Arte, cultura y economía: el poder de nuestros museos

(Artículo publicado el 22 de Mayo)

El pasado miércoles, 18 de mayo, se celebró el Día Internacional de los Museos eligiéndose, para esta ocasión, como mensaje universal, “El Poder de los Museos”. Dicho mensaje ha pretendido animar a todos los museos y organizaciones culturales interrelacionadas, profundizar en su verdadero significado, respondiendo “al poder específico” de cada uno de ellos, atendiendo a su propia identidad y propósito, a su historia y prácticas diarias generadoras de impacto en sus comunidades próximas y/o de las que forman parte indisoluble, y sobre la medida en la que, de una forma directa o indirecta, contribuyen a construir un mundo mejor e influir en su capacidad e impacto transformador, trascendiendo de su propia entidad y país.

Dicha efeméride nos permite destacar, en nuestro país, el extraordinario estado de salud del mundo museístico propio. No solamente posibilita un recuerdo y visibilidad especial al centenar largo de una diversa presencia y oferta-valor del rico tejido museístico del que disfrutamos, de su patrimonio histórico-cultural, sus exposiciones, colecciones, capacidades y competencias gestoras, su entronque con las diferentes comunidades de las que forman parte singular y, por supuesto, de su elevada capacidad tractora de todo tipo de actividades e iniciativas, especializadas y con alto valor agregado en materia de educación y cohesión social, que, finalmente, contribuyen de manera diferenciada a configurar nuestra propia identidad, “nuestra cultura”, nuestras raíces y alas que, en definitiva, nos marcan y habrán de orientar, en gran medida, nuestro futuro colectivo e individual.

En esta ocasión, este anual reencuentro con el “Poder de los Museos” coincide con la celebración del 25 Aniversario de Guggenheim Bilbao Museoa. El brillo de nuestro querido museo, parte relevante de un extraordinario “sistema museístico vasco” comentado, comparte momentos de significativa consideración y esfuerzos transformadores, renovadores, impulsores de cambios favorecedores de este tipo de tejido de valor. Si destacan proyectos de revitalización, reforma, ampliación como el del Museo de Bellas Artes de Bilbao, el museo vasco (arqueología, etnografía…), Balenciaga, San Telmo, Chillida, Oteiza, Artium, Itxas-Maritimo, … y todo un hervidero de iniciativas asociables en curso, no podemos sino felicitarnos del “poder de nuestra apuesta y realidad museística”, de su profunda fuerza tractora y transformadora, recordando la enorme aportación de otras múltiples iniciativas configuradoras de un mapa singular.

Estos elementos hoy, 25 años después de la llegada de nuestro buque insignia, que este año celebramos, tras estos propósitos (“El mundo es un museo. Y el museo un mundo” – “Mundua museo bat da”, de Kirmen Uribe en su obra conmemorativa junto con la Coral de Bilbao y la Euskadi Brass Band), en el trinomio Arte-Cultura-Economía son una realidad conceptual, demostrada y conductora de los verdaderos procesos transformadores e integradores de políticas y decisiones públicas, facilitando un inseparable acompañamiento privado, revitalizando todas y cada una de sus partes. Cuando el esencial mundo de la educación focalizado en términos de futuro pone el acento en el STEAM (ciencias, tecnologías, ingenierías, matemáticas), incorpora como elemento esencial en su orientación, decisión y tiempos de uso y alcance, además de su control y valores irrenunciables para su correcto desarrollo en la A de arte, cultura y humanidades, claramente determinantes del camino a seguir y del modelo de sociedad al que aspiramos.

El carácter especial (coincidente) de este 25 Aniversario de Guggenheim Bilbao Museoa nos facilita la reflexión cara a afrontar el complejo futuro que nos reta y desafía. Si para muchos el reclamo e interés pasa por la evaluación del impacto económico generado por este excelente y siempre vanguardista motor de transformación y avance es el punto básico destacable (6.500 millones de euros de gasto directo generado, 5.800 millones de aportación adicional al PIB vasco, 5.480 empleos creados/mantenidos, 510 millones de “ingreso adicional para las haciendas forales”, 24 millones de visitantes de los que un 62% lo han sido de fuera del Estado…), o su efecto “rehabilitador” con acompañamiento a la estrategia transformadora de nuestro territorio y ciudades en Euskadi, o ejemplo digno de estudio y aprendizaje para cientos de ciudades y museos a lo largo del mundo, sus “aportaciones intangibles” y el “propio valor museístico-cultural-educativo” sobresalen por su “poder diferencial”. De este recorrido hemos aprendido mucho. Pero más importante aún es la fortaleza desde la que poder continuar construyendo un futuro mejor, deseado.

El desafío mundial de este trinomio Arte-Cultura-Economía exige multiobjetivos en términos de identidad, valores, prosperidad y desarrollo inclusivo. Todo un mundo de innovación tanto en los apartados de protección y promoción del patrimonio o (historia/comunidad) costumbres, arte, monumentos, valores, lenguas; educar, cultivar, formar en humanidades (integración de disciplinas llamadas humanistas e incorporarlas a las temidas como no humanistas y tan solo científico-economicistas); velar por la salud de las industrias y contenidos culturales (pensamiento creativo, digitalización de la cultura, contenidos, promoción de su empleabilidad); facilitar la inclusividad en las ciudades…

Todo un nuevo rol esperable de los museos, el arte y la cultura para un próximo futuro. Un exigente reto para sus principales actores, los gobiernos, el sector público interrelacionado, las nuevas artes de una innovadora diplomacia museística y un creciente esfuerzo glokal, en un irremplazable mundo de redes. Necesitados de promover, cuidar, incentivar, animar a los diferentes actores y agentes que lo hacen y harán posible.

Sí. En Euskadi, la invitación mundial a reflexionar sobre el poder de nuestros museos nos coge preparados. Una extraordinaria base para aportar valor a una deseada transformación o transición hacia un mundo mejor. Excelencia, vanguardia, creatividad, tracción dinamizadora, interacción con todo tipo de agentes a lo largo del mundo son ya señas de identidad de nuestro microcosmos museístico.

Un tejido lleno de oportunidades, ampliamente interconectado entre sí y con el mundo. Contribuyendo y co-protagonista de las futuras dinámicas sociales que ese mundo futuro, también el de la empleabilidad y la generación de riqueza y bienestar exigen.

¿Inflexión y ocaso de estilos de gobierno?

(Artículo publicado el 8 de Mayo)

Warren Buffett, “oráculo de Omaha”, legendario líder de uno de los mayores fondos privado de inversiones ha celebrado su encuentro anual (presencial tras el paréntesis de la pandemia), seguido por miles de accionistas incondicionales que confían sus ahorros, inversiones y futuro al conocimiento, visión y estilo de liderazgo y dirección que tan buenos resultados ha generado a lo largo de los años, convirtiendo sus recomendaciones en pautas maestras para la industria financiera. Año a año, su credibilidad, la admiración y confianza en sus decisiones, se ven renovadas y reforzadas por el apoyo de quienes se muestran satisfechos con sus resultados. Simultáneamente, a lo largo de los Estados Unidos, con especial foco en Wall Street, cientos o miles de Juntas de Accionistas valoran a sus primeros ejecutivos, aprueban sus resultados y respaldan sus retribuciones alineadas con “el valor generado” y muestran su satisfacción ante potenciales alternativas que pudieran poner en crisis el camino recorrido. Sus estilos de dirección, sus medidas y planes aplicados (las más de las veces sin un control previo expreso) parecen aceptarse. (En Estado Unidos las retribuciones de estos ejecutivos principales suponen 350 veces el salario medio del trabajador de sus empresas). El sistema parecería funcionar: una buena y eficiente dirección, un apoyo más que suficiente y un espaldarazo a su estilo y modelos de dirección. Los resultados parecerían reconocer y premiar a los “líderes estrella”. Sin embargo, en determinados momentos, eventos no previstos, ponen en duda la buena marcha de lo realizado y de sus actores. Llega un momento en el que alguien observa (y decide) que el “liderazgo estrella” en realidad es “oportunista” y que sus resultados se explican más por la suerte o por decisiones y consecuencias externas, que por la capacidad y buen hacer de quien parecía tener el control. Esta semana, Marianne Bertrand, profesora de la Universidad de Chicago y destacada pensadora en el mundo del crecimiento inclusivo y la economía laboral, vuelve a la carga sobre este asunto, con un amplio número de situaciones que explicarían el éxito de determinadas empresas (petroleros, bancos de inversión, …) no por lo bien o mal que lo han hecho internamente, sino por las decisiones externas. Vieja constatación, por demás, extendida a lo largo del mundo y en todo tipo de actividad, pública o privada, vinculada a la gobernanza y toma de decisiones. Esta percepción se viene extendiendo en empresas relevantes en las que grupos de accionistas “financieros” promueven movimientos sindicados para cuestionar las líneas directivas vigentes. Resulta evidente que ni existe un modelo o estilo único de dirección, ni el éxito logrado garantiza su permanencia futura. ¿Qué es lo que termina explicando una cuenta de resultados, un resultado electoral, la viabilidad y confianza de un gobierno?

En un mundo diferente, en el ámbito público oficial y de gobierno, los estilos, modelos de dirección y sistemas de participación y control, también observamos tiempos, modos y actitudes similares. Si la semana pasada la explosión pública del caso “Pegasus” o “Catalan Gate” parecía minimizarse por los principales medios de comunicación y expertos de opinión dado su impacto colateral en la tramitación del Decreto Ley para la reactivación y recuperación económica del gobierno español, hoy, pocos días más tarde no solamente cobra especial atención y preocupación, sino que enciende graves alarmas en torno, sobre todo, al presidente del gobierno, Pedro Sánchez, y su modelo de liderazgo y dirección política y de gobierno.

La denuncia de un gravísimo caso de espionaje a un centenar de catalanistas o independentistas no solo pareció preocupar al presidente Sánchez, su gobierno o Ministra de Defensa y responsable del Centro Nacional de Inteligencia español, sino que los llevó a movilizar a la opinión pública y medios afines, especialmente, para cuestionar la veracidad de la información, ridiculizar la alarma e importancia generada y, sobre todo, retomar un ya viejo, cansino y preocupante mensaje en torno a una supuesta distribución entre quienes afirman de manera recurrente que “lo que importa han de ser las cosas del comer, el bienestar” y no los “asuntos ideológicos o esenciales de la política que solamente interesan a los políticos y no a los ciudadanos”. Se demonizó a aquellos partidos políticos o diputados que no estaban dispuestos a aprobar un decreto del que no habían sido informados y no lo habían negociado, se destacaban todo beneficios desde una propaganda mediática transmitiendo perlas escasamente analizadas, cuando aún se desconocía su contenido pleno y, por supuesto, su redacción final. Se culpabilizó a quienes no estaban dispuestos, una vez más, a considerar un modo de gobierno unipersonal, autoritario y displicente con quienes le permiten gobernar en minoría. El estilo Sánchez (calificado esta semana por una encuesta de un medio afín como PRISA-SER como Egoísta y Autoritario por el 38% de los encuestados) se veía, una vez más, cuestionado. El presidente y su gobierno minoritario han aprobado en poco más de media legislatura 36 Decretos Ley, la mayoría de forma unilateral y apresurada, limitando su tramitación al refrendo por “lectura única”. El argumento es siempre el mismo: “es razonable, responde al sentido común, no es patriótico oponerse, beneficia a los más vulnerables… y, finalmente, si no me apoyan, vendrá la ultraderecha por lo que ustedes y el país saldrán perdiendo”.

Esta actitud y discurso ha venido acompañado, desde el inicio, con “promesas de acuerdos” que rara vez se han cumplido y que “son renegociados periódicamente” cuando se vuelve a necesitar el voto de sus “socios preferentes o compañeros de viaje” contra esa derecha que “sería peor para todos”. Sin embargo, cuando “los intereses de Estado” son el bien supremo o excusa de connivencia, no duda en pactar con esa derecha que hostiga. Es el caso de este episodio del espionaje para evitar cualquier mínima transparencia o información.

Pero, en estos momentos, “las cosas de la política” preocupan a todos y el llamado caso Pegasus resulta de gravedad extrema. No solamente son “unos dirigentes o simpatizantes independentistas catalanes o vascos los espiados”, o el propio presidente de gobierno. No es solo la sensación (más que justificada) de evidente interferencia de “gobiernos externos” condicionando políticas de Estado, no es ya nuestra intimidad personal vigilada por cualquiera, sino el claro cuestionamiento de un presidente y su gobierno que han mostrado la ineficiencia y perversidad de su modelo. El propio gobierno español ha hecho público que su presidente y ministros habían sido objeto de intervención en sus teléfonos hacía un año, por un “elemento externo”. Ahora lo hacían público y pedían el máximo apoyo de todos evitando preguntas, especulaciones, investigaciones o “posiciones partidistas”. Se trataría de un grave “asunto de Estado”, por lo que se recurre al mismo silogismo de siempre, “o conmigo o el caos”. Más allá de coyunturas e impacto en un gobierno concreto, el hecho prueba la fragilidad de la democracia y la perversidad de decisiones e instrumentos que, en principio y en su momento, pudieran concebirse con atenciones positivas. ¿No parecería razonable dotarse de instrumentos de inteligencia e información para anticipar riesgos o intervenciones antidemocráticas, por ejemplo? Ahora bien, ¿Quién y cómo los controlan? ¿Mantienen su propósito y alcance?

Tanto apelar a conmigo, incondicionalmente, o vendrá el demonio, lleva a la gente a preguntarse si en verdad el diablo existe y si será tan “malo” como lo pintan. Para muchos es el momento de mostrar el hastío por tanto desprecio democrático, por la falta de diálogo y compromiso, por políticas reales y no propaganda, por un gobierno y no una “coalición minoritaria que no transmite sensación de visión compartida, ni de unicidad de mando”. Cuando observamos, a lo largo del mundo (Macron es un ejemplo cercano) que el individualismo se impone a los partidos, configura modelos unipersonales, genera liderazgos mediáticos, “compra” servicio y seguidismo por su control del presupuesto político y los aparatos del Estado y básicamente ofrece contraponerse al miedo de lo que pudiera venir, lejos de proponer y aplicar programas y políticas propias y diferenciadas, termina profundizando en la desafección, el descontento, la insatisfacción, el malestar con el personaje. No basta hablar todo el día de la “ultraderecha” amenazante. La sociedad necesita y demanda políticas y acciones concretas, propias, positivas, diferentes, motivadoras, compartibles, creíbles. A lo largo del mundo, asistimos a múltiples señales de alarma ahondando desinterés, desafección, desconfianza, con una distancia creciente del compromiso compartido, ampliando brechas entre las sociedades y sus representantes y dirigentes, en todos los ámbitos, empresariales, de gobierno, privados o públicos.

Pegasus y su pésima gestión por parte del gobierno Sánchez tiene todos los ingredientes para suponer un verdadero punto de inflexión en su modelo unipersonal de gobernanza. Parecería que supone la convergencia de la pérdida de autoridad asumida en base al temor a una alternativa desconocida, un claro toque de atención al abuso de poder propagandístico y mediático, además de presupuestario. Es un momento de claro agotamiento y cansancio de los verdaderos apoyos con los que ha contado, ha despreciado y olvidado. Converge con una creciente desafección, anti-institucionalidad, desmovilización y desigualdad que se extiende a pasos agigantados. Es el punto álgido de una exigencia colectiva de modelos propios compartibles. Coincidente con el malestar por un siempre presente “Síndrome de Estocolmo” que lleva a quienes durante años han estado inmersos en lo que supuestamente han sido los “secretos de Estado” y a cuyo servicio pudieran utilizarse todo tipo de vericuetos por “el bien superior”. Llega el momento de preguntarse por qué se debe dar un cheque en blanco a determinados decretos de 170 páginas, entregados a sus ministros para su firma en un Consejo de Gobierno sin tiempo suficiente para, al menos, “una lectura en diagonal”. Algunas medidas (ya en vigor) de relativo apoyo anticrisis, leyes de más de 70 años derogadas, y múltiples medidas ajenas al contenido y orientación del Decreto, utilizado como un vehículo “ómnibus” (en el que cabe de todo en cualquier dirección) y, por supuesto, sin una Memoria Económica que lo haga viable (máxime con un cuadro macroeconómico totalmente desactualizado). Sin duda, debilidad democrática, escasa calidad de gestión y procesos normativos y directivos.

Vivimos un mundo incierto (hoy, ayer y mañana) en el que los liderazgos, gobernanza y alta dirección, así como fortalezas institucionales (en todo tipo de organizaciones) resultan imprescindibles. Eliminar o minimizar las brechas que les separan de la sociedad y los diferentes grupos de interés implicados es, sin duda, uno de los mayores desafíos que afrontamos. Incidentes y acontecimientos concretos, inesperados, determinan cambios imprevistos. Cuando se producen, la fortaleza para superarlos suele basarse en las trayectorias, comportamientos y estilos confiables, conocidos y practicados. Hoy es Pegasus para el modelo Sánchez, la sucesión de crisis para todo gobernante, la contestación social para toda autoridad. Más allá de la suerte y de los factores externos, el valor de respuesta y colaboración reside en la experiencia y trayectoria demostradas. Son momentos de recoger la siembra.

Demasiadas preguntas, demasiadas dudas razonables, con escasas o nulas respuestas satisfactorias, en un mar de desconfianza y mermada credibilidad. Esencia democrática, calidad de gobernanza, credibilidad y confianza en liderazgos necesarios.

¿El ocaso de un gobierno o de un estilo de gobernanza? O, por el contrario, ¿Un salto adelante, uno más, en una larga cadena de aparente avance y éxito gracias a la suerte y a la temida alternativa de la incertidumbre y lo desconocido?