Esperando a los nuevos líderes

(Artículo publicado el 28 de Julio)

La oportuna invitación a participar en el Bruegel Annual Meetings del 2024 el próximo septiembre, da pie a repasar sus famosos “Bruegel Memos” dirigidos a los principales líderes de la Unión Europea, justo en el momento de inicio de nuevas responsabilidades. La renovación institucional, la inminente configuración del nuevo Colegio de Comisarios por constituirse, además de los cambios consecuencia de recientes elecciones en algunos países miembro, suponen el escenario ideal para transmitir informes-diagnóstico de situación, esfuerzos de interacción o correlación entre diferentes áreas de necesidad y, por supuesto, avance de recomendaciones (acertadas o no) que faciliten la toma de decisiones que hayan de guiar la Europa del próximo mandato.

Bruegel es un prestigioso “Think Tank” radicado en Bruselas, inmerso en el corazón de las tomas de decisiones en la Unión Europea, con una reconocida contribución en asuntos económicos y sociales, desde la concurrencia de variados profesionales del mundo académico, político-institucional y, en menor medida, empresarial. Sus “Memos” son todo un clásico no solamente por los temas que tratan y sus contenidos, sino por la singularidad de una cierta “dirección personalizada” con destino a líderes y responsables concretos. El simple hecho de hacer un recorrido por los asuntos que parecerían preocupar a los principales órganos de dirección europeos aporta, en mi opinión, un gran valor para el conocimiento y debate sobre las prioridades (y lagunas, también) que afrontamos en un periodo próximo.

Resulta evidente que desde sus ediciones anteriores (2009, 2014, 2019…) la temática, en términos de “etiqueta” supone una sucesión de similares cuestiones, más o menos resueltas, generando, día a día, múltiples variantes: la preocupación-desafío por una estabilidad e “integración económica, monetaria y fiscal”, la eficiencia, solvencia, transparencia y optimización de servicios financieros, con espacio y política energética “común o comunitaria”, los límites de la competencia y su efecto impulsor (o limitante) de la productividad y competitividad entre diferentes, la siempre rebautizada “nueva política industrial”, el sentido, significado y valor añadido de un mercado único o interior según el caso, su focalización estratégica ante Estados Unidos, China y antes Japón o ASEAN y sus “vigorosos tigres de crecimiento”, Rusia o los nuevos espacios independentistas con su prolongada redefinición de la ampliación europea (siempre más técnica que real, más lienta de lo soñado o esperable, menos convergente en términos socio-económicos de lo perseguido), la agenda digital (cambiante en cada periodo haca un horizonte cada vez más estratégico y enérgico, el cambio climático y sus continuas transiciones entre el objetivo y plazo final, los periodos intermedios, la investigación propia, colaborativa, aplicada, transformadora…), la migración (cada vez más necesitada de una estrategia multi variable europea con verdaderas intervenciones realistas en origen), el compromiso inevitable de optar tomando decisiones prioritarias e infraestructuras (físicas, tecnológicas, inteligentes) transeuropeas, la siempre comentada a la vez que escasamente llevada a la práctica sensibilidad europea y su reflejo en estrategias regionales desde su diversidad identitaria, económica, social, haciendo real las políticas de cohesión y, por supuesto, la siempre pendiente “nueva gobernanza”. Temas cambiantes a lo largo del tiempo8pese a la sensación de estar actuando sobre lo mismo día a día), construyendo, en cadena, paso a paso, sobre lo construido por otros (huyendo del complejo de algunos de creer que la vida empieza con ellos y pretendiendo partir siempre de cero). Memos renovados para los próximos cuatro años en los que la seguridad y defensa europea irrumpe con especial relevancia, obligando a nuevas decisiones que han quedado postergadas por la actuación de terceros (sobre todo de Estados Unidos), una necesaria nueva política exterior condicionada por el nuevo mapa geopolítico, geoeconómico y, en especial, de la complejidad social y su desigualdad creciente, con un mundo “SUR Global” cada vez más protagonista y demandante de un rol propio.

Sociedad, Comunidad, Tecnología, Autogobierno-autodeterminación, trabajo-empleo, esperanza en un futuro distinto para proyectos vitales propios, demandan gobernanza y liderazgos también algo diferenciados.

Sin duda, mucho trabajo por delante construyendo una Europa, protagonista de su propio futuro. Observar los avances de estos documentos previos que se van proponiendo, supone un renovado espíritu por abordar nuestras demandas y tareas a desarrollar. Herramientas para adatarnos a un mundo complejo, cambiante, diverso en sociedades distintas, muchas veces distantes y siempre excesivamente exigentes y demandantes.

Todo un mundo impregnado de múltiples claves configurando un mapa que se mueve a gran velocidad, con crecientes nuevos jugadores, necesitando de un déficit e inevitable proceso clarificador de conceptos, ideas que se hagan posibles, repensando las esencias humanistas, solidarias, líderes, que exigen nuevos modelos de gobernanza, de interrelación y de compromiso mutuo.

En esta misma línea, la riqueza de foros de ideas, diálogo, investigación, generación de impacto en la sociedad o Think Tanks, tanto en Europa, como a lo largo del mundo, constituyen fuentes de extraordinario valor tanto en la formulación de propuestas e iniciativas de actuación, como en la cocreación de espacios colaborativos tanto de conocimiento, como, sobre todo, de influencia positiva transformadora. La gran oportunidad que, para empresas, gobiernos, países, individuos generan, facilitando los procesos de toma de decisiones, resultan piezas indispensables. Su configuración, propósito y objetivos a seguir; su “ideología o editorial” que aglutine una concepción intelectual a la vez que motivación de logro, genera un lenguaje compartido y una base rigurosa para la adecuada gestión de los datos e indicadores, suponen un valor para la sociedad. La distinción, a la vez, de la calidad diferencial de unos y otros, exige, de ellos mismos, una gobernanza de excelencia y calidad máxima, dotación de recursos (para esquemas de financiación a largo plazo evitando interferir en campos ajenos a su función real), así como de la exquisita selección de sus miembros y equipos de dirección, representación y gestión. Como Bruegel, hoy mismo, asistimos a la amplísima “oferta” de publicaciones, seminarios y foros de debate, a lo largo del mundo (ya sea vinculados al mundo privado, gobiernos o academia) provocando todo tipo de debates en foros internacionales de prestigio y generando, como nunca, información cualificada de máximo nivel sobre todas las claves que nos preocupan, explicarían el resultado final del un mundo en movimiento.

Como todos los veranos, a la búsqueda del imprescindible descanso, una carga previa para situarnos en el contexto post vacacional que habremos de recorrer, a la vez que conscientes del compromiso y responsabilidad que nos corresponde, a cada uno, al servicio de ese mundo mejor que deseamos. Tan próximo y, a veces, en apariencia, tan lejano.

Sin duda, en tiempos de polarización extrema, de exceso de demagogia “orientada”, rodeados de enorme desconfianza en la información emitida, contar con fuentes serias y solventes, es una buena manera de afrontar el complejo e incierto mundo futurible que perseguimos.

CAMBIO SÍ. ¿De quién y para qué?

(Artículo publicado el 14 de Julio)

Apelar al “CAMBIO” parecería la actitud generalizada de sociedades que afrontan los innumerables desafíos que se vislumbran en el horizonte. Según expresiones mayoritarias en los diferentes procesos electorales que estamos viviendo a lo largo del mundo, parecería dominar la motivación transformadora e innovadora de nuevos caminos por recorrer y se supone determina la voluntad y deseo de hacer las cosas de otra manera, en cualquier otro lugar y con otros compañeros de viaje.

Sin embargo, la realidad no es otra que una creciente y extraordinaria aversión al cambio, en especial, si quien ha de comprometerse a hacerlo somos nosotros mismos. Esperamos, como en tantos otros casos, un cambio de los demás, en lo que hacen, en cómo y por qué lo hacen y, sobre todo, en que lo hagan de modo que nuestras vidas vayan a mejor con el menor esfuerzo y compromiso por nuestra parte. La deseable bandera del bien común, necesitado de auténtico cambio, parece más una exclamación retórica con buenas intenciones que una apuesta firme por afrontar transformaciones innovadoras imprescindibles.

Uno de los temas/conceptos que mayor exigencia de cambio observamos, no ya en un escenario alejado en el tiempo, sino entre nosotros, es el TRABAJO-EMPLEO. No será necesario recurrir a múltiples explicaciones para llevar al ánimo de la gente su importancia y la constatación de que, efectivamente, “el trabajo ya no es lo que era” y, peor aún, “no será lo que entendimos o soñamos que sería, en algún momento de nuestras vidas”. Más allá de la asunción bíblica de su significado cara al sentido y dignificación existencial, acompañada de “ganarse la vida” y proveer los bienes y servicios necesarios para un determinado tipo o nivel de vida, el trabajo está en pleno debate respecto de su presente y futuro. Sin duda, el discurso general al referirse al “trabajo del futuro” se vincula con su carácter de empleabilidad y, bajo este primer prisma aproximativo, nos introduce en sus múltiples caras: las nuevas tecnologías y su impacto en la sustitución o no del “factor humano”, su impacto en la reconfiguración del espacio del trabajo (tanto en su localización o deslocalización geográfica, como en el marco inmediato del local o puesto físico en el que lo desempeñamos), la inevitable recualificación permanente y movilidad exigibles a todo trabajador (sea del nivel que sea) y los nuevos recorridos y trayectos (antes promociones y carreras profesionales) del trabajo cambiante y los imprescindibles cambios de perfiles requeridos no solo por la inevitable y deseable digitalización ordenada de una economía inclusiva demandante de innovación laboral con nuevos puestos, roles y desempeño ante redefiniciones del trabajo y las condiciones de su ejercicio. El concepto trabajo más allá de su interacción con el salario, ingresos o generación de riqueza-ahorro-capacidad de gasto y vida, en su relación con la creciente demanda de conciliación familiar-personal o de ocio, de una retadora redefinición de un catálogo renovado de las prestaciones y servicios del estado de bienestar base de un crecimiento inclusivo garantizado por el “Estado” y “por los demás”. Todo un cambio que, buscado o no, nos impacta e impactará con enorme intensidad. De una u otra forma, este tipo de cambio es el que nos espera. Cuándo lo pedimos y pretendemos dirigirlo con sentido positivo, ¿somos conscientes del cambio personal y colectivo que hemos de emprender, o solamente exigimos que cambien ellos (todos los demás)?

Todo un verdadero clamor por el CAMBIO que decían motivar el comportamiento electoral, por ejemplo, recientemente, ante las urnas en el Reino Unido, manifestando, por encima de todo, “votar por el CAMBIO”. ¿De qué cambio hablaba cada uno? ¿Quién, cómo, en dónde y de qué tipo de oferta o generación de nuevos empleos satisfactorios para todos y cada uno de los que lo deseaban esperaban? ¿En qué medida al pedir un CAMBIO (del gobierno, de la política, de los empresarios, de los directivos, de los funcionarios, sindicatos, autoridades de todo tipo, de los servicios públicos prestados, de los Sistemas de Salud, de los medios, no los de transporte, de la educación, del turismo que no nos moleste en casa, pero del que podamos disfrutar de forma ilimitada en el exterior…) pensaban en sí mismos asumiendo su compromiso personal y actitud ante todos y cada uno de estos elementos-desafíos a los que enfrentarse? ¿A quién hemos de exigir un CAMBIO (generalmente radical y disruptivo) sin que cuente con nuestro propio y personal cambio?

Esta misma semana tenía la ocasión de participar de un interesante ejercicio de “Nuevos Futuros” en el que como es natural, la aproximación innovadora y de cambio (casi siempre de todos los implicables) resulta imprescindible, aunque su primera formulación suele relegar visiones completas integradas e interrelacionadas o sistémicas, centrándose en un evento o proyecto concreto. Una aproximación para preguntarnos sobre el futuro, integrando un sinfín de Megatendencias y objetivos desafiantes en curso, abordando el pensamiento desde la observación, diseño y propósito de infraestructuras, en principio físicas, detonadores de comportamientos, desarrollos y estados de bienestar e inclusividad, así como de trabajo, formación y empleo para atender necesidades y demandas sociales

Así, por ejemplo, en el para muchos lejano Japón, se actúa sobre un extraordinario proyecto de infraestructura para construir un túnel especial de más de 500 kilómetros entre Tokio y Osaka. Pretende ser un corredor subterráneo para el transporte de mercancías con el objetivo de luchar contra las emisiones contaminantes (transporte como primer responsable y objetivo base para la descarbonización y la salvación del planeta que parece acompañar cualquier intervención o política). Contempla, debidamente alineada, la automatización y robotización con y desde   plataformas eléctricas verdes que suplan además la no disponibilidad de “conductores y operarios” que previsiblemente será imposible emplear,  en una población futura y envejecida que perderá más de 15 millones de trabajadores empleables, a la vez que  será demandante de todo tipo de productos y servicios en sus núcleos urbanos, que, para entonces, habrán cambiado sustancialmente sus hábitos de movilidad, vivienda, y comportamiento social, en ambas ciudades clave del Japón de hoy y del mañana. 25.000 millones de dólares tras este proyecto, movilizando inversión pública y privada, cientos de empresas y múltiples proyectos convergentes en un proceso de 20 a 30 años. En su camino, repensar y reorientar el trabajo, y, sobre todo, la actitud para el CAMBIO. ¿En qué medida los implicados comprometerán su cambio deseado?

Obviamente, una infraestructura, por potente e importante que sea, requiere un verdadero propósito multi estrategia y objetivos convergentes, y el desarrollo regional inclusivo ha de movilizar infinidad de actitudes, compromisos, protagonistas, y realidades base para facilitar su viabilidad. Más allá de visibilizar la “punta del iceberg” que suele brillar con luz propia por su éxito infraestructural, e incluso icónico, debe su éxito a la base y caras de la pirámide sobre la que se proyecta.

Grandes apuestas estratégicas y tractoras, de alta complejidad, orientadas a futuros distintos sinérgicamente interrelacionados. Apuestas integradoras de multi objetivos convergentes que trascienden de un continuismo paralizante. Apelar al CAMBIO tiene todo el sentido del mundo cuando viene motivado por un propósito, un para qué y un con quién. Clamar por cambiar porque sí, sin saber hacia dónde se va, sin señalar el punto aproximado de llegada, sin señalar a los que han de comprometerse para hacerlo posible y, sobre todo, pedido o exigido de los demás, desde la confortabilidad de esperar “que cambien ellos” mientras nos instalamos en el “qué hay de lo mío”, no parece el camino acertado para lograr lo que, a priori, pudiera parecer imposible, pero que el tiempo, con la actitud y cooperación general, termina haciendo no solamente posible, sino mejor de lo inicialmente previsto.

La misión, coraje, compromiso y esfuerzo de muchos que, en algún momento, asumieron la responsabilidad de acometer su propio CAMBIO, en procesos colaborativos y compartidos con otros, nos permite hoy, a lo largo del mundo, disfrutar de un presente mucho mejor de lo que fue nuestro pasado y contar con las fortalezas suficientes para soñar un futuro mejor, sin duda, sobre todo para próximas generaciones.

Hoy, como en el Reino Unido, el CAMBIO se instala como clamor exigente. Confiemos en que no se quede en una demanda a terceros, sino que allí y en todas partes, el CAMBIO sea, en verdad, una actitud innovadora al servicio de un mundo mejor, para todos.

En todo caso, como señalaban hace ya tiempo los responsables del Instituto Danés de Estudios de Futuro en su amplia investigación “Unlocking the Future of People and Organizations” (Desbloquear el futuro de la gente y las organizaciones), el reto esencial para producir un cambio pasa por la gente y su inversión en las organizaciones (empresariales, sociales, comunitarias) de las que forma parte. Acertar en su motivación, orientación hacia el futuro y reconducción de sus compromisos y roles a desempeñar, exige “navegar en la línea del futuro esperable y el cambio imprescindible” para lo que el logro de los resultados deseados exige “clusterizar” liderazgos y organización hacia el cambio, vida y carrera (no solo en el trabajo), gestionar el talento y las aspiraciones individuales y colectivas, entender y adecuar trabajo y tecnología, crear-impulsar una cultura específica y singular a la que responde el espacio de trabajo. ¿Es en esta dirección en la que corren los caballos de los que dependerá la solución de los complejos desafíos que enfrentamos?

¿Aires nuevos? Poniendo nuestras apuestas en valor

(Artículo publicado el 31 de Junio)

Las tres principales “familias políticas europeas” (excesivamente distantes entre sí, poco reconocibles en su seno, con líneas ideológicas escasamente alineadas en cada grupo) han acordado mantener un reparto tradicional al frente de las Instituciones evitando el ingreso de nuevos jugadores que pudieran “alterar” los equilibrios fundacionales de una Europa, en un contexto de incertidumbre (y deseable transformación). Previsiblemente, acordando un camino más o menos compartido en torno a principios y valores de una “Unión Europea” abanderada de la democracia, de los derechos humanos, de un Estado de bienestar impulsado por un cierto “modelo social de mercado” con todos los matices e intensidades que se quiera, preparándose para afrontar cambios sustanciales que se traducirían tanto en una nueva Europa, como en garantía de la reconfiguración de sus Estados Miembros, su composición y gobernanza. Quedaría pendiente la distribución de su Colegio de Comisarios o Gobierno de la Comisión, con posibles alteraciones relevantes dado el diferente peso ganado por otras fuerzas políticas en diferentes elecciones de estos días, en especial, en Francia y el peso destacado de Italia. Aquí veremos como lo que parece que no puede compartirse en la gobernanza de Estados Miembros, si es posible y deseable en Europa.

Nuestra Europa afronta grandes retos de enorme magnitud, repensando la manera de generar una “autonomía estratégica” relevante para codirigir el futuro mundial y no verse relegada o anulada en la veloz carrera tecnológica, de crecimiento y de peso real en las variables que hasta hoy han dominado un mundo basado en peso demográfico, PIB, capacidad militar, entre otros.

Autonomía estratégica atenta, también, a una reorientación geográfica desplazando su fuerza a núcleos periféricos, fruto de las sucesivas ampliaciones alejadas físicamente y del eje francoalemán-Benelux y culturalmente retador de diferentes grados de gobernanza, estadios de desarrollo y, sin duda, rodeados de las grandes amenazas bélicas y/o fronterizas con espacios no unión-europeístas. Estos movimientos, inevitables (yo diría, deseables) vienen acompañados de tensiones (en su mayor parte positivas para el largo plazo) hacia compromisos de más, mejor y próximo autogobierno, singularidad, identidad, sentido de pertenencia y dirección de sus propios destinos cocreando valor en el seno y marco europeo como las autonomías regionales diferenciadas (Italia), el nuevo Pacto de Construcción Europea y Autonomía regional (Francia), la inaplazable reconfiguración del Estado Autonómico en el Estado español (hacia nuevas fórmulas de confederación), las estructuras Federales crecientes en toda Europa y, por supuesto, la revisión de una compleja nueva institucionalización y gobernanza europea.

Procesos complejos, que requieren largo plazo, pero firme y con propósito y dirección observable y constatable. Esta nueva Europa por redefinir se enfrenta a un reto desafiante de máxima actualidad y urgencia que la pondrá a prueba: Ucrania. ¿Cómo ganar su doble victoria ansiada, apoyada, prometida? Ganar la paz y su normalización si, a la vez que, también, reconstruirla generando un nuevo futuro, distinto, de prosperidad. Un nuevo estado-nación, miembro de la Unión Europea, vecino estable, seguro y conviviente con quienes fuera de la Unión, lo rodean. Más allá de las infraestructuras, todo un reto de reflexión, reconstrucción y reorganización de una vieja y nueva nación, miembro de esa Unión o Espacio Europeo por rediseñar.

La Europa que tenemos por delante, como recordaba Mario Draghi hace unos días: “Se parece muy poco a la que habríamos previsto antes de las últimas crisis financieras, de la COVID, de la invasión de Ucrania, de la tragedia en Oriente próximo, de las ausentes resiliencias demostradas, de los estragos meteorológicos y del cambio climático, de la conveniente construcción de un arsenal democrático de seguridad y defensa, de la regulación y acogida de masas migratorias y las demandas crecientes, desbordantes de las personas a la búsqueda de proyectos de vida y libertad”. Ante esta descripción, más o menos explicitada, concluye con un clamor: “Soluciones radicales disruptivas”. No caben parches, ni pequeños pasos continuistas a la espera de respuestas mágicas. Panorama no aislado de nuestra querida Europa, en un momento en el que, a su vez, es tiempo de repensar, redefinir, reconfigurar nuevas Instituciones multilaterales internacionales a la búsqueda de nuevos mosaicos y mapas orientadores de una nueva navegación en procelosos mares geopolíticos y geoeconómicos, sujetos a nuevas presiones, demandas y orientaciones exigibles por sociedades cansadas, demandantes de una vertiginosa respuesta total e inmediata no ya a necesidades y soluciones colectivas, sino a cualquier reivindicación absoluta de peticiones individuales, la mayor de ellas, con mínima contrapartida de compromiso individual de parte.

Momento, también, en el que nos hemos acostumbrado a las bondades del endeudamiento y el capital asequible que ha posibilitado (afortunadamente) minimizar los efectos negativos de una pérdida de bienestar percibido o real, sufragar enormes necesidades sobrevenidas y avanzar en las largas transiciones (energética, industrial, tecnológica, digital, alimentaria, de crecimiento, salud…) a las que hemos puesto un punto final de llegada, con escaso trayecto riguroso y medible de su impacto. Un camino hacia la meta deseable (compartible) sin identificar los esfuerzos, sacrificios y esfuerzos previos (individuales o sin compromiso personal) que requieren en fases intermedias. Tiempos que no suponen nuevos posicionamientos ignorando lo positivamente ya realizado en el camino, ni olvidado desprecio de lo ya realizado y sobre lo que se ha de seguir construyendo.

Y, así, con un cada vez más agobiante sentimiento y preocupación colectivo por “salvar la democracia, seguridad y estado de prosperidad y bienestar” que hemos vivido y disfrutado, olvidando en gran medida, el coste enorme que ha supuesto su logro.

¿Pedimos mucho a Europa? ¿Esperamos mucho de Europa? ¿Hacemos mucho por Europa?

Por encima de todo, hemos de “poner Europa en Valor”, creemos en sus bondades y necesitamos reescribir el QUÉ y el CÓMO prioritarios, conscientes de que el “todo a la vez en todas partes” será la mejor manera de frustrarnos en el intento.

Miremos a Europa no como un “ente abstracto y todopoderoso” que nos “regalará” un futuro de deseos ilimitados. Entendemos Europa, sí, como un espacio de principios, libertad, democracia, prosperidad y desarrollo inclusivo, coprotagonista de un nuevo mundo por construir, exigente, demandante y que espera mucho de todos y cada uno de los europeos. Solamente así, la pondremos en valor y nos acercaremos hacia los fines esperables.

Así, una vez conformado el nuevo entramado institucional, avancemos de la mano de un “Decálogo Disruptivo y Radical” que, respondiendo a lo aquí señalado, bien podría expresarse de la siguiente manera:

  1. Europa como espacio con autonomía estratégica para identificar y coprotagonizar un nuevo futuro de democracia y prosperidad inclusivas.

 

  1. Una Europa “reconstruida”, transformando sus fronteras (externas) e internas en sus Estados Miembro, conforme a una libre determinación y elección de futuros diferenciales, acorde con sus voluntades democráticas, capital institucional, vocación de gobernanza-compromiso e identidad, bajo modelos colaborativos en un espacio europeo renovado. Renacer Europa y sus Miembros.

 

  1. Trabajar en la doble victoria de una Ucrania-Miembro, redefiniendo las condiciones de un futuro exnovo, diferente al pasado punto de partida.

 

  1. Una Europa reequilibrada con el nuevo balance de su extensión más hacia el este y mejor conectada-comprometida con su Gran SUR llamado a sus puertas.

 

  1. Una reinvención organizativa, administrativa, institucional, democráticamente activa, desde principios con manos que regulen el poder implícito en sus decisiones.

 

  1. Un pacto de endeudamiento-financiación y uso al servicio de los determinantes socioeconómicos-sostenibles de los europeos y las necesidades colaterales, en origen, de su inmigración creciente, ordenada.

 

  1. Una Europa atenta a un ordenado “arsenal democrático” para hacer la paz y no para asumir la permanencia en la guerra.

 

  1. Un espacio verdaderamente democrático, más allá del derecho a voto, tiempo a tiempo, exigente y árbitro de la correcta gobernanza que no utilice atajos torticeros, desde el abuso de mayorías coyunturales o consensos acomodaticios continuistas,

 

  1. Una Europa realista y honesta optimizando los tiempos e hitos asumibles de las importantes transacciones en curso, al servicio de rutas esperables y compartibles pero conscientes de las realidades de partida e intermedias.

 

  1. Una Europa creativa, productiva, competitiva, solidaria, inclusiva, que recupere el mérito, esfuerzo y compromiso construyendo verdadera prosperidad y bienestar, entre todos en condiciones de aportar valor.

En definitiva, una Europa que trasciende de sus propias estructuras de dirección y gobierno apelando a la Sociedad europea y al compromiso participativo, real y exigente, de los ciudadanos europeos.