El juego de cartas. Recomendaciones para un futuro esperanzado

(Artículo publicado el 23 de Abril)

Una amiga, profesora universitaria, acudía el pasado lunes a una reunión académica en Bilbao. Me envió un mensaje al final de su jornada: “Estoy horrorizada. Los turistas que como yo estén por aquí pensarán que estamos al borde de la revolución. Menuda mañana de reclamos, manifestaciones, cortes de vías, ruido, papelería en calles y edificios”. Un par de semanas atrás, en una reunión con inversores foráneos, tras hablar de las ventajas competitivas, altos niveles de bienestar, cohesión social y de las extraordinarias fortalezas de nuestra economía, me cuestionaban la objetividad de dichos indicadores y valoración dado “el clima pesimista generalizado transmitido en los mensajes publicados”. Una tercera “conversación” similar con un par de máximos responsables de empresas multinacionales, amigos comprometidos con el país, me preguntaban si “en verdad aconsejaba invertir aquí o elegir otra alternativa”. Hoy leo en The Economist, el contraste entre la economía real estadounidense y la confrontación anímica tanto del anterior proceso de “Hacer America grande de nuevo” ante el declive denunciado o el actual “construirlo de nuevo mejor”. ¿Se desmorona la economía mundial y estadounidense, se reorienta hacia nuevos espacios de futuro, incorpora la inclusividad máxima en sus líneas de trabajo?

Sin duda vivimos tiempos convulsos. Por simplificar, recurriendo al acrónimo VUCA (Volatilidad, Incertidumbre-Uncertainty-, complejidad y ambigüedad), podemos referirnos al contexto de un mundo, sociedad y economías fragmentadas que parecerían impedir el aspirar y confiar en un futuro próspero esperanzado. Según el momento en que nos preguntamos por lo que estamos viviendo y las expectativas de cada uno, la línea argumental te lleva a la frustrada desesperación o al abrazo de la oportunidad.

Así las cosas, si no somos capaces de generar la confianza indispensable para creer en un futuro mejor, será imposible comprometer esfuerzos, sacrificios y proyectos, inevitablemente de largo plazo, que lo posibiliten. Un futuro esperable que justifique nuestras “especiales renuncias” del corto e inmediato plazo.

La coincidencia de esta situación y sus expresiones y/o consecuencias con un proyecto académico, consorciado entre varias universidades latinoamericanas, me invitaba a participar en una investigación colaborativa sobre “la gobernanza en Latino América: ¿Silenciosa crisis que impide el desarrollo socioeconómico de sus ciudadanos? Al plantear mi participación les preguntaba si esto solamente es aplicable a Latino América y en qué periodos y con qué “colores de gobierno”, o extrapolable a otras regiones: Estados Unidos, Europa, España…

Baste observar el comportamiento de la gobernanza en estos tres últimos ámbitos señalados para concluir en una preocupante calificación o descalificación de sus procesos de decisión, de la interacción de sus principales representantes políticos, de sus diferentes relaciones y métodos de colaboración entre los mundos empresarial y público, el rol de los medios de comunicación respecto de todos ellos, una escasa articulación entre los diferentes niveles proyectado en prácticas de escasísima calidad democrática, demagógica dirección, con profundo rechazo de proyectos futuros por una sociedad desafecta y confusa ante lo que se le ofrece. ¿Es esto así?

Con esta sensación negativa de fondo, repaso una publicación del “Harvard Law School Forum on Corporate Governance” que reproduce la carta anual de Larry Fink (presidente de Black Rock, líder mundial en activos financieros y principal inversor en el IBEX español con participación en 21 de sus empresas entre el 3 y 5,9 % de su capital), dirigida a sus “stakeholders” o agentes-grupos de interés implicados en su empresa. Sus cartas (en general dos por año: una para los primeros ejecutivos de sus clientes y la segunda a sus compañeros de viaje) gozan de interés (más allá del mundo económico-financiero) y atención ya que contienen su análisis del ejercicio en turno, su interpretación de riesgos y tendencias, sus apuestas estratégicas de futuro, sus valores y propósito y, en definitiva, sus recomendaciones estratégicas. Se convierten en su comunicación personal y directa de su estrategia y la de su organización, las claves del liderazgo y organización de que se nutre, su compromiso con las sociedades en que trabajo (a lo largo de todo el mundo) y sus respuestas a un mundo complejo.

Esto que llamo “el juego y valor de las cartas de los principales líderes con verdadera influencia” está muy extendido en la práctica tanto política, como empresarial. Desde la ya legendaria carta “ROCARD” utilizada por el primer ministro francés de la época para comunicar, primero a su gobierno y después a los ciudadanos sobre quienes gobernaban, las reglas del juego, la estrategia y políticas que se proponía llevar a cabo y las normas de comportamiento (interno y externo) que todos habrían de seguir. Año a año, en su legislatura, explicaba sus cambios organizativos, iniciativas, riesgos y peligros por afrontar, así como logros, beneficios y resultados esperables.

La carta de Larry Fink resulta, en mi opinión, de extraordinario interés, destacando una serie de puntos relevantes, estrechamente relacionados con lo hasta aquí descrito. En primer lugar, empieza por recordar que “su negocio” es una fiducia por lo que los activos, ahorros, inversiones que gestionan (cientos de miles de billones de dólares) no le pertenecen ni a él, ni a su compañía, sino a sus clientes, inversores, ahorradores. Son un legado que se lo dejan en la confianza de que le aportarán valor futuro para un escenario mejor del mañana, preferentemente en el largo plazo. Esto le obliga a ajustar el mejor riesgo-beneficio en favor de terceros (todos sus “stakeholders” en todas las comunidades en que opera). Añade que la gran diversidad de interés de todos y cada uno de los grupos implicados supone gestionar diferentes opciones con cuidadosos análisis riesgo-beneficios a la búsqueda de un bien común, sabiendo que cada uno lo interpreta de manera distinta atendiendo a sus objetivos. En todo caso, sus decisiones han de considerar el resultado esperable a largo plazo. Ha de hacerlo navegando el tormentoso mundo que recorremos. Describe un mundo, economía y sociedad fragmentadas, un entorno geopolítico cambiante (desglobalizado, seguridad-precio en conflicto, complejo, diverso, geográficamente desigual, demandante de gobiernos cada vez más exigibles, emprendedores y obligados a transformarse en sí mismos). No solo no rehúye las transformaciones tecnológicas, sino que transmite la enorme oportunidad que su buen (y regulado) uso proporciona. Utiliza un apartado especial, asociable a una fuente especial en su modelo de negocio basado en la jubilación y “retiro de la sociedad activa” advirtiendo el enorme riesgo al que nos enfrentamos y llama la atención a un cierto desprecio por las generaciones jóvenes ante una población a la que parecerían culpar de lo heredado y de una supuesta menor esperanza de calidad futura. Observa que el “Crash pandémico” conlleva dinero fácil y barato desde los gobiernos, un excesivo endeudamiento que habrá que atender, inflación persistente, falta de conectividad social con consecuencias negativas en caso de un “excesivo teletrabajo no presencial y prolongado” con consecuente desapego en relaciones, cultura organizativa, formación para el trabajo y liderazgo real. Ve con preocupación un “miedo al futuro” fomentado por la proliferación de mensajes corto placistas, negativos y poco orientados a un mundo mejor lleno de oportunidades. Esta “poli crisis” llevará al ahorro (del que se está viviendo) y no a la inversión que representa esperanza y futuro. Reclama de nuestros líderes (en cualquier ámbito) optimismo creativo, confrontar problemas y generar y transmitir a la gente verdaderas razones de esperanza para un futuro mejor. Y, por supuesto, construirlo. Se trata de “crear” oportunidades de inversión, proyectos de transformación radical, transitando las nuevas economías en curso (verde, azul, digital, educativa, de gobierno). Incita a asumir el “poder compartido” y los nuevos procesos y dinámicas de toma de decisiones, generar nuevos liderazgos y rediseñar la gobernanza en torno a la persona a atender y no a la burocracia o estructura vigente en las organizaciones (de todo tipo). Visión, propósito, estrategias largo placistas, cocreación de valor empresa-sociedad. Una receta atractiva no exenta de compromiso. Fink reflexiona desde su rol empresarial y protagonismo mundial mirando a su actividad y lo contextualiza allí en donde actúa, para hacerlo de manera correcta, entendiendo el mundo que le rodea.

De la mano de este mensaje, dos condiciones esenciales: Imprescindible Gobernanza, sea en la empresa, en tu escuela, hospital, gobierno, país… que sea. De máxima calidad y eficiencia, que responda al riesgo y oportunidades para generar un mejor y esperanzado futuro, y, por supuesto Confianza (como ya comentaba en esta columna hace unas semanas) y compromiso inversor-emprendedor, sacrificando hoy la construcción compartida inter e intra generacional. Ya es más que un tópico: un verdadero desarrollo socioeconómico y bienestar inclusivos. Ojalá que “este juego de cartas” prolifere y sustituya un ruido paralizante. Como siempre, aprendiendo de los demás y afrontando decisiones propias.

Inacabables transformaciones en curso

(Artículo publicado el 9 de Abril)

Días atrás, en un coloquio celebrado en Bilbao, se debatía sobre la “regeneración, más allá de la evolución y transformación”, a la que debería de encaminarse de forma radical la sociedad vasca en el contexto global de cambio al que, de forma pasiva o activa por voluntad propia, hemos de incorporarnos o adecuar nuestras transiciones en curso.

El debate formaba parte del programa de celebración del éxito de la entidad organizadora, su reconocimiento desde coprotagonistas de primer y reconocido nivel académico internacional y la puesta en valor de la labor realizada por la sociedad vasca, sus instituciones y agentes económicos, políticos y sociales a lo largo del tiempo, habiendo diseñado e implantado un modelo vasco de desarrollo humano sostenible, calificado de referente mundial. Se proponía debatir en torno al futuro y las sucesivas transformaciones que los desafíos del momento y del mañana exigen.

Sorprendentemente, algunos intervinientes que al parecer creen que todo empieza con ellos, pusieron el acento en la descalificación del “contexto” y de los “actores privilegiados” culpables de todos los males de la sociedad. Recurriendo a los mensajes tópicos del etiquetado neoliberalista, neocapitalista, privatización del Estado, como enemigos a combatir y destruir, se situaban, por exclusión en los adalides de la igualdad y poseedores de la verdad transformadora obviando que sus referencias a modelos “alternativos” han fracasado en aquellos lugares en que se aplicaron (casi en exclusiva de forma antidemocrática y totalitaria). Unos pocos poderosos ganadores a costa de quienes pierden y fracasan, el contexto (siempre los demás y lo externo) y sus actores privilegiados serían los auténticos culpables de todos nuestros males y la responsabilidad se limita al empresariado y directivo (salvo aquellos de micro empresas e iniciativa social o endogámico mundo académico universitario público, además de quienes se auto denominen progresistas y militen en sindicatos o partidos políticos de izquierdas, cuya etiqueta les eximiría de corresponsabilidad alguna, siempre que respondan al mandato de sus respectivos dirigentes monolíticos). Por momentos, parecía que volvíamos a un pasado superado de confrontación y exclusión, lejos de reflexiones y propuestas para construir una nueva sociedad, comprometidos en generar o reforzar capital social y propiciar esfuerzos colectivos hacia nuevas comunidades solidarias y prósperas.

Obviamente, como desgraciadamente se viene generalizando e implementando en el pensamiento colectivo, a base de repetición mediática constante, serían “los otros” quienes incurrirían en estas malas ideas y prácticas, y “nosotros” los auto denominados salvadores.

La sociedad vasca, pese a la nefasta época del terror y la violencia padecida y de sus dolorosas consecuencias, aún no del todo desparecidas, ha construido un modelo propio que ha generado prosperidad, minorado de forma relevante la desigualdad y brindado oportunidades de futuro a las nuevas generaciones, sentando una base sólida sobre la que construir un nuevo futuro, afrontando los nuevos desafíos. Está preparada para acometer las sucesivas transformaciones que le esperan. Puede soñar y pensar, con realismo, en espacios de bienestar para el desarrollo de proyectos vitales y profesionales, desde aquí, conectados con las vanguardias mundiales.

Y puede hacerlo no porque le hayan llovido regalos inesperados del cielo, sino porque lo ha trabajado. Su alto sentido y compromiso de empresa, una clara responsabilidad con la sociedad (todos los agentes implicados, trayectoria profesional en los espacios empresariales, académicos y de gobierno en todo tipo y tamaño de entidades e industrias y niveles institucionales de gobierno), generando impacto en la comunidad y país. Todos hemos hecho este modelo vasco. Que, además, ha permitido su formalización académico-práctica como reflejo de su propia realidad, del comportamiento de su tejido económico-social-institucional y su avanzado (y referente mundial) modelo de desarrollo humano sostenible (hoy tan en boga y, por lo que se ve, para muchos en pleno descubrimiento). Que el “Caso Vasco” forme parte del estudio relevante a lo largo del mundo no es sino por su referencia transformadora de una sociedad, desde una determinada identidad, valores, cohesión social, capital humano, político e institucional que ha generado riqueza, bienestar y desarrollo humano sostenible, superando situaciones de enorme gravedad en momentos, en que parecía perder “su futuro”. Este modelo y no otro era el que se celebraba.

Acercarse a este modelo supone entender un complejo proceso integral, al servicio del bienestar, enriquecimiento y prosperidad inclusiva de una sociedad y comunidad concretos. Implica en sí mismo SOLIDARIDAD, COOPETENCIA (competir y cooperar a la vez), objetivos económicos y sociales alcanzables a la vez, no un juego de suma cero (lo que ganan unos otros lo pierden), sino ensanchar oportunidades y beneficios más allá del estado base de partida. Supone auténtica participación público-público (entre todo nivel de administraciones, instituciones y entidades públicas) y público-privada (todos los agentes económicos y sociales cuya intervención en la economía, políticas académicas y sociales explican los resultados (a poder ser positivos y su distribución equitativa). Conlleva glokalización (ni globalización, ni deglobalización, ni localismo aislado del resto del mundo) que hace del factor local (su identidad, cultura, aspiraciones colectivas, institucionalización, capital humano y especialización diferenciadas) un elemento diferencial de primer orden, siempre interconectado con la vanguardia mundial (conocimiento, interrelación, innovación, capacidades distintas, diversidad…). Concepto no estático que exige estrategias de largo plazo, inacabables (la sociedad y sus demandas son y serán cambiantes, un mundo en movimiento, incertidumbre y complejidad, nuevos actores…). Un espacio que requiere atender, a la vez, todo tipo de elementos que influyen en su configuración.

Vivimos un mundo en transformación a la búsqueda y/o generación de un “Nuevo Pensamiento”. Sin duda, los principales centros de observación, ideación, rediseño de políticas, sistemas y estrategias, buscan “espacios líquidos” en los que las ideologías estancas y confrontadas del pasado estén superadas. Ya sea que unos se muevan desde un capitalismo transformado y evolutivo para su reinvención (capitalismo consciente, “stakeholding capitalism”, basado en propósito -Purpose Driven-, shared value -valor compartido-, inclusivo), con clara vocación de redefinición de sus modelos de aportación de valor a la sociedad y al conjunto de los agentes implicados en la creación de riqueza y bienestar, alejados de pseudo modelos colectivistas de nefasto resultado cuya evolución en paises totalitarios de regímenes comunistas del pasado desembocaron en modalidades de capitalismo salvaje al servicio de unos pocos “aparatistas” que, desde sus antiguas dictaduras totalitarias, perpetúan sus particulares revoluciones en beneficio propio y limitado, o la revisión positiva y perfeccionamiento de las economías sociales de mercado desde el humanismo (esencia del “modelo vasco” de desarrollo humano). Movimientos favorecedores de la responsabilidad social corporativa, el multiobjetivo ESG (económico, social y sostenible y su gobernanza ético-diversa transparente además de eficiente) van dando pasos hacia modalidades de CO-CREACIÓN de VALOR empresa-sociedad sobre la base de repensar modelos de negocio desde las demandas y necesidades sociales, nuevos roles en la extensión de las diferentes cadenas de valor de las que formar parte y la interacción/recomposición clusterizada y/de los, en boga, ecosistemas. Objetivos y estrategias convergentes empresas-industrias-país, entre actores diversos que conjugan sus propias estrategias con las del resto, compartiendo elementos comunes y esenciales. Conjunción de empresas tractoras con un tejido mayoritariamente micro.

Hemos llegado hasta aquí de la mano de una estrategia de transformación que nos ha permitido superar escenarios negros, sumidos en plena dictadura-autarquía, crisis económicas (mundiales y propias) y una auténtica reinvención (de nuestras estructuras, de modelos de cohesión social, política económica e institucional), logrando resultados inclusivos de primer nivel. Desde aquí, tenemos grandes desafíos por delante. Retos que, sobre todo, habrán de ser provocados, resueltos por nuevas generaciones a partir de su posición, protagonismo y aspiraciones de vida y generación reconfigurado a lo largo del tiempo. En este camino no solo no pueden recorrerlo en solitario, sino que resulta imprescindible la no exclusión de otras generaciones que, aunque pudiera parecer lo contrario a juicio de muchos, siguen aquí, trabajan, deciden, construyen país y aportan riqueza y bienestar para todos (sobre todo para aquellos que o no pueden, o no quieren comprometerse y aportan colectivamente a la comunidad y sociedad).

La “nueva realidad” y “las nuevas transformaciones” no son una tertulia distante, sin compromiso y coprotagonismo responsable. Alguien ha de asumir el riesgo de equivocarse, desde la inconfortabilidad de la crítica fácil, asumiendo la descalificación anónima. En Euskadi hemos construido una economía solidaria, sobre la que construimos, día a día un espacio equitativo, inclusivo democrático, sostenible. Un modelo humanista sin complejos.

Vivimos momentos retadores.

¿Estamos -todos- dispuestos a asumir el papel que nos corresponde y comprometernos con el esfuerzo colectivo compartido?

…más allá de las señales directas de la crisis. Puesta en valor de confianza, credibilidad y compromiso

(Artículo publicado el 26 de marzo)

Diez días de agobiante desconcierto y preocupación desde la noticia del colapso de un banco estadounidense que no aparecía en el radar del gran público salvo por su asimilación, por nombre y ubicación física, con el próspero, objetivo inimitable y mítico Silicon Valley al que se supone hemos de peregrinar, al menos una vez a lo largo de nuestra vida profesional, para entender de innovación, tecnologías de futuro y emprendimiento de primer nivel. La caída de este peculiar banco en el que grandes patrimonios, activos artistas del glamuroso Hollywood, jóvenes emprendedores de éxito acelerado y grandes líderes mundiales de la tecnología concentraban (pese a las recomendaciones básicas de la banca aburrida y tradicional) sus depósitos por encima de garantías legales con cobertura a su riesgo. A su vez, sin aparente contagio causa-efecto, el pánico europeo y sistémico, de la mano de unas declaraciones de un accionista saudí cualificado, hacía saltar los problemas y alarmas señaladas  muchos años atrás  (décadas) de mala gobernanza, desorientación en sus modelos de negocio, limitado control del riesgo, de uno de los grandes referentes de la banca suiza (Credit Swiss), terminando con miles de millones de activos, depósitos y confianza, dando por concluidos sus relevantes 137 años de historia. Por si fuera poco, las intervenciones de los Bancos Centrales, acudiendo en rescate de los ahorradores, inversores (salvo quienes pudieran clasificarse entre “aquellos que han arriesgado para enriquecerse” que diría el presidente Biden), público en general y el propio sistema financiero conjunto, a priori con valoración positiva por su rapidez, determinación, extensión salvadora, no parecía recuperar la confianza imprescindible para sociedades desconfiadas, dudosas de los mensajes de sus respectivos gobiernos y temerosas del efecto y consecuencias que medidas macroeconómicas de este tipo, se reflejan en familias, empresas e individuos, ya sea ahora, o en el medio y largo plazo.

Más allá de la crisis bancaria y financiera de estos días, resulta relevante resaltar el papel esencial de la confianza y repensar factores clave más allá de las señales observadas. Sin duda, la confianza en uno mismo y en los demás posibilita la capacidad de asumir riesgos, mejorar la comunicación y fomentar relaciones sólidas y satisfactorias propiciando la interacción con terceros, la capacidad para compartir objetivos y compromisos y asumir trayectos hacia futuros diferentes en beneficio común. Enfocarse en los aspectos positivos y tratar de minimizar las dudas y los temores que puedan surgir, da lugar a tomar medidas concretas para fortalecer compromisos y cocreación de valor.

Tres señales directas de una crisis mucho más profunda, con múltiples aristas, con origen y consecuencias diversas. Ninguna de ellas ha empezado o terminado en las señales observadas. Quizás, la única coincidencia sea el tiempo, o, mejor dicho, el momento en el que han saltado todas ellas al escaparate mundial.

Cuando estas cosas pasan, parecería que hemos de poner todo patas arriba o no creer en ninguna verdad. Quizás, tal y como sugieren algunos filósofos, en su autodenominado “movimiento de la Nueva Realidad”, hemos de cuestionar aquellos elementos objetivo que se supone nos unirían para compartir unos mínimos asumibles por todos. ¿Cuáles? ¿Quién ha de marcar los límites y definir la verdad, de la post verdad o de la mentira? ¿Hemos descubierto ahora que la economía financiera, el rol de sus actores y, en especial de la banca, no se corresponde miméticamente ni con los tiempos, ni con los indicadores ,al menos inmediatos, en que se mueve el tejido económico no financiero? ¿Nos hemos enterado ahora que los bancos no guardan “en una caja fuerte, en el sótano de sus sedes, el 100% de los depósitos de sus clientes, y que éstos solamente están garantizados, país a país, en una escasa cantidad y que incluso esta no cuenta con la garantía real suficiente (tan solo, por ejemplo, en España, 130 veces menor que sus depósitos legales a devolver)? ¿Parecería poco razonable la existencia de entidades financieras, especializadas y profesionales, para entender determinados modelos y tiempos de negocio para facilitar el éxito de los emprendedores tan aplaudidos, buscados y promovidos a lo largo del mundo, cuando ni la innovación tecnológica compleja ni el generalizado universo “START UP” responde a una financiación genérica y en apariencia tradicional? ¿Parece poco apropiado que quienes disponen de capital lo movilicen apoyando/invirtiendo en este tipo de iniciativas de largo plazo? ¿Parecería razonable que ahorradores e inversores accedan y confíen a/en bancos históricos con prestigio global, de gran tamaño, con capacidad y talento, además de experiencia, para garantizar la “mejor gestión posible” de sus ahorros? ¿Parecería deseable que, ante una crisis de este tipo, un gobierno (como el suizo, del que la leyenda popular supondría que casi no existe y la gente se refiere a su calidad con el comentario simplista de no saber ni el nombre de su presidente) responda en un fin de semana orquestando una complejísima operación de rescate, y comprometa “aportar todo el dinero que sea necesario para garantizar la liquidez” y tranquilizar a todos los implicados? ¿Resulta oportuno preguntarse qué es eso de una inflación de oferta y costes de producción y no de demanda argumentando que las políticas monetaristas del pasado no son la solución del problema y, en consecuencia, los bancos centrales ni pueden aplicar las medidas que pretenden imponer, ni los objetivos y tareas que se les vienen asignando desde el fin de la segunda guerra mundial, han de mantenerse debiendo dar paso a nuevos desafíos y tareas, nuevas instituciones e instrumentos tanto de control y gestión como de intervención? Sin duda, un mal momento para que un banco con especial renombre internacional, otro a miles de kilómetros que ya venía herido de gravedad y una inflación sistémica y mundial desataran el pánico y agudizarán la desconfianza activa, hacia el colapso general.

Sin duda, muchas de estas preguntas y las innumerables respuestas deberían llevar a nuevos planteamientos. Ahora bien, ¿volveremos a culpar al “contexto”, al “tiempo que nos ha tocado vivir”, a “quienes nos gobiernan o dirigen”, “a los demás”, en exclusiva, y nos abstendremos de asumir las responsabilidades particulares que, en mayor o menor medida, tenemos? ¿Son “ellos” quienes generan inflación, especulan y hacen cola para comprar letras del tesoro, quienes endeudan al país, quienes no controlan la inflación, quienes no saben dirigir (organizaciones, países, gobiernos, empresas,) etc.?

Así las cosas, mientras todos y cada uno de nosotros contemos con la opción de culpabilizar a los demás, excusando nuestra participación también en los problemas y no en sus soluciones, una tras otra, crisis tras crisis, problema tras problema, nos irán hundiendo a todos. Hoy observamos 3 o más señales y nos preocuparán mientras dure su interés mediático hasta ser reemplazadas por otras noticias o señales a destacar…y así, paso a paso, señal tras señal, aumentará nuestra falta de confianza en “ellos/ellas” en resolver nuestras demandas sociales y escenarios de futuro. Quizá llegue el día en que, entonces, no se tratará de consecuencias del contexto heredado o del clima y educación recibido de otras generaciones que “nos robaron nuestro futuro”. Entonces, posiblemente, muy cerca de Silicon Valley, en el mundo mágico de Hollywood, el metaverso mítico de sus películas triunfadoras, “en todas partes y para siempre a la vez” nos ofrecerá soluciones para todo, de forma instantánea, a golpe de clic. Eso sí, sea un relato mágico o un guión comercial, tendría final feliz.

Entre tanto, más allá de las señales observadas esta semana, unidas a un contexto generalizado de crisis, incertidumbre y complejidad, resituamos una larga agenda de asuntos pendientes sobre los que hemos de trabajar.

Hoy, inflación y bancos, así como el peligroso ensueño exagerado de un triunfo rápido, beneficios ilimitados, responsabilidades para los demás, toda aspiración para ayer y vocación de salidas individuales con escasa motivación de transcendencia, priman un desbocado mundo con escasa confianza en los demás (ni generarla, ni renovarla, ni otorgarla), desafección cómoda e inconsciente y soluciones particulares. Incluso, bajo el ensueño de que alguien reescriba “una nueva realidad” en la que encontremos acomodo y confortabilidad a la búsqueda de la esencia imprescindible de la confianza (por recuperar o construir) y el inevitable esfuerzo corresponsable a la búsqueda de soluciones reales y compartibles.

Economía real y/o economía financiera, emprendedores tras el caramelo inminente por venir y/o empresarios de largo recorrido, empresa (unidad de todos los stakeholders) o iniciativas individuales (geniales o no), regulación laxa o exigente, gobiernos y mercados, beneficios y obligaciones, “contrato social” … son algunos de los asuntos subyacentes que, una vez más, han saltado a la palestra. Si las señales detectadas nos ayudan a afrontar sus desafíos, y nos comprometemos en el uso de una inteligencia colectiva y colaborativa, nos encuentran lo suficientemente preparados para responder a esta y otras sucesivas crisis aprovechando su poder ilustrativo. Tiempos, sin duda, de poner la confianza activa en valor.

¿Paradojas de la internacionalización?

(Artículo publicado el 12 de Marzo)

La presentación este jueves por el presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, del presupuesto de su gobierno, puso el acento ya reiterado en múltiples ocasiones en el llamamiento a las empresas “a volver a casa” bajo su ya reiterada afirmación de que la apuesta estratégica del pasado en llevar la producción de bienes y servicios al exterior obedecía a una competitividad mal entendida en términos casi exclusivos de bajo coste (esencialmente laboral) lo que había generado una importante pérdida de empleo “nacional”. “Exportamos empleo a cambio de importar productos y hoy hemos de importar puestos de trabajo para seguir exportando soluciones al mundo. Nuestra recuperación del empleo en casa solamente nos hará competitivos si hacemos un inmenso esfuerzo inversor, dotándonos de infraestructuras de primer nivel, talento y capacitación de vanguardia, generando una sociedad e instituciones de máxima eficiencia y calidad. Para ello necesitamos un compromiso solidario de todos, aumentar nuestras contribuciones fiscales, mejorar la calidad de nuestros gobiernos y gobernantes, garantizar educación de primer nivel adecuada a las necesidades del mañana y no a las del pasado, proveer de asistencia sanitaria y bienestar a nuestra población”. “Este es el trato que hemos de comprometer. Si lo hacemos, decía, os garantizo que Estados Unidos volverá a ganar el liderazgo mundial que nunca debimos perder”. ¿Qué significa en términos de una de-globalización mundial, de las diferentes políticas estratégicas de internacionalización, de comportamiento real en los diferentes países en los que las diferentes empresas operan y que grado de realismo comportan?

Sin duda, vivimos momentos de profundo cambio en términos de internacionalización, concurriendo una gran variedad de factores que la condicionan y que ponen el centro del debate en lo que podríamos llamar “Las paradojas de la internacionalización”.

Hoy, no hay un solo gobierno en el mundo, o alusión a estrategias de desarrollo, que no incluya la “internacionalización de la economía” como objetivo y reclamo de primer nivel. Se promueve y anima a las empresas a salir, a hacer del exterior un medio natural y operar en él. Se alienta la presencia en el mercado exterior, se promueve la  inversión extranjera, se priman “visas doradas” para atraer capital y talento, se anima a crecer en el exterior e invertir para “garantizar el empleo en casa” o se apuesta por el llamado “reshoring” para traer a casa aquello que se ha venido realizando en el al exterior para seguir nutriendo el crecimiento, procurando hacerlo desde el origen propio. Este reclamo, suele venir acompañado, con menor o mayor éxito por todo tipo de ayudas públicas, facilitadoras de su éxito fortalece su presencia local en el país o región de origen, incorpora las mejores prácticas del management empresarial, retiene y atrae el mejor de los talentos posible y favorece el efecto tractor en su larga cadena local de proveedores y proyectos. A su vez, su balanza fiscal permite pagar las políticas sociales y de bienestar no ya de las empresas en cuestión, sino de los gobiernos y países origen.

La internacionalización, por tanto, es una auténtica palanca de crecimiento, generación de riqueza, empleo y bienestar. Sus diferentes modalidades, dan pie a cuestionar o no el grado en que lo hacen, su concepción “global” o no, en el sentido y dirección de sus flujos (capital, talento, empleo, impuestos), plazos de impacto y, por supuesto, el “arraigo” (generalmente de quienes vienen y nunca de quienes van a otros países, valorando y premiando, más bien, a quienes iplican su propio modelo y recursos originarios en el exterior).

Así las cosas, el “circuito virtuoso de la internacionalización objetivo” contrasta con estas “paradojas de la internacionalización”. A medida que las empresas locales van triunfando, ganando protagonismo en el exterior, aumentando presencia en múltiples mercados y países, integrándose en cadenas globales de valor, van “necesitando” cada vez menos del entorno local que las vio nacer, sobre cuyas áreas base crecieron y desarrollaron, en el que generaron cadenas de relación y valor locales. En este tránsito, hemos de reforzar el acompañamiento local, la actuación tractora sobre otros actores de la cadena, en el marco de estrategias alineadas con los objetivos y políticas prioritarias de los países y gobiernos implicados.

¿Qué pueden y deben hacer los gobiernos y resto de stakeholders locales para fortalecer el arraigo, su relevancia en un proceso de internacionalización progresivo de modo que los grandes líderes mundiales sigan encontrando valor en su presencia local? Y ¿De qué forma puede fortalecerse la internacionalización desde una determinada base local? Esta es la verdadera cuestión.

Los países, más allá de sus capacidades propias y oferta interior, necesitan productos o soluciones que en gran medida son proporcionados por las empresas del exterior. Estos acuden a ofrecer las soluciones demandadas, si bien el país en cuestión no solo quiere un producto inicial, sino que , paso a paso, exige compromisos a largo plazo aspirando  a la transferencia progresiva de conocimiento, tecnología y el desarrollo de un mayor “valor añadido local”, un claro acompañamiento público-privado y proyectos país. Se persigue, que se integren en la comunidad en una estrategia internacionalizadora “conjunta” y, por supuesto, esperan que dicho proceso suponga una relevante fuente de ingresos fiscales en casa, para atender sus propias políticas de bienestar y prosperidad. De igual forma, las empresas requieren ser “bien recibidas y valoradas”. Esperan mensajes favorables, confían en tener seguridad jurídica, suficiente estabilidad, reconocimiento a su labor, respuestas concertadas de trabajadores y sindicatos que posibiliten el desarrollo y progreso de la empresa, quieren marcos claros para el medio y largo plazo y contar, día a día, con compañeros de viaje, locales, con capacidad competitiva para el logro de sus estrategias de futuro. Adicionalmente, a medida que desarrollan un amplio crecimiento, en caso de éxito, requieren mercados de capitales mas sofisticados, ampliar alianzas y relaciones con terceros, asumir nuevas y variadas reglamentaciones, diversidad inversora, diversidad cultural, diversidad de raíces y de intereses compartibles. Se produce una sucesión de nuevos horizontes, espacios, reglas de juego, cómplices a lo largo del mundo, en los que, paso a paso, van generando nuevos activos (para la empresa y para los países destino), a la vez, que se supone refuerzan los activos, valores y oportunidades propios (en casa).

Es decir, la internacionalización exige en el largo plazo, “espacios competitivos” (Michael E. Porter nos recordaría sus “Diamantes competitivos y de Bienestar en las áreas base”) que permitan la excelencia convergente y sinérgica de factores básicos (infraestructuras físicas e inteligentes), condiciones de demanda generadoras de oportunidades de negocio, valor y desarrollo, en un marco de alianzas y relaciones en las diferentes cadenas de valor de las que habrá de formar parte la empresa y en una cada vez mayor interrelación estratégica y clusterizada, un management y profesionales altamente cualificados, una oferta de servicios, políticas sociales y culturales de calidad, un tejido económico acorde con tu propia actividad y por supuesto, gobiernos competitivos de excelencia con estrategias, marcos y políticas positivas favorecedoras de tu actividad. En definitiva, estar presente y ser parte de un “Territorio de Competitividad”. Territorio que, en la medida de lo posible sea a su vez, un mercado viable. El lugar de acogida ha de ser, a la vez, una auténtica plataforma de valor para acudir, con éxito, a otros nuevos espacios de oportunidad y desarrollo.

Las empresas, desde su responsabilidad analizan y deciden sobre su “confortabilidad”, factores de competitividad, costes-riesgos-beneficios para su localización o deslocalización, en la medida de sus posibilidades, oportunidades, propósito y modelos de generación de valor y de negocio, reforzando su base originaria, a la vez que participando en el desarrollo y bienestar de todas aquellas regiones o países “destino” en los que desarrollen sus actividades. Es decir, sus compromisos inclusivos se extienden a lo largo de toda su amplia presencia exterior ye interior. (De igual forma lo hacen las personas optando por cambio de empresas, empleos y países en la medida que tengan capacidad de elegir).

¿Qué parte de nuestra “constelación de cadenas mundiales de valor” hemos de realizar en cada uno de los países, territorio o áreas base en que actuamos a lo largo del mundo?, ¿en qué medida los diferentes procesos de internacionalización responden a los contrapesos inevitables en el balance de tu actividad, país a país?

Convivir, entender, las paradojas de la internacionalización para actuar sobre sus efectos perversos (que también los tiene) fortalecerá los resultados en el largo plazo y posibilitará la verdadera cocreación de valor exigible.

Tras las nuevas oportunidades, cambiando las reglas del juego

(Artículo publicado el 26 de Febrero)

¿En qué medida el lenguaje de cada momento rejuvenece y revitaliza ideas, productos, soluciones del pasado o en realidad alumbra nuevos paradigmas? ¿Cuándo acertamos al hablar de una auténtica nueva economía o simplemente se trataría de aquella vieja economía ya recorrida y conocida con un léxico actualizado o adaptado al momento?

Tras la sucesión de diversas crisis acumuladas, junto a la pandemia del COVID-19 (que, según prestigiosos economistas como Taylor, “Forward Thinking”, en su análisis de la historia para pronosticar futuribles, nos acompañará durante los próximos 40 años), conflictos mundiales y recomposición geoeconómica, parecería que, más allá de señales coyunturales de cambio, entramos de lleno en un profundo trastoque o amanecer de paradigmas novedosos. Como en distintos momentos, las dinámicas sociales, políticas y económicas, movilizan focos de interés, centros de debate, consensos o disensos generando o siguiendo políticas que, por lo general, terminan implantándose de manera homogénea, en un discurso conductor determinante de períodos conformadores de una manera de actuar. Desgraciadamente, muchas veces, se limitan a recetas simplificadoras o mensajes de comunicación, renombrando factores esenciales de transformación real, obviando la verdadera complejidad y extensión de la fortaleza de sus conceptos e ideas y, en gran medida, de la dificultad e importancia de su ejecución.

Así, en los últimos años asistimos a un positivo “renacimiento industrial” a la luz de la experiencia y resultados observables resituando su rol vital en términos de generación de riqueza y prosperidad, anclaje inversor en los paises o regiones en que se desarrolla, flujos sólidos de capital, investigación, desarrollo tecnológico, innovación, empleo formal y certeza largo placista, y una amplia corriente mundial por exigir a todo tipo de gobiernos y organismos internacionales repensar el diseño de estrategias y políticas industriales. Inserta esta relevante guía conductora en nuevas dinámicas socioeconómicas que parecerían llevarnos a un escenario superador de políticas, actitudes o resultados no satisfactorios, insuficientes, erróneas o exitosas, según el caso, con distribución desigual o generadores de resultados perversos alejados de objetivos tenidos, mayoritariamente, por adecuados y alcanzables en el siempre inacabable y complejo camino hacia la prosperidad. Hoy, ya sea fruto de la concurrencia de varios elementos inesperados e incontrolables o consecuencia de ideas-mantra que orientaron, por décadas, políticas uniformizadas que aparcaron posiciones minoritarias en forma de simplificadas teorías dominantes (globalización, servicios y conocimiento para el primer mundo y manufactura para regiones en desarrollo o no desarrollados…) en manos del dominio financiero vs. la supuesta “economía real” y la apuesta por la receta falsa y simple de asimilar competitividad a fabricación y suministro de bajo coste, aceleradores de una “inevitable deslocalización de recursos” concentrando eslabones inconexos en territorios lejanos (en lo cultural, en lo geográfico, en la empatía de quienes acudían con etiqueta de expatriados u orígenes desconocidos construyendo burbujas aisladas del país destino…), o por la fuerza de cambios reales que nos encierran  en una incertidumbre y complejidad elevadas, determinantes de un verdadero cambio de paradigma, que nos “instala” en un profundo cambio de las reglas del juego.

Para los amantes de la estrategia (la real, la de verdad, la que transforma sueños, visiones, propósitos, en modelos de negocio diferenciados, generando impacto en la sociedad), cuando cambian las reglas del juego (mientras mayor sea su radicalidad mejor) surgen las verdaderas oportunidades de transformación positiva. Es el momento de nuevas actitudes (muchas veces ocultas) orientadas hacia nuevos caminos y horizontes. Siempre, en todo momento, acompaña la incertidumbre, la competencia (ideas, talento, conocimiento, fortalezas y debilidades) y la clara y distinta interacción con tu hinterland, con su capital social, su grado de institucionalización, su contexto político-administrativo y tu propia organización alineada o no con tus ideas, valores, propósitos. Peligros, barreras, dificultades, contratiempos y grandes oportunidades a incorporar a tu propio “mapa de coherencia estratégica”, facilitando tu capacidad diferenciadora para resurgir-resucitar con un nuevo cuerpo y alma, pasadas las tormentas o terremotos y turbulencias del momento, para afrontar un futuro mejor y distinto. Hoy, como siempre, el enorme desafío de la diferenciación, ofreciendo (construyendo) una proposición única de valor que trasladar a la sociedad.

Sin duda, son muchas preguntas y reflexiones que nos hacemos ante un mundo cambiante, lleno de elementos, en principio desconocidos que parecerían desanimarnos más que desafiarnos ante retos inesperados y en un mundo en el que podemos cometer el error de confundir la exposición a una información que se supone está al alcance de todos, confundirla con el conocimiento y, finalmente, con la imposibilidad de diferenciarnos o menospreciar nuestra propia influencia personal -y, sobre todo, colaborativa- para materializar/ejecutar ideas, proyectos y compromisos.

Estos días, un triple input en diferentes diálogos o proyectos profesionales, ha dado vueltas en torno a estas reflexiones. Por un lado, la permanente pregunta-queja que parece estar en la cabeza y boca de muchos: “vivimos un tiempo y mundo incierto y complejo como nunca; otras generaciones lo tuvieron más fácil”. ¿En verdad esto es así? Sugiero identificar uno a uno los elementos críticos y comprobarlos con décadas anteriores. Si recurría a la mención a Taylor al principio de este artículo y a la relevante escuela de pensamiento económico que se remonta a décadas o siglos pasados para pronosticar escenarios empíricos para el futuro, podríamos limitarnos a repasar el mundo que vivimos hoy resaltando sus hechos turbadores con lo que vivimos en el mundo de ayer, hace tan solo 40 años en los 80. Condicionados hoy por una guerra injusta en el corazón de Europa (Invasión de Ucrania) y otra también en otra parte de ese corazón europeo, en las entonces conocidas como “Guerras Yugoslavas” (Yugoslavia, Eslovenia, Croacia, Serbia, Macedonia, Balcanes); Hoy Rusia en el punto de mira de desacople general y su empeño en reconstruir un viejo espacio y entonces la desaparición de la URSS, la creación de la Comunidad de Estados independientes y la independencia progresiva de las Repúblicas Bálticas y la propia Ucrania, así como el desplazamiento hacia la Unión Europea de la otrora aislada Europa del Este; la crisis gasita de hoy vs. la crisis energética mundial de los 70. Hoy agobiados, con razón, por el profundo y desconocido cambio en el empleo del mañana, empleabilidad-concepto de trabajo y cualificación innovadora  por reconfigurar, ante un desempleo galopante y destructor de proyectos de vida de entonces (en Euskadi 26% con zonas en torno al 40%), agravado por la gran dimisión e inconformismo en las condiciones de trabajo y entonces a la escasez y falta de empleo, limitadísimas perspectivas, movilidad restringida, inadecuación formación-oportunidades de trabajo. Hoy, integrados en la Unión Europea y en determinados paraguas de relativa seguridad, mientras entonces vivíamos en una autarquía post dictatorial franquista con las puertas cerradas a una Comunidad Europea que representaba el espacio de libertad, democracia y bienestar al que aspirábamos y en cuya periferia marginal nos situábamos. Hoy asistimos a un panorama político desmotivador y generador de amplias capas de desafección bajo extremos no comunicables y ayer, (cuando escribo este artículo recuerdo precisamente el 23-F, uno más de los golpes de Estado padecidos entonces) mezclados entre la ruptura-reforma, esperanza ilusionada por un futuro distinto y una parálisis de comunicación y renovación político-social. Hoy vivimos atentos al movimiento estratégico chino, cuando entonces asistíamos a la explosión del crecimiento en los desconocidos tigres asiáticos, y, efectivamente, hoy en el incipiente esfuerzo de recuperación post Covid en contraste con otra ola socio-sanitaria padecida entonces, con la invasión del sida y la heroína que destrozo tantas vidas en nuestro entorno.

Un mundo de ayer y un mundo de hoy para construir un futuro mejor. Una sociedad preparada para afrontar el desafío y lograr superar las dificultades que conlleva.

Ante incertidumbre y complejidad, un segundo input muy significativo es la reciente publicación “The Ecosystem Economy. How to lead in the new age of sectors without borders” (La Economía de los Eco Sistemas.  Cómo liderar en la nueva era de los sectores e industrias tradicionales sin fronteras) de Venkat Atluri y Miklós Dietz. ¿Estamos ante una Nueva economía o ante la vieja economía en base a renovados paradigmas conocidos con otras palabras? Es tiempo de ecosistemas, ruptura de sectores tradicionales, coaliciones multi industria, interacción de jugadores diversos, generando espacios y plataformas con multi objetivos compartibles, dotados de nuevos instrumentos y cogobernanza ad hoc, innovadores sistemas de gestión y nuevos roles de todos los jugadores configurando una organización extendida a lo largo de cadenas de valor. Salir de tu propio espacio, apostar por el riesgo compartido y enriquecer los objetivos (y contribución) de cada uno en el ya tantas veces comentado proceso de cocreación de valor para tu empresa, tu gobierno, país y sociedad. Tiempos de coaliciones, partenariados, alianzas. Nuevos liderazgos, nuevos compañeros de viaje, nuevas culturas y cogobernanza.

Y ambos inputs como base conceptual de un tercero que representa, sin duda, las nuevas orientaciones (o viejas reglas incumplidas) de la internacionalización. El llamado “reshoring”, “la vuelta a casa a fabricar” que contrasta según quien lo propusiera ante un temeroso proteccionismo de aislamiento anti global, y que hoy se contempla como la mejor de las soluciones para una expansión e implantación en el exterior. Huir del pseudo bajo coste asociado al coste de mano de obra, las más de las veces ignorando compromisos sociales y atención interna en la empresa y a las comunidades en las que se opera, con escaso plan de carrera, reconocimiento y crecimiento para el “personal local”, cuando no, con comportamientos prepotentes ante tus interlocutores, sus instituciones, comunidades, culturas o niveles de desarrollo o necesidades regionales o de país, han configurado las llamadas “paradojas de la internacionalización”. Su efecto virtuoso de intercambio, de generación de valor, de enriquecimiento mutuo, de oferta de soluciones (productos, servicios, management, conocimiento, relacionamiento exterior…) se han vuelto, en muchos casos, elementos contrarios al resultado y valor esperados. En este momento, una detenida observación analítica, con empatía, permite vislumbrar grandes oportunidades en las economías regionales que, a lo largo del mundo, se abren a nuevos espacios de producción y servicios, a nuevos modelos glokales de cooperación y desarrollo, a múltiples iniciativas, alianzas y soluciones.

Estrategia en tiempos de incertidumbre y complejidad, construyendo ecosistemas, clusterizando la economía, redefiniendo nuevos roles a jugar en cada caso, reinventando la internacionalización. Un buen momento. ¿Cambiando las reglas del juego?

Conscientes de la incertidumbre, turbulencias extremas y complejidad que nos acompaña pero que, en ningún caso, ha de paralizarnos o llevarnos al desánimo y la desafección destructiva.  Sin duda, el tiempo de ayer no es igual al de hoy como no lo será el de mañana. Lo que sí tenemos es la oportunidad de construir ese mañana.   Tenemos los mimbres adecuados, vivimos, también, tiempos y movimientos de gran interés para participar, de manera apasionada, en las nuevas dinámicas sociales, económicas y políticas que nos permitan asumir y entender las señales de cambio en el horizonte, interpretarlas como nuevos paradigmas transformadores y comprometernos en su adecuación al servicio de las cambiantes demandas sociales.

Coopetencia y Gobernanza: la inevitabilidad de su eficiencia

(Artículo publicado el 12 de Febrero)

El caótico funcionamiento del gobierno de coalición español observado en torno a la aprobación de sus proyectos de Ley, Decretos-Ley, “políticas de Estado” y sus nefastas consecuencias sociales y económicas, agravado por la guerra abierta en la que se empeñan sus protagonistas, genera sospechas fundadas de procedimientos irregulares en el seno del Consejo de Ministros, la toma de decisiones no colegiadas y el escaso o nulo control interno al que la calidad democrática exige.

Este hecho no solo pone en peligro su producción legislativa, su gestión de recursos y, por supuesto, su contribución a la definición de las estrategias país a largo plazo. Situación que se ve con preocupación añadida ante la complejidad económica y social que vivimos en un contexto geopolítico y geoeconómico global, de enorme trascendencia. Adicionalmente, el escenario electoral que se avecina en los próximos meses, la polarización extrema de sus contendientes, la aparente escasa o nula alternativa y el modo de funcionamiento de un presidente que ha hecho del “acuerdo incumplido o aplazado hasta una nueva necesidad puntual”, el recurso permanente a la propaganda y juego mediático y al mensaje del miedo apocalíptico: “Si no me apoyas, viene el diablo y te irá peor”, un panorama perverso. Panorama negativo, a todas luces, que lleva a mensajes simplistas, excluyentes y de ataques demagógicos y populistas, fáciles de comprar por una mayoría que, en teoría, le llevaría a ganar votos para reeditar el estado actual de las cosas. Así, uno de los reclamos estrella es la descalificación del empresario, de la iniciativa privada de éxito, de los profesionales cualificados que ejercen la alta dirección y de las empresas con buenos resultados. Etiquetas de neoliberalismo, insolidaridad, irresponsabilidad y escasa o nula sensibilidad ante las crisis y poblaciones más vulnerables, conforman un “ideario” que, por contraposición, consideraría natural, eficaz y de máximo valor todo gasto, propiedad o funcionamiento público, enfrentaría al empresario-accionista-directivo con el resto de los trabajadores, prescindiendo del concepto empresa y su rol esencial creador de empleo, riqueza y prosperidad y desarrollo social, además de unidad base como agente económico y de cohesión social, por no resaltar su rol como contribuyente al servicio del sostenimiento de los aparatos y estructuras del Estado y las políticas de justicia y equidad social de que disfrutamos.

Por otra parte, las empresas (de todo tipo) afrontan escenarios de profunda incertidumbre y riesgos, transformaciones y transiciones de calado y una complejidad sistémica cada vez más exigentes, con mayores compromisos y obligaciones además de responsabilidades y una creciente demanda social (también de los gobiernos) para nuevos roles y contribuciones a las diferentes sociedades en que operan en entornos cada vez más internacionalizados.

Esta situación, mucho más que coyuntural, debería llevarnos a llamar la atención e invitar a la reflexión y debate social en torno al viejo y constante mundo de la interacción empresa-gobiernos-comunidades.

Separar estos tres espacios esenciales para el bienestar y prosperidad de las personas que afecta, no solamente es un error, sino que no responde a la realidad operativa. Contemplar sus comportamientos como silos independientes, construir discursos simplistas de buenos contra malos, lo público contra lo privado, el compromiso de unos contra la irresponsabilidad de los otros, algunos generadores de riqueza y valor contra unos pocos que vivirán de los primeros y “secuestrar” el concepto y valor de la empresa para polarizar un debate extremo de confrontación entre unos y otros, obviando el rol y sentido de empresa, participada, con papeles y responsabilidades, aportaciones, diferentes entre unos y otros, convergiendo en bienes compartibles es un absoluto despropósito.

Hoy, en pleno cambio de paradigma (político, social, económico), en el punto de reconfiguración de espacios geoeconómicos y geopolíticos, en el repensar y reformular décadas de operativa mundial en entornos globalizados bajo el “control” de instituciones multilaterales y un cierto “pensamiento generalizado”, nuevas dinámicas sociales, políticas y económicas, exigen grandes transformaciones que “hacen inevitable” la colaboración público-privada, en múltiples niveles, desde sus papeles diferenciados, legitimidades fruto de diferentes fuentes y capacidades tractoras propias. El espacio ya al parecer olvidado por muchos, del trinomio Business-Government-Communities (Empresas-Gobiernos-Sociedades) que caracterizaba las políticas económicas y sociales de la llamada economía social de mercado, el propio viaje del socialismo hacia este espacio social demócrata y la reformulación de políticas públicas al servicio de las personas en comunidad en el marco de un determinado Estado de Bienestar, cobran mayor relevancia que nunca.

Aprender el camino de la colaboración lleva a una doble necesidad inevitable: el ejercicio de la coopetencia (una esquizofrénica a la vez que eficiente colaboración y competencia simultáneas, compartiendo objetivos, ideas, proyectos y recursos que añaden valor al conjunto), a la vez que fomentar estrategias, propósitos propios, diferenciados, únicos compitiendo por espacios de éxito), así como un segundo elemento crítico: la gobernanza.

El “buen gobierno corporativo” es muy exigente. El contexto en el que se desempeña la empresa presiona, en especial, a sus Consejos de Administración, Alta Dirección y Órganos Directivos-Asesores para su gestión. Más allá del diseño y control de su eficiencia-eficacia económico-financiera, que de manera sostenible y largo placista permita su adecuado funcionamiento, retribuya a todos los stakeholders implicados y ofrezca productos y servicios de valor para la sociedad, ha de aportar riqueza, empleo y bienestar más allá de sus límites. La necesidad de convivir un mundo de alianzas complejas a lo largo de extensivas cadenas de valor (locales e internacionales) obliga a una gobernanza que incorpore el nunca fácil proceso permanente de interacción con todo tipo y nivel de gobiernos e instituciones, además de con sus propios competidores en diferentes industrias, superando fronteras tradicionales de “aquellos viejos sectores” que la estadística oficial se empeña en mantener. De igual forma, los propios gobiernos y entes públicos conforman la otra cara de la moneda y han de transitar hacia nuevos modelos de gobernanza, empezando por la calidad de sus Consejos de Gobierno (en especial, como en el caso inicial señalado en este artículo, del Consejo de Ministros).

Afrontamos nuevos contextos mundiales que requieren profundas transformaciones. Cambios imprescindibles que requieren liderazgos y gobernanzas de alto nivel y máxima calidad. Avanzamos (ya estamos en ella desde hace mucho tiempo) hacia una “nueva economía”, al servicio de una, como siempre, “nueva sociedad” y estamos necesitados de potentes gobiernos y empresas motoras de los nuevos recorridos por realizar.

Es tiempo de redoblar esfuerzos y compromisos, generar confianza entre las partes y la sociedad, en su gobernanza en todos los niveles y espacios de impacto. La cooperación multi-agente, público-público, público-privado resulta inevitable e imprescindible. Sus jugadores clave: Consejos (de Gobierno y de Administración de las empresas), de la Alta Dirección (ya sea funcionarial y del sector público o de las empresas y organizaciones sociales), de la propiedad (Estado y accionistas de todos los niveles sin olvidar al pequeño ahorrador propietario, muchas veces sin ser conscientes de ello, de las grandes empresas a través de sus fondos y posiciones bursátiles), del trabajador (a lo largo de la escala variada en la empresas o por cuenta propia) y de diferentes gobiernos y países y, por supuesto, de las comunidades en las que vivimos. Para colaborar, un requisito clave es la confianza. Y a partir de ella, construir las complicidades y espacios compartibles. Hemos de convencernos que la complejidad del crecimiento en la que nos movemos y moveremos, exige compartir (ideas, conocimiento, medios, recursos de todo tipo) y asumir una apuesta de futuro, intergeneracional y duradera en el largo plazo, sostenible.

Un mal gobierno (de país, de empresa, de organismos varios) generará deficientes resultados y nefastas consecuencias para la población y sociedad a la que sirve. No estamos ante un “pequeño desajuste coyuntural”, sino ante un verdadero cambio de paradigma. El escenario de últimas décadas con el que hemos llegado hasta aquí ha cambiado y lo hará aún más. Son tiempos para nuevas e intensas transformaciones. Dinámicas para las que nos necesitamos unos a otros, en una creciente complejidad. Entenderla, identificar su impacto, trasladando a los procesos de toma de decisiones clave que permitan afrontar futuros deseables con las necesarias transiciones, adecuadas a la realidad de partida, es una tarea esencia que exige una alta calidad.

Empecemos por la calidad de nuestros espacios de gobernanza sabiendo que nuestros resultados exitosos vendrán explicados en gran medida no solo por lo que hagamos cada uno, sino por la contribución (y que tan bien o mal lo hagan) del resto. Sobra confrontación excluyente, necesitamos abundancia colaborativa y renovada gobernanza.

Sin duda, una exigente COOPETENCIA (cooperar y competir a la vez) basada siempre en un propósito auténtico traducido en estrategias únicas, modelos de negocio y de actuación coherentes con el rumbo estratégico y cultura organizativa, construyendo el bien común al servicio del bienestar de la sociedad.

«Entender y superar la complejidad»

(Artículo publicado el 29 de Enero)

50 años atrás un grupo de amigos y compañeros estudiantes de ingeniería ganaban el primer premio en la “Semana de Ingeniería” de su Universidad. Su proyecto: “Síntesis electrónica de Música. Circuitos integrales y procesadores” no era sino un ejercicio de divulgación-demostración de la potencial vanguardista tecnología en curso, a la vez que suponía aprender y explicar a terceros sobre la aplicación simple a un proyecto de uso musical y la influencia de esta en el comportamiento humano en función del estado de ánimo de quien la escuchara. Conectada la música producida a diferentes plantas permitía medir su reacción “algo más que natural”.

Hace unos días, un amigo y profesor en la Universidad de Deusto me hablaba de un reciente viaje de trabajo a la costa este estadounidense y su contacto con un marco-proyecto de una empresa norte americana líder mundial en la producción de microchips. Hablamos del reto tecnológico, geoestratégico, manufacturero y, sin duda, la dinámica de desarrollo económico que conlleva la presencia o no en este complejo y crítico espacio. Sin duda, el mapa mundi actual sitúa al este asiático como la geografía del procesador, produciendo el 90% de todos los “chips de/con memoria”, el 75% de los procesadores o chips “lógicos” y el 80% de todos los semi conductores del silicio. Taiwán, China, Singapur, Corea del Sur, Japón acaparan la máxima concentración y distribución del mundo de la tecnología de los semiconductores.

La apasionante competencia global que se libra a la búsqueda de los elementos clave en las tecnologías transformadoras de futuro tiene y tendrá un impacto decisivo en términos de tecnología y uso, por supuesto, así como en las políticas internacionales, de seguridad, defensa, geo estrategias y de bloques, igualdad y prosperidad, educación, captación o migración de talento, gobernanza y, por supuesto, democracia y derechos humanos. Como insiste en su último libro Ha-Joon Chang, (“Economía comestible-Edible economics”), es imprescindible entender la base de los factores económicos para conformar y tomar decisiones políticas y sociales, para el desarrollo y supervivencia de nuestras democracias.

Ya, hace semanas hacía referencia en esta columna a un extraordinario libro en torno a esta “guerra mundial” por una de las tecnologías más relevantes en juego. Chris Miller publicaba “Chip War” (“La guerra de los chips”) partiendo de un pormenorizado y completo análisis (además de relato descriptivo) del amplio y largo recorrido del mundo de los circuitos integrados, el papel de los diversos jugadores, la capacidad tractora que han representado a lo largo de la historia, su intensidad y dinámica innovadora, los desafíos y apuestas de las diferentes políticas industriales seguidas en Estados Unidos y en cada uno de los países asiáticos que hoy dominan con claridad este mundo creativo y, por encima de todo, los escenarios esperables a futuro y sus consecuencias económicas, políticas y sociales en función de la acción o no de unos y otros.

Sin duda, de vez en cuando, parecería cobrar fuerza el grado de interés y preocupación en el no resuelto conflicto-acuerdo-relación China-Taiwán. Son muchos los temores respecto al posible momento en que pudiera materializarse “una sola China” o las posibilidades de “una China y dos Estados”, con un rol específico diferenciado entre ambos países, en una “relativa interdependencia”, y menos generalizadas las posiciones alentadoras de una solución coopetitiva posible, de la que formen parte  con el resto de países en torno a un espacio compartido en/con ASEAN en su trayectoria hacia mucho más que un mercado común para crear uno de los mayores espacios o bloques mundiales conformando una unidad política en un lejano triunvirato con Japón y China. El espacio de los deseos y sueños nos llevaría a una apuesta colaborativa, también, con el espacio europeo, y con los Estado Unidos, en una aún más lejana pero siempre deseable extensión compartible de todos ellos con el Oriente Medio y África en sus progresivas transformaciones y relaciones. Entre tanto, la realidad inmediata ofrece más sombras que luces en un anhelado e innovador compromiso democrático y pacífico compartido y escenarios con clara competencia, paso a paso, en cada uno de los pactos críticos que conlleva. Así, la “guerra de los chips” cobra especial relevancia. ¿En qué tecnología, producto, solución para nuestras demandas no hemos de incorporar chips en su amplio espectro y uso? Ni hoy, ni mucho menos en el futuro observable y pronosticado hacia el que se dirigen nuestras transformaciones objetivo en curso encontraremos piezas tan críticas como los chips en sus diferentes acepciones.

La memoria inmediata nos lleva a todos a pensar en la crisis de suministros que hemos padecido (seguimos padeciendo) que se ha explicado rápidamente en ausencia de chips y la capacidad de fabricarlos. Imprevistos bloqueando las principales infraestructura de logística y transporte como lo sucedido en el Canal de Suez, colapsos aduaneros y fronterizos como el pre y post Brexit, las consecuencias de una fragilidad otrora virtuosa con el “Just in time” y la globalización deslocalizadora agravando la seguridad en el suministro observada con la COVID-19 y la inmediata lucha por la normalización y el crecimiento, la invasión de Ucrania… añadido al desacoplamiento latente e intenso entre Estados Unidos y China… cobran  importancia y atención cuando, por si alguien no se habría dado cuenta, nuestros coches no pueden terminarse ni mucho menos usarse sin ellos, nuestros electrodomésticos se apilan en almacenes y puertos logísticos a la espera de ellos y el clamor popular culpa a los “gobernantes de turno”  y, sobre todo, por el “viaje hacia Asia” llevado a cabo. Se clama por acelerar inversiones productivas, nuevos planes ciencia-tecnología, mayores presupuestos en I+D, hacer renacer la industria manufacturera y sustituir a los proveedores asiáticos. Líneas de actuación imprescindibles que no pueden ni improvisarse, ni lograrse con la inmediatez exigida. Aquí, nuevamente, las transiciones razonables y posibles, los ritmos para pasar de la realidad base al escenario deseable y la coopetencia (cooperación y competencia) simultáneas, multinivel en una interdependencia de “ganar-ganar” resulta inevitable (o dicho en positivo, deseable). Innovar, producir, invertir, comercializar, convivir, humanizar el uso de la tecnología, apostar por políticas industriales (completas) con visión a largo plazo, identificando el papel que cada uno puede o debe desempeñar, y en donde localizar sus diferentes actividades críticas en la cadena de valor correspondiente, interactuando con todos los que formen parte de las mismas en futuro cambiante, son piezas complejas sobre las que se debe actuar con la coherencia que un verdadero propósito demande.

A lo largo de esta historia, han sido muchas las apuestas impulsadas por personas, empresas, países que han permitido significativos logros, configurando el mapa actual de jugadores y soluciones. La situación actual no es inmutable. Ni la tecnología, ni su uso, ni sus productos, ni sus factores críticos de producción, ni las estrategias geopolíticas vividas son o deban ser las mismas a futuro.

Las “leyes” que han primado en todo el largo recorrido hasta hoy están en revisión. Nuevos factores clave permiten nuevas vías de trabajo y solución. Hoy se cuenta con todo un mundo de posibilidades que acompañan la innovación creativa y transformadora. Pero no son “regalos mágicos” que lloverán del cielo, sino aceleradores de fortalezas, actitudes y compromisos solidarios del capital social (institucional, humano y político) al servicio de un propósito real, siempre exigente.

Con la esperanzada referencia que Miller nos traslada en las conclusiones de su trabajo, destacando la propia evolución de la tecnología y uso específico de la misma a lo largo de los años, “anunciando” nuevos rumbos en la misma que darían lugar a cambios sustanciales en este complejo mapa descrito, volvamos la mirada hacia apuestas estratégicas innovadoras que direccionen nuestro trabajo hacia la confiada solución de retos para construir escenarios deseables al servicio de las personas. No cabe duda, la mejor manera de terminar con esta “guerra”, pasa por transcender del estatus actual y apostar por renovadas apuestas orientadas y cohesionadas, alineadas con las fortalezas y oportunidades reales de cada uno de los jugadores implicables en proyectos y objetivos convergentes. Todo un mundo de oportunidades por delante. Conscientes de dificultades, de los nubarrones que acechan y de nuestras diferentes limitaciones, con el ánimo (y necesidad) de encontrar y aportar nuevos caminos por recorrer.

Una historia de mucho más que tecnología. Líderes, investigadores, visionarios, estrategas, políticas, empresas, gobiernos y países en sus intensas evoluciones y transformaciones… Titánico esfuerzo colaborativo respondiendo a necesidades y demandas sociales, anticipando el futuro… más allá de la cuenta de resultados o de la coyuntura. Como recuerda el presidente Barack Obama en sus múltiples conferencias de graduación en sucesivas generaciones o foros universitarios: “Todos tenemos el compromiso de encontrar a alguien para cuyo éxito seamos necesarios”.

Señales para nuevos y esperanzados tiempos…

(Artículo publicado el 15 de Enero)

Un antiguo y querido profesor me llamaba para felicitar el año nuevo y me recordaba que esta semana se cumplen 15 años de la publicación del libro “Clusterizar y Glokalizar la economía: La magia del proceso”, en cuya presentación tuvo la gentileza de acompañarme. Prologado por Michael E. Porter, el trabajo pretendía ayudar a comprender cómo desarrollar con éxito procesos de clusterización y glokalización para mejorar la competitividad generando territorios inteligentes. La experiencia vivida en y desde Euskadi en el intenso, a la vez que atractivo proceso de transformación de nuestra economía y sociedad, daba pie a concebir un mundo diferente al que parecía ofrecerse. Creíamos captar las señales que anunciaban nuevos tiempos.

Su contenido se focalizaba en cinco grandes elementos que entonces consideraba esenciales para transitar hacia una economía de bienestar al servicio de las personas, cuestionando algunas de las ideas fuerza que dominaban el entorno económico que vivíamos:

1.La transformación radical en curso que recogía en torno a lo que consideraba las inevitables alianzas coopetitivas para la nueva economía que ya apreciábamos.

2. El propio concepto de la competitividad cuya asociación “lingüística” con competencia excluyente y beneficio del éxito de algunos y el fracaso del resto distorsionaba su verdadero sentido, modelo de intervención y objetivos económicos y sociales convergentes para el logro del bienestar y prosperidad de las comunidades en que se aplica.

3. La clusterización de la actividad económica (como binomio economía-territorio), rompiendo fronteras sectoriales, cohesionando a la totalidad de los actores intervinientes en la economía objetivo y las ventajas y fortalezas que su desarrollo estratégico conlleva.

4. La importancia esencial de Factor Local, rompiendo la venta simple de una “Globalización” idílica para todos. Una Glokalización más allá de espacios geográficos próximos o distantes, alejada del simplista desprecio generalizado entre “aldeanismo proteccionista” versus “internacionalismo universal, progresista y moderno”, que ha venido, hasta hace posos meses, convirtiéndose en mantra descalificador de quienes no abrazaban sin crítica alguna la globalización ilimitada por “decisiones puras del mercado”.

5. La importancia de la “magia del proceso” que explica el por qué proyectos y objetivos similares (o en apariencia idénticos) funcionaron en algunos sitios y en otros no.

Estos elementos clave tenían como referente conductor un doble eje: las experiencias vividas a lo largo de una trayectoria profesional, proyecto a proyecto, y una cierta teorización académica de lo que habría supuesto la aplicación de los modelos implícitos en las teorías base de lo que, con el tiempo, se convirtió en “La Ventaja Competitiva de las Naciones” del profesor Porter y su red M.O.C. (Microeconomía de la Competitividad) que, desde su Instituto de Estrategia en Harvard, generaba adhesiones, investigadores, “practitioners” e “impulsores del cambio a lo largo del mundo”.

Hoy, el mundo asiste a un renacimiento de la industria, a una profunda apuesta por la coopetencia público-privada como motor inevitable de “una nueva economía” por “reinventar”. Un tiempo en el que la globalización ha mostrado sus carencias y lejanía de la panacea que decía y proclamaba ser, en la que los diferentes países apuestan por “modelos de seguridad en la fabricación, suministros, cadenas de suministro y valor alternativos”, y apuestas estratégicas que superan “fronteras sectoriales” en un imparable mundo interconectado repleto de nuevos jugadores, configuración de ecosistemas (¿clústers?), conjugando políticas económicas, sociales y medio ambientales convergentes. La realidad reposiciona y relocaliza empresas, vuelven su mirada a la importancia de “hacer o fabricar cosas en casa”, y confiere un alto valor diferencial al factor local (sus personas, comunidades e instituciones).

Estos días, leía un interesante artículo en la revista Foreign Affairs, “La nueva era industrial” reclamando la vuelta de los Estados Unidos a convertirse en una super potencia manufacturera. Basta recoger aquí su primer párrafo para entender el cambio que se viene planteando a lo largo del mundo a la búsqueda de un “nuevo pensamiento y modelo económico inclusivo” y la consiguiente respuesta por nuevos elementos clave que parecerían básicos para el éxito perseguido: “Para muchos ciudadanos, el sueño americano ha desaparecido. En las últimas décadas, USA ha dejado de ser “la fábrica del mundo” y se ha ido transformando en un importador de productos. Desde 1.998, el déficit comercial ha costado más de 5 millones de empleos industriales y el cierre de 70.000 fábricas. Las ciudades pequeñas y medias han entrado en declive y muchas comunidades destruidas. La sociedad americana es cada día más desigual a medida que el “valor y riqueza” se concentra en pocas megaciudades y los antiguos núcleos industriales se abandonan. Cada vez resulta más difícil para los americanos sin estudios y títulos universitarios alcanzar la clase media, la movilidad social se estanca y la ansiedad e insatisfacción social aumenta. La pérdida de la manufactura no solamente ha dañado su economía, sino la propia democracia”.

El artículo apunta, también, aquellas líneas sobre las que pretende construir ese nuevo espacio para América. Su autor, Ro Khanna, representante de los Estados Unidos para Silicon Valley, adelanta algunas líneas prácticas que han sido elevadas a propuesta al Congreso y Presidencia de los Estados Unidos y que se unen a todo tipo de voces (Elizabeth Reynolds, miembro del Consejo Asesor Económico del Presidente Biden y activa en el rediseño de una política industrial para Estados Unidos), o Shannon O’Neill (“El mito de la globalización”), presidenta del Consejo de Relaciones Exteriores, “The Homecoming” (“Vuelta a casa”), de Foroohar en sus trabajos en torno al declive y revitalización regional, etc. Y así, a lo largo del mundo. Hoy mismo, en Davos, líderes mundiales abordan la deglobalización, la reindustralización y los nuevos paradigmas observables en relación con la regionalización, la resiliencia estratégica que han de configurar los diferentes paises y nuevas configuraciones de cadenas de valor.

¿Nos parecería extraño escuchar que el apostar por un nuevo mundo para la economía americana pasaría por una estrategia como esta que sugieren? Una estrategia integrada que se comparta en el marco de partenariados público-privados, con un Consejo Económico-Industrial potente, que informe directamente al Presidente del país, con acceso directo y control a todos los programas y políticas públicas, empresariales y académicas financiadas o apoyadas por los gobiernos, coordinando el programa y actuación de todos los departamentos (Estado, Defensa, Industria, Comercio, Energía, Agricultura, Interior y la “diplomacia económica internacional”), impulsando una convergencia entre políticas y beneficios económicos y sociales, con una política específica para revitalizar zonas en declive, redefiniendo una política de compras públicas al servicio de esta “nueva industria”, con financiación especial para iniciativas y proyectos empresariales compartidos por diferentes empresas y agencias de gobierno, y una política fiscal ad hoc para incentivar la “vuelta a fabricar a casa”, dotándose de un nuevo Consejo Asesor Técnico manufacturero y tecnológico público-privado…

Sin duda, leído en Euskadi no llamaría mucho la atención. Hoy, en muchos lugares del mundo, afortunadamente, tampoco, a la vez que quienes asisten preocupados a la búsqueda de nuevas soluciones para el futuro crecimiento y desarrollo económico y consecuente prosperidad de sus sociedades, lo mira ansioso por dotarse de una pronta y eficaz oportunidad y camino a seguir.

Inmersos como estamos, en un interesante momento de inflexión, con movimientos favorecedores de un rearme del pensamiento socioeconómico con la mitigación de pobreza y desigualdad como objetivo conductor, y un compromiso real para el logro de un verdadero desarrollo inclusivo, viable y sostenible, soportado en principios humanistas, pacíficos y democráticos, con reparto solidario de cargos y resultados, parecería razonable transitar por estos caminos.

Esperemos que, efectivamente, aprovechemos la corriente positiva en favor de una “nueva era industrial, económica y social”. Es cuestión de aprender de las experiencias observadas y “desaprender” de los errores cometidos o de los efectos negativos y perversos de aquello que, en un determinado momento, suponía la panacea salvadora e irrenunciable. Son tiempos nuevos y esperanzados a la búsqueda de imaginación, talento y conocimiento, convertible en realidades y soluciones fabricables, recomponiendo relaciones e interconexión próxima, regionalizada, entendible, desde valores compartibles.

Hoy que el mundo aspira a dotarse de espacios pro industriales como motor de un camino hacia la prosperidad, parecería razonable profundizar en nuestras fortalezas diferenciales, avanzar de forma acelerada hacia nuevas oportunidades y redoblar nuestra confianza en el recorrido estratégico emprendido. La riqueza colaborativa generada supone una savia singular para alcanzar un nuevo futuro deseable.