El corto y largo camino hacia la esperanza

(Artículo publicado el 25 de Agosto)

La Convención Nacional Demócrata de los Estados Unidos de América, celebrada esta semana en Chicago, ha oficializado la candidatura de Kamala Harris a la presidencia, acompañada de quien sería su vicepresidente, Tim Walz, en caso de lograr la ansiada victoria electoral el próximo 4 de noviembre.

En un cuidado ambiente de ilusión, unidad y coherencia de mensajes bajo el paraguas mediático de “la vuelta a la esperanza… respondiendo a una perversa y amenazante destrucción de la  democracia y perdida de la libertad”, se proyectaron cuatro grandes reclamos electorales: “For the People” (por y para el pueblo), “A fight for our freedom” (una lucha por nuestra libertad), “for our future” (por nuestro futuro) y la imprescindible contribución activa de todos quienes deseen el apoyo a la candidatura propuesta: “When we fight we win” (cuando luchamos-trabajamos, ganamos). Y, por supuesto, con la guinda oratoria del inigualable apoyo del expresidente Barack Obama: “Yes she can” (si, ella puede) y la del expresidente Bill Clinton: Time for joy (tiempo de felicidad-alegría).

Con este más que positivo inicio de campaña, despertando un optimismo imprescindible para comprometer al país en la búsqueda de un futuro deseable, cabe preguntarse si la ola de entusiasmo y generación de expectativas ganadoras llegará al ánimo del verdadero votante estadounidense, al margen de las expectativas de quienes lo contemplamos desde el exterior, y si se activará a favor de la más que compleja agenda que ha de afrontar la vicepresidenta Harris para satisfacer las demandas de los estadounidenses, el rol que corresponde a Estados Unidos en el complejísimo tablero geo político y geo económico internacional, además de su más que imprescindible e inmediata participación en la normalización y pacificación  democrática. En un mundo necesitado de liderazgos con evidentes muestras de ausencia y desarticulación en una siempre reclamada “Comunidad Internacional”, demandante de nuevas recetas e instrumentos para afrontar un futuro más que incierto. Se quiera o no, un rol relevante a jugar por Estados Unidos, evitando un repliegue exclusivo en su propio territorio.

Kamala Harris tiene un corto a la vez que largo camino por recorrer salpicado de múltiples desafíos tanto internos como externos controlables o no exclusivamente por ella por su estrategia por sus políticas y por sus capacidades de apoyo dentro de los propios Estados. Grandes desafíos con el añadido de su doble papel, en estos escasos meses de trabajo, siendo a la vez, vicepresidenta del Gobierno de los Estados Unidos. Posición y responsabilidad de cuyas políticas, acertadas o no, ha sido co responsable, así como de las decisiones que aún cabe esperar vendrán en los próximos meses. Posición y legado que le lleva a decidir poner en valor, sin complejos, el trabajo realizado como compañera inseparable del viaje realizado, compartiendo éxitos y fracasos del actual gobierno o distanciarse de todo aquello que se supone debió compartir o que pudiera entender que por distintas circunstancias en este requieran un camino diferente (nuevos tiempos, nuevos escenarios).

Kamala Harris ha de afrontar convergentes desafíos internos que ella sin duda, dada su trayectoria e historial político y capacidades, ha de ser capaz de solucionar, respondiendo a las exigencias de la sociedad americana, así como una serie de riesgos-oportunidades externos. Soluciones propias para exigencias del ciudadano medio y “clase trabajadora”, como ella sugiere, que pasarían por la redefinición de una nueva estrategia económica que profundice en las políticas que vienen desarrollándose en torno al acta CHIPS, pilar de su apuesta inversora con los mayores fondos públicos conocidos en post guerra al servicio del renacimiento industrial y la política manufacturera y de creación de empleo endógeno para “alcanzar el futuro”, potenciando los elementos asociables con el cambiante mundo del trabajo, de la formación, del desarrollo rural y  regional y de las ciudades (en especial sus barrio y zonas marginadas). Nuevos impulsos para favorecer una economía inclusiva al servicio del bienestar, despejando las dudas que el reciente resfrío bursátil del pasado agosto parecía poner en entredicho, así como la preocupante publicación de los últimos datos de pérdida de empleo alumbrando un posible parón en la eficiencia del mercado laboral.

¿Podrá entusiasmar la articulación de una verdadera estrategia de riqueza, bienestar, empleo y desarrollo inclusivo que responda al “sueño americano” de todos y cada uno de los ciudadanos cuyo compromiso (en el voto mañana, en el trabajo permanente después), requiere? ¿Convencerá en su propuesta su voluntad y capacidad transformadora de un aparato de la industria política de Washington, generador de un profundo desencanto y distancia respecto del ciudadano medio objetivo?

Sin duda, se trata de una complejísima tarea a llevar a cabo, con muy poco tiempo para convencer a sus votantes. No ya de su logro durante su futuro mandato, sino de llevar a su ánimo la confianza en su potencial ejecución.

Pero si la agenda interna resulta enormemente compleja, hemos de añadir el incalculable desafío que afronta en todos aquellos otros elementos externos de cuya solución inmediata se le responsabilizará, exigiendo respuestas convincentes para hoy, cuando la solución de los mismos ni está solamente en sus manos, ni depende exclusivamente de su propia agenda: ¿Será suficiente este período electoral para constatar una solución (seguramente temporal más que definitiva de alto el fuego) en este, complejo, intenso, doloroso y multi causa conflicto palestino- israelí?¿será capaz el mundo en general, y Estados Unidos en particular, de favorecer una solución también parcial y  temporal a la guerra provocada por la intervención de Rusia en Ucrania?¿jugará un papel satisfactorio en el nuevo contexto Atlántico con los imprescindibles cambios a incorporar en el seno de la OTAN, de la Unión Europea y por supuesto de todas y cada una de las partes implicadas, con una profundización, al parecer, en políticas, presupuestos y estrategias de defensa y seguridad, que se anticipa más que complicado en los meses inmediatos una vez relanzada la nueva Comisión Europea y las respectivas elecciones o cambio de gobiernos previstos?, ¿habrá una solución, también temporal, a la migración irregular en la frontera sur con México (de implicación en toda América Latina), coincidente con el relevo presidencial Lopez Obrador- Sheinbaum?

Sin duda un corto y largo camino, a la vez, ante un ilusionante y motivador encuentro con la esperanza en la recuperación democrática y la búsqueda de nuevas soluciones al servicio de agendas políticas, sociales, económicas, al servicio de esa sociedad media que refleje el sentir y demanda mayoritaria del pueblo americano con el compromiso de preservar la libertad, el bienestar de todos evitando dejar las bolsas de marginalidad existentes a lo largo del país, aportando un papel clave en el sistema mundial.

La esperanza en el “Yes she can” (Si, ella puede), proclamado por Obama, no es solo una esperanza para los estadounidenses, sino que, sin lugar a dudas, es, y puede serlo, para los muchos desafíos, inquietudes y necesidades colaborativas, demandadas a lo largo del mundo.

¿Y si esta vez fuera verdad?

(Artículo publicado el 11 de Agosto)

Tiempos convulsos, inciertos y complejos que exigen, si cabe, más que nunca, de gobiernos líderes comprometidos con el servicio demandado por las sociedades que representan y dirigen, que manifiestan un alejamiento y desconfianza en las bondades de unos sistemas democráticos que no parecerían convencerles ni entusiasmarles, con sus propuestas para un futuro mejor y para todos, cuya credibilidad parecería cuestionada.

Un panorama gris y preocupante, demandante de una verdadera actuación comprometida, solidaria y de todos para todos a la vez, basada en información veraz sin eufemismos camuflados, auténticos, claramente explícitos, que garanticen la calidad de las propuestas, el coste beneficio esperable en sus resultados y los verdaderos objetivos que se proponen.

Desgraciadamente asistimos a una larga cadena de actitudes y comportamientos confusos y muchas veces contrarios a lo comprometido, faltando al apoyo democrático recibido como aval prestado. Así las cosas, no debería sorprendernos ni el desánimo ni el descontento de la población, ni el agravamiento de un peligroso déficit democrático y de gobernanza, generadores de una profunda insatisfacción. Preguntarnos de manera retórica el porqué de la caída de las democracias no sirve de mucho apelando tan solo al resurgir interesado de extremismos, o recurrir al tan presente cambio sociológico post pandemia, y obviar la secuencia de políticas aplicadas y su conexión con las sociedades a las que se lidera, gobierna o sirve, prescindiendo, a la vez, del análisis profundo de los propios roles desempeñados por cada uno en el ejercicio de sus responsabilidades.

Son demasiados los ejemplos observables a lo largo del mundo que llevan a un desánimo colectivo cuyo precio pagamos todos y que desgraciadamente provocan una creciente brecha entre gobernantes y gobernados. Brecha que resulta cada vez más difícil reducir o eliminar.

Esta semana asistimos a un relevante ejemplo con ocasión de la investidura del futuro presidente de la Generalitat de Cataluña que, al margen del resultado que aporte, surge de un más que  polémico acuerdo que para una parte dice suponer la ruptura del procés independentista o soberanista catalán, para otros la reconducción de aquello  que provocó la intervención desde los poderes centralizados del Estado español anulando la autonomía y gobierno catalán, legítimo, la inhabilitación de su Parlamento y sus decisiones,  el exilio de su presidente y dirigentes políticos, el encarcelamiento y supresión (inhabilitación o persecución) de los líderes del momento, el calvario judicial de muchos ciudadanos con la confiscación de sus bienes, una acentuada paralización de la Administración Autonómica, un claro perjuicio económico y financiero para Cataluña y los catalanes con una salida de empresas para resituar sus domicilios fiscales fuera de Cataluña, teledirigidos por órdenes, decretos  y presiones del Gobierno español para llevarlos a sedes artificiales fuera de su entorno natural y real, así como un largo etcétera de dolor y dificultades sobrevenidas, Para otros, no firmantes, la sensación de la unidad y años perdidos, minando aspiraciones colectivas de una capacidad propia para tomar las decisiones de su propio futuro y supeditación a un gobierno a distancia desde los intereses prioritarios de otros ámbitos de decisión e impedir el ciclo de regreso de un presidente legítimo forzado al exilio.

El preacuerdo que posibilita y justifica esta investidura es un futurible desconocido.  Lo insólito no es solamente que los partidos firmantes no se hayan atrevido a hacer público documento alguno, ni explicar su contenido o defender con firmeza y valentía lo que creen bueno y positivo para Cataluña, para el Estado español, para su autogobierno y para la población que han de servir, sino que callen de  forma truculenta hasta lograr una presidencia claramente inestable, que habrá de condicionar, también, el más que precario apoyo que el presidente Sánchez tiene desde su clara minoría en el Congreso español, la inevitable participación de las Cámaras Legislativas, las diferentes Comunidades Autónomas y todo un sistema social, político y legal para facilitar las modificaciones imprescindibles para hacerlo posible.

Esta vez no solo no dan explicaciones a la sociedad sobre el posible acuerdo, ni siquiera a sus propios militantes, afiliados y órganos de dirección de partido y gobiernos de los que forman parte. Lo único conocido es un texto de parte, en catalán (siempre habrá coartada de parte para decir que no es oficial su redacción), sin firmas, ni logos, filtrado a través de sus “ fuentes próximas habituales”, con una versión del  Partido catalán ERC, mientras el PSOE ( y mucho menos el PSC como convidado de piedra y beneficiario indirecto) el Gobierno español y su partido PSOE, cierran filas de silencio con algunos comentarios en privado (“no es lo que ellos dicen, siempre exageran  lo que dicen lograr y queda demasiado tiempo para su posible cumplimiento”) fieles al estilo al que nos tienen acostumbrados.

En su larguísima historia de incumplimientos, esta vez la fuerza del acuerdo se centra en un engañoso título (“Concierto económico solidario”) que se supone determinará en los próximos años una financiación singular para Cataluña. que le permitiría gestionar los impuestos que se generen y paguen en su territorio, contribuyendo con el pago de los servicios que el Estado preste en Cataluña conforme a las competencias realmente transferidas y asumidas por Cataluña, conforme a su Estatuto de Autonomía, y aportaría una “cuota de solidaridad” con el resto de Comunidades Autónomas. La elección de su denominación no es casual. Pretende  confundir con el término “concierto económico” para hacerlo parecer a los conciertos y convenios forales del País Vasco y Navarra, a la vez que añadir un equívoco adjetivo “solidario” como si las comunidades forales mencionadas no lo fueran, tratando de contentar a una falsa progresía de izquierda y opinión pública ,con un falso espíritu  redistributivo colaborativo y una aproximación igualitaria común que colme reivindicaciones de otras regiones en un sistema de régimen común, que requiere una absoluta reforma. Una inevitable reforma que no puede resolverse con un acuerdo declarativo de parte, para salvar una investidura concreta. Un documento sin cifras, sin plazos de cumplimiento y ejecución, sin compromisos reales explícitos, sin mecanismos e instrumentos que permitan conocer el alcance de lo que supone, y siempre supeditada a lo que decida el Congreso de los Diputados el día de mañana. Máxime, con un congreso y un Senado que no están bajo el control o decisión única del partido firmante y con la mayoría de las Comunidades Autónomas (de régimen común) que habrán de decidir el futuro modelo de financiación.

Hasta que podamos conocer lo pactado y, sobre todo su ejecución real, no antes de 2026 en sus primeros pasos, hemos recibido 3 mensajes: uno del presidente Pedro Sánchez, otro el de ERC como firmante convocando a su militancia para apoyar su investidura, y el del presidente en funciones de la Generalitat Pere Aragonés, ya en su última rueda de prensa tras su último Consejo de Gobierno.

Esta vez el presidente español ha ido más lejos y nos ha dicho que se trata de colocar una pieza esencial de la construcción, en curso, de un Estado federal, abordar un siempre futurible nuevo sistema de financiación para todas las comunidades autónomas y municipios en el Estado, (“avanzando hacia un espacio más federal”). Por su parte, ERC, ha preguntado a su militancia si apoya investir al presidente socialista a cambio de la soberanía fiscal para Cataluña. ¿Soberanía fiscal? nos preguntamos cuando ni lo filtrado ni lo comentado por su contra parte se deduce. Y el ya expresidente Aragonés declaraba exultante marcharse satisfecho de su gobierno “habiendo logrado el mejor objetivo posible y el mayor avance para Cataluña a lo largo de los 40 años de autonomía

¿Y si esta vez fuera verdad? Si le creemos al presidente del gobierno español,  podríamos soñar con que su partido está volcado en esta apuesta, que sus socios de gobierno comparten la convicción de su mensaje, que contará necesariamente con nacionalistas y soberanistas para llevarlo a cabo, que se dará carpetazo a la penalización del proceso catalán, se abordarán de inmediato los nuevos Estatutos, se renovaría un nuevo estado de relación Cataluña- España además de todos aquellos otros Nuevos Estatus pendientes (en especial en Euskadi) y las reconfiguraciones imprescindibles de las nuevas estructuras de Estado en aquellos que aspiren a ese nuevo espacio confederal.

¿Estaríamos en condiciones de comprometer una verdadera estrategia de reconfiguración de un nuevo Estado? ¿Y si esta vez fuera verdad? Imaginemos que se trata de un proyecto real, de un compromiso firme y de una verdadera invitación a construir un futuro distinto, de avanzar hacia una estructura moderna para un Estado y naciones con aspiraciones propias de autogobierno y soberanía en diferentes grados.

Unos y otros avanzando hacia una estructura moderna para un Estado diferente con un verdadero futuro de progreso y desarrollo deseado. ¿De verdad existe un propósito, una estrategia, voluntad, compromiso, visión y liderazgo para aportar las soluciones soñadas cuando iniciamos una transición superadora de una dictadura, de un sofocante y paralizante aislamiento internacional?