Ciudades, Cultura, Futuro…

(Artí­culo publicado el 22 de Marzo)

A lo largo de esta semana, como si se tratara de un homenaje-celebración en el primer aniversario del fallecimiento de Iñaki Azkuna, el nuevo AZKUNA ZENTROA- Alhóndiga de Bilbao, acoge la reunión de la Comisión de Cultura de la Asociación Mundial de Ciudades y Gobiernos Locales, plataforma mundial de organizaciones y redes para «aprender, cooperar y promover polí­ticas y programas sobre el papel de la cultura en el desarrollo sostenible». Su Agenda 21 de la Cultura, lanzada hace ya diez años, pretende reforzar los llamados «pilares de la sostenibilidad» que dieron pie a la creación de iniciativas subvencionadas desde los organismos públicos al objeto de adecuar determinadas buenas prácticas, de la mano de un benchmarking global, a las iniciativas y presupuestos públicos en el ámbito local, con un marco inicial centrado en los conceptos asociables al desarrollo sostenible. La inmensa mayorí­a de nuestros municipios siguieron ese camino.

Más tarde, la cultura pasó a integrarse como un vector clave, irrumpiendo con el propósito de facilitar el desarrollo desde un compromiso local con los derechos humanos, la diversidad cultural, la sostenibilidad, la democracia participativa y la generación de condiciones para la paz. Sin duda, un compromiso desafiante y complejo cuyo logro supera, con creces, el cumplimiento de normas homologables o certificaciones de obligado cumplimiento normativo y formal.

Hoy, el citado encuentro no reviste una especial novedad en cuánto a que sea precisamente Bilbao su anfitrión y que cientos de representantes de toda tipologí­a de entes a lo largo del mundo nos visiten. Bilbao, en su dinámica renovadora es un referente internacional del imparable proceso de protagonismo de las Ciudades como el nuevo jugador integrado de la creciente mundialización globalizada y la cada vez más relevante identidad y pertenencia que el desarrollo natural de las personas demanda en las diferentes comunidades. Bilbao es un icono de la transición conceptual hacia una nueva percepción de la cultura (y en especial de sus infraestructuras tractoras), también, como elemento tractor del desarrollo regional, económico, social, configurador de nuevos espacios de urbanización sostenible, integración y fuente de riqueza y empleo. Sin duda, cuando hace ya veinte años el mundo asistió al llamado «efecto Guggenheim Bilbao», la cultura sorprendió a todos demostrando que más allá de sí­ misma, su propia esencia y valores no suponí­an «un fondo de gasto», sino un poderoso motor y fuente de inversión generadora de riqueza a largo plazo, fuente de innovación y creatividad, lazo de internacionalización, red de atracción y acogida de turismo e inversión y, por supuesto, espacio educativo de primer orden. A partir de ese momento, parecerí­a que en Bilbao-Euskadi no habrí­a de sorprendernos el protagonismo Cultura-Ciudad Región y pasamos a observar su desarrollo mundial como si de algo ordinario, natural y permanente se tratara. Pasaban a ser conceptos «de toda la vida».

Hoy, sin duda, una de las lí­neas fuerza del pensamiento universal pasa por las ciudades, desde que hace tan solo pocos años, por primera vez en la historia de la humanidad, la mayorí­a de la población mundial vive en los núcleos urbanos y no en el medio rural, de modo que el «nuevo urbanita» es demandante, además, de nuevas soluciones y modos de vida (vivienda, movilidad, relación empleo-ocio-vivienda, educación, servicios públicos, gobernanza…) a la vez que son las propias Ciudades-Región el novedoso concepto espacial y cultural que posibilita la consideración de todo núcleo urbano y su área de influencia real y natural, más allá de lí­mites administrativos, entidades polí­ticas, geografí­as o dimensión fí­sica, foco de atención para cualquier análisis socio-económico y/o de ordenación del territorio, además de las nuevas fuentes de polí­tica y gobernanza esperable y área de competitividad, bienestar y desarrollo. En detrimento de los Estados, son estos nuevos jugadores los espacios naturales de atención. Así­, Bilbao-Bizkaia, Bilbao Next, Bilbao-Euskadi, Euskal Hiria… son mucho más que ideas o reclamos de marketing y componen un lenguaje comprensible y de uso común entre nosotros.

A lo largo del mundo, estos conceptos e ideas dan lugar a innumerables iniciativas y plataformas que, teniendo a la Ciudad Región como referente en lo económico, en lo polí­tico y en lo social , abordan bien su compleja globalidad o los diferentes pilares o vectores que la definen. Todas las aproximaciones a su estudio aportan valor si bien son múltiples los rankings y modelos simplificados que pretenden homologaciones artificiales prescindiendo, precisamente, de la cultura, la identidad, el sentido de pertenencia, el propósito de sus comunidades, la conformación de su capital humano, sus propias instituciones, su voluntad o no de autogobernarse, su participación o no en la ví­a democrática y la transparencia y gestión de sus propias estrategias además de su deseo colectivo de apropiarse o no de su propio destino y proyecto de futuro. Atrás han quedado, afortunadamente, aquellas concepciones erróneas de loa años 80 cuando la simplista apelación al benchmarking y a la copia de las «prácticas habituales», las ciudades se clasifican por etiquetas funcionales y condenaban su desarrollo a «planificadas categorí­as diferenciadoras». De ese modo, nuestra Donostia San Sebastián era cultural, Gasteiz administrativa y Bilbao financiera. Ciudades que condenaban su futuro a una predeterminación unipropósito, impidiendo su conversión en «ciudades completas». Afortunadamente, también en esto, fuimos contra corriente, favoreciendo iniciativas de las que hoy disfrutamos, habiendo generado nuevos espacios completos, incluyentes, con una rica aportación cultural que, además, ha facilitado el desarrollo de otros vectores económicos y sociales al servicio de sus habitantes (y visitantes), motores clave del desarrollo logrado. Así­, este ejemplo Bilbao-Euskadi es hoy un lugar común en el mundo. La interrelación, la clusterización de las actividades asociables (Cultura-Economí­a-Territorio) responden a la manera de entender las ciudades. Ciudades obligadas a buscar su propio ADN sobre el que construir sus propias estrategias diferenciadas que refuercen su sentido de pertenencia e identidad, garanticen conectividad universal y sean, además de vivibles, motores en sí­ mismas de su propio desarrollo y fuente de trabajo de sus empresas.

En la inauguración de la citada Cumbre Internacional, el Alcalde de Bilbao, Ibon Areso, destacaba los nuevos tiempos y las nuevas realidades. Hablaba del «Bilbao Mestizo» e insistí­a en la necesidad de observar esta realidad como fuente de oportunidades y advertí­a del peligro en levantar barreras desde la óptica del problema. Coincidiendo con este mensaje, la revista «The Economist» en su último número de esta semana, dedica un reportaje especial a la población latina o hispana en Estados Unidos de América. Explica el rápido tránsito de una minorí­a, que siempre vivió allí­ desde sus orí­genes mexicanos, que se vio integrada por las nuevas emigraciones «blancas» que, llegadas a posteriori de Europa, crearon un Estados Unidos que les consideró extraños y que hoy, emerge como la potencial población mayoritaria en un buen número de regiones y en al menos uno de cada cuatro estadounidenses a mediados de siglo. Su lengua, el castellano, convive con el inglés, domina amplios espacios de vida y provoca cambios imposibles de aceptar hace pocos años. Movimiento que influyen en los nuevos sistemas educativos, en los modos de gobernanza, en las relaciones con los paí­ses origen, en la economí­a local y, también, en las nuevas infraestructurales culturales y, por supuesto, económicas, además de configurar nuevas Ciudades Región como el acelerado avance transformador San Diego-Tijuana con aeropuerto internacional, compartido y transfronterizo en una de las fronteras «más calientes y de mayor tráfico» del mundo. Un ejemplo más de estas nuevas realidades.

Historia, identidad, cultura, nuevas soluciones urbanas, nuevas configuraciones espaciales y, sobre todo, aspiraciones diferenciales de sus poblaciones. Ciudades Región y Cultura: dos vectores asociados e inseparables para construir el futuro.

¿Existen ví­as y fuentes de crecimiento?

(Artí­culo publicado el 8 de Marzo)

En una reciente entrevista para una revista internacional de economí­a y empresa, la periodista me pedí­a un diagnóstico y valoración de la situación económica en Euskadi, España y Europa en contraposición a un escenario rico en iniciativas, de las que vení­amos hablando, como las que encontramos en algunos paí­ses emergentes, en pleno crecimiento y en un claro ambiente de oportunidades. Tras una breve a la vez que intensa introducción en la que me señalaba una larga lista de noticias de primera página publicadas en los últimos dí­as en la prensa local, reseñando un desolador panorama repleto de casos abiertos de corrupción sangrante, confrontación polí­tico-mediática, conflicto verbal España-Grecia en torno a un hipotético rescate, una Vicepresidenta del Congreso jugando al Candy Crush en pleno «Debate de la Nación», con una España sumida en un paro galopante y desmedido con escasos planes de recuperación en el próximo decenio y  declaraciones de lí­deres empresariales asiáticos manifestando su nulo interés en lo que pasaba en Europa, calificándola como «Jurassic-Disney», parecí­a sugerirme respuestas poco esperanzadoras. Todo un bombardeo depresivo que obligaba a entrar en un ciclo pesimista entre la mediocridad, la  negación de la bondad irremplazable de la polí­tica y los gobiernos, la pérdida de valores y oportunidades y la ausencia de confianza en un potencial futuro de bienestar y prosperidad equitativo e incluyente para nuestros ciudadanos de la vieja Europa, una desigual y compleja salida para una España en plena encrucijada y un escenario incierto para Euskadi a la búsqueda de nuevos horizontes.

Sin embargo, desde el optimismo obligado al que hemos de sumarnos para superar el fatalismo inducido, huyendo de esta aproximación que me llevarí­a al pesimismo crónico y al desánimo e inacción, opté por evitar el «diálogo en corto» y echar mano de un reciente artí­culo de Trudi Lang, Directora de Prospectiva Estratégica en el World Economic Forum de Ginebra. Como coordinadora de una influyente Comunidad de Debate y Propuestas cuyo objetivo es el de «sacar a la superficie cambios y tendencias ocultas que iluminen un nuevo futuro desde las agendas globales», se ocupaba de reunir un buen número de datos e informaciones destacables que habrí­an de llevar a observar un futuro prometedor y esperanzado. Así­, echando mano de prestigiosos autores, se preguntaba «¿de dónde puede venir el crecimiento económico?», pregunta tantas veces formulada y pocas veces contestada. Para iniciar su invitación al futuro utilizaba un reclamo en el que, sin duda, reparamos muy poco: «El 95% de los cientí­ficos que han vivido, hoy, siguen activos» (Peter Schwartz), lo que le lleva a sugerir que aunque no sepamos concretar las fuentes de riqueza y empleo del mañana, podemos reducir nuestras preocupaciones y temores ya que, con esa base, nuevas «cosas, caminos, soluciones» llegarán. En especial, si somos capaces de mitigar la brecha entre el conocimiento cientí­fico, las aplicaciones tecnológicas y las demandas sociales, si logramos dotarlas  de la financiación y gestión adecuadas, si exploramos y asumimos el riesgo de llevar adelante las buenas ideas, y si acertamos con el auténtico enlace colaborativo con la empresa y la sociedad. De esta forma, desde las ciencias de la salud, la energí­a y el medio ambiente, la movilidad e infraestructura, las demandas y servicios creativos y educativos y la manufactura inteligente, el reclamo alimentario y de las ciudades, así­ como nuevos espacios urbanistas innovadores requeridos, el mundo de demandas y necesidades sociales encontrará soluciones esperables. A partir de esta provocativa invitación, el acceso a «la internet de las cosas», la formalidad de una economí­a aún excluyente, la inevitabilidad de nuevos instrumentos y esquemas financieros con una nueva gobernanza y la recuperación del valor de gobiernos, de la polí­tica y de la empresa al servicio de ese nuevo futuro, podremos ofrecer espacios para soñar.

Un sueño posible. Concluida la entrevista, un tanto preocupado por haber caí­do en un excesivo optimismo, huyendo del pesimismo inicial, y ya de vuelta en Euskadi, escuchaba a uno de los jóvenes talentos de éxito que han llamado la atención en nuestro Paí­s en estos dí­as. Ander Ramos-Murguialday, investigador destacado de Tecnalia y de la Universidad de Tubinga, explicaba con gran pasión e ilusión su trabajo en el campo de la neurotecnologí­a. Describí­a sus proyectos de los últimos 5 años desde sus pasos iniciales en la antigua Fatronik y sus aspiraciones de futuro. Enfermedades como el ELA, disfunciones graves, para más de 2.000 millones de personas a lo largo del mundo, afectadas  por trastornos e ictus paralizantes, albergan esperanzas gracias a la interdisciplinariedad de la robótica, la mecatrónica, electrónica y salud en el marco de interacciones colaborativas desde la excelencia de Euskadi, en conexión con otras vanguardias del conocimiento en el mundo. Inversión, esfuerzo, compromisos, tejido industrial y necesidades sociales (salud), como fuente de riqueza (economí­a y negocio, también), son una luz, real, para la esperanza.

Nuevas maneras de establecer el diálogo máquina-cerebro, la conversación entre medicina, psicologí­a, neurologí­a e ingenierí­a. El nuevo mundo de la economí­a, industria y tecnologí­a colaborativa. Es uno de los muchos ejemplos, de las múltiples iniciativas que nos llenan de ilusión, refuerzan la capacidad de Euskadi como Centro de Excelencia en múltiples áreas de futuro y permiten contemplar un futuro realista, ilusionante y posible. Ejemplo y reflexiones que nos llevan a repensar sobre las nuevas lí­neas de pensamiento económico: ¿Vamos a sucumbir a la crisis creyendo en un fatalismo determinista que desaparece en un ciclo concreto para continuar igual hasta la siguiente embestida o, por el contrario, vamos a apostar por nuevos contextos y  modos de abordar el futuro? Solo depende de nosotros. Allí­ fuera hay un infinito espacio de oportunidades por explorar. Desde nuestra base de excelencia, transitemos la brecha entre las necesidades y las soluciones, sabiendo que ni toda iniciativa resultará exitosa, ni todo proyecto es alcanzable. Pero sin las bases adecuadas, las personas apasionadas, formadas y comprometidas, el no éxito sí­ que está garantizado.

En esta misma lí­nea, haciéndose eco de la nueva realidad tecnologí­a-sociedad ya presente en el modelo de negocio de las principales empresas (y Paí­ses) de éxito, Mckinsey publica en estos dí­as una nueva lí­nea de apuesta  para el crecimiento: «La era de Oro del Marketing» que, gracias a la convergencia de la investigación, inteligencia comercial y Big Data con la «sustancia esencial» de cada negocio y su historia verdadera (pasión-compromiso), vuelve a poner en el incremento de ingresos y no en la reducción de costes, la ví­a del crecimiento y la rentabilidad. Es decir, focalizar el pensamiento en lo que está por venir y hacer, la innovación hacia nuevas cosas, diferentes soluciones, distintos modelos, repensando la forma de generar valor.

Definitivamente, si bien es verdad que hay demasiados nubarrones en el horizonte, y que determinada mediocridad y desafección respecto del compromiso y el valor imprescindible de la polí­tica, de los gobiernos y de la verdadera colaboración público-privada, nos rodea y aplasta, así­ como el tópico generalizado de una simplista concepción de la «población educada» y una peligrosa identificación de los derechos fundamentales con derecho a todo, que hoy, sin compromiso y contrapartidas personales parecerí­an haberse instalado entre nosotros, no es menos cierta la existencia de un gran espacio para la confianza. Más allá de la incertidumbre, existen nuevas maneras para crecer y generar el bienestar deseado. Destaquemos los buenos ejemplos y trabajemos de su mano. Nunca como hoy, aunque pudiera no parecerlo, hemos tenido tantas fortalezas para construir un futuro deseable. Sin duda, existen -a nuestro alcance- nuevas y diferentes ví­as de crecimiento, riqueza y bienestar.

La Ventaja Competitiva de las Naciones. 25 años orientando el futuro.

(Artí­culo publicado el 22 de Marzo)

Hace ya veinticinco años, veí­a la luz el libro de Michael E. Porter, «La Ventaja competitiva de las Naciones», reforzando su liderazgo intelectual, ya ampliamente acreditado en sus dos grandes éxitos previos: «Estrategia Competitiva» y «Ventaja Competitiva» que habrí­an revolucionado el pensamiento estratégico empresarial, trascendiendo de la Academia desde su solidez y rigor investigador, influyendo en las decisiones de polí­ticas públicas y empresariales.

La nueva contribución de Porter iba más allá del mundo de la empresa para construir un nuevo paradigma, explorando aquello  que hací­a que las naciones, más allá de sus empresas e industrias, prosperasen. Su trabajo rompí­a la hasta entonces bicentenaria teorí­a de la «ventaja comparativa de las naciones» para dar paso a la «ventaja competitiva«. Una nueva y clarificadora respuesta, abrí­a las puertas a nuevas ví­as para la competitividad internacional. Porter empezaba su libro con una simple pregunta: ¿Por qué determinados grupos sociales, instituciones, entidades económicas y naciones avanzan y prosperan?

Como el mismo Porter explicaba entonces, su principal atención en años precedentes habí­a sido la empresa, y sus grandes éxitos nos dotaron de marcos de análisis y estudio, hoy todaví­a no solo vigentes, sino esenciales para cualquier aproximación o entendimiento de la empresa, las industrias y mercados en los que operan, así­ como sus diferentes interacciones en las ya entonces señaladas por él como industrias y firmas globales. Su «Cadena de Valor», su «Diamante competitivo», su esquema de «Las Cinco Fuerzas», su diferenciación estratégica empresarial, parecen haber llegado para quedarse, sobre cuyas bases esenciales nuevos profesores, empresarios, lí­deres y estrategas construyen «matizaciones», alternativas, nuevos modelos, marcos y apuestas. Hasta entonces y con ese enorme y cualificado bagaje, el trabajo de Porter habí­a concedido un escaso protagonismo a los gobiernos y limitada apuesta por su rol principal e imprescindible ante una cierta visión negativista y generalizada sobre quienes hasta entonces consideraban a la «polí­tica industrial» como un juego de ganadores y perdedores a discreción de la elección polí­tica, con una determinada interferencia en el «buen hacer» de los mercados libres, arrastrando una confusa interpretación del concepto de competitividad, escasa medición de su impacto en el desarrollo económico y de los territorios y paí­ses, reforzado en un nulo compromiso real entre los silos académicos, polí­ticos, empresariales y sindicales.

A partir de este trabajo, Porter, otorga un rol esencial a los hoy llamados «eco sistemas empresariales», resaltando la enorme importancia e influencia de los gobiernos y sus polí­ticas, la imprescindible economí­a colaborativa, las organizaciones extendidas más allá de la propia empresa, la clusterización de las economí­as con la esencial preponderancia de lo local como plataforma insustituible del resultado diferenciado y próspero. En este viaje, Porter anticipa un nuevo marco de análisis, «El Diamante Competitivo» (de las Naciones) en el que los diferentes niveles de gobierno incidieran, de desigual forma pero siempre relevante, en cada uno de los 4 vértices convergentes que lo contení­an (la importancia de los factores de la demanda, la orientación decisiva a los mercados y la manera de afrontarlos, las estrategias, rivalidad y configuración-comportamiento de las empresas en un espacio determinado, y el grado de integración de la necesaria constelación de cadenas de valor en el propio territorio en cuestión), sometidos al doble impacto de las polí­ticas públicas (existentes o no) y del momento (suerte, cadena de acontecimientos externos tractores o no de la estrategia, etc.). Entonces, la relevante importancia de las polí­ticas sociales no cobraba la importancia que a lo largo del tiempo y hoy, más que nunca, resulta evidente y esencial.

Hoy, al celebrar este veinticinco aniversario y recordando en y desde Euskadi, el enorme impacto de aquellas ideas llevadas a la práctica, no cabe sino felicitarnos por partida doble: 1) por haber sido el primer lugar (nación no Estado, además) en que se aplicó de manera estratégica y completa su nueva teorí­a y paradigma, adelantándonos a su propia publicación desde las bases de sus investigaciones y recomendaciones iniciales, contando con su asesoramiento personal experto, y 2) por haber mantenido, profundizado y contribuido a lo largo de estos largos años a redibujar estrategias y polí­ticas para la competitividad en solidaridad y bienestar, con un resultado exitoso ampliamente reconocido a lo largo del mundo.

En Euskadi hemos aprendido (y seguimos aprendiendo) muchí­simo de Porter. A su vez, él también ha aprendido de nuestro trabajo conjunto. Juntos hemos reforzado el rol a jugar por los gobiernos en diferentes modelos estables de coopetencia público-privada y público-público; hemos entendido el verdadero rol y organización permanente de la clusterización de la economí­a, rompiendo el clasicismo del sector industrial determinado por conceptos de mercado-producto del pasado dando paso a concepciones diversas, pluridisciplinares, multi industria y diferenciables mercado a mercado; hemos comprendido el impacto competitivo de la identidad y el sentido de pertenencia; hemos profundizado y logrado el desarrollo conjunto -a la vez- de las polí­ticas y redes de bienestar (educación, sanidad, servicios sociales…) y económicas y la importancia en no separar su ejecución temporal, dejando el reparto de la riqueza a los resultados excedentarios del buen hacer «económico»; hemos comprendido el verdadero sentido de la dimensión y el tamaño empresarial definido, no por el de cada unidad económica empresarial, sino el del Valor de una red con la que interactúa, superando también aquí­, la transición de conceptos analógicos fijos a digitales dinámicos; y hemos sabido anticiparnos a la realidad del difí­cil balance entre una economí­a cada vez más mundializada con el efecto diferencial de su localización en el complejo diálogo local y local, asistiendo a las demandas reales y legí­timas de los gobiernos, paí­ses y regiones, por un mayor protagonismo en sus propias estrategias sin el complejo de quienes asimilan proteccionismo y reduccionismo, con diferenciación de polí­ticas adecuadas para realidades distintas al servicio de la prosperidad de las sociedades….

Veinticinco años después, celebramos -con gratitud- el éxito y contribución de tan importante legado activo. Y, sobre todo, observamos con ilusión que esto, lejos de ser historia auto contemplativa, no es sino la sólida fortaleza para afrontar el futuro. Hoy Michael Porter, abandera todo un nuevo paradigma a través de las «iniciativas de valor compartido y progreso social«. El nuevo índice de Progreso Social que lidera, su co-liderazgo con Mike Kramer en la «Shared Value Initiative» y su continua labor como «formador de formadores» para la competitividad y la prosperidad desde la red MOC (Microeconomí­a en Competitividad) con una extensa implicación de 120 Universidades en los cinco continentes (red en la que el Caso del Paí­s Vasco ocupa un lugar destacado en su material de estudio desde su prestigioso Instituto de Estrategia y Competitividad en Harvard, paraguas de su obra), y desde sus contribuciones diferenciadas en el «nuevo» «Health Value» (el Valor de la Salud para el Paciente) en su largo e intenso compromiso con los nuevos sistemas de salud para todos, suponen los ejes vectores de lo que él llama «la nueva etapa de la Competitividad». Una etapa que, en sus propias palabras, predice que «los modelos de negocio de éxito en el futuro, serán aquellos que satisfagan las necesidades sociales» del mundo.

En Euskadi, hoy, veinticinco años después, contemplamos su extraordinaria herencia y disfrutamos de su guí­a e impulso en las nuevas iniciativas y corrientes de futuro. Hace veinticinco años, en escenarios de crisis y ruina, necesitábamos un nuevo paradigma. Su «Ventaja Competitiva de las Naciones» nos ayudó a recorrer un nuevo camino hacia la prosperidad. Hoy creemos entender y saber por qué las naciones, como las empresas, las industrias, instituciones y sociedades prosperan. El camino es largo y complejo pero conocemos la trayectoria por recorrer. Tenemos las ideas, recursos y compromisos necesarios para «desbloquear» todas aquellas llaves, candados y obstáculos que bloquean nuestra competitividad. Es tiempo de abrirlos.

Hace veinticinco años, uno de los grandes maestros de la estrategia y premio nobel de Economí­a, Robert M. Solow, desde el otro lado del Rio Charles, «frontera más que fí­sica», separadora de su M.I.T. (Instituto Tecnológico de Massachusetts) y su competidora Universidad de Harvard, presentaba el libro de Porter destacando que el «nuevo paradigma que propone, se basa en la clásica manera de formularlos: sólida investigación, probado rigor académico y práctico, compañeros de viaje responsables de diseñar y aplicar sus recomendaciones». Simplemente eso.

Los actuales desafí­os no hacen sino redoblar el valor de su contribución. Hoy, sus conceptos siguen vigentes y el mundo está mejor preparado para comprender sus propuestas de entonces como un simple desarrollo natural de su teorí­as. La realidad nos ha venido a situar ante la evidencia de los resultados y, sobre todo del proceso. Si hoy Euskadi es un referente en este campo y materia de estudio mundial, no es por haber copiado un texto extraordinario, sino por haberlo interpretado de forma adecuada, integrarlo en su propia necesidad y realidad, incorporarlo a su identidad y cultura y asumirlo como base de un complejo proceso de avance y mejor permanente tras un claro para qué: «Construir un paí­s y una sociedad próspera. Un modelo completo de competitividad en solidaridad».

¡Son la confianza y la microeconomí­a, estúpido! ¿Estaremos en condiciones de confiar la prosperidad al crecimiento global prometido?

(Artí­culo publicado el 8 de Febrero)

Dos referencias mediáticas parecen estar concentrando la atención en el debate económico (y socio-polí­tico) mundial, que la profundidad y duración de la última crisis que iniciamos hace ya más de siete años ha orientado hacia el cuestionamiento, no solo de las polí­ticas concretas a aplicar para su superación, sino a la revisión y reconsideración del otrora modelo o paradigma del crecimiento como vector determinante del espacio de bienestar, sostenible y deseado.

Por un lado, el fenómeno Pickety  ha hecho de la simbiosis capitalismo-desigualdad un foco de análisis, debate y controversia dominante. En paralelo, la crisis griega y la novedosa irrupción del fenómeno Syriza, han puesto de moda al ministro greco-australiano, Yanis Varoufakis, en plena gira paneuropea predicando la necesidad de una significativa ruptura respecto de la polí­tica dominante del momento: una troika dirigente implantando órganos decisorios democráticos de libre elección, una austeridad como mantra anunciadora de un futuro único, rescates al mundo financiero y a los Estados «incumplidores» de unas recetas «objetivas» en términos de porcentajes máximos de endeudamiento, gasto público y pruebas de stress (iguales para todos más allá de sus modelos institucionales, bonanza pública, tejido económico, aspiraciones de futuro…) y sus efectos en la falta de un modelo creí­ble de futuro, mientas la desigualdad (renta, empleo, servicios, bienestar…) aumenta en términos reales y percibidos, absolutos o relativos según el caso. Más allá de la incógnita de la llamada Grexit, el interés por conocer un desenlace alternativo acapara la atención.

Ya el propio Varoufakis en su metáfora predictiva del «Minotauro Global» que publicara en 2013 nos llevaba, desde su pesimismo imposible, a volver la vista hacia los Estados Unidos como únicos lí­deres capaces de enfrentarse a sus propios errores para destruir el monstruo Wall Street, generador del reciclaje de excedentes y beneficios netos, fruto del éxito de unos pocos paí­ses de cuyo seno emergen pequeños ganadores a lo largo del tiempo, y clama, a la vez, por una apuesta favorecedora de un nuevo crecimiento incluyente y social, intentando convencer a propios y extraños de la necesidad de crecer, sí­, pero haciéndolo de manera diferente a la actual y en tiempos diferentes, acelerando su extensión a todos los ciudadanos y paí­ses bajo el control de sus gobiernos democráticos. Ya entonces confesaba que, muy a su pesar, solamente Estados Unidos tendrí­a la confianza y capacidad suficientes para romper el equivocado modelo generado, aunque lo hiciera por interés propio. Un crecimiento y liderazgo que dejarí­a los beneficios en los mismos creadores del problema y beneficiarios parciales de la desigualdad creciente. Sus teorí­as de ayer se traducen en los nuevos culpables de hoy que señala como Alemania, el Benelux y la exportadora Escandinavia en Europa, así­ como sus nuevos compañeros de viaje, Japón (pese a su recesión crónica) y los nuevos emergentes selectos. Un viaje complejo cuyo resultado final parece distar mucho de lo que proponí­a en su avance académico.

Mucho hemos escrito en esta columna sobre el propio cuestionamiento del crecimiento y el «cí­rculo virtuoso» del pasado (crecimiento-empleo-riqueza-bienestar para todos), dando paso a la necesidad de «nuevos modelos de riqueza y prosperidad incluyente». En esta lí­nea de reflexión, un último trabajo publicado por Mackenzie aborda el tema haciéndose una doble pregunta de gran interés: ¿Podemos salvar el crecimiento a largo plazo?, desarrollando un análisis histórico que nos llevarí­a a sospechar que se trata de una quimera que, en realidad, solamente nos ha acompañado unas pocas décadas y, además, de manera desigual. Adicionalmente, su segunda pregunta resultará mucho más atractiva: ¿En dónde buscar razones o fuentes para el crecimiento deseado? Y es aquí­, en donde Mackenzie nos ofrece un ejercicio de aproximación recogiendo una serie de respuestas de un nutrido grupo de pensadores. Sus respuestas, como desgraciadamente no cabí­a esperar fuera de otra manera, dan por clave única o principal sus respectivas áreas de responsabilidad y rol personal actual. La variedad de las mismas se resumirí­a en la ya explorada apertura de mercados libres y globales, o la confianza en la demanda China y su particular recorrido hacia la prosperidad, o la inestabilidad de una coherente coordinación de polí­ticas macroeconómicas a lo largo del mundo o de una serie de apuntes especí­ficos que generan una cierta oportunidad por explorar o confiar: las ciudades y la urbanización mundial de la población como motor de actividad, o la reconsideración del potencial y tratamiento creativo de la inmigración, la paridad e igualdad de la mujer generadora de un nuevo y diferente empleo o, la siempre presente propuesta innovadora a la búsqueda de «nuevas ideas y su difusión».

Lo interesante de este ejercicio es que, más allá de una u otra solución concreta, la capacidad creativa de la humanidad, demuestra una potencial generación de soluciones y compromisos, abriendo un lugar a la esperanza transformadora de un determinismo sin futuro gestionable que parece extenderse, por momentos, desde el pesimismo crónico instalado en nuestras sociedades.

Hoy, además de algunas de las ideas ya mencionadas, surgen con fuerza diferentes movimientos no conformistas que ponen el acento en las necesidades y demandas o desafí­os sociales como las verdaderas fuentes de riqueza, empleo y prosperidad, como el cada vez más extendido movimiento del «Valor compartido empresa-sociedad y el progreso social, más allá del crecimiento del producto interno bruto bajo el impulso decidido, entre otros, de Michael Porter y Mike Kramer, ya tantas veces citados en estas colaboraciones. En esta lí­nea hace ya años que invitábamos, ante la pregunta de cuáles habrí­an de ser las apuestas de Euskadi, por ejemplo, a reformular las dificultades en términos de convertir sus problemas en soluciones, sus necesidades en oportunidades. Así­, por ejemplo, el envejecimiento, la inmigración, las complejidades y restricciones demográficas, la inadecuación de la formación a la empleabilidad, las dificultades de gobernanza, los déficits en determinadas infraestructuras, la escasez de energí­a, el deterioro medio ambiental, la decisión individual de la empresa y tejido económico, las ciudades en su estado previo… lejos de convertirse en un dato estadí­stico y coyuntural negativo, son y deben ser, nuestras fuentes de riqueza, empleo y prosperidad. A medida que profundizamos en vectores macroeconómicos y globales como renta global, (y, supuestamente, uniforme para todos) nos alejamos de proyectos, iniciativas y compromisos especí­ficos, identificables, gestionables y motivantes. Los análisis y soluciones globales son imprescindibles, la coordinación de polí­ticas también. Pero, sobre todo, las necesidades palpables y las respuestas y soluciones inmediatas y próximas, marcan la diferencia. Tenemos las oportunidades de ese crecimiento incluyente delante de nosotros, en nuestra propia casa.

Y en esta lí­nea, merece la pena destacar un par de aspectos y trabajos de interés que pueden ayudarnos a continuar construyendo futuro y no padeciendo el pasado. Trabajos ambos, en el mundo de la confianza, tal y como dirí­an las voces de la disrupción necesidad-solución: ¡Es la confianza, estúpido!

En estos dí­as, llamaba la atención la publicación de algunas conclusiones del «2015 Edelman Trust Barometer» señalando el enorme gap existente en la confianza ciudadana y las acciones de los gobiernos y las empresas: el 80% de los ciudadanos consultados, en 27 mercados y paí­ses diferentes, desconfí­an en una o en las dos «Instituciones» (empresas y gobiernos). 21 paí­ses se sitúan por debajo del 50%. ¿Han de preocuparse los responsables de esta información en la formulación, decisión y aplicación de sus polí­ticas y decisiones? El propio Banco Mundial se preguntaba hace dí­as al respecto y destacaba la necesidad de un importante cambio de timón y hací­a referencia a la vieja frase mediática asimilable: «¡Es la confianza, estúpido!», poniendo en valor la influencia de factores no cuantitativos en la toma de decisiones.

Llama la atención que si bien se aprecia una creciente mejorí­a (y reconocimiento generalizado) de la percepción pública de una sustancial mejorí­a en la transparencia, en las polí­ticas de gobernanza, en el grado de participación de los diferentes stake holders, así­ como de iniciativas de compromiso y responsabilidad social corporativa, tanto en los gobiernos como en las empresas, la «confianza global» en ellos siga suspendiendo. Resulta preocupante que cuando todo llevarí­a a pensar en la necesidad de directrices y liderazgos fiables, la desafección y desesperanza se generalicen.

A la contra, pese a este estado negativista de las cosas, encontramos pensadores y pensamientos positivos que refuerzan la esperanza. Tal es el caso del último libro  de Will Hutton, cuyo avance se ha presentado estos dí­as, empeñado en aportar un soplo esperanzador de futuro, adentrándose en la necesidad de provocar un cambio en la concepción de nuevos espacios de encuentro o enlace en ese esfuerzo imprescindible por «reinventar el capitalismo», recuperar los principios de una justa, eficiente y equitativa economí­a social de mercado o abordar una nueva economí­a colaborativa e igualitaria, según la orientación ideológica de quien se lo proponga. Hutton provoca contra los malos tiempos y proclama (y defiende con argumentos) que «no llevará mucho tiempo hacer de Gran Bretaña el Estado más dinámico de Europa» basado en las fortalezas internas, en un enfoque propio y esencialmente microeconómico por y para los ciudadanos, respondiendo a sus necesidades reales, próximas y vitales mientas otros se ocupan de directrices exclusivamente globales difí­cilmente aplicables en beneficio de todos. Su libro, «How good we can be» («Qué tan buenos podemos llegar a ser») es un buen alegato para enfrentar el gran desafí­o: «La desigualdad se ha convertido en el máximo reto de todo ser ético y moral».

En definitiva, nuevos aires recorren el mundo con una preocupación y desafí­o comunes. Si ganamos la confianza y buscamos soluciones próximas a nuestras necesidades sociales, estaremos en condiciones de crecer en prosperidad y bienestar. De lo contrario, la ola de la inequidad y la desigualdad terminará arrastrándonos.

«No dejes que la realidad te estropee un buen titular»… A vueltas con la economí­a española

(Artí­culo publicado el 25 de Enero)

Quienes se hayan dejado instruir por los titulares de prensa y las noticias «pí­ldora» aparecidas en los últimos dí­as en los medios de comunicación en el Estado español, pensarán que la economí­a española con el gobierno de Rajoy al frente «ha superado la crisis y ha pasado a liderar el crecimiento y desarrollo europeo», convirtiéndose en el modelo a seguir con el aval internacional y, en especial, del Fondo Monetario Internacional. Desgraciadamente, una simple lectura de la propia comunicación del FMI del pasado 19 de Enero («Perspectivas de la Economí­a Mundial») y su cruce con unas pocas opiniones, informes y análisis vendrí­a a estropear los titulares mediáticos y a empañar la campaña iniciada por el gobierno español soportada en una clave e hilo conductor de sus mensajes: la recuperación económica es un hecho. Fase publicitaria que hace de algunos indicadores, sin duda positivos  (o mejor dicho, menos malos que los precedentes desde la posición de partida tras largos siete años de hundimiento generalizado), una cuestionable sensación de salida de la crisis y, sobre todo, del futuro esperable.

Conviene empezar por señalar que el Fondo Monetario Internacional (FMI) y sus perspectivas de la economí­a mundial, no representan el «Santo Grial» ni han demostrado, a lo largo de su historia, un elevado grado de certeza ni mucho menos de consenso y acierto. Digamos también, que acercarse a la valoración y gestión de estrategias de largo plazo desde monitoreo y sensores del cortí­simo plazo, impiden dibujar escenarios adecuados para tomar decisiones transformadoras como la gestión de la economí­a post crisis aconseja. Dicho esto, añadamos que lo publicado esta semana no es sino una actualización, burocrática y ordinaria de su Informe para 2014. Este ejercicio no ha hecho sino actualizar sus proyecciones del pasado Octubre incorporando las principales variables observables entre Septiembre y Enero. Constataciones, eso sí­, destacables que el propio Organismo resume: 1) Elevadí­sima caí­da de los precios del petróleo (en torno al 60% de descenso) que señala, provocará más efectos negativos que positivos traducidos en una preocupante debilidad inversora; 2) Una revisión a la baja del crecimiento mundial para el bienio 2015-2016 (3,5% y 3,7%); 3) Mayor vulnerabilidad financiera, sobre todo en los paí­ses emergentes; 4) Deflación o bajos í­ndices de inflación -sobre todo en la eurozona- profundizando el estancamiento. Señalados estos factores condicionantes de sus previsiones, destaca cómo, a excepción de Estados Unidos, ninguna de las grandes economí­as exportadoras mejora. China, Rusia, la Eurozona, Japón (en recesión técnica) ven reducidas sus previsiones de crecimiento, agravan su rol exportador y aflorarán un efecto negativo incapaz de contrarrestar las oportunidades de la reducción en las facturas energéticas y de deuda. El propio Estados Unidos sufrirá el efecto contrario de la apreciación del dólar, impactando de forma negativa su «competencia exportadora». Adicionalmente, más allá del petróleo, las economí­as emergentes verán empeorar el mercado exportador de las materias primas y ralentizarán su euforia inversora y atracción de capitales. Así­ con este marco, su «Cí­rculo Virtuoso» (mayor confianza, mayor consumo e inversión, mayor crecimiento) se refiere a una supuesta economí­a global, proyectada sobre un modelo con hipótesis fijas y escasamente integradas y sinérgicas. Escenarios observables globales que, a posteriori, pretenden traducir a espacios regionales o «nacionales», amigables gobierno a gobierno en más que negociadas redacciones. Así­, su traslado, paí­s a paí­s, les ha llevado a destacar el crecimiento de España y Grecia y trasmitir, en palabras de su Economista Jefe, Olivier Blanchard, que «España presenta algunas bondades como reducir los salarios» y «advertir del riesgo a populismos que no quieren formar parte del Euro» (¿Se referirá al Reino Unido, Noruega, USA… o a PODEMOS, en una observación fuera de contexto?), en un intento por adecuar su análisis a la coyuntura electoral de hoy mismo en Grecia y a la mencionada campaña Rajoy. Su pretendido cí­rculo virtuoso quiebra cuando se cuestiona la confianza en determinados gobiernos, la inversión brilla por su ausencia ante los modelos de presupuestos públicos y la falta de estrategias públicas transformadoras y la simple proyección aritmética de un escenario de desempleo escandaloso e inasumible como dato al parecer inamovible, la escasa correlación crecimiento del PIB y la generación real e igualitaria de riqueza, bienestar y desarrollo incluyente.

El FMI sí­ anticipa «ganadores» o beneficiarios potenciales de los cambios observados: las economí­as avanzadas capaces de absorber el efecto energético y el entorno financiero y monetario para favorecer sus expectativas de alto valor añadido, y los gobiernos con Ideas y Proyectos de Transformación y futuro que puedan ver reducida la carga de su deuda y, desde el liderazgo  y  la estabilidad, dirigir un nuevo espacio de estí­mulo creativo. Así­ las cosas y siguiendo este rotundo mensaje, contrastamos el Informe con la realidad de la economí­a española: 1) ¿Una economí­a avanzada como vanguardia exportadora? Esta misma semana, Rosa Garcí­a, Presidenta de Siemens Iberia decí­a  que «España no invierte en Tecnologí­a y se ha quedado obsoleta»,  y «no parece que sea capaz de acometer la 4ª Renovación Industrial 4.0 en marcha»; 2) ¿Un buen momento para la dirección firme, estable y creí­ble de su gobierno? 2015 será un año electoral (en casi todos los niveles, municipales, forales, autonómicas, generales, con plebiscitos incluidos) con la irrupción, al menos en sondeos electorales, de nuevas fuerzas polí­ticas en un previsible cambio de escenario. Año perdido para acometer las reformas necesarias que hasta hoy han brillado por su ausencia; 3) Esta misma semana, Price Waterhouse Coopers, hací­a público un informe en el que destacaba una leve mejorí­a de la confianza empresarial, si bien destacaba cómo el principal riesgo observable es «la incertidumbre geo-polí­tica» con el 86% de los encuestados; muy por encima de otros factores de riesgo (también elevados) que lastran el desarrollo y recuperación de la economí­a española (sistema regulatorio, gestión de la deuda pública, desempleo, fiscalidad, falta de acceso real al crédito…); 4) Si a esto añadimos las referencias permanentes a destacar que «España no ha hecho sus deberes, no ha abordado la reforma de su modelo económico, está inmersa en un debate generalizado de corrupción percibida y las previsiones de desempleo para el 2019 se sitúan en el 22% contra el 8,2% del año 2007, no parece que el potencial beneficiario sea, precisamente, la economí­a española y sus ciudadanos. En esta lí­nea, además, atendiendo a los «índices de Responsabilidad Individual» que publica el Euro barómetro, observamos que el porcentaje de la población española que precisa que su vida está determinada por sus propias acciones y no por las de los demás, es tan solo del 17%, contra el 72% en Estados Unidos, el 50% en el Reino Unido o el 29% en Noruega, por ejemplo. Es decir, lo que no hagan los gobiernos o el resto de economí­as o los demás, difí­cilmente se hará en esa Sociedad «lí­der y ejemplo» que el gobierno Rajoy anuncia. He aquí­ una causa más que explicarí­a el limitado esfuerzo emprendedor e innovador de la economí­a en cuestión.

En definitiva, una lectura no mediática del mencionado Informe parecerí­a llevarnos a conclusiones distintas a las pregonadas por el gobierno español. Por tanto, pese a que estropeemos el titular, hemos de resaltar la necesidad de acometer otras polí­ticas. No necesariamente el 2019 tiene que ofrecer un 22% de desempleo. España no se lo puede permitir y ningún gobierno puede aceptar ese destino. Esta misma semana, sin ir más lejos, en el seno del encuentro de Davos que acoge uno de los relevantes debates en torno a los grandes riesgos de la economí­a y la Sociedad en el mundo, el primer ministro de Irlanda, Enda Kenny, explicaba en un panel sobre «Dos Desafí­os gemelos para Europa: Crecimiento y Estabilidad desde su Competitividad», la vuelta de su Paí­s y su economí­a a la recuperación y su estrategia hacia el pleno empleo en 2018. Irlanda pasó de ser un referente internacional por su «milagro financiero, de internacionalización y desarrollo» a un espacio del fracaso. Se hundió y fue uno de los primeros rescatados por la UE y el FMI, llevándose por delante, empleo, ilusiones, prosperidad y gobiernos. Kenny entró a liderar un gobierno de coalición que tuvo que empezar por lidiar y desmontar, en sus propias palabras, «Un Inasumible Plan penalizador de las personas y de nuestro futuro». Tras unos años de penuria, reforma, polí­ticas negociadas y recuperación de la confianza internacional y la interacción público-privada, en 2013 salieron del rescate y hoy, en el seno de la eurozona, recuperada su economí­a, anuncia, alejándose de cualquier autocomplacencia, con un desempleo por debajo de la media de la Unión Europea, su nuevo reto tras una «Nueva estrategia de Desarrollo» bajo un desafí­o y pilar objetivo: el pleno empleo en 2018. ¿Una quimera?, ¿Una apuesta hueca? En todo caso, la demostración de que existen opciones e intenciones distintas al simple mantenimiento de pensamientos del pasado avocados a escenarios no deseables. Estos retos y apuestas diferenciadas, de ilusión y confianza existen y son posibles. Eso sí­, no son alcanzables en metas e informes trimestrales, ni con medidas aisladas y coyunturales. Pero son el tipo de desafí­os que justifican la existencia del liderazgo polí­tico e Institucional, empeñados en la búsqueda del bienestar de las Sociedades a las que sirven. En consecuencia, un mensaje de confianza y de ilusión pero desde la realidad observable y el compromiso activo y no desde la propaganda.

Que duda cabe que la situación va a mejor, en un tránsito aún largo y complejo. Asistimos a un momento en el que la constatación de las polí­ticas equivocadas del pasado son cuestionadas y se abren espacios de cambio. Nuevas ventanas de oportunidad y nuevas posibilidades. Pero, ante todo, realismo y optimismo activo y comprometido con nuevos escenarios. Es el momento de poner el acento en los objetivos y las polí­ticas e instrumentos para lograrlo y no del marketing falaz y sin contenidos, pese a que ni el mensaje ni el titular sea el que nuestros publicistas y directores de campaña aconsejen.

Europa: Entre la decepción y la esperanza…

(Artí­culo publicado el 4 de Enero)

La reciente calma que predice la tormenta nos ha traí­do un inicio de año convulso y confuso al hilo de las próximas elecciones griegas. A la situación real que padece Grecia, se unen el nerviosismo de la Unión Europea y sus dirigentes pretendiendo interferir en el voto ciudadano («Nos gustan las caras conocidas», «Estudiamos la expulsión de Grecia si no nos gustan los ganadores»…), provocando los movimientos especulativos en los Mercados de Valores y sus consecuencias en primas de riesgo, coste de la deuda, y extrapolación de situación de crisis y pánico a otros Estados Miembro. Situación agravada con la acelerada y profunda caí­da de los precios del petróleo, la comprobación técnica de una Europa en deflación y la crisis soviética… por no aludir a la inacción de las Instituciones europeas ante el desafí­o «pseudo democrático» de uno de sus Estados Miembro (Hungrí­a), con más que aparente comportamiento contrario a los principios democráticos exigidos por la Unión Europea. El interesado movimiento «Grexit», dirigido a sondear la opinión de mercados y sociedades ante una imaginaria salida de Grecia del euro, se une al permanente desencanto sobre la Unión Europea, sus Instituciones, polí­ticas y dirigentes.

Este inicio de año viene a coincidir con la publicación de un interesante trabajo («El renacer de Europa: sacarla de su irrelevancia» de Matthias Matthijs y Daniel Kelemen) en cuya introducción hacen referencia a una ilustrativa portada del «The Economist» publicada en 1982, con ocasión del 25 aniversario de la creación de la entonces Comunidad Económica Europea. La portada recogí­a una lápida con la siguiente inscripción: «Nacida el 25 de Marzo de 1957. Moribunda el 25 de Marzo de 1982″. Añadí­a un epitafio clarificador: «Parecí­a capaz de ser una potencia hasta que intentó serlo».

Así­, tras esta impactante y breve valoración, los mencionados autores señalan cómo detrás de la imagen se detallaban las razones del fracaso: 1) Falta de liderazgo y debilidad de sus instituciones, 2) Progresiva desafección ciudadana y 3) Peligro de «abandonos» de algunos de sus Miembros.

Hoy, años después, en pleno 2015 constatamos, desgraciadamente, la pervivencia de los tres niveles señalados, si bien con algunos matices que pudieran llevar a la esperanza. Y esto viene a cuento en un momento en que se da una aparente paradoja. Si la Europa en construcción padece tan graves enfermedades crónicas, ¿cómo es que es referente esperanzador de futuro?

Aquí­ en Euskadi, hace unos dí­as, los dirigentes de SORTU-BILDU y, en definitiva, la auto denominada Izquierda Abertzale, anunciaban la inmediata presentación de su propuesta de futuro para «Una Euskal Herria posible en Europa«, adelantando que «aportarán un lenguaje novedoso, conceptos posibilistas e innovadores para un proyecto europeo«. Bienvenidos a Europa, en lí­nea con quienes llevamos construyéndola desde el ya lejano 1947 en que los «viejos nuevos equipos europeos» iniciaron la constitución formal de este nuevo espacio de bienestar, llevando a la práctica la apuesta del Aberri Eguna (Dí­a de la Patria Vasca) de 1930 «Euskadi-Europa». Pero esta referencia europea de futuro (reflejo de democracia, libertad, progreso social, bienestar…) de la IA no es única. Recordemos que a lo largo del pasado 2014, el pretender formar parte de la Unión Europea dominó el debate polí­tico en las principales cuestiones clave en la polí­tica y la economí­a: Escocia y su referéndum por la Independencia estuvo centrado en un mejor y mayor nivel de bienestar siempre en Europa, provocando que incluso sus detractores desde el gobierno de Cameron admitieran que el SI les llevarí­a a salir de Europa cuando ellos mismos han propuesto un Referéndum de «Salida de la UE» para el 2017 y persisten en las bondades de mantenerse fuera de la eurozona; Catalunya y su proceso para dotarse de estructuras de Estado en un Estado Independiente, proclama su intención de hacerlo «solamente en el seno de la Unión Europea»; Ucrania se ha desmembrado tras un penoso y complejo proceso negociador para su integración en la Unión Europea; a Grecia, por otra parte, se le amenaza con «expulsarle» de la Unión Europea si no cumple con las polí­ticas decididas e impuestas desde Bruselas-Washington. En el Estado español, quienes defienden el actual modelo de Estado y se oponen a procesos diferenciados, derecho a decidir, autodeterminación o Independencia bien de Catalunya o de Euskadi, argumentan que cualquier decisión en este sentido conllevarí­a la salida automática de Europa, utilizándolo como bandera del miedo. Otros (Alemania), empiezan a mirar cada vez más hacia el Este en un difí­cil equilibrio pro Unión además de pro-nuevos espacios (históricos, económicos y polí­ticos) o como Turquí­a («un abandono antes de entrar»), si bien inmersa en un larguí­simo, incierto y agotador proceso negociador para ser un nuevo miembro de la Unión, contemplando las bondades de una alianza de menor intensidad liderando un rol bisagra en el espacio euro asiático para lo que se ve especialmente dotada.

Así­, enredados en esta cierta paradoja, convendrí­a recordar la importancia de Europa en su contribución histórica de valores y modelos (libertad, derechos humanos, bienestar, democracia…), desde un avanzado modelo de economí­a social de mercado que lideró la transformación de una Europa de postguerra hacia un espacio de progreso y bienestar. El renacer de Europa, necesita como hace ya muchos años, de un liderazgo y referencia perdidos que ha de conectar con sus ciudadanos al servicio de un proyecto de futuro y no del mantenimiento del estatus quo de una polí­tica envejecida y temerosa de asumir los nuevos caminos que la sociedad del siglo XXI exige; necesita de nuevos modelos institucionales y de gobernanza integradores de todas las voces de ciudadanos y naciones (con o sin estructuras de Estado) que conforman el espacio europeo; exige un mensaje realista y de futuro, de largo plazo, incluyente y no generador de marginación y desigualdad y que no favorezca «abandonos» de quienes quieren continuar siendo europeos, con estructuras propias, diferentes a las uniformadoras que hoy existen, incapaces de dar respuesta a sus demandas o aspiraciones de futuro.

Visto, por tanto,  el valor que unos y otros damos a Europa, bajo interpretaciones distintas y distantes, apostemos por su vertiente de esperanza más allá de los fracasos, errores y desencantos que nos ha provocado. Volvamos al optimista reclamo que subtitula el libro mencionado por un renacer europeo. Sin duda, el camino a recorrer no será menos exigente ni menos sinuoso y largo que el transitado hasta hoy, con un gobierno europeo y un Parlamento que no despertaron grandes entusiasmos o adhesiones ciudadanos en las recientes elecciones. Pese a esta situación de partida, y con el nada alentador rol centralizador de los gobiernos de los Estados Miembro, empeñados en usar Europa más que en construirla y servirla, dirijamos  nuestros esfuerzos a seguir avanzando en este encuentro de entresueños y realidades desde uno de los escasos espacios de paz, ideas y compromiso con la igualdad y el bienestar para  «sacar a Europa de su irrelevancia«.

  Desgraciadamente, en las próximas semanas, el escenario preelectoral griego concentrará el debate mediático en el miedo y se convertirá en un argumento arrojadizo. Se advertirá a los votantes que reclamar sus derechos y defender su propia soberaní­a (desde la que ejercer su libre derecho a decidir y compartirla con la Unión), proponer modelos económicos alternativos a las polí­ticas del FMI y el BCE, o priorizar los tiempos adecuados para facilitar una gradual aplicación de polí­ticas acordes con las necesidades y posibilidades de su población, les situarán fuera de Europa. A este miedo se unirán los mensajes de «culpa» desde los inciertos comportamientos de los «mercados», pero no será sino un tiempo perdido. La verdadera relevancia europea vendrá cuando, de verdad, entendamos que el futuro de Europa exige nuevas estrategias y nuevas polí­ticas. Europa jamás será el escenario deseable si hacemos del paro un «elemento estructural y perpetuo», si no somos capaces de compartir un nuevo proyecto ilusionante, si no hacemos de nuestros propósitos de bienestar una realidad incluyente y si no somos capaces de salir del espacio burocrático para transitar hacia una sociedad creativa y emprendedora con voluntad real de innovación, acorde con el milagro tecnológico esperable que posibilite responder a las necesidades sociales.

 Esta misma semana, siguiendo el rol preestablecido, la pequeña e independiente Letonia (hasta hace escasas dos décadas integrada en la ex Unión Soviética), desde sus 2 millones de habitantes, preside la Unión Europea. Asume una agenda centrada en «el renacimiento de la polí­tica industrial y competitividad europeas», en el desarrollo e implantación del plan Juncker de Inversiones centrando su interés particular en la «Europa Digital», las relaciones con Moscú y su área de influencia. Letonia, además de la impronta de un pequeño Estado Miembro superador, desde estructuras propias emergentes y novedosas, de la crisis generalizada en la que continuamos inmersos, y con el apoyo en la Comisión de su ex primer Ministro y hoy Vicepresidente para el euro y el diálogo social, podrí­a ser un pequeño aire de cambio. Seis meses para señalar un nuevo camino en el perí­odo Juncker. Europa lo necesita. Necesitamos Europa, SI, pero no cualquier Europa.

¡Saquemos Europa de su irrelevancia! Provoquemos su renacimiento.

Ante el 2015: ¿Formular las preguntas correctas o responder a aquellas más comunes?

(Artí­culo publicado el 28 de Diciembre)

En el perí­odo navideño y su antesala a un nuevo año, atendiendo a la tradición, hemos de conjugar el espí­ritu y actitudes amables en un clima de optimismo a la espera de la «buena nueva», superando las dificultades y «males viejos» del año por terminar, con el esfuerzo identificador de renovados propósitos de futuro y una cierta dosis de «pronóstico y prospectiva» ante lo que esté por venir.

En este ambiente, hace unos dí­as tuve la oportunidad de coincidir en Estados Unidos con la revelación a la opinión pública del impactante informe del Congreso sobre el comportamiento de la CIA (Agencia de Inteligencia) a partir de los interrogatorios a sospechosos o detenidos relacionados con el terrorismo o, en sentido más amplio, «peligros contra la democracia o seguridad de los Estados Unidos». Como no cabrí­a dudar, los medios de comunicación se ocuparon de forma amplia de esta noticia y el hecho presentado en el Congreso fue retransmitido, en directo y abierto, por las televisiones y emisoras de radio. La gravedad del asunto suponí­a un doble efecto inmediato: por un lado, la vergí¼enza y rechazo en una democracia que habí­a permitido las prácticas de torturas, atentados contra los derechos humanos, la falta de respeto a las leyes, desprecio al Parlamento y a los gobernantes legí­timamente elegidos y la demostración de que los servicios especiales hací­an lo que les daba la gana, mofándose del pueblo y de las Autoridades que les habí­an nombrado. Años de prácticas inhumanas e ilegales hací­an de las pelí­culas y series televisivas que desde Hollywood o la red hemos venido observado como entretenimiento «pasivo»: HOMELAND, SCANDALS, HOUSE OF CARDS… de máxima audiencia se han quedado cortas, llevándonos a confundir a sus guionistas con simples relatores de las bajos fondos del perí­metro gubernativo. Por otro lado, la fortaleza de la democracia se poní­a al descubierto, permitiendo conocer en directo el menosprecio al Congreso y sus representantes, las mentiras y trabajo sucio que determinados organismos y personas han practicado a lo largo del tiempo, en un ejercicio de transparencia propio de democracias maduras. Pues bien, si esto por sí­ mismo no fuera suficiente para la búsqueda de todo tipo de respuestas necesarias, la sorpresa vino cuando lejos de los debates de fondo -que se sucedieron de manera inmediata- en uno de los magazines televisivos de máxima audiencia, la directora y presentadora del programa señalaba que no era momento de entrar en debates o respuestas de fondo sino que era el momento de formular una pregunta: ¿por qué se hace público un informe de estas caracterí­sticas en Navidades cuando la familia americana está ocupada en los regalos, en Santa Claus, en las fiestas y a punto de concentrarse en torno a mesas en las que la armoní­a y la felicidad han de imperar? Y lanzaba una dura crí­tica a los congresistas que hicieron público el informe citado.

No puedo ocultar que esta intervención me impactó. Más aún cuando pude observar que dada la audiencia de esta presentadora y cadena, el argumento se propagó más que el napalm que los implicados servicios de «seguridad» utilizaran en otras desgraciadas guerras.

Pero, en este marco navideño, hemos asistido a otras preguntas generalizadas que han ocupado los espacios mediáticos.

Así­, hace dí­as conocí­amos cómo tras casi sesenta años de embargo económico, incomunicación, conflicto y guerra frí­a, los primeros mandatarios de Estados Unidos y Cuba, reconocí­an la ineficiencia, inoperancia e ineficacia de sus polí­ticas de aislamiento y se proponí­an corregir el error iniciando un proceso de convivencia democrática y diplomática al objeto de garantizar la plena normalización de relaciones. Obama, de forma directa, señalaba cómo, en este caso, Estados Unidos se habí­a quedado solo y cómo sus aliados le habí­an dado la espalda. Resulta evidente que no se trata ahora de preguntarse, como al parecer se formula, ¿por qué ahora?, si no, y ¿ahora qué, cómo y cuándo? El proceso a emprender no es inmediato y requiere múltiples iniciativas, además de tiempo, para convertirse en una relación, multilateral, novedosa. No solamente implica a los dos Estados que han dado el paso, sino que mueve un amplí­simo tablero geo económico y geo polí­tico que dará lugar a un nuevo espacio de desarrollo. Sin duda, las consecuencias polí­ticas, sociales y económicas son inestimables de inmediato. El paso dado por Obama-Castro abre todo un nuevo movimiento que obliga a sucesivos reacomodos en el complejo mundo que vivimos. Una gran noticia que nos lleva a acertar en las preguntas adecuadas para buscar las respuestas necesarias.

Además, estos últimos dí­as del año, como presionados por el cierre de ejercicio ante el nuevo escenario 2015, otras noticias largamente esperadas han llegado: las FARC comunica su decisión unilateral del cese indefinido de su lucha armada. La casualidad de las conversaciones de paz nos lleva a la Habana, sede anfitriona, para que algunos se pregunten sobre la interrelación «negociada» entre esta declaración y el Acuerdo USA-Cuba. Nuevamente, son otras las preguntas «correctas» a formularnos ¿Cómo y cuándo se producirá la normalización y pacificación de Colombia tras el cese de la violencia FARC y cuáles serán los nuevos lineamientos del proceso en el desarrollo de un Paí­s tan castigado por el conflicto y la violencia? Como en el caso anterior, un nuevo espacio está por construirse.

Adicionalmente, como si de la coincidencia navideña se tratara, invocando la paz y fraternidad, la Unión Europea ha reconocido el derecho de Palestina a un Estado propio. Así­, tras muchos años de desencuentro, trabajo e iniciativas de todo tipo, asistimos a relevantes pasos hacia el reconocimiento y construcción de nuevos espacios, nuevas estructuras geo polí­ticas, a un intento por poner en valor democracia, negociación y diplomacia (de verdad y no de brindis palaciego acomodaticio de la vieja guardia), en tiempos de un nuevo lenguaje, nuevos jugadores y nuevos espacios económicos y polí­ticos. Un momento en el que «salir de los espacios de confort» da paso a nuevos tiempos innovadores. ¿Cómo propiciar salir de las resistencias y «verdades inamovibles del pasado»?

Episodios clave que han encontrado a nuestra próxima España fuera de juego. España se ha disuelto en sus batallas y enredos palaciegos (Zarzuela, Moncloa, Génova) y desgobierno preguntándose cómo dejar que el tiempo «todo lo borre» Y termine olvidando y obviando las raí­ces de la corrupción, las responsabilidades de las cúpulas actuales y sus herederos, la crisis, el desempleo, la falta de modelos (económico, de estructura de Estado, Justicia, diplomático…) posibilitadores de una nueva apuesta de futuro más allá de la crisis en curso, confiando en el milagro de la comunicación (tele dirigida) y el miedo («¡Cuidado con los que vienen!»), mientras una capa mediocre perpetúa su posición, tejiendo el enmarañado conjunto bipartidista en el que llevan demasiado tiempo inmersos.

Así­, en este marco, la España inmóvil ha pretendido confiar en el mensaje navideño de siempre, esperando la frase mágica que el nuevo Rey pudiera ofrecer, acompañada de una respuesta de su hermana Cristina a la pregunta que se le formulaba desde muchos sitios: ¿Debe Cristina renunciar a la sucesión? Pregunta equivocada. En el estado actual de las cosas, parecerí­a mejor preguntarse si no debe el Rey abdicar. La España actual vive una profunda crisis sistémica. La escasa credibilidad del gobierno, la mala imagen del sistema «de la transición», el nefasto «espectáculo monárquico» que no se resuelve con un cambio de cara con el mismo uniforme, mismos aparatos y asesores y misma letaní­a para ni decidir ni propiciar nada relevante y aplicable, no solo son claves decepcionantes sino que impiden transitar hacia un futuro diferente que esperamos ante el 2015. Qué duda cabe que no es la monarquí­a y su núcleo familiar el mal del Estado, ni la causa de sus desdichas ni la solución, en sí­ misma, a todos los problemas por resolver. Pero apelando a «su servicio de Estado», parecerí­a que es tiempo de un cambio absolutamente radical. Su abdicación podrí­a llevar a otros a dimitir, a favorecer un nuevo proceso constituyente, a generar un nuevo Estado, a disponer de un nuevo marco polí­tico y administrativo que dé repuesta a la realidad plurinacional reclamada en las calles, a nuevos sistemas reconstituyentes de una democracia real, a recuperar la credibilidad en la polí­tica, a ordenar y limpiar lo que impide que la gente distinga lo negro de lo blanco…

En consecuencia, una pregunta adecuada y correcta: ¿Cómo transformar de manera radical este Estado del pasado para construir uno del futuro? ¿Cuál puede ser el detonante que lo propicie? Sin duda, una pregunta adecuada para la fecha: Los Santos Inocentes.

Hacia un pasaporte universal de Salud

(Artí­culo publicado el 14 de Diciembre)

La importancia generalizada de la ya vieja costumbre en identificar una fecha concreta para celebrar «el dí­a de…», aporta alguna ventaja como la posibilidad de recordar compromisos aún insatisfechos, reforzar las agendas para su logro, reivindicaciones y celebraciones de los pasos dados, hacer balance de la situación y revisar los propósitos fijados. Es el caso, esta semana, del «primer dí­a mundial por la cobertura sanitaria universal» que ha promovido la Organización Mundial de la Salud (OMS) para el 12 de Diciembre.

La fecha elegida no es casual. Coincide con el aniversario de aquella resolución de Naciones Unidas, suscrita por más de 100 paí­ses en aquel aparentemente lejano compromiso y Retos del Milenio, en favor de la llamada «salud para todos-HEALTH4ALL», que pretendí­a minorar el estado de pobreza y desigualdad de la población mundial, y en cuyo marco estratégico, la salud jugaba un rol esencial. Hoy, constatadas las limitaciones de las apuestas emprendidas, la OMS enarbola un nuevo reto, dando un paso más allá del compromiso internacional en favor de concepto de cobertura y acceso para todos, dotándole de un intento reformador provocando la redefinición de lo que en verdad signifique el acceso universal, pretendiendo reformular la manera de generar y mantener salud más allá de la enfermedad a lo largo de toda la vida.

Hoy, el mundo de la salud sigue necesitando del paso previo propuesto: garantizar el acceso formal a la salud. Ahora bien la mayorí­a de la población mundial no solamente no puede pagar el coste de un aseguramiento y atención sanitaria, sino que, además, es precisamente esta población desfavorecida la que encuentra mayores dificultades para acceder -no solo por razones financieras o de renta disponible, sino por disponibilidad de oferta asistencial-. Las carencias de educación y formación -también especí­ficamente para la salud-, de infraestructuras, cultura médico-sanitaria, condiciones de higiene, alimentación, aislamiento y marginación, vivienda, infecciones y contagios, salubridad, y, por supuesto, agravadas por catástrofes y emergencias, movimientos migratorios, economí­a informal, «desplazados» por conflictos, generan un impacto negativo en su estado de salud. Población que no solamente requiere de una cobertura propia de un sistema de salud, sino de una serie de soluciones sistémicas que exceden, con creces, el ámbito de los gobiernos en sus áreas de salud, demandando nuevas formas clusterizadas de intervención en múltiples lí­neas de actividad interrelacionadas. Agua, vivienda, transporte, por citar algunas, marcan la frontera del acceso real a la salud.

Hoy, la nueva propuesta de la OMS viene a coincidir con una generalizada transición de los principales actores del sistema (públicos, privados y de iniciativa social) y sus propuestas transformadoras de sus modelos de salud ofertados, hacia la llamada revolución de la APS  (Asistencia Primaria en Salud), las 4 P’s (Predictiva, Preventiva, Participativa, Personalizada) y el acento en la integración resolutiva de procesos y no de acto médico una vez producida la enfermedad. Tendencia y reto generalizado que se verá, además, impactado por un complejo y variado mundo tecnológico, en cambio radical y acelerado, cuyos tiempos, costes y resultados están aún por precisar.

Este es el marco del debate real que la celebración provoca. Contrasta, desgraciadamente, con determinadas mareas reivindicativas desde el interior de los actuales marcos de salud, monopolizadores de una oferta resistente al cambio y que ponen el acento en sus propias reglamentaciones, jornadas y beneficios, lejos de situar el elemento esencial en el «usuario» y la población a atender. Parecerí­a deseable trascender de la resistencia natural para acceder a aportaciones innovadoras que posibiliten entender una mejor manera de generar, evaluar y mantener la salud, para todos, a lo largo de toda la vida, de forma coste eficiente, concentrando los recursos en las causas determinantes de la salud. En contraposición a esta ola cercana, observamos, por ejemplo, el debate que estos dí­as confronta -una vez más-, al Congreso de los Estados Unidos en torno a la evaluación y potencial continuidad de la Reforma Obama que incorporó a 40 millones de estadounidenses al sistema de cobertura, un «acceso pro-universal», de obligada afiliación en seguros privados elegibles, o el caso del Seguro Popular, en México, que ha permitido cumplir con las estadí­sticas de una cobertura casi universal, distante en la práctica de un acceso real, dada  la informalidad de la economí­a activa, las dificultades de accesibilidad real o el colapso del sistema, en especial en el nivel primario, fragmentado en su interacción con la totalidad de un sistema con insuficientes recursos que lo hagan eficiente. Ejemplos que ponen de manifiesto la escasa alineación entre la «cobertura universal teórica» y la cobertura real deseada y necesaria.

En esta lí­nea, aprovechando el reclamo de la OMS en este 12 de Diciembre, muchos de los paí­ses más pobres del planeta, (con su elevadí­sima concentración en ífrica) han aprovechado para crear la «Red Internacional por la Cobertura Sanitaria Universal» que posibilite la adhesión a lo largo de todo el planeta. Finalmente, movimientos humanitarios, diplomáticos, empresariales privados y de iniciativa social actuantes en el mundo de la salud, abogan, un poco más allá, por lo que podrí­amos llamar «un pasaporte Universal de Salud«, como garantí­a de acceso real para toda la población mundial, más allá de las fronteras. Múltiples iniciativas en curso, terminarán, sin duda, reformulando nuevos sistemas de salud. Un sueño en marcha. Más allá de una fecha.