Reflexiones y experiencias de transformación innovadora. ¿Aprendiendo de/con caminos parecidos?

(Artículo publicado el 18 de Mayo)

Una práctica habitual de “aprendizaje innovador” entre diferentes gobiernos, organizaciones académicas, empresas líderes, a lo largo del mundo, es la de recurrir a los llamados “viajes de conocimiento y contraste”, eligiendo una ciudad o país que entienden pueda aportar referencias vivas, reales, de transformación innovadora y éxito, fruto de sus decisiones estratégicas, políticas o modelos de cambios seguidos. Experiencias que no pretendan copiar o replicar, sino reflexionar, analizar elementos clave de potencial adaptación a su realidad, y colaboración, en su caso, para sus propios caminos a seguir.

En este marco, el otoño pasado, nos visitaba en Euskadi un amplio grupo de altos directivos de la B-BUG (Institución que agrupa 120 organizaciones, propicia la formación continua de sus directivos y aborda las estrategias de transformación de su región-país), de largo recorrido y extraordinario reconocimiento en Baden-Wurtemberg, Lander líder en el desarrollo industrial, económico y social alemán. Fui invitado como ponente para explicar lo que ellos habían identificado como “el milagro vasco”, por su rápida y profunda transformación industrial, “reurbanización inteligente” e “innovación institucional” y “modelo de colaboración público-privada”. A petición suya, expuse mi conferencia: “Economic, Industrial and Social transformation” en el contexto de la “estrategia país” desde el desarrollo trazado en los años 80 accediendo a nuestro autogobierno en plena sumatoria de crisis (política, económica, energética, financiera y social) y su amplio, continuo y progresivo despliegue hasta nuestros días. Considerado como un proceso exitoso, preguntaban por los siguientes pasos: ¿Ahora qué?

Preocupados por el ya entonces escenario  multi crisis que vivíamos (agravado por los últimos acontecimientos globales: Ucrania y sus consecuencias además de una inflación y declive en el crecimiento económico de su País, con una profunda preocupación y confrontación social por los fenómenos migratorios), la incertidumbre ante las apuestas estratégicas europeas (Draghi, Letta…) y, en su caso, ante unas, entonces, próximas elecciones (regionales y estatales en Baden-Wurtemberg y Alemania) en un caótico y desalentador gobierno de permanente confrontación entre los partidos que conformaban la coalición, el grave estancamiento económico que ya mostraba graves luces rojas y el creciente desencanto social con una más que anunciada presencia significativa de la “nueva extrema derecha alemana”. ¿En qué medida, Euskadi, ha de retocar su estrategia? ¿Hacia dónde habría Alemania de modificar la suya?

Esta semana, uno de los directivos presentes en esa sesión me remitía el enlace a un libro de reciente publicación, ampliamente difundido por la revista F&D del Fondo Monetario Internacional. “KAPUT: The end of the German miracle” (KAPUT: el final del milagro alemán) de Wolfgang Münchau. El libro, atendiendo a su autor, destaca “los errores y falta de respuesta que a lo largo de 30 años han caracterizado el comportamiento y políticas de esa Alemania líder y tractora europea, hasta su estancamiento, declive y cúmulo de barreras que lastran las posibles fuentes de recuperación y desarrollo”. Así, da por hecho que el éxito y milagro alemán de antaño no era sino un espejismo debido a decisiones, políticas y comportamientos erróneos con los resultados actuales previstos: fijación excesiva en la producción y manufactura (en especial, según él, en el automóvil con combustible fósil); dependencia de una energía importada de Rusia; excesivo peso de las exportaciones (sobre todo a China) y no en el consumo local; escasez de mano de obra cualificada adaptada a los nuevos requisitos de la tecnología y la “nueva economía”; excesiva carga burocrática; lentitud en los procesos de digitalización; un sistema financiero “parroquial” y excesivamente localista y de escasa dimensión; raquíticos planes de inversión pública en infraestructura; rígidas políticas fiscales y una inadecuada interacción entre política, sindicalismo, gobiernos, corporaciones empresariales, entidades mercantilistas-financieras, apostando por “sectores pesados” dirigidos por la variable “empleo” y una actitud colectiva cada vez más confortable con aversión a transitar las nuevas trasformaciones que parecían inevitables.

Como en tantos casos, a lo largo del tiempo y del mundo, parecería que en un momento determinado (siempre a posteriori), nos enredamos en círculos exitosos perversos. Todo aquello que entendíamos razonable y esencial para avanzar y lograr una mejor sociedad, un país o modelo competitivo, inclusivo y próspero, se “convierte” en obstáculo o error para alcanzar el futuro deseado. ¿Es que ya no supone un elemento competitivo y diferencial contar con un tejido económico productivo?, ¿es que las ventajas de un sistema de empleo formal, promover la dignidad del trabajo, los mecanismos colaborativos empresa-sociedad, la internacionalización de tu economía, la fortaleza de gobiernos, los capitales humanos, institucional y social, la fortaleza diferencial de las redes ciencia, investigación, tecnología o la revalorización académica de alto nivel al servicio de necesidades y demandas sociales generadoras de impacto en la Comunidad han dejado de ser una base diferencial de máximo valor añadido? Por supuesto que esto no es así. Lo que sí resulta diferencial, es una verdadera base para un estado de competitividad, riqueza y bienestar, lo que exige, de forma permanente e inacabable, “revisitarlo de forma adecuada” a lo largo del tiempo. No se trata de poner etiquetas, ni de copiarlas y replicarlas sin distinción a lo largo del mundo, sino penetrar en su propio sentido y contexto para construir una verdadera propuesta de valor como país. ¿Han desaparecido los valores y fortalezas de una Alemania del “milagro” económico, de la integración única de dos mundos (Occidente-Este), de una reconfiguración de la difícil Europa de postguerra, de múltiples transiciones productivas, tecnológicas, del conjunto de modelos de negocio y valor de las empresas, de un modelo de bienestar y de gobernanza especialmente valorado, y han de despreciarse y abandonarse los principios inspiradores de una economía social que ha reconfigurado, desde el humanismo y el progreso social, subsidiario, un desarrollo y bienestar no visto en ninguna otra fase de nuestra historia?

Coincidiendo con este libro, esta misma semana, nos encontramos con un par de elementos de sumo interés que vienen a cuento con lo narrado hasta aquí: Alemania y Europa en un desafío mundial cambiante y enormemente demandante. Por un lado, en una interesante entrevista, en el diario ZEIT alemán, a la presidente de la Comisión Europea, la alemana Ursula von der Leyen (“We have no bros and no oligarchs”. “No tenemos ni hermanos ni oligarcas”), explica su visión ante el caos desencadenado en un nuevo mundo de aranceles, un nuevo concepto de la reforma y seguridad, el nuevo orden mundial, el rol a jugar por “nuevos jugadores” y el propio papel, a cambiar, de la Unión Europea en el tablero geopolítico y geoeconómico que se avecina. Lo hace desde su experiencia personal desde su llegada a presidir la Comisión, en una “inesperada dirección multi crisis” recordando las sucesivas crisis que han rodeado su mandato: la pandemia global del COVID, el ataque invasión de Putin a Ukrania, la crisis económica con el corte del gas ruso y lo que ella llama ahora “la crisis trasatlántica”. Califica los cambios de la Unión Europea como históricos hasta lograr, hoy, el apoyo unitario de los 27 Estados miembro hacia una autonomía estratégica a la búsqueda de un nuevo líder mundial (la UE, por ejemplo) y sabiendo que la Competitividad, prosperidad y rearme (seguridad) han de dar paso a una profunda reformulación del rol europeo, la reconfiguración de sus miembros, la “Mutualización de sus instrumentos de financiación extraordinaria, a riesgo compartido” en el marco de una financiación innovadora. “Un despertar europeo. Un despertar conjunto. Un despertar mundial”. Von der Leyen afirma con rotundidad: “El Occidente que conocíamos ya NO existe”. Un nuevo mundo de redes, de interacción geoeconómica y geopolítica ha de ser reconstruido y la Unión Europea se abre a todo ese nuevo espacio global, de nuevos jugadores, de nuevos coliderazgos emergentes, de nuevas actitudes y relaciones. Perdemos el liderazgo y relación preferente del 13% del comercio mundial (Estados Unidos) y nos abrimos hacia el restante 87%. Hemos de asumirlo, contemplarlo y preocuparnos en adaptarnos a ese nuevo espacio por construir. “Europa tiene las capacidades diferenciales para desempeñar ese papel”. “No podemos confiar en estas nuevas y observables ambiciones imperialistas. Europa debe seguir siendo atlantista, ha de ser un espacio diferencial de libertad, democracia, derechos humanos y bienestar. Hemos de hacerlo. Hemos de apostar por una nueva y singular estrategia, perseverante del largo plazo”.

Y, alineado con estas afirmaciones y apuestas, el nuevo canciller Friedrich Merz acaba de presentar su declaración de gobierno ante el Parlamento. Anuncia sus renovados planes económicos, sociales, de gobernanza para una Alemania competitiva y próspera. Su intervención y completo “Plan de Emergencia”, no solamente se enmarca en su inequívocas apuesta por coliderar ese “resurgir europeo”, o en recuperar el rol esencial de la locomotora alemana, sino en un decidido intento por afrontar la incomodidad de los enormes cambios que le esperan (a él, a su gobierno, a los alemanes, a los europeos…). Entre los innumerables puntos incluidos, utilizaba un relevante aviso como resaltaba el diario alemán Der Spiegel: “Llamo a un enorme esfuerzo para que el país vuelva a ser más competitivo y pueda mantener y mejorar nuestros niveles de bienestar (para nosotros y para nuevas generaciones)”. “Necesitamos trabajar más y, sobre todo, de manera más eficiente en este país”. “Con una semana de cuatro días y un equilibrio entre la vida laboral y personal, no podemos mantener la prosperidad del país”. “Hemos acordado la inclusión de la semana de 40 horas en la ley de horas de trabajo y procedemos a su implantación inmediata”. (Lo relevante, añadiría yo, no es tanto el número de horas sino el papel esencial del trabajo, el esfuerzo, su contribución de valor y la manera de acordarlo y no imponerlo de forma unilateral).

Sin duda, con unos discursos o con otros, con mayor radicalidad, con menos intensidad… los diferentes liderazgos (democráticos) requieren credibilidad y motivación, mensajes claros, con visión para un futuro mejor desde un presente también mejor, para todos, intergeneracional, y, por supuesto, comprometido.

¿Y ahora qué?, me preguntaba nuestro visitante. Entender el modelo que vivimos y el que habremos o habrían de vivir próximas generaciones. Aquel mundo que nos gustaría construir en un absolutamente irrenunciable espacio de economía-social, participativo, democrático, inclusivo. Un mundo que solo será posible con esfuerzo, responsabilidad y compromiso. Aprendiendo con/de todos. “Un mundo que no vendrá, sino que hemos de traer.”

Hoy, la experiencia observada es Alemania y su esperanzada redefinición de su propio “milagro”. Y a la vez, para todos los demás, también, un camino de aprendizaje.

Insistiendo en un mundo de oportunidades

(Artículo publicado el 4 de Mayo)

El pasado viernes santo, publicaba aquí, en DEIA, mi artículo quincenal en el marco de mi columna Neure Kabuz, bajo el título: ¿Una nueva ERA? Naveguemos sus olas favorables, en el que repasaba luces positivas que nos lleven a identificar cambios sustanciales en muchos de los paradigmas que o bien hemos dado por buenos (fruto de los cuales el mundo ha mejorado de manera extraordinaria en las últimas décadas, aunque no lo parezca), o son descalificados como causa de la insuficiencia de resultados para todos, en todas partes a la vez, y, en consecuencia, instigan el motor de la era del CAOS, el desaliento y la desesperación fatalista que parecen implantarse en la actualidad. Síntomas dominantes alimentando, en todo caso, una sensación generalizada de pesimismo, negatividad, desánimo y decepción, ante lo que parecería un presente confuso e indeseado, y un futuro escasamente atractivo.

El artículo, en lo modesto de la ambición que caracteriza mis opiniones y publicaciones, provocó en unos pocos conocidos, amigos y lectores, una reacción similar a la que produjo mi último libro, “Bizkaia 2050 (Bilbao, Bizkaia, Basque Country)”, en el que al proponer un escenario de prosperidad, riqueza y bienestar para una sociedad vasca del 2050, que se sienta confortable en el espacio que, al cabo del tiempo, conforme el espacio “Bizkaia” futurible, y en el que las empresas y organizaciones académicas y culturales del mañana, sientan la necesidad/convicción  de “estar” aquí (al menos con una de sus piezas clave en el marco de sus cadenas globales y locales de valor), gracias a la convergencia de capital humano, talento, capital institucional y capital social, únicos, diferenciados y de máximo valor, me tacharon (entonces y ahora) de “excesivamente optimista” o ciego ante la “era del caos que vivimos”.

Entonces, como ahora, mi respuesta era y es similar, invitándoles a leer los documentos en su integridad. Aspirar al máximo valor, bienestar, desarrollo inclusivo, resulta imprescindible, es insustituible para comprometerse en construir el futuro que se quiere y no dejar que sean otros o las circunstancias los que predeterminen nuestras vidas, sin contar con nuestro coprotagonismo y codirección. Entonces y ahora, insisto en lo mismo: ante las tendencias y realidades observables, hemos de identificar “nuestras olas favorables de oportunidad” y esforzarnos en navegarlas. Así, un resultado exitoso como el propuesto en Bizkaia 2050, será fruto de “haber hecho todo aquello que teníamos que hacer”. Cien transformaciones esenciales apuntaban la enorme agenda que todos (país, instituciones, gobernantes, universidades, ciudadanos …) teníamos y tenemos por delante. Navegar las olas de oportunidad constituye el reto-compromiso.

A lo largo de estos escasos 10 días desde la publicación de mi última columna, asistimos a un “bombardeo” (nunca mejor dicho) de mensajes escasamente incentivadores para una apuesta por el “rearme disuasorio” con múltiples referencias en torno a la “Era del Caos” (“Age of Chaos”, The Economist), a la profecía de “Nostradamus”, a la espera de un inevitable fin del mundo, o al desconcierto del gobierno de la “Casa Blanca de Mickey Mouse” (como calificaba el profesor Jeffrey Sachs, las desconcertantes “políticas” del gabinete de Trump), o las innumerables señales de desgobierno y escasa calidad democrática de muchos gobiernos (el español incluido), o la infinita desolación de los conflictos bélicos que nos rodean. Por si fueran pocas líneas desalentadoras “el apagón eléctrico” de este pasado lunes, no solo nos hace constatar la enorme fragilidad del mundo y modelo de sociedad en la que vivimos, sino que pone en entredicho las estrategias voluntaristas sin procesos transitorios para pasar hacia un mundo idílico sin recorrer el camino y trayectoria imprescindible para pasar de una era a otra. El extraordinario, a la vez que complejo sistema eléctrico -energético hacia la doble salvación del planeta y la panacea de la economía verde compartible por todos, ha puesto en evidencia la imprescindible “revolución estructurada, creíble, viable, posible…”

En este panorama, conviene mirar a terceros, alejados del debate y lenguaje diario y próximo, para tratar de aprender de otros ejemplos que pudieran parecer ajenos. Surge así un ejercicio especial realizado por la consultora McKinsey, haciendo coincidir su 100 aniversario con los 250 años de la “Constitución más antigua del mundo: América”, abordando una apuesta por “Navegar olas de oportunidad para una nueva era”.

Así, en una interesante (y siempre trabajada) serie de artículos, aborda 7 ejes/espacios de oportunidad transformadora para aportar cambios observables con resultados garantes de un mundo mejor. Hacer de los problemas la fuente de solución, afirmo yo. Un trabajo que pretende llevar luz y ánimo a una sociedad, empresa y economía estadounidense que se ve desorientada y temerosa ante la sensación de haber perdido su futuro. Recomendaciones, sin duda, válidas no solo para la América a la que lo dirige, sino a todo el mundo impactado, en menor o mayor medida, por una guerra arancelaria, económica, política, a golpe de órdenes ejecutivas, confiando sean reconducidas y vetadas por la fuerza del realismo, la aparición de contraste y fuerzas democráticas o la sabiduría interna de quienes han diseñado una determinada estrategia (que, seguro que tendrán, aunque no nos resulte ni racional ni evidente).

Se trata, sin duda, de un trabajo dirigido, en especial, al mundo de la empresa, en una llamada a sobreponerse a las dificultades del momento, a afrontar, sí, la inmediatez del estruendo arancelario, y apostar, como siempre, por un pensamiento firme, riguroso, orientador del largo plazo, proclamando la firmeza y coherencia del propósito esencial de toda estrategia y compromiso empresarial con el conjunto de sus “stakeholders”.

El citado informe, sitúa el contexto, recordando una realidad, en muchas ocasiones olvidada, a lo largo del mundo: Estado Unidos de América (“América”) cuenta con una economía “local” de 136 millones de empleos, el 83% de los cuáles son empresariales, siendo el 51 % de ellos, de “PYMES” con menos de 500 empleados.

Trabajadores “formales” que cotizan, pagan sus impuestos, ahorran, invierten (también y de manera activa en Fondos y Bolsas de Valores) y determinan, en gran medida, con su voluntad, compromiso, esfuerzo y dedicación, la prosperidad o declive de su país, y condicionan, también, las decisiones de sus gobiernos y generan el desarrollo de las comunidades en que viven.

Es precisamente a esta gente a la que dirige su propuesta “América 250”, identificando “10 áreas de valor influyendo en los cambios geopolíticos” procurando transmitir vías de solución y actuación, superadoras de un inmovilismo del desaliento. Anima a esa “América empresarial” a reconsiderar sus modelos de negocio y prácticas en torno a los Acuerdos Comerciales que han de dar lugar a nuevos marcos pluri multilaterales del hoy y del mañana (sobre todo), a programar su “autodefensa” ante el incierto ataque arancelario para superar el momento y redefinir su capacidad competitiva (que NO exclusivamente “competidora”), repensando sus políticas (y mercados) import-export, y sus roles concretos en las diferentes cadenas de valor en las que actúa, con un enfoque más “regionalizado” y “menos global” sin contrapartidas, volviendo a situar en su agenda la importancia de la financiación y los mercados de capitales (empezando por fortalecer su propia capitalización). Es tiempo de profundizar en las economías productivas y las “reconocidas Políticas Industriales” (con mayúscula, completas, diferenciadas, únicas, colaborativas con terceros, con gobiernos a todos los niveles, con sus propias comunidades). Es tiempo de entender (o volver, de verdad) a la clusterización, a emprender la fortaleza de ecosistemas reales (por construir y no solamente por contemplarlos como una huella geográfica apoyada tras el caramelo de un programa subvencionador). Es, en verdad, momento para el rigor en políticas medio ambientales no excluyentes ni mucho menos de boquilla, a profundizar en políticas laborales que no sean simples manifiestos propaganda para animar a rechazar el esfuerzo y dignidad del trabajo-empleo, de afrontar con rigor las olas migratorias, demográficas, con realismo, definiendo políticas y decisiones completas, viables y dotadas de las inevitables transiciones que marquen la relación entre el mañana deseable y el hoy posible. Tiempos de mayor rigor, sentido de coherencia estratégica, huyendo de oportunismo táctico y dotados de un verdadero sentido acorde con la estrategia y no basada en el oportunismo puntual. Tiempo sí, de nuevas tecnologías para el servicio de tu estrategia y modelo de negocio y no al revés. Tiempos de alianzas, cooperación multilateral, estrategias compartidas de cocreación de valor entre empresas y otros actores y, por supuesto, empresa-sociedad. Tiempos de trabajo y no de discurso fácil.

Un mundo mejor es posible y no solamente deseable.

Ejes de actuación que nos facilitan transitar las oportunidades para una NUEVA ERA (dure lo que dure, con mayor o menor intensidad transformadora de la inicialmente prevista…) ¿Cómo podría prosperar mi empresa, las industrias en las que participo y los modelos de negocio en curso en esta nueva era geopolítica, geoeconómica y, en principio, del caos? ¿Cómo capturar y crear valor en un entorno distinto?

Y, por supuesto, es para la América 250 y para todo el mundo, y, además del destacado rol empresarial y personal, es tiempo de renovado esfuerzo y rigor de los gobiernos: impulsando su productividad, generar eficiencia, redefiniendo su gasto, evitando herramientas NO democráticas e incontrolables por la sociedad, reforzando su efectividad operativa. Es tiempo para reclamar la captura de oportunidades de mejora en todos los niveles institucionales (simplificación, coordinación, acelerar su digitalización, reorganización, automatización, fortaleciendo red de estructuras, liderazgos y gobernanza…).

Grandes olas de oportunidad. Navegar, sin duda, en un temporal complejo y turbulento.

Sí. Hay lugar para el optimismo. Optimismo realista, informado, comprometido. Un espacio de oportunidad. Eso sí, conscientes de la compleja realidad cambiante en esta llamada Nueva Era.

¿Una nueva ERA? Naveguemos sus olas favorables

(Artículo publicado el 18 de Abril)

La información mediática difundida por su promotor, Jeff Bezos, parece presentar una “nueva hazaña” por la que cinco mujeres han pasado unas breves vacaciones, adelantándose a la Semana Santa, viajando al espacio. Un viaje privado, para pasajeros sin excesiva preparación diferenciada (ni física, ni mental, ni académica, ni equipaje especial…). Recorrieron miles de kilómetros, salieron de la tierra, nos observaron desde allí y regresaron para aterrizar en una parcela desértica de Texas. Un nuevo turismo de máxima exclusividad huyendo de concentraciones masivas, evitando rechazos sociales en los vuelos “invadidos” (generalmente por los mismo que, también, invaden otros lugares cuando dejan temporalmente de ser residentes para convertirse en turistas llevando a terceras ciudades o paises todos los problemas e inconvenientes que aclaman, en casa, a quienes les visitan). Enseñanzas varias: el espacio está más cerca de lo que parecía y al alcance de muchos (si tienen dinero para pagarlo) y el turismo es molesto cuando no somos nosotros quienes lo practicamos.

La aventura del dueño de Amazon, Jeff Bezos, parecería una “excentricidad más” del grupo de multibillonarios tecnológicos y financieros que rodean, de una u otra forma, al presidente de los Estados Unidos de América, Donald Trump y dirigen una “nueva era” que pretenden dominar, controlar, dictar en solitario. La era de los “oligarcas tecnológicos” demostrando que “triunfar en una actividad” no es sinónimo de capacidad para todo. Pero, no nos quedemos con la anécdota del viaje o sus intenciones aparentes y o de negocio. Procuremos observar la trascendencia de mucho más que un cambio en un mundo del que ya participamos, de manera activa o pasiva.

En gran medida, otra similar “distracción” que pueda llevarnos a despreciar el sentido de una estrategia no del todo visible con claridad para los ajenos a su círculo de interés, mientras nos mantenemos a la expectativa entre la incertidumbre, la sensación de delirio y, en todo caso, la ruptura del, en las últimas décadas, entendido como “orden establecido”.

Y por si fuera poco, el reciente informe de la AITi Global Social Progress Index 2025 sobre el bienestar de la sociedad basado en indicadores no económicos, recoge una más que preocupante información en sus perspectivas del primer trimestre: si en 2024 más de la mitad de la población mundial acudió a votar en el año más electoral de la historia, siendo que el 79% de ellos viven en un país que se manifiesta estancado o en declive en sus niveles de desarrollo social, 8 de cada 10 rechazaron a sus líderes en ejercicio optando por las alternativas. ¿Insatisfacción en contraste con resultados económicos positivos (en términos de indicadores clásicos)?

De momento, cuando creíamos apostar por un sistema de valores que propague su extensión, primero en Europa, hacia Occidente, ya más tarde al mundo; y cuando creíamos vencer los desafíos para construir y defender un estado social de bienestar inclusivo para todos; cuando suponíamos superar las ineficiencias y desigualdades de un comercio internacional globalizado y nos comprometemos  a rediseñar, de forma resiliente, nuevas “Cadenas de Valor” con un significativo rol local (empresas, países, regiones, gobiernos); cuando creíamos recuperar la apuesta por nuevas políticas industriales y el gusto por las economías productivas; y cuando  parecíamos ser conscientes del peso rotundo y más que emergente del “Gran Sur Global” y reconocíamos no solo su derecho a participar y codirigir este nuevo orden mundial, sino incluso la posibilidad real de su liderazgo en el largo plazo; y cuando pensábamos entender el peso guía de las tecnologías disruptivas pero controladas y puestas al servicio de las personas y comunidades en que habrán de aplicarse en procesos deseables de innovación transformadora; y cuando apreciábamos que, de una u otra manera, el “capitalismo egoísta y salvaje” se reinventaba, se reconfiguraba o se ponía al servicio de la sociedad, en un imparable movimiento del pensamiento económico y social de nuevo cuño, que todo esto, provocaría un inevitable cambio en la gobernanza pública y privada de todos los implicados en todos los niveles institucionales, profundizando en democracias reales, con un reclamo generalizado del llamado “salvamento personal y del planeta”, a la vez, nos hemos encontrado con un emergente liderazgo hacia un espacio obscuro, desconocido y, en apariencia, contrario a lo esperado y deseable.

Sin duda, es el momento de asumir que las reglas del juego han cambiado y ya no serán lo mismo, por mucho que se negocie, se establezcan nuevos acuerdos y parches parciales o temporales. El mundo del pasado ha desaparecido (aunque no sepamos cuando lo hará por completo) y nos adentramos en una “nueva ERA”. Dependerá de todos y, en especial, de nuevos jugadores, líderes y coprotagonistas de la transformación requerida, del futuro que seamos capaces de construir. Y, sí, la transformación exige múltiples cambios, reales, y todos ellos a la vez, concentrados en un proceso ilimitado en el que, además, muchos de sus factores tienen autonomía propia y condicionarán, para bien o para mal, los resultados y el comportamiento del resto de los factores.

En nuestra querida y soñada Europa, siempre en construcción, hemos de afrontar esta “nueva era” repensando ya no solamente nuestra relación con Estados Unidos y China (en el difícil espacio de desacople galopante y confrontación rival que parecen protagonizar entre ellos) y la búsqueda (apertura o máxima penetración) en otros bloques y mundos (todo esto no se improvisa pese al optimismo que desborden muchos reclamos y discursos que señalen que “iremos a otros mercados sustitutorios” como si se tratara tan solo de cambiar el destino del viaje a emprender). Recorrido que exige nuevos modelos de relación (sí económica, pero no de base import-export sin más, sino de verdadera captación y cocreación de valor compartido empresa-gobiernos-sociedades y unos renovados contratos sociales), exigirán nuevas inversiones compartidas construyendo infraestructuras adecuadas al servicio del desarrollo perseguido, exigirá repensar la gobernanza, verdadero desafío para una UE-EFTA y “aprendices” y/o nuevos entrantes (los que hoy están a la espera y otros aspirantes a considerar) y una auténtica reconfiguración interna. No nos servirán los modelos y sistemas, administraciones de gobierno y representación político-institucional actuales. Tampoco podremos dar por definitivos los cambios estratégicos diseñados y aprobados recientemente para la Autonomía Estratégica, la Agenda para la Competitividad, o el renacimiento de una nueva política industrial, simplificación administrativa y creación del espacio común europeo tantas veces proclamado y tan complejo en su configuración eficiente, a la vez que una cosoberanía demandada. Necesitamos, sobre todo, resolver los conflictos que no podemos ni olvidar, ni terminar de manera simple: Ucrania sigue invadida, su población destruida y emigrando, junto con ella, el peligro permanente del acoso y proximidad con una Rusia también en “recuperación imperial” como amenaza real a nuestra Europa Báltica, nórdica y oriental de proximidad. Desgraciadamente, la “era del rearme europeo” es mucho más que aumentar presupuestos disuasorios para evitar la guerra y construir la paz. Es, sobre todo, construir, en positivo, un nuevo espacio por redefinir.

Todo un pluri bilateralismo surge y demanda compromisos compartidos, coopetitivos, desde un coprotagonismo real, cogobernanza, cosoberanía y nuevos marcos y contratos sociales. Y lo que supone para Europa, supone para todo el resto del mundo (incluido Estados Unidos que más allá de su unilateralidad y aparente “triunfo-liderazgo” temporal, ha de afrontar un largo, profundo, complejo trayecto de recomposición interna, de reinvención democrática, de verdadera competitividad, de bienestar social, de integración territorial y de confianza en todos los niveles). “The Black Swan. The impact of the highly improbable” (El Cisne Negro. El impacto de lo altamente improbable), de Nassim Nicholas Taleb está entre nosotros.

El pánico desindustrializador ante el renacimiento de las nuevas políticas industriales y desarrollo de economías productivas, la compleja nueva estructura de relaciones económicas, comerciales y políticas a falta de un “liderazgo cedido o impuesto” del pasado, la defensa y seguridad propias tras haberlas externalizado por décadas, la longevidad y creciente esperanza de vida que obliga a repensar y concebir el mundo y concepto del trabajo-empleo, y su imprescindible innovación formación-educativa, la accesibilidad real a las tecnologías, al servicio del progreso social, a una profunda revolución institucional y administrativa para gobernar las democracias aspiracionales, la verdadera (y complejísima) ordenación y gestión de los movimiento migratorios y, sin duda, la reinvención de los organismo internacionales del pasado.

¿Por dónde empezamos?

Haciendo sólidas nuestra ideas y valores, definiendo nuestro verdadero propósito con un auténtico sentido humanista al servicio de las personas y las comunidades como verdaderos motores de las transformaciones necesarias. Seamos coherentes en nuestros compromisos y narrativa, repensemos y apostemos por nuestra verdadera apuesta estratégica en torno al bienestar holístico y pongamos las tecnologías innovadoras y disruptivas a su servicio. Ofrezcamos credibilidad, motivación a nuestros compañeros de viaje y emprendamos nuestro verdadero compromiso para abordar nuestra propia era.

No nos confundamos. No miremos a los aranceles, sino a un nuevo mundo, distinto, pero mejor.

Recordemos que las grandes oportunidades transformadoras surgen, sobre todo, ante el cambio en las reglas del juego. No son tiempos de pequeños “avances continuos”. Desde nuestras muchas fortalezas, naveguemos las olas favorables de esta nueva ERA, de la que somos sus protagonistas insustituibles.

Innovación Educativa. Inaplazable experiencia transformadora

(Artículo publicado el 6 de Abril)

Uno de los conceptos (o simplemente terminología) más utilizados en el entorno científico-tecnológico-industrial-empresarial es el de la INNOVACIÓN. Se adopta con naturalidad, parecería inevitable, imprescindible o deseable, más allá de las dificultades y resistencia al cambio que pudiera conllevar como inherentes a toda iniciativa de su marco.

Sin embargo, su traslado al mundo de la sociedad, de los espacios de las “Ciencias Sociales”, de las Administraciones Públicas, Gobiernos y otros muchos campos en los que su implantación y desarrollo resultan, también, esenciales en los inevitables procesos de transformación, no parecería contar ni con el consenso necesario, ni con la voluntad, actitud y prácticas exigibles.

Sin embargo, asumido o no como elemento esencial, aceptado o no, querido y deseado o no, la innovación está presente en dichos mundos, generaliza su extensión y supone todo un movimiento imparable, ya sea por activa o por pasiva.

Así, la Innovación Educativa es una de las principales fuentes de innovación observables (e imprescindibles para el desarrollo de toda sociedad).

World Economic Forum, en un último informe sobre el futuro del trabajo, el empleo y la irrupción de las tecnologías disruptivas, estima que la Inteligencia Artificial (IA) y otras tecnologías exponenciales generarán 190 millones de empleos, a la vez que destruirán otros 80 millones del empleo actual. UNESCO cifra un déficit de 30 millones de maestros en la próxima década y para cumplir los objetivos de desarrollo sostenible en la agenda (SDG4) desde los ciclos básicos y de secundaria.

Por otra parte, la OCDE (Informe sobre el presente y futuro de la Educación), señala que en los próximos 5 a 10 años, las capacidades requeridas para el empleo cambiarán en un 40%. Entre otras cosas, la competencia por profesionales para enseñar en el mundo educativo será inmensa. A la vez, no parece que “la profesión de profesor o educador” (en primaria y secundaria) sea de las más apreciadas, valoradas y populares, por lo que la demanda de profesores será un auténtico “tapón y barrera” para una “buena educación”.

¿Ayudarán las tecnologías exponenciales a cubrir ese déficit? Entre tanto, el uso de la IA generativa, ya sea como apoyo a las clases de los alumnos, o a la recualificación del profesorado, o a la gestión de centros, provoca un debate entre prohibir, limitar o dejarlo sin definir en lo que se refiere a la autorización, ya sea en clase, en los recreos, para apoyar en los deberes en casa y, sobre todo, en el reciclaje de las plantillas actuales.

Adicionalmente, tanto en las reflexiones superiores en torno a la “Innovación en la Educación”, la IA y otras tecnologías ocupan un papel insustituible y se apuesta por su rol facilitador de un sinfín de nuevos modelos, instituciones, sistemas, programas, perfiles de todo tipo de iniciativa pública, privada y social, en todos los niveles educativos y formativos, formales e informales, en los centros “tradicionales” o en nuevos espacios de múltiples variedades. Parecería que gobiernos, profesores, padres de familia, educadores… deberán implicarse de forma activa en el rediseño de sistemas y modelos educativos, en sus marcos regulatorios, en los perfiles profesionales de los profesores. Y su formación y aprendizaje permanente.

Entre tanto, las calles se llenan de manifestaciones, paros, huelgas y descalificaciones a los dirigentes (escolares y gobernantes) centrando el debate en el salario, las horas lectivas y jornada laboral, oposiciones (del pasado y sobre materias y exámenes del pasado para plazas y contenidos de ayer) para ocupar “plazas” fijas, indefinidas e inamovibles. Hoy, según OCDE, el 44% de una jornada media del profesor se dedica a todo menos a horas lectivas. Parecería más que razonable esforzarse en utilizar tecnologías, metodologías y procesos de gestión para liberar al profesorado de estas tareas y facilitar su concentración en su tarea educativa. A la vez, actuar sobre una evaluación permanente en los Centros Educativos, no dejar en manos de Departamentos de Educación o en Organizaciones internacionales exámenes de control cada dos o tres años.

Por si fuera poco, estos días se abre un nuevo enfrentamiento en el mundo de la educación, investigación, financiación, propiedad y generación de impacto del ámbito universitario. Ya sea por ópticas personalizadas contrarias a la libre decisión de la comunidad educativa en distinguidas variedades en Estados Unidos o por el siempre recurrente litigio ideológico público-privado en el Estado español.

Resulta desolador no encontrar una sola idea que permita conocer lo que se pretende más allá de la descalificación de Universidades por su titularidad. Ninguna referencia al papel a jugar por la Universidad no ya solo hoy, sino en las futuras etapas de una nueva y larga vida (también laboral y de contribución a la sociedad) , de la gente que ya hoy tiene una expectativa de vida en torno a los 80 o más años, con capacidad y experiencia para continuar aprendiendo y aportando valor a la sociedad y a poblaciones “intermedias” que no inician su formación universitaria a la búsqueda de un primer empleo sino una mayor y mejor capacitación, a añadir a largas experiencias y motivación creativa compartiendo valor, por ejemplo. Parecería que se sigue estancando en inmovilistas modelos del pasado y no en el compromiso de anticipar un nuevo y mejor futuro a la sociedad. Las Universidades, hoy, son objeto, también de una redefinición y transformación (su rol y contenidos, sus planes y programas de estudio, la cocreación de impacto en las sociedades para las que preparan a su gente, el impacto de su profesorado en el ámbito local, laboral y social, la reorientación de sus programas de investigación aplicada, el público-estudiante objetivo al que se dirigen, su interacción con el tejido económico-social-institucional en el que se insertan).

En convergencia, estos cambios trascendentales conviven con los gaps de la digitalización y alfabetización tecnológica. Las hipótesis de mejora social, aumento de competitividad, generación de empleo y riqueza presuponen que la población objeto de la educación ofrecida esté preparada para esas funciones. Desgraciadamente, el gap es enorme y la distancia aumenta de forma acelerada. (Según los empleadores, en torno al 70% del perfil requerido no está disponible). Es, por tanto, también, un aviso urgente a las propias empresas y empleadores llamándoles a participar, de manera activa, urgente, incentivadora, en la propia formación y educación-trabajando, a quienes incorpora entre sus colaboradores. La educación, en distintos niveles incide de manera determinante, también, en la empleabilidad, el desarrollo económico y el bienestar. Sin duda, quienes creemos en la IA como parte inevitable (y positiva) de nuestras vidas a futuro, en la medida que la pongamos al servicio de las personas, del bien común, bajo un control ético, democrático e inclusivo, y procuremos en nuestros ámbitos de influencia la generación de impacto (empresa, academia, sociedad), transmitir (con realismo y rigor) un mensaje de esperanza y no de temor, apostando por aportar herramientas, conocimiento y soluciones a las personas que habrán de preparase para cerrar ese gap destructivo de la no alfabetización y no digitalización, vemos con optimismo, líneas de trabajo (eso sí, exigentes), publicaciones como la que la alianza del World Economic Forum-McKinsey promueve desde su “Coalición Educación 4.0” (líderes políticos y de gobierno, empresariales, educativos, educadores) y detalla en uno de sus últimos y recientes informes analizando y proponiendo diferentes casos de éxito, atendiendo a su significado, alcance, escalabilidad y satisfacción (de toda la Comunidad Educativa) pasando desde programas de Unicef facilitando accesibilidad digital a libros de texto, distribuidos entre 240 millones de niños desfavorecidos y/o con discapacidades, obteniendo extraordinarios resultados de mejora; el uso de “mentores y tutores virtuales” en las Academias Kabakoo en el África Occidental en comunidades al límite de la formalidad carentes de profesorado disponible; el IA letrus, en Brasil, para la mejora de la alfabetización en IA mitigando diferencia entre estudiantes jóvenes con diferentes niveles de rentas y capacidad socio-económica; CEIBAL, para el pensamiento computacional en IA en escuelas rurales; o la formación de IA y algoritmia a 20.000 estudiantes de primaria, secundaria en Estonia; o, en Europa, el JA Europe para formar emprendedores en la IA, con especial énfasis en iniciativas para la enseñanza y formación del profesorado. Nuevos modelos, nuevos planes y programas. Las Universidades se reinventan (Harvard dedica una cantidad ingente de recursos y programas dirigidos al Liderazgo con propósito, por ejemplo, para profesionales expertos en sus últimos años de carrera y vida profesional para contribuir a la promoción y dirección de nuevas iniciativas empresariales basadas en modelos de negocio respondiendo a necesidades sociales cocreando valor). Otros promovemos programas pioneros para la formación permanente en el seno de las empresas, acreditando su formación-educación en su puesto ordinario de trabajo. Minerva, por ejemplo, ofrece modelos diferenciados de formación en todos los niveles, o un buen número (aún reducido) de Universidades, basan sus planes y programas en el aprendizaje basado en problemas, provocando la implicación directa de alumnos y profesores en la reflexión y las decisiones prácticas de solución y confrontación de desafíos, favoreciendo, además, el autoaprendizaje.

En definitiva, más allá de creencias sobre el impacto final del empleo-IA-formación, los sistemas y modelos educativos y, sobre todo, la profesionalización, adecuación y solución en el esencial rol de los maestros y profesores, exige trabajar en mucho más que “marcos reguladores formales” para un estatus quo profesional-funcionarial. Nuestras sociedades demandan a los mejores profesores, formados y motivados para formar y guiar a nuestros estudiantes, así como a alumnos (y toda la comunidad educativa, incluyendo padres y gobernantes) implicados en la alfabetización y conocimiento, usando la IA, sí, pero, sobre todo, implicados en una transformación innovadora de su propio proceso educativo. Desafío de la formación, de la empleabilidad, de la riqueza y del bienestar (de ellos y de todos).

La educación, como gran motor del cambio social demanda una intensa e importante transformación innovadora. La IA es una herramienta (nunca un fin) cuyo gran valor reside en amplificar la inteligencia humana, poniéndolo al servicio del aprendizaje, desarrollo personal. Hoy, la frase dominante no es otra que la “búsqueda de una Educación de Precisión” (personalizada, anticipadora de un futuro de desafíos y oportunidades, participativa, proactiva). Las tecnologías exponenciales (ya entre nosotros aún en sus fases iniciales) facilitarán acercarnos a ese objetivo educativo, potenciarán el perfil del estudiante (también para su encuentro con el mundo empresarial, del trabajo del futuro en su concepción cambiante, acelerará la capacidad generadora de impacto en la Academia y promoverá nuevos modelos de interacción estudiante-profesor).

Una educación como experiencia transformadora. Todo un reto. Alta complejidad, medidas y soluciones urgentes en un marco viable de medio, largo plazo, reinventando roles de los jugadores implicados, rompiendo barreras y creando nuevos espacios de oportunidad y futuro.

Nuevas marcas, nuevas reglas, nuevo protagonismo, nuevas actitudes y una múltiple interacción convergente entre sus coprotagonistas, de hoy y las esperables para mañana.

Reinventando espacios de futuro. Innovación para la prosperidad

(Artículo publicado el 23 de Marzo)

Inmersos en una profunda sensación de “presentismo” ante los complejos desafíos convergentes y simultáneos que vivimos, así como a una paralizante sensación de agotamiento contagioso de la fatalidad que nos rodea al observar un mundo confuso, complicado, insatisfactorio para un cada vez mayor número de personas, familias y países, y una peligrosa carrera cuesta arriba para innumerables empresas desanimadas por afrontar la inevitabilidad de procesos de transformación innovadora tanto en sus modelos de negocio, como en su manera de captar, cocrear y compartir valor, y de transitar una más que demandada necesidad/oportunidad de generar alianzas y partenariados con terceros (incluso competidores) para alcanzar el sueño esperanzador de un mejor futuro, parecería que el mundo se para.

A la vez, se echan en falta liderazgos suficientemente creíbles o aceptados más allá de la autoridad dada (por posiciones en el organigrama, propiedad o estructuras de gobernanza pública o privada, además de social), y la tendencia a renunciar al bien común, desde el imprescindible trabajo y esfuerzo colaborativo, pensado en su logro en el largo plazo. Inmediatez anti-resultados trabajados y buscados contra los obstáculos existentes. Acento en riesgos y problemas y no en oportunidades y soluciones.

La realidad, afortunadamente es muy distinta. El mundo es también, y, sobre todo, un auténtico hervidero de iniciativas, proyectos, oportunidades de todo tipo, proliferando las llamadas reinvenciones-reposicionamientos, proclamando iniciativas estratégicas firmes y compartibles. La visión y propósito de líderes reales y auténticos impulsando los diseños estratégicos para el largo plazo, como no podría ser de otra manera, y la proliferación de iniciativas coopetitivas orientadas a la interacción entre todo tipo de agentes y jugadores, público-privado sociales, en una convergencia de ideas, de conocimiento, de tecnologías, de diferentes planes y acciones complementarias, florecen a nuestro alrededor.

Afortunadamente, no hay ciudades, ciudades-región, empresas y actores con vocación de liderazgo y de apropiarse de su propio futuro que no estén concibiendo e impulsando una estrategia más allá del año 2040. Nos rodean todo tipo de planes, programas e incluso reclamos mercadotécnicos anunciando una gran diversidad de propuestas de referencia. Para quienes descalificaban el pensamiento a medio y largo plazo a 10, 15, 25 o más años, reduciendo dichos esfuerzos a “sueños vacíos”, hemos de recordar algunos ejemplos transformadores de las ciudades que habitamos, y saber que una verdadera reconfiguración, también física, no se logra en un abrir y cerrar de ojos. Si hace unos días Bilbao reunía a pensadores, a expertos y transformadores de ciudades que hoy son un variado catálogo de referencia, sugerían nuevos espacios a lo largo del mundo y ofrecían “modelos de aprendizaje” para diferentes estadios de partida, asistíamos a propuestas internacionales para la ya tantas veces constatada y comentada “doble victoria” en la que ha venido trabajando Ucrania  (vencer la guerra y reorientar un nuevo futuro para un espacio socioeconómico y político diferente), movilizando recursos (ya sea compartiendo recursos naturales inexplotables o monetizable por si sola y/o acordando una paz que pudiera no ser la merecida, necesaria o justa), anticipando una imprescindible redefinición de actividades económicas de futuro, reinventando e implantando nuevas  instituciones, dotándose de estructuras de gobernanza, invirtiendo en la necesidad de rehacer o reinventar sus servicios de salud, educativos, sociales, vivienda… Observamos, a la vez, mucho más que un territorio hoy devastado y que, superando la inaceptable y rechazable falta de sensibilidad, de respeto a las víctimas y pueblos implicados, y atentando contra la inteligencia humana, requiere y exige la imperiosa inaplazable reinvención de un territorio vivo, por encima de un espacio geográfico y que no ha de limitarse a una reconfiguración física. GAZA, también, espacio de innovación territorial y estrategia largo placista, más allá de inaplazables soluciones de emergencia, hoy.

De una u otra forma, se suceden múltiples propuestas futuristas para todo tipo de regiones, zonas aisladas, en conflicto, zonas marginales, que proliferan por el mundo, objeto de nuevos retos y pensamientos estratégicos de futuro.

Adicionalmente, más allá de aquellas áreas-espacios-ciudades que, sin urgencia y necesidad de un planteamiento futuro, son (o aspiren a constituirse a futuro) el grupo de las regiones exitosas de mañana y están obligadas a reinventarse.  Confiemos que cada espacio promueva su propia reinvención diferenciada y no caiga, nuevamente, en la vieja trampa de copiar lo que la “punta del iceberg”, icónico, en cada caso, muestra, obviando mirar hacia abajo y hacia adentro para conocer su propia realidad de partida, su identidad y cultura diferencial, las fortalezas únicas desde dónde construir, optimizar y potenciar su apuesta estratégica y de repensar, quienes han de ser sus compañeros de viaje para contribuir, en cada caso, en aquello que aporte verdadero valor  desde su rol elegible: ya sea liderando espacios compartidos, acompañando a terceros, facilitando los elementos o plataformas sobre las que integrar los diferentes roles asignados.

Hoy, más allá de la incertidumbre, disfrutamos de un creciente y enriquecedor movimiento a la búsqueda de anticipar futuros deseados, no solamente renunciando a vivir un mundo que nos venga decidido por otros, sino con la complicidad de compromiso por tomar el riesgo desde la ilusión de diseñar nuevos espacios, desde ventajas competitivas y de bienestar propias.

Los determinantes de la competitividad de las ciudades han variado también a lo largo del tiempo. De la misma manera que la aproximación real y conceptual al mundo de la competitividad en sí mismo, más allá de sus imprescindibles factores económicos, de progreso social, físico-territoriales, geográficos o de dotación y disposición de infraestructura (tanto de conectividad y comunicación), servicios y vectores de sus respectivos tejidos económicos y sociales, cobrando relevancia con mayor peso, su singular y diferenciado capital humano, capital institucional, capital innovador, y de transformación permanente y, sobre todo, de su capacidad y fortaleza de cohesión social y bienestar, acompañados de una complicidad activa, de su calidad medioambiental (realista) y, también, poniendo a la personas como esencial objetivo. Esta complejidad exponencial responde a los desafíos, también exponenciales, y a la disponibilidad o no de un conocimiento colectivo, también exponencial, y la capacidad de acceso y uso selectivo y orientado a las potentes tecnologías exponenciales. Tecnologías que no dejan de ser herramientas disponibles para todos a partir del conocimiento, verdadero elemento diferencial de ese proceso innovador transformador y estratégico deseado.  Así esta amplia interacción de factores debidamente alineados tras una cohesión y propósito coherente define las verdaderas ventajas estratégicas que posibilitarían un desarrollo socioeconómico, lo humano y sostenible para los ciudadanos y agentes que componen el tejido base de los espacios de hoy, transitando a su propio y único futuro esperable.

Coincidiendo en un reciente viaje a Nueva York con un amigo, de reconocido prestigio por su largo historial en la planificación del desarrollo de la ciudad tanto como empresario promotor de bienes raíces y de los grandes espacios de transformación de la ciudad, como de sus responsabilidades en la potente autoridad portuaria Nueva York-New Jersey, recordábamos su visita a Bilbao hace ya décadas tras la apertura del Museo Guggenheim Bilbao y cómo, sorprendido por el marco estratégico ciudad o país que lo había hecho posible en tan poco tiempo, se lamentaba en comparación con Nueva York de las enormes dificultades urbanísticas, la complejidad administrativa, el tiempo para cualquier gestión y toma de decisiones, que pesaban sobre cualquier proyecto ciudad y veía con tristeza, entonces, la paralización del nuevo desarrollo que se proyectaba con la excusa obligada de los entonces previstos Juegos Olímpicos que finalmente no se celebrarían en esa ciudad. Hoy pese a eso, se sentía orgulloso recorriendo el largo camino del extraordinario High Line Park (al que él mismo y su empresa aportaron como donantes privados para el Endowment que lo hizo posible) conectando Hudson Yards y Chelsea (Meat Market), modelo de desarrollo y transformación de una parte tan amplia y diferenciadora del espacio preexistente, y que ha de verse complementado en los próximos años por la ya prevista nueva estación intermodal en sustitución del mítico Madison Square Garden, en un estupendo proyecto-ciudad que dará a la zona un nuevo espacio y servicios públicos de primer nivel, demandada por la ciudad. Para no dar paso a una autocomplacencia equivocada, le señalaba la diferente velocidad y eficiencia administrativa con la que se desarrollan auténticas nuevas ciudades en Shanghái, en el Oriente Medio, o espacios concretos especialmente mimados en otros lugares específicos a lo largo del mundo.

Estas realidades comparadas contrastan con la riqueza y velocidad transformadora de la ciudad que percibimos, quienes durante décadas hemos tenido la oportunidad de visitar de forma habitual Nueva York. Ciudad no solo promocionada como “la ciudad que nunca duerme”, sino “la ciudad que se reinventa día a día”, vanguardia en múltiples disciplinas y actividades económicas, culturales, académicas, sociales, artísticas, pero que no parecen encontrar la suficiente fuerza colaborativa e integradora con un propósito y un ¿para qué ?, que pudiera precisar y concretar el desarrollo de políticas sociales y de bienestar inclusivos con la consecuente cohesión social y territorial imprescindible.

Recordábamos el caso Nueva York que durante años ha formado parte del contenido del programa de “Microeconomía de la competitividad” de Harvard, que nos ha permitido durante décadas aprender de sus diferencias, de las desigualdades entre sus cinco distritos (Brooklyn, Manhattan, Bronx, Queens, Staten Island), su escasa cohesión social, el valor diferenciado de su capital humano en ese tan diverso melt pot-crisol de culturas, que ha dado identidad integradora a Nueva York (en particular) y a Estados Unidos de América (en general). Crisol que tanto ha definido y caracterizado su multiculturalidad y multi origen y que hoy parece ponerse en entredicho, generando enormes problemas y sorprendentes comportamientos de escasa humanidad, descapitalizando también el desarrollo material innovador y creativo. Fortaleza construida, también, desde aquella debilidad de origen, en otros tiempos, afrontando el abandono del centro de las ciudades y sus negativas consecuencias económicas y sociales dando paso a la creación del movimiento INNER CITIES, para la recuperación de los centros de las ciudades y la promoción del desarrollo socio comunitario y emprendimiento innovador a lo largo del país.

Esta misma semana, el McKinsey Global Institute publica un interesante informe sobre Nueva York visión 2040 en el que habla de su enésima reinvención. Lo hace con una amplia revisión de lo que ha venido en llamar “Arenas del futuro”, identificando aquellas industrias que habrán de dominar el desarrollo económico del mañana, basado en actividades o sectores de alto grado de rápido crecimiento y dinamismo que en su operación determinarán las grandes ciudades ganadoras del futuro, la situaría en el liderazgo innovador y generarían la mayor concentración de empleo y asentamiento de las principales empresas del futuro. El informe identifica 18 áreas o sectores Arenas o sectores a nivel global y sitúa a Nueva York en una posición destacable la relevante presencia de empresa y sectores como los de referencia.

Extraordinaria fuente de referencia si bien, como señalaba al principio, el propósito que ha de inspirar una visión y estrategia es la competitividad (bien entendida: economía, políticas sociales, solidaria e inclusiva), para el bienestar y la prosperidad. Solamente aquellos nuevos espacios y territorios vivos y activos con verdadero sentido de pertenencia e identidad singular con el capital humano e institucional además de los flujos económicos y financieros asociables con plena cohesión social y territorial, desde sólidas bases y prácticas de democracias reales y verdaderas con una cumplida interrelación entre gobiernos (varios niveles institucionales concurrentes), empresas (con un buen número de verdaderos motores líderes con amplio despliegue estratégico en su clusterización transindustrial o transectorial más allá de diferentes cadenas globales de valor) y con una comunidad cómplice y activamente implicada y con un sentido de verdadera convergencia en la cocreación de valor, serán los espacios innovadores  líderes del futuro al servicio de la prosperidad y el bienestar. Innovación económica, social, territorial para el desarrollo, la competitividad y la prosperidad. Reinventando nuevos espacios.

Cambiar las reglas del juego para ganar el futuro

(Artículo publicado el 9 de Marzo)

El cuestionamiento, preocupado y generalmente fatalista, consecuencia de un elevado número de desafíos y transformaciones que afrontamos a lo largo del mundo, agravados por una desgobernanza de escasísima calidad, provocadora de una profunda debilidad y descalificación de las democracias reales (no solamente orgánicas), la densidad e intensidad trágica de infinidad de conflictos bélicos, la desigualdad percibida (más allá de la objetiva) y el desencanto, pesimismo generalizado, nos lleva a participar de un escenario de “cambio de las reglas del juego”, considerado de forma mayoritaria como pesimista y paralizante ante cualquier proyecto de futuro.

Esta semana, tres fuentes distintas abordan, de una u otra forma, este asunto desde una visión optimista y de oportunidad. Así, desde Singularity University (faro abanderado de la “economía de la abundancia”) se acerca al mundo de la Biotecnología para preguntarse si los inversores hubieran apostado por esta industria sin la incidencia de la Inteligencia Artificial, hace 15 o 20 años. Hoy, estiman en trillones de dólares su potencial desarrollo impregnando todo un mundo de soluciones al servicio de la salud y a las opciones, más que reales, de la diversa “localización” de las empresas que apuestan por su desarrollo ampliándose las oportunidades y beneficios colaborativos en red.

En la revista Strategy&, bajo el sugerente título “Companies that change the game can change the world” (“Las empresas que cambian el juego pueden cambiar el mundo”), destaca el rol de la empresa como instrumento esencial para transformar el mundo, aplicando “modelos de negocio exponenciales” al servicio de “soluciones a problemas exponenciales demandados por las sociedades de hoy y de mañana”. Y presenta un amplio y potente desarrollo de la manera de generar alianzas y partenariados con terceros para su logro.

En un espacio distinto, el aún presidente electo alemán, Friedrich Merz, lanza un mensaje cambiante de las reglas actuales: “Whatever it takes” (“Lo que se requiera”) ante la reunión de la Unión Europea sobre “La era del rearme” proclamado por la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen. Europa y el mundo, pasarían así, desde un férreo discurso, reglas del juego de hace cinco años de austeridad y límites de endeudamiento y gasto público “imposible de verse flexibilizado al poner en peligro el futuro de una sociedad competitiva en un Estado de Bienestar”, a un “haremos lo que haga falta” para afrontar la pandemia del COVID y sus consecuencias (también económicas y sociales) y al “aumento del imprescindible gasto extraordinario en la industria militar y el rearme, para salvar Europa de sus amenazas exteriores”. Cambiar las reglas del juego al servicio de nuevas y cambiantes necesidades y soluciones. El presidente alemán ha defendido la “nueva era” unido su apoyo a la nueva tendencia inversora y de gasto medio a un macro plan de infraestructuras para la recuperación de la economía alemana y completar un aún necesario proceso integrado de las otrora “dos Alemanias”.

Los tres mensajes suponen contenidos más que relevantes.

Hace ya más de quince años, en el marco de los movimientos económicos y  sociales, a la búsqueda de nuevos pensamientos económicos sobre los que repensar las estrategias y roles a desempeñar por las empresas, de la mano del “Shared Value Initiative” (Iniciativa de Valor Compartido), los profesores Michael E. Porter y Mark Kramer, proclamaban un doble paradigma: “Las empresas líderes del futuro serán aquellas que hagan de los problemas sociales sus modelos de negocio” y, sobre todo, presentaban una serie de datos, por más evidentes, demostrando la mayor capacidad de las empresas para responder a los retos de las sociedades, comparando con la capacidad real de gobiernos y de ONG’s o entidades sin ánimo de lucro. Con esta base, incorporado como acicate y nuevas bases para un cambio en las reglas del juego presente en el modelo de Competitividad de Porter y el tránsito de la filantropía, de la responsabilidad social corporativa hacia el Valor Compartido y la cocreación de valor empresa-sociedad, establecían los elementos esenciales que darían pie a este “cambio en las reglas del juego”:

1. Repensar las estrategias empresariales y sus modelos de negocio en función de su verdadero propósito de resolver los problemas sociales.

2. Repensar sus correspondientes Cadenas Globales de Valor y el espacio y rol a desempeñar en cada una de ellas en los diferentes países en los que operan.

3. Clusterizar las “industrias y economías” de las que forman parte y generando partenariados y alianzas exigibles para su logro.

Esta “transformación y cambio de las reglas del juego” en las empresas, habría de incorporarse al Marco de Competitividad y Prosperidad, con la insustituible coopetencia (competir y colaborar a la vez) público-privada y los principios esenciales que marquen su diferencia en términos de estrategia, innovación, competitividad-bienestar, en un equilibrio singular de “glokalización” de sus diferentes actividades (“global y local”).

En esta línea, hace un par de meses, tuve la oportunidad de impartir la “Cátedra Prebisch” de la CEPAL-ONU (Comisión Económica de Países de América Latina y Caribe). CEPAL viene trabajando e impulsando de manera intensa la apuesta por la Economía Productiva y la redefinición de políticas y reglas del juego de los diferentes gobiernos y países asociados. Tuve la oportunidad de proponer la Clusterización de sus Economías y Países, a la búsqueda de la Competitividad, Prosperidad y Desarrollo Inclusivo. Como no podía ser de otra forma, la apuesta esencial radica en resolver problemas sociales y poner la economía a su servicio y tejer redes (para muchos, hoy, ecosistemas). Cada empresa (y cada país) ha de identificar el mapa completo de “nuevos jugadores” con los que abordar “un nuevo juego” y debe diseñar su estrategia en función del papel que quiera jugar atendiendo a su “modelo diferenciado” de negocio y sus capacidades para llevarlo a cabo.

En el artículo publicado esta semana por Strategy&, ya comentado, pone el acento en los ecosistemas, destacando a las figuras “tractoras” señalando la importancia en “elegir” el papel que han de jugar: “Orquestadores”, “Integradores” o “Plataformas”. Cada rol es muy diferente, demanda una visión y propósito estratégico, un modelo de negocio muy distinto, unas capacidades, talentos, voluntades diferentes. Todos los jugadores son necesarios, complementarios y, por supuesto, todos deben compartir un “objetivo exponencial”, si bien cada uno fiel a su propia estrategia y potencial transformador, debe optar. El orquestador propicia un “nuevo mundo, bajo nuevas reglas del juego, con una solución exponencial de gran escala”; el integrador buscaría una ampliación de las piezas que en la cadena global de valor elegida ha de requerir y sumar “complicidades” para reforzar su “modelo y estrategia”. Quien aspira a aportar las plataformas (tecnología, red, servicios, soluciones compartibles) resultando fundamental, si bien no es el transformador (por voluntad propia) del “problema u oportunidad” social buscado ha de pensar en su capacidad innovadora favorecedora de la conectividad impulsora del propósito de los restantes jugadores.

Hoy, ante los grandes problemas que tenemos por delante, vivimos un extraordinario mundo de oportunidades. La mejor de las noticias es que contamos con las herramientas, tecnologías, conocimientos esenciales para transitar ese nuevo mundo.

Como siempre ha sido, de una manera u otra, tiempos en que cambian las reglas del juego, cambian las oportunidades para ganar un nuevo juego, con nuevas reglas por determinar.

Anticiparse al momento, desde el realismo de tus capacidades, fortalezas y necesidades, escalar soluciones exponenciales, cocreando valor con terceros, tras una estrategia clara y coherente, te sitúa ante la enorme oportunidad (y responsabilidad) de jugar el nuevo juego solucionando las necesidades y demandas sociales.

Las empresas tienen un papel clave a desempeñar. Los gobiernos, sin duda alguna, resultan imprescindibles y, por supuesto, todo un mundo por delante para los “espacios territoriales y locales” con vocación de coprotagonismo y futuro de bienestar y prosperidad para sus ciudadanos/empresas.

En definitiva, la oportunidad de ganar tu propio futuro.

Letta, Draghi, OTAN, Ucrania, migración, ampliaciones y nuevos jugadores… ¿Brújula, mapas o GPS para nuestra nueva Europa?

(Artículo publicado el 23 de Febrero)

El Consejo Nacional de Inteligencia de los Estados Unidos, publicaba en marzo de 2021 su Informe “Tendencias y Riesgos globales para el horizonte 2040”. Un mundo más contestado… y, a modo de contraportada incluía una frase del fundador de su Oficina de Prospectiva, Sherman Kent: “La inteligencia no clama por la infalibilidad de sus profecías. Sostiene, simplemente, que las respuestas que ofrece están basadas en la máxima profundidad y objetividad de su conocimiento y estimaciones cuidadosamente consideradas”.

En esos mismos días, el Consejo y los 30 jefes de Estado miembros de la OTAN, celebraban-fijaban sus análisis y posiciones para el 2030.

De ambos hechos, análisis, previsiones, compromisos y declaraciones públicas, se desprendía, sobre todo, el compromiso de todos sus miembros con su voluntad y consideración de formar parte de la Organización más exitosa en el mundo, para garantizar la seguridad, paz y prosperidad (en aquel momento, decían) de un billón de personas. Uno y otro informe, tanto en su “más profunda consideración y compromiso, objetividad y conocimiento”, abordaban los riesgos globales que amenazaban al mundo, así como, sobre todo, las apuestas estratégicas para superarlas. Unos y otros abanderaban el máximo apoyo a Ucrania para su ingreso en la OTAN, el absoluto rechazo a Rusia por sus políticas, acciones bélicas, no democráticas y de máximo peligro para la democracia, paz y libertades: defendía, con fuerza, la integridad territorial de Ucrania, Georgia, Moldavia… y todo un amplio mapa del “Atlántico Norte”, considerado esencial para la democracia, la seguridad, la paz y la prosperidad. Advertían de los riesgos extremos que aquejaban la convivencia y modelos de vida elegidos e implementados en los últimos 80 años.

Hoy, unos pocos años después y dentro del marco temporal estratégico de dichos análisis y compromisos, pareceríamos afrontar escenarios distintos que ponen en peligro, aquellos principios que nos llevaron, entre otros, tanto en Europa, como en el seno de la NATO, como en los Estados Unidos y al mundo en general, a apoyar esa “doble victoria” que Ucrania pretende lograr, tras una injustificada agresión, el dolor y tragedia de su población y el destrozo de su presente: restablecer la paz ganando la guerra en la que les metió el invasor y reconstruir una visión hacia una nueva estrategia de prosperidad.

Así las cosas, Europa (no solo la Unión Europea) se ve directamente interpelada, siendo múltiples los grandes frentes que ha de afrontar, a la vez, en un marco de excesiva complejidad y que, lógicamente, no depende solamente de ella. Europa es y será jugador imprescindible y de máxima labor de liderazgo para el futuro de Ucrania y todo lo que supone, en términos de paz, democracia, seguridad y prosperidad social y económica. En todo aquello que influirá en los países próximos y en el proceso de ampliación europeísta en curso que, sin duda, exigirá medidas especiales aceleradoras de sus respectivas adhesiones (ya sea directamente en la Unión Europea o en espacios transitorios vía EFTA o similar) en un momento que la propia Unión Europea ha de afrontar una radical transformación de su gobernanza, de sus procesos pendientes de integración plena de naciones y regiones más allá de la “uniformidad de los actuales Estados Miembro”, en un doble marco extraordinariamente demandante: La buscada “autonomía estratégica europea” en competencia de bloques con Estados Unidos de América y China y su estrategia de prosperidad y competitividad.

De esta forma, más allá de los Informes Letta y Draghi que han perfilado la esencia de la “Brújula de la Competitividad para la Unión Europea”, o el proceso en curso del “futuro de Europa” que parecería desdibujarse por momentos tras el laborioso e interno debate generalizado llevado a cabo y base del Plan de Gobierno de la recién constituida Comisión Europea.

En estos días asistiremos a la aprobación y presentación “definitiva” de la estrategia para la prosperidad, supuestamente, concreta, traducida en planes, programas y presupuestos, cuidando y comprometiendo la creación, también, de órganos e instrumentos para su gobernanza. Ya la comunicación de la Comisión al Parlamento Europeo, al Consejo, al Comité Económico Social y al Comité de las regiones del pasado 29 de enero, anticipaba el amplio y ambicioso proyecto y camino a recorrer con una larguísima programación de al menos 40 grandes planes, proyectos y acuerdos de variadísimas intervenciones a “realizar o poner en marcha con concreción operativa” a lo largo de 2025-2026. Sus buques insignia comprenden estrategias “innovadoras” para el emprendimiento y nuevas empresas emergentes de máximo nivel, actas de la innovación, de un nuevo espacio europeo de investigación, la definición y promoción de Factorías de la Inteligencia Artificial aspirando a no dejarla en manos ni de China, ni de los Estados Unidos de América, el Plan de Desarrollo de la Supercomputación, la estrategia cuántica, estrategias de la Bioeconomía y las Ciencias de la Vida, de los Materiales Avanzados, del Espacio y su economía, de las Redes Digitales, de una Energía asequible, segura, sostenible, Electrificación (interconectada, desconcentrada y segura), redefinir y concretar las Ayudas de Estado y repensar las normas de Competencia escasamente adecuadas, hoy, a las intervenciones inevitables de sus propias políticas en su ánimo de crear gigantes empresariales, líderes mundiales, cadenas globales de valor y referentes mundiales. Compromisos imprescindibles para redefinir transiciones para abordar el cambio climático, la descarbonización, la reconversión de sectores que hoy podrían considerarse tradicionales (acero, metales, minerales, ingeniería minera, automoción, la propia aeronáutica… además de la siempre presente Agricultura, medicamentos críticos, su llamado ecosistema del Agua y Resiliencia, Seguridad y Uso de Internet, y, como no podría obviarse, la Compra Pública y contratación, así como los ejercicios presupuestarios plurianuales, y, por supuesto, Defensa).

Todo un universo de elementos de máxima importancia (más allá del papel, planes o iniciativas concretas) que habrán de encararse en un Plan Único de Política Industrial, Competitividad y Prosperidad. Plan y Marco estratégico global que habrá de contar no solo con el apoyo de todos los Estados Miembro, sino compartido de manera participativa (real) de la iniciativa privada movilizando sus recursos desde la tracción y liderazgo institucional, de las instituciones “subestatales” (dejar de insistir en Fondos Centralizados en los gobiernos centrales de los Estados Miembro, ausentes. del control de sus propios Congresos, alejados de la realidad de los diferentes tejidos económicos, sociales e institucionales de las comunidades, empresas, personas que atienden).

Sin duda, el extraordinario trabajo realizado para identificar y proponer una verdadera ruta hacia la prosperidad, salvaguarda de los principios democráticos y de los derechos humanos y el modelo socio-económico de bienestar que caracteriza y diferencia el sueño europeo, reviste una enorme complejidad, necesitado de mucho esfuerzo colaborativo, de grandes recursos (también financieros), de una transformación disruptiva del modelo de gobernanza y administración de la Unión Europea, una profunda reforma de usos y actitudes excesivamente burocratizadas y de la paz y prácticas democráticas, hoy en riesgo.

En estos días, el discurso de defensa y seguridad ocupa la prioridad del debate, y enmascara al resto de temas, también esenciales, que algunos creen que pudieran posponerse hasta tiempos mejores. No es así. Vivimos un mundo incierto sí, interrelacionado, complejo y necesitado da acciones múltiples a la vez. En competitividad, para la prosperidad, la democracia y la paz, todo importa y todo es esencial y relevante.

Así las cosas, cabe preguntarnos si seremos capaces de entender una brújula, diferentes mapas (algunos han empezado por cambiar unilateralmente sus nombres) o un GPS (que no sea propiedad manipuladora de su propia ruta e intereses particulares desde su tecnología propietaria dominante). Sea uno u otro el instrumento de apoyo, confiemos en no olvidar que somos las personas las que decidimos nuestro futuro, las que hemos de ser capaces de fijar nuestro destino deseado y las características del trayecto para su logro. Las herramientas resultarán de gran importancia, pero no son la esencia de lo que habremos de buscar en este complejo, a la vez que apasionante, viaje.

Sabemos hacia donde ir. Sabemos lo mucho que hemos de hacer. Conscientes y esperanzados en las múltiples oportunidades que tenemos por delante. Y, también, por supuesto, de los obstáculos que hemos de superar.

En definitiva, en y hacia nuestra deseada y querida nueva Europa.

Infraestructuras inteligentes, conectividad y prosperidad

(Artículo publicado el 9 de Febrero)

En pocos momentos como estos tiempos que corren, se había popularizado tanto la consideración y debate en torno a los conceptos e impacto de la geopolítica y la geoeconomía, como elementos esenciales de la actividad económica y el estado de prosperidad y bienestar de empresas, ciudadanos y comunidades.

Hoy en día, ya sea por la visibilidad próxima de las guerras de las que, de forma activa o pasiva, formamos parte, por la fragmentación y desacople entre “bloques históricos dominantes”, por la fragilidad de la seguridad en las cadenas de suministro, por la movilidad abierta entre países y regiones detrás de sus propias apuestas estratégicas (generalmente atribuible a un determinado renacimiento de políticas industriales que de manera simplista e incompleta se consideran sinónimo de localismo y proteccionismo), o por la cantidad de provocadores mensajes que en ocasiones parecerían ser verdaderos planes e intenciones para convertirse en realidad y que generan elevada preocupación tanto local, como mundial, diferentes encuesta a responsable de primer nivel de las empresas, destacan las inciertas implicaciones geo políticas y geo económicas como los principales riesgos a gestionar. Una mezcla confusa entre la apelación a la colaboración e interrelación de diferentes para un bien compartible, o, por otra parte, la más que aparente concentración en el “yoismo” individualizado a la búsqueda de intereses, preocupaciones/comparaciones y objetivos individuales, parecerían determinar el camino a recorrer.

En este marco complejo, enfrentamos una enorme cantidad de desafíos demandantes de agendas colaborativas que obligan a una cada vez mayor relación con terceros de modo que las respuestas (de empresas, de gobiernos, de todo tipo de organización, talentos y voluntades/necesidades mundiales) solamente pueden alcanzarse optimizando la convergencia colaborativa de múltiples implicados. La necesidad de compartir recursos, personas, conocimiento, financiación, infraestructuras, diferentes especialidades y, sobre todo, búsqueda de estrategias coherentes y cohesionadas al servicio de objetivos con propósito final convergente, supone recorrer nuevos espacios.

Así, pasamos de las conocidas colaboraciones, uniones temporales para iniciativas específicas, alianzas (coopetitivas y/o estratégicas), espacios comunes, infraestructuras compartibles-colaborativas, clústers, ecosistemas… en un sinnúmero de modalidades que requieren una progresiva reconceptualización, formalización e institucionalización, gobernanza, rediseño estratégico (su para qué, en cada caso y los compromisos de las partes) y la verdadera identificación del valor añadido que aportan.

En este nuevo espacio, resurgen con fuerza las renovadas “infraestructuras inteligentes para la competitividad compartiendo conocimiento” que incorporen a la totalidad de los “stakeholders” implicables, en una cada vez más potente, real y eficiente coopetencia público-privada, que se extiendo a todo tipo de verdaderos agentes con capacidad transformadora. Relación siempre coopetitiva (colaborativa a la vez que diferenciada y colaborativa) de modo que cada parte tiene una triple estrategia (por definición única y diferenciada): su propia estrategia individual, la estrategia del “ente asociado y común” y la estrategia alineada país-región en que se desarrolla. Este proceso convergente es el verdadero motor del instrumento “generado”.

Bajo estos principios, proliferan en el mundo nuevos espacios o infraestructuras, “corredores” con diferentes objetivos, si bien con un buen número de elementos más o menos similares. “Corredores internacionales” para favorecer el comercio, la inversión, la integración económica, el transporte-movilidad, el flujo de talento y, de una forma u otra, el fin último de la competitividad y prosperidad de todos los posibles agentes interrelacionados, favoreciendo, generando, compartiendo, “CONECTIVIDAD” como instrumento facilitador del desarrollo de todas las partes.

Por lo general, el eje visible y objeto de análisis corresponde a una “infraestructura concreta”, de una u otra manera física que une espacios o territorios, si bien su verdadero propósito y esencia transciende de la propia infraestructura. En muchas ocasiones (mis antiguos alumnos del M.O.C.-Curso de microeconomía de la competitividad, recordarán el caso ORESUND), más allá de un puente, carretera, canal y túnel, que resultaba inviable desde un punto de vista estrictamente ingenieril y físico, pero cuyo valor reside en el CONOCIMIENTO, riqueza y prosperidad creada y compartida en su entorno. Unió el Norte de Copenhague con Malmö (Dinamarca-Suecia), lo que no solamente resolvía una vía para la comunicación, la movilidad y el transporte entre dos regiones dispares, con historia y cultura enfrentadas, con muy distintos niveles de desarrollo económico entre dos Estados distintos, sino la oportunidad de generar un distrito compartible (clusterizar economías diversas, un espacio laboral y universitario conjunto, romper barreras y zonas transfronterizas aisladas, flujo permanente de mercancías, inversión y talento), fortaleciendo la capacidad competitiva de todas sus piezas al servicio de un mayor nivel de prosperidad para todos.

Hoy, asistimos no solamente al interés (y gran debate) de nuevas rutas, corredores y canales a lo largo del mundo. El más conocido por su enorme impacto y largo plazo es el BRI chino (Cinturón y Ruta de Iniciativa desde CHINA) como gran corredor para comunicar regiones alejadas de China con las principales rutas de Euro Asia, Asia central, con ramificaciones hacia Oriente Medio y África, hasta el Atlántico, o el  renovado despliegue de la llamada “Ruta de la Seda” actualizando espacios de intercambio con especial relevancia para la comunicación e integración del Báltico, o los canales alternativos o complementarios al de Panamá para, entre otras cosas, minimizar los días y costes de navegación entre el Atlántico y el Pacífico. Corredores Interoceánicos, canales secos, o similares en Honduras, Nicaragua, o en el sureste de México. O bien, otros corredores “naturales”, fruto del desarrollo económico a lo largo de múltiples espacios como el “Corredor México-USA-Canadá” que posibilita la mayor concentración de intercambio económico en Norte América conectando los principales Estados e industrias exportadoras de México, su entrada vía Texas a Estados Unidos y su continuidad a través de la periferia de los grandes lagos a Canadá. Por no hablar de nuevos espacios económicos-sociales transfronterizos en la zona Tijuana-San Diego incluyendo su aeropuerto internacional en espacio compartido.

Pero más allá de estos corredores visibles y entendibles como “naturales”, asistimos a otros nuevos espacios de conectividad que suponen enormes desafíos de futuro y que exigen, además, una más que profunda comprensión y “negociación, ordenación, gobernanza” coopetitiva, por diseñar e implementar en este nuevo escenario geopolítico y geoeconómico. Así, si observamos el denominado “Mapa del Tesoro y las tierras Raras” en la llamada “Ruta transpolar” (Investigación geológica de Noruega. The Arctic Institute) comprendemos el multi espacio “compartible” por Canadá, Alaska, Islandia, Noruega, Suecia, Finlandia, Rusia, que no solamente supone nuevas rutas futuras de comunicación e intercambio económico, sino el acceso, gestión, incluso propiedad y dominio, de una enorme reserva de metales preciosos, energía, campos hidrotérmicos, minerales “raros”. Desafía y propicia, innovaciones relevantes en su extracción, transformación, canalización y uso en diversas cadenas globales de valor para las demandas futuras, base de una “nueva ingeniería minera y energética” que, hacia las economías verde, azul y nuevas tecnologías, irrumpe en un nuevo vector tractor del valor compartido. O, por ejemplo, el disruptivo mundo de los “Nodos interconectados” de los “Centros de Energía/Datos” que posibiliten el acceso real a las tecnologías del dato, la inteligencia artificial y la nueva revolución industrial-tecnológico-energética. Una gran carrera en marcha, a la búsqueda del espacio, de la generación de hinterland adecuados y, por supuesto, de la conectividad (entre redes, conocimiento, empresas, academia, comunidades…). Y, no aislado de lo anterior, aunque sí con espacio propio, la “revolución de la electricidad”, con la inevitable búsqueda de redes interconectadas entre regiones, países y continentes. Una complejidad, imprescindible, limitada por razones, sobre todo, de seguridad.

En definitiva, tiempos retadores para nuevos espacios de convergencia, demandantes de visiones disruptivas, de ampliación de conceptos, hacia el CONOCIMIENTO-CONECTIVIDAD, en nuevos marcos de valor compartido, al servicio de las comunidades en juego, al servicio de su prosperidad.

Geopolítica y geoeconomía más próximos en nuestras economías locales y domésticas, en nuestro bienestar y en las enormes oportunidades de acceso al conocimiento, conectados, desde casa, con el mundo.