El cierre de año me ha permitido participar de una serie de acontecimientos, conversaciones, anécdotas y eventos en relación con la competitividad y la estrategia, permitiendo vivir ese trinomio permanente que ambos conceptos conforman en la Sociedad y al servicio de ésta.
Así, hace unos días disfrutaba, en Boston, del workshop anual que el profesor Michael Porter ofrece a los profesores y consultores de su red MOC ( Microeconomics of competitveness) en el Instituto de estrategia y competitividad de la Universidad de Harvard. Foro privilegiado en el que representantes de cerca de 60 universidades nos damos cita para reforzar nuestros conceptos, intercambiar experiencias e incorporar nuevas ideas al proceso de aprendizaje, formación y difusión. En este marco excepcional ha brillado por su oportunidad la nueva línea de trabajo en relación con la Estrategia y Sociedad, pretendiendo ir más allá de los conceptos ( un tanto publicitarios) de los compromisos de las empresas con la llamada responsabilidad corporativa, las más de las veces ,cuestionado respecto de su alineación con la estrategia empresarial. En esta línea, el intento de ofrecer coherencia entre la estrategia única de la empresa, su cadena de valor (o mejor dicho, sucesión de distintas constelaciones de cadenas de valor) deslocalizada a lo largo del mundo dando lugar a diferentes modelos de negocio y su referencia ala totalidad del «diamante competitivo» en el seno de las estrategias territoriales y de País, hacen que el concepto cobre una fuerza extraordinaria. Hoy ha dejado de ser un apéndice desde » recursos humanos» para incardinarse de lleno en el corazón de la estrategia. Una nueva línea de pensamiento que viene a unirse a los planteamientos de un C.K. Prahalad con su «Fondo de la Pirámide»,por ejemplo, insistiendo en la redefinición de productos y servicios adecuados a diferentes mercados potenciales e inclusivos de quienes hoy viven al margen del desarrollo. De esta forma, esta riqueza de ideas y escuelas están ya presentes en todo centro académico de relevancia y en la agenda de las principales empresas y gobiernos, abriendo un espacio de esperanza y generando una amplia fuente de innovación.
Con este enfoque como trasfondo del amplio trabajo realizado en los últimos años, con ocasión de los actos conmemorativos del L Aniversario de la ESTE ( Universidad de Deusto), recordando a los jesuitas fundadores de la primera «Business School » en el Estado, como «centro para el emprendizaje administrativo y empresarial de la clase modesta guipuzcoana»,recordábamos la preocupación con que el padre Jesús Mari Eguiluz, desde la Fundación Deusto, asistía al acto constitutivo, meses atrás del Instituto de Competitividad, con sede en la citada Universidad en el campus de Donostia-San Sebastián, se preguntaba si la apuesta por la competitividad en un mundo como el actual no suponía una exclusión de la conciencia y responsabilidad sociales entrando en un terreno excesivamente competidor y alejado de principios humanistas. Entonces, como ahora, pudimos profundizar en el contenido real de la competitividad, más allá de etiquetas y malas traducciones, cuyos atributos irrenunciables pasan por la integración de contenidos y políticas económicas y sociales, por la búsqueda última del bienestar permanente de la sociedad en que se desarrolla. Hoy, también, y con más fuerza que nunca, el mundo de la competitividad (cara de la innovación) avanza en una línea progresiva hacia el carácter comprehensivo de sus contenidos y retos.
En este sentido y siguiendo con el marco de referencia, cuando hace unos días asistíamos al acto de clausura y entrega de diplomas de una veintena de profesionales que han superado – con exigente esfuerzo- el curso MOC en Bilbao ( ya mas de 200 profesionales con experiencia-y una media de edad de 38 años, por ej-),no podíamos ocultar la enorme satisfacción de comprobar como tan significativo grupo desarrolla ya estas ideas y conceptos en su quehacer diario, en el seno de las empresas, los Gobiernos, las entidades para la colaboración ,etc., viviendo la competitividad al servicio de la Sociedad. Sin duda, un pequeño grano positivo que va impulsando, más allá de las modas, un amplio compromiso de valor.
Entender los conceptos, conocer su práctica y vivirlo ,hará , sin duda, una economía claramente mejor. El reto es enorme, las piezas en marcha, esperanzadoras.