A la búsqueda de nuevas políticas industriales. Construyendo resultados colaborativos generadores de impacto en nuestras sociedades

(Artículo publicado el 18 de diciembre)

Estos días tiene lugar en el Instituto de Estrategia y Competitividad de la Universidad de Harvard el seminario anual de su Red M.O.C. (microeconomía para la competitividad) creada y presidida por el profesor Michael E. Porter hace ahora 20 años y 30 desde los procesos e iniciativas previas que le dieron origen.

Porter, uno de los profesores y expertos más influyentes en el mundo de la estrategia empresarial, regional y de naciones según valoración de los propios líderes a lo largo del mundo, ha contribuido con ideas, movimientos y “herramientas únicas” que nos han impactado positivamente y guiado a través del tiempo. Su claridad expositiva y conceptual sobre la estrategia (proposición única de valor y diferenciación), su aportación al uso extendido de la  Cadena de Valor imprescindible en cualquier modelo empresarial, su marco de las “5 fuerzas” para entender, diferenciar y navegar en las diferentes industrias, la “clusterización de la actividad económica” destacando la eficiencia y visión alternativa enriqueciendo el reduccionismo de los sectores clásicos para fortalecer los binomios economía-región, base de los, hoy ya en boga, ecosistemas que facilitan la convergencia colaborativa entre empresas, gobiernos, centros investigadores y tecnologías, academia, agentes intermedios y todo tipo de actores que explican la competitividad y bienestar en las diferentes comunidades y áreas de influencia no solamente están vigentes sino que alumbran, más que nunca, en estos momentos tan necesitados de referencias y mapas para navegar la incertidumbre y propiciar las necesarias transformaciones socio-económicas que el mundo demanda. A la vez, su “Ventaja Competitiva de las Naciones”, base y soporte conceptual de la innovadora estrategia regional y nacional que viene generando todo tipo de aplicaciones estratégicas exitosas, a lo largo del mundo, se convierte en un referente indispensable para abordar nuevos rumbos, inevitablemente colaborativos, con vocación de unicidad diferencial. Todo un marco de referencia que se ha visto fortalecido por la hoy efervescente difusión e interés en la fortaleza transformadora bajo su liderazgo pionero, junto con Mark Kramer, de la “Shared Value Initiative” (Valor compartido empresa-sociedad) anticipando toda esta renovada redefinición del capitalismo, de la economía social de mercado, de la neo social democracia, o progresía empresarial-institucional o, del mundo de ESG (Medio ambiente, Gobernanza, Sociedad) como objetivos conjuntos e inseparables para evaluar (y concebir) las propuestas y resultados de las empresas y economías del hoy y, sobre todo, del mañana. Iniciativa que le llevó a proponer (junto con Michael Green) el primer Índice de Progreso Social transformando los índices económicos que nos han venido clasificando a lo largo del tiempo y su propia escuela del famoso Índice de Competitividad de los Estados, considerada como una especie de biblia de referencia y ranking mundial hasta entonces.

En toda esta larga y fructífera trayectoria, Porter, ha vivido una extraordinaria “obsesión o misión personal y profesional” bajo la apuesta de “formar formadores generadores de impacto social”. Su misión le llevó a trascender de su cátedra al impulso de este su Instituto (ISC-Harvard) y el diseño de un modelo y programa ad hoc, el M.O.C. (Microeconomía de la Competitividad), que hoy se imparte en 130 Universidades, 68 países con una red de 550 profesores, investigadores y agentes activos para la transformación generadora de impacto en sus respectivas Comunidades. Conceptos y modelo claves para la competitividad bien entendida, el crecimiento, bienestar y desarrollo inclusivos, adaptables con carácter diferencial a lo largo del mundo, bajo un lenguaje compartido.

En esta cita anual, cual reencuentro en esta especie de   “micro Meca” del conocimiento, como nutrido y enriquecedor encuentro colaborativo, de puesta en común, con el propósito de su permanente adecuación (y anticipo) al mundo por venir, ha destacado, entre otros temas clave, la relevancia que en el mundo recuperan las políticas industriales, su incidencia diferenciada en aquellas regiones en las que se han llevado a cabo y la importancia urgente de aquellos que o bien la han abandonado, o han fracasado en sus aplicaciones, o han carecido de un tejido manufacturero, y de su cultura y políticas asociadas.

Euskadi forma parte relevante de esta Red. Pionera en la aplicación de conceptos y modelos, primera región en la que las ideas (entonces aún o publicado su libro maestro de la Ventaja Competitiva de las Naciones) del profesor Porter permitieron reenfocar unas políticas industriales, económicas y de país, relanzando, reestructurando, reinventando nuestras competencias y capacidades. Hoy, afortunadamente, vivimos un entorno industrial avanzado y la cultura y políticas ad hoc cuentan con las Instituciones base para su potenciación y desarrollo.

En Euskadi, hemos recorrido nuestro particular “viaje hacia la competitividad y el bienestar inclusivo”. Viaje exitoso a la vez que inacabado (por definición). Transitamos desde una economía de declive hacia una reorientación estratégica volcada en la internacionalización y modernización de la economía y descubrimos la importancia de reinventar sectores ampliando su interrelación entre diferentes industrias, enriqueciendo tanto su conectividad con la mucho más tarde llamada “servitización”, para fortalecer nuestra base y cultura manufacturera, hoy signo diferencial en el mundo. Supimos entender y hacer nuestra la clusterización de la economía y su efecto potenciador de una bien entendida coopetencia público-privada. Apostamos, como soporte esencial por el carácter inseparable de las políticas económicas y sociales ofreciendo resultados a la vez en beneficio de la sociedad. Llamamos a la competitividad con el atributo adicional de “en solidaridad” como símbolo inequívoco del compromiso y objetivo que se buscaba y abanderamos el movimiento de co-creación de valor empresa-sociedad, poniendo el foco de los modelos de negocio empresariales en la solución a las demandas sociales. En este recorrido, hemos hecho de la innovación, la internacionalización, así como de la tecnología, las fuentes transversales de nuestras fortalezas (a la vez que condicionantes) y hemos avanzado la reconfiguración de cadenas extendidas de valor. Nuestra apuesta ha hecho de la estrategia, visión y proyectos largo placistas el horizonte clarificador del trabajo e iniciativas por emprender, y, como no podía ser de otra forma, lo hemos acompañado de formación, educación, experta y exigente para el mejor, conocimiento, evaluación, contraste y especialización exigentes. En nuestro caso, como en el de otros muchos paises y actores a lo largo del mundo, en Euskadi, el esfuerzo, constancia y trabajo de miles de protagonistas (mayoritariamente anónimos) ha dado sus frutos y permite contar con pilares sólidos para abordar los desafíos que habremos de acometer a futuro.

Hoy, aquí, compartimos las nuevas propuestas de política nacional en países con modelos y apuestas distintas. Así, la del Reino Unido post Brexit, tratando de partir de la nueva realidad hacia un espacio de oportunidad que ponga el foco central de su estrategia económica y de desarrollo regional, con una acelerada clusterización innovadora y emprendedora hacia un nuevo rol protagonista en el entorno internacional, con un mayor protagonismo de las diferentes regiones y naciones en vías de recomposición en el nuevo UK por redefinir, alejado de una regulación que han considerado excesiva y centralizadora tanto de la UE-Bruselas como de Londres. O el mismísimo Estados Unidos que con el gobierno Biden propicia una agresiva política industrial, desde un protagonismo clave del Gobierno, dotando ingentes presupuestos públicos, políticas selectivas, y nuevas reglas de clara intervención y dirección sobre los espacios que consideran clave para acometer el futuro, afrontando las debilidades de las cadenas de suministro y valor, la tecnología-capacidades laborales, la productividad y retribución de los trabajadores “no supervisores”, el espacio de prosperidad en el ámbito rural y local, bajo una serie de condiciones que obligue a la complicidad colaborativa público-privada.

Todo un movimiento pro industrial que pone el foco en una competitividad de prosperidad, crecimiento, inclusión y desarrollo social y valor y beneficio compartido entre los diferentes actores del sistema. Modelos no fragmentados, estratégicos y de largo plazo, generando nuevos instrumentos e instituciones facilitadoras que trasciendan de legislaturas concretas, favoreciendo aquellas iniciativas alineadas en la convergencia y coherencia estratégica del país, la región, las empresas, condicionadas a la generación de bienes públicos, y a compromisos con terceros (por ejemplo, apoyando a proveedores y pymes implicados en el resultado final obtenible).

Un mundo en cambio, a la búsqueda de agentes transformadores, políticas y procesos multi objetivo tras la prosperidad compartida. Aprovechemos la solidez de una estupenda base de partida alineada con los nuevos tiempos.

Entre la urgencia y lo deseable

(Artículo publicado el 4 de diciembre)

El futuro pertenece a aquellos que creen en la belleza de sus sueños… pero, “vísteme despacio que tengo prisa”.

Sin la mirada larga de Eleanor Roosevelt y la paciencia temporal aprendida por la sabiduría anónima, a lo largo del tiempo, resultaría absurdo e imprudente interpretar el presente y abordar un futuro deseable.

Día sí, otro también, participamos de una tormenta de preocupaciones y posicionamientos respecto del futuro esperable, poniendo el acento en las dificultades inmediatas que unos y otros exigimos. Parecerían predominar actitudes negativas fruto de maximizar los problemas existentes, exigir respuestas inmediatas ajenas a la coherencia necesaria de soluciones claves e inminentes alineadas con un futuro diferente, imaginariamente mejor, realizable en una siempre compleja interacción entre el hoy urgente y el prometedor mañana.

Sin duda, no resulta difícil enumerar señales concurrentes que identifican un presente confuso e insatisfactorio: una guerra en el corazón de Europa, bajo una combinación de destrucción militar propio de estrategias y herramientas clásicas con “nuevas modalidades bélicas” (información, propaganda, inhabilitación de infraestructuras y servicios, energía, desinformación y propaganda…) que impacta, también, a kilómetros de distancia, a poblaciones en apariencia lejanas y ajenas “a los motivos causales”. Guerra ya en sí misma suficiente para el desánimo y preocupación colectiva que viene acompañada de una “novedosa crisis inflacionaria y económica” ausente en la mayoría de los radares de generaciones jóvenes que se acercan a ella con indicadores y definiciones del pasado, sin herramientas de éxito probado, pasando a gran velocidad desde un entorno barato y abundante en capital disponible a una estrechez financiera limitante del acceso universal (sobre todo a pymes, micro pymes y familias), con una profunda crisis logística, industrial y de suministros que ha puesto en solfa la apuesta globalizadora y deslocalizadora que tanto logro, material, sobre todo, ha generado en décadas. Grave concurrencia de dificultades que no solamente interactúa y condiciona un mundo desigual y reconfigura escenarios geopolíticos y geoeconómicos distintos a aquellos que han determinado el período de post guerra mundial, sino fuente de la pérdida de ideologías y políticas determinadas que han guiado nuestros últimos años de avance. Escenario multi mosaico en el que la tecnología irrumpe con fuerza irremplazable, para bien o para mal según quien la utilice, domine y controle. Todo un campo de minas en pleno compromiso y necesidad de salvar la naturaleza, acometer una inaplazable lucha contra el cambio climático, condicionando o impulsando una desorientación general, ideológica, política, profesional, de empleabilidad-formación, gobernanza y, sobre todo, de propósito y plan vital de todos y cada uno de nosotros.

Y, por si fuera poco, en el marco de una situación pandémica que no solo no termina de agotar su “condición persistente”, sino que advierte de más que ineludibles convivencias con otras por venir.

Expresado todo este paquete, de una u otra forma, según el ambiente, y momento en el que lo formulemos, asistimos a un doble juego de demanda-solución, urgencias-espacios reales de respuesta, salida individual o colectiva… Así, resulta difícil afrontar la situación con ánimo superador.

Hoy, en cualquier lugar del mundo nos encontramos con todo tipo de reclamos y exigencias para ayer. La urgencia de nuestras demandas no admite transiciones inevitables. Pretendemos alargar un futuro mejor y distinto sin abandonar las posiciones actuales y demandamos de los demás aquello que no estamos dispuestos a comprometer cada uno de nosotros. De esta forma, nuestras calles están repletas de todo tipo de manifestaciones, reivindicaciones, exigencias mayúsculas de casi imposible respuesta inmediata. Paradoja que no es ni única, ni nueva.

Soñar el largo plazo no solo es deseable, sino imprescindible. A la vez, hacerlo posible es lo que, en verdad, resuelve el espacio hacia la realidad. Aludiendo a Antoine de Saint-Exupéry, “un objetivo sin un plan es solo un deseo”. De diferentes maneras, recibimos mensajes prometedores de un exitoso futuro al que llegaremos si observamos diferentes transiciones que se nos ofrecen inaplazables, inevitables, imprescindibles. Desgraciadamente, en casi todas ellas, observamos la ausencia de sus respectivas hojas de ruta, de su traducción desde las grandes imágenes finales al paso a paso por el que hemos de movernos y, por supuesto, de su distribución uno a uno, región a región, país a país. Nadie parece dudar en una apuesta por un futuro inclusivo, verde, digital, participativo, democrático… ¿Cómo, cuando, para quienes…?

Dos lecturas y seminarios relacionados me han resultado pertinentes en estos días. McKinsey (CEOs, Boards and Leading Through Crisis. Consejeros y Consejos liderando a través de la crisis) aborda un enfoque que, curiosamente, llama la atención sobre las dificultades especiales que enfrentan aquellos actores transformadores y dirigentes en manos de liderazgos jóvenes, considerados mayoritariamente (cuando no en exclusiva) los auténticos “cambiadores del mundo”. Sostiene que lo que estamos viviendo es el “terremoto” previo a un cambio de era que está en curso desde hace años, desde la puesta en cuestión de aquellos paradigmas que nos han traído hasta aquí. Recuerda y compara escenarios ya vividos desde el final de la segunda guerra mundial, la crisis energética de los años 70 del siglo pasado, las crisis industriales-económicas de los 90, la crisis financiera del 2.008 y la actual situación asociable, en términos temporales, a la COVID y las consecuencias provocadas en actitudes y comportamientos sociales. Viene a resaltar como hoy, como en los anteriores terremotos sucesivos no han sido la causa, sino elementos clave detonadores de los “cambios de era” que ya se venían fraguando. Alerta que la mayoría de los actores clave en la dirección y toma de decisiones de hoy no vivieron dichas fases, por lo que no pueden “tirar de las herramientas usadas en el pasado” y están a la búsqueda y experimentación de nuevas, distintas, cuyos resultados habrán de conocerse en el futuro.

El discurso generalizado que parecería focalizado en dejar tan solo en generaciones futuras la construcción de un nuevo mundo por llegar, excluyendo al resto de grupos etarios simplificando de forma reduccionista y excluyendo a la población “mayor y envejecida” presuponiéndola “conservadora” y ajena a cualquier proceso de futuro, encuentra un doble reconocimiento (de aquello realizado y, sobre todo, de su imprescindible contribución en las próximas décadas) en el compromiso de rediseñar una nueva sociedad deseable, para todos. La inclusividad también implica compromisos, convivencia y resultados distribuibles, con carácter intergeneracional.

Por otra parte, siguiendo las experiencias concretas de lideres actuales que abanderan movimientos dentro de lo que pudiera entenderse como el mundo del Shared Value-Valor Compartido, el máximo ejecutivo de una de las empresas líder, a nivel mundial, en el campo de las medicinas y la atención y solución a enfermedades raras, en especial, en poblaciones vulnerables (Vasant Narasimhan – Novartis) explica su renovada estrategia basada en “reimaginar medicinas con resultados reales para la gente” que tracciona sus procesos de cocreación de valor en salud, rediseñando la oferta de modelos para acceder a la innovación, facilitando la transformación del concepto y prestaciones de salud para resolver los verdaderos desafíos a nivel global, poniendo en solfa sistemas actuales de salud, el rol de sus protagonistas, los nuevos perfiles y espacios exigibles, la especial focalización en poblaciones vulnerables y la oportunidad real de promover partenariados y alianzas coopetitivas entre modelos, tecnologías, procesos, conocimientos de múltiples jugadores con propiedades y capacidades diferenciadas. Avanzar en el logro de este complejo concurso entre diferentes, en espacios desiguales a lo largo del mundo, exige de todos y cada uno de los actores, un propósito que impacte la totalidad de nuevos modelos de servicios, atención y “negocio”, para poblaciones en distintos niveles de desarrollo y capacidades preexistentes, de la mano de proposiciones únicas de valor, cocreando (en este caso, salud), sobre nuevas plataformas de innovación, tecnología y compromiso.

Vasant Narasimhan no es un líder improvisado. Muchos año luchando contra la malaria, todo tipo de enfermedades raras, responsable de procesos de investigación, fabricación y aplicación de vacunas en África, la India y China, nos recuerda que el mundo de las vacunas ha transcurrido en 150 años de trabajo sobre moléculas biológicas y los últimos cinco en torno a la genética y el RNA para llegar al “rápido” RNA y modelos colaborativos que han permitido disponer de vacunas (al mayor de su desigual distribución en el mundo), en menos de 18 meses para atacar la última pandemia del COVID-19: Destaca las grandes enseñanzas de este proceso “trágico” para poner en valor aquellos elementos irremediables a los que hoy el mundo (no solo de la medicina o la salud) no puede dar la espalda: partenariados, clusters, ecosistemas. En definitiva, crear espacios compartibles para la innovación, con propósito, a la búsqueda de la co-creación de valor desde proposiciones y estrategias únicas. Y, por encima de todo, pone el acento en una variable esencial: tiempo. Necesitamos apuestas, esfuerzos, visiones de largo plazo, desde la humildad de sabernos incapaces de resolver todas las urgencias que creemos ser capaces de resolver, casi por arte de magia. Vivimos, en su opinión, tiempos de grandes oportunidades, avanzando en mejoras claras y sorprendentes, construyendo un mundo mejor. Eso sí, en una realidad compleja. Hemos e ser capaces de construir desde activos reales, desde capacidades y culturas adecuadas, identificando y explicando las dificultades y aportando soluciones. Largos caminos vigilando su coherencia estratégica y distinguiendo la emergencia y urgencia (actuando sobre ella) en marcos cuya realidad e interconexión sistémica y compleja, no se supera con demagogia, propaganda o toneladas de desinformación. Está en nuestras manos movilizar las “fuentes de capital” (humano, económico, financiero, organizacional, político, social, científico) disponible. Movilizados en un sentido y propósito concreto, desde capacidades y conocimiento híbrido terminará generando el impacto deseado. Es un gran momento para crear “un espacio adecuado para las ideas”.

Los líderes de las crisis anteriores hubieron de afrontar diferentes desafíos. Los de hoy afrontan y afrontarán los suyos. Unos y otros han sido (y serán) capaces de alumbrar y crear los espacios para generar potenciales respuestas a los problemas de la gente y del planeta. Hemos de empezar por superar la sensación excluyente de urgencias particulares sugiriendo que todo es soluble en un cuento de hadas. Pongamos en valor la importancia del largo plazo para determinar hacia dónde vamos. Sin ese marco, por mucho que se corra, podremos ir a ninguna parte.

¿En qué medida seremos capaces de innovar, convertir ideas y sueños en realidades, optimizar tecnologías orientadas al servicio y soluciones sociales, rediseñar e inventar productos, y, en definitiva, alcanzar un mundo diferente, ante la evidencia de múltiples “terremotos” que nos vienen reconfigurando una nueva era? Era aún por concretar. De lo que hagamos o dejemos de hacer terminará siendo una u otra cosa.