«Entender y superar la complejidad»

(Artículo publicado el 29 de Enero)

50 años atrás un grupo de amigos y compañeros estudiantes de ingeniería ganaban el primer premio en la “Semana de Ingeniería” de su Universidad. Su proyecto: “Síntesis electrónica de Música. Circuitos integrales y procesadores” no era sino un ejercicio de divulgación-demostración de la potencial vanguardista tecnología en curso, a la vez que suponía aprender y explicar a terceros sobre la aplicación simple a un proyecto de uso musical y la influencia de esta en el comportamiento humano en función del estado de ánimo de quien la escuchara. Conectada la música producida a diferentes plantas permitía medir su reacción “algo más que natural”.

Hace unos días, un amigo y profesor en la Universidad de Deusto me hablaba de un reciente viaje de trabajo a la costa este estadounidense y su contacto con un marco-proyecto de una empresa norte americana líder mundial en la producción de microchips. Hablamos del reto tecnológico, geoestratégico, manufacturero y, sin duda, la dinámica de desarrollo económico que conlleva la presencia o no en este complejo y crítico espacio. Sin duda, el mapa mundi actual sitúa al este asiático como la geografía del procesador, produciendo el 90% de todos los “chips de/con memoria”, el 75% de los procesadores o chips “lógicos” y el 80% de todos los semi conductores del silicio. Taiwán, China, Singapur, Corea del Sur, Japón acaparan la máxima concentración y distribución del mundo de la tecnología de los semiconductores.

La apasionante competencia global que se libra a la búsqueda de los elementos clave en las tecnologías transformadoras de futuro tiene y tendrá un impacto decisivo en términos de tecnología y uso, por supuesto, así como en las políticas internacionales, de seguridad, defensa, geo estrategias y de bloques, igualdad y prosperidad, educación, captación o migración de talento, gobernanza y, por supuesto, democracia y derechos humanos. Como insiste en su último libro Ha-Joon Chang, (“Economía comestible-Edible economics”), es imprescindible entender la base de los factores económicos para conformar y tomar decisiones políticas y sociales, para el desarrollo y supervivencia de nuestras democracias.

Ya, hace semanas hacía referencia en esta columna a un extraordinario libro en torno a esta “guerra mundial” por una de las tecnologías más relevantes en juego. Chris Miller publicaba “Chip War” (“La guerra de los chips”) partiendo de un pormenorizado y completo análisis (además de relato descriptivo) del amplio y largo recorrido del mundo de los circuitos integrados, el papel de los diversos jugadores, la capacidad tractora que han representado a lo largo de la historia, su intensidad y dinámica innovadora, los desafíos y apuestas de las diferentes políticas industriales seguidas en Estados Unidos y en cada uno de los países asiáticos que hoy dominan con claridad este mundo creativo y, por encima de todo, los escenarios esperables a futuro y sus consecuencias económicas, políticas y sociales en función de la acción o no de unos y otros.

Sin duda, de vez en cuando, parecería cobrar fuerza el grado de interés y preocupación en el no resuelto conflicto-acuerdo-relación China-Taiwán. Son muchos los temores respecto al posible momento en que pudiera materializarse “una sola China” o las posibilidades de “una China y dos Estados”, con un rol específico diferenciado entre ambos países, en una “relativa interdependencia”, y menos generalizadas las posiciones alentadoras de una solución coopetitiva posible, de la que formen parte  con el resto de países en torno a un espacio compartido en/con ASEAN en su trayectoria hacia mucho más que un mercado común para crear uno de los mayores espacios o bloques mundiales conformando una unidad política en un lejano triunvirato con Japón y China. El espacio de los deseos y sueños nos llevaría a una apuesta colaborativa, también, con el espacio europeo, y con los Estado Unidos, en una aún más lejana pero siempre deseable extensión compartible de todos ellos con el Oriente Medio y África en sus progresivas transformaciones y relaciones. Entre tanto, la realidad inmediata ofrece más sombras que luces en un anhelado e innovador compromiso democrático y pacífico compartido y escenarios con clara competencia, paso a paso, en cada uno de los pactos críticos que conlleva. Así, la “guerra de los chips” cobra especial relevancia. ¿En qué tecnología, producto, solución para nuestras demandas no hemos de incorporar chips en su amplio espectro y uso? Ni hoy, ni mucho menos en el futuro observable y pronosticado hacia el que se dirigen nuestras transformaciones objetivo en curso encontraremos piezas tan críticas como los chips en sus diferentes acepciones.

La memoria inmediata nos lleva a todos a pensar en la crisis de suministros que hemos padecido (seguimos padeciendo) que se ha explicado rápidamente en ausencia de chips y la capacidad de fabricarlos. Imprevistos bloqueando las principales infraestructura de logística y transporte como lo sucedido en el Canal de Suez, colapsos aduaneros y fronterizos como el pre y post Brexit, las consecuencias de una fragilidad otrora virtuosa con el “Just in time” y la globalización deslocalizadora agravando la seguridad en el suministro observada con la COVID-19 y la inmediata lucha por la normalización y el crecimiento, la invasión de Ucrania… añadido al desacoplamiento latente e intenso entre Estados Unidos y China… cobran  importancia y atención cuando, por si alguien no se habría dado cuenta, nuestros coches no pueden terminarse ni mucho menos usarse sin ellos, nuestros electrodomésticos se apilan en almacenes y puertos logísticos a la espera de ellos y el clamor popular culpa a los “gobernantes de turno”  y, sobre todo, por el “viaje hacia Asia” llevado a cabo. Se clama por acelerar inversiones productivas, nuevos planes ciencia-tecnología, mayores presupuestos en I+D, hacer renacer la industria manufacturera y sustituir a los proveedores asiáticos. Líneas de actuación imprescindibles que no pueden ni improvisarse, ni lograrse con la inmediatez exigida. Aquí, nuevamente, las transiciones razonables y posibles, los ritmos para pasar de la realidad base al escenario deseable y la coopetencia (cooperación y competencia) simultáneas, multinivel en una interdependencia de “ganar-ganar” resulta inevitable (o dicho en positivo, deseable). Innovar, producir, invertir, comercializar, convivir, humanizar el uso de la tecnología, apostar por políticas industriales (completas) con visión a largo plazo, identificando el papel que cada uno puede o debe desempeñar, y en donde localizar sus diferentes actividades críticas en la cadena de valor correspondiente, interactuando con todos los que formen parte de las mismas en futuro cambiante, son piezas complejas sobre las que se debe actuar con la coherencia que un verdadero propósito demande.

A lo largo de esta historia, han sido muchas las apuestas impulsadas por personas, empresas, países que han permitido significativos logros, configurando el mapa actual de jugadores y soluciones. La situación actual no es inmutable. Ni la tecnología, ni su uso, ni sus productos, ni sus factores críticos de producción, ni las estrategias geopolíticas vividas son o deban ser las mismas a futuro.

Las “leyes” que han primado en todo el largo recorrido hasta hoy están en revisión. Nuevos factores clave permiten nuevas vías de trabajo y solución. Hoy se cuenta con todo un mundo de posibilidades que acompañan la innovación creativa y transformadora. Pero no son “regalos mágicos” que lloverán del cielo, sino aceleradores de fortalezas, actitudes y compromisos solidarios del capital social (institucional, humano y político) al servicio de un propósito real, siempre exigente.

Con la esperanzada referencia que Miller nos traslada en las conclusiones de su trabajo, destacando la propia evolución de la tecnología y uso específico de la misma a lo largo de los años, “anunciando” nuevos rumbos en la misma que darían lugar a cambios sustanciales en este complejo mapa descrito, volvamos la mirada hacia apuestas estratégicas innovadoras que direccionen nuestro trabajo hacia la confiada solución de retos para construir escenarios deseables al servicio de las personas. No cabe duda, la mejor manera de terminar con esta “guerra”, pasa por transcender del estatus actual y apostar por renovadas apuestas orientadas y cohesionadas, alineadas con las fortalezas y oportunidades reales de cada uno de los jugadores implicables en proyectos y objetivos convergentes. Todo un mundo de oportunidades por delante. Conscientes de dificultades, de los nubarrones que acechan y de nuestras diferentes limitaciones, con el ánimo (y necesidad) de encontrar y aportar nuevos caminos por recorrer.

Una historia de mucho más que tecnología. Líderes, investigadores, visionarios, estrategas, políticas, empresas, gobiernos y países en sus intensas evoluciones y transformaciones… Titánico esfuerzo colaborativo respondiendo a necesidades y demandas sociales, anticipando el futuro… más allá de la cuenta de resultados o de la coyuntura. Como recuerda el presidente Barack Obama en sus múltiples conferencias de graduación en sucesivas generaciones o foros universitarios: “Todos tenemos el compromiso de encontrar a alguien para cuyo éxito seamos necesarios”.

Señales para nuevos y esperanzados tiempos…

(Artículo publicado el 15 de Enero)

Un antiguo y querido profesor me llamaba para felicitar el año nuevo y me recordaba que esta semana se cumplen 15 años de la publicación del libro “Clusterizar y Glokalizar la economía: La magia del proceso”, en cuya presentación tuvo la gentileza de acompañarme. Prologado por Michael E. Porter, el trabajo pretendía ayudar a comprender cómo desarrollar con éxito procesos de clusterización y glokalización para mejorar la competitividad generando territorios inteligentes. La experiencia vivida en y desde Euskadi en el intenso, a la vez que atractivo proceso de transformación de nuestra economía y sociedad, daba pie a concebir un mundo diferente al que parecía ofrecerse. Creíamos captar las señales que anunciaban nuevos tiempos.

Su contenido se focalizaba en cinco grandes elementos que entonces consideraba esenciales para transitar hacia una economía de bienestar al servicio de las personas, cuestionando algunas de las ideas fuerza que dominaban el entorno económico que vivíamos:

1.La transformación radical en curso que recogía en torno a lo que consideraba las inevitables alianzas coopetitivas para la nueva economía que ya apreciábamos.

2. El propio concepto de la competitividad cuya asociación “lingüística” con competencia excluyente y beneficio del éxito de algunos y el fracaso del resto distorsionaba su verdadero sentido, modelo de intervención y objetivos económicos y sociales convergentes para el logro del bienestar y prosperidad de las comunidades en que se aplica.

3. La clusterización de la actividad económica (como binomio economía-territorio), rompiendo fronteras sectoriales, cohesionando a la totalidad de los actores intervinientes en la economía objetivo y las ventajas y fortalezas que su desarrollo estratégico conlleva.

4. La importancia esencial de Factor Local, rompiendo la venta simple de una “Globalización” idílica para todos. Una Glokalización más allá de espacios geográficos próximos o distantes, alejada del simplista desprecio generalizado entre “aldeanismo proteccionista” versus “internacionalismo universal, progresista y moderno”, que ha venido, hasta hace posos meses, convirtiéndose en mantra descalificador de quienes no abrazaban sin crítica alguna la globalización ilimitada por “decisiones puras del mercado”.

5. La importancia de la “magia del proceso” que explica el por qué proyectos y objetivos similares (o en apariencia idénticos) funcionaron en algunos sitios y en otros no.

Estos elementos clave tenían como referente conductor un doble eje: las experiencias vividas a lo largo de una trayectoria profesional, proyecto a proyecto, y una cierta teorización académica de lo que habría supuesto la aplicación de los modelos implícitos en las teorías base de lo que, con el tiempo, se convirtió en “La Ventaja Competitiva de las Naciones” del profesor Porter y su red M.O.C. (Microeconomía de la Competitividad) que, desde su Instituto de Estrategia en Harvard, generaba adhesiones, investigadores, “practitioners” e “impulsores del cambio a lo largo del mundo”.

Hoy, el mundo asiste a un renacimiento de la industria, a una profunda apuesta por la coopetencia público-privada como motor inevitable de “una nueva economía” por “reinventar”. Un tiempo en el que la globalización ha mostrado sus carencias y lejanía de la panacea que decía y proclamaba ser, en la que los diferentes países apuestan por “modelos de seguridad en la fabricación, suministros, cadenas de suministro y valor alternativos”, y apuestas estratégicas que superan “fronteras sectoriales” en un imparable mundo interconectado repleto de nuevos jugadores, configuración de ecosistemas (¿clústers?), conjugando políticas económicas, sociales y medio ambientales convergentes. La realidad reposiciona y relocaliza empresas, vuelven su mirada a la importancia de “hacer o fabricar cosas en casa”, y confiere un alto valor diferencial al factor local (sus personas, comunidades e instituciones).

Estos días, leía un interesante artículo en la revista Foreign Affairs, “La nueva era industrial” reclamando la vuelta de los Estados Unidos a convertirse en una super potencia manufacturera. Basta recoger aquí su primer párrafo para entender el cambio que se viene planteando a lo largo del mundo a la búsqueda de un “nuevo pensamiento y modelo económico inclusivo” y la consiguiente respuesta por nuevos elementos clave que parecerían básicos para el éxito perseguido: “Para muchos ciudadanos, el sueño americano ha desaparecido. En las últimas décadas, USA ha dejado de ser “la fábrica del mundo” y se ha ido transformando en un importador de productos. Desde 1.998, el déficit comercial ha costado más de 5 millones de empleos industriales y el cierre de 70.000 fábricas. Las ciudades pequeñas y medias han entrado en declive y muchas comunidades destruidas. La sociedad americana es cada día más desigual a medida que el “valor y riqueza” se concentra en pocas megaciudades y los antiguos núcleos industriales se abandonan. Cada vez resulta más difícil para los americanos sin estudios y títulos universitarios alcanzar la clase media, la movilidad social se estanca y la ansiedad e insatisfacción social aumenta. La pérdida de la manufactura no solamente ha dañado su economía, sino la propia democracia”.

El artículo apunta, también, aquellas líneas sobre las que pretende construir ese nuevo espacio para América. Su autor, Ro Khanna, representante de los Estados Unidos para Silicon Valley, adelanta algunas líneas prácticas que han sido elevadas a propuesta al Congreso y Presidencia de los Estados Unidos y que se unen a todo tipo de voces (Elizabeth Reynolds, miembro del Consejo Asesor Económico del Presidente Biden y activa en el rediseño de una política industrial para Estados Unidos), o Shannon O’Neill (“El mito de la globalización”), presidenta del Consejo de Relaciones Exteriores, “The Homecoming” (“Vuelta a casa”), de Foroohar en sus trabajos en torno al declive y revitalización regional, etc. Y así, a lo largo del mundo. Hoy mismo, en Davos, líderes mundiales abordan la deglobalización, la reindustralización y los nuevos paradigmas observables en relación con la regionalización, la resiliencia estratégica que han de configurar los diferentes paises y nuevas configuraciones de cadenas de valor.

¿Nos parecería extraño escuchar que el apostar por un nuevo mundo para la economía americana pasaría por una estrategia como esta que sugieren? Una estrategia integrada que se comparta en el marco de partenariados público-privados, con un Consejo Económico-Industrial potente, que informe directamente al Presidente del país, con acceso directo y control a todos los programas y políticas públicas, empresariales y académicas financiadas o apoyadas por los gobiernos, coordinando el programa y actuación de todos los departamentos (Estado, Defensa, Industria, Comercio, Energía, Agricultura, Interior y la “diplomacia económica internacional”), impulsando una convergencia entre políticas y beneficios económicos y sociales, con una política específica para revitalizar zonas en declive, redefiniendo una política de compras públicas al servicio de esta “nueva industria”, con financiación especial para iniciativas y proyectos empresariales compartidos por diferentes empresas y agencias de gobierno, y una política fiscal ad hoc para incentivar la “vuelta a fabricar a casa”, dotándose de un nuevo Consejo Asesor Técnico manufacturero y tecnológico público-privado…

Sin duda, leído en Euskadi no llamaría mucho la atención. Hoy, en muchos lugares del mundo, afortunadamente, tampoco, a la vez que quienes asisten preocupados a la búsqueda de nuevas soluciones para el futuro crecimiento y desarrollo económico y consecuente prosperidad de sus sociedades, lo mira ansioso por dotarse de una pronta y eficaz oportunidad y camino a seguir.

Inmersos como estamos, en un interesante momento de inflexión, con movimientos favorecedores de un rearme del pensamiento socioeconómico con la mitigación de pobreza y desigualdad como objetivo conductor, y un compromiso real para el logro de un verdadero desarrollo inclusivo, viable y sostenible, soportado en principios humanistas, pacíficos y democráticos, con reparto solidario de cargos y resultados, parecería razonable transitar por estos caminos.

Esperemos que, efectivamente, aprovechemos la corriente positiva en favor de una “nueva era industrial, económica y social”. Es cuestión de aprender de las experiencias observadas y “desaprender” de los errores cometidos o de los efectos negativos y perversos de aquello que, en un determinado momento, suponía la panacea salvadora e irrenunciable. Son tiempos nuevos y esperanzados a la búsqueda de imaginación, talento y conocimiento, convertible en realidades y soluciones fabricables, recomponiendo relaciones e interconexión próxima, regionalizada, entendible, desde valores compartibles.

Hoy que el mundo aspira a dotarse de espacios pro industriales como motor de un camino hacia la prosperidad, parecería razonable profundizar en nuestras fortalezas diferenciales, avanzar de forma acelerada hacia nuevas oportunidades y redoblar nuestra confianza en el recorrido estratégico emprendido. La riqueza colaborativa generada supone una savia singular para alcanzar un nuevo futuro deseable.

Dejando atrás el 2.022 evitando el peligro como si no pasara nada, o acometer nuevos rumbos para el 2.023

Una vez despedido 2.022, un año más, con especial dolor e incertidumbre con las experiencias vividas, y el inicio de un nuevo año, parecemos obligados al balance de lo sucedido-realizado y a las buenas intenciones y propósitos de futuro. (Neruda nos recordaría “como el pan de hoy se parece al pan de ayer, un anillo de ayer al de hoy, y nos preguntaría si este final de año no es igual al de ayer, al de mañana…”)

Explicitar el balance general o colectivo nos llevaría a repetir, con escasa originalidad, los múltiples informes, reflexiones y publicaciones ya realizadas por todo tipo de analistas (nosotros mismos a lo largo de todo tipo de publicaciones e informes de esta casa) y, por otra parte, el compromiso del capítulo de propósitos individuales ha de quedar para la reflexión y exigencia personal de cada uno. Ahora bien, sí parecería de interés resaltar el hecho observable, que, condicionando toda intervención o resultado esperable, suele destacarse poco en la mayoría de los análisis y pronósticos, por entender, de forma equivocada, que son un tanto ajenos a nuestro quehacer empresarial, profesional y/o personal. Este hecho no es otro que un sostenido declive de la calidad democrática, un deterioro creciente de la llamada “industria de la política”, un imparable e irreconocible mosaico geopolítico y geoeconómico y una “nueva modalidad bélica” instalada entre nosotros. Un cúmulo de aristas. Contempladas como elementos exógenos sobre los que, en principio, tenderíamos a pensar que escapan de nuestro control o que resultan indiferentes a nuestro quehacer diario. Sin embargo, un análisis y propósito transformador de futuro, nos llevaría a resituar en el primer plano de nuestras preocupaciones y, en consecuencia, líneas de atención preferente cara a redefinir nuestros propósitos, el arte de las relaciones Business & Government. Mucho más allá del encuentro público-privado, de las tradicionales relaciones administrativas y/o de regulación, o del interés por “el mundo de la política y el gobierno”, su impacto en la marcha de la sociedad, en la solución a nuestras demandas del día a día, cuando no, sobre todo, las expectativas para el largo plazo, y a su insustituible  papel en nuestras vidas y manera de encontrar o no soluciones sostenibles en cualquier futuro esperable, deberíamos llevarnos a no dejarlo “en manos de otros”. Por el contrario, incorporarlo a nuestras decisiones y compromisos clave a asumir.

Máxima prioridad y preocupación en el contexto actual, cuando en plena guerra próxima, en una lucha y competencia de bloques, en una recomposición global o regional de los espacios de relación (sociales, políticos, económicos, territoriales), con un incesante movimiento migratorio, de compleja solución y graves consecuencias, nos interpela a todos, por activa o por pasiva.

Hoy, asistimos preocupados y confusos a un panorama de democracias cuestionadas, de baja calidad, escasa credibilidad y desafección peligrosamente en aumento generalizado.

Asistimos, además, a tan alarmante peligro, como si no pasara nada, parcheando situaciones perversas y “sobreviviendo” a lo que se presenta como algo inevitable sobre lo que no habría posibilidad de intervención. Olvidamos como las Megatendencias de Naisbitt en el pasado siglo se basaban en la extrapolación temporal de pequeñas señales locales, o la deliciosa e inquietante narrativa de Stefan Zweig en su “Mundo de ayer” relatando la escasa importancia que se daba a líderes de poca monta o escasa credibilidad y sus proclamas demagógicas que llevaron a Europa a propiciar y sufrir dos guerras mundiales.

La “democracia global” muestra índices de grave deterioro, insuficiencia resolutiva de los mecanismos e instrumentos multi laterales creados o desarrollados en las últimas décadas para abordar soluciones que afectan más allá de los ámbitos próximos o únicos. Inmersa en un generalizado descrédito (salvo honrosas excepciones que, en términos generales, sitúa a sus países y gobiernos a la cabeza en el ranking mundial), desconfianza en gobiernos y autoridades, ya sean públicas, privadas o sociales, a lo que se añade la imposibilidad objetiva de actuación ante agresiones bélicas unilaterales, incapacidad de respuesta ante el mundo de las noticias falsas (tan prolíficas en redes sociales, panfletos digitales, pseudo prensa, anónimos de interés y financiación desconocidas) de “empresas serias de comunicación”, enredos peliculescos de los servicios de inteligencia e información y “aparatos de Estado” que hacen reales las distopías noveladas y la ficción serial que nos rodea, la creciente configuración de una sociedad dual que hace que la esfera funcionarial-político-administrativa-sindical se distancie de las condiciones y micro esferas sociales que no forman parte de ese colectivo, autocracia y personalismos que se amparan en el marco de “democracias orgánicas ad hoc” en las que justifican su hacer… Adicionalmente, la convergencia de transiciones hacia nuevos escenarios asumidos como inaplazables y de solución unísona (climática-ecológica y energética, digital, tecnológica, de trabajo-empleo) o la necesaria reconfiguración geo-política, geo-económica y socio-política, simultáneas con una superación rápida, inmediata e inclusiva de la desigualdad existente y/o percibida, ponen en jaque a las estructuras y organismos supra regionales y/o supra nacionales “encargados” del consenso, acuerdos, políticas y, por supuesto, financiación global demandada. Así, de una u otra forma, 2.022 se va dejando una preocupante huella de debilidad democrática, a falta de mejores sistemas de convivencia, igualdad, derechos humanos, libertades y propuestas independientes para un mejor futuro.

El reciente informe de Progreso Social (Índice de Progreso Social) pone de manifiesto un relativo descenso de los principales capítulos en términos de derechos humanos, calidad democrática e institucional, seguridad apreciada y confianza en las expectativas de futuro. Advierte, además, la tendencia observada que le lleva a pronosticar su aumento negativo en el 2.023 ante los riesgos globales previstos. (A destacar el significativo deterioro en Estados Unidos, especialmente asociado a su confrontación y crisis político-administrativa y geopolítica).

Hace ya mucho tiempo que percibimos una democracia de baja intensidad que se va extendiendo a lo largo del planeta. Ya sea por sus jugadores directos, por los procesos instalados en sus tomas de decisiones, por el “ambiente mediático” que nos muestra “realidades ficticias y de blanco o negro sin matices”, o por la ausencia de ideologías y compromisos traducidos en apuestas estratégicas cargadas de soluciones (quizás mágicas o ante imposibles expectativas en la inmediatez). Sin duda, 2.022, ha incrementado el reclamo por cuestionar las transiciones en curso, sus resultados inmediatos y su aplicación inclusiva con repartos equitativos, sin duda, con una excesiva carga social, con enorme peso del individualismo demandante con limitado compromiso de aportación. Sucesivos gobiernos, con el soporte intocable de los llamados aparatos de Estado y sus correspondientes cloacas, los corporativismos concretos heredados, diferentes instituciones de utilidad, legitimidad más que cuestionable, imperan y generan una decidida desconfianza y desafección pasiva. Bajo este manto, cuestiones críticas y esenciales para vivir una auténtica democracia se aplazan sine die, debido al veto, o al protegido abandono en el proceso real de toma de decisiones. Demasiada carga para abandonar el estado actual de las cosas por abrazar un escenario idílico cuya distribución de coste-beneficio no ofrece certezas.

Si todo esto sigue sin llamar la atención, si se deja pasar, si se sigue, parche a parche, dando por bueno un proceso viciado, decisiones impuestas o no acordadas bajo la amenaza permanente de “que viene el diablo, conmigo o el caos”, seguiremos asistiendo a situaciones negativas, observables o no, tolerables o no, hacia un futuro inesperado, seguramente muy alejado de aquel que nos gustaría vivir. (aunque alguno pudiera pensar que no tiene efecto en la vida diaria de las personas, su calidad y aspiración de futuro).

Paso a paso, alarma tras alarma, una democracia en peligro. De seguir así, en algún momento el deterioro será irreversible. Entonces, la baja intensidad, la baja calidad, impedirá soluciones. Será demasiado tarde.

Propósito para 2.023: Principios, procesos, comportamientos coherentes con una imprescindible democracia de alta intensidad y máxima calidad, con la esperanza, compleja de una transición ordenada hacia el largo plazo en un mundo distinto.

Quizás sea un buen momento para releer libros como “Why Nations Fail” (“Porqué fracasan las naciones”) de Daron Acemoglu & James Robinson. Basta como recomendación en estas notas citar algunos de los comentarios editoriales de autores cualificados que valoraron su edición hace ya unos años. Francis Fukuyama lo calificaba resaltando su “contenido turbador” ya que recogía un análisis profundo y concurrente del desarrollo económico e insistía en que los países mejoran cuando ponen en marcha instituciones políticas adecuadas que favorecen el crecimiento pero que fracasan cuando se anquilosan o no se adaptan a los tiempos cambiantes o son manipulados por un poder personal amparado en una “democracia inefectiva” menoscabando el verdadero progreso social. Ojo a todos aquellos procesos “internos” que pasan más desapercibidos, que van minando la calidad democrática ya que son apreciados como “pequeñas cuestiones de procedimiento”. Un constante deterioro de gobernanza el uso perverso de normativa de aparente solución parcial ajena al contexto real en que se ha de aplicar, ausencia de gestión de la variable “tiempo” que permita determinar sus escenarios de resultados, instala o amplía el mal instalado, avanzando, a marchas forzadas, hacia lo irreversible.

Con esta lectura y la actitud de un par de frases, seguramente nos esperará un extraordinario y próspero 2.023: “Bien, mejor y magnífico. Nunca ceses en ello. Hasta que tu bien sea mejor y tu mejor extraordinario” (San Jerónimo), (quizás un avance de las teorías de la innovación disruptiva e imprescindible para construir un mundo diferente como aquel al que decimos aspirar) sabiendo que “con el nuevo día vienen nuevas fuerzas” (Eleanor Roosevelt). Encontremos un nuevo espíritu y prácticas innovadoras que nos permitan reinventar un valor y mundo tan preciado. La simbiosis positiva de un nuevo encuentro entre los mundos de la iniciativa privada y pública, de la gobernanza, desde el rol positivo y constructivo diferenciado, a la vez que convergente, de cada uno. Confianza, ante todo, en que sabremos encontrar el talento, la fortaleza y el compromiso necesarios para atravesar las tormentas que, en todo caso, habremos de atravesar y, sin duda, superar. No infravaloremos aquellos otros mundos que en demasiadas ocasiones creemos distantes e irrelevantes en nuestro quehacer diario. Será un gran paso para hacer de nuestros propósitos y estrategias de valor, una buena apuesta en nuestros deseos para este 2.023.