(Artículo publicado el 17 de Noviembre)
La semana pasada se cumplieron 35 años de la caída del muro de Berlín que separó durante más de 30 años las “dos Alemanias”, y a los mundos occidental y soviético, escenificó la Guerra Fría y, sobre todo, separó y destrozó a familias, a una nación, a ideologías y jugadores de una geopolítica de post guerra, dando lugar a mucho más que un mismo pueblo dividido, generando muy distintas maneras de vivir y entender el mundo, modelos de bienestar, sistemas cultural-educativos y roles dentro del contexto internacional, de manera opuesta y más que enfrentada.
Esta profunda barrera facilitó, también, un sinnúmero de movimientos no deseados a la búsqueda de supervivencia o de nuevas formas de vida que unos y otros, separados, entendían como mejor opción aquello que les tocó con la aritmética, dibujo lineal y forzado de la frontera separadora y divisoria con que fueron alineados.
Cuando hace 35 años, sin una aparente causa concreta lo suficientemente diferencial y/o esperada, cayó el muro (más, propiamente dicho, fue derrotado por movimiento democráticos y liderazgos arraigados que socavaron sus débiles cimientos). La desbordante alegría y aires de libertad hicieron de la Puerta de Brandeburgo una fiesta permanente con la mirada ilusionada de la gente, de uno u otro lado, golpeando y demoliendo las piedras limitantes. De inmediato se comercializaron los souvenirs con pequeños fragmentos de piedra, en modestas bases, para recordar tan relevante episodio. Entonces, tuve la suerte de coincidir en Berlín y hacerme con un pequeño recuerdo que conservo con cariño y entusiasmo, fiel recordatorio e nuevos tiempos superadores de tanto dolor y desencuentro.
La semana pasada, coincidiendo con este aniversario, impartí una “conferencia magistral” para un evento que una empresa líder en tecnología y servicios financieros en México organizaba para celebrar sus primeros 30 años de vida. El evento proponía explorar e incentivar el rol de una empresa en el impulso de su competitividad, internacionalización y desarrollo social y económico del país. Como recuerdo de nuestras presentaciones, los diferentes ponentes recibimos un significativo regalo: una de aquellas piedras conmemorativas del muro y su caída que habían sido recogidas, transportadas a México y conservadas, hasta este momento, por el fundador de la compañía. La caja que lo contenía llevaba un mensaje muy significativo: “Derribar muros – construir puentes”.
Si bien el mensaje pretendía, por encima de todo, representar la innovación transformadora, en curso, de una empresa que, partiendo de una oferta de servicios y bases de datos únicas en su tiempo, transitaba hacia lo que ya hoy es, una empresa esencialmente tecnológica, innovando en sus servicios, mentalidad abierta y traspasando fronteras, siempre con el compromiso de una máxima calidad, rigor en la prestación, adelantándose a sus tiempos y mercados, con un amplio, intenso y verdadero compromiso con el bienestar social de sus colaboradores, familias, la generación de valor para sus restantes stakeholders y sociedad (en este caso, la mexicana) a la que se propone aportar un máximo impulso en su desarrollo. Así, la referencia a muros y puentes acompañó todo el espíritu e intervenciones (propósito de la formula), invitando al variado ámbito de negocios e industrias del auditorio a comprometer escenarios y proyectos, distintos, colaborativos y facilitadores de un propósito convergente.
Ese encuentro coincidió, también, con la victoria electoral de Donald Trump en Estados Unidos de América. Al margen de posicionamientos y gustos de unos y otros, un temor destacado (como no podía ser menos en un selecto auditorio de empresarios y académicos) fue el análisis del potencial impacto de esta “nueva presidencia” en México.
Si la fotografía inicial no puede evitar hablar de MUROS (la famosa valla fronteriza que Trump construyera, además de los muchos kilómetros añadidos por Obama y Biden en sus respectivos mandatos, y que aseguró “sería pagado por México, lo sepa o no, de forma directa o indirecta”), la apuesta generalizada se inclinaba a los PUENTES, imprescindibles para transitar hacia la solución de problemas (de todo tipo), respuestas a los desafíos exponenciales que tenemos por delante, a la inevitabilidad de unir esfuerzos, jugadores, planes, políticas, recursos, conocimiento y propuestas, cocreando valor para todos. En esta línea, quien fuera durante muchos años y gobiernos, una de las piezas clave en la Secretaría de Economía de México y miembro del equipo negociador del T-MEC en vigor, que sustituyó al anterior NAFTA (México, Canadá y Estados Unidos) creando uno de los mejores espacios, mercados del mundo, Juan Carlos Baker, destacó la importancia prioritaria que MEX supone para USA y USA para MEX (México comercia con USA el 85% de su comercio internacional), así como el hecho de que el propio T-MEC recoge una cláusula en su articulado exigiendo su “revisión en el año 2025”, lo que pasa a convertirse en el punto crítico que pudiera condicionar, de manera esencial, el futuro de sus miembros y, por supuesto, especialmente de México.
Recordó y llamó la atención sobre el hecho de que esta vez serán tres presidentes distintos quienes tendrán esa responsabilidad (un “nuevo” Trump en su segundo mandato, la Presidenta de México, Claudia Sheinbaum, recientemente nombrada, y quien resulte ganador de las próximas elecciones canadienses a celebrarse el año 2025, sustituyendo al primer ministro Justin Trudeau). ¿Qué significa o cómo interpretará cada uno el término revisión? ¿Estará en su ánimo una breve y rápida actualización técnica en base a la evolución económica, su comportamiento macro, la batalla arancelaria y determinados ajustes a conceptos que quedaron, deliberadamente abiertos? o, por el contrario, ¿se considerará necesario redefinir las relaciones políticas básicas entre sus miembros? En el horizonte destacan, por un lado, la inmigración (en especial la mexicana a Estados Unidos y la contención, en segundo lugar, de las olas migratorias centro y sudamericanas que, pasando por México, colapsan las fronteras en el río Bravo generando todo tipo de desencuentros. ¿Cerrará Trump su frontera y deportará a los millones de personas inmigrantes sin regulación? ¿Se dejará un espacio “libre”, al estilo Schengen europeo, con plena libertad de movimientos entre los tres países excluyendo, con mano dura, al resto? ¿Es posible? Y, adicionalmente, ¿exigirá Estados Unidos restricciones a México (como ya pretendió en su día) para NO negociar con “un aliado chino”, verdadero problema y preocupación de Trump?
Y, con este escenario de fondo, el siempre delicadísimo y grave asunto del narcotráfico, la delincuencia y su profunda destrucción de la convivencia, la paz, la salud y la seguridad, en una economía ilícita paralizante del desarrollo deseado. ¿Será el gobierno Trump un jugador clave en este escenario de oferta-demanda causante/amplificador del conflicto? ¿Tiene capacidad, voluntad y, posibilismo alguna intervención en sustitución de la proclama “Abrazos y no balazos” del anterior presidente López Obrador?
Con este referente básico, México ha de afrontar sus propios desafíos desde la esperanzada ventaja del “nearshoring”, reconductor de su economía asociable a las oportunidades del mercado norteamericano, explotar sus capacidades y fortalezas que posibilitan un importante impulso a su economía desde la plataforma que, con sus más y sus menos, los años anteriores, diferentes gobiernos han favorecido la prioridad a los beneficios sociales (en especial para los menos favorecidos), si bien su economía y empleabilidad informal acrecienta un déficit estructural muy difícil de cuadrar y resolver, obligando, a la vez, a nuevas estrategias sociales, económicas y territoriales.
En un contexto como este, la apelación a construir puentes resulta esencial. No solamente entre Estados Unidos, México y Canadá (que parecería un tercer acompañante olvidado y que es mucho más importante de lo que parece), sino en el interior de cada uno de los países, necesitados de todo tipo de interacciones coopetitivas a la vez que cocreadores de valor: puentes con los estados, regiones, provincias y zonas marginales y/o aisladas, puentes entre los gobiernos (sus diferentes niveles institucionales) y las iniciativas privada y social, puentes entre polos de desarrollo y, sobre todo, nodos de innovación y transformación, puentes entre los mundos académicos-empresas-gobiernos, puentes entre políticas económicas y sociales.
En un mundo y tiempos como los actuales, todos necesitamos de los demás y los demás de nosotros. Vivir de espaldas a esta realidad, solamente ahonda problemas, aleja soluciones y genera amplias brechas de desafección. Pero los puentes ni surgen de la nada, ni de la mera voluntad. Se requiere generar confianza, compartir (primero hay que tenerlo) un propósito compartible y el compromiso/actitud para su construcción. A partir de allí, los instrumentos, métodos, asignación de roles diferenciales, a la vez que convergentes y, por supuesto, tiempo.
Definitivamente, celebrar la historia nos ayuda a visualizar las consecuencias de determinadas decisiones que, en un momento parecerían perennes e inmutables y que, de repente (aparentemente) se disuelven desde sus puntos débiles y fragmentables, ofreciendo la oportunidad para alumbrar nuevos horizontes.
Efectivamente, vivimos (no solo en las franjas fronterizas México-Estados Unidos, sino a lo largo del mundo) tiempos de puentes y no de muros para afrontar un futuro ilusionante lleno de oportunidades.