad de los enormes cambios que le esperan (a él, a su gobierno, a los alemanes, a los europeos…). Entre los innumerables puntos incluidos, utilizaba un relevante aviso como resaltaba el diario alemán Der Spiegel: “Llamo a un enorme esfuerzo para que el país vuelva a ser más competitivo y pueda mantener y mejorar nuestros niveles de bienestar (para nosotros y para nuevas generaciones)”. “Necesitamos trabajar más y, sobre todo, de manera más eficiente en este país”. “Con una semana de cuatro días y un equilibrio entre la vida laboral y personal, no podemos mantener la prosperidad del país”. “Hemos acordado la inclusión de la semana de 40 horas en la ley de horas de trabajo y procedemos a su implantación inmediata”. (Lo relevante, añadiría yo, no es tanto el número de horas sino el papel esencial del trabajo, el esfuerzo, su contribución de valor y la manera de acordarlo y no imponerlo de forma unilateral).

Sin duda, con unos discursos o con otros, con mayor radicalidad, con menos intensidad… los diferentes liderazgos (democráticos) requieren credibilidad y motivación, mensajes claros, con visión para un futuro mejor desde un presente también mejor, para todos, intergeneracional, y, por supuesto, comprometido.

¿Y ahora qué?, me preguntaba nuestro visitante. Entender el modelo que vivimos y el que habremos o habrían de vivir próximas generaciones. Aquel mundo que nos gustaría construir en un absolutamente irrenunciable espacio de economía-social, participativo, democrático, inclusivo. Un mundo que solo será posible con esfuerzo, responsabilidad y compromiso. Aprendiendo con/de todos. “Un mundo que no vendrá, sino que hemos de traer.”

Hoy, la experiencia observada es Alemania y su esperanzada redefinición de su propio “milagro”. Y a la vez, para todos los demás, también, un camino de aprendizaje.

Insistiendo en un mundo de oportunidades

(Artículo publicado el 4 de Mayo)

El pasado viernes santo, publicaba aquí, en DEIA, mi artículo quincenal en el marco de mi columna Neure Kabuz, bajo el título: ¿Una nueva ERA? Naveguemos sus olas favorables, en el que repasaba luces positivas que nos lleven a identificar cambios sustanciales en muchos de los paradigmas que o bien hemos dado por buenos (fruto de los cuales el mundo ha mejorado de manera extraordinaria en las últimas décadas, aunque no lo parezca), o son descalificados como causa de la insuficiencia de resultados para todos, en todas partes a la vez, y, en consecuencia, instigan el motor de la era del CAOS, el desaliento y la desesperación fatalista que parecen implantarse en la actualidad. Síntomas dominantes alimentando, en todo caso, una sensación generalizada de pesimismo, negatividad, desánimo y decepción, ante lo que parecería un presente confuso e indeseado, y un futuro escasamente atractivo.

El artículo, en lo modesto de la ambición que caracteriza mis opiniones y publicaciones, provocó en unos pocos conocidos, amigos y lectores, una reacción similar a la que produjo mi último libro, “Bizkaia 2050 (Bilbao, Bizkaia, Basque Country)”, en el que al proponer un escenario de prosperidad, riqueza y bienestar para una sociedad vasca del 2050, que se sienta confortable en el espacio que, al cabo del tiempo, conforme el espacio “Bizkaia” futurible, y en el que las empresas y organizaciones académicas y culturales del mañana, sientan la necesidad/convicción  de “estar” aquí (al menos con una de sus piezas clave en el marco de sus cadenas globales y locales de valor), gracias a la convergencia de capital humano, talento, capital institucional y capital social, únicos, diferenciados y de máximo valor, me tacharon (entonces y ahora) de “excesivamente optimista” o ciego ante la “era del caos que vivimos”.

Entonces, como ahora, mi respuesta era y es similar, invitándoles a leer los documentos en su integridad. Aspirar al máximo valor, bienestar, desarrollo inclusivo, resulta imprescindible, es insustituible para comprometerse en construir el futuro que se quiere y no dejar que sean otros o las circunstancias los que predeterminen nuestras vidas, sin contar con nuestro coprotagonismo y codirección. Entonces y ahora, insisto en lo mismo: ante las tendencias y realidades observables, hemos de identificar “nuestras olas favorables de oportunidad” y esforzarnos en navegarlas. Así, un resultado exitoso como el propuesto en Bizkaia 2050, será fruto de “haber hecho todo aquello que teníamos que hacer”. Cien transformaciones esenciales apuntaban la enorme agenda que todos (país, instituciones, gobernantes, universidades, ciudadanos …) teníamos y tenemos por delante. Navegar las olas de oportunidad constituye el reto-compromiso.

A lo largo de estos escasos 10 días desde la publicación de mi última columna, asistimos a un “bombardeo” (nunca mejor dicho) de mensajes escasamente incentivadores para una apuesta por el “rearme disuasorio” con múltiples referencias en torno a la “Era del Caos” (“Age of Chaos”, The Economist), a la profecía de “Nostradamus”, a la espera de un inevitable fin del mundo, o al desconcierto del gobierno de la “Casa Blanca de Mickey Mouse” (como calificaba el profesor Jeffrey Sachs, las desconcertantes “políticas” del gabinete de Trump), o las innumerables señales de desgobierno y escasa calidad democrática de muchos gobiernos (el español incluido), o la infinita desolación de los conflictos bélicos que nos rodean. Por si fueran pocas líneas desalentadoras “el apagón eléctrico” de este pasado lunes, no solo nos hace constatar la enorme fragilidad del mundo y modelo de sociedad en la que vivimos, sino que pone en entredicho las estrategias voluntaristas sin procesos transitorios para pasar hacia un mundo idílico sin recorrer el camino y trayectoria imprescindible para pasar de una era a otra. El extraordinario, a la vez que complejo sistema eléctrico -energético hacia la doble salvación del planeta y la panacea de la economía verde compartible por todos, ha puesto en evidencia la imprescindible “revolución estructurada, creíble, viable, posible…”

En este panorama, conviene mirar a terceros, alejados del debate y lenguaje diario y próximo, para tratar de aprender de otros ejemplos que pudieran parecer ajenos. Surge así un ejercicio especial realizado por la consultora McKinsey, haciendo coincidir su 100 aniversario con los 250 años de la “Constitución más antigua del mundo: América”, abordando una apuesta por “Navegar olas de oportunidad para una nueva era”.

Así, en una interesante (y siempre trabajada) serie de artículos, aborda 7 ejes/espacios de oportunidad transformadora para aportar cambios observables con resultados garantes de un mundo mejor. Hacer de los problemas la fuente de solución, afirmo yo. Un trabajo que pretende llevar luz y ánimo a una sociedad, empresa y economía estadounidense que se ve desorientada y temerosa ante la sensación de haber perdido su futuro. Recomendaciones, sin duda, válidas no solo para la América a la que lo dirige, sino a todo el mundo impactado, en menor o mayor medida, por una guerra arancelaria, económica, política, a golpe de órdenes ejecutivas, confiando sean reconducidas y vetadas por la fuerza del realismo, la aparición de contraste y fuerzas democráticas o la sabiduría interna de quienes han diseñado una determinada estrategia (que, seguro que tendrán, aunque no nos resulte ni racional ni evidente).

Se trata, sin duda, de un trabajo dirigido, en especial, al mundo de la empresa, en una llamada a sobreponerse a las dificultades del momento, a afrontar, sí, la inmediatez del estruendo arancelario, y apostar, como siempre, por un pensamiento firme, riguroso, orientador del largo plazo, proclamando la firmeza y coherencia del propósito esencial de toda estrategia y compromiso empresarial con el conjunto de sus “stakeholders”.

El citado informe, sitúa el contexto, recordando una realidad, en muchas ocasiones olvidada, a lo largo del mundo: Estado Unidos de América (“América”) cuenta con una economía “local” de 136 millones de empleos, el 83% de los cuáles son empresariales, siendo el 51 % de ellos, de “PYMES” con menos de 500 empleados.

Trabajadores “formales” que cotizan, pagan sus impuestos, ahorran, invierten (también y de manera activa en Fondos y Bolsas de Valores) y determinan, en gran medida, con su voluntad, compromiso, esfuerzo y dedicación, la prosperidad o declive de su país, y condicionan, también, las decisiones de sus gobiernos y generan el desarrollo de las comunidades en que viven.

Es precisamente a esta gente a la que dirige su propuesta “América 250”, identificando “10 áreas de valor influyendo en los cambios geopolíticos” procurando transmitir vías de solución y actuación, superadoras de un inmovilismo del desaliento. Anima a esa “América empresarial” a reconsiderar sus modelos de negocio y prácticas en torno a los Acuerdos Comerciales que han de dar lugar a nuevos marcos pluri multilaterales del hoy y del mañana (sobre todo), a programar su “autodefensa” ante el incierto ataque arancelario para superar el momento y redefinir su capacidad competitiva (que NO exclusivamente “competidora”), repensando sus políticas (y mercados) import-export, y sus roles concretos en las diferentes cadenas de valor en las que actúa, con un enfoque más “regionalizado” y “menos global” sin contrapartidas, volviendo a situar en su agenda la importancia de la financiación y los mercados de capitales (empezando por fortalecer su propia capitalización). Es tiempo de profundizar en las economías productivas y las “reconocidas Políticas Industriales” (con mayúscula, completas, diferenciadas, únicas, colaborativas con terceros, con gobiernos a todos los niveles, con sus propias comunidades). Es tiempo de entender (o volver, de verdad) a la clusterización, a emprender la fortaleza de ecosistemas reales (por construir y no solamente por contemplarlos como una huella geográfica apoyada tras el caramelo de un programa subvencionador). Es, en verdad, momento para el rigor en políticas medio ambientales no excluyentes ni mucho menos de boquilla, a profundizar en políticas laborales que no sean simples manifiestos propaganda para animar a rechazar el esfuerzo y dignidad del trabajo-empleo, de afrontar con rigor las olas migratorias, demográficas, con realismo, definiendo políticas y decisiones completas, viables y dotadas de las inevitables transiciones que marquen la relación entre el mañana deseable y el hoy posible. Tiempos de mayor rigor, sentido de coherencia estratégica, huyendo de oportunismo táctico y dotados de un verdadero sentido acorde con la estrategia y no basada en el oportunismo puntual. Tiempo sí, de nuevas tecnologías para el servicio de tu estrategia y modelo de negocio y no al revés. Tiempos de alianzas, cooperación multilateral, estrategias compartidas de cocreación de valor entre empresas y otros actores y, por supuesto, empresa-sociedad. Tiempos de trabajo y no de discurso fácil.

Un mundo mejor es posible y no solamente deseable.

Ejes de actuación que nos facilitan transitar las oportunidades para una NUEVA ERA (dure lo que dure, con mayor o menor intensidad transformadora de la inicialmente prevista…) ¿Cómo podría prosperar mi empresa, las industrias en las que participo y los modelos de negocio en curso en esta nueva era geopolítica, geoeconómica y, en principio, del caos? ¿Cómo capturar y crear valor en un entorno distinto?

Y, por supuesto, es para la América 250 y para todo el mundo, y, además del destacado rol empresarial y personal, es tiempo de renovado esfuerzo y rigor de los gobiernos: impulsando su productividad, generar eficiencia, redefiniendo su gasto, evitando herramientas NO democráticas e incontrolables por la sociedad, reforzando su efectividad operativa. Es tiempo para reclamar la captura de oportunidades de mejora en todos los niveles institucionales (simplificación, coordinación, acelerar su digitalización, reorganización, automatización, fortaleciendo red de estructuras, liderazgos y gobernanza…).

Grandes olas de oportunidad. Navegar, sin duda, en un temporal complejo y turbulento.

Sí. Hay lugar para el optimismo. Optimismo realista, informado, comprometido. Un espacio de oportunidad. Eso sí, conscientes de la compleja realidad cambiante en esta llamada Nueva Era.