Tras las nuevas oportunidades, cambiando las reglas del juego

(Artículo publicado el 26 de Febrero)

¿En qué medida el lenguaje de cada momento rejuvenece y revitaliza ideas, productos, soluciones del pasado o en realidad alumbra nuevos paradigmas? ¿Cuándo acertamos al hablar de una auténtica nueva economía o simplemente se trataría de aquella vieja economía ya recorrida y conocida con un léxico actualizado o adaptado al momento?

Tras la sucesión de diversas crisis acumuladas, junto a la pandemia del COVID-19 (que, según prestigiosos economistas como Taylor, “Forward Thinking”, en su análisis de la historia para pronosticar futuribles, nos acompañará durante los próximos 40 años), conflictos mundiales y recomposición geoeconómica, parecería que, más allá de señales coyunturales de cambio, entramos de lleno en un profundo trastoque o amanecer de paradigmas novedosos. Como en distintos momentos, las dinámicas sociales, políticas y económicas, movilizan focos de interés, centros de debate, consensos o disensos generando o siguiendo políticas que, por lo general, terminan implantándose de manera homogénea, en un discurso conductor determinante de períodos conformadores de una manera de actuar. Desgraciadamente, muchas veces, se limitan a recetas simplificadoras o mensajes de comunicación, renombrando factores esenciales de transformación real, obviando la verdadera complejidad y extensión de la fortaleza de sus conceptos e ideas y, en gran medida, de la dificultad e importancia de su ejecución.

Así, en los últimos años asistimos a un positivo “renacimiento industrial” a la luz de la experiencia y resultados observables resituando su rol vital en términos de generación de riqueza y prosperidad, anclaje inversor en los paises o regiones en que se desarrolla, flujos sólidos de capital, investigación, desarrollo tecnológico, innovación, empleo formal y certeza largo placista, y una amplia corriente mundial por exigir a todo tipo de gobiernos y organismos internacionales repensar el diseño de estrategias y políticas industriales. Inserta esta relevante guía conductora en nuevas dinámicas socioeconómicas que parecerían llevarnos a un escenario superador de políticas, actitudes o resultados no satisfactorios, insuficientes, erróneas o exitosas, según el caso, con distribución desigual o generadores de resultados perversos alejados de objetivos tenidos, mayoritariamente, por adecuados y alcanzables en el siempre inacabable y complejo camino hacia la prosperidad. Hoy, ya sea fruto de la concurrencia de varios elementos inesperados e incontrolables o consecuencia de ideas-mantra que orientaron, por décadas, políticas uniformizadas que aparcaron posiciones minoritarias en forma de simplificadas teorías dominantes (globalización, servicios y conocimiento para el primer mundo y manufactura para regiones en desarrollo o no desarrollados…) en manos del dominio financiero vs. la supuesta “economía real” y la apuesta por la receta falsa y simple de asimilar competitividad a fabricación y suministro de bajo coste, aceleradores de una “inevitable deslocalización de recursos” concentrando eslabones inconexos en territorios lejanos (en lo cultural, en lo geográfico, en la empatía de quienes acudían con etiqueta de expatriados u orígenes desconocidos construyendo burbujas aisladas del país destino…), o por la fuerza de cambios reales que nos encierran  en una incertidumbre y complejidad elevadas, determinantes de un verdadero cambio de paradigma, que nos “instala” en un profundo cambio de las reglas del juego.

Para los amantes de la estrategia (la real, la de verdad, la que transforma sueños, visiones, propósitos, en modelos de negocio diferenciados, generando impacto en la sociedad), cuando cambian las reglas del juego (mientras mayor sea su radicalidad mejor) surgen las verdaderas oportunidades de transformación positiva. Es el momento de nuevas actitudes (muchas veces ocultas) orientadas hacia nuevos caminos y horizontes. Siempre, en todo momento, acompaña la incertidumbre, la competencia (ideas, talento, conocimiento, fortalezas y debilidades) y la clara y distinta interacción con tu hinterland, con su capital social, su grado de institucionalización, su contexto político-administrativo y tu propia organización alineada o no con tus ideas, valores, propósitos. Peligros, barreras, dificultades, contratiempos y grandes oportunidades a incorporar a tu propio “mapa de coherencia estratégica”, facilitando tu capacidad diferenciadora para resurgir-resucitar con un nuevo cuerpo y alma, pasadas las tormentas o terremotos y turbulencias del momento, para afrontar un futuro mejor y distinto. Hoy, como siempre, el enorme desafío de la diferenciación, ofreciendo (construyendo) una proposición única de valor que trasladar a la sociedad.

Sin duda, son muchas preguntas y reflexiones que nos hacemos ante un mundo cambiante, lleno de elementos, en principio desconocidos que parecerían desanimarnos más que desafiarnos ante retos inesperados y en un mundo en el que podemos cometer el error de confundir la exposición a una información que se supone está al alcance de todos, confundirla con el conocimiento y, finalmente, con la imposibilidad de diferenciarnos o menospreciar nuestra propia influencia personal -y, sobre todo, colaborativa- para materializar/ejecutar ideas, proyectos y compromisos.

Estos días, un triple input en diferentes diálogos o proyectos profesionales, ha dado vueltas en torno a estas reflexiones. Por un lado, la permanente pregunta-queja que parece estar en la cabeza y boca de muchos: “vivimos un tiempo y mundo incierto y complejo como nunca; otras generaciones lo tuvieron más fácil”. ¿En verdad esto es así? Sugiero identificar uno a uno los elementos críticos y comprobarlos con décadas anteriores. Si recurría a la mención a Taylor al principio de este artículo y a la relevante escuela de pensamiento económico que se remonta a décadas o siglos pasados para pronosticar escenarios empíricos para el futuro, podríamos limitarnos a repasar el mundo que vivimos hoy resaltando sus hechos turbadores con lo que vivimos en el mundo de ayer, hace tan solo 40 años en los 80. Condicionados hoy por una guerra injusta en el corazón de Europa (Invasión de Ucrania) y otra también en otra parte de ese corazón europeo, en las entonces conocidas como “Guerras Yugoslavas” (Yugoslavia, Eslovenia, Croacia, Serbia, Macedonia, Balcanes); Hoy Rusia en el punto de mira de desacople general y su empeño en reconstruir un viejo espacio y entonces la desaparición de la URSS, la creación de la Comunidad de Estados independientes y la independencia progresiva de las Repúblicas Bálticas y la propia Ucrania, así como el desplazamiento hacia la Unión Europea de la otrora aislada Europa del Este; la crisis gasita de hoy vs. la crisis energética mundial de los 70. Hoy agobiados, con razón, por el profundo y desconocido cambio en el empleo del mañana, empleabilidad-concepto de trabajo y cualificación innovadora  por reconfigurar, ante un desempleo galopante y destructor de proyectos de vida de entonces (en Euskadi 26% con zonas en torno al 40%), agravado por la gran dimisión e inconformismo en las condiciones de trabajo y entonces a la escasez y falta de empleo, limitadísimas perspectivas, movilidad restringida, inadecuación formación-oportunidades de trabajo. Hoy, integrados en la Unión Europea y en determinados paraguas de relativa seguridad, mientras entonces vivíamos en una autarquía post dictatorial franquista con las puertas cerradas a una Comunidad Europea que representaba el espacio de libertad, democracia y bienestar al que aspirábamos y en cuya periferia marginal nos situábamos. Hoy asistimos a un panorama político desmotivador y generador de amplias capas de desafección bajo extremos no comunicables y ayer, (cuando escribo este artículo recuerdo precisamente el 23-F, uno más de los golpes de Estado padecidos entonces) mezclados entre la ruptura-reforma, esperanza ilusionada por un futuro distinto y una parálisis de comunicación y renovación político-social. Hoy vivimos atentos al movimiento estratégico chino, cuando entonces asistíamos a la explosión del crecimiento en los desconocidos tigres asiáticos, y, efectivamente, hoy en el incipiente esfuerzo de recuperación post Covid en contraste con otra ola socio-sanitaria padecida entonces, con la invasión del sida y la heroína que destrozo tantas vidas en nuestro entorno.

Un mundo de ayer y un mundo de hoy para construir un futuro mejor. Una sociedad preparada para afrontar el desafío y lograr superar las dificultades que conlleva.

Ante incertidumbre y complejidad, un segundo input muy significativo es la reciente publicación “The Ecosystem Economy. How to lead in the new age of sectors without borders” (La Economía de los Eco Sistemas.  Cómo liderar en la nueva era de los sectores e industrias tradicionales sin fronteras) de Venkat Atluri y Miklós Dietz. ¿Estamos ante una Nueva economía o ante la vieja economía en base a renovados paradigmas conocidos con otras palabras? Es tiempo de ecosistemas, ruptura de sectores tradicionales, coaliciones multi industria, interacción de jugadores diversos, generando espacios y plataformas con multi objetivos compartibles, dotados de nuevos instrumentos y cogobernanza ad hoc, innovadores sistemas de gestión y nuevos roles de todos los jugadores configurando una organización extendida a lo largo de cadenas de valor. Salir de tu propio espacio, apostar por el riesgo compartido y enriquecer los objetivos (y contribución) de cada uno en el ya tantas veces comentado proceso de cocreación de valor para tu empresa, tu gobierno, país y sociedad. Tiempos de coaliciones, partenariados, alianzas. Nuevos liderazgos, nuevos compañeros de viaje, nuevas culturas y cogobernanza.

Y ambos inputs como base conceptual de un tercero que representa, sin duda, las nuevas orientaciones (o viejas reglas incumplidas) de la internacionalización. El llamado “reshoring”, “la vuelta a casa a fabricar” que contrasta según quien lo propusiera ante un temeroso proteccionismo de aislamiento anti global, y que hoy se contempla como la mejor de las soluciones para una expansión e implantación en el exterior. Huir del pseudo bajo coste asociado al coste de mano de obra, las más de las veces ignorando compromisos sociales y atención interna en la empresa y a las comunidades en las que se opera, con escaso plan de carrera, reconocimiento y crecimiento para el “personal local”, cuando no, con comportamientos prepotentes ante tus interlocutores, sus instituciones, comunidades, culturas o niveles de desarrollo o necesidades regionales o de país, han configurado las llamadas “paradojas de la internacionalización”. Su efecto virtuoso de intercambio, de generación de valor, de enriquecimiento mutuo, de oferta de soluciones (productos, servicios, management, conocimiento, relacionamiento exterior…) se han vuelto, en muchos casos, elementos contrarios al resultado y valor esperados. En este momento, una detenida observación analítica, con empatía, permite vislumbrar grandes oportunidades en las economías regionales que, a lo largo del mundo, se abren a nuevos espacios de producción y servicios, a nuevos modelos glokales de cooperación y desarrollo, a múltiples iniciativas, alianzas y soluciones.

Estrategia en tiempos de incertidumbre y complejidad, construyendo ecosistemas, clusterizando la economía, redefiniendo nuevos roles a jugar en cada caso, reinventando la internacionalización. Un buen momento. ¿Cambiando las reglas del juego?

Conscientes de la incertidumbre, turbulencias extremas y complejidad que nos acompaña pero que, en ningún caso, ha de paralizarnos o llevarnos al desánimo y la desafección destructiva.  Sin duda, el tiempo de ayer no es igual al de hoy como no lo será el de mañana. Lo que sí tenemos es la oportunidad de construir ese mañana.   Tenemos los mimbres adecuados, vivimos, también, tiempos y movimientos de gran interés para participar, de manera apasionada, en las nuevas dinámicas sociales, económicas y políticas que nos permitan asumir y entender las señales de cambio en el horizonte, interpretarlas como nuevos paradigmas transformadores y comprometernos en su adecuación al servicio de las cambiantes demandas sociales.

Coopetencia y Gobernanza: la inevitabilidad de su eficiencia

(Artículo publicado el 12 de Febrero)

El caótico funcionamiento del gobierno de coalición español observado en torno a la aprobación de sus proyectos de Ley, Decretos-Ley, “políticas de Estado” y sus nefastas consecuencias sociales y económicas, agravado por la guerra abierta en la que se empeñan sus protagonistas, genera sospechas fundadas de procedimientos irregulares en el seno del Consejo de Ministros, la toma de decisiones no colegiadas y el escaso o nulo control interno al que la calidad democrática exige.

Este hecho no solo pone en peligro su producción legislativa, su gestión de recursos y, por supuesto, su contribución a la definición de las estrategias país a largo plazo. Situación que se ve con preocupación añadida ante la complejidad económica y social que vivimos en un contexto geopolítico y geoeconómico global, de enorme trascendencia. Adicionalmente, el escenario electoral que se avecina en los próximos meses, la polarización extrema de sus contendientes, la aparente escasa o nula alternativa y el modo de funcionamiento de un presidente que ha hecho del “acuerdo incumplido o aplazado hasta una nueva necesidad puntual”, el recurso permanente a la propaganda y juego mediático y al mensaje del miedo apocalíptico: “Si no me apoyas, viene el diablo y te irá peor”, un panorama perverso. Panorama negativo, a todas luces, que lleva a mensajes simplistas, excluyentes y de ataques demagógicos y populistas, fáciles de comprar por una mayoría que, en teoría, le llevaría a ganar votos para reeditar el estado actual de las cosas. Así, uno de los reclamos estrella es la descalificación del empresario, de la iniciativa privada de éxito, de los profesionales cualificados que ejercen la alta dirección y de las empresas con buenos resultados. Etiquetas de neoliberalismo, insolidaridad, irresponsabilidad y escasa o nula sensibilidad ante las crisis y poblaciones más vulnerables, conforman un “ideario” que, por contraposición, consideraría natural, eficaz y de máximo valor todo gasto, propiedad o funcionamiento público, enfrentaría al empresario-accionista-directivo con el resto de los trabajadores, prescindiendo del concepto empresa y su rol esencial creador de empleo, riqueza y prosperidad y desarrollo social, además de unidad base como agente económico y de cohesión social, por no resaltar su rol como contribuyente al servicio del sostenimiento de los aparatos y estructuras del Estado y las políticas de justicia y equidad social de que disfrutamos.

Por otra parte, las empresas (de todo tipo) afrontan escenarios de profunda incertidumbre y riesgos, transformaciones y transiciones de calado y una complejidad sistémica cada vez más exigentes, con mayores compromisos y obligaciones además de responsabilidades y una creciente demanda social (también de los gobiernos) para nuevos roles y contribuciones a las diferentes sociedades en que operan en entornos cada vez más internacionalizados.

Esta situación, mucho más que coyuntural, debería llevarnos a llamar la atención e invitar a la reflexión y debate social en torno al viejo y constante mundo de la interacción empresa-gobiernos-comunidades.

Separar estos tres espacios esenciales para el bienestar y prosperidad de las personas que afecta, no solamente es un error, sino que no responde a la realidad operativa. Contemplar sus comportamientos como silos independientes, construir discursos simplistas de buenos contra malos, lo público contra lo privado, el compromiso de unos contra la irresponsabilidad de los otros, algunos generadores de riqueza y valor contra unos pocos que vivirán de los primeros y “secuestrar” el concepto y valor de la empresa para polarizar un debate extremo de confrontación entre unos y otros, obviando el rol y sentido de empresa, participada, con papeles y responsabilidades, aportaciones, diferentes entre unos y otros, convergiendo en bienes compartibles es un absoluto despropósito.

Hoy, en pleno cambio de paradigma (político, social, económico), en el punto de reconfiguración de espacios geoeconómicos y geopolíticos, en el repensar y reformular décadas de operativa mundial en entornos globalizados bajo el “control” de instituciones multilaterales y un cierto “pensamiento generalizado”, nuevas dinámicas sociales, políticas y económicas, exigen grandes transformaciones que “hacen inevitable” la colaboración público-privada, en múltiples niveles, desde sus papeles diferenciados, legitimidades fruto de diferentes fuentes y capacidades tractoras propias. El espacio ya al parecer olvidado por muchos, del trinomio Business-Government-Communities (Empresas-Gobiernos-Sociedades) que caracterizaba las políticas económicas y sociales de la llamada economía social de mercado, el propio viaje del socialismo hacia este espacio social demócrata y la reformulación de políticas públicas al servicio de las personas en comunidad en el marco de un determinado Estado de Bienestar, cobran mayor relevancia que nunca.

Aprender el camino de la colaboración lleva a una doble necesidad inevitable: el ejercicio de la coopetencia (una esquizofrénica a la vez que eficiente colaboración y competencia simultáneas, compartiendo objetivos, ideas, proyectos y recursos que añaden valor al conjunto), a la vez que fomentar estrategias, propósitos propios, diferenciados, únicos compitiendo por espacios de éxito), así como un segundo elemento crítico: la gobernanza.

El “buen gobierno corporativo” es muy exigente. El contexto en el que se desempeña la empresa presiona, en especial, a sus Consejos de Administración, Alta Dirección y Órganos Directivos-Asesores para su gestión. Más allá del diseño y control de su eficiencia-eficacia económico-financiera, que de manera sostenible y largo placista permita su adecuado funcionamiento, retribuya a todos los stakeholders implicados y ofrezca productos y servicios de valor para la sociedad, ha de aportar riqueza, empleo y bienestar más allá de sus límites. La necesidad de convivir un mundo de alianzas complejas a lo largo de extensivas cadenas de valor (locales e internacionales) obliga a una gobernanza que incorpore el nunca fácil proceso permanente de interacción con todo tipo y nivel de gobiernos e instituciones, además de con sus propios competidores en diferentes industrias, superando fronteras tradicionales de “aquellos viejos sectores” que la estadística oficial se empeña en mantener. De igual forma, los propios gobiernos y entes públicos conforman la otra cara de la moneda y han de transitar hacia nuevos modelos de gobernanza, empezando por la calidad de sus Consejos de Gobierno (en especial, como en el caso inicial señalado en este artículo, del Consejo de Ministros).

Afrontamos nuevos contextos mundiales que requieren profundas transformaciones. Cambios imprescindibles que requieren liderazgos y gobernanzas de alto nivel y máxima calidad. Avanzamos (ya estamos en ella desde hace mucho tiempo) hacia una “nueva economía”, al servicio de una, como siempre, “nueva sociedad” y estamos necesitados de potentes gobiernos y empresas motoras de los nuevos recorridos por realizar.

Es tiempo de redoblar esfuerzos y compromisos, generar confianza entre las partes y la sociedad, en su gobernanza en todos los niveles y espacios de impacto. La cooperación multi-agente, público-público, público-privado resulta inevitable e imprescindible. Sus jugadores clave: Consejos (de Gobierno y de Administración de las empresas), de la Alta Dirección (ya sea funcionarial y del sector público o de las empresas y organizaciones sociales), de la propiedad (Estado y accionistas de todos los niveles sin olvidar al pequeño ahorrador propietario, muchas veces sin ser conscientes de ello, de las grandes empresas a través de sus fondos y posiciones bursátiles), del trabajador (a lo largo de la escala variada en la empresas o por cuenta propia) y de diferentes gobiernos y países y, por supuesto, de las comunidades en las que vivimos. Para colaborar, un requisito clave es la confianza. Y a partir de ella, construir las complicidades y espacios compartibles. Hemos de convencernos que la complejidad del crecimiento en la que nos movemos y moveremos, exige compartir (ideas, conocimiento, medios, recursos de todo tipo) y asumir una apuesta de futuro, intergeneracional y duradera en el largo plazo, sostenible.

Un mal gobierno (de país, de empresa, de organismos varios) generará deficientes resultados y nefastas consecuencias para la población y sociedad a la que sirve. No estamos ante un “pequeño desajuste coyuntural”, sino ante un verdadero cambio de paradigma. El escenario de últimas décadas con el que hemos llegado hasta aquí ha cambiado y lo hará aún más. Son tiempos para nuevas e intensas transformaciones. Dinámicas para las que nos necesitamos unos a otros, en una creciente complejidad. Entenderla, identificar su impacto, trasladando a los procesos de toma de decisiones clave que permitan afrontar futuros deseables con las necesarias transiciones, adecuadas a la realidad de partida, es una tarea esencia que exige una alta calidad.

Empecemos por la calidad de nuestros espacios de gobernanza sabiendo que nuestros resultados exitosos vendrán explicados en gran medida no solo por lo que hagamos cada uno, sino por la contribución (y que tan bien o mal lo hagan) del resto. Sobra confrontación excluyente, necesitamos abundancia colaborativa y renovada gobernanza.

Sin duda, una exigente COOPETENCIA (cooperar y competir a la vez) basada siempre en un propósito auténtico traducido en estrategias únicas, modelos de negocio y de actuación coherentes con el rumbo estratégico y cultura organizativa, construyendo el bien común al servicio del bienestar de la sociedad.