(Artículo publicado el 22 de Marzo)
A lo largo de esta semana, como si se tratara de un homenaje-celebración en el primer aniversario del fallecimiento de Iñaki Azkuna, el nuevo AZKUNA ZENTROA- Alhóndiga de Bilbao, acoge la reunión de la Comisión de Cultura de la Asociación Mundial de Ciudades y Gobiernos Locales, plataforma mundial de organizaciones y redes para «aprender, cooperar y promover políticas y programas sobre el papel de la cultura en el desarrollo sostenible». Su Agenda 21 de la Cultura, lanzada hace ya diez años, pretende reforzar los llamados «pilares de la sostenibilidad» que dieron pie a la creación de iniciativas subvencionadas desde los organismos públicos al objeto de adecuar determinadas buenas prácticas, de la mano de un benchmarking global, a las iniciativas y presupuestos públicos en el ámbito local, con un marco inicial centrado en los conceptos asociables al desarrollo sostenible. La inmensa mayoría de nuestros municipios siguieron ese camino.
Más tarde, la cultura pasó a integrarse como un vector clave, irrumpiendo con el propósito de facilitar el desarrollo desde un compromiso local con los derechos humanos, la diversidad cultural, la sostenibilidad, la democracia participativa y la generación de condiciones para la paz. Sin duda, un compromiso desafiante y complejo cuyo logro supera, con creces, el cumplimiento de normas homologables o certificaciones de obligado cumplimiento normativo y formal.
Hoy, el citado encuentro no reviste una especial novedad en cuánto a que sea precisamente Bilbao su anfitrión y que cientos de representantes de toda tipología de entes a lo largo del mundo nos visiten. Bilbao, en su dinámica renovadora es un referente internacional del imparable proceso de protagonismo de las Ciudades como el nuevo jugador integrado de la creciente mundialización globalizada y la cada vez más relevante identidad y pertenencia que el desarrollo natural de las personas demanda en las diferentes comunidades. Bilbao es un icono de la transición conceptual hacia una nueva percepción de la cultura (y en especial de sus infraestructuras tractoras), también, como elemento tractor del desarrollo regional, económico, social, configurador de nuevos espacios de urbanización sostenible, integración y fuente de riqueza y empleo. Sin duda, cuando hace ya veinte años el mundo asistió al llamado «efecto Guggenheim Bilbao», la cultura sorprendió a todos demostrando que más allá de sí misma, su propia esencia y valores no suponían «un fondo de gasto», sino un poderoso motor y fuente de inversión generadora de riqueza a largo plazo, fuente de innovación y creatividad, lazo de internacionalización, red de atracción y acogida de turismo e inversión y, por supuesto, espacio educativo de primer orden. A partir de ese momento, parecería que en Bilbao-Euskadi no habría de sorprendernos el protagonismo Cultura-Ciudad Región y pasamos a observar su desarrollo mundial como si de algo ordinario, natural y permanente se tratara. Pasaban a ser conceptos «de toda la vida».
Hoy, sin duda, una de las líneas fuerza del pensamiento universal pasa por las ciudades, desde que hace tan solo pocos años, por primera vez en la historia de la humanidad, la mayoría de la población mundial vive en los núcleos urbanos y no en el medio rural, de modo que el «nuevo urbanita» es demandante, además, de nuevas soluciones y modos de vida (vivienda, movilidad, relación empleo-ocio-vivienda, educación, servicios públicos, gobernanza…) a la vez que son las propias Ciudades-Región el novedoso concepto espacial y cultural que posibilita la consideración de todo núcleo urbano y su área de influencia real y natural, más allá de límites administrativos, entidades políticas, geografías o dimensión física, foco de atención para cualquier análisis socio-económico y/o de ordenación del territorio, además de las nuevas fuentes de política y gobernanza esperable y área de competitividad, bienestar y desarrollo. En detrimento de los Estados, son estos nuevos jugadores los espacios naturales de atención. Así, Bilbao-Bizkaia, Bilbao Next, Bilbao-Euskadi, Euskal Hiria… son mucho más que ideas o reclamos de marketing y componen un lenguaje comprensible y de uso común entre nosotros.
A lo largo del mundo, estos conceptos e ideas dan lugar a innumerables iniciativas y plataformas que, teniendo a la Ciudad Región como referente en lo económico, en lo político y en lo social , abordan bien su compleja globalidad o los diferentes pilares o vectores que la definen. Todas las aproximaciones a su estudio aportan valor si bien son múltiples los rankings y modelos simplificados que pretenden homologaciones artificiales prescindiendo, precisamente, de la cultura, la identidad, el sentido de pertenencia, el propósito de sus comunidades, la conformación de su capital humano, sus propias instituciones, su voluntad o no de autogobernarse, su participación o no en la vía democrática y la transparencia y gestión de sus propias estrategias además de su deseo colectivo de apropiarse o no de su propio destino y proyecto de futuro. Atrás han quedado, afortunadamente, aquellas concepciones erróneas de loa años 80 cuando la simplista apelación al benchmarking y a la copia de las «prácticas habituales», las ciudades se clasifican por etiquetas funcionales y condenaban su desarrollo a «planificadas categorías diferenciadoras». De ese modo, nuestra Donostia San Sebastián era cultural, Gasteiz administrativa y Bilbao financiera. Ciudades que condenaban su futuro a una predeterminación unipropósito, impidiendo su conversión en «ciudades completas». Afortunadamente, también en esto, fuimos contra corriente, favoreciendo iniciativas de las que hoy disfrutamos, habiendo generado nuevos espacios completos, incluyentes, con una rica aportación cultural que, además, ha facilitado el desarrollo de otros vectores económicos y sociales al servicio de sus habitantes (y visitantes), motores clave del desarrollo logrado. Así, este ejemplo Bilbao-Euskadi es hoy un lugar común en el mundo. La interrelación, la clusterización de las actividades asociables (Cultura-Economía-Territorio) responden a la manera de entender las ciudades. Ciudades obligadas a buscar su propio ADN sobre el que construir sus propias estrategias diferenciadas que refuercen su sentido de pertenencia e identidad, garanticen conectividad universal y sean, además de vivibles, motores en sí mismas de su propio desarrollo y fuente de trabajo de sus empresas.
En la inauguración de la citada Cumbre Internacional, el Alcalde de Bilbao, Ibon Areso, destacaba los nuevos tiempos y las nuevas realidades. Hablaba del «Bilbao Mestizo» e insistía en la necesidad de observar esta realidad como fuente de oportunidades y advertía del peligro en levantar barreras desde la óptica del problema. Coincidiendo con este mensaje, la revista «The Economist» en su último número de esta semana, dedica un reportaje especial a la población latina o hispana en Estados Unidos de América. Explica el rápido tránsito de una minoría, que siempre vivió allí desde sus orígenes mexicanos, que se vio integrada por las nuevas emigraciones «blancas» que, llegadas a posteriori de Europa, crearon un Estados Unidos que les consideró extraños y que hoy, emerge como la potencial población mayoritaria en un buen número de regiones y en al menos uno de cada cuatro estadounidenses a mediados de siglo. Su lengua, el castellano, convive con el inglés, domina amplios espacios de vida y provoca cambios imposibles de aceptar hace pocos años. Movimiento que influyen en los nuevos sistemas educativos, en los modos de gobernanza, en las relaciones con los países origen, en la economía local y, también, en las nuevas infraestructurales culturales y, por supuesto, económicas, además de configurar nuevas Ciudades Región como el acelerado avance transformador San Diego-Tijuana con aeropuerto internacional, compartido y transfronterizo en una de las fronteras «más calientes y de mayor tráfico» del mundo. Un ejemplo más de estas nuevas realidades.
Historia, identidad, cultura, nuevas soluciones urbanas, nuevas configuraciones espaciales y, sobre todo, aspiraciones diferenciales de sus poblaciones. Ciudades Región y Cultura: dos vectores asociados e inseparables para construir el futuro.