Superar la tormenta desde el posibilismo aritmético

(Artículo publicado el 4 de Junio)

En medio de una semana de ajetreo electoral que, sin duda, provocará decisiones de emergencia condicionadas por una simple aritmética parlamentaria con potenciales opciones de gobernanza sin el tiempo necesario para profundizar en reflexiones y decisiones estratégicas de largo plazo, más allá de identificar una cierta coherencia estratégica, los partidos políticos habrán de tomar decisiones que pudieran trastocar o posponer planteamientos y voluntades últimas de sus representados.

Esta inevitable situación exige, sin duda, afrontar y superar la tormenta desde un posibilismo aritmético que desvié lo menos posible el recorrido y trayecto hacia el fin último que cada uno persigue.

La realidad y demandas corto placistas y urgentes no deberían alejarse de la coherencia estratégica de largo plazo, ni mucho menos del propósito, principios y apuestas de futuro. El ejemplo que hoy observamos (y del que somos parte activa), en el mundo de la política, es perfectamente trasladable a otros ámbitos como el de la empresa, la comunidad y todo tipo de organizaciones sociales, e igualmente observable en diferentes paises, contextos y procesos de toma de decisiones.

Por distintas razones, esta circunstancia, me ha coincidido con tres casos profesionales de distinto tipo y calado, situados a muchos kilómetros de distancia, (Singapur, Ucrania, Taiwán), permitiéndome la reflexión desde el ámbito de la estrategia: la imperiosa necesidad de imaginar, diseñar, formular e implementar una visión y apuesta de largo plazo, alineando las acciones, decisiones y recursos para hacerla posible, enfrentando con la “máxima coherencia estratégica” que las circunstancias y capacidades posibiliten. Imaginar lo inimaginable y hacerlo posible.

La sucesión de crisis diversas e intensas que hemos venido acumulando en los últimos años (crisis financiera, crash pandémico, crisis económica, invasión y guerra en Ucrania…) ha despertado con crudeza el concepto de “resiliencia” y nos ha hecho entender que no se trata de tan solo de “sobrevivir” una crisis o evento adverso imprevisto (que ya en sí mismo es bastante), para volver al punto previo de partida (entre otras cosas porque nunca existirá aquel imaginario punto inicial), sino prepararse y actuar, con esfuerzo redoblado, en resetear y repensar el “nuevo futuro” al que saldremos una vez que hayamos superado el precipicio al que habríamos caído, en un punto distinto, cambiante, con nuevos retos y desafíos, nuevas condiciones (también oportunidades) y nuevos jugadores. Quien haya afrontado la caída y duración incierta del precipicio, y se haya preparado, a la vez, para un nuevo espacio, se habrá reforzado, y, de alguna forma, reinventado, para ganar el futuro. Un proceso de resiliencia, decidido, provocado, alineado y coherente con su estrategia de largo plazo. En este sentido, tres ejemplos y situaciones distintas y distantes para reflexionar. Resiliencia y apuestas estratégicas para ganar el futuro.

Singapur. Esta semana se han cumplido 13 años desde que Bilbao fuera distinguida con el premio Lee Kuan Yew de Ciudades, como “La mejor ciudad-región del Mundo” iniciando una selecta lista de ciudades que han venido accediendo al mismo a lo largo de los años. El premio forma parte de la verdadera apuesta de futuro de Singapur, quien decidió, en su visión formulada hace décadas, por aprender de las mejores referencias internacionales, compartir con terceros sus procesos, liderar las capacidades imprescindibles y diferenciales para diseñar, construir, equipar cientos de nuevas ciudades a lo largo del mundo. Junto con este ámbito de su apuesta estratégica, añade un premio equivalente relacionado con el agua, visualizar la economía de las ciudades y la economía azul (esencialmente agua) no es un capricho sino una necesidad estratégica y vital para el logro de su propósito. Ya en las memorias del su histórico primer ministro Lee Kuan Yew (considerado padre del Singapur independiente), ”from the third world to the First”“desde el tercer mundo al primero”,  describe no solamente su larga marcha hacia la independencia de Malasia, las enormes dificultades y tiempo para su logro, el largo período de convivencia anómala con sus vecinos que creían o querían actuar como si continuasen bajo el régimen anterior, condicionado por dos factores críticos: la falta de agua y la falta de “territorio” (físico, en primer lugar, y de relaciones y conectividad real). El tratado de Independencia incluía un compromiso mutuo para compartir el acceso al agua interior (si bien Singapur contaba con un poderoso activo sobre el que ha venido construyendo una base esencial de su desarrollo, como es su puerto exterior y a partir de él un clúster portuario y marítimo de primerísimo nivel mundial). La visión (“Raíces y alas”) marcaba un camino. Agua y territorio resultaban imprescindibles para el logro final. Obligaba a aprender, a generar competencias y talento asociado, generando riqueza, empleo y valor para su sociedad, multi racial-multi cultural (“varias lenguas y un lenguaje compartible”), con una significativa aportación tecnológica, una plaza financiera distintiva, una serie de clusters tractores al servicio de la estrategia país y relaciones especiales para disponer de espacio más allá de su frontera, promoviendo, de manera activa ASEAN (entonces tan solo una promesa nebulosa con un futuro prometedor)… Entendieron que “ganar el futuro” requiere una apuesta y dirección a largo palo, construyéndola con múltiples etapas y decisiones a lo largo del tiempo, aún cuando, por momentos, pudiera parecer un tortuoso camino con retrasos o desvíos frustrantes sobre el camino perseguido. “Qué mejor acelerador que concentrar el talento especializado bajo el manto de un Premio Internacional, analizando variadas experiencias de éxito y liderazgo”, me decía su director Larry Ng.

Un segundo caso, desgraciadamente más sentido y doloroso: Ucrania. El seguimiento del intenso trabajo que la iniciativa “Before and after the Victory” promueve con la participación de múltiples actores, nos recuerda el doble esfuerzo simultáneo que se viene realizando hacia “la doble victoria: Ganar la guerra y la paz, y ganar el futuro”. La ingente tarea en todo tipo de frentes, desde la auto defensa de sus vidas y su voluntad democrática de decidir su destino y respetar su vocación europeísta, en circunstancias extremas, no evita que su proceso resiliente les lleve a trabajar, a la vez, en repensar un futuro diferente no ya en términos de recuperación (territorial, gobernanza, equipamientos, intangibles, economía, sino de identificar y avanzar en la dotación de elementos clave para un futuro distinto respondiendo a nuevos retos y mega tendencias mundiales), en la redefinición de un nuevo espacio geo político y geo estratégico por el que apuestan. Que en esta especial y difícil circunstancia trabajen y piensen en mantener y reinventar sus ventajas competitivas para un mundo mejor es toda una enseñanza.

Y, finalmente Taiwán. La pequeña isla ante el gigante, defendiendo su identidad, estatus deseado y logrado, (ya hoy el 68% de su población dice sentirse exclusivamente taiwanés. Centro de estudios electorales Universidad Nacional de Chengchi), admirado por su exitosa industria de los semiconductores y CHIPS, hoy muestra, orgullosa, su apuesta estratégica industrial y tecnolóigca desarrllada a lo largo de décadas, y se compara con la movilización de miles de billones de dólares en confrontación competidora de los desacoplados Estados Unidos y China. Conocer de primera mano, a través de mi colega de la Red MOC, Ching Huag Lynl (Taiwan Industrial Research Center and Incubator for Industrial Productos) el análisis de las sucesivas estrategias y adaptaciones a lo largo de los años desde us implicación en el grupo de los tigres asiáticos (junto con Corea del Sur, Japón y Singapur), hasta nuestros días, superando las crisis de fabricación y producción de los 80, el colapso japonés de aquel tiempo, la evolución que la globalización provocó en el offshoring competidor, la lucha abierta por la tecnología, las apuestas diferenciales por mantener sus “fábricas y capacidades productivas” cuando los demás las despreciaban, su avanzada incorporación de conceptos de servitización, la clusterización de sus industrias relacionadas, la inversión en talento  y su sentido estratégico, les sitúa hoy en una posición no fácilmente copiable o comparable.

En esta estrategia industrial basa, en gran medida, su convicción en mantener su estatus quo, su identidad-fortaleza en ganar su propio futuro.

En definitiva, ganar nuestro propio futuro supone un largo recorrido, rara vez lineal, que exige decisiones y pasos intermedios que permitan superar una tormenta y sus consecuencias. Se trata de afrontarlas en el marco de una coherencia estratégica sin olvidar el propósito del viaje emprendido y el lugar al que se quiere llegar.

¿Democracias descontentas? Recuperar y fortalecer credibilidad y confianza

(Artículo publicado el 21 de Mayo)

Michael Sandel vuelve esta semana al escaparate editorial con la actualización de su prestigioso y exitoso libro “El descontento de la democracia”, retomando su intensa y larga trayectoria como pensador y profesor desde sus clásicos “Justicia: ¿Hacemos lo que debemos?”, “La tiranía del mérito” o “La Filosofía Pública”, que nos han acompañado en el tiempo, con relevantes diagnósticos y aportaciones al debate político, económico y social. Reflexiones inspiradoras de anhelos de futuro. Siempre de actualidad. Esta vez, incide en el deterioro percibido en la calidad de nuestras democracias, en las carencias del respeto al uso institucional minando el marco general de convivencia dado, y repasa lo que entiende como las dos claves esenciales a cuidar para un nuevo espacio capaz de fortalecer las democracias: poner la economía bajo control democrático y potenciar una renovada conceptualización del patriotismo identidad y Comunidad cohesionador del sentido y propósito a dar a las políticas, soluciones y objetivos a perseguir para el logro del bien común.

Subraya, entre otras causas del descontento observable, el sucesivo abandono de la política con mayúsculas en favor de una falsa eficiencia tecnócrata que parecería unificar todo tipo de políticas e ideologías, un relativo pensamiento único (especialmente extendido en las últimas décadas en una simplista y mal entendida globalización) que ha desnaturalizado el concepto identidad-Comunidad y ha dado por bueno un fin último que supuestamente generaría valor para todos en todas partes, dirigido por un promovido “patriotismo estatal trasnochado y excluyente, envuelto en un falso lenguaje mundializado y de aparente vanguardia”. Adicionalmente, resalta la poca importancia dada a la calidad del proceso democrático, a su gobierno y control, a la apropiación de etiquetas auto otorgadas “como progresistas”, por quienes parecían poseer el don de que todo aquello que proponían era incuestionable, apropiándose de los verdaderos avances sociales para todos y de su implementación como derechos universales, justicia social, libertad sin límites, excluyendo de su logro a quienes consideran y señalan, más que adversarios, supuestos culpables de los grandes males e insatisfacciones de la gente. Apoderarse del patriotismo de Estado, instalándose en una auto concedida modernidad y exclusividad rectora de la prosperidad colectiva, prescindiendo de la conexión humanista con estrategias e instrumentos probados que pudieran aportar quienes no formen parte de su grupo, sería uno de los déficits que hoy limitan el valor de las democracias. Condicionantes, en definitiva, de un desencuentro con las dificultades y necesidades complejas por resolver, confundiendo el simplismo “de lo público”, el rol verdadero y eficaz de los diferentes gobiernos, despreciando la capacidad generadora y complementaria de iniciativas sociales y privadas. Romper o despreciar décadas de convivencia que hicieron desaparecer, hace ya mucho tiempo, barreras-silos entre conceptos de exclusivo beneplácito con el mercado como asignador óptimo de riqueza y bienestar, o de intervencionismo gubernativo confundiendo que la responsabilidad pública no excluye compartir tareas, ni proyectos, funciones, papeles, compromisos, o generación de valor. La realidad es que dichas barreras cayeron hace demasiado tiempo y el humanismo económico y los compromisos en torno a los derechos universales, al bienestar y prosperidad inclusivos, a la lucha permanente contra la desigualdad, la economía social de mercado y el desarrollo humano sostenible, han roto barreras excluyentes para dominar todo tipo de políticas y estrategias en las simbiosis colaborativa público privada, en la gobernanza inter e intrainstitucional, y la cosoberanía y nuevos espacios geoestratégicos. Conceptos y modelos a la búsqueda de nuevas denominaciones y de la concreción de múltiples esquemas y modelos que, compartiendo bases esenciales, se traducen en instrumentos, programas, tiempos y velocidades diferenciados, dependiente, sobre todo, de lo que se viene en llamar el nuevo patriotismo cohesionador que lleva a los individuos a trascender en beneficio de la comunidad íntima a la que se desea pertenecer, co participando en la construcción aspiracional de un futuro deseado en términos del doble proyecto vital y profesional que se busque.

Este contenido reflexivo irrumpe en plena campaña electoral en el Estado español. Aunque no lo parezca, a juzgar por el espacio mediático y los mensajes de los líderes que copan las audiencias, se trata de unas elecciones municipales, regionales o nacionales en algunas de las comunidades que habrán de elegir diferentes parlamentos y gobiernos, con un variado y muy distinto nivel competencial, voluntad y grado de autonomía o dependencia y desarrollo institucional. Este carácter “local” (con todo tipo de matices y conectado con el mundo otrora global), es lo que da sentido máximo a la clave del nuevo patriotismo-identidad mencionado, en contraposición a ese otro de quienes prefieren mantenerse en su patrimonio patriótico estatal, y que no se reconocen en la diferencia y pretenden dirigir sus mensajes por encima de sus propios representantes o candidatos “locales”, aumentando la distorsión, confusión y desencanto. A mayor distancia del sentimiento de pertenencia, mayor resulta el individualismo y la distante implicación real y directa por afrontar los grandes desafíos políticos, sociales y comunitarios.

Adicionalmente, la falta de calidad en los procesos de gobernanza, en la toma de decisiones, lleva a confundir los consejos de ministros y sus funciones institucionales con pregones mitineros, de parte, que profundizan en la confusión y deterioran la calidad democrática. Propuestas y políticas impulsivas, inconexas, de dudosa credibilidad, carentes de un marco o estrategia general, ocurrentes (o incluso algunas valiosas en caso de ser gestionadas en el ámbito institucional correspondiente), que suplantan el rol del gobierno, agravado por una permanente intromisión en los diferentes ámbitos competenciales de quienes han de implementarlas (en caso de que así lo decidan) generan o aumentan una perversa manera de no ir a ninguna parte.

De esta forma, la riqueza de un Estado, como éste, con formato descentralizado y con supuesta potencialidad de un auto gobierno a disposición de la voluntad de los ciudadanos y de sus capacidades y apuestas de futuro, compuesto por múltiples poblaciones y comunidades heterogéneas y singulares, con lenguas propias diferenciadas, deseosos de amplios espacios de libre decisión en algunos de ellos (tanto por su historia, como sobre todo por su vocación futura, amparados en el marco legal que propicia su actualización permanente según de sus deseos democráticos de avance y transformación), con capital humano no monolítico, retos, desafíos y capacidades distintos (al margen de su recomendable y potencial compartible y sinérgico), con tejidos económicos variados, modelos de desarrollo diferenciados, además de Instituciones sensiblemente distintas (aunque el papel pareciera etiquetarlas de forma similar), parecerían diluirse en un ejercicio centralista y centralizado desde ese error limitante que acuña Sandel del llamado patriotismo de Estado. Todo un desperdicio del valor de la cogobernanza, de la plurinacionalidad y pluralidad sociológica, de diferentes legítimas aspiraciones, de autoorganización institucional, ambiciones, aspiraciones y deseos de futuro.

Llama la atención el empeño en no contar con múltiples jugadores con enorme capacidad (y deseo) de contribuir y participar en procesos, de alta calidad democrática, cocreando valor en, para, desde su comunidad. Cabría esperar un esfuerzo impulsor y director de primer orden. No son tiempos para jugar a la ocurrencia o a regalar el oído a todo el mundo. Es tiempo de elegir atendiendo a las capacidades diferenciales necesarias para garantizar el éxito y compromiso requerido, es tiempo de política y gobiernos con mayúscula, de procesos y decisiones que obedezcan a un propósito, a una apuesta de futuro. Quizás de esta forma se genere la confianza necesaria, la credibilidad y confortabilidad con las democracias y no el descontento con ellas. Cuidar aspectos esenciales del rol esperable en quienes han de asumir papeles de liderazgo hacia una nueva sociedad deseada, entusiasmándola y comprometiéndola (derechos y obligaciones) sabiendo hacia dónde se va y por qué merece la pena esforzarse en su camino.

Reescribir un nuevo encanto de la democracia.