«Millennials y Centennials»: ¿Opciones para la revolución digital?

(Artí­culo publicado el 14 de Mayo)

En un pequeño corro de amigos coincidentes en un encuentro empresarial celebrado esta semana, departí­amos de manera distendida sobre el momento que vivimos, bajo un eje y diagnóstico compartido: El mundo parece estar «descacharrado», a la vez que su complejidad lo hace interesante y apasionante.

Si el Papa Francisco y, con él, otros muchos analistas advierten que estamos instalados en una Tercera Guerra Mundial deslocalizada, por lo que parecerí­a que no la percibimos y actuamos como si no fuera con nosotros, salvo que padezcamos uno de los miles espacios de conflicto real existentes, o si algunos pretenden asociar sinónimos simplistas y falsos en torno a una supuesta asincroní­a: Populistas o Demócratas, entendiendo que se es demócrata si asumes la globalización de algunos, sin matices, o al contestarla y cuestionarla pasas a formar parte de los antisistema y xenófobos del populismo. Si apoyas el europeí­smo francés de Macron, otorgas un voto en blanco a lo que decidan hacer unos pocos en Bruselas y su traslado de obligado cumplimiento a todo ciudadano de la Unión. Si te comprometes con la revolución digital y el movimiento 4.0, atentas contra el empleo y si exiges disciplina, rigor, compromiso, responsabilidad, resultados, perteneces al colectivo retrógrado y conservador del pasado. Si eres un joven emprendedor que promueve un proyecto individual subvencionado con capital de autoempleo más que de empresa, eres alabado por la sociedad, jaleado por los medios de comunicación, pero si sacas el proyecto adelante, lo haces crecer y generas riqueza y beneficios y lo conviertes en una verdadera empresa, eres un «neoliberal» y empresario «explotador e insolidario» por definición. Y así­, sucesivamente.

Tras este enriquecedor aperitivo, ya entrados en el coloquio del citado encuentro, uno de los temas destacados giró en torno a la economí­a e industria digital.

En palabras de la Consejera de Desarrollo Económico e Infraestructuras del Gobierno Vasco, Arantxa Tapia, «la revolución 4.0 no es una opción» con lo que animaba al empresariado y público asistente a redoblar esfuerzos en torno a una inevitable transformación. A escasos metros, en la mesa institucional que compartí­an, otras voces advertí­an que «el empleo que podemos ofrecer no encuentra la formación adecuada en la población desempleada y se verá agravada en los próximos años debido al impacto tecnológico» y trasladaba el compromiso y rol formativo del trabajador del futuro a la empresa.

Expuestos así­, estos diferentes puntos de vista están en el centro de un debate constante a lo largo del mundo, haciendo que lo que sí­ sea una opción, es la manera en que todos y cada uno de nosotros afrontamos dicha revolución digital en el marco de un  complejo escenario, en aparente confrontación entre las oportunidades que ofrece y las amenazas que pudiera suponer lo que lleva, por ejemplo, a algunos paí­ses y gobiernos a crear un «impuesto al desempleo tecnológico«, a cargar a aquellas empresas que inviertan en tecnologí­a (digitalización, automatización, robótica, inteligencia artificial…) sustitutiva de «mano de obra» en contraste con la cada vez más extensa e imparable apuesta por nuevas polí­ticas públicas de sensibilización, impulso, inversión y avance hacia el nuevo universo de la llamada Revolución 4.0, más allá de la imprescindible Industria 4.0, Nueva Manufactura o Smartización de la Economí­a. Todaví­a ayer, en Madrid, una asociación española de empresas multinacionales urgí­a al Presidente del Gobierno español a abanderar todo un pacto por la innovación digital, a comprometer presupuestos permanentes en su financiación y a «unificar» fondos evitando despilfarro y duplicidades (se supone que cuando algunas de ellas se mueven en el mismo espacio que otras lo que hacen es competencia sana y nunca despilfarro, copia o seguimiento duplicado…y en sus paí­ses origen se nutren de un fondo único y centralizado para sus inversiones) proclamando la importancia de la marca España tras sus proyectos innovadores.

Por el contrario, la opción vasca que explicara la Consejera, detallaba su reciente apuesta regionalizada en Alemania y sus alianzas con Baviera o la propia Unión Europea a través de su Comité de las regiones. Efectivamente, la revolución digital no es una opción, pero el cómo abordarla y qué hacer con ella sí­ que lo es.

De una u otra forma, vivimos ya, una Cuarta Revolución Industrial en la que, por encima de todo, el factor capital y trabajo han dado paso al conocimiento y talento como referentes esenciales. La tecnologí­a cobra fuerza (hoy más que nunca) como elemento facilitador y acelerador de un cambio, siendo su uso o aplicación perverso o beneficioso para la humanidad. De allí­ la importancia en la opción a tomar. Por encima de todo, simplificando, podemos insistir en que «la tecnologí­a se compra en el supermercado», por lo que la verdadera ventaja diferencial pasa por poner el acento en el qué, cómo y cuándo hacer las cosas (personas, empresas, gobiernos, paí­ses y la totalidad de agentes implicados) más que en la propia tecnologí­a en sí­ misma. ¿Qué modelos de negocio, de empresa, de paí­s y qué polí­ticas y estructuras de gobierno hemos de redefinir atendiendo al grado de uso de las nuevas tecnologí­as y oportunidades disponibles? Y una vez más, hemos de volver a la complejidad integradora de todos los ámbitos de actuación en el diseño de una estrategia con un propósito determinado evitando actuaciones aisladas. Así­, si destacamos la «Innovación» como el gran motor-apuesta de paí­s, el «Emprendimiento» como la solución y panacea de generación de riqueza, crecimiento y empleo, la «Internacionalización» como la fuente aceleradora (e indispensable o inevitable) para sobrevivir en una economí­a mundializada, no podemos olvidar que todas (y alguna más) estas áreas de actuación son piezas integrables en una Estrategia y propósito a perseguir e implementar y que, o son CREATIVAS, o no serán capaces de promover el cambio necesario. Si confiamos en la CREATIVIDAD, a cuyo servicio están las nuevas herramientas de la revolución del conocimiento en curso, podemos transitar hacia escenarios disruptivos y no a temerosas proyecciones del estatus quo. Es la propia innovación, el uso de la tecnologí­a y la esencia de esta nueva revolución del conocimiento lo que nos debe animar hacia un optimismo activo con el que transitar los desafí­os. En esta lí­nea, la reconfortante lectura del último Informe de INDEX (Organización danesa sin ánimo de lucro con la misión de «inspirar, educar y comprometer en el diseño de soluciones sostenibles a los desafí­os globales para mejorar la vida») destaca, como no podí­a ser de otra manera, el peso de la tecnologí­a como uso de los factores relevantes en las potenciales soluciones propuestas, si bien se pone el acento en su uso facilitador de plataformas innovadoras que inciden en nuevos espacios, como la realidad virtual, la inteligencia artificial, la innovación social y la gestión multi-variable, al servicio de la salud, de la educación, del cuidado y bienestar de las personas, de la transformación de las ciudades, del ocio y el trabajo, y, en definitiva, del desarrollo humano, anticipando todo un «universo de nuevos empleos y fuente de riqueza y bienestar para las próximas generaciones». Todo un mundo por crear. Un mundo aún inexistente y ausente de las estadí­sticas anquilosadas del paro registrado, tan frí­amente distorsionado por los servicios públicos de empleo, y, desgraciadamente, de gran parte de nuestro sistema educativo, empresarial y de gobierno.

En este mundo en transformación, resulta interesante acercarnos a la información con ópticas diferentes a las habituales. Es el caso, por ejemplo, de un trabajo de investigación de Bank of America/Merrill Lynch («New kids on the Block: Millennials and Centennials»). El proyecto forma parte de un intenso esfuerzo de investigación sobre personas y colectivos, innovación, gobernanza, mercados y el mundo «global y regional» en el marco de lo que concibe como el «atlas para cambiar el mundo». Si bien su propósito es el de aportar tan amplio conocimiento a la identificación de áreas y oportunidades de actividad futura, empresas ganadoras en las que invertir en los diferentes mercados de capital, la información observable y su rigurosa clasificación, permite ver un mundo en cambio extraordinariamente relevante. El citado Informe focalizado en los Millennials o Generación Y (población entre 19 y 35 años) los relaciona con la Generación Z o Centennials (de 0 a 18 años), ya que ambos estratos suponen el 60% de la población mundial sabiendo, además, que estos segundos, 2,4 billones de personas vivirán, previsiblemente, cien años en determinadas regiones y economí­as. Y son precisamente estos colectivos quienes conviven, de forma innata y normal, con la diversidad, la sostenibilidad, la «globalización», las tecnologí­as disruptivas, nuevos conceptos y modelos de empresa, de propiedad, de «negocios», de empleo, de educación, de emprendimiento, de polí­tica y gobernanza. Son «digitales nativos» y la llamada «disrupción tecnológica» es y será para ellos algo normal que forme parte del paisaje cotidiano (antes de cumplir 10 años poseerán un Smartphone de última generación que consultarán una media de 50 veces por dí­a, usarán los mensajes instantáneos y los emoticonos en lugar de la escritura para comunicarse…) pero, a la vez, por primera vez en la historia, esas generaciones Y y  Z, convivirán con otra (mayores de 65 años) que les superará (en el 2020) en número, con tasas de fertilidad y reposición en claro y profundo declive excepto en ífrica. ¿Qué opciones tomaremos para estos colectivos con culturas, sueños, habilidades y demandas dispares? ¿Dejaremos que la «nueva revolución sea de ellos» (entendiendo como tal el mundo tecnológico digital) en exclusiva o, por lo contrario, tomaremos opciones de cambio en nuestros modelos empresariales y de desarrollo económico, en vivienda, transporte, pensiones, educación, salud, ciudades, mercados laborales, finanzas, inversión y gobiernos? ¿Qué productos, bienes y servicios quieren, querrán o necesitaremos los diferentes grupos y colectivos?

Efectivamente, como bien decí­a la Consejera, «no es una opción». No es una opción para el colectivo empresarial (industrial y de servicios) al que se dirigí­a y a cuyo servicio de «acompañamiento e impulso» está enfocada la estrategia Industria 4.0 del Gobierno. Pero tampoco debe ser una opción para el conjunto de las Administraciones Públicas que parecerí­an suficientemente confortables por el hecho de una «natural» oleada de sustitución, por edad y jubilación, de sus plantillas funcionariales, anunciando «Concursos Oposición», masivos, para «cubrir y reponer» las mismas plazas que han de quedar libres. ¿No merecerí­a la pena optar por el complejo y arriesgado camino de repensar las Administraciones del futuro, los nuevos roles que hubieran de corresponder, los perfiles de esa economí­a digital y del conocimiento natural/disruptivo bajo modelos de empleabilidad adecuados a la «nueva normalidad» que está por venir y romper, por ejemplo, con el dualismo entre empleo fijo de por vida para unos y desempleo, precarización o «empleo de mercado» para otros (la mayorí­a de la población)?, ¿no es momento de repensar y redefinir las empresas, su propiedad, sus modelos de negocio?, ¿no es momento de repensar nuestros sistemas educativos (por ejemplo, «simplemente» preguntándonos si el «problema» con los becarios no tiene mucho que ver con la propia reforma de los planes de estudio de Bolonia y la obligatoriedad de incluir meses de prácticas, ni retribuidas, ni debidamente programadas o coordinadas con las empresas, ni tuteladas, ni monitorizadas desde las propias Universidades que las incorporan, obligatoriamente, a su Curriculum)?, ¿no es el momento de «filtrar» los proyectos de nuevos sistemas tributarios con estos nuevos requisitos de la «nueva revolución» e incorporar cargas y beneficios, estí­mulos, recaudación y direccionamiento del flujo de la actividad económica y generación y distribución de riqueza?

No es opción. La Revolución 4.0 está aquí­. Si es una opción elegir la posición a tomar.

Tenemos por delante todo un desafí­o, pero, sobre todo, un prometedor escenario optimista. Todo un mundo de oportunidades desde una enorme disponibilidad de herramientas y plataformas para hacer un buen uso de la tecnologí­a, desde la innovación, la creatividad, el talento y la estrategia. Como siempre, depende de nosotros. Nunca como hoy (y mañana) tendremos a nuestro alcance tantas fuentes, conocimiento y medios para generar novedosos empleos de valor añadido al servicio de verdaderos (novedosos también) sistemas de bienestar. Generaciones X, Y y Z tenemos un papel que jugar y múltiples opciones para elegir.

El enigma del desarrollo. ¿Y ahora qué hacemos?

(Artí­culo publicado el 25 de Abril)

En mi último artí­culo en esta columna de opinión (¿Crecer para todos?) insistí­a en torno al «enigma del crecimiento» y la creciente corriente a debate en torno al nuevo concepto que desde las propias entidades multilaterales pro-globalización y libre mercado, se presenta como una «globalización inclusiva» que pretende reconducir las polí­ticas desde el foco esencial del crecimiento en sí­ mismo hacia la manera de afrontar nuevos modelos de desarrollo económico desde la equidad y el reparto de beneficios, más allá de la generación concentrada de riqueza y recursos de forma desigual y excluyente.

Hoy, insisto sobre esta realidad de primer orden que pasa a ocupar el debate central en la agenda económica, social y polí­tica a lo largo del mundo. Preocupación y prioridad no en exclusiva para un mundo intelectual, académico o de retórica de salón, sino esencial para orientar objetivos, soluciones y compromisos al servicio de las demandas reales de la Sociedad, sus agentes y, por supuesto, de los niveles de vida y bienestar de las soluciones.

En este debate, podemos acudir a una en apariencia anécdota que permite acercarnos a las «paradojas» de la mundialización. Tras el resultado electoral en Francia del pasado domingo, su «primera vuelta» trajo como consecuencia el enfrentamiento de dos candidatos que, de inmediato, han dado lugar a la concentración de etiquetas confrontadas que, en teorí­a, facilitan u obligan la elección del futuro Presidente de Francia el próximo dí­a 7 de mayo. El ganador inicial y previsible receptor del 62% de los votos, Macron, parecerí­a recibir el apoyo de sus excompañeros de partido y gobierno (Socialista) y de un elevado número de centro-derecha republicanos, de los no votantes (Instituciones europeas, medios de comunicación y gobiernos extranjeros, Bolsas de Valores y Mercados de Capital…), así­ como la duda de la Izquierda populista de Mélenchon. Le Pen, por el contrario, recibirí­a el castigo en un «todos contra ella» como mal menor para no superar el 32% de los votos. Así­, la simplificación del Europeí­sta y liberal (o «naranjito francés») ganarí­a a la xenófoba y ultra derechista nacionalista. Francia, la Unión Europea, el mundo en general respirarí­a tranquilo y el modelo vigente avanzarí­a por encima de incertidumbres y alteraciones no deseadas.

Sin embargo, bastaron escasas 24 horas para que ambos candidatos «coincidieran» en la población francesa de Amiens (Departamento de Somme) ante los trabajadores en huelga a las puertas de la fábrica de una multinacional expuesta a un cierre o reconversión fruto de la «deslocalización» en curso. Mientras Le Pen era recibida con aplausos, selfis y declaraciones de voto «por defender nuestros puestos de trabajo», Macron era abucheado (en su propio pueblo) acusado de «banquero neo-liberal y defensor de los accionistas extranjeros». Macron escribí­a en su cuenta de twitter (@Emmanuel Macron): «MLP=10 minutos con sus seguidores en un parking delante de las cámaras; yo: 1 hora y 15 minutos trabajando con los sindicatos, sin prensa. El 07/05, cada uno elegirờ.

¿Realidad y Percepción; etiquetas y contenidos; preocupación e intereses personales o principios y beneficios generales?

La respuesta reviste enorme complejidad. Tras años de un intenso y en apariencia sostenible crecimiento, junto a los logros «globales» observados, la desigualdad, el estancamiento en los niveles de vida provoca una clara convulsión polí­tica. Un pensamiento común parece alumbrar el gran peligro: «El final del Orden Económico de post-guerra» anunciado de mil formas a lo largo de múltiples foros, que, según un amplio número de analistas, vendrí­a explicado por la crisis de 2008, la pérdida de expectativas de mejor nivel de vida para la próxima generación, la impronta de los populismos, el protagonismo de los nacionalismos y la confortabilidad de unos pocos, suficientemente supervinientes al cataclismo, protegidos por situaciones relativas de privilegio ya sea por su empleo público asegurado de por vida, por su patrimonio y ahorros o por situaciones diversas que les sitúe en mejores posiciones comparadas. Pero surgen unas cuántas dudas al respecto: ¿y si la crisis mencionada no hizo sino destacar el parón y rumbo equivocado que ya vení­a experimentando el crecimiento?, ¿y si la globalización ni era tan perfecta y deseable para todos, ni era la mejor fórmula para facilitar el comercio, la mundialización, la competitividad y el bienestar?, ¿y si la débil gobernanza pública no ha sido capaz de ordenar y gestionar el proceso?, ¿y si la toma de decisiones empresariales no ha sido la adecuada para entender los cambios y llevar a buen puerto los objetivos indicados?, ¿y si factores externos como el envejecimiento, los cambios demográficos, tecnologí­as y educativos son más relevantes y condicionantes de lo que pasa?, ¿y si no sabemos lo que debemos medir y seguimos hablando de PIB, de paro registrado, etc.?, ¿y si cuando hablamos de crisis y no crecimiento hablamos del Occidente europeo y norte americano y nos olvidamos de lo que pasa en el mundo emergente y en desarrollo que supone «tan solo» las 2/3 partes de la población mundial, viviendo y creciendo a otro ritmo? Quizás sea momento de pensar en hacer algo diferente.

Es posible que una buena aproximación empiece por ordenar causas y consecuencias y no tratar todo como un conglomerado sin orden, ni concierto y, lo que es peor, sin preocuparnos por entender su verdadero significado y generando confusión, uso equivocado de términos y descalificaciones de «otros» atendiendo a nuestros intereses particulares. ¿Debemos empeñarnos en un continuismo que no parece ofrecer los resultados objetivo? Atendiendo al ejemplo francés anteriormente mencionado, ¿dirí­amos que Macron no es un nacionalista francés, no dirigió un Ministerio de Economí­a con polí­ticas «proteccionistas» en defensa de empresas tractoras insignia del motor económico francés, o no ha criticado las polí­ticas europeas de «austeridad y estancamiento», de migración, etc. que, entre otras cosas, le llevaron a dejar su espacio socialista y el Gobierno de Hollande para transitar, en apariencia, sin partido?, o por el contrario, ¿es Marie Le Pen menos nacionalista (francesa) que Rajoy (nacionalista español)?, ¿es el apoyo de Le Pen el aumento del gasto en defensa y la intervención unilateral de Trump en Siria menor o diferente al de Rajoy al conjunto de ministros y exministros de Defensa europeos? o ¿será Macron un neoliberal al servicio del capital como dirí­an algunos sindicalistas y populistas de nuestro entorno a la vez que destacan, por contraste, en el exterior, nuestras polí­ticas económicas y sociales?, ¿tiene sentido que el lí­der de la izquierda francesa Mélenchon dude en pedir el voto a Le Pen y no a Macron o que el sindicato CFDT en Francia destruya sus oficinas ante la filtración de su posible apoyo al exministro socialista?

Demasiados preguntas y posiciones contrapuestas. No parece que las definiciones y clasificaciones simples de unos y otros sirvan para explicar o definir ni la ideologí­a de cada uno de ellos, ni el perfil de quien les vota.

A falta de respuestas bajo el prisma mencionado, nos encontramos «bloqueados y atrapados en el pasado equivocado» tal y como publicaba hace unas semanas el subdirector gerente del FMI, Tao Zhang, defendiendo una reorientación hacia el crecimiento inclusivo. En su caso, insiste no solamente en la necesidad de implicarse en superar secuelas de la crisis financiera, sino avanzar hacia la reactivación de la productividad (aspiración, inspiración, esfuerzo, incentivos, no penalizar el éxito ético…), como atributos esenciales de nuevas polí­ticas completas e integradas  que repiensen educación y empleo, compensación, salud, inclusión financiera, redes de protección y polí­ticas redistributivas, orientadas a criterios  y objetivos encaminados a mitigar la desigualdad.

En este contexto, hace unos dí­as se presentaba en Bruselas un documento del laboratorio europeo para la competitividad y el crecimiento inclusivo con una serie de ideas prácticas «más allá de la balanza entre equidad y eficiencia». Fruto del trabajo conjunto del World Economic Forum, del Banco Europeo de Inversiones y del Think Tank Bruegel, pretendemos facilitar un debate entre la totalidad de agentes económicos, sociales e institucionales para futuras estrategias y polí­ticas europeas, que devuelvan al corazón del modelo europeo, la inclusión, el bienestar como esencia de su polí­tica económica, y una nueva de gobernanza, capaz de poner en valor no ya la profunda contribución europea a la paz, la libertad, el desarrollo económico y social en el tiempo de post-guerra, sino, sobre todo, reforzar sus fortalezas para devolver a Europa el poder y compromiso de transformación y avance, referente de un espacio protagonista y lí­der de su futuro. Los desafí­os observables no pueden traducirse ni en parálisis, ni desesperanza, ni frustración o desafección. Por el contrario, son acicates y revulsivos para convertirlos en lí­neas de solución. Obviamente, el trabajo realizado no es una panacea, ni la esperada y ansiada caja de pandora. Es una iniciativa constructiva, con más preguntas que respuestas, que se une a todo un movimiento generalizado a lo largo del mundo, en marcha, en favor de una nueva manera de afrontar modelos económicos, polí­ticos y sociales al servicio de un desarrollo (y crecimiento, si fuera preciso y necesario, en según qué condiciones) inclusivo, invirtiendo la ecuación y respondiendo a las adecuadas relaciones trabajador-consumidor, contribuyente-beneficiarios, economí­a-sociedad, en planteamiento, respuesta y reparto simultáneos.

La capacidad social, el capital humano, la institucionalización democrática de recursos y agentes, predeterminarán una nueva manera de provocar un mundo futuro diferente, más allá de proyecciones y predicciones sobre las bases y estadí­sticas del pasado.

Hoy que Europa, bien por decisión propia, bien por obligada respuesta a factores relevantes como el Brexit, por ejemplo, se ve obligada a replantear su futuro, convendrí­a evitar la tentación del gatopardismo para fingir que cambiamos para seguir haciendo lo mismo. No dejemos que un pasado repleto de logros, sin duda, impida abrazar nuevas lí­neas de pensamiento acordes con demandas insatisfechas.

Así­, seremos capaces de «desbloquear las fuentes reales de una nueva manera de entender el mundo en el que habremos de movernos». Y, por supuesto, parafraseando el tweet de Macron, «cada uno elegiremos; o continuar atrapados en las no soluciones del pasado, o asumir el riesgo de repensar un futuro distinto». Hoy en Francia, mañana, una a una, en todas partes.

¿CRECER para TODOS?

(Artí­culo publicado el 16 de Abril)

El tradicional encuentro anual del Gobierno alemán con el triunvirato Internacional (Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial y Organización Mundial del Comercio), celebrado esta semana en Berlí­n, ha servido para presentar el Informe conjunto de los tres Organismos Internacionales en defensa y valoración positiva del comercio y el crecimiento, si bien alertando de los resultados y enfoque negativo que la práctica ha provocado al marginar a diferentes paí­ses, comunidades y personas.

De esta forma, «Making Trade an Engine of Growth for All» («Haciendo del Comercio un vector del crecimiento para todos») se convierte en el nuevo reclamo hacia una renovada concepción de las polí­ticas mundiales al servicio de la llamada «Globalización Inclusiva».

Si bien no serí­a justo desconocer que la dimensión social y el carácter inclusivo asociable al libre comercio han estado presentes en los debates, documentos y preocupaciones-sugerencias en múltiples trabajos de las tres entidades mencionadas, sí­ podemos destacar su limitada contundencia matizadora de la Globalización, el libre comercio y las recomendaciones de la polí­tica general y global más dirigidas al club del G-20 y un recetario uniforme que hací­a la observación de las economí­as domésticas, las polí­ticas facilitadoras del ajuste-austeridad penalizador del desarrollo y empleo de los últimos años de crisis y de los efectos negativos directos que, de forma intensiva, han supuesto para mitigar desigualdad, pobreza y exclusión. Actitud, recomendaciones e intervenciones qué, a lo largo del tiempo, han jugado un papel más que controvertido.

Si bien es verdad que cada una de estas Instituciones, ampliamente interrelacionadas, tienen objetivos y mandatos diferenciados («abrir el comercio y velar por su ajuste a reglas previamente acordadas», «combatir la pobreza en el mundo no desarrollado favoreciendo el crecimiento», o «garantizar la estabilidad monetaria y financiera»), y que, en principio, sus recomendaciones o Informes no tienen valor imperativo, su propia configuración y membresí­as, sus fondos y recursos provenientes de las cuotas de los paí­ses miembro y el rendimiento de sus operaciones financieras y asistencias técnicas, y el origen y asignación de sus funcionarios y dirigentes cuyo acceso proviene básicamente, de la cuota Paí­s y, en definitiva, de las decisiones de los gobiernos según el peso relativo de su  PIB, se han convertido, en la práctica, en el guion de obligado cumplimiento más allá de sus cometidos iniciales. Debates aparte, la realidad es que sus programas y recursos han vivido excesivamente concentrados en la Macroeconomí­a, obviando la necesaria implementación diferenciada de polí­ticas a lo largo del mundo, escasamente preocupados por los Agentes Transformadores reales en cada paí­s, sobre el que actúan y confiando en la obtención de resultados espontáneos fruto del «bonismo» de declaraciones generales, de una excesiva confianza en la fuerza de arrastre de beneficios globales «para todos» tras un concepto de globalización, escasamente matizado, explicado y evaluado. Así­, tras sus informes y mensajes, sus llamados «equipos y hombres de negro» han provocado la implantación generalizada de medidas comunes (o iguales) para economí­as, gobiernos, situaciones, Instituciones, necesidades y tiempos diferentes, lo que, desgraciadamente, ha terminado llevando al ánimo de gobiernos, parlamentos y agentes económicos y sociales la idea errónea del «pensamiento único», de la separación entre economí­a y polí­tica, del final de las ideologí­as y de la receta replicable a todos y en todo momento, determinando la fijación de polí­ticas y presupuestos públicos. Entidades que, pese a que pudiera parecer que llevan toda la vida entre nosotros, nacieron en 1944 como consecuencia de los acuerdos de Bretton Woods, focalizadas en la inflación, el peligro de las devaluaciones sucesivas y la inestabilidad monetaria y financiera de postguerra, como apuesta de solución para un necesario y deseado proceso de reconstrucción. Entidades que han contribuido, sin duda, a significados logros apegados a sus objetivos fundacionales pero que, a la vez, han condicionado en exceso un mundo «plano» irreal.

Hoy con este nuevo Informe (de gran interés y rico contenido), se pone de manifiesto una realidad que venimos padeciendo, dí­a a dí­a, Paí­s a Paí­s y, desgraciadamente, persona a persona: un desigual impacto del mantra globalizador. Así­ ya en la pasada reunión semestral del FMI en Washington, el octubre pasado, su directora, Christine Lagarde, llamaba a la acción para impulsar el crecimiento («Por favor, hagamos de la globalización algo diferente, que funcione para todos y prestemos mayor atención a aquellos que están ante el riesgo de perder todo, ya sea a causa del comercio internacional, de la tecnologí­a, de la economí­a digital, de la carencia educativa… o aislamiento de las polí­ticas de ajuste…»).

Como la gran mayorí­a de los movimientos en favor de un desarrollo o crecimiento inclusivo, que se propagan (afortunadamente) a lo largo del mundo, entre los relevantes saltos cualitativos se da el que no es un discurso voluntarista de movimientos y/o entidades sin ánimo de lucro, con limitados recursos que garanticen su acción sostenible o fruto de «causas nobles» anti sistema, sino que surgen y se organizan desde aquellos con la mejor capacidad de movilización de activos facilitadores del cambio. Desde quienes aspiran a construir nuevos modelos de desarrollo económico y social, quienes observan un mundo diferente, quienes aspiran a una nueva ideologí­a económica y social, o quienes persiguen nuevos modelos de negocio o inclusivo, o reorientar un capitalismo dotándole de alma (esa alma que debe mover los mercados para no convertirlos en un zoco sin ley). El Informe en cuestión pretende salvar el comercio superando la creciente propagación de numerosos obstáculos, evitar llevar al estado de ánimo de la Sociedad, gobiernos, empresas y agentes económicos y sociales la idea de que la culpa de todos los males está en  la estabilidad monetaria y financiera, en el intercambio de bienes, servicios, capital y trabajo, en la movilidad, en la búsqueda del equilibrio financiero y la internacionalización, o que los cambios tecnológicos, la innovación y otros muchos factores asociados sean irrelevantes para el empleo, la riqueza y el bienestar. Es, en todo caso, un Informe que pretende reivindicar las bondades del libre comercio si bien reconocer los efectos perversos y negativos que, también, ha generado, invitando a la redefinición de una nueva Globalización Inclusiva. Convencidos de las bondades para el crecimiento como objetivo destacan los resultados positivos que ha aportado, pero pone el acento en el desigual reparto de beneficios y pérdidas que ha generado. De allí­ su apuesta por una Globalización Inclusiva y de nuevas «polí­ticas facilitadoras del ajuste», en un momento que califica de crí­tico, no ya solo por el claro descenso de las reformas hacia el deseable libre comercio, el rebrote proteccionista generalizado y «descontrolado» o el descenso temido de la productividad y generación global de rentas, unidos a una cada vez mayor concentración de poder, fuerza y riqueza en pocos paí­ses. Sostiene que no se pueden seguir aireando los beneficios en términos de bienestar, productividad, competencia, innovación, etc., si, a la vez, se excluye y margina, paí­s a paí­s, región a región, barrio a barrio y persona a persona. Este es el nuevo reclamo fundamental: hacer del crecimiento, del libre comercio y de una internacionalización bien entendida, un motor de bienestar, inclusivo y para todos.

Todo un compromiso que, como ya indicaba, se dirige a la acción y, sobre todo, a la polí­tica doméstica. Una vez más se necesita cambiar el foco y volver a una microeconomí­a que sufre su pobreza y desigualdad en casa, que observa la desaparición de empleos en el dí­a a dí­a, que necesita agendas, polí­ticas y soluciones inmediatas y próximas a los grandes desafí­os (oportunidades y amenazas) de las nuevas tecnologí­as, de la digitalización, de la velocidad transformadora, de la mundialización, de la cada vez más relevante (y razonable) demanda de los «paí­ses compradores y su propio interés de desarrollo endógeno», de la inevitable transformación de sus sistemas educativos (en casa y para casa y no solamente para formar ejecutivos globales para la City o Shanghái), que demanda sistemas de salud, vivienda y protección social «portables» en y desde casa para atender sus necesidades reales y directas. Una llamada a polí­ticas domésticas con visión mundializada compartible y no un ajuste de «bloques», genérico y único, sin saber muy bien quien es el destinatario y beneficiario del mensaje.

Es, en definitiva, un Informe, potente y de cambio. Dirigido al Comercio y a la Globalización, pero, sobre todo, a nuevos Foros. A los paí­ses y no tanto a los bloques, a los gobiernos próximos a las necesidades de sus ciudadanos, a nuevos interlocutores y a nuevas formas de organizar sus Administraciones y Servicios Públicos, sus relaciones de valor compartido con las empresas, sus prioridades y estrategias. Un nuevo llamado a repensar sus «n» mercados de trabajo, plenamente integrados con sus sistemas educativos y de bienestar. Es, ante todo, no un tiempo para intercambios o elecciones entre apertura comercial e inclusión. Es irremediablemente, tiempo para conseguir ambos objetivos a la vez. Y, obviamente, no caerán ni del cielo, ni desde la escucha y no implementación activa de los discursos del G-20. Sin acciones concretas de promoción y soporte, «a pie de calle» no tendrán efecto alguno. Tiempo de aproximar la lupa al empleo, a las polí­ticas activas necesarias e inmediatas, a evaluar los costes y gestión de las medidas pasivas, la protección y seguridad social y la educación asociada en un amplio sistema de bienestar (educación, salud, servicios sociales, vivienda). Y, por supuesto, a la igualdad de oportunidades para el empleo sostenible (público y privado, y no solo público). El Informe mencionado tiene la virtud de identificar un buen catálogo de áreas de actuación recomendables. No para asumir, una vez más, recetas de «corta y pega», sino para su análisis y, en su caso, apropiación e implementación local.

Nuevos enfoques, transformación de polí­ticas públicas y, por supuesto, «nuevos modelos de negocio» de las empresas, para un mundo diferente al que las etiquetas globalizadoras del pasado se empeñaron en uniformizar. No hay duda de los beneficios del comercio y su apertura, pero son evidentes, también, sus consecuencias perversas y negativas. No podemos dejar una y otras al azar.

Sin duda, una nueva «Globalización Inclusiva» nos espera. ¿Seremos capaces de construirla?

Mirando 40 años atrás… Construyendo el futuro

(Artí­culo publicado el 2 de Abril)

Esta semana, el Partido Nacionalista Vasco ha celebrado el 40 Aniversario de su «Asamblea Nacional en Iruña», que supuso su «regreso y puesta en Sociedad» tras la dictadura de Franco y la abolición de su actividad legal en el Estado español en 1935.

Tras un nuevo periodo de exilio, proscripción y clandestinidad, los afiliados de este «viejo partido», atendiendo el aparente clamor de quienes surgí­an en el escenario polí­tico de la época, pusimos en valor nuestras aspiraciones de futuro afrontando la transición hacia una democracia deseada que facilitara nuestra «liberación nacional y social». Así­, en un contexto aún de autarquí­a, de democracia incipiente y vigilada, desde la tutela de un establishment todaví­a franquista y un ejército golpista (como volverí­a a demostrarlo en 1981 y 1983), en plena crisis energética y económica, inmersos en el terrorismo de ETA y el contraterrorismo de Estado (el que se «practica y defiende desde las cloacas» que dijera el expresidente socialista Felipe González), fuera aún de la ansiada Comunidad Europea en su largo viaje hacia la Unión Europea y aquello que esté por venir, desde la ilusión y sueños por construir nuestro propio futuro, actualizábamos  nuestro ideario, instrumentos y proyectos.

Así­, 1977 en Iruña marcó una nueva etapa, resumida en torno a cuatro «ponencias o pilares» (Organización, Cultura e Identidad, Polí­tica y Socio-Económica) que de una u otra forma han venido configurando y liderando el «Modelo Vasco de Transformación del Paí­s» a lo largo de estos últimos (o primeros) cuarenta años. Bases para el diseño de las primeras instituciones de autogobierno del post-franquismo, un nuevo «modelo socio-económico» inspirador no solamente de polí­tica y progresos económicos y sociales, sino guí­a de una manera de entender la Sociedad y situar la economí­a al servicio de las personas. Pilares comprometidos y directores de un proceso de recuperación de la lengua vasca, de la formulación de nuevos sistemas educativos y acompañarlos de una organización capilar que hací­a y hace de la colectividad municipal y próxima la base comunitaria de participación y desarrollo. Pilares sobre una fortalecida base ideológica que fijaba un rumbo y objetivos hacia la independencia de nuestro Paí­s, a la búsqueda de un Estado vasco propio. Quienes quisimos dar un siguiente paso hacia la liberación nacional y social, comprometimos un horizonte y un camino siempre sujeto a la libre decisión que «el pueblo» elija en cada momento. Y así­ hemos llegado hasta aquí­.

Obviamente, el MODELO VASCO emprendido y liderado por el PNV ha contado con otros muchos compañeros de viaje. Algunos lo han fortalecido y han contribuido a su éxito relativo; otros (desgraciadamente no pocos) lo han «malformado» poniendo palos en las ruedas impidiendo su correcto desarrollo y otros armaron todo tipo de obstáculos y palos en la rueda para evitar su recorrido. Hoy, no obstante, estamos aquí­. Y es momento de dar otro salto adelante.

Hoy como hace cuarenta años, vivimos un mundo incierto, un presente complejo ante un futuro escasamente predecible. Hoy podemos constatar lo que dio de sí­ la Reforma, en el Estado español, y hemos recorrido a trompicones el camino de nuestro autogobierno de la mano del Estatuto de Autonomí­a y el Amejoramiento del fuero navarro y el Concierto y Convenio Económicos en una España cuyos dirigentes polí­ticos no parecen asumir las demandas pací­ficas y democráticas de naciones que no están lo suficientemente confortables en el estatus actual. Vivimos en una Europa que se ve obligada a reconsiderar su camino, a elegir la manera de avanzar o replegarse, de elegir o no a sus miembros de futuro y de poner en valor sus esencias fundacionales para una renovada trayectoria. Y tan solo hace pocas semanas, la Euskadi continental y de ultrapuertos se dota, en el Estado francés, de un simple, incipiente y escasamente significativo espacio diferenciado aglutinador de un mí­nimo poder de autogobierno compartido. Poco autogobierno real, gran esperanza de contar con un ente propio por pequeño que hoy sea. En una Europa que esta misma semana se enfrenta a lo inevitable: repensar su futuro y reorganizar sus estructuras dando paso a las demandas reales de sus pueblos y naciones más allá del «consenso» burocrático y en gran medida paralizante y minimizador acomodo a los gobiernos centrales de sus Estados Miembro. Hoy, estamos antes una encrucijada no solamente fruto de una aparente globalización de intensidad, velocidad y dirección única, sino ante demandas sociales de primer orden. Demandas insertas en escenarios tecnológicos, laborales, demográficos, sociales, culturales… que no tienen respuestas únicas.

Precisamente por eso, hoy merece la pena recordar con optimismo y esperanza el acierto de un diagnóstico y una apuesta de hace cuarenta años. Entender, entonces, que Europa era la apuesta clara por la paz, la libertad, la homologación internacional y democrática y la puerta del bienestar en cuyo renovable espacio pudiéramos encontrar la confortabilidad de los pueblos y naciones que la componen y en cuyo seno Euskadi encontrarí­a la integración nacional y territorial deseada, permitió fijar un marco de referencia. No solo permití­a reiniciar un camino hacia la libre expresión democrática de unos ideales, sino que protegí­a, en el manto europeo e internacional, de nuevos golpismos militares.

Comprender que no era ni un marco inamovible, ni nuestro vértice o culmen de aspiraciones y que debí­amos hacer de «nuestra pequeñí­sima magnitud y relevancia, el protagonismo de nuestra propia historia y futuro», soñando nuestro propio (y diferente) destino, fue otro acierto nada fácil en ese momento. Asumir que aceptar un marco institucional y determinada normativa estatutaria para acceder a nuestro autogobierno originario no renunciando a derecho alguno para redefinir tu camino en todo momento, fue otro pilar esencial de ayer, de hoy y de mañana.

Entender, sin complejos, que el euskera no solamente no era una pieza de museo o de recuerdo identitario, sino, además, un vehí­culo de comunicación, aprendizaje y transformación creativa de una Sociedad viva con vocación de construir su propio futuro y establecer los instrumentos y polí­ticas necesarias para su recuperación y fortalecimiento, toda una apuesta visionaria y de éxito. De igual forma, interpretar que un mundo dominado por la economí­a de mercado no nos llevarí­a a ninguna parte de la misma forma que su contraparte de la «planificación autárquica socialista en boga» tampoco, no solamente resultó coherente con nuestros principios humanistas, solidarios y pro liberación social, además de valientes ante un entorno de ruptura que parecí­a dominado por una corriente que nos orillaba y descalificaba, sino todo un vector de cambio, tractor de toda una cadena de estrategias y polí­ticas superadoras de las graves crisis por las que hemos pasado en tan corto perí­odo.

En ese contexto general, el gran acierto de la llamada «ponencia socio económica» marcó nuestro rumbo. Alcanzamos una nueva forma de entender la «economí­a social de mercado» al servicio, precisamente, de la Sociedad. Entendimos, contra corriente, la difí­cil hibridación de lo económico y lo social, avanzando, a la vez de manera convergente; comprendimos la correlación público-privada desde el rol esencial y diferenciado que empresa, Sociedad y Gobiernos han de jugar; diseñamos aquellos factores claves que regirí­an los mundos de la salud, de la educación, de la economí­a (en especial de la industria y del sector primario) en un espacio hacia el bienestar. Principios que han acompañado los últimos cuarenta años de gobernanza y gestión de EAJ-PNV en todos los niveles de gobierno en los que sus representantes hemos tenido el privilegio de asumir responsabilidades públicas. Y, estos pilares, de apariencia simple, nos han traí­do hasta aquí­.

Hoy, con errores e insuficiencias, pero, a la vez, con suficiente satisfacción pese a la tarea inacabable (por definición), contrastamos las decisiones tomadas con los nuevos retos y desafí­os. Observamos un mundo que reivindica como claves de éxito, precisamente, valores sociales y polí­ticos rectores de la economí­a, simultaneidad de aplicación de polí­ticas económicas y sociales, «liberación» y desarrollo social y económico inclusivo, protagonismo, identidad y pertenencia como motor del cambio en las Sociedades que se resisten ante globalizaciones simplistas. Factores que hoy, diferentes Organismos internacionales señalan como las claves de un modelo que califican de éxito que se propone como referente para los próximos pasos de futuro.

Cuarenta años que, además, en un entorno de violencia, palos en las ruedas y enormes dificultades objetivas, refuerza el valor del compromiso y complicidad con un futuro propio, lo que no hace sino redoblar el esfuerzo e ilusiones.

Así­ las cosas, hoy es de justicia rendir un homenaje a los visionarios que impulsaron tan magna apuesta. Y a quienes, con ellos, forman parte de este Modelo Vasco-Modelo PNV y que lo hacen posible, dí­a a dí­a. Homenaje y reconocimiento no de despedida, sino de renovado impulso para afrontar los nuevos desafí­os.

Hoy, como ayer, el tan denostado humanismo, la descalificación genérica y simplista del Nacionalismo (por supuesto, el de los otros y no el del establishment unificador del poder dominante) y el empeño de los discursos que pretenden impedir la libre decisión y voluntad de pertenencia justificando que es momento de resolver los «problemas que preocupan e importan a la Sociedad» en materia económica y, por supuesto, global, cobran relevancia los principios que inspiraron las propuestas de Iruña.

El PNV que salí­a de la clandestinidad, propuso a la Sociedad Vasca «trabajar por la creación de una nueva Sociedad en la que serí­a posible compaginar las exigencias de un orden socialmente justo y la plena vigencia de las libertades democráticas», manifestó su aspiración a transformar las estructuras bajo presupuestos de libertad, igualdad y participación en las decisiones que nos afectan, desde principios de democracia económica, en un orden socializado y democracia global, plena, y situando la economí­a bajo el control de la Sociedad. Contemplaba y propugnaba gobiernos y polí­ticas intervencionistas, asignando al sector público el protagonismo ante el mercado a la búsqueda del beneficio social y compartido y, en definitiva, sentó las bases para la interdependencia Mercado-Sociedad-Planificación al servicio de la persona. Unas personas sobre las que las polí­ticas económicas y sociales incidieran de manera conjunta en la totalidad de los sectores o espacios que configuran sus necesidades y demandas básicas: renta, empleo, salud, vivienda, educación, cultura… y democracia. Principios y valores, directrices y marcos rectores completos, organización e identidad como combustible de un compromiso transformador, con vocación y servicio colectivo.

Esa apuesta por un nuevo modelo social, económico e institucional ha condicionado -de forma favorable- el recorrido de estos cuarenta años. Hoy, más que nunca, siguen vigentes y exigen llevarlos adelante, adecuarlos a los movimientos y cambios de cada momento. Nuevos retos y desafí­os, renovada ilusión. Agur Iruña 77.

Más allá de Informes amigables; hacia reformas imprescindibles en la Economí­a española

(Artí­culo publicado el 19 de Marzo)

El ambiente relativamente informal, de compadreo y «palmaditas en la espalda» del Secretario General de la OCDE, íngel Gurrí­a y el Ministro de Economí­a y Competitividad, Luis de Guindos, en la presentación del Informe 2017 sobre la Economí­a Española no ha hecho sino confundir a la audiencia y generar falsas expectativas y valoraciones sobre la Economí­a Española.

La supuesta «campechaní­a» reinante, seguida de la primera fase del Informe («La recuperación está en marcha, pero sigue siendo difí­cil conseguir un crecimiento más inclusivo») llevarí­a a pensar que el estado de las cosas funciona y que el gobierno español recibe un espaldarazo de su socio (y perceptor de cuentas importantes, además de «funcionarios» de lujo tipo Wert y su mujer, coincidentes en Madrid en la presentación del retrato del ex ministro y hoy Embajador de España ante la OCDE). Nada más lejos de la realidad.

Pese al cuidadoso «lenguaje diplomático y no beligerante» del Informe, resultan evidentes la insistencia en los aspectos negativos, así­ como en las tareas pendientes que ya anunciaron años atrás, un claro escenario de riesgo para una España que, además, ha de afrontar enormes retos no mencionados en el documento del citado Organismo.

Afirmar que ha de reconocerse que España ha iniciado un camino de crecimiento no es sino una constatación estadí­stica, máxime tras un periodo recesivo. Señalar, a continuación, que el crecimiento no ha ayudado, no ya a resolver, sino ni siquiera a mitigar el estado de inequidad, pobreza relativa, desempleo (no solo un 18,8% oficial en términos de paro registrado, sino de pésima calidad tanto por el tipo de contrato, condiciones salariales, cualificación y bají­sima productividad, alejado de cualquier atisbo de innovación esperable en un paí­s con aspiraciones relevantes de futuro), abandono de las polí­ticas sociales exigibles para contra restar los resultados observables, necesitado de reformas, reformas y más reformas… es a los ojos de cualquier lector objetivo, una destacada descalificación y no una felicitación entre colegas.

¿Qué dice y qué no dice el Informe?

El Informe no viene a decir nada nuevo que no hubiera sido señalado desde el inicio de la reciente crisis a partir del año 2008. Salvo el porcentaje de crecimiento del PIB, la consecuente recuperación de exportaciones y poco más, a situar en el apartado positivo, destaca la dualidad de un empleo insuficiente e inadecuado para un desarrollo inclusivo absolutamente imprescindible en toda economí­a (una tasa de desempleo que duplica la media europea, un desempleo no cualificado, pésimos, ineficientes e inadecuados Servicios Públicos de Empleo, acompañados de un elevado fracaso escolar, con una escasa alineación del empleo-formación a las necesidades de las empresas y de la nueva economí­a, poniendo de manifiesto una baja cualificación generalizada y un empobrecimiento creciente de la mano de una devaluación salarial que se ha extendido en estos años), recuerda que si bien se  ha hecho un esfuerzo en la reducción del número de Agencias y empresas públicas, no se ha profundizado en la imprescindible Reforma de la Administración y función públicas. Eso sí­, evita entrar en detalle sobre las mismas, pasa de puntillas sobre el verdadero dualismo existente: quienes tienen empleo seguro de por vida en el entorno público y quienes han de buscarlo dí­a a dí­a, a lo largo de toda su vida en «los Mercados». Evita valorar en términos de contenido y funciones o de cualificación de quienes hacen las veces de orientadores y formadores para el empleo y la necesaria transformación radical de los «nuevos INEM» transferidos a las Comunidades Autónomas con nulos o deficientes resultados (y los mismos funcionarios pre existentes en un mercado laboral distinto) y pide, como reforma, «aumentar la dotación de empleados -funcionarios- y de los recursos con que trabajan». Aboga por la «Unidad de Mercado» en lí­nea con su conocida «visión global» de la economí­a y el mundo, superada ya por una realidad que ha demostrado sus ineficiencias y desigualdades además de ignorar (aquí­ y a lo largo de todo el Informe) la existencia de un Estado Autonómico que, mejor o peor, configura el actual Estado español. Informe que no dedica un solo párrafo a señalar la diferencia territorial, las polí­ticas y estrategias diferenciales en una u otra, el desgobierno existente a lo largo de casi dos años. La corrupción no existe y, sin embargo, parecerí­a que una Reforma Fiscal (apuntando al incremento del IVA y a aquello que, de forma genérica, aporta mayor recaudación), acompañada de la supresión o limitación de ayudas públicas (que no de su control) y  de los Colegios Profesionales (en especial los de Ingenieros, Arquitectos, Contables y Abogados cuyos colegiados se califican de escasamente productivos atendiendo a sus tarifas horarias medias), incidiendo en «mejorar» la FP (precisamente la Sra. Wert, ex Secretaria de Estado de Educación en el Gobierno español, fue la flamante contratación de la OCDE para dirigir sus polí­ticas educativas coincidente con el nombramiento del ex Ministro en su actual cargo de representante ante la OCDE), y, por supuesto (conforme a la lógica de sus Informes) centrarse en polí­ticas macro o buenas palabras con recomendaciones genéricas.

Sin duda, leer el Informe desde esta otra óptica de asignaturas pendientes nos acerca más a una mala fotografí­a que, desgraciadamente, refleja mejor la realidad.

La realidad de la economí­a española exige Reformas radicales: en su modelo territorial y de diferenciado autogobierno regionalizado según sus propios tejidos económicos distintos, de sus diferentes grados de voluntad de autogobierno y confortabilidad o no con el modo de relación entre ellas en y con el Estado según las legí­timas aspiraciones de cada una; requiere afrontar de forma radical el conjunto de la función pública y el empleo asociable (polí­tico y funcionarial) lo que exige cambios en profundidad que no solamente aproveche la obligada renovación generacional y la adaptación a lo que se espera de todo gobierno en sus diferentes niveles institucionales ante las mega tendencias, cambios observables y a la eficiencia-coste de su Administración, sino a la necesidad de romper con la dualidad en la empleabilidad terminando con la privilegiada diferenciación en términos de acceso, seguridad, tipologí­a de contrato, retribución (directa y complementaria) y permanencia. Nueva gobernanza, nuevas modalidades de selección, contratación, promoción, salida de las personas al servicio de nuevas Administraciones, con objetivos y funciones muy diferentes a las demandadas en el pasado con roles distintos a los desempeñados por muchas de ellas. Es momento de hacer coincidir el discurso que desde la polí­tica y los gobiernos (Universidades públicas incluidas) se emite a la Sociedad («necesitamos profesionales con claros perfiles de internacionalización, pluri-competencia, flexibilidad ocupacional, emprendedores, digitalizados, alfabetizados en nuevos espacios tecnológicos y acostumbrados  a cambiar de empleo y profesión de manera permanente, con un elevado sentido y propensión a la movilidad…») con las nuevas administraciones y empleados públicos que exige el cambio deseable. Si consideramos un desempleo intolerable que no encuentra en inservibles Servicios de Empleo las herramientas necesarias para formar, informar y facilitar el ingreso o reincorporación a empleos dignos, parecerí­a razonable demandar una reforma radical, máxime cuando, parche tras parche, se fosilizan los instrumentos del pasado sin haber ofrecido resultados dignos de consideración. Es momento, sin duda alguna, de transitar en el espacio de las polí­ticas sociales, revisables en torno a conceptos de renta universal, salud y bienestar. Ni que decir de un renovado sistema educativo a lo largo de toda la vida, una nueva (de verdad) Universidad al servicio del futuro y no de la endogamia heredada y una polí­tica fiscal y tributaria acorde con los cambios y realidades observables y no la farsa demagógica que termina con el tranquilizante mensaje de que paguemos otros (se supone que quienes más ingresan, ahorran o invierten). De esta forma, con Tribunales Supremos y Constitucionales (previa reforma radical de los mismos) se entenderí­a, también, la obligación de la Administración Central, Congreso y Senado de cumplir con las obligaciones legales vigentes (por ejemplo, con los Estatutos de Autonomí­a). Sin duda es una Agenda inmensurable. Pero es el recetario que la realidad impone.

Sin embargo, lejos de reclamar con Autoridad y vehemencia las verdaderas reformas radicales que sugieren, las más de las veces, de manera tí­mida y discreta, el mencionado Informe pone de relieve (sin escribirlo, por supuesto) que mientras los funcionarios de estos Organismos Internacionales sean nombrados por cuotas graciables a repartir entre los partidos «de Estado» y sus gobiernos centrales, los Informes no verán otra España que vaya más allá de Madrid (Barrio de Salamanca y Castellana-Ministerios). Baste mencionar que los únicos datos de referencia sobre instrumentos de promoción empresarial, innovación y desarrollo tecnológico son CDTI, ICO y ENISA (menos mal que recomienda reformarlos). Serí­a oportuno sugerir una pequeña recomendación general: conocer la configuración polí­tica, económica, social y territorial de España y su distribución competencial y acudir a fuentes algo más significativas y representativas de la realidad. Serí­a el punto de partida imprescindible para analizar «el estado del arte de la economí­a española».

Quizás de esta manera encontrarí­amos razonables, aplicables y aceptables las recomendaciones de Organismos como la OCDE. Seguramente no habrí­a demasiadas «palmaditas» en las ruedas de prensa, pero avanzarí­amos hacia un futuro deseable y posible. Pondrí­amos en valor las muchas aportaciones que, también, conllevan.

Desgraciadamente, el mencionado Informe no permite ni afirmar una verdadera y positiva salida de la crisis, ni confiar en que estos años de enormes dificultades hayan servido para abordar las verdaderas transformaciones radicales que la profunda crisis ha señalado. España, como Europa, han desaprovechado un perí­odo de cambios imprescindibles. Ni han fijado una visión o aspiración de futuro que haga atractivo el compromiso de sus ciudadanos y agentes económicos y sociales, ni han sentado las bases para las reformas esenciales (gobernanza, modelo de crecimiento y desarrollo, viabilidad del ansiado Estado de Bienestar, Competitividad y Productividad…), ni han culminado su revisión de un sistema financiero, una Administración Pública, una nueva reformulación del Estado y las naciones y regiones que hoy lo componen, ni han ejercitado la necesaria «devolución» competencial y de recursos que tanto las realidades y demandas económicas como polí­ticas (y legales) aconsejan.

Reformas y más reformas como indica el mencionado Informe, pero hacia un objetivo ní­tido, compartible y deseado.

Confiemos en que la inevitabilidad diplomática y de consenso que impera en los Organismos Internacionales no oculten la esencia de sus análisis y permita profundizar en las dificultades y asignaturas pendientes. No se trata de «flagelarnos» ante la adversidad, sino de apostar, desde el realismo, por hacer de los problemas las fuentes de las soluciones. Se trata de un enorme desafí­o que no permite alocadas improvisaciones, ni mesiánicas promesas. Por el contrario, exige mucha dedicación, responsabilidad, compromiso y riesgo.

Afrontar nuestro futuro: el sabor amargo de noticias positivas

(Artí­culo publicado el 5 de Marzo)

La semana nos ha traí­do un par de noticias positivas a la vez que agridulces, interrelacionadas mucho más de lo que pudiera parecer a primera vista, vinculadas con nuestro futuro y bienestar. El anunciado «Acuerdo Polí­tico y Técnico para el acceso de la alta velocidad ferroviaria a las capitales vascas» y la «destacada posición del Paí­s Vasco entre las regiones más competitivas de Europa y a la cabeza del Estado español».

Sin duda alguna, las noticias anteriores son positivas en sí­ mismas y parecerí­an una invitación a la alegrí­a y satisfacción. Vayamos por partes. El que una infraestructura considerada estratégica para nuestro Paí­s (al igual que para Europa y España) vaya adelante es de gran importancia. Desgraciadamente, si recordamos que el «Acuerdo Interinstitucional» para su construcción, calificado como la primera interconexión transeuropea, data de 1987, que no solamente se acordó su realización, sino la modalidad colaborativa, co-financiación ví­a Cupo y el compromiso polí­tico, de conectividad, dotación de un modo vanguardista (entonces) de transporte, una apuesta por la reactivación y desarrollo económico y regional, soportado en un compromiso  económico-financiero, así­ como su impulso regenerador urbaní­stico y de la Ordenación del Territorio, y que hoy, 30 años después, sea objeto de un «nuevo Acuerdo, ejemplo de cooperación y compromiso del Gobierno Central con el Gobierno Vasco», (que en las desafortunadas palabras del Ministro español, Iñigo de la Serna, «es un simple pistoletazo administrativo de salida»), además de no venir acompañado ni de un cronograma, que emita señales subliminales de su ejecución no antes del 2023 para culminar tan «estratégico» proyecto, no puede sino generar enorme decepción unida a una incertidumbre tal que empieza por no contar con presupuestos reales asignados y garantizados, ni con apuesta alguna por acelerar su ejecución, ni proyecta voluntad alguna de generación de empleo, ni nuevas fuentes de innovación y revitalización de nuestro desarrollo, en un momento en el que estamos tan necesitados de proyectos de futuro con impacto visible hoy. En el mejor de los casos, la buena noticia se producirá nada más y nada menos que 40 años después de su lanzamiento. Desgraciadamente, resulta decepcionante comprobar cómo lo que se comprometió, se calificó y califica de estratégico -entonces y hoy- (sobre todo para Europa y Para España) se ha utilizado como instrumento unilateral de castigo, o de negociación condicionada a las necesidades temporales del partido de turno en el gobierno español.

De esta forma, en el mejor de los casos, nos situaremos a la cola de quienes acceden a un ferrocarril moderno, de altas prestaciones. Si, además, Navarra queda orillada e inconexa, el asunto se agrava como veremos más tarde, más allá de la voluntad «nacionalista vasca» que algunos mantenemos.

Y aquí­ enlazo con la segunda noticia agridulce: el índice de Competitividad Regional Europeo publicado esta semana por la Unión Europea.

Por tercera vez en su historia, la UE publica un índice Regional de Competitividad que pretende trasladar los habituales y conocidos Informes de Competitividad Global que a nivel estatal «nacional» elabora, publica e impulsa el Foro Económico Mundial. Afortunadamente, cada vez son más los esfuerzos por llevar a los ámbitos no estatales, regionales y de ciudades, el verdadero espacio de concreción de la Competitividad. Sin embargo, sus limitaciones son aún enormes empezando por la escasa y no homogénea estadí­stica disponible, la variabilidad del espí­ritu que rodea a las encuestas cualitativas y de opinión empleadas en la configuración de indicadores y resultados, la excesiva variedad y dispersión de fuentes empleadas y la propia dificultad en las definiciones esenciales del Informe: desde lo que ha de entenderse por la «Competitividad de una Región» (cuestionable definición del Informe: «La Competitividad Regional es la habilidad de una región para ofrecer y atraer un entorno sostenible para las empresas y sus residentes para venir y trabajar»), la diferencia de las NUTS (las entidades territoriales y regionales que sirven de base para la delimitación de las 263 regiones europeas que compara), la cualificación funcional o polí­tica o dimensional que han de cubrir para su agrupación y, por supuesto, los diferentes indicadores que utilizan.

Así­, la satisfacción de observar que el Paí­s Vasco está en el Grupo de Cabecera y es la primera del Estado (ligeramente por detrás de Madrid, si bien el propio Informe «excluye» de la consideración relevante a las regiones-capital estatales por razones diversas que distorsionan su comparación, pese a aplicar todo el modelo y concluir que «el Gran Londres» serí­a la número uno, precisamente en pleno BREXIT) situándonos por encima de la media Europea y en el pelotón de cabeza, se ve empañada no ya por el lugar que ocupamos en el total europeo (nada menos que la 119 de 263), sino al observar su débil puntuación en algunos de los pilares que componen los once bloques  o pilares de la competitividad para los 74 indicadores utilizados. Si bien el tema no va de rankings, conviene repasar algunos de los indicadores y constatar elementos que no parecen dejarnos excesivamente bien situados si la comparación la hacemos respecto de los lí­deres europeos. Empecemos destacando nuestra estupenda puntuación en materia de Salud (12 de 263) y Educación Superior y permanente o continua (30 de 263), si bien ambas se ven minimizadas por su «aplicación» en cuanto a factores clave para la eficiencia y la innovación, espacios de futuro a lo que se supone han de evolucionar las regiones una vez superada la dotación correspondiente a la «Dimensión Básica» exigible a toda la región europea con aspiraciones relevantes. (En todo caso, viene bien constatar la extraordinaria valoración de los logros obtenidos en tan relevantes áreas en las que nuestro Paí­s se ha volcado a lo largo del tiempo en beneficio de nuestras empresas, Instituciones y ciudadanos). Pero dicho esto, conviene mirar hacia dentro del modelo y observar aquellos elementos que nos penalizan. Entre ellos sobresalen aquellos indicadores que, dadas las dificultades del estudio, incorporan datos estatales y no regionales. Así­, la Estabilidad Macroeconómica se supone que es igual para todas las regiones de un mismo Estado y se nos aplica la puntuación de España, a la cola europea (24 de 28), las infraestructuras (189 de 263) debido, sobre todo, a que en su medición tienen el máximo peso los aeropuertos internacionales y sus conexiones intercontinentales y el número de kilómetros de ferrocarril de Alta Velocidad. De igual forma, la eficiencia del Mercado Laboral (alto nivel de desempleo, movilidad, adecuación formación-empleabilidad, y la, en este caso, nula calidad de los servicios públicos de empleo, fondos de formación continua…) y la Educación básica (medida conforme a PISA, fracaso escolar y otros apartados, también, aplicados con carácter general y no diferenciada atendiendo a la valoración del Estado). Es decir, un hí­brido en el que en aquellas «funciones» del Gobierno Central y del «Modelo Marca España» hipotecan un futuro diferenciado. Una vez más, recordemos aquí­ que las demandas de autogobierno (en versión light) no son cuestión de reclamos secesionistas que «poco tienen que ver con la preocupación real de la gente» que dirí­an polí­ticos, tertulianos y comunicadores pro centralismo y unidades mal entendidas.

Así­, cabe insistir en la relevancia estratégica de nuestra «Y vasca» y, por supuesto, de la capacidad y ejercicio de autogobierno al servicio de aspiraciones y estrategias propias. Adicionalmente, al mencionar con anterioridad a Navarra, conviene señalar que en la «definición conceptual de regiones» empleada en el índice mencionado, se limitan tamaño de mercado, eficiencia laboral, satisfacción empresarial y capacidad innovadora por la no integración en «áreas funcionales mayores», por lo que el no desarrollo compartido, natural, Paí­s Vasco + Navarra, impide una eficiencia mayor en un nuevo espacio de bienestar y competitividad desde clusters lógicos (Salud, Bio-Ciencias, Educación, Automoción, Energí­a, Alimentación, Turismo, Energí­a, Industria 4.0) y la conectividad e Infraestructura en beneficio propio. Por no citar nuestra otra vecindad del otro lado del Pirineo. De esta forma nuestras comunidades Forales se ven penalizadas ante su falta de «integrabilidad vecina», demandada por cualquier ecosistema socio económico que se precie.

Por tanto, tras destacar el valioso esfuerzo y acierto de nuestros Alcaldes y Gobierno impulsando infraestructuras estratégicas, más allá del reconocimiento debido, hemos de poner el acento en nuevos pasos. Máxime si leemos en estos mismos dí­as un nuevo Informe del Mckinsey Global Institute dedicado a las Infraestructuras en el que se aborda una nueva revolución productiva reinventando la industria de la construcción, mitigando gaps en las principales infraestructuras, promoviendo el desarrollo territorial e imaginando un futuro digital (4.0) implantado en este mundo motor del empleo, la conectividad, el desarrollo económico y el bienestar.

La Y vasca, su conexión transeuropea y con España y Portugal, la reconfiguración de una nueva Euskal Hiria-Ciudad Vasca integradora de los diferente territorios, los nuevos espacios de valor tanto en las capitales como en otras poblaciones relevantes en el proyecto, la capacidad generadora de empleo y de nuevas oportunidades de actividad económica, la regeneración urbana y espacios públicos que aporta, la mejora ambiental sostenible, la reducción de la contaminación, los ahorros en energí­a y todo tipo de costes asociables al transporte, el ahorro de tiempo (utilizable también para la tan generalizada demanda de vida, ocio y conciliación familiar) no es un simple proyecto o una infraestructura meramente fí­sica. Más allá de sus funcionalidades especí­ficas, supone un profundo espacio de oportunidad y bienestar.

Nos ha costado mucho llegar hasta aquí­. Necesitamos redoblar esfuerzos tras los muchos pasos pendientes.

Quedémonos con lo positivo de las noticias comentadas y redoblemos esfuerzos para superar las penalizaciones y debilidades que suponen su parte amarga. Como siempre, trabajemos hacia el dulce sabor de un futuro propio y mejor. Está a nuestro alcance.

Euskadi y la reflexión europea del Informe Juncker

El «White Paper» del Presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, proponiendo un abierto proceso de análisis y debate Pan Europeo en relación con el futuro de la Unión Europea, plantea tanto un desafí­o, como un gran reto para Euskadi.

Si bien, en primera instancia, se dirige a los gobiernos de los Estados Miembro (27) que conforman el Consejo Europeo, el debate va más allá e implica de manera relevante a naciones y regiones (además de ciudadanos) europeas que pretendemos un rol protagonista en el diseño de nuestro futuro y destino. En este sentido, el largo camino que pretende recorrer tanto para las próximas elecciones al Parlamento Europeo (2019), como para una reconstrucción, desconexión o mantenimiento del status quo, según se mire o decida, hacia 2025, aconsejarí­a un proceso paralelo en Euskadi.

Adicionalmente, ofrece un análisis de partida que invita a la reflexión sobre los desafí­os reales a los que ha de enfrentarse Europa en cualquiera de los escenarios que se elijan (condicionamiento de un estado de paz y minimización de conflictos, pérdida de relevancia mundial en términos de población y peso relativo en el PIB, envejecimiento, un rol aislado en defensa y seguridad, educación y empleo desequilibrados, pérdida de liderazgo cientí­fico-innovador, pérdida de peso del euro en el concierto internacional de moneda…) a la vez que pone de manifiesto el débil funcionamiento actual (y progresivamente cada vez mayor) de los mecanismos de decisión europeos en un creciente desapego de la población en manos de las decisiones de los gobiernos de los Estados Miembro en un claro desequilibrio entre lo que se pide a Europa que haga y la medida en que cada uno de ellos se compromete en su logro.

Se acepte o no, España está en plena encrucijada, con un evidente cuestionamiento de su modelo autonómico, cuya máxima visibilidad exterior es el «procés Catalí «. Y, no es ajeno, como es evidente, a la propia deriva europea. Inmersos en estos momentos como estamos en un largo proceso que desde el Parlamento Vasco se pretende -con el obstáculo permanente del centralismo de destino único-  abordar la búsqueda de un nuevo estatus polí­tico (fundamentalmente en/desde España) que contempla una foto más o menos fija de la Europa de la que con mayor o menor intensidad decimos querer incorporar en nuestro modelo, no vendrí­a mal realizar nuestra propia reflexión que bien podrí­a «ordenarse» desde el propio Parlamento.

Sugiero un par de caminos a recorrer que, en todo caso, serí­an convergentes:

1. La Europa que queremos, siguiendo el documento Juncker de los cinco escenarios (Estadio actual o espí­ritu de Bratislava sin introducir cambio alguno a la espera de soluciones espontáneas, reconducir la Unión Europea hacia el Mercado único original con libertad de movimientos en bienes, servicios y hasta cierto punto de capitales pero olvidando el de las personas, una Europa a «n» velocidades con una cierta intención de direccionamiento concéntrico, una cierta federalización soportada en un reacondicionamiento competencial entre diferentes niveles institucionales de gobernanza descentralizada, o el que algunos bruselenses llaman el modelo Verhofstadt que abandera el grupo parlamentario ALDE hacia una federación o confederación con todos los Estados Miembro y sus regiones diversas), para preguntarnos qué rol queremos asignar a Euskadi en cada uno de ellos y optar por aquel preferible, cara a definir nuestra estrategia y posicionamiento polí­tico.

2. La Euskadi de futuro como refuerzo metodológico al trabajo de la Ponencia del Autogobierno. Nuestros escenarios, siguiendo la ruta y metodologí­a del mencionado documento europeo, serí­an:

– Mantenernos como estamos «peleando» de forma permanente en el impulso y desarrollo del Estatuto de Autonomí­a de Gernika y Concierto Económico, competencia a competencia, negociación a negociación e intentando mejorar dí­a a dí­a desde la unilateralidad dominante que, casi cuarenta años después de su aprobación, sigue sin cumplirse en su totalidad, sometido, además, a una recentralización y desnaturalización permanente a voluntad del gobierno central de turno.

– Reordenación competencial (Madrid, Gobierno Vasco, Diputaciones Forales y Municipios) bajo principios de eficiencia, eficacia, normativa competencial e instrumentos de gestión adecuados al espacio previsto para cada nivel Institucional, con la correspondiente revisión de su financiación.

– Una vuelta al origen de un Estado Autonómico «federal» (igual para cada Comunidad Autónoma) de espí­ritu (Descentralización Administrativa) avanzando todos a la misma velocidad homogeneizadora de una España íšnica (minando el hecho diferencial vasco recogido en la propia Constitución vigente).

– Hacia un Estado Confederal «de naciones y regiones», a «n» velocidades y espacios concéntricos dentro del marco del «Nuevo Estado español», formado por Euskadi, Catalunya + X» y/o España Resto» (posiblemente, en su momento, Andalucí­a y Galicia).

– Hacia la Independencia, ni más ni menos que con el estatus «interdependiente» que pudiera corresponder a cualquiera de los 27 Estados Miembro de la Unión Europea.

Realizar este doble ejercicio serí­a, en todo caso, enormemente esclarecedor. Definir y «simular» consecuencias reales de cada uno de los escenarios, permitirí­a la correcta información facilitadora del libre ejercicio del derecho a decidir. Aprovecharí­amos así­, la sinergia de un doble pronunciamiento democrático: ¿Qué Europa queremos los vascos, de larga trayectoria histórica pro-Europeí­sta, fundadores de la hoy UE desde los ya «antiguos» nuevos equipos demo-cristianos que alumbraron la CEE y su posterior evolución hasta nuestros dí­as?, y, en segundo lugar, ¿Qué queremos cuando hablamos de ejercer el derecho a decidir para generar «un nuevo estatus polí­tico»?

Sin duda no solamente una gran oportunidad, sino, sobre todo, me atrevo a decir que una obligación de nuestros legisladores y gobernantes. Qué mejor que el Parlamento y Gobierno Vasco para introducir esta nueva variable (la nueva Europa deseable) en el proceso. Un proceso que se sirva de aportaciones de los múltiples centros y espacios de pensamiento, opinión, investigación públicos y privados, de la Sociedad Civil, de los partidos polí­ticos y de la contribución ciudadana.

Visto así­, sin duda, Bienvenido el incómodo, a la vez que necesario e inevitable, Documento Juncker.

Nóos, Corrupción y Desarrollo Económico

(Artí­culo publicado el 19 de Febrero)

Al parecer, la noticia de la semana. Que años después del inicio de un largo proceso judicial, polí­tico y mediático, «descubierto» por casualidad investigando el llamado «Palma Arena» demostrado como fechorí­a de la «administración modelo» que presenciaba el Presidente del Gobierno Español, Mariano Rajoy, la comunicación de la sentencia parecerí­a llegar a su fin.

En el camino, al margen de la sentencia definitiva, la evidencia de una justicia lenta, mediatizada, no independiente y múltiples episodios e interferencias ensanchando la sombra de una larguí­sima corrupción organizada. En este caso, desde las más altas instancias del Reino de España, gobiernos, empresas afines y personajes variopintos. Nóos no es un caso aislado. España está teñida (manchada) de una larga cadena de chapuzas que no pueden considerarse «iniciativas aisladas» sino, por el contrario, una cultura y práctica ampliamente extendida. A la herencia franquista consolidada en la transición y que perdura con nuevas formas, nombres y apellidos similares y «nuevos jugadores acompañantes del negro y sucio juego», se añade la persistente tolerancia que se traduce en excusar a una Casa Real, votar a un Presidente presente en todo el periodo de sospecha y condenas y un largo etcétera que parecerí­a imparable.

En paralelo (o en relación con…), América Latina se ve infectada de Sur a Norte por el fenómeno Odebrecht, con una mancha extendible de este emporio brasileño de la infraestructura y la construcción que parece haber contaminado todo tipo de paí­ses, gobiernos, empresas y medios de comunicación. No es sorprendente, por tanto, que en una conversación con un buen amigo empresario mexicano hace unos dí­as me dijera: «Pensábamos que la corrupción era un modelo cultural autóctono, pero hemos comprobado que nos llegó en barco en 1492 con el descubrimiento de América».

Pues bien, si el fenómeno corrupto es absolutamente rechazable desde todo punto de vista moral, ético y penal, no lo es menos desde la óptica de su impacto en el desarrollo económico y bienestar de paí­ses y sociedades.

Datos aparte, en un reciente informe sobre prospectiva y proyección de crecimiento y desarrollo económico con estimaciones a 2030 y 2050 (PwC: «The long view. How will the global economic order change by 2050″. «En qué medida cambiará el orden económico para 2050″), en el que además de comprobar, una vez más, el cambio en el ranking de las economí­as mundiales atendiendo al tamaño de su PIB y observar cómo, salvo China que conservará su primera posición, el resto de las 32 economí­as más grandes (con el 85% de la riqueza global acumulada), cambiarán posiciones y el «nuevo G-7″ se convertirá en un nuevo bloque de paí­ses emergentes (Indonesia, México, India, Brasil, Rusia junto con China y un Estados Unidos perdiendo posiciones). Solamente Alemania y el Reino Unido (considerando su configuración actual) aparecerí­an entre los doce primeros puestos. (La «España» de hoy, por ejemplo, pasarí­a del lugar 16 al 26). Pero más allá del ranking, es de destacar que el profundizar en el análisis y preguntarse qué riesgos harí­an imposible el «éxito o mantenimiento» de un crecimiento y desarrollo positivo, a los factores propios de la innovación, la educación adecuada al propósito y modelo de desarrollo, a la inclusividad de su crecimiento, la bondad de su gobernanza e institucionalización y a su capacidad de interacción con las economí­as mundiales y las diferentes cadenas de valor añadido, surge, como elemento esencial, la «erradicación de la corrupción».

La corrupción no es solamente una carga mortí­fera para la ética, para la moral, o para la libre competencia, la confianza y credibilidad y apoyo democráticos y de gobernanza, o a estí­mulos o aceptación de las responsabilidades fiscales y los diferentes sistemas impositivos y tributarios o alta esencia de la cohesión e inclusión social. Influye, también, en la capacidad de inversión y generación de capital humano y fí­sico, en el movimiento de la inversión interna y extranjera y, por supuesto, en la necesaria lucha contra la «economí­a ilí­cita», tan extendida a lo largo del mundo.

Resulta evidente, tal y como recoge, también, el mencionado Informe prospectivo cómo todo Paí­s y Gobierno, con independencia de su posición en el «ranking», se enfrenta, de una u otra manera, a una serie de retos generales que han de adecuarse a su propia realidad de partida y propósito de futuro. Destaca, por supuesto, la necesidad de los gobiernos en diseñar polí­ticas «amigables y eficientes» para la generación de contextos competitivos completos, facilitadores de la atracción de personas, talento, negocios e inversiones; su capacidad de integrarse en las vanguardias del conocimiento y del comercio internacional, abriendo sus mercados a libres movimientos de trabajo, capital, bienes, servicios y personas; a mitigar las desigualdades y asegurar el reparto justo y equitativo de beneficios para todos y compartiendo el valor con toda la sociedad. Por no añadir el necesario éxito en su particular lucha contra el cambio climático, la insostenibilidad del medio ambiente y la reinvención de sociedades adecuadas a un inevitable envejecimiento.

Acometer estos retos exige Instituciones fuertes, creí­bles, fiables, capaces de abordar las reformas y polí­ticas necesarias, compartidas, que la sociedad haga suyas, en procesos abiertos, trasparentes, democráticos, de largo plazo. ¿Cómo podemos hacerlo sin el concurso de gobiernos, sociedades, personas comprometidas con culturas «limpias», no tolerantes a cualquier tipo de corrupción, en democracias reales, sistemas de justicia independientes y capaces?

Podemos diseñar polí­ticas y modelos económicos de negocio potentes y de éxito, podremos contar con los mejores sistemas educativos y podremos alcanzar la riqueza y la abundancia, pero si vienen contaminados de una lacra de corrupción, suficientemente extendida, hipotecarí­amos cualquier opción de futuro.

Hoy es Nóos, es Gí¼rtel, es Odebrecht más X paí­ses (México, Perú, Panamá…) tras este conglomerado brasileño de «negocios», poniendo en jaque a múltiples paí­ses y gobiernos, otrora triunfantes por el éxito de sus logros inversores, planes de infraestructura y atracción de inversión extranjera. Paí­s a paí­s, incluido España. ¿Mañana?

Más allá de un caso y de una sentencia, desgraciadamente, parecerí­a una extensa mancha sistémica. Empecemos por resaltar una simple constatación: «…también en el éxito polí­tico y empresarial, así­ como en la vida personal, la ética Sí importa y, finalmente, marca la diferencia».

En esta lí­nea, un buen avance a generalizar a la totalidad del mundo de los negocios y, por supuesto, en relación con la cada vez mayor y más necesaria interacción público-privada, es una de las diez claves que la reciente Cumbre de Davos del World Economic Forum formalizó en el seno de su Consejo Empresarial. La llamada Declaración para un liderazgo responsable, en el marco de una hoja de Ruta para un desarrollo sostenible de largo plazo. Dicha Declaración es parte de su compromiso con un cada vez mejor Gobierno Corporativo. La Declaración fue inicialmente suscrita por 280 Presidentes y Consejeros Delegados de empresas de primer nivel internacional y recoge dos apartados significativos: El primero, de principios rectores del rol de las empresas para alinear sus objetivos a las demandas sociales, con vocación de largo plazo apostando por la prosperidad global sostenible y no por beneficios financieros de corto plazo y una profunda interacción con todos sus stakeholders (Grupos de interés: gobiernos, trabajadores, sociedad, comunidad, proveedores, inversores, accionistas…) desde la transparencia, colaboración y participación real. El segundo, su compromiso individual como lí­deres empresariales para influir en sus Consejos y í“rganos de Gobierno y Administración en el interés y logro de los objetivos y principios recogidos en el punto primero, promover la revisión actualizada de su Gobierno Corporativo con miras al mejor servicio a la sociedad generando valor, credibilidad y confianza, y actuar dentro del escrupuloso respeto a la legalidad, a la ética y buenas prácticas evitando cualquier «atajo» desde la corrupción o prácticas ilegales o para-legales.

Sin duda, prever lo que pase en 2050 resulta poco menos que imposible, pero, decidir lo que queremos lograr y cómo hacerlo, es cuestión de la voluntad y compromiso de todos y cada uno de nosotros.