Europa: ¿Una agenda al margen de los comisarios?

(Artí­culo publicado el 5 de Octubre)

Mientras una Comisión del Parlamento Europeo somete a los candidatos propuestos a Comisarios del futuro gobierno de la Unión Europea al democrático control de idoneidad, el nuevo Presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, no exento, a su vez, de contestación, inicia su mandato de la mano de su declaración de Polí­tica General: «Mi agenda para el empleo, el crecimiento y el cambio democrático en la justicia social».

Si el examen de estos dí­as parecerí­a enredarnos en la fortaleza de una buena práctica para la optimización de candidatos a gobernarnos, la realidad es que el sistema de pactos por el consenso instalado como «regla de oro» del funcionamiento europeo, nos llevará al resultado final de la aceptación de las propuestas de los partidos gobernantes en cada uno de los Estados Miembro con el beneplácito real de su correspondiente oposición «nacional». Desgraciadamente, un buen ejercicio de idoneidad queda desvirtuado en origen y Juncker gobernará con un equipo designado en el exterior que ha de asumir como suyo al margen de su voluntad y adecuación individual a «su agenda».

Con esta hipoteca de partida, el Presidente Juncker ha hecho un notable intento por superar las dificultades y tratar de ordenar las agendas individuales, dirigiéndolas hacia un programa común en torno a su propia agenda personal ya declarada y la reorganización del gabinete con la creación de Vicepresidencias, coordinadas bajo un tí­mido esfuerzo de «clusterizar» áreas interrelacionadas en la terminologí­a de la propuesta de Guy Verhofstadt en su programa electoral.

Así­, a la espera de conocer su equipo (pudiera producirse alguna renuncia previa como Arias Cañete o Pierre Moscovi), Juncker ha marcado su agenda y ha remitido una circular individual a cada uno de los Comisarios para «darles instrucciones y fijar los aspectos clave que cada uno de ellos ha de cumplir», utilizando el ya viejo método que el Primer Ministro francés, Rocard, incorporara en los años 80 a la gobernabilidad. La entonces «Circular Rocard» establecí­a objetivos generales y particulares y marcaba el campo y reglas de juego a cada uno de sus Ministros, Secretarios de Estado y responsables de Agencias Públicas. Pretendí­a, como lo hace hoy Juncker, evitar un gobierno de «silos», una sucesión de «Planes y Programas Departamentales» y, en cambio, disponer de «un Plan de Gobierno».

Hoy, con este esquema de trabajo, el Presidente Juncker reconoce el mal momento por el que pasa Europa y su lejaní­a de la afección ciudadana, la «injusticia social» de las polí­ticas de estos años de crisis y la prioridad de su mandato en «el estí­mulo y fortalecimiento de la competitividad y creación de empleo», comprometiendo la presentación, antes de 3 meses, de un paquete integral de programa y medidas que, si bien en el contexto de la Visión Europa 2020, reconduzca objetivos y programas. Adelanta que su Europa será «mayor y más ambiciosa en los grandes temas en los que habrá de concentrarse» y «modesta y menor en pequeños asuntos». Bajo este reclamo, pide a su equipo (en especial a su Vicepresidente «para la Regulación») revisar, reinventar y ordenar los mecanismos de ayudas, financiación y apoyo, en especial, a la PYME así­ como utilizar de una manera eficaz el BEI para movilizar, de inmediato, 300 billones de euros hacia las nuevas inversiones en los próximos 3 años. Las inversiones han de focalizarse en infraestructuras de transporte y energí­a, centros manufactureros, digitalización y banda ancha, con especial interacción con el renovado programa y fondo de «garantí­a juvenil» al servicio de los nuevos empleos. Recuerda que al servicio de estas lí­neas de inversión, habrán de optimizarse las iniciativas conjuntas de educación, investigación e innovación. Además, Juncker señala áreas vectoras de esa apuesta inversora: hacer de Europa el Número 1 en energí­a renovable, llevar la industria europea hacia un peso único del 20% del PIB con especial incidencia en los clusters de automoción, aeronáutica, ingenierí­a aeroespacial, quí­mica y farmacéutica de la mano de las «Fábricas Sofisticadas» y, finalmente, «resolver de una vez por todas el desajuste de la banca y su comportamiento».

Más allá de estas propuestas (dejemos para otro momento sus recomendaciones en materia de migración, acuerdos con Estados Unidos, o el «parón por el próximo lustro de ampliaciones a nuevos paí­ses candidatos»…) parecerí­a de interés considerarlas como una hoja de ruta que pueda llevarnos a preguntarnos qué tan alineados estamos con ellos en casa, si esas polí­ticas «mayores para grandes cosas» lo son o no, y si nosotros podemos o no aprender y aplicarnos «el cuento». Pero, a la vez, hemos de observar si el intento Juncker es suficiente y sus «mandatos epistolares» pueden surtir efecto. Por ejemplo, si tomamos en consideración una de las 26 cartas particulares remitidas y repasamos los puntos clave de «la misión que encarga» a la nueva Comisaria para la PYME (en realidad Comisaria para el Mercado Interior, Industria, Emprendimiento y PYMES), El?bieta Bienkowska, vemos que le pide «contribuir en los proyectos que han de coordinar el VP para empleo, crecimiento, inversión y competitividad; el VP para el Diálogo Social; el VP del Mercado único digital y el VP para la Unión Energética», focalizándose en la redefinición de un heredado e incompleto mercado interior, facilitar el acceso a la financiación de las empresas y proyectos dirigidos a desarrollar nuevas fuentes de empleo, promover las aplicaciones de las KET (Tecnologí­as facilitadoras), promover una mejor regulación de determinados sectores (telecomunicaciones y energí­a) y favorecer una nueva polí­tica de compras públicas (en especial en Defensa) al servicio de la empresa. Eso sí­, también le indica que se procederá a una nueva estructura en su departamento fusionando las Direcciones Generales de Mercado Interior y Energí­a y, por supuesto, la acompaña de un amplio anexo con los recursos con que ha de contar (cargos responsables incluidos). Este es el modelo europeo. No es de extrañar la selva burocrática en la que debemos entendernos una vez nos adentramos en la distante Bruselas.

Que duda cabe que en Europa, hoy, más allá del reto o no a un determinado Comisario, el gobierno de la Unión Europea, sigue un rumbo que, sin duda, marcará de forma relevante nuestras polí­ticas públicas y consecuente futuro. Pero, a juzgar por su propia gobernanza, cabe pensar que durante los próximos 3 años de mandato y agenda, más vale que desde los «pequeños miembros» de este sueño inconcluso, nos esforcemos en definir y aplicar una estrategia propia. Bienvenidas las buenas intenciones y la estrategia global tras la visión rectora de los planes y programas de ayudas públicas, pero, por encima de todo, no olvidemos definir nuestro propio camino y nuestra mejor gobernanza. Eso sí­, agradezcamos a Juncker su intento en liderar un gobierno y no en representar a 27 gobiernos o gobernantes distintos inspirados en sus propias buenas intenciones.

NO. Better Together (Juntos mejor)

(Artí­culo publicado el 21 de Septiembre)

Ya conocemos el resultado del Referéndum escocés y la respuesta de los 4,2 millones de escoceses a la pregunta de si Escocia deberí­a ser un Estado Independiente. «Escocia rechaza su independencia», «Bruselas y Madrid respiran», «Frenazo a la locura en Catalunya», «La trilogí­a Cameron, Rajoy, Durao Barroso triunfa», «El Reino junto y mejor unido», «La City descansa»

La victoria democrática del NO en las urnas escocesas ha dado estos titulares iniciales en los diferentes medios de comunicación del Estado. Menor relevancia se ha dado a los pronunciamientos iniciales, solemnes, de Alex Salmond, primer ministro escocés y lí­der del YES Scotland recordando la virtud del proceso, la voluntad mayoritaria del NO, «de momento», y la necesidad de «Westminster de oí­r las voces de la insatisfacción con el estatus quo y demandar el cumplimiento de las promesas ,der última hora, atemorizados por las encuestas,  de Cameron y los lí­deres de los partidos polí­ticos ingleses para acelerar y profundizar en la Devolution o autonomí­a escocesa. Cameron, por su parte, afirma que cumplirán, en su totalidad, los compromisos prometidos, que inicia de inmediato el proceso con el horizonte Enero 2015 y que «es la hora de millones de voces en Inglaterra, Gales, Irlanda del Norte y Escocia», lo que supondrá no solamente una negociación y cambios para Escocia sino para todo el Reino Unido con especial incidencia, también, en un nuevo rol de la propia Inglaterra como una de las piezas del Reino y no como «la pieza única y centrí­peta» del mismo.

Con esta primera manifestación de posiciones, con independencia del largo recorrido que el análisis de lo sucedido, en detalle, y sus consecuencias futuras provoquen, podemos anticipar algunas observaciones y lecciones aprendidas tanto del proceso como de su resultado que, sin duda, lleva a cuestionar más que matizar los distintos titulares mediáticos antes señalados:

1. El NO a un Estado Independiente no es sinónimo de la aprobación del estatus quo. Hoy, tras el referéndum, el Reino Unido inicia un intenso proceso de «revolución constitucional» que no solamente supondrá un nuevo intercambio competencial entre Westminster y Escocia, sino que dará lugar a una profunda reformulación del Reino, en un complejo proceso de redefinición confederada de las naciones de la Gran Bretaña. Siendo cada una de las 4 naciones distintas y con diferentes niveles de aspiraciones de futuro, diferentes bases institucionales, diferentes modelos de adhesión y diferentes piezas de mayorí­as e identidades y culturas, el Reino Unido (UK) que desde la campaña del NO advertí­a de una disminución de fuerza en caso de ganar el SI convirtiéndose en (UK), pasa a reconvertirse en un nuevo Reino Unido distinto (UK*).

2. Bruselas y Madrid pueden «respirar» desde la confortabilidad de un inmovilismo coyuntural pero han de saber de su fracaso. Simplemente no han entendido ni el proceso, ni el resultado, ni el valor de la libre decisión de las sociedades, pueblos que conforman tanto los Estados miembro como la propia Unión Europea. Bruselas ha demostrado lo lejos que está de la Europa real y de la Europa deseada, fundadora de un compromiso de bienestar, libertad y progreso social. El «todos Unidos y Juntos mejor», sin proyecto compartible no es sino una etiqueta propagandista al servicio de un establishment profesional de la polí­tica y la burocracia con escasa o nula capacidad de entusiasmar a nadie con voluntad de construir su propio proyecto de futuro. Bruselas puede y debe aprovechar el tiempo y «el fracaso temporal del SI» para reordenar sus tratados y preguntarse como permitir que europeos que conviven en su seno, y que quieren seguir siéndolo pero sin la cortapisa de una adhesión intermedia obligada, puedan continuar siendo ciudadanos de su Unión y no limitarse a reaccionar cuando la sangre y las invasiones provocan su casi siempre tardí­a intervención (ex Yugoslavia, Ucrania…). Mientras en Escocia se ha iniciado un proceso democrático, en paz y normalidad, en el que sus gobiernos han antepuesto e interpretado la sociologí­a jurí­dica a las «leyes únicas interpretadas a voluntad de parte», en el Estado español vivimos la vergonzosa demostración de un Estado con «base democrática de baja intensidad y calidad». El NO escocés tras el cobijo de un libre derecho a decidir, contrasta con un escenario completamente distinto en el que el Parlamento de Catalunya ha votado favorablemente el derecho a la autodeterminación del pueblo catalán, ha regulado su derecho a decidir de manera democrática y ha aprobado la petición al gobierno catalán de «dotar a Catalunya de las estructuras de un estado independiente»,   respondiendo a las demandas mayoritarias de la Sociedad Catalana, democráticamente manifestadas.

Desgraciadamente el fin de semana parece deparar una hoja de ruta muy distinta. El gobierno español, en un Consejo de Gobierno sabatino, traduce sus amenazas previas para «hacer cumplir la ley» (la suya, conforme a su única interpretación) y pone «los aparatos del Estado» al servicio de sus opiniones, ideologí­a e intereses, y ha ordenado al pseudo Tribunal «Constitucional», «independiente», leer la sentencia condenatoria que previamente se habrí­a redactado en Moncloa. Todo un ejemplo de pseudo-democracia orgánica de baja intensidad y calidad, nula  separación de poderes, cuestionada o inexistente independencia judicial, ausencia de respeto a la voluntad popular y, en palabras del Presidente Rajoy, «ejemplo para Europa».  Así­, el «torpedo nacionalista que atemoriza a la UE» se habrá desviado de modo que no hará diana en el unionista y centralizado modelo de la Europa de los Estados tan distante de la Europa de los pueblos, de las personas y de los ciudadanos. El «modelo español» del que se rí­e el Presidente del Consejo de la UE y Primer ministro italiano Matteo Renzi parecerí­a imponerse para beneplácito de sus complacientes y confortables seguidores, cada vez más alejados del afecto y comprensión de la Sociedad. Renzi formula una pregunta clave: ¿Es que en verdad la Europa que queremos construir quiere un modelo de desarrollo excluyente con un desempleo estructural del 25%, en un espacio de corrupción cuyo Presidente y cúpula dirigente está manchado por la sombra del engaño y del uso de la ley a su antojo?

Pero, pese a este dislate español de su «marca España», esta semana, Europa ha cambiado radicalmente aunque solo parezca percibirse la punta del iceberg que ha puesto de manifiesto que:

1. El derecho a decidir es esencialmente democrático e inherente a los derechos humanos. Y ha llegado para quedarse.

2. La violencia, terrorismo, extorsión o imposición no solamente son absolutamente rechazables desde un punto de vista ético y polí­tico, además de penalizadores del desarrollo económico y social y obstáculo para la convivencia y un estado democrático, sino que impiden la manifestación libre del derecho a decidir y el desarrollo de cualquier proceso abierto a la apuesta y elección de futuro de una sociedad. Si queremos un proyecto y estatus propio, solamente la ví­a democrática-con todas sus dificultades-lo posibilitará.

3. El deseo y voluntad de independencia no es «cosa de polí­ticos» ni está alejado «de lo importante o las cosas de comer». Por el contrario, un proyecto socio-económico de futuro, las aspiraciones de un pueblo, exigen (y se retroalimentan) proyectos económicos, polí­ticos y sociales, alineados con una ideologí­a concreta, un modelo competencial, un poder polí­tico y estructuras de Estado propias. No es de extrañar el diferente comportamiento de los electorados de Glasgow (Yes Scotland) y Edimburgo (NO) ,poniendo de manifiesto que la población urbana, industrial, que vive orientada hacia la economí­a real, quiera un proyecto propio con alto contenido económico y social asumiendo compromisos y riesgos. Es el caso del triunfo mayoritario y abrumador de la capital económica de Escocia. En contraposición, La Edimburgo funcional y burocrática, conserva los marcos de confortabilidad y seguridad y ante la incertidumbre vota NO. Igual contraste lo dan los condados de Lanarkshire en el permanente debate Norte (YES-SI), Sur (No). Ni que decir, además, que en todos los 32 condados  del Paí­s, en ninguno de ellos el SI representa menos del 36 %. Mensaje a navegantes: más de la tercera parte, homogénea, en todo el Paí­s, quiere un cambio de modelo y sistema de adhesión.

4. El establishment se resiste al cambio y se moviliza, como el Gatopardo, para cambiar todo lo necesario para que nada cambie, administrando con los mismos jugadores, procesos unilaterales. El «nuevo proceso de devolución de poder a Escocia», o nuevos pactos federales de última hora para Catalunya o el «cumplimiento í­ntegro del Estatuto» en Euskadi, son reclamos de compra-venta en esta dirección.

5. La independencia no es romper con la sacro-santa etiqueta de «Unidos somos más y mejores», cuando la Unión es la suma de peras y manzanas, sin proyecto compartible, bajo el mando unitario de unos pocos. «Better Together» exigirá, cada vez más, un proyecto propio en el que se elija con quien compartirlo y dirigirlo. La falsa idea del consenso como panacea de progreso y convivencia pasa a ser un simple obstáculo inmovilista de quienes no quieren cambiar, obligando a los promotores de nuevas ideas, a la parálisis.

6. La independencia o el modelo deseable no surgen por generación espontánea. Requieren «arrancarse» democráticamente. El «Yes Scotland» formuló una propuesta de futuro a los escoceses. Les mostró el camino, su complejidad y los obstáculos para lograrlo. Una propuesta sobre la que la Sociedad pudo elegir. Los partidarios catalanes de dotarse de estructuras de Estado conocieron las propuestas de sus gobernantes. La sociedad necesita propuestas sobre las que debatir y no solamente un camino para hablar. Si a las mesas de diálogo pero requieren una propuesta de valor sobre la que trabajar y pronunciares.

7. Cualquier decisión, SI o NO a la independencia, SI o NO a un determinado modelo de convivencia y/o Estado, requiere un larguí­simo proceso y un importante e intenso recorrido sobre una hoja de ruta gestionable.

8. La UE y sus lí­deres coyunturales dicen una cosa y otra según las circunstancias y se van acomodando a la realidad. Desgraciadamente, parecen más beligerantes (de boquilla) con los procesos democráticos que con los conflictos demandantes de una solución diferenciada. No queremos estados configurados por herencia de sangre, donaciones conyugales o fronteras delineadas en despachos de conveniencia. Tarde o temprano, el tracto democrático, terminará dejando en el libre derecho a decidir de los ciudadanos, su propio destino.

9. Las empresas operan, a lo largo del mundo, gestionando -también- riesgos paí­s optimizando oportunidades a partir de necesidades sociales concretas. Unas van y otras vienen. Escocia, como Catalunya y Euskadi son, sin duda, espacios europeos de oportunidad, riqueza y bienestar. La City es otra cosa. Los mercados de capitales y sus agentes financieros juegan en otro mundo global, deslocalizable, virtual y efí­mero, con escasa implicación en la Comunidad. Sus espacios son simplemente Mercados. El mundo de hoy y, sobre todo el de mañana, demanda empresas comprometidas con las Comunidades en que operan y creadores de valor empresa-Sociedad.

Y, finalmente, un último recordatorio que no deseo,  personalmente, que suceda por qué sigo confiando en la re creación europea. La actual Unión Europea de los Estados no es la panacea. También hay vida fuera de la Unión, fuera del Euro. Escocia, ayer, Euskadi y Catalunya mañana, queremos desarrollar una apuesta y propuesta para Europa. Pero, si la Unión Europea nos excluye, habrí­a Plan B. Hoy no toca para Europa pero si para el Reino Unido y Cameron. ¡También para Escocia!

Escocia: ¿A tan sólo 8 dí­as del SI?

La inteligencia británica ha redoblado esfuerzos para atemorizar a los votantes escoceses, movilizar el voto unionista por el NO y lavar la cara ante el potencial triunfo del SI, de modo que la posición de transición hacia la independencia permita al Reino Unido (disminuido,UK- ,)reforzar su peso internacional, facilitando las negociaciones post refrendo.

A tan solo 8 dí­as del Referéndum, el establishment unionista agita sus últimos cartuchos: propone un «verdadero plan de traspaso y devolución de poderes a Escocia con mayor peso de su Parlamento, competencias fiscales y capacidad de co-decisión en asuntos estratégicos clave», ofrece un programa de inversión y creación de empleo además de una profunda reforma de las ayudas y subvenciones para la salud y protección social y una revisión del programa Trident y los compromisos vigentes en el seno de la OTAN. Todo esto condicionado a un resultado: NO a la independencia.

Resulta lamentable observar como esta «generosa oferta» se ofrece como precio de una operación de compra-venta. Lo que no se ha entendido o querido hacer a lo largo del tiempo, hoy se entrega de forma acelerada, en beneficio de «un Reino Unido fuerte e influyente» en la Comunidad internacional. Y, adicionalmente, tras una más que dudosa encuesta con la más que probable intención de movilizar a sus propios seguidores, se suceden largas colas de manifestaciones ,»preocupados por la escisión», de los ejecutivos de inversores extranjeros quienes, al parecer, se han enterado hoy del Paí­s en el que habrí­an invertido y de la imprescindible gestión de riesgos (no hablan de beneficios) asociable a sus retos y decisiones empresariales.

No vienen mal estos movimientos. Serí­a conveniente que tras el referéndum del dí­a 18, los escoceses y sus gobiernos, tomaran buena nota.Hoy más que nunca ,las empresas asumimos compromisos paí­s en todos aquellos lugares en los que desarrollamos una actividad determinada, de la misma manera que asumimos una interdependencia ,para bien y para mal, compartiendo riesgos y beneficios más allá de simples operaciones coyunturales de beneficio unilateral.

Hoy, es el tiempo de Escocia. Ayer y mañana, otros muchos casos han conocido, conocen y conocerán, el comportamiento inherente a los procesos de devolución de poderes, autonomí­as e independencias tan utilizadas como operaciones de «compra-venta» desde intereses unionistas-legí­timos- empeñados en el control unilateral de la voluntad de los pueblos y sociedades que componen sus «Estados» en un momento dado. El dí­a 18, los escoceses acudirán a las urnas y decidirán si quieren un modelo diferente de relación con el Reino Unido y el mundo. Decidirán si ,más allá de coyunturas, desean confiar en la fortaleza de la unión cuyo proyecto de futuro desconocen o ,por el contrario, la invitación a apropiarse de su propio futuro, asumir el riesgo y compromiso de decidir, y prepararse a recorrer un largo camino. A partir de allí­, un intenso proceso de transición, negociación y re posicionamiento, posibilitará la construcción de nuevas estructuras. En todo caso, pocas cosas serán igual que hoy . Ni Escocia ni el Reino Unido continuarán disfrutando( o padeciendo) el estatus actual.Y, con ellos, todos aprenderemos la manera de abordar un nuevo futuro.

Hoy mismo también, a muchos kilómetros de distancia, saludamos una Diada histórica y no solamente por recordar tres siglos  con una determinada adhesión al Estado español  sino sobre todo por la energí­a  que su sociedad demuestra en las calles ante una, aún incierta,convocatoria a las urnas para decidir su futuro. Confiemos que de la misma manera que Escocia recorre un camino democrático hacia un determinado modelo de convivencia, Catalunya, refuerce el suyo conforme a su trayecto elegido.

Sin duda, estamos inmersos en un nuevo tiempo.

Más y mejores empleos… ¿Qué tan bueno es el tuyo?

(Artí­culo publicado el 7 de Septiembre)

El retorno veraniego nos recibí­a con la publicación de las cifras del desempleo en España correspondientes al mes de agosto, provocando un debate estéril y pasajero sobre la bondad o no de la estadí­stica coyuntural y su comparación con ejercicios pasados. Para unos -el gobierno, sobre todo,- se trata de un gran dato («el mejor agosto desde el inicio de la crisis aunque es un mes malo como todos sabemos») que refuerza el propagandí­stico entusiasmo del Presidente Rajoy empeñado en vender su «modélica España, envidia y ejemplo en Europa como lo avalan los estudiantes de Erasmus, el número de castellanoparlantes en el mundo y los éxitos deportivos» según se ha empeñado en transmitir en su mitin permanente… Para otros, es la evidencia negativa de la lejana no ya salida de la crisis, sino de una verdadera recuperación inclusiva.

Así­, en medio de este episodio mediático, la publicación del «OECD Employment Outlook 2014« bajo la dirección del responsable de Empleo y asuntos laborales y sociales de este Organismo internacional con larga trayectoria y reconocimiento en la materia desde su fundación en 1961, aparecí­a en el debate y nos dejaba un mensaje «mediático» resaltando el «cuestionamiento y perversidad de las polí­ticas de devaluación salarial otrora recomendados para combatir la crisis«, sugiriendo -ahora- un nuevo rumbo que parecerí­a apostar por retomar el incremento salarial como nueva receta post-crisis. Desgraciadamente, los medios de comunicación y el debate provocado se han centrado en este único aspecto. Han obviado resaltar que, tras Grecia, España seguirá siendo en 2015 la segunda peor economí­a europea en términos de empleo (24% desempleo) en contra posición a economí­as como Japón (3%), Euro-zona (11,2%) o USA (6-7%), con casi 3 veces el desempleo del 2007, volviendo a su perfil dominante: un desempleo estructural más allá de las crisis.

Este debate parcial oculta las, a mi juicio, verdaderas claves, retos y preocupaciones del mencionado Informe de la OCDE que en sus 260 páginas, aborda cuatro grandes apartados esenciales, no solamente para saber en donde estamos en materia de empleo, sino, sobre todo, hacia donde deberí­amos reorientar nuestras polí­ticas y compromisos: la evolución salarial en el tiempo, la calidad del empleo, el impacto del empleo informal o no regular,  y el impacto de la educación, competencias y habilidades para el empleo. Estos cuatro grandes apartados explicarí­an lo que en palabras del director del Informe, Stefano Scarpetta, configuran las lí­neas de actuación a seguir para dotarnos de «más y mejores empleos como objetivo indispensable para la recuperación inclusiva de la crisis«. Solamente, con una aproximación completa, podrí­amos afrontar más de una solución a los 45 millones de personas desempleadas, hoy, en el seno de los paí­ses de la OCDE, que castigan y excluyen, en especial, a jóvenes, a los menos preparados y cualificados para el empleo, a quienes llevan demasiado tiempo fuera del empleo (1 de cada 3 desempleados por más de 12 meses) y, en el medio y largo plazo, a los propios trabajadores que, hoy, disfrutamos del privilegio del empleo.

Bajo estas consideraciones previas, una lectura del citado Informe y su contraste con la realidad que vivimos, nos lleva a plantearnos una pregunta reveladora: ¿Qué tan bueno es mi empleo y qué oportunidades reales tengo de obtener un empleo garante del bienestar esperable?

Para responder a tan desafiante pregunta, el mencionado informe adelanta algunos avances y conclusiones de un interesante proyecto en el que vienen trabajando en conjunto la OCDE y la UE («Defining , measuring & assessing Job Quality and its links to labour market performance and wellbeing»-«Definiendo, midiendo y asegurando la calidad del empleo en relación con el rendimiento del mercado de trabajo y el bienestar») sobre la base de la interacción de los tres factores que consideran determinantes del bienestar del trabajador: la calidad de sus ingresos, la seguridad en el mercado de trabajo actual y su potencial futuro, la calidad del entorno de trabajo. Con este enfoque sistémico, no solamente confirman la insuficiencia de las polí­ticas macro-económicas y la imperiosa necesidad de intensificar nuevas y diferentes polí­ticas activas de empleo y un cambio radical en la educación-protección para el empleo, en un marco de competitividad (que como hemos insistido a lo largo de los años no busca menores salarios facilitadores de ventajas devaluatorias, sino los mejores salarios y bienestar de los ciudadanos). Si antes resultaba necesario, hoy es imprescindible estimular la demanda, incrementar el gasto público orientado al desarrollo económico y el empleo con su aseguramiento y protección social, invertir para la empleabilidad y devolver el dinero a las empresas y personas, facilitando el consumo responsable. Por supuesto, es momento de profundizar, ya, en las reformas de los mercados eliminando carteles inhibidores del correcto funcionamiento de industrias y servicios, y potenciar  la adecuada movilidad entre capacidades, empleo, empresas e industrias. En el rediseño e impulso de estas polí­ticas, los tres vectores clave de este cambio, exigen una especial atención en la temporalidad y no regularidad y formalidad del empleo que ha demostrado no solamente la incapacidad real de favorecer la empleabilidad a medio y largo plazo, sino que termina impactando de forma negativa la propia competitividad en las empresas, las diferencias salariales reales, la formación y las graves desventajas comparativas entre los colectivos más perjudicados por el desempleo: jóvenes, personas poco o mal formadas para el empleo demandable, parado de larga duración, empleados temporales de manera prolongada y personas «mayores» (¡a partir de los 45 años!) en cuanto al tránsito entre modelos para diferentes expectativas medias de vida…

En definitiva, la evidencia nos recuerda que padecemos una «recuperación incompleta». La ralentización sustancial del crecimiento salarial real ha agotado su recorrido dejando un generalizado empobrecimiento relativo de la sociedad, de manera transversal, si bien con mayor incidencia en el desempleado  y en el trabajador de menores salarios, demostrando que el abuso del empleo irregular no facilita ni la formación, ni la empleabilidad, ni la competitividad real y que el acceso temprano al mercado de trabajo no es garantí­a de empleabilidad permanente (mas bien retira del estudio a los jóvenes, no logra su correcta inserción y dificulta su formación y desarrollo profesional a futuro, a la vez que no redunda la necesaria transformación competitiva de las empresas…).

Desgraciadamente, no solamente la crisis nos ha destrozado en términos de empleo y bienestar. Otros factores exógenos han agravado la situación e hipotecan el futuro del empleo: envejecimiento y demografí­a, nuevas competencias y habilidades exigibles para el empleo, muchas polí­ticas públicas (vigentes y otras ausentes) y estrategias empresariales (o la ausencia de las mismas), disciplina, rigor, actitud y calidad en la enseñanza en una inadecuada relación formación-empleo. Todo un largo camino por recorrer.

Todo esto también está en el mencionado Informe de la OCDE más allá del relevante factor salarial. El camino a seguir es realmente exigente pero inevitable: necesitamos más y mejores empleos (ambas condiciones a la vez). ¿Qué tan bueno es el tuyo?, ¿Qué oportunidades de encontrar o generar otro que garantice tu bienestar?, ¿Qué tan preparado está nuestro Paí­s para ofrecerlos?

Vuelta a la realidad

(Artí­culo publicado el 24 de Agosto)

Coincidiendo con el inicio de la crisis económica en Occidente en el ya pasado 2008, la excepción del crecimiento chino conviví­a con una significativa euforia de «prosperidad» en el seno de su sociedad que dio lugar al éxito de la novela de Chan Koonchun, «Años de Prosperidad». La novela utiliza un atractivo y misterioso reclamo argumental, «Un mes perdido«. Un mes de tensiones, conflictos, despotismo y desprecio a las normas democráticas básicas, sectarismo gobernante y un oficialismo maquiavélico actuante desde una estrategia de manipulación y propaganda al servicio de intereses concretos de un determinado establishment. Un mes «suprimido del calendario» de modo que la complaciente y desinformada sociedad china pudiera disfrutar de ese paraí­so de la felicidad y prosperidad, ajeno al desarrollo real del mundo y, por supuesto, de su propia sociedad, más allá de determinados indicadores económicos. Un mes perdido, oculto, manipulado capaz de reinventar un cierto «mundo feliz», hurtando la realidad de la conciencia colectiva vendiendo una falsa prosperidad interna, única, alejada de la crisis exterior ejemplo y causa de todos los males.

Este entretenido hilo argumental novelado parecerí­a reproducirse con relativa intensidad en el tradicional veraneo del que disfrutamos. Así­, Agosto, dominado por un merecido descanso vacacional, por el «cierre ocupacional pactado», y por las fiestas que se extienden a lo largo de toda la geografí­a en beneficio de una sociedad necesitada de compensaciones y alegrí­as, en el que relajamos nuestras preocupaciones y aplazamos para el nuevo curso los problemas y retos que hemos de afrontar, se habrí­a convertido  en un mes perdido («robado, «eliminado»), bajo el ya previo paraguas de una legislatura de mayorí­a absoluta, decreto-ley semanal precedido de burbujas informativas, propaganda interesada, manipulación de la realidad trasladando el origen de todos los males «al exterior» pese al buen hacer del gobierno y su partido. Mes vacacional al que habrí­amos llegado tras los mensajes optimistas de un presidente Rajoy que anunciaba no ya la salida y final de la larga crisis sino la exitosa manera de hacerlo, como ejemplo de la economí­a mundial, nueva locomotora europea, referente académico futuro del que aprenderán las nuevas generaciones y, por supuesto, todo debido al buen gobierno, a sus polí­ticas internas y sin la necesidad de recurrir a rescate exterior alguno. Mes de descanso para el que dejábamos aparcados «pequeños problemas«, todos exteriores, como el desempleo estructural, la desigualdad, el empobrecimiento generalizado de el quinquenio de crisis, el desorden organizativo y de modelo de Estado, la confrontación polí­tica y la extensa mancha de corrupción invadiendo al propio Presidente y su partido, a la Casa Real, Baleares y sus arreglos inmobiliarios, Andalucí­a y sus ERES, Pujolitics, etc. Por supuesto, mientras la economí­a española funcionaba y el mundo feliz se personaba en el «interior», la ciudadaní­a «exterior» deberí­a ocuparse de una serie de problemas que les aquejaban: el desenlace del conflicto ruso-ucranio-europeo-mundial; la nueva invasión de Irak tras el desastre agravado con una primera invasión apoyada y promovida por cuatro ex lí­deres mundiales hoy fuera de sus responsabilidades públicas; una pléyade de refugiados y desplazados con los inacabados conflictos bélicos en Siria, Libia y Afganistán; el permanente conflicto y masacre de Gaza; la masiva llegada de una desesperada inmigración subsahariana a Europa… y, por supuesto, un sustancial parón en el crecimiento y desarrollo económico en otras economí­as.

Así­ las cosas, cuando el «mes perdido» parecí­a llegar a su fin y se anunciaba un éxito sin parangón de la nueva «locomotora europea», envidia, de nuestro entorno, próxima a acometer una profunda regeneración democrática, ha sido el propio gobierno desde su Ministerio de Economí­a quien, de la mano de la «mala influencia exterior» se ha apresurado a adelantar los peligros a los que hemos de enfrentarnos en el próximo otoño. Al parecer, el mes perdido vuelve al calendario. Efectivamente, tras unos dí­as de descanso, en un breve corte radiofónico, el gobierno español explicaba las causas «externas» que provocaban el parón exportador de la economí­a española (motor de la recuperación y de la supervivencia durante todos estos años de crisis en los que el mercado español desapareció), de modo que ya no eran las polí­ticas propias de Rajoy las que llevaban al éxito sino que era el comportamiento de las economí­as europeas (sobre todo Alemania y Francia), la ralentización del crecimiento en los paí­ses emergentes, el valor del euro en relación con el dólar, la crisis ruso-ucrania, la incertidumbre en Irak y su influencia en la energí­a, lo que explicaba el comportamiento de la economí­a española (para bien y para mal, dirí­a yo). El Secretario de Estado no tuvo oportunidad de incluir, aún, entre las causas citadas, el impacto del ébola o el cuestionamiento polí­tico (interno y externo) del Presidente Obama tras sus decisiones respecto a Irak y Missouri. Ha bastado un estornudo (un indicador trimestral que muy seguramente se verá mejorado en su próxima publicación y un verano de baja actividad ministerial y periodí­stica precipitan la reacción. Hoy mismo el euro-dólar varí­an sus posiciones de forma significativa, el ingreso turí­stico del verano favorecerá la balanza comercial…) para acercarnos a una realidad objetiva: la interdependencia compleja entre hechos, causas y percepciones que explican el estado de bienestar y prosperidad de una economí­a.

La trampa de «lo nuestro va bien y lo de fuera no funciona» termina atrapando a quien la manipula. Valoraciones aparte, cobra especial relevancia el entender la interacción entre los diferentes impactos (la inmensa mayorí­a de ellos fuera de nuestro control directo) que para bien o para mal terminan condicionando nuestra vida y determinando los escenarios en los que nos movemos. Así­, si bien resulta imprescindible comprender los potenciales impactos externos en un contexto en el que nos movemos y que han de incorporarse a nuestras propias estrategias (estados, paí­ses, empresas, personas), serán precisamente estas decisiones propias las que habrán de establecer nuestras propias decisiones orientadoras de ese deseado y soñado espacio de prosperidad del que hablamos y no podemos renunciar a nuestro propio protagonismo y evitar ese «mes robado» de la metafórica y novelada referencia china. La realidad es nuestro verdadero reto. Así­, aunque el merecido descanso temporal nos haya permitido relajarnos, recordemos una serie de hitos que el calendario otoñal nos tiene preparados para la vuelta. El «mes perdido» y las próximas hojas del calendario no podrán borrarse por decreto-ley.

No nos despistemos. La burbuja propagandí­stica ha empezado a calentar motores y a proclamar una nueva regeneración democrática con su reforma electoral (cambiar las reglas del juego a mitad del partido) extendiendo una serpiente de verano que anuncia una baterí­a mediática intensa ante los acontecimientos reales por venir. Escocia y Catalunya son mucho más que dos citas (diferentes y con recorrido propio) que habrán de impactar en la economí­a y polí­tica del Estado de manera relevante, condicionarán -con independencia- del resultado del referendum en el primer caso y de la celebración o no de la consulta en el segundo, el futuro modelo de Estado, su financiación, la gobernanza, las reformas inevitables de la Constitución, las polí­ticas públicas y modelos de participación ciudadana y, en verdad, los elementos clave de una regeneración democrática. Adicionalmente, y con imprevisibles interacciones, no podemos olvidar que la extensa mancha de corrupción ha inundado los tribunales y está en un punto álgido, excediendo el ámbito concreto y privado de los implicados con serias connotaciones y consecuencias polí­ticas y de Estado que habrán de condicionar esa tan mencionada regeneración, renovaciones de cúpulas y maneras de ejercer el servicio público y gobierno. Tenemos un contexto pre electoral inmediato y… siendo «asuntos internos» (que en palabras del Ex Presidente de gobierno español, Felipe González, «eran cuestiones de Directores Generales…») exigirán de una gran dedicación y responsabilidad de todos.

El estado de prosperidad y felicidad que deseamos no será fruto ni de la propaganda ni del pasotismo ni de una actitud indolente de «dejarlo pasar» a la espera de que las cosas sucedan. Cualquier intento por dejarse llevar por la maní­a de los «cortes radiofónicos de 30 segundos», ó por las señales parciales e indicadores macro y temporales no llevan a ninguna parte. Se trata de no olvidar que los grandes problemas sobre los que si se puede y se debe actuar desde dentro, están sobre la mesa y es, precisamente ahora, cuando exigen nuestra respuesta: bienestar, progreso social, gobernanza, nuevo modelo de Estado y su autogobierno, normalización democrática (y no olvidar la pacificación aun pendiente), no son etiquetas polí­ticas «que hoy no preocupan al ciudadano que lo que demanda es empleo«. Es precisamente el empleo, la capacidad de generarlo, la capacidad de crear riqueza sostenible y de administrarla en un modo concreto lo que obliga a considerar todos estos elementos trascendentes en cualquier modelo económico. No es por tanto, el í­ndice inconexo de una proclama polí­tico-electoral, sino el espacio esencial de la tan anunciada regeneración democrática que permita dotarnos de un futuro deseado. No es momento de discursos huecos ni de perpetuarse en el engaño.

Hace diez años, en el verano de 2004, el entonces joven senador de Illinois, Barack Obama, despertaba una ola de ilusión en su discurso inicial para su candidatura demócrata a la Presidencia de los Estados Unidos de América. Su discurso,» Audacity of Hope» («La audacia de la Esperanza»), anticipo del que más tarde fuera su libro conductor de su polí­tica de gobierno a lo largo de esta década, pretendí­a poner en valor la polí­tica y los servidores públicos a la vez que provocar un rencuentro entre los mundos público y privado al servicio de la Sociedad. En un contexto de claro distanciamiento, de confrontación partidaria, de descrédito y desapego y de búsqueda de soluciones unipersonales. Proponí­a una nueva manera de afrontar los retos y demandas sociales, una nueva forma de gobernanza, una nueva consideración de los demás y un nuevo rol e interrelación de su Paí­s con el exterior y los demás. Su discurso de regeneración democrática, en contraposición a la práctica observada en sus antecesores le llevó a la Casa Blanca y, de inmediato, con más discursos y promesas que hechos, le concedieron el premio nobel de la paz. Hoy, más allá de logros y fracasos que el tiempo y los electores  definirán, con solemne fortaleza y tranquilidad comparece ante los medios dirigiendo nuevas intervenciones en Irak (guerra que criticó y de la que prometió salir), navega en procelosas y turbulentas aguas de Gaza y Ucrania y «observa con preocupación y desolación» el rebrote histórico de la no integración racial en Missouri y sus amplias secuelas de marginación y exclusión del sueño americano. Sin duda, la complejidad de la gobernanza y de los retos de nuestras sociedades así­ como los sueños honestos de quienes asumen el liderazgo (público o privado) no son fácilmente traducibles en los resultados esperados por todos. Si son exigibles, sobre todo, compromisos, responsabilidad y coherencia en la esperanza de un mundo mejor y en la audacia necesaria para afrontar retos y problemas. La prosperidad esperable no puede dejarse en manos dela venta y propaganda ni, tampoco, en los demás. Como Obama, ni él ni ningún gobierno o lí­der es responsable de todos los males que nos quejan ni de todos los logros de una Sociedad. Son demasiados los factores que intervienen en el escenario y resultado final y la interdependencia sistémica exige una complejidad participativa máxima con el compromiso de todos los agentes económicos y sociales de las diferentes sociedades implicadas.

Solamente de esta forma, desde el compromiso personal y colectivo, activaremos una verdadera manera de afrontar nuestra propia prosperidad. El camino no es el cómo vender felicidad ocultando la realidad sino responder al cómo nos hemos dejado atrapar en un sistema y momento como éste y, sobre todo, el cómo reinventarlo al servicio de una sociedad próspera y feliz.

No dejemos, en ningún caso, que más allá del verano, los largos años de crisis y la dura realidad que vivimos, se «borren del calendario» como si nada hubiera pasado y cambiado. Hemos aprendido mucho. Pongámoslo en valor y construyamos -esta vez no de forma novelada sino real- nuestros años de prosperidad.

Cuando los estados y sus territorios se mueven

(Artí­culo publicado el 10 de Agosto)

Si bien a lo largo de la historia las ciudades (o, de forma más precisa, las ciudades-región) han sido los principales motores de crecimiento, riqueza y productividad, todo parece señalarlas, con renovada intensidad, como las verdaderas protagonistas de la competitividad y prosperidad del futuro más allá de la actual configuración y posición dominante de los Estados. Hoy, la urbanización creciente (por primera vez en la historia es mayorí­a la población urbana) y la concentración y «globalización» económica vuelven su referente hacia la Ciudad, lo que hace que este fenómeno, se vea reforzado. Atendiendo a un reciente informe, próximo a publicarse por el World Economic Forum de la mano de su Consejo de Competitividad, en el que se analizan una serie de megatendencias, parecerí­an adelantarse nuevos escenarios dadas una serie de megatendencias destacables como: 1) Los procesos demográficos y migratorios y su creciente concentración urbana integradora de la clase media emergente, 2) Una creciente desigualdad en geografí­as próximas y, en especial, en las grandes urbes, 3) La cada vez mayor demanda de un nuevo espacio de sostenibilidad, 4) Radicales y disruptivos cambios tecnológicos y sus aplicaciones a los mundos del trabajo y de la provisión de servicios y soluciones a los desafí­os de la sociedad, 5) Una progresiva e imparable clusterización de las actividades económicas cada vez mas entrelazadas generando amplias cadenas de valor en un contexto de interdependencia entre ámbitos local y global, 6) Una nueva gobernanza -pese a las resistencias del sistema establecido- demandante de nuevos conocimientos, una mayor participación y democracia real.

Y es precisamente en este contexto esperable, en donde las ciudades-región definen su competitividad y propósito de progreso social, en donde habrán de reconfigurar su propio marco institucional y fijar su compromiso-desafí­o en materia económica, social y polí­tica, organizando su propio espacio «único y diferenciado», estableciendo sus mecanismos de interrelación con terceros. Nuevos espacios que demandarán instituciones, polí­ticas, estrategias y procesos determinantes de un cierto nivel de productividad y bienestar, diferente en cada caso, sostenible en el tiempo en respuesta a los grandes desafí­os, cambiantes, a lo largo de su propia historia y propósito de futuro. Así­, el citado Informe («The Competitiveness of Cities»), propone una «taxonomí­a de las ciudades exitosas del mañana» que contrasta  con el estudio del desarrollo de 33 ciudades (Bilbao-Euskadi entre ellas), a lo largo del mundo, analizando sus distintas instituciones, marcos y procesos en la toma de decisiones (¿cómo reformar?); el como generar, regular e impulsar un entorno propicio para el desarrollo incluyente y próspero (¿qué reformar?); sobre que pilares e infraestructuras basar y acelerar su transformación, (que de una u otra forma y en algún momento del proceso exigirá dotaciones fí­sicas y recursos adecuados (¿Conectividad hard o fí­sica?); y como potenciar su capital humano y social (¿Conectividad soft?). Cuatro ejes sobre los que profundizar en el análisis de cuyas conclusiones observada y lecciones aprendidas podemos destacar, entre otras cosas, el hecho de que cada región o ciudad es única, que su futuro y desarrollo ha de ser flexible y progresivo, coherente con la voluntad y compromiso de sus ciudadanos y agentes económicos y sociales, ha de contar con instituciones sólidas, creí­bles, transparentes, facilitadoras de movimientos y acciones largo placistas, actuando sobre la totalidad de los factores crí­ticos de forma simultánea, priorizando acciones y recursos y dotándose de los medios especí­ficos para su logro, siempre sometidos a un conocido sistema de control («accountability»). Todo este proceso exige un claro sentido de pertenencia (fuente de compromiso y solidaridad) y una voluntad polí­tico-social con un claro deseo de apropiarse de su propio destino.

Sin duda, un buen número de factores que habrí­an de configurar un nuevo futuro para cualquier ciudad-región que aspire a ser mucho más que un mero «contenedor fí­sico» en el que se alojen acontecimientos, hechos, obras, bienes fortuitos, heredados o depositados por terceros al amparo de otros intereses o servicios externos. Por encima de todo, el futuro de las ciudades será cuestión de propósito y proyectos compartibles y no de decisiones impuestas o uniformes, iguales para todos.

El citado informe, viene a coincidir con una nueva ley de ordenación del Territorio y de la distribución competencial entre los distintos poderes públicos en Francia. El pasado 23 de Julio, se aprobaba «la Nouvelle Carte de France» (si bien pendiente de su revisión y sanción por el Senado en el próximo otoño) lo que supone un último paso (de gran calado) en el proceloso y complejo empeño transformador de la Ordenación territorial de Francia en pasados treinta años, en una apuesta «descentralizadora», siempre supeditada a la, al parecer, inevitable «grandeur»  centralizadora del gobierno vecino. Una nueva reforma que según su propia exposición de motivos «pretende construir el futuro desde la eficiencia y la modernidad, racionalizando el gasto de sus administraciones públicas, favoreciendo la concentración económica en metrópolis competitivas en el concierto global, a partir de una administración única.» «Un nuevo mapa que reconfigure la relación regional sobre las bases de la homogeneidad y tamaño económico eficiente y no sobre la cultura, identidad e historia que, en ocasiones, provoca duplicidades, dificulta la gestión y demanda infraestructuras costosas».

Bajo estos principios, el gobierno francés (socialista) cuyos votos han posibilitado este primer paso, perfila una reorganización -una más- de sus 101 departamentos, 36.700 ayuntamientos, 22 regiones y 2,600 agrupaciones intermunicipales, unificando y distribuyendo competencias únicas y exclusivas en una nueva Administración íšnica. Reforma que, tras su secuencia de leyes y elecciones en desarrollo, en un dilatado calendario, lleve a un nuevo escenario en el 2020, sobre la base de una serie de premisas que parecen contradecir el verdadero ritmo de los tiempos.

Así­, Francia descubre la Metrópoli para concentrar sus polí­ticas, recursos y motores de desarrollo en 13 mega ciudades foco de sus regiones de nueva planta, reformulando su mapa, volviendo a dibujar cuál tarea de delineantes y «traza- fronteras», los nuevos espacios de futuro, precisamente, cuando la economí­a pretende cada dí­a tener más alma y ojos que recetas conductistas, cuando el tamaño mí­nimo se ve desplazado por la interdependencia entre las diferentes unidades económicas, cuando el capital social y su compleja interrelación aporta más valor que la sumatoria productivista medible en economí­as de escala del pasado y las cuentas de resultados de empresas aisladas, cuando la llamada globalización reclama una importante «vuelta a casa» poniendo en valor el factor local, cuando el progreso y bienestar demandan soluciones diferenciadas y cuando son precisamente las grandes aglomeraciones metropolitanas las que ofrecen peores í­ndices de habitabilidad y confort, mayores brechas de desigualdad y marginación, mayor demanda de recursos e infraestructuras, menor grado de participación democrática y mayores problemas de gestión, contra poder y control.

De esta forma, como primer paso, Francia reorganiza sus 22 regiones en trece, suprime Consejos Regionales, elimina miles de cargos electos, fija una nueva dimensión mí­nima obligatoria para disponer de un ayuntamiento y gobierno municipal (20.000 habitantes) e incluso promueve una reforma constitucional supresora de la llamada  «competencia  general» que facilita a toda Administración, del nivel que sea, intervenir en aquellas áreas de interés y demanda de su Sociedad. En definitiva, un largo camino por recorrer, en contraposición a muchos de los elementos crí­ticos que comentábamos en el primer Informe sobre la Competitividad de las Ciudades.  Estamos, por tanto, ante una reforma que si bien ofrece la bondad de afrontar la inevitable transformación de los espacios regionales, parece primar principios del pasado, soportados en la ideologí­a centralizadora de quienes creen que por el hecho de gobernar desde el centro de los Estados vigentes y el establishment, poseen el don de la eficiencia, del mejor conocimiento de las cosas y de una mayor capacidad tutelar sobre el resto a quienes siguen considerando de «provincias» cualquiera que sea su estatus administrativo (y ya no digamos polí­tico). Esta herencia que parecerí­a conceder, por derecho divino, la supremací­a perpetua. Todo en/desde el centro serí­a mejor… Sin embargo, no podemos olvidar la maldad del planteamiento.

Toda una reforma para «descentralizar» que no para «desconcentrar» o devolver poder y competencias a las personas, las ciudades y las regiones, huyendo de cualquier compromiso de empoderamiento, compromiso, propósito y libre decisión. Una reforma que desprecia la historia, la identidad, la cultura y la diferencia, ó la organización pre existente, el grado de desarrollo institucional o la voluntad de construirse su propio espacio, o de las interacciones de vecindad regional, como elementos crí­ticos a la hora de construir su futuro. Un reparto que provoca la integración de «vecinos distantes» bajo el criterio de la proximidad y el tamaño, sin atender a relaciones culturales, sociales o tejidos económicos y lazos históricos. Principios y proceso que no hacen sino recordar fracasos históricos como los ya conocidos repartos de fronteras casi siempre de la mano de compromisos nupciales, guerras a favor de los vencedores, o imposiciones conquistadas. La(s) Metrópoli(s)  termina dictando las reglas de juego obviando la realidad de las personas y pueblos. El tiempo, como la naturaleza, recupera sus cauces, desgraciadamente, con demasiadas pérdidas en el camino.

Este nuevo escenario, en lo que se refiere a Euskadi (y, en concreto, a su larga reivindicación de un Departamento propio en el Pays Basque) parece complicarnos las cosas. Si bien la propia Ley permite el potencial intercambio entre regiones a la búsqueda de un mejor «re acomodo», resulta evidente que los criterios seguidos en este caso en la integración de los espacios Aquitania-Limousin-Poitou-Charentes, no solamente priorizan tamaños escasamente relacionados sino que difieren de la «singularidad» respetada en los casos de Bretaña y Córcega (historia, cultura, lengua y activismo) con escasa referencia a la atractividad y desarrollo económico que se suponí­a moví­a la reforma. Eso sí­, en todo caso, la Metrópoli elegida es Bordeaux lo que permite acotar una ciudad hermanada, con algunos intereses y proyectos compartibles lo que posibilita explorar nuevas ví­as colaborativas, confiando en que Parí­s quede un poco más alejada de determinadas decisiones del dí­a a dí­a (veremos en que quedan las competencias generales y los recursos financieros asignables con la descentralizadora reforma). Recordemos que las Ciudades son mucho más que sus propios lí­mites geográficos y que su propio sentido viene dado por u interacción con el hinterland del que forma parte. Recordemos que lo que haga Francia y sus nuevas regiones no será una experiencia asilada respecto a una Europa regional que se supone está en desarrollo y redefinición. Recordemos que el estado español no puede aplazar la revisión de su modelo territorial…

En todo caso, compartiendo o no los criterios del modelo francés, resulta de interés comprobar que el mundo se mueve. También en lo que se refiere a la ordenación del territorio y configuración del Mapa de los Estados. Comprobar que pese a lo que algunos afirman, proclamando la imposibilidad de «modificar» el mandato de los Estados y su gente a redefinir sus lí­mites, su organización polí­tico-administrativa, sus modelos de relación, su gobernanza, el esquema de dotación de recursos, etc., éstos resultan inevitables y no han de esperar a la fuerza de las armas o la herencia monárquica para decidir un nuevo estatus. Ni que decir que procesos de reconfiguración democráticos, se extienden a lo largo del mundo y son una realidad creciente y no una simple anécdota. Las constituciones contemplan sus propias modificaciones, la complejidad del mundo que vivimos y viviremos no puede quedar encorsetada en modelos asumidos hace siglos, estáticos, sin el análisis profundo de la Sociedad que «contienen». El proceso es cambiante y dinámico y no homogéneo. Francia ha elegido un camino y unos criterios tras su propio análisis. Otros planteamos otros modelos y principios. La única respuesta no válida es el inmovilismo porqué sí­. Este nuevo mapa francés es una buena excusa para repensar nuevos modelos de Estado en coherencia con nuevas demandas, desafí­os y aspiraciones de la Sociedad.

A lo largo y ancho del mundo, nuevas realidades surgen dí­a a dí­a. El territorio ha pasado a jugar un nuevo rol. Nuevos jugadores, nuevos criterios, nuevos desafí­os y nuevas soluciones.

Sin duda, hoy, Francia también se mueve. ¿Otros lo harán mañana?

Yes Scotland… ó «¡No nos dejes así­!»

(Artí­culo publicado el 27 de Julio)

Ni es la primera vez ni será la última en que tratemos aquí­ el proceso de Escocia hacia su independencia. Hoy, la coincidencia del destino (o adecuada programación según se mire) hace que se celebre la inauguración de los Juegos de la Commonwealth en  Glasgow, dando a Escocia la oportunidad de destacar en su capacidad organizadora, potenciar su protagonismo diferenciado dentro de la Unión y experimentar un determinado mundo de «relaciones internacionales» dentro de su histórica y natural unidad de comercio mundial,  cuando conforme al calendario de Yes Scotland restan 56 dí­as, 11 horas y 30 minutos para la «decisión mayoritaria en favor de la independencia de Escocia» en su próximo referéndum del 18 de Septiembre. Aunque parezca mentira, el éxito de los Juegos puede empujar los votos indecisos hacia la independencia escocesa. Así­, cincuenta dí­as de juegos con la participación de las 70 naciones asociadas concluyen, prácticamente, en la cita con las urnas. Deporte, escaparate mediático extraordinario y recta final decisoria confluyen en un escenario de máxima importancia y militancia polí­tica.

En plena campaña, las encuestas se alinean en torno a un reñidí­simo margen que, o bien dará el SI a la independencia, o quedará en un mí­nimo y estrecho NO, que en todo caso, abrirá un nuevo escenario de negociaciones entre los gobiernos inglés y escocés cara a definir un nuevo modelo de relación a futuro. Ya sea el SI, con el mandato a los gobiernos inglés y escocés de acordar la forma de generar un nuevo estado independiente, o un NO que obligue, también, a repensar una nueva manera de avanzar-seguir juntos dentro de la Unión adecuando las aspiraciones y realidad actual a un escenario compartible. Espacio negociado que, a su vez, se verá condicionado por una inmediata renovación del parlamento británico en la primavera próxima, un debate inglés sobre la permanencia o no en la Unión Europea, una OTAN alterada por la crisis ucraniano-rusa y una Europa en plena «reinvención» a la búsqueda de su rol post crisis.

Y es en este contexto, en el que merece la pena destacar algunos comentarios de interés que la prestigiosa revista británica The Economist recoge en un espacio especial sobre el «tema escocés» (o británico según se vea). Sin descalificaciones ni miedos infundados, se posiciona en su editorial claramente a favor del NO, argumentando su deseo de mantener siglos de Unión que explican una determinada manera de entender el UK (Reino Unido) bajo la corona. Entre su trasfondo editorial, no oculta una cierta pereza ante la complejidad de un proceso negociador que conllevarí­a el SI escocés, traducido en lo que entiende el informativo, serí­a una clara disminución del poder y capacidad de influencia mundial del «nuevo Reino Unido Reducido (UK)», resultado de una Escocia no unida al Reino Unido, o mejor dicho, no unida a Inglaterra, conforme al status quo. Su gran lamento editorial es suficientemente gráfico: «¡No nos dejes así­!».

Lo que en verdad es reseñable no es el posicionamiento del prestigioso grupo de comunicación, (se agradecerí­a la claridad y honestidad editorial de otros medios ante procesos más o menos asociables) sino la normalidad con que aborda el asunto, que no conflicto. Empieza por afirmar que Escocia puede ser independiente, más próspera y viable conforme a la proclama de los partidarios del SI. Reconoce que la propuesta escocesa pro SI es atractiva y permitirí­a, en caso de llevarse a la práctica, una mejora relativa en los niveles de bienestar del escocés medio y aportarí­a un mayor equilibrio territorial respecto del desigual reparto existente en estos momentos, claramente favorecedor del hinterland de Londres. Lo que cuestiona, sin embargo,  es su impacto  en el Reino Unido Residual (UK) con una, en principio, pérdida relativa de influencia en el contexto internacional, obviando el papelón representado en la reciente configuración del Parlamento y la Presidencia europea, por no recordar el rotundo fracaso de su embajador Blair en Oriente Medio, Irak… dando por firme el supuesto rol determinante de la Inglaterra actual versus el futurible nuevo esquema colaborativo que pudiera producirse con una Escocia con voz y decisiones propias. Sostiene, por tanto, que es mejor que sigan juntos a que no lo estén. Pero acto seguido, en una especie de explicación del ¿por qué y cómo hemos llegado hasta aquí­?, se plantea una cuestión fundamental: «Juntos no puede significar seguir como hoy. Un nuevo mundo exige nuevas fórmulas de Estado, más abierto, más independiente, más británico y menos inglés, con mayor peso de Escocia en las decisiones internas y no más centralizado tal y como Inglaterra se ha empeñado en reconvertir el proceso de Devolución de Poderes a Escocia». Como argumentan jóvenes independentistas, dice, «hay más osos panda en el zoológico de Londres (2) que parlamentarios escoceses en Westminster».

Escocia-Londres, al igual que Euskadi y Catalunya, en procesos similares de «Devolution» o «Desarrollo Estatutario», en su relación con Madrid-Estado Español, padecen de una unilateral manera de orquestar e institucionalizar un pacto histórico que se ha venido reconvirtiendo hacia una excesiva recentralización uniformizada. Lejos de aceptar los Estatutos de Autonomí­a o las leyes de Devolución de poderes (se supone que sobre la base de derechos pre existentes al pacto en cuestión), conforme a su espí­ritu y letra al objeto de configurar un nuevo modelo de Estado, facilitador de la «confortabilidad» de unas naciones deseosas de responsabilizarse desde su protagonismo y su voluntad de apropiarse de su futuro, pactando un nuevo marco de autogobierno pleno, los modelos en curso se han convertido en la  imposición continua de un pensamiento único, de un juego y mercadeo a voluntad unilateral y centralizada en función de los intereses particulares de los gobiernos (español-inglés), cuando  se supone habrí­an de abrir el Estado hacia una nueva filosofí­a y manera de entender una apuesta de interacción colaborativa. Por el contrario, lejos de cumplir con sus compromisos, con una visión miope, egoí­sta y conservadora de su propio establishment, se muestran incapaces de comprender el «interdependentismo económico» que se generaliza en una economí­a internacionalizada, pero ni única ni homogénea ni global, demandante de nuevos modelos de organización, gestión, control y gobernanza hacia un corte confederal (más allá de federalismo de geometrí­a variable y  asimétrica) que dé una mejor respuesta a las distintas configuraciones y aspiraciones de gobiernos, pueblos y sociedades. Nuevas visiones demandantes de nuevos modelos de gobernanza. La realidad no es otra que Londres-Madrid giran,  circularmente,  desde y hacia el jacobinismo homogéneo al servicio del establishment  tradicional bajo la excusa de una supuesta indisoluble unidad histórica. Nada de tendencias de apertura y proximidad en una más directa democracia participativa, nada de autogobierno real, nada de bilateralidad, nada de transferir competencias, poder polí­tico y recursos bajo principios legí­timos de subsidiaridad, nada de diferenciar las estrategias y polí­ticas adecuadas a tejidos económicos y sociales distintos, nada de reconocer mayorí­as de edad y mucho menos el propiciar la mejor manera de construir espacios socio-económicos competitivos regionalizados. Pese a su discurso invitando a un espacio de futuro acorde con la modernidad de la globalización que explicarí­a la única dirección a recorrer, ofrecen una ya conocida y desalentadora posición en la contra de los tiempos. Su mensaje no ilusiona. No ofrece un mañana mejor. Ofrece «más de lo mismo», con los mismos protagonistas del pasado, desde sus posiciones cómodas del ayer (para ellos) y con escaso compromiso y credibilidad. Tanto Londres como Madrid constituyen el discurso del pasado. El uno, para retener a Escocia, preconiza un futuro pobre y subsidiado para una Escocia a la que sigue observando con superioridad, débil, incapaz de construir su propio futuro en bienestar. El otro, Madrid, pretende atemorizar a Catalunya y Euskadi con una supuesta fragilidad. Transmite miedo a que no puedan  financiar su particular e independiente estado de bienestar, a no poder cubrir sus pensiones, a padecer el vendaval de la huida de empresas y centros de decisión, a la pérdida del mercado español (como si hoy existiera y su economí­a presentara escenarios de crecimiento, empleabilidad y riqueza más atractivos que otros espacios emergentes a lo largo del mundo) y aislamiento  europeo en un tránsito lleno de dificultades, como si la España que sugieren no solamente no careciera de ilusión y viabilidad, sino que obviara el desempleo estructural, la  desertización industrial, el retraso tecnológico, y la desarticulación territorial, empañadas -además- con una gobernanza invadida por corrupción y descrédito (precisamente, de los mismos que pretenden ofrecer alternativas mejores), que, de forma inevitable, exige estrategias diferenciadas. En este caso, ni Catalunya ni Euskadi pueden construir su futuro desde el homogeneizador «café para todos» bajo el tibio techo de un estado de las autonomí­as de baja intensidad, gestión centralizada y unilateral. Ofrecer la nada a cambio de complejidad es muy poco bagaje para nuevas generaciones que reclaman su propio futuro.

Es verdad, volviendo al editorial comentado, que el SI a Escocia (y mañana a Catalunya y Euskadi) supondrí­a un paso hacia la complejidad negociadora, hacia  la reinvención de una alianza en materia de defensa y seguridad diferente a la actual y exigirí­a reconstruir un sistema monetario propio o participar del ya existente (libra o euro), habrí­a que retomar la manera de continuar siendo Miembro de la Unión Europea (los artí­culo 48 y 49 del Tratado lo posibilitan por ví­a corta o larga con o sin apoyo del Estado pre-existente) y reinventar un nuevo servicio exterior, como principales dificultades. En el caso escocés, se añade con especial relevancia el ejército, la seguridad y la pertenencia o no a la OTAN con el desencuentro respecto del TRIDENT o posicionamiento nuclear. Ahora bien, ¿ni Londres ni Madrid habrán de replantearse todos estos desafí­os con o sin Escocia, Euskadi y Catalunya? o ¿es que un NO a la independencia equivaldrí­a a la parálisis en las propuestas (inexistentes) de futuro para los Reino Unido y España actuales?, ¿es que ambos pueden permanecer impasibles amparados en un hipotético NO a Escocia, o la no celebración de una consulta en Catalunya, o ignorando-vetando un proceso alternativo a Euskadi tras su derecho a decidir?, ¿basta recuperar pactos no escritos de merchandising de una «renovada casa real», una reforma electoral de parte excluyendo «voces minoritarias» o «fumarse un puro» esperando que amaine?, ¿es que Europa no ha de afrontar una nueva gobernanza, una nueva manera de incorporar a sus miembros y de acometer sus desafí­os polí­ticos, económicos, sociales y territoriales?

Escocia, en su apuesta por el SI, ofrece un Paí­s más próspero con el compromiso, responsabilidad y sacrificio de sus ciudadanos. Inglaterra ofrece «cambiar», dar mayor peso a Escocia y minimizar riesgos futuros desde su gestión unilateral. Advierte que sin Escocia ambos se verí­an debilitados (sobre todo Londres) en su influencia mundial. Madrid, por su parte,  ofrece «fidelidad a una cierta historia de Unidad» y una nueva «regeneración democrática» (la suya) para seguir igual. Su fórmula bipartita serí­a garantí­a suficiente. La realidad es que, efectivamente, el mundo ha cambiado y lo hará aún más. No hay recetas mágicas, no hay paraí­sos estables y conocidos. Como la nada sospechosa editorial del Economist recordaba, en palabras de un militante escocés por el SI, «navegaremos en aguas turbulentas, todos, también en Westminster y Bruselas, pero nosotros si sabemos hacia donde queremos ir». Y yo añado, en Catalunya y Euskadi, también.

Mientras tanto, en Madrid, nuevos manifiestos, campañas y voces «intelectuales» claman por «el dislate catalán», y -en seguida- vasco, desde el miedo y la amenaza del inmovilismo, en una desesperada  y corto-placista cruzada para  paralizar cualquier iniciativa (el episodio semanal de las «balanzas Fiscales» como supuesto instrumento inapelable para demostrar» la imposible sostenibilidad de la cohesión regional o los privilegios económicos y sociales», no hace sino calentar motores ante un otoño focalizado en Catalunya y, con especial deriva hacia Euskadi). Así­ las cosas, no parece que podamos ser demasiado optimistas más allá de lo que nosotros mismos seamos capaces de hacer. De momento, tenemos un verano de por medio, un Septiembre inmediato con un nuevo curso repleto de hitos relevantes: Diada, Referéndum escocés, consulta catalana…

Sin duda, no hay dos casos iguales. Cada uno ha de recorrer su propio camino. Pero, palabrerí­a al margen, la interdependencia en otras materias, también aquí­ resulta de aplicación. Hoy, lo que toca es, simplemente, y por orden, Yes Scotland.

Diseño Industrial en Euskadi. 30 años después… Design FORwHUM?

(Artí­culo publicado en Deia el 13 de Julio)

Hace 30 años, el entonces recién creado Departamento de Promoción y Desarrollo Económico de la Diputación Foral de Bizkaia, proponí­a su Plan de actuación económica 1984-1987 en el que incluí­a una serie de iniciativas de Polí­tica Tecnológica e Innovación, entre las que se recogí­a DZ-Centro de Diseño Industrial con el objetivo de atraer conocimiento y experiencia internacional, formar y crear competencias y capacidades en el Paí­s, promover emprendizaje en su ámbito de actuación, generar una red-networking profesional y facilitar su difusión e información. Todo ello orientado a «crear y generar  un movimiento para incorporar valor a nuestro tejido industrial». Nací­a una iniciativa que empezó por reclutar y formar futuros profesionales en un campo hasta entonces escasamente apreciado y poco introducido en los procesos y productos manufactureros. Así­, las principales escuelas y centros de diseño (Alemania, Reino Unido, Italia, Chile, México, Finlandia…), establecieron convenios con la DFB-DZ y abrieron sus puertas a la formación de un núcleo básico de personas competentes como germen de lo que hoy son cientos de profesionales, empresas y organismos especializados en el diseño en sus múltiples facetas y áreas de intervención. Como tantas iniciativas disruptivas, también ésta fue objeto de crí­ticas y debates periodí­sticos, bien porque surgiera de «un ámbito local o menor», porque viniera apoyada en «profesionales extranjeros» o porque «ya hay Centros de Diseño en Catalunya y no hay lugar para otro en el Estado» o, incluso, porque «no son estudios universitarios serios». Afortunadamente, DZ siguió adelante y, progresivamente, fue sumando apoyos del Gobierno Vasco, de unas pocas empresas y de la propia Comunidad Económica Europea (de entonces), captando fondos estructurales para su equipamiento y explotación así­ como para la promoción del diseño en todas las áreas vectoras de entonces (diseño gráfico, diseño industrial y diseño multimedia).

Con esta base y el esfuerzo continuo de profesionales, empresas e Instituciones se ha llegado hasta aquí­. Esta semana, con ocasión del dí­a mundial del diseño, bajo la iniciativa del Bilbao-Bizkaia Design & Creating Council (BBDCC), se han celebrado unas jornadas de promoción con la pretensión de impulsar este nuevo foro de diseño orientado a las llamadas «industrias creativas» en las que el mundo multimedia («fun & serious»), la moda, la arquitectura efí­mera y las ciudades parecen acaparar el complejo mundo del diseño. Invitado a participar en el mismo, me preguntaba de qué FORO estamos hablando y, sobre todo, lo que llamo -usando las prácticas creativas- «Design FORwHUM», es decir, ¿diseño par quién o para qué?

El propio BBDCC-BEAZ realizó un estudio comparado de la industria del diseño (Euskadi, Alemania, UK, Italia), del que se desprende una taxonomí­a no excesivamente optimista cara a su fortalecimiento y factor esencial de desarrollo futuro (muy similar, por otra parte, en los diferentes paí­ses objeto del análisis). Se tratarí­a de un mundo sumamente atomizado, poblado por microempresas unipersonales, «fashion oriented« y un tanto excluyente de otros espacios como si el resto de las industrias no fueran creativas -o no deberí­an serlo-, locales y sin vocación ni interés ni capacidad de crecer y/o internacionalizarse, asociables al auto empleo individualizado, concentrado en el producto de bajo o medio contenido tecnológico, con excesivo peso en la llamada «creatividad», un tanto aislada del valor y no inserta en el tejido industrial y las principales apuestas de futuro de nuestra economí­a Paí­s. Adicionalmente, se observa un esquema de ayudas públicas  con claro sentido horizontal y de escasa intensidad de intervención directa. En definitiva, la fotografí­a de una industria que si bien ha superado la necesaria atracción y creación de talento requeridos no ha logrado, aún, el fortalecimiento colectivo en torno a entidades y empresas de referencia y soporte,  esencial para que nuestra economí­a satisfaga las necesidades de generación de riqueza y empleo requeridas y que, sin duda, ha de demandar al mundo del diseño y sus profesionales.

Hoy, como hace 30 años, el mundo del diseño sigue siendo esencial («Visión esencial para la Humanidad»). En el caso de Euskadi, el diseño no puede ser una pieza libre sino que ha de implicarse en la esencia de la apuesta en curso. Si, por una parte, nos definimos como una economí­a manufacturera sofisticada y/o avanzada y de servicios especializados o con clara focalización hacia la llamada «servitización«, y asistimos a una reformulación de la estrategia de Competitividad y Bienestar, que propone cambiar una «Estrategia de Especialización Inteligente» como Ciudad-Región en el marco conceptual de la Unión Europea, en un escenario de renacimiento industrial que ha pre-definido una serie de «tecnologí­as facilitadoras desde el Conocimiento ó KET en el lenguaje de la Unión» (entre las que, afortunadamente, se incluye el diseño), orientadas a 3 industrias-espacios prioritarios de futuro según la apuesta ordenadora de la Red Vasca de Ciencia y Tecnologí­a (Manufactura avanzada, energí­a y ciencias de la salud), con clara vocación internacionalizadora soportada en empresas en crecimiento en marcos colaborativos y alianzas que la hagan posible, el nuevo diseño industrial ha de recrearse. En consecuencia, sus propios protagonistas y las Instituciones hemos de reformular su proceso, campo y reorientación. Así­, el nuevo espacio del diseño parte, por supuesto, de implicarse en el proceso creativo y las actividades «fashion», pero ha de trascender hacia el resto de mundos por los que nuestra economí­a transita hacia un progresivo e ilimitado universo (multimedia y digital, arquitectura, territorio, movilidad, eco-diseño, vivienda, TICs, hogar y electrodomésticos, automoción, aeronáutica, maquina herramienta, manufactura avanzada, soluciones urbanas innovadoras…). Es sin duda, un nuevo tiempo para nuevos instrumentos. Por tanto, reinventemos y recreemos DZ. Un laboratorio vivo de Diseño Industrial que reconduzca el movimiento creativo, incorpore nuevos esquemas y procesos formativos, acerque el binomio diseño-industria, favorezca el asociacionismo y alianzas colaborativas, dote de mayor músculo financiero y empresarial a nuestros profesionales y aporte infraestructura paí­s para su desarrollo además de reforzar la «oferta diseño Paí­s» conjunta, su difusión e incentivación. Otra vez, necesitamos un claro apoyo público institucional para superar las «debilidades y fallos del mercado», concentrando acciones en la formación y educación continua y/o ejecutiva, la compra pública, el apoyo a proyectos empresariales y la inserción laboral y de talento en las iniciativas empresariales objetivo alineadas con nuestra polí­tica industrial.

Hoy, treinta años después, el diseño industrial continúa siendo esencial. Como en otras muchas áreas de intervención, los éxitos logrados no permiten su continuismo ordinario. Saltos cualitativos, movimientos radicales y disruptivos son imprescindibles. Como en toda polí­tica económica (también industrial y tecnológica, por supuesto) el riesgo de elegir y apostar resulta inevitable. Hoy, Euskadi dispone de suficientes mimbres sobre los que pegar este salto en el necesario y esencial campo del diseño. Necesitamos y debemos explotar el buen nombre que determinadas marcas, industrias, empresas y soluciones gana dí­a a dí­a a lo largo del mundo. Resulta fundamental para cumplir con esa «visión esencial» que de forma tan compleja define la ICSID: «Actividad creativa cuyo objetivo es establecer las cualidades multifacéticas de objetos, procesos, servicios y sus sistemas en diferentes ciclos de vida. Es el factor central de la humanización innovadora de las tecnologí­as y su factor crucial y económico». Si es así­, no podemos prescindir de «Diseñar para la Humanidad». ¡Aunque sea difí­cil!