CATÁSTROFES y EMERGENCIAS. AUTOGOBIERNO, BUENA GOBERNANZA Y ESTRATEGIAS Colaborativas para el BIEN COMÚN.

(Artículo publicado el 24 de agosto)

NEURE KABUZEn

Por JON AZUA

 

CATÁSTROFES y EMERGENCIAS.

AUTOGOBIERNO, BUENA GOBERNANZA Y ESTRATEGIAS Colaborativas para el BIEN COMÚN.

 

NEURE KABUZ

Por JON AZUA

 

CATÁSTROFES y EMERGENCIAS.

AUTOGOBIERNO, BUENA GOBERNANZA Y ESTRATEGIAS Colaborativas para el BIEN COMÚN.

 

En esta ocasión, el hasta ahora inusual (por su nefasta intensidad) maleficio de los tres 30´s de la emergencia climática (temperaturas superiores a 30 ºC, vientos retroalimentables superiores a 30 kms/hora, con humedades inferiores al 30%) ha dejado una Península Ibérica asolada con una decena de fallecidos, miles de personas y familias evacuadas, centenares de poblaciones semidestruidas, empresas arruinadas, y en torno a 500.000 hectáreas de masa forestal calcinadas.

Cuando aún arden fuegos fuera de control que han destrozado vidas, recuerdos e ilusiones, mucho más allá de desoladoras, complejas y penosas intervenciones para mitigar sus efectos devastadores y propiciar la mejor de las atenciones posibles a los miles de damnificados víctimas de la catástrofe, a la espera de las inmediatas (siempre lentas para quienes habrán de recibirlas) e imprescindibles medidas de reparación, recuperación y reconstrucción ya en proceso, surgen todo tipo de mensajes, voces, reclamaciones, potenciales soluciones, criticas o denuncias a “quienes se señalan como  responsables cuyas decisiones o ausencia de las mismas, se dice no  diseñaron e implementaron planes salvadores que previnieran los acontecimientos, facilitaran la coordinación de los diferentes actores intervinientes,(incluidos los propios ciudadanos afectados) , o no acudieron al lugar preciso de la tragedia ( cientos o miles puntos de la vastísima geografía),o “no supieron detener, en su día,  la migración masiva, centenaria, del medio rural a las grandes urbes”, lo que se supone, “les califica de distantes y ajenos a las necesidades y realidades  de las poblaciones hoy afectadas”.

Así, la carrera descalificadora “de los otros” (como parece generalizarse siempre que se produce algún problema que rompe con nuestras esperanzas y comportamiento cotidiano), arrastra “todos los errores del pasado”.

Se añade ahora, el nuevo reclamo por el que “la ciencia lleva años demostrando la emergencia climática y señalando el camino único e inequívoco que habría fijado la manera, ritmos, tiempos y decisiones políticas y sociales que habrían de transformar la ruta para salvar el planeta, (todo a la vez, en todas partes)”. Así parecería que esta y otras muchas catástrofes, era, son y serán evitables o bien, su impacto negativo, se verá claramente mitigado.

Ahora bien, lejos de pretender unirme a quienes analizarán y  aportarán medidas y políticas de posible solución a una catástrofe  de estas características y magnitud y a las propias consecuencias del impacto de la emergencia climática en sí misma, que desgraciadamente, nos acompañará a lo largo del tiempo, mucho más allá de incendios , y que llevará sustanciales cambios en nuestras vidas , me concentraré , aquí, en destacar algunas proclamas o mensajes que han surgido en estos días, y que en mi opinión, merecen una reflexión, tanto para una catástrofe como esta, como, sobre todo,  para abordar un futuro diferente, en el que la convivencia, el compromiso con /desde la Sociedad para el bien común, la calidad democrática en la toma de decisiones y los ámbitos de aplicación habrían de ser tenidos en cuenta.

Resulta evidente que lo sucedido este verano  provocará (o acelerará) múltiples actuaciones transformadoras, el inevitable rediseño de nuestros sistemas de producción y generación de riqueza, de nuestros modelos de bienestar, que incidirá  en nuestras políticas urbanas, y de movilidad , llevará el medio ambiente y la sostenibilidad a espacios de mayor interacción a la vez que confiemos le doten de racionalidad en su compatibilidad con las estrategias y políticas globales desde el propósito común y compartible deseable, conferirá un concepto renovado al desarrollo rural, a la seguridad alimentaria y provocará tantas otras soluciones y escenarios cuyo nuevo logro exigirá de transiciones, fases, reasignación de recursos, a lo largo del tiempo, posibilitando pasar del mundo de hoy a otro nuevo por reinventar, para el mañana, y que exigirán, por encima de todo, el principio ya acuñado y generalizado de “no dejar a nadie atrás”.

Toda catástrofe moviliza todo tipo de reacciones con ánimo transformador, la más de las veces, con demasiado ruido y proclamas y escasos cambios y compromiso reales. La tarea es compleja y el trabajo a realizar inmenso y en múltiples direcciones, desde muy diferentes actores y excede de cualquier acción “sectorial o fragmentada y exige tiempo (además de voluntad compartida).

Revisemos una serie de cuestiones ampliamente escuchadas (desde tertulias, opinadores expertos o circunstanciales, actores clave de la intervención en los puntos de dolor, expertos reales con recorrido y experiencia en la materia…), que han llenado horas de informativos, declaraciones y reclamaciones. Llamo  la atención sobre unos pocos, todos interrelacionados, que ayuden a ampliar el foco de la cuestión: insuficiencia de medios para afrontar una catástrofe ( siempre lo son , siempre con impacto desigual); descoordinación entre diferentes poderes públicos y niveles institucionales (desde la autodefensa de cada uno responsabilizando al tercero procurando centrar la crítica en la autoridad en exclusiva); el buenismo mediático (convirtiendo  cualquier micrófono en canal experto del problema, ,de la solución, de la geografía en que se desarrolla , y por supuesto de lo que habría de hacerse a futuro ); la gestión simplificada del dato , la estadística e indicadores que parecerían ser verdades absolutas(comparan peras con manzanas y se afanan en explicar por qué unos no han invertido en prevención o en extinción , o en condiciones laborales de los profesionales implicados, o el carácter público o privado del servicio prestado) ; o la experiencia y capacitación de quienes actúan; y, por supuesto, la responsabilidad y gestión competencial de los distintos gobiernos implicados (optando por trasladar la no decisión a aquellos más alejados de sus preferencias ideológicas o editoriales). Y, en un Estado autonómico, como no podría ser de otra manera, el reclamo de una centralización mágica (que se supone sería la receta única para prevenir, mitigar, solucionar, cualquier demanda exigible); con inmediata explosión de nuevas  normas legales y administrativas (que habrían de ser modificadas “porque han sido diseña en despachos alejados y distantes desde el desconocimiento del terreno o campo de juegos y nunca contando con la participación diferenciada de las comunidades  y pueblos dolientes); o llamando a la lealtad institucional (como mensaje de ataque a otros y  y auto justificación de un “nuevo rol que se pretende impulsar” para modificar los espacios competenciales existentes). Amplio abanico de señales que parecerán llevarnos a una serie de elementos que componen un mínimo común denominador necesario para compartir las soluciones y necesidades requeridas y que va más allá de la imprescindible inmediatez de acción superadora de los mega fuegos, de sus trágicas consecuencias de hoy, a la vez que contribuyan a las soluciones comunitarias sociales y de comportamiento público que afrontamos.

Los principales desafíos que enfrentamos no tienen una solución o respuesta única ni pueden resolverse con genialidades individuales. Son, por definición, la necesidad de una combinación de actuaciones que lleven a la convergencia de valores estratégicos compartibles, respondiendo al para qué de las diferentes políticas públicas en plena interacción participativa de la Sociedad, el qué y el cómo, siempre al servicio de un propósito aspiracional, comprometido, firme, conocido y motivador de un futurible deseable y alcanzable. De aquí la grandeza y valor de las estrategias colaborativas que distribuyen responsabilidades, roles, medios, resultados compartibles en torno a fines de valor general al servicio del bien común. Estrategias construidas desde la coherencia entre los objetivos finales y los pasos e instrumentos para alcanzarlo. (Llama la atención observar determinadas poblaciones que claman por una recentralización dando por bueno que lo solucionase un gobierno único, cuándo, precisamente, denuncian el “aislamiento y desconocimiento de lo local por los burócratas ya sea en Madrid, Bruselas o Lisboa, que ni cuentan con la experiencia e identidad propia y presencia real en los pueblos”). ¿Como es posible que se piense en una solución desde fuera? El autogobierno es, sobre todo, capacidad de decidir, de asumir riesgos, de comprometerte con tus soluciones, de establecer las necesidades y prioridades, la complicidad con tus vecinos y con la comunidad. Exige la confianza en las fortalezas que den sentido al bien común compartido, generando una mayor eficiencia con la participación de todos los implicados y que, en consecuencia, aporte mayor valor y niveles de riqueza y de bienestar. Es apostar por tu propia organización y garantizar la convivencia normal y practicar, el principio de subsidiariedad y solidaridad, eligiendo tu deseable interacción bilateral con aquellos otros que conviertas en un auténtico compañero de viaje para abordar soluciones y estrategias deseadas.

Articular el autogobierno con espacios de gobernanza global es un proceso complejo a la vez que imprescindible. No se pueden promover descentralizaciones administrativas, ni generar espacios autonómicos federalizados, ni conglomeraciones de especial nivel de autogobierno, o confederaciones tras máximos niveles de cosoberanía, ni espacios de integración colaborativa con sistemas incompletos, perpetuando cascarones conceptuales y contenido vacíos o en cuestionamiento e indefinición permanente. Ni los medios programables para el largo plazo, ni las estructuras vivas de gobernanza, ni la total calidad democrática, ni la afección institucional, serán lo suficientemente eficientes para la definición y logro de las estrategias determinadas (en el mejor de los casos en el que estas existan) .

Buena gobernanza, estrategias colaborativas completas, objetivos y complicidades solidarias compartibles a largo plazo, coherente reasignación de medios, coherencia del propósito y estrategia y sí, lealtad institucional (de todos para con todos) nos prepararía mejor ante previsibles catástrofes, emergencias climáticas y otros muchos desafíos globales a los que nos enfrentamos. Observemos y aprendamos de aquello que parece inevitable. Transformemos la actitud y manera en que abordemos el logro de un verdadero propósito, más allá de la desgracia, el sufrimiento y la imposibilidad de dar respuestas aisladas

No actuemos hoy por miedo sino por una esperanza de futuro. Construyamos un nuevo mundo. Reinventemos nuevos caminos desde las fortalezas de los elementos esenciales señalados, que habrán de servirnos para construir una nueva sociedad de bienestar a la  que aspiramos .

La oportunidad de transformar nuestro pequeño mundo

(Artículo publicado el 10 de agosto 2025)

Tu futuro empieza ahora (“Future starts now”, Strategic Thinking Council) es el documento de cabecera que invitaba a participantes de un seminario de reflexión estratégica al objeto de reformular una visión de futuro para diferentes regiones en diferentes geografías y economías del mundo.

“El futuro empieza hoy” no debería ser ninguna novedad. Sí lo es en la medida en la que asumimos el rol o actitud personal quienes pretendemos abordarlo, tanto en nuestros proyectos personales de vida, como en nuestros espacios, responsabilidades y compromisos profesionales, o ante la observación (simple o compleja), aislada o sistémica, del mundo (local o global) que contemplamos.

Si bien no hay duda que el futuro no se crea de la nada y será siempre consecuencia tanto de lo que hemos heredado o hecho hasta ahora, y, sobre todo, de lo que seamos capaces de incorporar, potenciar o desarrollar desde lo realizado (esencialmente por otros y muy probablemente con una cierta participación y coprotagonismo, ya activo o pasivo de nosotros mismos) en una sucesiva y progresiva actitud, aportación de ideas, trabajo, esfuerzo y compromiso, especialmente colaborativo, y cuyos resultados trascendentes o transformadores se materializan y aprecian en el largo plazo, resulta imprescindible una mirada larga, con propósito, hacia un escenario del mañana, por lo general, diferente al que hoy contemplamos, lo que obliga (o al menos recomienda) a considerar la cadena sucesiva de actuaciones, decisiones, de muchos, en este largo recorrido hacia este “nuevo futuro” ya iniciado.

Siendo esto así, llama poderosamente la atención la continua referencia a lo nuevo acompañando prácticamente toda actitud, iniciativa, metodología, programa o plan que parecería empezar ex novo, dando a entender que lo realizado hasta el momento es una hipoteca para nuestro punto de partida, ha sido un error o hipoteca lo que ahora se pretende construir.

Releyendo a Henry Chesbrough (considerado el padre del término OPEN INNOVATION-INNOVACIÓN ABIERTA) y su cuestionamiento sobre los resultados específicos de este relevante proceso extendido a lo largo del mundo, calificado como esencial en las iniciativas transformadoras de alto impacto, prioritario en el marco de las mejor valoradas estrategias de cambio positivo. Invita a profundizar en la importancia de las “oportunidades de transformación y mejora”, analizar y comprender con rigor “el contexto y tiempo” en el que habrán de llevarse a cabo, las fortalezas, capacidades y adhesión de los actores y potenciales protagonistas de los procesos que resultarían imprescindibles, de la asunción realista de la base de partida actuando de forma especial en sus fortalezas y mitigando las debilidades existentes, accionando la motivación de quienes lo harían posible, la manera de pensar de los implicados y de la mezcla de capacidades, voluntad, propósito, liderazgo compartible que los impulse.

Así en esta línea en estos días de inquietud e incertidumbre ante un mundo en reconfiguración que nos genera un enorme desasosiego, destacando una cantidad de puntos negros reiteradamente recordados y representados por disrupciones tecnológicas, inseguridad, conflictos y guerras, inequidad, desapego institucional y respecto de cualquier autoridad, debilidad democrática, movimientos demográficos de aparente singularidad y en muchos casos calificada con acento negativo, recobran especial atención tres espacios de supuesta contradicción inicial sobre los que merece la pena, en mi opinión, reflexionar para incorporarlos a ese futuro que ya ha empezado y que pretendemos coprotagonizar:  escasez-abundancia, transición-adición, “Moonshots-Loonshots”. (En literatura estratégica un Moonshot es un ambicioso y complejo objetivo ampliamente esperado, que se supone generará un gran impacto positivo; Loonshots sería un proyecto inicialmente descartable o controvertido por algunos grupos de interés, considerado como descuidado, y sus promotores tenidos, por algunos, como equivocados o desquiciados).

Con Peter Diamandis (Singularity University), el futuro será mucho mejor de lo que parece y las tecnologías llamadas exponenciales generarán todo un mundo de oportunidades en un escenario de abundancia casi ilimitada al servicio de la sociedad. Ahora bien, para que las oportunidades sean una realidad al servicio de las necesidades y demandas de la sociedad, tenemos por delante todo un mundo de tareas por recorrer. No basta ni detectar las oportunidades, ni convivir con ellas, sino que hemos de crear el contexto adecuado para acometerlas, dirigirlas y ponerlas al servicio del propósito y bien esperable y deseable tras un verdadero motivo, tanto personal como colectivo, de aquel valor trascendente, en el largo plazo hacia el que queremos comprometernos en su logro. “Llegar a la luna”, en su día, fue el sueño quimérico que movilizó los ingentes recursos necesarios para alcanzar un objetivo en apariencia inalcanzable y distante, además de complejo e inciertos resultados o beneficios colaterales para la totalidad de la población. Los Moonshots exigen organización, complicidad, complicarse un poco la vida y el momento, procesos integrales e integrados, contenidos reales y percibibles, ambición, colaboración entre múltiples actores, medición y evaluación de resultados parciales, liderazgo, recursos focalizados (sobre todo tiempo), y compartir propósitos. Este espacio visionario ha de partir de una constatación de la realidad preexistente, que posibilite ser conscientes de los activos con que se cuenta, en las transformaciones a acometer y de las consecuencias que conlleva la visión extraordinaria, especial y diferente, que requiere acompasar el recorrido de modo que no deje a nadie atrás. Las transiciones (Iván Martín y el Boston Consulting Group mencionaba en estos días la necesidad de hablar menos de transición energética y más de adición energética como vía racional de llegar al objetivo último de la energía verde desde la realidad existente), como en este caso, obligan a entender el estado real de diferentes tecnologías, tipos de energías, de su geolocalización, de las transformaciones económicas y sociales requeridas, de los tejidos económicos y sociales de las regiones en cada uno de los paises implicados,  de las regiones en las que se encuentran los recursos potenciales para el final previsto. Transiciones que nos devuelven al Loonshots ya mencionado, no como contraposición paralizante, sino como referentes de complementariedad imprescindible de ese llamado “MOONSHOTS THINKING”, que destaca como movimiento pensador y provocador de las verdaderas transformaciones del largo plazo. Si el liderazgo y compromiso-propósito son firmes en la transformación perseguida.

Marcado el rumbo, la incorporación de otros muchos jugadores (colaboradores no destructores), permiten incorporar medios y ritmos de avance que enriquezcan el proceso transformador deseado, convergiendo en proyectos e iniciativas únicas, reforzando la comprensión y adecuación del contexto, de los activos reales con los que se cuenta y favorecer la complicidad general con el fin deseado.

De una u otra manera volvemos a la esencia de recrear, reinventar, redefinir esos futuros que deseamos y que ya han empezado. Liderazgo, propósito, bien común compartido, procesos múltiples y colaborativos generando una pasión colectiva convencidos de un mundo mejor para los demás y también para nosotros mismos.

Hoy que observamos un panorama con sensación caótica, de soluciones imprevistas y de las que, a priori, pensamos que no cuentan con nuestra implicación real, o desde un relativo abatimiento que nos impide formalizar las oportunidades y abundancia que parecerían esperarnos, carentes de señales orientadoras de una oferta e invitación creíbles y compartibles que lleven a un futuro en el que nos sintamos confortables, que nos motiven a ser parte relevante de los avances y de la propia creación y exploración de esas oportunidades para convertirlas en elementos de bien común y personal en cualquier tipo de organización de la que formemos parte  y nos posibilita contemplar ese futuro que ya ha empezado, como un espacio no impuesto y que no debe ser consecuencia inevitable de unas decisiones no tomadas, o decisiones equivocadas de otros, (al menos en apariencia),  sino comprometernos con los resultados que día a día somos capaces de aportar y conseguir. Nos espera un largo camino, nada fácil y extremadamente complejo e incierto, por supuesto, (como lo ha sido siempre).

Sin duda, un futuro enriquecedor, distinto, mejor, deseable, ya ha empezado. Nos interpela y espera de nosotros que no lo asumamos como un mal fatal heredado, sino como un bien y espacio de oportunidad, de mejora y pasión por aquello que habremos de crear.

Descanso activo… disfrutando de ciudades y espacios creativos

(Artículo publicado el 27 de julio)

En plena deriva veraniega y vacacional, las palabras mágicas con mayor presencia en toda conversación pasan por “la necesidad de desconectar”, lo que viene acompañado de viajes, hacer turismo (en lugares diferentes a tu residencia habitual), llenar aeropuertos, estaciones (autobuses o trenes), hoteles, restaurantes (por lo general distantes y no habituales) normalmente “ocupando” los espacios naturales de la población local. Eso sí, lamentando el exceso de turistas (los demás) que nos provocan cierto malestar o rechazo. A la vez, es un tiempo coincidente con todo tipo de reportajes, declaraciones públicas en torno a regular el turismo, diseñar impuestos, tasas o tarifas que penalicen al visitante o al “veraneante que invade nuestros pueblos”, buscando un efecto disuasorio ya que “no es el turismo de calidad y de alto nivel de gasto que deseamos” y vivimos la esquizofrenia de rechazar a los demás, mientras ultimamos nuestras propias “experiencias” que, sin duda alguna, aportarán enorme beneficio a las poblaciones que visitemos, a la prosperidad global y, por supuesto, a la cultura abierta y global que como ciudadanos del mundo, enriquecemos y habrán de enriquecernos (un poco al menos) también a nosotros.

Como parte de estas contradicciones, se añaden otras consideraciones: ¿Cómo y dónde desconecto del todo o persigo una especie de “Descanso Activo” que no me aísle del todo, me resulte productivo (al menos para mí) y minimice esa gran patología del síndrome y depresión post vacacional que se supone me esperará a mi regreso?  (Resulta un tanto molesto escuchar la radio o las conversaciones de pasillo y ascensor en los que todo el mundo va contando “los días que le falta para descansar”, las molestias que habrá de padecer y, por supuesto, el día del regreso previsto). Pero, en fin, asumimos nuestro propio anhelo veraniego y, a tenor de los tiempos,  consultamos con nuestro asistente de inteligencia artificial y nos propone “un descanso activo en vacaciones: un equilibrio perfecto entre relax y cultura, combinando la tranquilidad con la exploración y el disfrute de experiencias enriquecedoras” de modo que logremos una auténtica renovación física y mental, una exploración cultural única y diferenciada (probando gastronomía local, sumergirnos en la cultura distante en el destino por descubrir) y, por supuesto, mejorar nuestro bienestar”.

Si cambiamos de registro y nos preguntamos por el impacto del turismo en casa, nos veremos inmersos en todo tipo de cargas negativas alertando de la invasión e imperialismo cultural que destruye nuestra identidad, del peligro de “dinámicas narrativas del pasado que no saben interpretar la complejidad con recetas unilaterales al servicio de intereses particulares, financieros, económicos, que no escuchan la opinión local y no saben lo que los ciudadanos y herramientas sociales desean”.

Pues bien, hace unos días, al hilo de una serie de premios convocados en torno a “ciudades de mejores prácticas de las que aprender”, releía el libro de Charles Landry: “The art of City making” (El arte de la creación/diseño de las ciudades). Tuve la oportunidad de recibirle en Bilbao en 2.009, invitado como máxima autoridad mundial en el mundo de las ciudades y me dedicó su, entonces, último libro y tuvimos la oportunidad de comentar, en especial, sus capítulos y tratamiento de la “geografía de la miseria”, “la geografía de la desigualdad”, “la geografía de la prosperidad” y, sobre todo, “el renacimiento y brillo de las ciudades”, respondiendo a la complejidad, a la vez que al carácter “completo” de una ciudad-región, evitando “especializaciones parciales”, las más de las veces inconexas y el cuestionamiento de qué medidas eran “creativas” (como, por cierto, él lo creía, del Bilbao emergente). Esta “ruta” llevaría a la geografía del deseo.

En aquella riquísima y larga conversación, pusimos especial interés en el apartado de lo que él llamaba la “geografía de la miseria” como una de los tristes y retadores casos del declive, marginalidad, carencia de esperanza y oportunidades de un futuro mejor, que ahonda la desigualdad, conflictos y muerte de aquellas ciudades y regiones que escapan del futuro. En su intenso trabajo y larga experiencia, repasaba todos los componentes negativos que recibían en el “coste del cambio”, imprescindible para transitar hacia la prosperidad y, por supuesto, ya se analizaba el “turismo y su descontento” y la cantidad de componentes esenciales que harían del capital humano, del capital social, del capital institucional los motores esenciales de una reinvención o reconfiguración de las ciudades para un mundo mejor. Aportaba uno de sus temas preferidos: La Ciudad Creativa como vértice de innovación urbana.

Estas importantes consideraciones que para quienes hemos dedicado una parte importante de nuestra vida profesional a la estrategia de las ciudades y regiones a lo largo del mundo, su conversión en espacios de riqueza, competitividad, prosperidad y bienestar, cobran especial relevancia, cuando hoy debatimos en torno a tres elementos críticos que se convierten en las principales preocupaciones: desigualdad, combatir la pobreza y marginación y el rol de los liderazgos institucionales exigibles. Tres enormes y complejos problemas que no conocen de recetas mágicas y demandan un cuidado muy especial, día a día, en un largo y, posiblemente inacabable, recorrido.

¿A qué viene ocupar las vacaciones con estos tres temas que seguirán allí a nuestra vuelta del verano? ¿Favorecen un descanso (imprescindible) activo (recomendable)?

El urbanismo preexistente pretende nuevas soluciones que, de forma inevitable, se ve condicionado por todo tipo de barreras, empezando por sus propias narrativas, marcos reguladores y creciente cúmulo de “voces”, “demandas”, “restricciones” e “historia física” que lleva a marcos garantistas en plazos imposibles para soluciones deseables y apuestas transformadoras. “El nuevo pensamiento” (siempre la alternativa se acerca al concepto “nuevo”) promueve empezar por el propósito y la visión de futuro y, a partir de allí, transitar por todo aquello que, a priori, haría imposible o, al menos, difícil, el logro perseguible y deseable (la desafiante “geografía del deseo”): abuso de intereses sectoriales, falta de esfuerzo y alianzas innovadoras, reactivar o reconectar los activos ociosos o cuyo valor y contribución al entorno/sociedad han desaparecido, nuevos activos por generar (aún no realizados o no del todo definidos), superar (en positivo) la memoria colectiva, profundizar en la lógica de aquellas ideas presentes (muchas veces dominantes) claramente no creativas, la compleja demostración de la viabilidad de un futurible, la siempre presente burocracia procedimental, el cortoplacismo dominante y carencias colaborativas, los diferentes grados de motivación para avanzar hacia un futuro percibido como distante, y, por supuesto las dinámicas pasivas de quien se sabe no será protagonista ni de la toma de decisiones, ni de sus consecuencias, ni del disfrute individual de aquel futuro colectivo propuesto.

Con un panorama de partida, siempre presente, en mayor o menor grado, en toda estrategia (por definición siempre única, diferenciada, innovadora, transformadora, exigente, colaborativa-colectiva y largoplacista), resulta esencial un claro liderazgo institucional, un verdadero compromiso y riesgo democráticos, una apuesta clara y decidida por un futuro diferente.

Y, enmarcado en este desánimo, la invitación a colaborar en un trabajo en torno a la búsqueda de soluciones para una región deprimida y zonas marginales dominadas por una desigualdad galopante, coincidiendo con otras regiones ricas y prósperas, resuenan los ecos de la “infelicidad colectiva” más allá de la desigualdad y las “herramientas” para nuevas políticas y enfoques microeconómicos para combatir la pobreza (como destaca  la nobel de economía, Esther Duflo, inspiradora de cambios de modelos, objetivos e indicadores).

Sin duda, vivimos un periodo pesimista y estamos necesitados de poner en valor las bondades, fortalezas y oportunidades que superan (aunque parezca mentira) las realidades y percepciones negativas y deprimentes que nos acompañan.

Necesitamos desconectar, sí. Necesitamos descansar y disfrutar de nuestro presente a la vez que empeñarnos en buscar la felicidad y prosperidad colectiva. Aprovechemos unas vacaciones en términos de “descanso activo”, tal como nos han recomendado, reponiendo energías, espíritu y voluntad para no dejarnos convencer por quienes creen que es cuestión de vender narrativas catastróficas y paralizantes, imposibilitando anhelar superar los verdaderos desafíos que tenemos.

Y, en aquellos lugares que visitemos, en los que disfrutemos de la innovación creativa y transformadora que nos haya atraído y motivado, pensemos en aquellos otros que padecen el pesimismo inmovilista, e imaginemos y soñemos en aquellas “ciudades y espacios creativos” que recomendaba Landry.

¿Estrategias para una arquitectura global del desarrollo?

(Artículo publicado el 13 de julio)

La última Cumbre de Naciones Unidas celebrada en Sevilla ha pasado, en apariencia, desapercibida. Ensombrecida por la paralizante crisis de confianza del gobierno español en un clima crispado de más que presunta corrupción, descontrol, incertidumbre y confrontación tanto interna (un presidente y gobierno de coalición en inestabilidad permanente que no termina de convencer o gustar a sus apoyos coyunturales) y con una oposición parlamentaria incapaz de formar un gobierno para lo que necesita el apoyo de terceros partidos que no confían en ella.

Desgraciadamente, el clima negativo y crispado del país anfitrión, contribuyó a que el “Documento de Sevilla para la Financiación del Desarrollo” se haya convertido en un par de mensajes mediáticos basados en una propuesta del compromiso de aportar el 0,7% del PIB para países en desarrollo (vigente y no aplicada desde décadas atrás) u otras “medidas mediáticas e ingeniosas” con ruido popularmente cautivador pero de escasa relevancia para el propósito global pretendido, como un impuesto a los pasajes aéreos de clase ejecutiva que el presidente español (Pedro Sánchez) se auto presentó como promotor. Sin duda, no era el mejor momento ni escenario para propuestas clave de un presidente y gobierno descalificados por el hecho de no haber sido capaces de aprobar su propio presupuesto desde el 2.023 sin siquiera presentar un anteproyecto para el ejercicio 2.025, sabiendo que no cuenta con el apoyo parlamentario necesario para comprometer recursos especiales. Un gobierno penalizado esta misma semana por la Comisión Europea retirando fondos del programa Next Generation por incumplimiento de compromisos exigibles para su materialización, al tiempo que se ve obligado a una especial contribución al “Rearme Europeo» en el marco de la OTAN y de la “nueva estrategia de Defensa y Seguridad europea”. Asunto este último de vital importancia cara a afrontar desde todos los Estados Miembro de la Unión Europea, contribuciones extraordinarias para el desarrollo global, en especial de terceros, ante su demandante estrategia de protección y seguridad en el marco de una “reiniciada autonomía estratégica” menos dependiente o acompañada por Estados Unidos.

El “Documento de Sevilla” es un Informe-Acuerdo amplio que recoge un largo listado de medidas ya de compromiso, ya de recomendaciones, o de “visto bueno” favorable a determinadas actitudes e iniciativas que deberían seguir, en los próximos años, los países miembros de la Organización de Naciones Unidas. Ahora bien, como suele pasar con estos documentos acordados, cada Estado Miembro lo aplica o no, según las circunstancias, voluntades y capacidades de cada momento, por lo que termina siendo un extraordinario ejercicio de análisis e información, una estupenda guía para diseñar políticas públicas y propiciar la movilización convergente de recursos privados, normas correctas para instrumentos organizativos, guías éticas y democráticas… pero sin carácter vinculante.

La base de este documento constata la imperiosa necesidad de repensar la financiación del Desarrollo, partiendo de una realidad objetiva, en que los pagos por endeudamiento que han de hacer los países no desarrollados (fundamentalmente) superan los recursos destinados a sanidad y educación, lo que profundiza su propio no desarrollo, su posibilidad de invertir en aquello que les permita construir un futuro deseable y avanzar en la mitigación que no erradicación de la pobreza. Así, toda Agenda de Desarrollo se aleja de los objetivos que la propia ONU, las Organizaciones Internacionales y Estados Miembro, se han propuesto. La desigualdad se instala (y crece). Según este mismo documento en sus análisis soporte destaca, entre muchas cosas, que la “nueva riqueza generada por el 1% de lo más ricos sería suficiente para cubrir los pagos del endeudamiento mundial de todos los países en desarrollo”.

Así las cosas, mientras el mundo (también el desarrollado) asume, día a día, nuevos compromisos de progreso en torno a nuevos desafíos, a la búsqueda de un mundo de Cero Emisiones,  con la mitigación de efectos de cambio climático y “salvar el planeta”, asumir e incorporar las nuevas tecnologías disruptivas y  exponenciales en nuestra vida diaria, explorar “rentas universales” que acompañen la inevitable “reinvención del concepto y mundo del trabajo y el empleo”, garantizar seguridad y protección ante un mundo de conflictos generalizados, animarnos a “reinventar la educación” y “emprender una profunda revolución den los sistemas de salud” atendiendo, también, los determinantes económicos y sociales de la salud, convirtiendo todos estos planes en derecho subjetivo más allá de propuestas programáticas deseables pero limitadas por la escasez o ausencia de recursos de todo tipo,  siendo todo a la vez, de obligado cumplimiento. Y, por supuesto, reclamamos el rediseño de nuevas estrategias de industrialización y economía productiva, garantizando infraestructuras (no solo físicas, energéticas, institucionales y sociales), necesitados de fortalecer las frágiles democracias que hemos de cultivar, y la inaplazable obligación de intervenir ante todo tipo de catástrofes (desde sus planes y políticas de prevención), lamentamos que el esfuerzo realizado, los pasos dados, no vean su concreción (complejísima) en favor del objetivo prioritario y conductor que, tras la ONU, todos parecíamos buscar: Erradicar pobreza y desigualdad, generando esperanza de verdadero desarrollo y bienestar.

Como recientemente recordaban en un diálogo sobre el rol de Naciones Unidas, su ex secretario general Ban Ki-Moon y la ex Primera Ministra de Nueva Zelanda, Helen Clark,  ya el presidente Harry Truman (Estados Unidos), con ocasión de la firma de las Actas Constitutivas de la ONU, hace 80 años destacaba: “El valor de estos documentos descansa solamente en la voluntad de los gobiernos miembro para aplicarlos”… y añadían que hoy, más que nunca, surge la necesidad del multilateralismo comprometido, capaz de “gestionar” múltiples alianzas convergentes. Y, en relación con la financiación al desarrollo, ponen el acento en la imprescindible transformación innovadora que genere una nueva arquitectura financiera y fiscal internacional con especial énfasis en la búsqueda de un espacio fiscal global, una solución a la excesiva deuda y su peso en la imposible respuesta equitativa desde los países más necesitados y orientados a la financiación de servicios públicos esenciales.

Una arquitectura, al servicio de un propósito.

Sin duda, ni el Documento de Sevilla (con anteriores acuerdos previos años atrás en Cumbres similares), ni múltiples documentos en la misma línea (el propio Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, G-8 y G-20…) constituyen una novedad en un proceso y movimiento que a lo largo del tiempo viene buscando soluciones para “quitas compensadas con contrapartidas específicas de inversión en palancas de desarrollo”, compromisos “vinculantes” o iniciativas concretas monitorizables y concretables. Pero, parece de gran trascendencia profundizar en algún tipo de medida-compromiso concreto. Este documento y Cumbre han sido destacados estos días por el premio nobel de economía, Joseph Stiglitz, autoridad destacada en el tema y en los propios Organismos Internacionales en los que ha trabajado. En su calidad como presidente del Consejo Asesor Experto, redactor de “El Reporte del Jubileo” (Pontifical Academy/Social Sciences), “proponiendo un plan para abordar las crisis de deuda y desarrollo y construir una economía global sostenible centrada en las personas”. Así, de una u otra forma, el mundo, desde todo tipo de ideologías y políticas se plantea intervenciones radicales al servicio del bien común.

Hoy en día, inmersos en esta profunda “era de la reinvención”, acompañada de una imprescindible motivación generalizada para una sociedad esperanzada que crea en un futuro diferente del que debe ser protagonista activo, la financiación del desarrollo presenta extraordinarios escenarios que posibilitan nuevas maneras de concebir las industrias, los modelos de crecimiento económico, los espacios que hasta hoy se ven en el fondo del subdesarrollo y que poseen los recursos y activos esenciales para transitar el futuro. Son tiempos de oportunidad para el desarrollo, para la movilización de recursos con sentido, de la coopetitividad abierta, de la ruptura de silos, de la evaluación de rentabilidades económicas, financieras, sociales… y políticas en marcos amplios interrelacionados más allá de en acciones individuales. Son tiempos, también, de repensar las propias estructuras e Instituciones que proponen, promueven, gestionan (o deberían hacerlo) estas arquitecturas existentes que han de mirar, también, hacia dentro, con análisis crítico, al servicio de los propios valores que las originaron, y adecuarlas a los escenarios cambiantes, de hoy y de mañana.      Todo un reto. Encontrar espacios y arquitectura de financiación del desarrollo, realista, que acerque a los países, poblaciones en desarrollo (en especial los menos favorecidos o marginados) a un desarrollo equitativo.

Bienvenidos los informes y acuerdos que reflexionan y dan luz a propuestas con verdadero propósito de igualdad y erradicación de la pobreza. Informes, ejercicios y apuestas que se alejen de proclamas demagógicas o “ingeniosas” sin fondo real, y que promuevan y ejecuten “la comprometida voluntad real de los gobiernos”, al servicio de la sociedad y el bien común.

Mapa de situación. Más allá de nociones geográficas: mapas del mañana

(Artículo publicado el 29 de Junio)

En 1.986, bajo el mandato de Ronald Reagan en la presidencia de los Estados Unidos de América, y en plena confrontación Italia-Libia en la llamada “guerra de los misiles tierra-tierra”, Estados Unidos bombardeó Libia, bajo el Régimen de Muamar Gadafi. En 2.018, la OTAN intervino en Libia “para terminar con la masacre de su población”.

Recuerdo aquellos acontecimientos “iniciales” de 1.986 en que los miles de estadounidenses planificaban sus confortables vacaciones familiares a disfrutar en la Italia mediterránea. Su sorpresa fue mayúscula cuando empezaron a ver en los titulares los mapas de la zona y “descubrieron” que la apacible Italia se encontraba a escasas millas de la peligrosa y terrorífica Libia, a golpe de un cercano misil destructor a unos simples y accesibles pasos de una Isla llamada Lampedusa (hoy tristemente conocida por el terrible horror migratorio que une o separa dos mundos absolutamente desiguales). La cancelación de reservas   turísticas fue inmediata.

Estos días, tras el ataque de la superpotencia estadounidense a Irán, la imprevisible siempre explosiva zona del Oriente Medio (o Próximo según la posición del observador en el mapamundi), el siempre y temido posible cierre del estrecho de Ormuz y el complejo espacio y mapa geopolítico, geoestratégico y su más que rico y diverso escenario, hace que muchos estadounidenses (y los que no lo somos) vuelven a observar los mapas que o bien desconocían, habían olvidado o minimizado en sus conocimientos almacenados .

Mapas que no podrían resultar tan sorprendentes para muchísimos estadounidenses, no ya por su conocimiento de geografía, sino por la intensa presencia de su Quinta Flota, su amplia y determinante presencia en bases militares esparcidas por toda la zona, por su relevante relación energética, económica, financiera, cultural, académica a lo largo del tiempo.

No obstante, las imágenes tienen siempre un mayor impacto, capacidad de influencia y recuerdo que otras muchas experiencias, lecturas o relaciones “normalizadas”. Es por eso como, estos días en Nueva York, Chicago o los Ángeles (y, por supuesto en el mismo medio-oeste con miles de familiares movilizados, durante años, en la zona observada), rebrota ese especial temor, preocupación o interés por ese punto en el que converge, entre otras cosas, la quinta parte del petróleo mundial hacia sus diferentes paises destino (nada menos que 20,5 millones de barriles diarios).

Así, el “vecino del jardín de al lado”, Irán, que comparte “arbolado y seto” separado (y, en ocasiones unido) delimitando o confundiendo  terrenos, conforma  la vista diaria de Irak, Kuwait, Emiratos Árabes, Omán, Catar, Saudí Arabia… tan lejos y tan cerca, tan distantes, en principio, en culturas, credos, formas de vida y supuestamente valores, y, a la vez, tan próximos, construyendo, paso a paso, un “nuevo mundo”, desde las características propias y esenciales de ese GRAN SUR GLOBAL que, junto con otros, conformando la gran mayoría de la población mundial, asumen, día a día, un mayor protagonismo en el rediseño de un aún desconocido nuevo “Orden Mundial”, generará “nuevas Instituciones Internacionales multi laterales”, dibujará nuevos mapas y esquemas de paz, una nueva modalidad de gobernanza y conformará un “nuevo espacio y mundo de diálogo y proyectos colaborativos”. Entendernos más y mejor, esforzarnos en aprender un camino y recorrido compartible, redefiniendo valores si no iguales, sí compatibles, huyendo de la imposición, es el destino que hemos de buscar.

Este mapa de situación no aparece de la noche a la mañana. Quizás lo redescubrimos de vez en cuando, pero lo hemos ido construyendo, paso a paso, siglo a siglo.

¿Cuántos proyectos o iniciativas, los más bien intencionados, hemos venido construyendo, confiando en enlazar convivencia, conocimiento mutuo, reconocimiento, respeto y aprendizaje compartido? Lento y complejo proceso, sin duda, pero única alternativa real de paz, comprensión y futuro estables, duradero, para todos. En nuestras manos (en la de cada uno según sus responsabilidades en cada momento) están las soluciones. Tiempos de diplomacia (política, económica, social), de instituciones compartidas, de diálogo, de valores compartibles, de paz, de construcción. Seguramente supone evitar “atajos unilaterales” con supuestos triunfos de unos sobre otros que, destrozados, nos traerán de regreso al punto de partida que ya no será el preexistente. Estará sembrado de desconfianza, de espíritu de venganza, de desacople y de aislamiento y confrontación permanente. Vienen bien algunas recomendaciones que predominan ante la complejidad e incertidumbre que vivimos hoy: “Se trata de gestionar los conflictos y desafíos y no tanto de evitarlos. Una gestión adecuada (conflictos, disputas, controversias) es altamente productiva, recomendable e ilustrativa para enfocar soluciones y pasos positivos encaminados al logro”.

En consecuencia, miremos los mapas con mucha atención. Entendamos y asumamos la realidad. No es cuestión de imponer delineantes que tracen fronteras artificiales, cuadrículas, impuestas y ajenas a la esencia real (pueblos, culturas, historia…). Más allá del estrecho de Ormuz, por encima del enorme impacto y consecuencias económicas (por supuesto desencadenantes de su impacto social, político), toda una red de espacios colaborativos a imaginar, implantar, desarrollar y compartir.

Estos días, repasaba una conferencia del Doctor Stephen Wolfram, reconocido experto en ciencias computacionales e inteligencia artificial. Explicaba la evolución del conocimiento computacional a lo largo de la historia, las bases de conocimiento previo en que se desarrollaba cada una de ellas y nos sugería evitar observar el futuro desde procesos predictivos soportados en los que hoy vemos, lo que hoy creemos saber desde las herramientas y “mapas preexistentes” y proponía no preocuparnos tanto por el cómo continuar haciendo las cosas desde nuestras bases de partida, sino preguntarnos por el propósito, por lo que queremos encontrar y a lo que en verdad queremos responder. Entiende que ese camino será el que nos lleve a futuribles distintos (en su caso, en el mundo computacional). Todo un mundo de puntos que interactúan y se relacionan en múltiples direcciones generando “espacios imprevistos alejados a la realidad preexistente antes observada”.

Con mucho menor gravedad que lo comentado, pero alineado con esta reflexión básica, esta semana, Guggenheim Bilbao inauguraba la exposición: Another Day. Another Night (“Otro día. Otra noche”) de Barbara Kruger, destacando en su obra, más allá del medio, el texto, la palabra y el arte como mensaje, las ideas que transmiten o transforman una idea clave: “La empatía puede cambiar el mundo”. “La fuerza y peso de las palabras” que apreciamos en esta potente exposición se ven reflejadas de forma sugerente en el extraordinario diálogo recogido en el catálogo de esta muestra, con una instructiva conversación entre la artista y la comisaria de la muestra, Lekha Hileman Waitoller, y que tal y como explicaba en su presentación la directora del Museo, Miren Arzalluz, ”logra captar nuestro interés y dirigirnos hacia cuestiones esenciales relacionadas con las dinámicas del poder, el género, la identidad, el deseo, las lenguas propias, el deseo el consumismo y los nuevos desafíos”.

En un mundo cambiante (como siempre), en el que pretendemos superar los conflictos del poder, sus jerarquías no siempre deseadas, cadenas de errores, confrontación entre el campo de los miedos, temores de un futuro incierto y del que, en ocasiones, parecería que no formamos parte y, por otra, el enorme e ilusionado mundo esperanzado de las oportunidades, en abundancia, para construir un futuro diferente, deseado, hay un amplio espacio para repensar las imágenes, textos y “mapas”: “Another Day, another night, another darkness, another light, another hope, another fear, another love… another year” (“Otro día, otra noche, otra oscuridad, otra luz, otra esperanza, otro miedo, otro amor… y otro año”).

Seguramente, nuevos mapas para un mañana distinto nos esperan. Eso sí, al igual que todo futuro propio y deseado, exige nuestra decidida intervención para construirlo.

La siempre “nueva era de la Innovación”

(Artículo publicado el 15 de Junio)

Hace 15 años, ISPIM (International Society for Professional Innovation Management) celebraba en Bilbao su XXI Conferencia bajo el reclamo “las Dinámicas de la Innovación” en la que tuve la oportunidad de ofrecer la conferencia de bienvenida (“Co-creating innovative value – Cocreando valor innovativo”) en línea con las ideas clave que en aquel tiempo abanderaba C. K. Prahalad quien, junto con M.S. Krishna lideraban lo que se entendía “una nueva era de la Innovación”, orientada a su obra referente “Driving co-created value through global Networks” (Valor compartido a través de redes globales). Ponía el acento en la integración, sin fronteras, de la estrategia, los procesos de negocio, las tecnologías aplicadas y las personas, sugiriendo una “Arquitectura Transformadora” de los Modelos de Negocio.

Esta semana, entre Bilbao 2010 y Bergen 2025 en donde se celebra la Conferencia actual de ISPIM, resulta innumerable la cantidad de documentos, modelos, informes, contribuciones “vectores” de la, en cada momento, “nueva era de la Innovación”. De una u otra forma, cada autor, cada escuela, cada agente “innovador”, conforma una determinada estructura o modelo, que interpreta, avanza, refuerza o divulga la relevancia de la innovación, esencia transformadora de respuestas a los diferentes desafíos, cambiantes, a los que se enfrentan sociedad, gobiernos, academia, empresas y personas.

Echar un vistazo al amplio programa que Bergen ofrece estos días, nos lleva a considerar, en mi opinión, tres grandes apartados que justifican, en sí mismos, la oportunidad de la elección de la ciudad de Bergen, de Noruega y del espacio Nórdico-Escandinavo, con sus características y enfoques diferenciados, locales a la vez que de inspiración glokal: 1) Innovar en la Economía Azul (y muy especialmente en el ámbito de los Océanos); 2) ¿Qué y cómo debemos enseñar, divulgar y educar para la innovación en un “nuevo orden disruptivo” mundial?; 3) La inevitable cocreación de valor en una amplia y continua constelación de cadenas globales y locales de valor (en este caso, en/desde/para el agua).

Recuerdo con especial aprecio mi intervención en la Conferencia de Bilbao, un par de meses después del fallecimiento de Prahalad con quien tuve oportunidad de reunirme, en Chicago, como contraste y preparación de mi tesis (Netting Coopetitive strategies through knowledge: Business, Governments and Communities) y cuando ya él llevaba sus reflexiones más allá del management, de la propia innovación y la estrategia, hacia lo que para muchos le convirtió en el referente de la “Base de la Pirámide”, diseñando estrategias innovadoras, coopetitivas, hacia el “cliente-consumidor” (como él apuntaba), de escasos recursos, en la base de ingresos. Centraba la mirada en el mundo global menos favorecido, que demandaba (y demanda) máximo valor en los servicios y productos que necesita o desea y/o adquiere. Gran Sur Global de máxima relevancia, día a día, en este nuevo mapa y orden mundial que vivimos.

Hoy, en Bergen, aquellas dinámicas innovadoras, su adaptación a la triple dimensión inseparable de innovación-estrategia-competitividad, pretende compartir ideas en relación con aquello que se está enseñando o aplicando, el cómo se hace, a quien va dirigido y qué impacto real genera en las sociedades a las que sirve. ¿Se trata de ampliar el contenido de los programas educativos con un Curriculum cada vez más amplio? ¿Hemos de formar agentes cognitivos o aprender a “dominarlos” y ponerlos a nuestra disposición no dejándonos llevar por la fuerza de la tecnología en sí misma, sino usarla a nuestro servicio, adentrados en la omnipresente inteligencia artificial? ¿En qué, dónde y para qué hemos de aplicarla? ¿Cuál es el propósito de la innovación transformadora emprendida? ¿En qué medida buscamos modelos y usos únicos, diferenciados, estratégicos que eviten el que todos hagamos lo mismo? Innovar con sentido y propósito.

Sin duda, compleja base de partida, extraordinariamente esencial, desde la que abordar espacios de futuro y es aquí donde Bergen, su historia, su cultura, su conocimiento y fortalezas diferenciadas nos abre la puerta de la “Economía Azul”. Pretende aproximarnos a conocer las cuestiones básicas para un curso introductorio: las características y dimensión de los océanos, las potencialidades (también enormes riesgos y peligros), los enormes escollos, recursos, tiempos imprescindibles por intervenir en ellos, las riquezas (biológicas, alimentarias, minerales, energéticas…) que contiene y, a su vez, el enorme desconocimiento real para su máximo aprovechamiento. Nos ofrece la oportunidad de reparar en múltiples elementos la más de las veces desconocidos (Trillones de dólares/razones para bucear en ellos, elementos o recursos clave para terminar con la escasez de alimentos, de energía, agua e incluso “tierra habilitada y disponible”, “vehículo esencial para el soporte de las infraestructuras tecnológicas del futuro”, “la obligatoriedad de compartir espacios a lo largo del mundo”, la base de la química del futuro, de los fármacos y drogas del mañana). Como menciona un Informe del Bofa Global Research: “Sabemos más de la superficie de la luna y de Marte que de las profundidades del Mar”. Unos océanos que cubren el 75% de la superficie de la tierra, que contiene el 97% de nuestra agua. 350 millones de empleos están ligados al mundo de los océanos y ya la acuacultura, por ejemplo, provee el 50% del pescado consumido en alimentación y acoge las infraestructuras criticas para la revolución de la Inteligencia Artificial Generativa, ya que el 90% del tráfico de datos “viaja” a través de cables submarinos. Así, observar la inmensidad de “cadenas globales de valor” que se entrecruzan, las grandes oportunidades especializables, la variedad de roles y jugadores posibles en todos sus ámbitos de impacto, constituyen una “puerta abierta para la Innovación”. Oportunidades que serán alcanzables en la medida que aquellos “vectores cocreadores de valor a través de redes globales”, que dirían los mencionados Prahalad y Krishna, conformen la arquitectura base para la generación de partenariados convergentes, desde la convicción de diferentes propósitos que motiven, incentiven y cohesionen las estrategias coopetitivas de todos sus actores implicables.

Una invitación a rediseñar sistemas de cocreación de valor, a identificar nuevos modelos de negocio únicos, a conformar alianzas con sentido ad hoc, a asignar los recursos necesarios, focalizar, priorizar su uso, a mitigar los riesgos implícitos, a asumir las experiencias largo placistas que conllevan y, por supuesto, a conectar los múltiples espacios y modos de conocimiento que se requieren.

Estos días Bergen como símbolo de lugar de encuentro y “espacios de especialización diferenciada”, en sintonía con el esfuerzo universal de Innovación estratégica y diferenciada tan necesaria, a la vez que extendida por el mundo. En este caso, “Innovación impulsada por la naturaleza”. Hoy, la oportunidad de adentrarnos en una gran fuente de oportunidad, la Economía Azul. Mañana, todo un mundo infinito a explorar.

Una inacabable innovación transformadora, atemporal, que siempre obligará a hablar de “nuevas eras”, tras cada paso firme a la búsqueda de un mundo mejor y que nos lleva a descubrir optimistas espacios (complejos y exigentes) que más allá de sus riesgos y dificultades, reclama actitudes y visiones positivas como abundancia de oportunidades y no como aplastantes problemas y escasez desincentivadora. Así, Economía azul (desde el agua como vector), fuente de estrategias, políticas e iniciativas innovadoras.

Cambiando las reglas del juego y la geopolítica del talento

(Artículo publicado el 1 de Junio)

Dos de los principales elementos que han caracterizado una “alta consideración” exterior de los Estados Unidos de América han sido sus Universidades y Think Tanks de alta calidad, referentes de calidad, liderazgo e innovación, sostenidos a lo largo del tiempo.

La Universidad de Harvard, sin duda alguna, es un claro icono de esta excelencia apreciada a nivel mundial. Un 25% de su alumnado es no estadounidense y un elevado número de sus profesores e investigadores o son extranjeros, o disfrutan de doble nacionalidad o visados especiales, participando, a su vez, en múltiples alianzas colaborativas con un amplio número de Universidades e Instituciones de investigación o enseñanza a lo largo del mundo. Sus trabajos (de asesoría, consultoría, formación, generación de impacto) se extienden a lo largo del mundo contribuyendo al desarrollo fuera de las fronteras estadounidenses, compartiendo beneficios con empresas, instituciones y países origen de sus estudiantes y profesores.

Harvard, de forma recíproca, se beneficia, también, de esta circunstancia y, por supuesto, Estados Unidos de América, percibe la mayor contribución de lo generado. Una base de talento, envidiable por un mundo que “compite” por atraer, retener, generar talento-conocimiento como fuente esencial de innovación, bienestar y riqueza de las personas. Su influencia en el territorio (dentro y fuera de Estados Unidos), genera, todo tipo de “polos de desarrollo” en avanzados estadios de innovación, favorece clusters y/o ecosistemas y su concentración coherente e inteligente, facilitadora de estrategias completas y holísticas para el desarrollo diferenciado, favoreciendo la concentración de talento, capacidades y habilidades imprescindibles para la conectividad internacional entre áreas, ciudades, regiones, a lo largo del mundo, tejiendo redes especializadas de conocimiento y todo un proceso inacabable de proyectos colaborativos.

El gobierno Trump ha decidió intervenir (no solo en la Universidad de Harvard, sino en otras Instituciones), retirando fondos públicos, exenciones o beneficios fiscales, programas de investigación colaborativa y, de manera extrema, impidiendo a la Universidad la matriculación de extranjeros (hoy son 6.793 estudiantes representando el 27% de la matriculación total), la libre decisión de nombramientos en la dirección de centros, departamentos, institutos que señala “contrarios a los intereses de América”. Deniega o suprime visados, exige su expulsión y ha iniciado una investigación prospectiva de todo visado académico en curso, tratando de “identificar” personas “non gratas con intenciones anti americanas”. Sin previo aviso y con una más que dudosa justificación, cambia las reglas del juego a golpe de órdenes ejecutivas (práctica que con mayor o menor intensidad y máxima duda de control democrático se viene extendiendo en los diferentes gobiernos del mundo). Redefine así el futuro (o ausencia del mismo) de miles de personas que tomaron sus opciones educativas y de trabajo basadas en determinadas reglas del juego hoy suprimidas.

Estos alumnos afectados, han venido financiando sus esfuerzos académicos, o bien con créditos personales (que confiaban poder pagar una vez concluidos sus estudios y con años de desempeño profesional), becas de todo tipo de Instituciones (públicas o privadas, y, por lo general, vinculadas a gobiernos o instituciones de sus países de origen) y ahora se encuentran en un “limbo” pendientes de decisiones cautelares de los jueces, de cambios “voluntarios” del gobierno o de “potenciales trasferencias de sus créditos académicos” a otras Universidades que “cumplan” con el mandato de la nueva política y/o “homologuen” los estudios realizados. De igual forma, un elevado número de profesores e investigadores ven truncados sus programas en curso y se convierten de alguna manera, “en objeto deseado de la contratación competidora exterior”.

Así, al margen del enorme e irreparable daño causado y la permanente “duda” que acompañará tanto a la Administración USA, como a las Universidades y personas afectadas, podríamos afirmar que el mayor perdedor es, sin duda, los “Estados Unidos de América”. Adicionalmente, no podemos señalar otro elemento esencial en juego. El modelo estadounidense de los “Moonshots”, imaginando grandes desafíos de largo plazo, motivando sociedades enteras a la búsqueda comprometida de complejos, a la vez que beneficiosos, cambios multi área, soportado en Universidades, en sus Centros de Investigación asociados, facilitadores de la interacción entre múltiples empresas, proyectos e iniciativas, y que hicieron florecer las principales industrias y tecnologías tractoras, las “escuelas de pensamiento”, los modelos de progreso y desarrollo y, por supuesto, los principales “HUBs de Innovación”, a lo largo del mundo, parecen reorientarse al deseo, interés, poder y control de unos pocos a merced de decisiones unilaterales, alejados de controles democráticos reales. Estados Unidos ha sido un destacado jugador en este tipo de programas colaborativos soportados en sus Universidades. ¿Se trasladarán a otras latitudes?, ¿se pretenderá llevarlos a cabo por adjudicación directa gobierno-empresa concreta?

Hoy mismo, mientras escribo este artículo, la Universidad de Harvard celebra las tradicionales ceremonias de graduación en sus diferentes Escuelas y Facultades. La fiesta habitual se ve empañada por la más que incierta consecuencia de las decisiones tomadas. Estudiantes que no han podido contar con la compañía de familiares e invitados al serles revocados los permisos correspondientes, el dudoso futuro de sus compañeros y proyectos en curso o previstos a futuro… y, a la vez, los equipos de abogados en representación de la Administración Trump y de la Universidad, inician conversaciones a la búsqueda de soluciones que reconduzcan este daño causado y, sobre todo, la búsqueda, desde la Universidad, de defender sus derechos, libertad, historia y caminos de futuro. Así mismo, la jueza encargada de las denuncias y recursos interpuestos por la Universidad, acaba de suspender, con carácter cautelar, la suspensión de las imposiciones Trump.

Hoy, a la vez, como suele suceder con intervenciones críticas de esta magnitud, se abren “grandes oportunidades”, inesperadas y no provocadas, para “sus competidores”: ¿Y si se diseñan e implementan estrategias completas de captación de ese talento deseado?

Sin duda, ha sido siempre controvertido el intento de atraer talento (los beneficios de quien atrae generan pérdidas en los países/instituciones de los “atraídos” o “captados”). Una agresiva política de gobierno por atraer su diáspora y/o descendientes, o los profesionales formados en el exterior, “descapitaliza en origen” a la vez que fortalecen el espacio de atracción. Pero, a la vez, en un caso como el descrito, permite facilitar soluciones a quienes de forma involuntaria se ven privados de sus “planes y proyectos de vida” y que pueden encontrar fuentes alternativas de desarrollo. Cabe asistir, de inmediato, a una carrera de ofertas generando un intenso cambio en la “nueva geopolítica del talento”. El mundo de hoy y, sobre todo, el de mañana, necesita de procesos y estrategias coopetitivas entre disciplinas, países, conocimiento diferenciados.

En la propia Universidad de Harvard, su Instituto de Estrategia y Competitividad, fundado y presidido por Michael E. Porter, con su permanente vocación de “formar formadores y generar impacto a lo largo del mundo”, creó una Red internacional “M.O.C. Network-Microeconomía de la Competitividad” (www.mocnetwor.org), de la que me enorgullezco de formar parte, funcionando desde el año 2002, con 140 Universidades e Institutos, a lo largo del mundo, con una “Facultad”  o claustro de cerca de 700 profesores e investigadores, impartiendo cursos específicos (50.000 alumni) y proyectos de desarrollo. Muchos de sus miembros ven peligrar, hoy, su presencia en los diferentes seminarios, workshops, programas en/desde la Universidad, así como su potencial afiliación. Ya en el marco de esta Red, un relevante e importante trabajo dirigido por el profesor Porter, abordó el “deterioro de la democracia y gobernanza en los Estados Unidos”, (The Industry of Politics. A competitive disadvantage), aplicando su modelo de “las 5 fuerzas y la Ventaja Competitiva de las Naciones” para analizar lo que él llamó “la Industria de la política en Washington”. Advertía del “encapsulamiento” de los actores del aparato de gobierno y política del país, sus cabildeos, estilos de gobierno, objeto de legislación, “reducida calidad de legislación, gobernanza” y democracia de baja intensidad y merma considerable de su calidad. La calificaba no solo como un problema real de democracia, sino una “fuente imparable de desventaja competitiva” de los Estados Unidos, otrora admirado como referencia de funcionamiento democrático, de un crisol y mezcla de migraciones variadas y diversas y escuela de pensamiento y modelos de gestión.

En el seno de la mencionada Red, posibilitó múltiples análisis e iniciativas de estudio de “la mencionada industria de la política” en diferentes países, confrontando dichas observaciones con el peligroso desencanto y fallo de las democracias y sus modelos de gobierno. Hoy, desgraciadamente, su generalización parecería más que evidente.

Hoy, es un problema visible en una prestigiosa Universidad. Mañana, sin duda, en múltiples faros a lo largo del mundo. Esta misma mañana, William Kristol (“The Bulwark”, director del “Proyecto para el nuevo siglo estadounidense”) recuerda que el caso Harvard debe movilizar a los demócratas estadounidenses para repensar las soluciones que han de proponer ante los desafíos oficiales, económicos, políticos y climáticos y el rol que Estados Unidos quiere jugar en el mundo, necesariamente diferente de lo que parece instalarse, generando un desencanto generalizado.

Y este triste y preocupante episodio, se da, precisamente, en un momento crucial en la imperiosa necesidad de repensar, también, el rol de las Universidades (su capacidad diferencial de formación a diferentes “audiencias” cambiantes en nuevos ciclos, perfiles profesionales, modelos de enseñanza y carrera, internacionalización, diversidad y “longevidad etaria”; su capacidad y orientación investigadora, tanto básica, como sobre todo aplicada a las demandas y necesidades sociales; su capacidad de transferencia tecnológica y de conocimiento; su capacidad y compromiso generador de impacto tanto en las comunidades en las que se inscriben, como a lo largo del mundo; su capacidad generadora de talento y conocimiento…) y, por supuesto, su propio modelo de propiedad, gobernanza, financiación, ideario y valores, el espacio de libertad de su profesorado, alumnos y liderazgo social.

Lo que sucede hoy, y lo que termine pasando más adelante en y con Harvard, será un claro símbolo que nos ayudará a repensar su importancia en el bienestar, progreso, desarrollo social y, también, económico. Harvard se ve obligada, a su vez, a afrontar un nuevo desafío de máxima relevancia. En la manera en que responda y encuentre nuevos caminos colaborativos con terceros (otras instituciones académicas, redes de centros de investigación, gobiernos y países, con  su propia extensa red alumni distribuida a lo largo del mundo en posiciones clave), generando soluciones para sus alumnos, profesores, proyectos de investigación en curso y dé cobijo, directo o indirecto, en redes paralelas o convergentes a la crisis provocada por la intervención gubernamental, fortalecerá su liderazgo y éxito, su legado, su rol a futuro, adelantando la vanguardia de una imprevista innovación educativa. ¿Asistiremos a un nuevo modelo de Universidad en RED?

Sin duda, talento no es solamente un cúmulo de conocimiento, o formación-información, sin la orientación, propósito y liderazgos acertados. Tampoco el talento se genera o da en exclusiva en el ámbito Universitario y en estudios y grados superiores. Pero, por supuesto, el aquí hoy reseñado, es esencial para el progreso social y económico.

¿Volverá el talento generado en otros sitios a sus geografías de origen? ¿La conectividad universal facilitará la innovación transformadora de nuevos espacios de conocimiento en auténticos “ecosistemas de conocimiento” en las fortalezas de un capital humano, social, institucional en tejidos socioeconómicos de alta calidad democrática?

Sin duda, un nuevo tablero geopolítio acelera la movilización del talento.

Reflexiones y experiencias de transformación innovadora. ¿Aprendiendo de/con caminos parecidos?

(Artículo publicado el 18 de Mayo)

Una práctica habitual de “aprendizaje innovador” entre diferentes gobiernos, organizaciones académicas, empresas líderes, a lo largo del mundo, es la de recurrir a los llamados “viajes de conocimiento y contraste”, eligiendo una ciudad o país que entienden pueda aportar referencias vivas, reales, de transformación innovadora y éxito, fruto de sus decisiones estratégicas, políticas o modelos de cambios seguidos. Experiencias que no pretendan copiar o replicar, sino reflexionar, analizar elementos clave de potencial adaptación a su realidad, y colaboración, en su caso, para sus propios caminos a seguir.

En este marco, el otoño pasado, nos visitaba en Euskadi un amplio grupo de altos directivos de la B-BUG (Institución que agrupa 120 organizaciones, propicia la formación continua de sus directivos y aborda las estrategias de transformación de su región-país), de largo recorrido y extraordinario reconocimiento en Baden-Wurtemberg, Lander líder en el desarrollo industrial, económico y social alemán. Fui invitado como ponente para explicar lo que ellos habían identificado como “el milagro vasco”, por su rápida y profunda transformación industrial, “reurbanización inteligente” e “innovación institucional” y “modelo de colaboración público-privada”. A petición suya, expuse mi conferencia: “Economic, Industrial and Social transformation” en el contexto de la “estrategia país” desde el desarrollo trazado en los años 80 accediendo a nuestro autogobierno en plena sumatoria de crisis (política, económica, energética, financiera y social) y su amplio, continuo y progresivo despliegue hasta nuestros días. Considerado como un proceso exitoso, preguntaban por los siguientes pasos: ¿Ahora qué?

Preocupados por el ya entonces escenario  multi crisis que vivíamos (agravado por los últimos acontecimientos globales: Ucrania y sus consecuencias además de una inflación y declive en el crecimiento económico de su País, con una profunda preocupación y confrontación social por los fenómenos migratorios), la incertidumbre ante las apuestas estratégicas europeas (Draghi, Letta…) y, en su caso, ante unas, entonces, próximas elecciones (regionales y estatales en Baden-Wurtemberg y Alemania) en un caótico y desalentador gobierno de permanente confrontación entre los partidos que conformaban la coalición, el grave estancamiento económico que ya mostraba graves luces rojas y el creciente desencanto social con una más que anunciada presencia significativa de la “nueva extrema derecha alemana”. ¿En qué medida, Euskadi, ha de retocar su estrategia? ¿Hacia dónde habría Alemania de modificar la suya?

Esta semana, uno de los directivos presentes en esa sesión me remitía el enlace a un libro de reciente publicación, ampliamente difundido por la revista F&D del Fondo Monetario Internacional. “KAPUT: The end of the German miracle” (KAPUT: el final del milagro alemán) de Wolfgang Münchau. El libro, atendiendo a su autor, destaca “los errores y falta de respuesta que a lo largo de 30 años han caracterizado el comportamiento y políticas de esa Alemania líder y tractora europea, hasta su estancamiento, declive y cúmulo de barreras que lastran las posibles fuentes de recuperación y desarrollo”. Así, da por hecho que el éxito y milagro alemán de antaño no era sino un espejismo debido a decisiones, políticas y comportamientos erróneos con los resultados actuales previstos: fijación excesiva en la producción y manufactura (en especial, según él, en el automóvil con combustible fósil); dependencia de una energía importada de Rusia; excesivo peso de las exportaciones (sobre todo a China) y no en el consumo local; escasez de mano de obra cualificada adaptada a los nuevos requisitos de la tecnología y la “nueva economía”; excesiva carga burocrática; lentitud en los procesos de digitalización; un sistema financiero “parroquial” y excesivamente localista y de escasa dimensión; raquíticos planes de inversión pública en infraestructura; rígidas políticas fiscales y una inadecuada interacción entre política, sindicalismo, gobiernos, corporaciones empresariales, entidades mercantilistas-financieras, apostando por “sectores pesados” dirigidos por la variable “empleo” y una actitud colectiva cada vez más confortable con aversión a transitar las nuevas trasformaciones que parecían inevitables.

Como en tantos casos, a lo largo del tiempo y del mundo, parecería que en un momento determinado (siempre a posteriori), nos enredamos en círculos exitosos perversos. Todo aquello que entendíamos razonable y esencial para avanzar y lograr una mejor sociedad, un país o modelo competitivo, inclusivo y próspero, se “convierte” en obstáculo o error para alcanzar el futuro deseado. ¿Es que ya no supone un elemento competitivo y diferencial contar con un tejido económico productivo?, ¿es que las ventajas de un sistema de empleo formal, promover la dignidad del trabajo, los mecanismos colaborativos empresa-sociedad, la internacionalización de tu economía, la fortaleza de gobiernos, los capitales humanos, institucional y social, la fortaleza diferencial de las redes ciencia, investigación, tecnología o la revalorización académica de alto nivel al servicio de necesidades y demandas sociales generadoras de impacto en la Comunidad han dejado de ser una base diferencial de máximo valor añadido? Por supuesto que esto no es así. Lo que sí resulta diferencial, es una verdadera base para un estado de competitividad, riqueza y bienestar, lo que exige, de forma permanente e inacabable, “revisitarlo de forma adecuada” a lo largo del tiempo. No se trata de poner etiquetas, ni de copiarlas y replicarlas sin distinción a lo largo del mundo, sino penetrar en su propio sentido y contexto para construir una verdadera propuesta de valor como país. ¿Han desaparecido los valores y fortalezas de una Alemania del “milagro” económico, de la integración única de dos mundos (Occidente-Este), de una reconfiguración de la difícil Europa de postguerra, de múltiples transiciones productivas, tecnológicas, del conjunto de modelos de negocio y valor de las empresas, de un modelo de bienestar y de gobernanza especialmente valorado, y han de despreciarse y abandonarse los principios inspiradores de una economía social que ha reconfigurado, desde el humanismo y el progreso social, subsidiario, un desarrollo y bienestar no visto en ninguna otra fase de nuestra historia?

Coincidiendo con este libro, esta misma semana, nos encontramos con un par de elementos de sumo interés que vienen a cuento con lo narrado hasta aquí: Alemania y Europa en un desafío mundial cambiante y enormemente demandante. Por un lado, en una interesante entrevista, en el diario ZEIT alemán, a la presidente de la Comisión Europea, la alemana Ursula von der Leyen (“We have no bros and no oligarchs”. “No tenemos ni hermanos ni oligarcas”), explica su visión ante el caos desencadenado en un nuevo mundo de aranceles, un nuevo concepto de la reforma y seguridad, el nuevo orden mundial, el rol a jugar por “nuevos jugadores” y el propio papel, a cambiar, de la Unión Europea en el tablero geopolítico y geoeconómico que se avecina. Lo hace desde su experiencia personal desde su llegada a presidir la Comisión, en una “inesperada dirección multi crisis” recordando las sucesivas crisis que han rodeado su mandato: la pandemia global del COVID, el ataque invasión de Putin a Ukrania, la crisis económica con el corte del gas ruso y lo que ella llama ahora “la crisis trasatlántica”. Califica los cambios de la Unión Europea como históricos hasta lograr, hoy, el apoyo unitario de los 27 Estados miembro hacia una autonomía estratégica a la búsqueda de un nuevo líder mundial (la UE, por ejemplo) y sabiendo que la Competitividad, prosperidad y rearme (seguridad) han de dar paso a una profunda reformulación del rol europeo, la reconfiguración de sus miembros, la “Mutualización de sus instrumentos de financiación extraordinaria, a riesgo compartido” en el marco de una financiación innovadora. “Un despertar europeo. Un despertar conjunto. Un despertar mundial”. Von der Leyen afirma con rotundidad: “El Occidente que conocíamos ya NO existe”. Un nuevo mundo de redes, de interacción geoeconómica y geopolítica ha de ser reconstruido y la Unión Europea se abre a todo ese nuevo espacio global, de nuevos jugadores, de nuevos coliderazgos emergentes, de nuevas actitudes y relaciones. Perdemos el liderazgo y relación preferente del 13% del comercio mundial (Estados Unidos) y nos abrimos hacia el restante 87%. Hemos de asumirlo, contemplarlo y preocuparnos en adaptarnos a ese nuevo espacio por construir. “Europa tiene las capacidades diferenciales para desempeñar ese papel”. “No podemos confiar en estas nuevas y observables ambiciones imperialistas. Europa debe seguir siendo atlantista, ha de ser un espacio diferencial de libertad, democracia, derechos humanos y bienestar. Hemos de hacerlo. Hemos de apostar por una nueva y singular estrategia, perseverante del largo plazo”.

Y, alineado con estas afirmaciones y apuestas, el nuevo canciller Friedrich Merz acaba de presentar su declaración de gobierno ante el Parlamento. Anuncia sus renovados planes económicos, sociales, de gobernanza para una Alemania competitiva y próspera. Su intervención y completo “Plan de Emergencia”, no solamente se enmarca en su inequívocas apuesta por coliderar ese “resurgir europeo”, o en recuperar el rol esencial de la locomotora alemana, sino en un decidido intento por afrontar la incomodidad de los enormes cambios que le esperan (a él, a su gobierno, a los alemanes, a los europeos…). Entre los innumerables puntos incluidos, utilizaba un relevante aviso como resaltaba el diario alemán Der Spiegel: “Llamo a un enorme esfuerzo para que el país vuelva a ser más competitivo y pueda mantener y mejorar nuestros niveles de bienestar (para nosotros y para nuevas generaciones)”. “Necesitamos trabajar más y, sobre todo, de manera más eficiente en este país”. “Con una semana de cuatro días y un equilibrio entre la vida laboral y personal, no podemos mantener la prosperidad del país”. “Hemos acordado la inclusión de la semana de 40 horas en la ley de horas de trabajo y procedemos a su implantación inmediata”. (Lo relevante, añadiría yo, no es tanto el número de horas sino el papel esencial del trabajo, el esfuerzo, su contribución de valor y la manera de acordarlo y no imponerlo de forma unilateral).

Sin duda, con unos discursos o con otros, con mayor radicalidad, con menos intensidad… los diferentes liderazgos (democráticos) requieren credibilidad y motivación, mensajes claros, con visión para un futuro mejor desde un presente también mejor, para todos, intergeneracional, y, por supuesto, comprometido.

¿Y ahora qué?, me preguntaba nuestro visitante. Entender el modelo que vivimos y el que habremos o habrían de vivir próximas generaciones. Aquel mundo que nos gustaría construir en un absolutamente irrenunciable espacio de economía-social, participativo, democrático, inclusivo. Un mundo que solo será posible con esfuerzo, responsabilidad y compromiso. Aprendiendo con/de todos. “Un mundo que no vendrá, sino que hemos de traer.”

Hoy, la experiencia observada es Alemania y su esperanzada redefinición de su propio “milagro”. Y a la vez, para todos los demás, también, un camino de aprendizaje.