…más allá de las señales directas de la crisis. Puesta en valor de confianza, credibilidad y compromiso

(Artículo publicado el 26 de marzo)

Diez días de agobiante desconcierto y preocupación desde la noticia del colapso de un banco estadounidense que no aparecía en el radar del gran público salvo por su asimilación, por nombre y ubicación física, con el próspero, objetivo inimitable y mítico Silicon Valley al que se supone hemos de peregrinar, al menos una vez a lo largo de nuestra vida profesional, para entender de innovación, tecnologías de futuro y emprendimiento de primer nivel. La caída de este peculiar banco en el que grandes patrimonios, activos artistas del glamuroso Hollywood, jóvenes emprendedores de éxito acelerado y grandes líderes mundiales de la tecnología concentraban (pese a las recomendaciones básicas de la banca aburrida y tradicional) sus depósitos por encima de garantías legales con cobertura a su riesgo. A su vez, sin aparente contagio causa-efecto, el pánico europeo y sistémico, de la mano de unas declaraciones de un accionista saudí cualificado, hacía saltar los problemas y alarmas señaladas  muchos años atrás  (décadas) de mala gobernanza, desorientación en sus modelos de negocio, limitado control del riesgo, de uno de los grandes referentes de la banca suiza (Credit Swiss), terminando con miles de millones de activos, depósitos y confianza, dando por concluidos sus relevantes 137 años de historia. Por si fuera poco, las intervenciones de los Bancos Centrales, acudiendo en rescate de los ahorradores, inversores (salvo quienes pudieran clasificarse entre “aquellos que han arriesgado para enriquecerse” que diría el presidente Biden), público en general y el propio sistema financiero conjunto, a priori con valoración positiva por su rapidez, determinación, extensión salvadora, no parecía recuperar la confianza imprescindible para sociedades desconfiadas, dudosas de los mensajes de sus respectivos gobiernos y temerosas del efecto y consecuencias que medidas macroeconómicas de este tipo, se reflejan en familias, empresas e individuos, ya sea ahora, o en el medio y largo plazo.

Más allá de la crisis bancaria y financiera de estos días, resulta relevante resaltar el papel esencial de la confianza y repensar factores clave más allá de las señales observadas. Sin duda, la confianza en uno mismo y en los demás posibilita la capacidad de asumir riesgos, mejorar la comunicación y fomentar relaciones sólidas y satisfactorias propiciando la interacción con terceros, la capacidad para compartir objetivos y compromisos y asumir trayectos hacia futuros diferentes en beneficio común. Enfocarse en los aspectos positivos y tratar de minimizar las dudas y los temores que puedan surgir, da lugar a tomar medidas concretas para fortalecer compromisos y cocreación de valor.

Tres señales directas de una crisis mucho más profunda, con múltiples aristas, con origen y consecuencias diversas. Ninguna de ellas ha empezado o terminado en las señales observadas. Quizás, la única coincidencia sea el tiempo, o, mejor dicho, el momento en el que han saltado todas ellas al escaparate mundial.

Cuando estas cosas pasan, parecería que hemos de poner todo patas arriba o no creer en ninguna verdad. Quizás, tal y como sugieren algunos filósofos, en su autodenominado “movimiento de la Nueva Realidad”, hemos de cuestionar aquellos elementos objetivo que se supone nos unirían para compartir unos mínimos asumibles por todos. ¿Cuáles? ¿Quién ha de marcar los límites y definir la verdad, de la post verdad o de la mentira? ¿Hemos descubierto ahora que la economía financiera, el rol de sus actores y, en especial de la banca, no se corresponde miméticamente ni con los tiempos, ni con los indicadores ,al menos inmediatos, en que se mueve el tejido económico no financiero? ¿Nos hemos enterado ahora que los bancos no guardan “en una caja fuerte, en el sótano de sus sedes, el 100% de los depósitos de sus clientes, y que éstos solamente están garantizados, país a país, en una escasa cantidad y que incluso esta no cuenta con la garantía real suficiente (tan solo, por ejemplo, en España, 130 veces menor que sus depósitos legales a devolver)? ¿Parecería poco razonable la existencia de entidades financieras, especializadas y profesionales, para entender determinados modelos y tiempos de negocio para facilitar el éxito de los emprendedores tan aplaudidos, buscados y promovidos a lo largo del mundo, cuando ni la innovación tecnológica compleja ni el generalizado universo “START UP” responde a una financiación genérica y en apariencia tradicional? ¿Parece poco apropiado que quienes disponen de capital lo movilicen apoyando/invirtiendo en este tipo de iniciativas de largo plazo? ¿Parecería razonable que ahorradores e inversores accedan y confíen a/en bancos históricos con prestigio global, de gran tamaño, con capacidad y talento, además de experiencia, para garantizar la “mejor gestión posible” de sus ahorros? ¿Parecería deseable que, ante una crisis de este tipo, un gobierno (como el suizo, del que la leyenda popular supondría que casi no existe y la gente se refiere a su calidad con el comentario simplista de no saber ni el nombre de su presidente) responda en un fin de semana orquestando una complejísima operación de rescate, y comprometa “aportar todo el dinero que sea necesario para garantizar la liquidez” y tranquilizar a todos los implicados? ¿Resulta oportuno preguntarse qué es eso de una inflación de oferta y costes de producción y no de demanda argumentando que las políticas monetaristas del pasado no son la solución del problema y, en consecuencia, los bancos centrales ni pueden aplicar las medidas que pretenden imponer, ni los objetivos y tareas que se les vienen asignando desde el fin de la segunda guerra mundial, han de mantenerse debiendo dar paso a nuevos desafíos y tareas, nuevas instituciones e instrumentos tanto de control y gestión como de intervención? Sin duda, un mal momento para que un banco con especial renombre internacional, otro a miles de kilómetros que ya venía herido de gravedad y una inflación sistémica y mundial desataran el pánico y agudizarán la desconfianza activa, hacia el colapso general.

Sin duda, muchas de estas preguntas y las innumerables respuestas deberían llevar a nuevos planteamientos. Ahora bien, ¿volveremos a culpar al “contexto”, al “tiempo que nos ha tocado vivir”, a “quienes nos gobiernan o dirigen”, “a los demás”, en exclusiva, y nos abstendremos de asumir las responsabilidades particulares que, en mayor o menor medida, tenemos? ¿Son “ellos” quienes generan inflación, especulan y hacen cola para comprar letras del tesoro, quienes endeudan al país, quienes no controlan la inflación, quienes no saben dirigir (organizaciones, países, gobiernos, empresas,) etc.?

Así las cosas, mientras todos y cada uno de nosotros contemos con la opción de culpabilizar a los demás, excusando nuestra participación también en los problemas y no en sus soluciones, una tras otra, crisis tras crisis, problema tras problema, nos irán hundiendo a todos. Hoy observamos 3 o más señales y nos preocuparán mientras dure su interés mediático hasta ser reemplazadas por otras noticias o señales a destacar…y así, paso a paso, señal tras señal, aumentará nuestra falta de confianza en “ellos/ellas” en resolver nuestras demandas sociales y escenarios de futuro. Quizá llegue el día en que, entonces, no se tratará de consecuencias del contexto heredado o del clima y educación recibido de otras generaciones que “nos robaron nuestro futuro”. Entonces, posiblemente, muy cerca de Silicon Valley, en el mundo mágico de Hollywood, el metaverso mítico de sus películas triunfadoras, “en todas partes y para siempre a la vez” nos ofrecerá soluciones para todo, de forma instantánea, a golpe de clic. Eso sí, sea un relato mágico o un guión comercial, tendría final feliz.

Entre tanto, más allá de las señales observadas esta semana, unidas a un contexto generalizado de crisis, incertidumbre y complejidad, resituamos una larga agenda de asuntos pendientes sobre los que hemos de trabajar.

Hoy, inflación y bancos, así como el peligroso ensueño exagerado de un triunfo rápido, beneficios ilimitados, responsabilidades para los demás, toda aspiración para ayer y vocación de salidas individuales con escasa motivación de transcendencia, priman un desbocado mundo con escasa confianza en los demás (ni generarla, ni renovarla, ni otorgarla), desafección cómoda e inconsciente y soluciones particulares. Incluso, bajo el ensueño de que alguien reescriba “una nueva realidad” en la que encontremos acomodo y confortabilidad a la búsqueda de la esencia imprescindible de la confianza (por recuperar o construir) y el inevitable esfuerzo corresponsable a la búsqueda de soluciones reales y compartibles.

Economía real y/o economía financiera, emprendedores tras el caramelo inminente por venir y/o empresarios de largo recorrido, empresa (unidad de todos los stakeholders) o iniciativas individuales (geniales o no), regulación laxa o exigente, gobiernos y mercados, beneficios y obligaciones, “contrato social” … son algunos de los asuntos subyacentes que, una vez más, han saltado a la palestra. Si las señales detectadas nos ayudan a afrontar sus desafíos, y nos comprometemos en el uso de una inteligencia colectiva y colaborativa, nos encuentran lo suficientemente preparados para responder a esta y otras sucesivas crisis aprovechando su poder ilustrativo. Tiempos, sin duda, de poner la confianza activa en valor.

¿Paradojas de la internacionalización?

(Artículo publicado el 12 de Marzo)

La presentación este jueves por el presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, del presupuesto de su gobierno, puso el acento ya reiterado en múltiples ocasiones en el llamamiento a las empresas “a volver a casa” bajo su ya reiterada afirmación de que la apuesta estratégica del pasado en llevar la producción de bienes y servicios al exterior obedecía a una competitividad mal entendida en términos casi exclusivos de bajo coste (esencialmente laboral) lo que había generado una importante pérdida de empleo “nacional”. “Exportamos empleo a cambio de importar productos y hoy hemos de importar puestos de trabajo para seguir exportando soluciones al mundo. Nuestra recuperación del empleo en casa solamente nos hará competitivos si hacemos un inmenso esfuerzo inversor, dotándonos de infraestructuras de primer nivel, talento y capacitación de vanguardia, generando una sociedad e instituciones de máxima eficiencia y calidad. Para ello necesitamos un compromiso solidario de todos, aumentar nuestras contribuciones fiscales, mejorar la calidad de nuestros gobiernos y gobernantes, garantizar educación de primer nivel adecuada a las necesidades del mañana y no a las del pasado, proveer de asistencia sanitaria y bienestar a nuestra población”. “Este es el trato que hemos de comprometer. Si lo hacemos, decía, os garantizo que Estados Unidos volverá a ganar el liderazgo mundial que nunca debimos perder”. ¿Qué significa en términos de una de-globalización mundial, de las diferentes políticas estratégicas de internacionalización, de comportamiento real en los diferentes países en los que las diferentes empresas operan y que grado de realismo comportan?

Sin duda, vivimos momentos de profundo cambio en términos de internacionalización, concurriendo una gran variedad de factores que la condicionan y que ponen el centro del debate en lo que podríamos llamar “Las paradojas de la internacionalización”.

Hoy, no hay un solo gobierno en el mundo, o alusión a estrategias de desarrollo, que no incluya la “internacionalización de la economía” como objetivo y reclamo de primer nivel. Se promueve y anima a las empresas a salir, a hacer del exterior un medio natural y operar en él. Se alienta la presencia en el mercado exterior, se promueve la  inversión extranjera, se priman “visas doradas” para atraer capital y talento, se anima a crecer en el exterior e invertir para “garantizar el empleo en casa” o se apuesta por el llamado “reshoring” para traer a casa aquello que se ha venido realizando en el al exterior para seguir nutriendo el crecimiento, procurando hacerlo desde el origen propio. Este reclamo, suele venir acompañado, con menor o mayor éxito por todo tipo de ayudas públicas, facilitadoras de su éxito fortalece su presencia local en el país o región de origen, incorpora las mejores prácticas del management empresarial, retiene y atrae el mejor de los talentos posible y favorece el efecto tractor en su larga cadena local de proveedores y proyectos. A su vez, su balanza fiscal permite pagar las políticas sociales y de bienestar no ya de las empresas en cuestión, sino de los gobiernos y países origen.

La internacionalización, por tanto, es una auténtica palanca de crecimiento, generación de riqueza, empleo y bienestar. Sus diferentes modalidades, dan pie a cuestionar o no el grado en que lo hacen, su concepción “global” o no, en el sentido y dirección de sus flujos (capital, talento, empleo, impuestos), plazos de impacto y, por supuesto, el “arraigo” (generalmente de quienes vienen y nunca de quienes van a otros países, valorando y premiando, más bien, a quienes iplican su propio modelo y recursos originarios en el exterior).

Así las cosas, el “circuito virtuoso de la internacionalización objetivo” contrasta con estas “paradojas de la internacionalización”. A medida que las empresas locales van triunfando, ganando protagonismo en el exterior, aumentando presencia en múltiples mercados y países, integrándose en cadenas globales de valor, van “necesitando” cada vez menos del entorno local que las vio nacer, sobre cuyas áreas base crecieron y desarrollaron, en el que generaron cadenas de relación y valor locales. En este tránsito, hemos de reforzar el acompañamiento local, la actuación tractora sobre otros actores de la cadena, en el marco de estrategias alineadas con los objetivos y políticas prioritarias de los países y gobiernos implicados.

¿Qué pueden y deben hacer los gobiernos y resto de stakeholders locales para fortalecer el arraigo, su relevancia en un proceso de internacionalización progresivo de modo que los grandes líderes mundiales sigan encontrando valor en su presencia local? Y ¿De qué forma puede fortalecerse la internacionalización desde una determinada base local? Esta es la verdadera cuestión.

Los países, más allá de sus capacidades propias y oferta interior, necesitan productos o soluciones que en gran medida son proporcionados por las empresas del exterior. Estos acuden a ofrecer las soluciones demandadas, si bien el país en cuestión no solo quiere un producto inicial, sino que , paso a paso, exige compromisos a largo plazo aspirando  a la transferencia progresiva de conocimiento, tecnología y el desarrollo de un mayor “valor añadido local”, un claro acompañamiento público-privado y proyectos país. Se persigue, que se integren en la comunidad en una estrategia internacionalizadora “conjunta” y, por supuesto, esperan que dicho proceso suponga una relevante fuente de ingresos fiscales en casa, para atender sus propias políticas de bienestar y prosperidad. De igual forma, las empresas requieren ser “bien recibidas y valoradas”. Esperan mensajes favorables, confían en tener seguridad jurídica, suficiente estabilidad, reconocimiento a su labor, respuestas concertadas de trabajadores y sindicatos que posibiliten el desarrollo y progreso de la empresa, quieren marcos claros para el medio y largo plazo y contar, día a día, con compañeros de viaje, locales, con capacidad competitiva para el logro de sus estrategias de futuro. Adicionalmente, a medida que desarrollan un amplio crecimiento, en caso de éxito, requieren mercados de capitales mas sofisticados, ampliar alianzas y relaciones con terceros, asumir nuevas y variadas reglamentaciones, diversidad inversora, diversidad cultural, diversidad de raíces y de intereses compartibles. Se produce una sucesión de nuevos horizontes, espacios, reglas de juego, cómplices a lo largo del mundo, en los que, paso a paso, van generando nuevos activos (para la empresa y para los países destino), a la vez, que se supone refuerzan los activos, valores y oportunidades propios (en casa).

Es decir, la internacionalización exige en el largo plazo, “espacios competitivos” (Michael E. Porter nos recordaría sus “Diamantes competitivos y de Bienestar en las áreas base”) que permitan la excelencia convergente y sinérgica de factores básicos (infraestructuras físicas e inteligentes), condiciones de demanda generadoras de oportunidades de negocio, valor y desarrollo, en un marco de alianzas y relaciones en las diferentes cadenas de valor de las que habrá de formar parte la empresa y en una cada vez mayor interrelación estratégica y clusterizada, un management y profesionales altamente cualificados, una oferta de servicios, políticas sociales y culturales de calidad, un tejido económico acorde con tu propia actividad y por supuesto, gobiernos competitivos de excelencia con estrategias, marcos y políticas positivas favorecedoras de tu actividad. En definitiva, estar presente y ser parte de un “Territorio de Competitividad”. Territorio que, en la medida de lo posible sea a su vez, un mercado viable. El lugar de acogida ha de ser, a la vez, una auténtica plataforma de valor para acudir, con éxito, a otros nuevos espacios de oportunidad y desarrollo.

Las empresas, desde su responsabilidad analizan y deciden sobre su “confortabilidad”, factores de competitividad, costes-riesgos-beneficios para su localización o deslocalización, en la medida de sus posibilidades, oportunidades, propósito y modelos de generación de valor y de negocio, reforzando su base originaria, a la vez que participando en el desarrollo y bienestar de todas aquellas regiones o países “destino” en los que desarrollen sus actividades. Es decir, sus compromisos inclusivos se extienden a lo largo de toda su amplia presencia exterior ye interior. (De igual forma lo hacen las personas optando por cambio de empresas, empleos y países en la medida que tengan capacidad de elegir).

¿Qué parte de nuestra “constelación de cadenas mundiales de valor” hemos de realizar en cada uno de los países, territorio o áreas base en que actuamos a lo largo del mundo?, ¿en qué medida los diferentes procesos de internacionalización responden a los contrapesos inevitables en el balance de tu actividad, país a país?

Convivir, entender, las paradojas de la internacionalización para actuar sobre sus efectos perversos (que también los tiene) fortalecerá los resultados en el largo plazo y posibilitará la verdadera cocreación de valor exigible.