El juego de cartas. Recomendaciones para un futuro esperanzado

(Artículo publicado el 23 de Abril)

Una amiga, profesora universitaria, acudía el pasado lunes a una reunión académica en Bilbao. Me envió un mensaje al final de su jornada: “Estoy horrorizada. Los turistas que como yo estén por aquí pensarán que estamos al borde de la revolución. Menuda mañana de reclamos, manifestaciones, cortes de vías, ruido, papelería en calles y edificios”. Un par de semanas atrás, en una reunión con inversores foráneos, tras hablar de las ventajas competitivas, altos niveles de bienestar, cohesión social y de las extraordinarias fortalezas de nuestra economía, me cuestionaban la objetividad de dichos indicadores y valoración dado “el clima pesimista generalizado transmitido en los mensajes publicados”. Una tercera “conversación” similar con un par de máximos responsables de empresas multinacionales, amigos comprometidos con el país, me preguntaban si “en verdad aconsejaba invertir aquí o elegir otra alternativa”. Hoy leo en The Economist, el contraste entre la economía real estadounidense y la confrontación anímica tanto del anterior proceso de “Hacer America grande de nuevo” ante el declive denunciado o el actual “construirlo de nuevo mejor”. ¿Se desmorona la economía mundial y estadounidense, se reorienta hacia nuevos espacios de futuro, incorpora la inclusividad máxima en sus líneas de trabajo?

Sin duda vivimos tiempos convulsos. Por simplificar, recurriendo al acrónimo VUCA (Volatilidad, Incertidumbre-Uncertainty-, complejidad y ambigüedad), podemos referirnos al contexto de un mundo, sociedad y economías fragmentadas que parecerían impedir el aspirar y confiar en un futuro próspero esperanzado. Según el momento en que nos preguntamos por lo que estamos viviendo y las expectativas de cada uno, la línea argumental te lleva a la frustrada desesperación o al abrazo de la oportunidad.

Así las cosas, si no somos capaces de generar la confianza indispensable para creer en un futuro mejor, será imposible comprometer esfuerzos, sacrificios y proyectos, inevitablemente de largo plazo, que lo posibiliten. Un futuro esperable que justifique nuestras “especiales renuncias” del corto e inmediato plazo.

La coincidencia de esta situación y sus expresiones y/o consecuencias con un proyecto académico, consorciado entre varias universidades latinoamericanas, me invitaba a participar en una investigación colaborativa sobre “la gobernanza en Latino América: ¿Silenciosa crisis que impide el desarrollo socioeconómico de sus ciudadanos? Al plantear mi participación les preguntaba si esto solamente es aplicable a Latino América y en qué periodos y con qué “colores de gobierno”, o extrapolable a otras regiones: Estados Unidos, Europa, España…

Baste observar el comportamiento de la gobernanza en estos tres últimos ámbitos señalados para concluir en una preocupante calificación o descalificación de sus procesos de decisión, de la interacción de sus principales representantes políticos, de sus diferentes relaciones y métodos de colaboración entre los mundos empresarial y público, el rol de los medios de comunicación respecto de todos ellos, una escasa articulación entre los diferentes niveles proyectado en prácticas de escasísima calidad democrática, demagógica dirección, con profundo rechazo de proyectos futuros por una sociedad desafecta y confusa ante lo que se le ofrece. ¿Es esto así?

Con esta sensación negativa de fondo, repaso una publicación del “Harvard Law School Forum on Corporate Governance” que reproduce la carta anual de Larry Fink (presidente de Black Rock, líder mundial en activos financieros y principal inversor en el IBEX español con participación en 21 de sus empresas entre el 3 y 5,9 % de su capital), dirigida a sus “stakeholders” o agentes-grupos de interés implicados en su empresa. Sus cartas (en general dos por año: una para los primeros ejecutivos de sus clientes y la segunda a sus compañeros de viaje) gozan de interés (más allá del mundo económico-financiero) y atención ya que contienen su análisis del ejercicio en turno, su interpretación de riesgos y tendencias, sus apuestas estratégicas de futuro, sus valores y propósito y, en definitiva, sus recomendaciones estratégicas. Se convierten en su comunicación personal y directa de su estrategia y la de su organización, las claves del liderazgo y organización de que se nutre, su compromiso con las sociedades en que trabajo (a lo largo de todo el mundo) y sus respuestas a un mundo complejo.

Esto que llamo “el juego y valor de las cartas de los principales líderes con verdadera influencia” está muy extendido en la práctica tanto política, como empresarial. Desde la ya legendaria carta “ROCARD” utilizada por el primer ministro francés de la época para comunicar, primero a su gobierno y después a los ciudadanos sobre quienes gobernaban, las reglas del juego, la estrategia y políticas que se proponía llevar a cabo y las normas de comportamiento (interno y externo) que todos habrían de seguir. Año a año, en su legislatura, explicaba sus cambios organizativos, iniciativas, riesgos y peligros por afrontar, así como logros, beneficios y resultados esperables.

La carta de Larry Fink resulta, en mi opinión, de extraordinario interés, destacando una serie de puntos relevantes, estrechamente relacionados con lo hasta aquí descrito. En primer lugar, empieza por recordar que “su negocio” es una fiducia por lo que los activos, ahorros, inversiones que gestionan (cientos de miles de billones de dólares) no le pertenecen ni a él, ni a su compañía, sino a sus clientes, inversores, ahorradores. Son un legado que se lo dejan en la confianza de que le aportarán valor futuro para un escenario mejor del mañana, preferentemente en el largo plazo. Esto le obliga a ajustar el mejor riesgo-beneficio en favor de terceros (todos sus “stakeholders” en todas las comunidades en que opera). Añade que la gran diversidad de interés de todos y cada uno de los grupos implicados supone gestionar diferentes opciones con cuidadosos análisis riesgo-beneficios a la búsqueda de un bien común, sabiendo que cada uno lo interpreta de manera distinta atendiendo a sus objetivos. En todo caso, sus decisiones han de considerar el resultado esperable a largo plazo. Ha de hacerlo navegando el tormentoso mundo que recorremos. Describe un mundo, economía y sociedad fragmentadas, un entorno geopolítico cambiante (desglobalizado, seguridad-precio en conflicto, complejo, diverso, geográficamente desigual, demandante de gobiernos cada vez más exigibles, emprendedores y obligados a transformarse en sí mismos). No solo no rehúye las transformaciones tecnológicas, sino que transmite la enorme oportunidad que su buen (y regulado) uso proporciona. Utiliza un apartado especial, asociable a una fuente especial en su modelo de negocio basado en la jubilación y “retiro de la sociedad activa” advirtiendo el enorme riesgo al que nos enfrentamos y llama la atención a un cierto desprecio por las generaciones jóvenes ante una población a la que parecerían culpar de lo heredado y de una supuesta menor esperanza de calidad futura. Observa que el “Crash pandémico” conlleva dinero fácil y barato desde los gobiernos, un excesivo endeudamiento que habrá que atender, inflación persistente, falta de conectividad social con consecuencias negativas en caso de un “excesivo teletrabajo no presencial y prolongado” con consecuente desapego en relaciones, cultura organizativa, formación para el trabajo y liderazgo real. Ve con preocupación un “miedo al futuro” fomentado por la proliferación de mensajes corto placistas, negativos y poco orientados a un mundo mejor lleno de oportunidades. Esta “poli crisis” llevará al ahorro (del que se está viviendo) y no a la inversión que representa esperanza y futuro. Reclama de nuestros líderes (en cualquier ámbito) optimismo creativo, confrontar problemas y generar y transmitir a la gente verdaderas razones de esperanza para un futuro mejor. Y, por supuesto, construirlo. Se trata de “crear” oportunidades de inversión, proyectos de transformación radical, transitando las nuevas economías en curso (verde, azul, digital, educativa, de gobierno). Incita a asumir el “poder compartido” y los nuevos procesos y dinámicas de toma de decisiones, generar nuevos liderazgos y rediseñar la gobernanza en torno a la persona a atender y no a la burocracia o estructura vigente en las organizaciones (de todo tipo). Visión, propósito, estrategias largo placistas, cocreación de valor empresa-sociedad. Una receta atractiva no exenta de compromiso. Fink reflexiona desde su rol empresarial y protagonismo mundial mirando a su actividad y lo contextualiza allí en donde actúa, para hacerlo de manera correcta, entendiendo el mundo que le rodea.

De la mano de este mensaje, dos condiciones esenciales: Imprescindible Gobernanza, sea en la empresa, en tu escuela, hospital, gobierno, país… que sea. De máxima calidad y eficiencia, que responda al riesgo y oportunidades para generar un mejor y esperanzado futuro, y, por supuesto Confianza (como ya comentaba en esta columna hace unas semanas) y compromiso inversor-emprendedor, sacrificando hoy la construcción compartida inter e intra generacional. Ya es más que un tópico: un verdadero desarrollo socioeconómico y bienestar inclusivos. Ojalá que “este juego de cartas” prolifere y sustituya un ruido paralizante. Como siempre, aprendiendo de los demás y afrontando decisiones propias.

Inacabables transformaciones en curso

(Artículo publicado el 9 de Abril)

Días atrás, en un coloquio celebrado en Bilbao, se debatía sobre la “regeneración, más allá de la evolución y transformación”, a la que debería de encaminarse de forma radical la sociedad vasca en el contexto global de cambio al que, de forma pasiva o activa por voluntad propia, hemos de incorporarnos o adecuar nuestras transiciones en curso.

El debate formaba parte del programa de celebración del éxito de la entidad organizadora, su reconocimiento desde coprotagonistas de primer y reconocido nivel académico internacional y la puesta en valor de la labor realizada por la sociedad vasca, sus instituciones y agentes económicos, políticos y sociales a lo largo del tiempo, habiendo diseñado e implantado un modelo vasco de desarrollo humano sostenible, calificado de referente mundial. Se proponía debatir en torno al futuro y las sucesivas transformaciones que los desafíos del momento y del mañana exigen.

Sorprendentemente, algunos intervinientes que al parecer creen que todo empieza con ellos, pusieron el acento en la descalificación del “contexto” y de los “actores privilegiados” culpables de todos los males de la sociedad. Recurriendo a los mensajes tópicos del etiquetado neoliberalista, neocapitalista, privatización del Estado, como enemigos a combatir y destruir, se situaban, por exclusión en los adalides de la igualdad y poseedores de la verdad transformadora obviando que sus referencias a modelos “alternativos” han fracasado en aquellos lugares en que se aplicaron (casi en exclusiva de forma antidemocrática y totalitaria). Unos pocos poderosos ganadores a costa de quienes pierden y fracasan, el contexto (siempre los demás y lo externo) y sus actores privilegiados serían los auténticos culpables de todos nuestros males y la responsabilidad se limita al empresariado y directivo (salvo aquellos de micro empresas e iniciativa social o endogámico mundo académico universitario público, además de quienes se auto denominen progresistas y militen en sindicatos o partidos políticos de izquierdas, cuya etiqueta les eximiría de corresponsabilidad alguna, siempre que respondan al mandato de sus respectivos dirigentes monolíticos). Por momentos, parecía que volvíamos a un pasado superado de confrontación y exclusión, lejos de reflexiones y propuestas para construir una nueva sociedad, comprometidos en generar o reforzar capital social y propiciar esfuerzos colectivos hacia nuevas comunidades solidarias y prósperas.

Obviamente, como desgraciadamente se viene generalizando e implementando en el pensamiento colectivo, a base de repetición mediática constante, serían “los otros” quienes incurrirían en estas malas ideas y prácticas, y “nosotros” los auto denominados salvadores.

La sociedad vasca, pese a la nefasta época del terror y la violencia padecida y de sus dolorosas consecuencias, aún no del todo desparecidas, ha construido un modelo propio que ha generado prosperidad, minorado de forma relevante la desigualdad y brindado oportunidades de futuro a las nuevas generaciones, sentando una base sólida sobre la que construir un nuevo futuro, afrontando los nuevos desafíos. Está preparada para acometer las sucesivas transformaciones que le esperan. Puede soñar y pensar, con realismo, en espacios de bienestar para el desarrollo de proyectos vitales y profesionales, desde aquí, conectados con las vanguardias mundiales.

Y puede hacerlo no porque le hayan llovido regalos inesperados del cielo, sino porque lo ha trabajado. Su alto sentido y compromiso de empresa, una clara responsabilidad con la sociedad (todos los agentes implicados, trayectoria profesional en los espacios empresariales, académicos y de gobierno en todo tipo y tamaño de entidades e industrias y niveles institucionales de gobierno), generando impacto en la comunidad y país. Todos hemos hecho este modelo vasco. Que, además, ha permitido su formalización académico-práctica como reflejo de su propia realidad, del comportamiento de su tejido económico-social-institucional y su avanzado (y referente mundial) modelo de desarrollo humano sostenible (hoy tan en boga y, por lo que se ve, para muchos en pleno descubrimiento). Que el “Caso Vasco” forme parte del estudio relevante a lo largo del mundo no es sino por su referencia transformadora de una sociedad, desde una determinada identidad, valores, cohesión social, capital humano, político e institucional que ha generado riqueza, bienestar y desarrollo humano sostenible, superando situaciones de enorme gravedad en momentos, en que parecía perder “su futuro”. Este modelo y no otro era el que se celebraba.

Acercarse a este modelo supone entender un complejo proceso integral, al servicio del bienestar, enriquecimiento y prosperidad inclusiva de una sociedad y comunidad concretos. Implica en sí mismo SOLIDARIDAD, COOPETENCIA (competir y cooperar a la vez), objetivos económicos y sociales alcanzables a la vez, no un juego de suma cero (lo que ganan unos otros lo pierden), sino ensanchar oportunidades y beneficios más allá del estado base de partida. Supone auténtica participación público-público (entre todo nivel de administraciones, instituciones y entidades públicas) y público-privada (todos los agentes económicos y sociales cuya intervención en la economía, políticas académicas y sociales explican los resultados (a poder ser positivos y su distribución equitativa). Conlleva glokalización (ni globalización, ni deglobalización, ni localismo aislado del resto del mundo) que hace del factor local (su identidad, cultura, aspiraciones colectivas, institucionalización, capital humano y especialización diferenciadas) un elemento diferencial de primer orden, siempre interconectado con la vanguardia mundial (conocimiento, interrelación, innovación, capacidades distintas, diversidad…). Concepto no estático que exige estrategias de largo plazo, inacabables (la sociedad y sus demandas son y serán cambiantes, un mundo en movimiento, incertidumbre y complejidad, nuevos actores…). Un espacio que requiere atender, a la vez, todo tipo de elementos que influyen en su configuración.

Vivimos un mundo en transformación a la búsqueda y/o generación de un “Nuevo Pensamiento”. Sin duda, los principales centros de observación, ideación, rediseño de políticas, sistemas y estrategias, buscan “espacios líquidos” en los que las ideologías estancas y confrontadas del pasado estén superadas. Ya sea que unos se muevan desde un capitalismo transformado y evolutivo para su reinvención (capitalismo consciente, “stakeholding capitalism”, basado en propósito -Purpose Driven-, shared value -valor compartido-, inclusivo), con clara vocación de redefinición de sus modelos de aportación de valor a la sociedad y al conjunto de los agentes implicados en la creación de riqueza y bienestar, alejados de pseudo modelos colectivistas de nefasto resultado cuya evolución en paises totalitarios de regímenes comunistas del pasado desembocaron en modalidades de capitalismo salvaje al servicio de unos pocos “aparatistas” que, desde sus antiguas dictaduras totalitarias, perpetúan sus particulares revoluciones en beneficio propio y limitado, o la revisión positiva y perfeccionamiento de las economías sociales de mercado desde el humanismo (esencia del “modelo vasco” de desarrollo humano). Movimientos favorecedores de la responsabilidad social corporativa, el multiobjetivo ESG (económico, social y sostenible y su gobernanza ético-diversa transparente además de eficiente) van dando pasos hacia modalidades de CO-CREACIÓN de VALOR empresa-sociedad sobre la base de repensar modelos de negocio desde las demandas y necesidades sociales, nuevos roles en la extensión de las diferentes cadenas de valor de las que formar parte y la interacción/recomposición clusterizada y/de los, en boga, ecosistemas. Objetivos y estrategias convergentes empresas-industrias-país, entre actores diversos que conjugan sus propias estrategias con las del resto, compartiendo elementos comunes y esenciales. Conjunción de empresas tractoras con un tejido mayoritariamente micro.

Hemos llegado hasta aquí de la mano de una estrategia de transformación que nos ha permitido superar escenarios negros, sumidos en plena dictadura-autarquía, crisis económicas (mundiales y propias) y una auténtica reinvención (de nuestras estructuras, de modelos de cohesión social, política económica e institucional), logrando resultados inclusivos de primer nivel. Desde aquí, tenemos grandes desafíos por delante. Retos que, sobre todo, habrán de ser provocados, resueltos por nuevas generaciones a partir de su posición, protagonismo y aspiraciones de vida y generación reconfigurado a lo largo del tiempo. En este camino no solo no pueden recorrerlo en solitario, sino que resulta imprescindible la no exclusión de otras generaciones que, aunque pudiera parecer lo contrario a juicio de muchos, siguen aquí, trabajan, deciden, construyen país y aportan riqueza y bienestar para todos (sobre todo para aquellos que o no pueden, o no quieren comprometerse y aportan colectivamente a la comunidad y sociedad).

La “nueva realidad” y “las nuevas transformaciones” no son una tertulia distante, sin compromiso y coprotagonismo responsable. Alguien ha de asumir el riesgo de equivocarse, desde la inconfortabilidad de la crítica fácil, asumiendo la descalificación anónima. En Euskadi hemos construido una economía solidaria, sobre la que construimos, día a día un espacio equitativo, inclusivo democrático, sostenible. Un modelo humanista sin complejos.

Vivimos momentos retadores.

¿Estamos -todos- dispuestos a asumir el papel que nos corresponde y comprometernos con el esfuerzo colectivo compartido?