Ante el 2015: ¿Formular las preguntas correctas o responder a aquellas más comunes?

(Artí­culo publicado el 28 de Diciembre)

En el perí­odo navideño y su antesala a un nuevo año, atendiendo a la tradición, hemos de conjugar el espí­ritu y actitudes amables en un clima de optimismo a la espera de la «buena nueva», superando las dificultades y «males viejos» del año por terminar, con el esfuerzo identificador de renovados propósitos de futuro y una cierta dosis de «pronóstico y prospectiva» ante lo que esté por venir.

En este ambiente, hace unos dí­as tuve la oportunidad de coincidir en Estados Unidos con la revelación a la opinión pública del impactante informe del Congreso sobre el comportamiento de la CIA (Agencia de Inteligencia) a partir de los interrogatorios a sospechosos o detenidos relacionados con el terrorismo o, en sentido más amplio, «peligros contra la democracia o seguridad de los Estados Unidos». Como no cabrí­a dudar, los medios de comunicación se ocuparon de forma amplia de esta noticia y el hecho presentado en el Congreso fue retransmitido, en directo y abierto, por las televisiones y emisoras de radio. La gravedad del asunto suponí­a un doble efecto inmediato: por un lado, la vergí¼enza y rechazo en una democracia que habí­a permitido las prácticas de torturas, atentados contra los derechos humanos, la falta de respeto a las leyes, desprecio al Parlamento y a los gobernantes legí­timamente elegidos y la demostración de que los servicios especiales hací­an lo que les daba la gana, mofándose del pueblo y de las Autoridades que les habí­an nombrado. Años de prácticas inhumanas e ilegales hací­an de las pelí­culas y series televisivas que desde Hollywood o la red hemos venido observado como entretenimiento «pasivo»: HOMELAND, SCANDALS, HOUSE OF CARDS… de máxima audiencia se han quedado cortas, llevándonos a confundir a sus guionistas con simples relatores de las bajos fondos del perí­metro gubernativo. Por otro lado, la fortaleza de la democracia se poní­a al descubierto, permitiendo conocer en directo el menosprecio al Congreso y sus representantes, las mentiras y trabajo sucio que determinados organismos y personas han practicado a lo largo del tiempo, en un ejercicio de transparencia propio de democracias maduras. Pues bien, si esto por sí­ mismo no fuera suficiente para la búsqueda de todo tipo de respuestas necesarias, la sorpresa vino cuando lejos de los debates de fondo -que se sucedieron de manera inmediata- en uno de los magazines televisivos de máxima audiencia, la directora y presentadora del programa señalaba que no era momento de entrar en debates o respuestas de fondo sino que era el momento de formular una pregunta: ¿por qué se hace público un informe de estas caracterí­sticas en Navidades cuando la familia americana está ocupada en los regalos, en Santa Claus, en las fiestas y a punto de concentrarse en torno a mesas en las que la armoní­a y la felicidad han de imperar? Y lanzaba una dura crí­tica a los congresistas que hicieron público el informe citado.

No puedo ocultar que esta intervención me impactó. Más aún cuando pude observar que dada la audiencia de esta presentadora y cadena, el argumento se propagó más que el napalm que los implicados servicios de «seguridad» utilizaran en otras desgraciadas guerras.

Pero, en este marco navideño, hemos asistido a otras preguntas generalizadas que han ocupado los espacios mediáticos.

Así­, hace dí­as conocí­amos cómo tras casi sesenta años de embargo económico, incomunicación, conflicto y guerra frí­a, los primeros mandatarios de Estados Unidos y Cuba, reconocí­an la ineficiencia, inoperancia e ineficacia de sus polí­ticas de aislamiento y se proponí­an corregir el error iniciando un proceso de convivencia democrática y diplomática al objeto de garantizar la plena normalización de relaciones. Obama, de forma directa, señalaba cómo, en este caso, Estados Unidos se habí­a quedado solo y cómo sus aliados le habí­an dado la espalda. Resulta evidente que no se trata ahora de preguntarse, como al parecer se formula, ¿por qué ahora?, si no, y ¿ahora qué, cómo y cuándo? El proceso a emprender no es inmediato y requiere múltiples iniciativas, además de tiempo, para convertirse en una relación, multilateral, novedosa. No solamente implica a los dos Estados que han dado el paso, sino que mueve un amplí­simo tablero geo económico y geo polí­tico que dará lugar a un nuevo espacio de desarrollo. Sin duda, las consecuencias polí­ticas, sociales y económicas son inestimables de inmediato. El paso dado por Obama-Castro abre todo un nuevo movimiento que obliga a sucesivos reacomodos en el complejo mundo que vivimos. Una gran noticia que nos lleva a acertar en las preguntas adecuadas para buscar las respuestas necesarias.

Además, estos últimos dí­as del año, como presionados por el cierre de ejercicio ante el nuevo escenario 2015, otras noticias largamente esperadas han llegado: las FARC comunica su decisión unilateral del cese indefinido de su lucha armada. La casualidad de las conversaciones de paz nos lleva a la Habana, sede anfitriona, para que algunos se pregunten sobre la interrelación «negociada» entre esta declaración y el Acuerdo USA-Cuba. Nuevamente, son otras las preguntas «correctas» a formularnos ¿Cómo y cuándo se producirá la normalización y pacificación de Colombia tras el cese de la violencia FARC y cuáles serán los nuevos lineamientos del proceso en el desarrollo de un Paí­s tan castigado por el conflicto y la violencia? Como en el caso anterior, un nuevo espacio está por construirse.

Adicionalmente, como si de la coincidencia navideña se tratara, invocando la paz y fraternidad, la Unión Europea ha reconocido el derecho de Palestina a un Estado propio. Así­, tras muchos años de desencuentro, trabajo e iniciativas de todo tipo, asistimos a relevantes pasos hacia el reconocimiento y construcción de nuevos espacios, nuevas estructuras geo polí­ticas, a un intento por poner en valor democracia, negociación y diplomacia (de verdad y no de brindis palaciego acomodaticio de la vieja guardia), en tiempos de un nuevo lenguaje, nuevos jugadores y nuevos espacios económicos y polí­ticos. Un momento en el que «salir de los espacios de confort» da paso a nuevos tiempos innovadores. ¿Cómo propiciar salir de las resistencias y «verdades inamovibles del pasado»?

Episodios clave que han encontrado a nuestra próxima España fuera de juego. España se ha disuelto en sus batallas y enredos palaciegos (Zarzuela, Moncloa, Génova) y desgobierno preguntándose cómo dejar que el tiempo «todo lo borre» Y termine olvidando y obviando las raí­ces de la corrupción, las responsabilidades de las cúpulas actuales y sus herederos, la crisis, el desempleo, la falta de modelos (económico, de estructura de Estado, Justicia, diplomático…) posibilitadores de una nueva apuesta de futuro más allá de la crisis en curso, confiando en el milagro de la comunicación (tele dirigida) y el miedo («¡Cuidado con los que vienen!»), mientras una capa mediocre perpetúa su posición, tejiendo el enmarañado conjunto bipartidista en el que llevan demasiado tiempo inmersos.

Así­, en este marco, la España inmóvil ha pretendido confiar en el mensaje navideño de siempre, esperando la frase mágica que el nuevo Rey pudiera ofrecer, acompañada de una respuesta de su hermana Cristina a la pregunta que se le formulaba desde muchos sitios: ¿Debe Cristina renunciar a la sucesión? Pregunta equivocada. En el estado actual de las cosas, parecerí­a mejor preguntarse si no debe el Rey abdicar. La España actual vive una profunda crisis sistémica. La escasa credibilidad del gobierno, la mala imagen del sistema «de la transición», el nefasto «espectáculo monárquico» que no se resuelve con un cambio de cara con el mismo uniforme, mismos aparatos y asesores y misma letaní­a para ni decidir ni propiciar nada relevante y aplicable, no solo son claves decepcionantes sino que impiden transitar hacia un futuro diferente que esperamos ante el 2015. Qué duda cabe que no es la monarquí­a y su núcleo familiar el mal del Estado, ni la causa de sus desdichas ni la solución, en sí­ misma, a todos los problemas por resolver. Pero apelando a «su servicio de Estado», parecerí­a que es tiempo de un cambio absolutamente radical. Su abdicación podrí­a llevar a otros a dimitir, a favorecer un nuevo proceso constituyente, a generar un nuevo Estado, a disponer de un nuevo marco polí­tico y administrativo que dé repuesta a la realidad plurinacional reclamada en las calles, a nuevos sistemas reconstituyentes de una democracia real, a recuperar la credibilidad en la polí­tica, a ordenar y limpiar lo que impide que la gente distinga lo negro de lo blanco…

En consecuencia, una pregunta adecuada y correcta: ¿Cómo transformar de manera radical este Estado del pasado para construir uno del futuro? ¿Cuál puede ser el detonante que lo propicie? Sin duda, una pregunta adecuada para la fecha: Los Santos Inocentes.