Elegir nuestro propio futuro, el reto irrenunciable de nuestras empresas.

(Artí­culo publicado el 28 de Junio)

La prestigiosa empresa vasca Irizar anunciaba esta semana una nueva inversión de 60 millones de euros en una planta de producción integral, en Aduna, Gipuzkoa, para sus nuevos autobuses eléctricos, de alta calidad, destinados al creciente mercado de las ciudades. Explicaba su «abandono» de China e India y los «mercados asiáticos de bajo coste que conllevaban estándares laxos, calidad deficiente y un deterioro continuo de la percepción Premium de su apuesta estratégica». La inversión anunciada no es una acción más del Grupo empresarial sino un cambio profundo en su estrategia, diferenciada de la competencia, focalizada en el producto-mercado buscado y la consecuente redefinición de su «modelo de negocio» en una clara apuesta por la competitividad entendida en todos sus términos. El proyecto cuenta con el esfuerzo colaborador de las Instituciones Vascas (en especial en I+D), con la fortaleza de la cadena de valor «extendida» de Irizar, sus empresas participadas y el tejido industrial y formativo local.

La noticia provoca diferentes reacciones que van desde la satisfacción por el relevante proceso «vuelta a casa», (puesta en boga con el clamor de Obama pidiendo a sus multi nacionales la vuelta a América), por el uso de la «estrategia como visión esencial y compromiso para hacer cosas diferentes a las realizadas por la competencia», por entender y aplicar una «competitividad verdadera y completa», o por el contrario, en la sorpresa de muchos ante la evidencia de la relevancia global de Asia, China, India y los llamados BRICS ante una «globalización» que se ha vendido asumiendo como un «mantra» positivo para todos, irremediable y sin fisuras que no admití­a matices bajo el reclamo popular empresarial «de quien no está en China no existe». ¿Es, por tanto, una locura, una decisión equivocada? ¿Han de desaparecer Asia y, en especial China e India, de nuestros escenarios de futuro empresarial? ¿Todas las empresas vascas han de seguir el mismo camino y modificar o establecer sus estrategias al respecto?

En 2008, en pleno crecimiento y despegue internacional -poco antes de la «llegada» de la crisis financiera y económica-, China concentraba el gran foco de atención para la internacionalización: «Quien no esté en China no tiene nada que hacer». En ese contexto desde la Cátedra Vasca de Competitividad-Orkestra y el CEIBS (China-Europe International Business School), en Shanghai, que tuve el honor de dirigir, promovimos un par de iniciativas complementarias: «The Basque Firm in China», al objeto de conocer e identificar la totalidad de empresas vascas con establecimientos productivos en China, conocer su proceso y estrategias seguidas y, sobre todo, sentar unas bases reales para facilitar el diseño de sus propias estrategias, además de soporte académico para el entonces previsto análisis de la evolución de nuestras empresas en el espacio asiático. Iniciativa base de un programa internacional de educación ejecutiva para empresarios y directivos, responsables de gobiernos y académicos, «Being Competitive in/from China» con la idea clave de resaltar por qué y cómo deberí­a ir una empresa vasca a China. Tratamos de hacer entender un marco completo para la competitividad y llevar al ánimo de los centros de decisión la siempre compleja opción estratégica alineando el por qué y para qué estar en China (además en una de las «1.000 Chinas existentes») con la verdadera estrategia empresarial. ¿Para qué deberí­a ir Irizar a China? ¿Qué impacto diferencial real tendrí­a lo que harí­an allí­ con su estrategia en/desde Ormaiztegi?

Hoy, cuando la proyección «low cost» de una China en constante crecimiento se manifiesta poliédrica y mucho más compleja que un «copiar y fabricar más barato» y que la propia productividad manufacturera del gigante se ve avanzada por sus elevados costes relativos en comparación con regiones vecinas (ASEAN) o incluso ífrica, el enfoque deja de centrarse en el apartado de costes laborales y se traslada tanto al «Diamante Competitivo» que abarca TODO aquello que importa en competitividad, en las apuestas a largo plazo, en la definición estratégica, la generación y uso del capital humano en el territorio, en el modelo y red de bienestar y en la cohesión intra-inter «provincias y regiones» existente, y la gobernanza pública e institucional.

Las empresas reinventan sus modelos, redefinen sus productos y mercados, interactúan con otros actores en visiones clusterizadas y participan (tienden a…) en «Cadenas globales de Valor», apostando por aquellos espacios «crí­ticos» en los que pueden ser los mejores o primeros. Saben que su éxito no será resultado de la suerte o de la operación táctica, sino del compromiso estratégico de largo plazo.

Cuando repasaba esta noticia, no podí­a sino recordar una reciente reunión de trabajo con el investigador y profesor norteamericano de Georgetown, Paul Hoyt, quien en aplicación del modelo de Longerman para el desarrollo económico, en su interacción con el estudio del llamado Caso Vasco, destacaba la relevancia del pensamiento a largo plazo y el rol institucional jugado en nuestro Paí­s como soporte de una estrategia más o menos continuada a lo largo de tres décadas. Valor clave que inspira un interesante proyecto en el que tengo la oportunidad de participar (La «Conferencia estratégica Japón 2040″ del Gobierno de Japón y el World Economic Forum), promoviendo un debate participativo sobre el futuro de Japón del que baste destacar aquí­, el hecho de poner en valor la reflexión a largo plazo con la identificación de los vectores clave sobre los que debe preparar su futuro. Ideas y procesos que se han visto reforzados en el documento recientemente publicado por the Economist Intelligence Unit, «Key Trends 2050″ (Tendencias clave para 2050), con sus proyecciones y escenarios (para 82 paí­ses) en el horizonte previsto.

Como era de esperar, en el mencionado documento, China no solo no desaparece de las principales economí­as (sino que pasa a liderar el mercado global en términos de producto interno bruto), ni los paises BRIC (India, Brasil, México, Indonesia) o Japón lo hacen. Todos ellos mejoran posiciones en detrimento de la economí­a occidental si bien (USA, Alemania, Reino Unido y Francia) continuarán dentro de los 10 primeros paí­ses/economí­as mundiales. Un panorama global en el que ASIA supondrá el 53% del PIB mundial. Sin embargo, estas posiciones vendrán acompañadas de cambios radicales con un paulatino descenso de sus poblaciones, de sus poblaciones laborales ocupadas, y de su consecuente contribución al crecimiento. Cada región, en el espacio de la innovación, demandante de mejores resultados desde la tecnologí­a y valor añadido, jugará un rol diferenciado y exigirá estrategias propias y distintas, en un mundo «colectivamente más rico y próspero, pero individualmente no tanto«. La buena noticia, para nosotros, es que los escenarios previstos, en términos per cápita, sitúan en el TOP 10 del 2050, bajo el liderazgo destacado de Suecia y Alemania, a 8 paí­ses europeos, además de a Sud ífrica y Sri Lanka. Una vez más, comprobamos que el tamaño (en favor de los pequeños, ágiles y flexibles), las decisiones y estrategias diferenciadas, SI importan.

¿Cuál es la estrategia acertada? Imposible saberlo. Lo que sí­ podemos saber y afirmar es que sin una estrategia propia y diferenciada, estaremos al servicio de la coyuntura. Asumir nuestros riesgos y opciones es el único camino que, en caso de acertar, nos llevarí­a a donde, en realidad, querí­amos estar. Irizar, con la comunicación de «su radical cambio estratégico», acierte o no, nos facilita el tránsito hacia una relevante reflexión en la que estrategia, competitividad, desarrollo económico y la «paradoja de la internacionalización» no pueden asumirse como parte inamovible de un simplista destino globalizado y uniforme.

Y tras el 24 de mayo… el mundo se mueve. Señales a través de Bruselas

(Artí­culo publicado el 14 de Mayo)

Pendientes aún de la cadena de acuerdos y pactos post electorales que traducirán el voto directo y democrático de los ciudadanos, a través de las estrategias, tácticas y compromisos de las direcciones de los partidos polí­ticos y sus respectivos perí­metros de influencia, conformando gobiernos municipales (cuyas primeras concreciones conocemos hoy mismo), autonómicos (y forales en Euskadi) en el Estado español, la última semana ha ocupado, además, una serie de hechos económico-polí­ticos significativos cuyo epicentro común ha sido Bruselas.

Si bien resulta inevitable que más allá de unos resultados abiertos, en el marco del juego y sistema electoral vigente, la configuración de los diferentes órganos de gobierno sea fruto de diversas interpretaciones, acuerdos y movimientos de presión, poder y contrapoder, de lo que se suponí­a iba a ser un escenario especial ante la llegada de nuevos partidos «regeneradores» de la vida democrática con el anunciado «final del pasado«, se ha convertido en un decepcionante espectáculo lleno de contradicciones entre los discursos pre y post electorales y el comportamiento real -sobre todo de los recién llegados- más allá de sus discursos y justificaciones mediáticas. Si un elemento dominante se ha puesto de manifiesto, es la incoherencia. Confiemos que pasado este primer episodio, por el bien de la gobernanza deseada y las necesidades por atender, el sarampión infantil dé paso a un ejercicio de responsabilidad y que la pedagogí­a electoral resalte, en próximas convocatorias, lo que se vota, lo que se elige y quien elige y conforma gobiernos más allá de la identificación de campaña candidato-partido-gobernante. El tiempo lo dirá.

Pero siendo de extraordinaria importancia el esperado proceso cuya primera fase culminó ayer con el nombramiento y elección indirecta de alcaldes y alcaldesas, la semana nos ha ofrecido otras señales y noticias de interés que nos llevan a reflexionar y aprender en relación con nuestro mundo próximo en marcha. Noticias y hechos que pudieran parecer en un primer momento inconexos pero, como espero veamos, al final de este artí­culo, interrelacionados y, en gran medida, parte esencial de lo que hemos elegido en casa, de lo que nos jugamos en el exterior cara a nuestra prosperidad.

Tsipras-Syriza, Grecia, el Fondo Monetario Internacional y los principales protagonistas de la gobernanza de la Unión Europea, han agotado una semana más en su ya largo proceso negociador, pasando de la esperanza y la solución, al sobresalto de un «inevitable default» griego. Desde posiciones «muy cerca del acuerdo que evite la bancarrota griega», según declaraban los Presidentes Juncker y Tsipras, al abandono de la mesa de los representantes del Fondo Monetario internacional «ante las profundas e irreconciliables diferencias existentes», o la advertencia del Presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, con el sonsonete de «no es tiempo de apuestas», provocando todo tipo de especulaciones y valoraciones. El desasosiego de los votantes y ciudadanos griegos que creyeron respaldar una ní­tida alternativa polí­tica, económica y social a una imposición externa desde la ya temida troika, da paso a un enredo que parece concentrase en encontrar un lenguaje y mensaje diplomático que permita a todas las partes negociadoras «vender» el resultado final, más allá del hecho real de asumir los compromisos previos acordados con el Marco Financiero exigido por una troika que sigue suplantando la voluntad de una gobernanza democrática y eficacia dudosas, por el que «solamente existe una interpretación de la economí­a y las polí­ticas que los gobiernos han de aplicar con independencia de sus aspiraciones, tejidos económicos y sociales, realidades e ideologí­as». Esta falsa premisa se extiende bajo el temor generalizado del Grexit. El «proceso griego» es un ejemplo más de la enorme distancia entre «las mareas ciudadanas reivindicativas del cambio y realidad posibilista de gobernar». (Un buen espejo en el que más de uno habrí­a de mirarse vistos los comportamientos post electorales de los supuestamente «nuevos partidos emergentes transformadores de la vieja casta polí­tica al servicio de la sociedad y sus necesidades y no al de la empleabilidad perpetua de los aparatos tradicionales» que han aparecido en el Estado español). Un discurso en el que se empeñan los dirigentes europeos (y mundiales), obviando que la economí­a no es un ordeno y mando de dirección y pensamiento único, sino tan solo un relevante espacio de las decisiones democráticas y de la definición de estrategias y modelos al servicio de las diferentes sociedades en tiempos y contextos diferenciados.

Por lo visto a lo largo de la semana, cabí­a pensar que el mencionado acuerdo está prácticamente hecho, resolviendo los problemas de fondo, origen de la crisis que llevó a una clara inestabilidad en la eurozona, a la caí­da de un gobierno, a la entrada de un equipo y movimiento alternativo y a la incertidumbre en torno a una opción diferente. Acuerdo que, al final, trasladará al Parlamento y a las calles griegas el desconcierto, el cuestionamiento de la oferta prometida por sus nuevos representantes electos y la, una vez más, incidencia dolorosa en las familias y ciudadanos griegos. Viejas recetas, inciertos resultados, escasa esperanza. Un acuerdo que esperemos culmine en el plazo adecuado (lí­mite original ante el default para el 30 de Junio) y que no suponga la extensión de nuevos y máximos sacrificios de un pueblo al que al parecer pretenden condenar a no apostar un futuro diferente acorde con sus deseos y aspiraciones. Washington-FMI parecen volver a sus viejas recetas generalizadas y, en este caso, retirar su rescate hipotecando el rescate europeo de muchí­sima mayor envergadura, sin una oferta clara y asumible de futuro.

En otro escenario, en la misma sede parlamentaria Bruselas-Estrasburgo, tal y como  ya viene siendo «práctica comunitaria» como núcleo de indecisión, «nuestros representantes europeos» volvieron a dar otro ejemplo desalentador. El trascendental potencial acuerdo trasatlántico entre los Estados Unidos de América y los «Estados Unidos de Europa», ha visto paralizada su tramitación cancelándose el debate previsto al objeto de conocer la valoración y posicionamiento del Parlamento como recomendación del Marco negociador en el que la Comisión Europea habrí­a de moverse. En esta ocasión, la potencial enmienda a lo que la Comisión negociadora vení­a contemplando, llevó al Presidente del Parlamento a suspender la votación y el debate. Como ya en demasiadas ocasiones, Europa y su gobernanza, demuestran que cuando la realidad democrática y parlamentaria no asume los deseos y voluntades «del buen y mejor criterio y sentido» de las ejecutivas y burocracia dominante en Bruselas, se cambian las reglas del juego. Así­, una vez más, más allá del punto concreto en discordia y de la enorme importancia de un acuerdo de enorme trascendencia, contemplamos la debilidad de una representación polí­tica encorsetada y supeditada a viejas estructuras dominantes. Los 28 Estados Miembro, su participación y representación, democrática y real, se transforman en convidados de piedra (otro buen ejemplo para preguntarnos sobre nuestro «sueño europeo»). ¿Aprenderemos algún dí­a a propiciar un debate ilustrado en relación con iniciativas que tanto han de influir en nuestras vidas? Un tratado de estas caracterí­sticas no es una enmienda constitucional «a la española» en el aperitivo de las doce. Un gran espacio de oportunidad, no exento de dificultades y efectos discutibles parece abrirse con este potencial acuerdo que solamente deberí­a aprobarse con el respaldo democrático y la legitimidad exigible. Evitar el debate no es la mejor manera de resolver problemas ni mucho menos de explorar oportunidades. Por el contrario, facilita los argumentos de quienes ocupan la plaza pública.

Y, finalmente, de menor impacto mediático, Bruselas ha acogido una nueva Cumbre entre la Unión Europea y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC). Desde el año 1.999, los 66 Estados Miembro se vienen reuniendo al objeto de facilitar el desarrollo conjunto, la cooperación económica, la educación, la prosperidad y la paz en un marco deseado de bienestar y cohesión social. Desde lazos históricos reales, ambos espacios tan diversos (recordemos, de paso, que en el espacio Latinoamericano, sus 660 Millones de habitantes no son solamente 33 Estados Latinoamericanos y Caribeños diferentes que poseen una amplia variedad lingí¼í­stica -inglés, francés, portugués, español, neerlandés y cientos de lenguas minoritarias y originarias en sus respectivos pueblos, asentamientos y territorios-) viven procesos complementarios de integración diferenciada (Mercosur, Comunidad Andina, sendos Acuerdos bilaterales de la UE con Chile y México, UNASUR…). Una compleja interrelación que reúne, en este Foro, a diferentes Parlamentos y Gobiernos. Un espacio compartido (Europa-Latino América y Caribe) por 1.000 MM de personas, con un comercio conjunto de 210.000 millones de Euros, siendo la UE el principal inversor extranjero (más de 136.000 millones de euros de IED superior a la realizada en Rusia, China e India juntos), soportados en una treintena de acuerdos con Paí­ses Miembro, espacio proveedor-receptor de una relevante polí­tica de cooperación para el desarrollo (la UE aportará 3.500 MM de Euros entre 2015 y 2020). En este contexto, la citada Cumbre ha permitido recordar la realidad de una presencia, trabajo, coopetencia existente, con una creciente relación bi y multi direccional entre ambos «espacios y continentes» y entre unos «nuevos jugadores emergentes», muchas  veces marginados e infravalorados, que participan de una manera relevante en nuestros procesos de innovación, de educación e investigación, de generación de riqueza y empleo, de inversión, de cohesión y, en definitiva, de enseñanza y desarrollo (también). Si bien, como la inmensa mayorí­a de estos cambios, parece diluirse en retóricos discursos y declaraciones, la realidad se va construyendo e imponiendo. Cada vez más, Europa y América Latina son menos «Vecinos Distantes» y, más, «espacios convergentes y compartibles». Espacio en el que América Latina exige una voz igualitaria, no injerencia en asuntos internos y mayor atención desde una actitud de pares y no de hijos menores.

Así­, mientras parecerí­a que todo se estaba gestando entre juegos de salón, la realidad, como siempre, nos aportaba signos y apuntes para comprender mejor el mundo en el que nos movemos. En esta ocasión, Bruselas ha sido un foco revelador.

Tres señales observables distintas. Un proceso griego que hemos seguido desde una indolente lejaní­a tan solo perturbable por su impacto (negativo) mediático constante de la incertidumbre y desequilibrios contagio para la economí­a española y aparentemente controlada en exclusiva en el pago o no de una deuda en el plazo previsto. Por otro lado, el escaso seguimiento a un Foro «Latinoamericano» como si de una «Cumbre Iberoamericana», marginal, se tratara, desconociendo su trascendente impacto en la realidad económica y socio polí­tica Europea -sobre todo española- que ya hoy pesa de manera más que significativa en nuestros empleos, riqueza, bienestar (también de manera relevante en Euskadi: internacionalización, fuentes de capital e inversión, inmigración, prosperidad, servicios sociales), demandantes de una especialí­sima atención y estrategias ad hoc. Y una manera de proceder de unas Instituciones europeas que, con independencia de la trascendencia de los asuntos que tratan, se empeñan en profundizar el llamado «déficit comunitario» que aleja al ciudadano y a los pueblos de las principales decisiones en juego.

Y, por supuesto, todos ellos interrelacionados con una influencia dominante en algo tan próximo como nuestro propio modelo de gobernanza, democracia y organización institucional. Aunque para muchos no lo parezca, el gobierno de los municipios también es polí­tica y la gestión, que es muy importante, no es una herramienta técnica aislada de ideologí­as, aspiraciones y voluntades colectivas.

Tres planos, tres señales, tres espacios convergentes de impacto real y directo en nuestra propia organización, responsable, subsidiaria y básica. El mundo se mueve (y nosotros con él).

Un Nobel en Bilbao. El desafí­o del desarrollo incluyente.

(Artí­culo publicado el 31 de Mayo)

Con ocasión del XXX Aniversario de la firma vasca de inversión y banca privada, FINECO, promotora del renacimiento de Bolsa de Bilbao y de su Plaza Financiera tras el inicio globalizador y centralizador de la ya vieja Ley del Mercado de Valores del 88 que provocó el entonces llamado «Big Bang español», disfrutamos el pasado lunes del privilegio de escuchar en Bilbao al Premio Nobel de Economí­a, Michael Spence.

La entrevista-coloquio-disertación con el profesor Spence empezaba con una pregunta que nos permite entrar en comentarios, no solamente de clara actualidad, sino sobre un tema-debate que nos acompañará, sin duda, en las próximas décadas: el crecimiento incluyente. Se preguntaba al profesor si creí­a que sus investigaciones reconocidas con el Nobel habrí­an contribuido al desarrollo de la sociedad y en qué medida la información asimétrica e imperfecta en los mercados -base tanto de su tesis doctoral como del motivo directo del premio- determina no solo su estructura y comportamiento, sino la calidad, fiabilidad y acierto o fracaso de las decisiones para la inversión. Pero más allá de esta pregunta introducción al trabajo valorado y premiado con el máximo reconocimiento, al oí­r esta y otra de sus respuestas orientadas al mercado, al comportamiento de los diferentes bloques (América, Asia, Europa) y a la incertidumbre del inversor de la mano de las decisiones macroeconómicas al uso (tipos de interés, paridad de las monedas, austeridad o inversión…) de significado  interés y relevancia, sin duda, por mi parte, pretendí­a abstraerme del momento y profundizar en otros aspectos esenciales de su legado: el desarrollo económico más allá del crecimiento… y de la economí­a.

A lo largo de su conferencia tuvimos la oportunidad de reencontrarnos con muchas de sus aportaciones de gran interés y valor, tanto para entender el verdadero desafí­o económico y social del momento, como el adentrarnos en las corrientes de pensamiento y debate que nos acompañan y acompañarán en las próximas décadas más allá de coyunturas y crisis como la actual.

Michael Spence es «uno de los tres premios Nobel que han venido en los últimos años a Bilbao» tal y como era presentado en el mencionado acto. Tanto él como Joseph Stiglitz no solamente compartieron el Nobel (junto con George Akerlof), sino que hoy comparten un punto de partida en la reflexión hacia el Crecimiento Incluyente, a sus dudas razonables y razonadas sobre el PIB como indicador clave del desarrollo y sobre todo, el amplio mundo de factores que determinan el desarrollo más allá de los elementos y fundamentos clásicos. En su libro, «La próxima Convergencia: el futuro del desarrollo económico», contribuye no solo con un gran análisis de los comportamientos de la economí­a (en especial en los paí­ses en desarrollo) y la convergencia entre modelos de desarrollo en economí­as diversas cerrando el gap entre los emergentes y los avanzados, sino que nos permite comprender otros muchos elementos clave que terminan explicando  la prosperidad de las personas y las diferentes sociedades y Territorios en que viven. Como explicara también en su intervención en Bilbao, el Desarrollo Económico no es cuestión solo de economí­a, sino que la polí­tica, la gobernanza, las Instituciones, el capital humano y social, los intangibles, la cultura y las aspiraciones de las diferentes sociedades resultan determinantes.

En esta lí­nea, comentaba al principio de este artí­culo, la presencia de tres nobeles en Bilbao. Stiglitz, abandera todo un movimiento en favor de este «Crecimiento, desarrollo y progreso social» desde el conocimiento y aprendizaje como fuentes de creación de una nueva sociedad y el tercero, Al Gore, más allá de su lucha en facilitar la economí­a verde, real, como motor no solo de la respuesta al cambio climático, sino de las nuevas fuentes de empleo, negocio y bienestar, proclama la necesidad de la «nueva polí­tica», con mayúsculas, para diseñar nuevos modelos de desarrollo recordando que los marcos fijos (polí­ticos, normativos, legales, estructuras de gobernanza y geo-polí­ticas) han dejado de ser el «software del futuro» en favor del conocimiento, la tecnologí­a y la innovación. Ese nuevo software, con la ventaja de ser «renovable» permite que sucesivos y diversos representantes de las demandas sociales, transformen las pautas del pensamiento socio-económico y su desarrollo.

Hoy, en consecuencia, desigualdad, pobreza, nuevas demandas sociales, desempleo, aspiraciones de identidad y polí­ticas, se integran con fuerza en los determinantes irrenunciables de una nueva corriente de pensamiento. Una economí­a y sociedad, compartiendo valor desde el momento mismo de su diseño que, a la vez, se asienta no en el temor a un imposible o a un mundo negativista, sino a escenarios positivos, repletos de oportunidades, favorecedores de un mejor futuro para las nuevas generaciones pese a las apariencias y estadí­stica en curso.

Más allá del momento de la valoración y reconocimiento con nada menos que con un premio Nobel, los ejemplos comentados son auténticos activos que contribuyen e impactan en nuestra sociedad. Spence, desde su protagonismo como presidente de la Comisión de Desarrollo (Crecimiento y bienestar) en el Banco Mundial o desde el Consejo Asesor para Nuevos Modelos de Crecimiento en el Foro Económico Mundial, es un buen ejemplo y referente. El desafí­o de un nuevo mundo inclusivo, de la búsqueda de la convergencia estratégica empresa-sociedad (Porter-Kramer), y de la apuesta por invertir en prosperidad y desarrollo inclusivo, se generalizan a lo largo del mundo.

Todo un movimiento en proceso que exige coopetencia. Y Spence nos dejaba una gran enseñanza: recordaba cómo, precisamente al concluir la segunda guerra mundial, los paí­ses enfrentados en una de las mayores destrucciones humanas, «coopitieron», colaborando más allá de sus posiciones y estrategias concretas en uno de los mayores movimientos de recuperación económica. Y, más tarde, en sus aportaciones habituales desde su influyente foro del WEF, insistí­a sobre los peligros de este «mundo de desinversión» en el que nos hemos metido. Recuerda como «los lí­deres mundiales adoptaron una perspectiva de largo plazo. Reconocieron que las perspectivas de reducción de deuda de sus paí­ses dependí­an del crecimiento económico nominal, y que sus perspectivas de crecimiento económico -para no mencionar una paz continuada- dependí­an de una recuperación a nivel mundial. De modo que utilizaron -y hasta tensaron- sus balances para inversión, abriéndose al mismo tiempo al comercio internacional, ayudando así­ a restablecer la demanda« y añade una clara crí­tica tanto a los niveles como a la calidad de la inversión, desde la ausencia de cooperación interdependiente a lo largo del mundo, calificándolos de inadecuados, haciendo un llamamiento a impulsar el crecimiento económico, generar una demanda adicional y fomentar la inversión pública.

¿Generará el impacto deseable la voz de un Premio Nobel? Esta misma semana, Europa ha aprobado, por fin, el Plan Juncker. Se supone que se trata de un ambicioso plan de inversiones que ha de impulsar el crecimiento y favorecer la necesaria recuperación tantas veces reclamada en contraposición a la mal llamada austeridad imperante.

 Hoy, muy lejos de aquel escenario de post guerra, las necesidades y demandas sociales reclaman, exigen, nuevos modelos de desarrollo. Hacia un crecimiento económico por, desde y para las personas. Un crecimiento incluyente. Modelos que no son responsabilidad única de agentes económicos autónomos, sino de la voluntad y compromiso de todos los actores.

En fin. Mensajes emitidos. En pocos dí­as, en pequeñas y próximas parcelas de decisión polí­tica, nuevos dirigentes, nuevos programas y nuevos planes. Confiemos que también aquí­ se hayan escuchado estas voces.