Una semana en Bilbao. Observando un mundo de oportunidades. Propósito y legado para futuras generaciones.

(Artículo publicado el 19 de Junio)

Algunos “termómetros” complementarios resultan relevantes para percibir el estado real de la situación que vivimos. Por separado, cada uno de ellos puede llevarnos a la desazón o a la sensación confortable tranquilizadora de la buena marcha de nuestra economía. Juntos, unos y otros, pueden resultar contradictorios y, en ocasiones, equívocos. De igual forma, seguir un medio de comunicación u otro, moverte en base a redes sociales anónimas o dejarte llevar por el algoritmo que te soluciona aquello que solo a ti concierne en base a los gustos o costumbres demostradas en el pasado, o tomar como fuente de información o conocimiento una red personal particular, producen un aislamiento individualista de alto riesgo y escasa capacidad colaborativa para construir un futuro diferente, exigente y demandante de esfuerzos compartidos.

Si una semana en la que un sábado bilbaíno parecía el festín máximo con un clima “tropical” y sus calles, terrazas y bares llenos, con una Gran Vía ruidosa (excesivamente) con sirenas festivas para abrir paso a un grandioso desfile de coches antiguos escoltados por carros de bomberos, ambulancias de antaño, etc. y amenizando calles por las que más tarde circulaban miles de personas para acudir a un concierto seguido por un millón de personas (según cadenas y fuentes oficiales), o al de la gira de despedida de un cantautor que nos ha acompañado y entusiasmado desde la dictadura franquista hasta hoy, o decenas de miles de estudiantes que llevaban a la calle su fiesta particular tras haber presentado (superado o no) su evaluación final de bachillerato y acceso a la Universidad, con museos llenos y retorno creciente de turistas, proporcionan, sin duda, una sensación de movimiento, reactivación económica, bonanza relativa y de ausencia de crisis. Contraste, sin duda, con esa misma Gran Vía ocupada día a día de concentraciones y manifestaciones (hasta tres distintas como media diaria), ya sea en huelga, o reivindicativa de reclamos laborales (generalmente individuales o de colectivos concretos) que en ocasiones resultan más numerosas que el número de cuerpos de seguridad (municipales o Ertzaintza) que les escoltan, paralizando circulación y vida laboral de quienes parecerían no compartir la reivindicación específica. Otro tipo de ruido, generalmente descalificador e insultante a terceros, considerados “culpables voluntarios de su insatisfacción”, en clara transmisión de malestar, preocupación o insatisfacción.

Fenómenos y termómetros reales que parecerían convivir (causa-efecto) con estadísticas reales, plenamente observables, de pobreza extrema, de desigualdad, de creciente y generalizada alza de precios, de poblaciones en situaciones complejas que también conforman este Bilbao observable y observado. Y, a la vez, una semana en la que la Bienal de la Máquina Herramienta es un fiel reflejo de la fortaleza y potencia industrial de un país innovador, trabajador, emprendedor, cuyo capital reside en sus personas, su cohesión social, sus interacciones colaborativas público-privadas y su ecosistema real, diferenciado y diferenciador de nuestras apuestas de futuro, desde un capital humano rico y activo.

Precisamente en mi visita a dicha Feria, un empresario con larguísima trayectoria en ese mundo de la tecnología, la máquina herramienta, la manufactura inteligente y creativa, y la internacionalización, tan demandadas a lo largo del mundo como recetas de futuro, desde la empresa familiar que ha guiado y enriquecido a lo largo de los años, como parte esencial de su propósito, su compromiso vital y profesional y su potencial legado a próximas generaciones, a mi pregunta de cómo les iban las cosas y “la feria”, me refería a los “factores exógenos” que entiende determinan la compleja incertidumbre del momento: “Estamos bien, convencidos de lo que hacemos y con fuerza, pero no encontramos la claridad suficientemente integradora de todo lo que parece provocar toda una tormenta impredecible” (inflación; dependencia, insuficiencia de acceso y suministro, y precio de la energía; cuellos en las cadenas globales y locales de suministro, diplomacia internacional y económica en cambio y aparente desacople entre gigantes; Ucrania,  tragedia humana y la más que previsible senda final que termine obligándole a renunciar a su soberanía, derechos y voluntad como país por presiones de terceros a quienes les resulte excesivamente largo su sacrifico, tal y como hemos empezado a escuchar, también esta semana, desde diferentes portavoces cualificados; impacto-tecnológico; disponibilidad-formación del talento requerible; envejecimiento, demografía y migración; política y gobernanza…). Y a los que podemos añadir otros muchos “internos o propios” que, en otro pabellón ferial, te comparten otro grupo de responsables y líderes empresariales con una larguísima trayectoria de éxito a lo largo del mundo: “No hay futuro aquí más allá de nuestros últimos coletazos generacionales. Los que vienen no están dispuestos a soportar esta agobiante protesta y conflictividad laboral, ni, sobre todo, la actitud y comportamiento social. Confortabilidad, carreras rápidas, éxito monetario y huir de responsabilidades directivas, jefaturas o autoridad-liderazgos”. ¿La gran dimisión que parecía solamente era un episodio coyuntural post pandémico en unos Estados Unidos de pleno empleo y en colectivos específicos se convierte en una tendencia mundial?

Y, en este escenario, surge la pregunta de si ¿Hay alguien capaz de sintetizar y simplificar el camino a seguir? ¿Puede transmitirse un mensaje de verdadera innovación y transformación radical, de fondo, exigible por los desafíos existentes y los que están por venir? ¿Alguien generador de la confianza necesaria para llevarnos o acompañarnos a buen puerto? ¿Quién tiene un sueño por el que esté dispuesto a recorrer el complejo trayecto requerido?

Esta misma semana, uno de los principales promotores de la “economía de la abundancia” (Peter Diamandis) volvía a la carga desde el positivismo que le caracteriza recordándonos la enorme cantidad de oportunidades que nos ofrece el futuro y cómo tras ésta complejísima sucesión de factores exógenos (no siempre tan solo externos, sino en cierta o gran medida, debidos a lo que hacemos o dejamos de hacer), barreras o dificultades internas o propias, a perseguir y/o superar. Cómo otros muchos, nos invita a preguntarnos el por qué ante tantas oportunidades o no acertamos cuál elegir o no logramos “el éxito buscado”. Para él, tan importante (como en toda estrategia) es el qué hacer, cómo todo lo que hemos de decidir no hacer. Si bien él habla de la búsqueda sincera del propósito de transformación y del verdadero simplificado del éxito, es hoy, más que nunca el momento del propósito, del para qué o por qué de lo que habremos de hacer y del legado buscado que dé un sentido trascendente a nuestros proyectos de vida. Mi propósito y mi legado. Esencia del verdadero liderazgo visionario, de una verdadera estrategia única y diferencial, de un sentido a tu trabajo, tu inversión y tu vida. Solo así podrás inspirar y guiar a quienes habrán de acompañarte para crear esperanza y un futuro “abundante e inclusivo” al servicio de la gente.

Concentrarte en tu propósito real y lograr que sea compartido por quienes deben acompañarte en su logro resulta esencial para afrontar los grandes desafíos que afrontamos. Un “éxito” exigente y único, “premiado” al final del viaje con un legado, para los demás, no para ti (al menos no en exclusiva). Verdadero reto, verdadero motor de transformación. Si por el contrario nos enredamos en el qué y cómo, continuista, para un mantenimiento o relativo y lento avance desde nuestro punto de partida, seremos testigos de las olas de “escasez”, de desidia y de insatisfacción.

Terminamos la semana con otro acontecimiento único y diferenciador en nuestro punto de observación: Bilbao. Fronteras del conocimiento, extraordinaria y singular iniciativa de la Fundación BBVA que ha hecho de Bilbao-Euskadi su centro y sede base para su trabajo y proyección internacional. Sin el ruido estruendoso o aclamador de otros eventos como los comentados, ha concentrado un talento extraordinario de enorme trascendencia en la solución a los desafíos del mañana. Investigación, esfuerzo sostenido, rigor académico sostenido, años de intensa curiosidad creativa formulándose dudas y preguntas incómodas para afrontar nuevos caminos huyendo de la zona de confort, volcando el valor del saber en su capacidad de impacto en la sociedad, al servicio de la gente, refuerza la confianza en la humanidad para superar dificultades, generar abundantes oportunidades, provocar nuevos avances y espacios desconocidos y construir verdaderas sociedades prósperas e inclusivas. Todo un conjunto de personalidades de largas y enriquecedoras trayectorias en diferentes “fronteras del conocimiento” (incluidos quienes han posibilitado las tan salvadoras vacunas anti COVID 19, quienes nos han inspirado a lo largo de los años para entender el funcionamiento, calidad e intensidad de las redes, sus interacciones entre economía-Sociedad o el predominio de las personas en y sobre el mundo de la inteligencia artificial o el ecologismo activo de valor en la larga transición verde contra el cambio climático). Todo un canto de esperanza para hacer un mundo mejor. Ojalá que este último termómetro semanal  interaccione con fuerza en los fortalezas y capacidades de nuestro país, encaje con múltiples propósitos comprometidos y posibilite la cosecha de los legados transcendentes buscados.

Muchas caras o termómetros para analizar una situación compleja. Pero, sobre todo, enormes espacios de futuro, realistas y sobre los que potenciar nuestras fortalezas, superar debilidades y obstáculos, y construir un mejor futuro, día a día.

Sin duda, BILBAO-EUSKADI nos ha ofrecido una semana rica en información, indicadores relevantes y, sobre todo, una potente brújula para un esperanzador trayecto de futuro.

Espacios inclusivos. Localizar soluciones

(Artículo publicado el 5 de Junio)

Hasta hace muy poco tiempo, vivíamos un mantra generalizado que hacía de la globalización, sin matices, la panacea y objetivo conductor de toda política económica, geoestratégica y conductora de la mal entendida competitividad y bienestar “para todos”.

Cualquier cuestionamiento o posicionamiento conceptual o intelectual, por no citar estrategias de país diferenciadas, se descalificaba asociándolo a ignorancia, aldeanismo o proteccionismo insolidario, dando por terminado cualquier análisis o propuesta a tener en cuenta. Un peligroso y paralizante pensamiento único impregnó el mundo de la economía, de las políticas y decisiones de deslocalización empresarial (sobre todo manufactura) y marcó la senda objetivo de las estrategias regionales y de internacionalización, condicionando intentos de estrategias únicas y diferenciadas convirtiendo la esencia estratégica en base a propuestas únicas de valor en un seguidismo homogeneizador.

Sin embargo, la contumaz fuerza de los hechos, tras sucesivas crisis económico-financieras y sociales desde el 2009 hasta nuestros días, agravadas por una pandemia no solamente aniquiladora de vidas y expectativas de futuro, sino demostrativa de la equivocada (o perversidad sobrevenida) inseguridad y dependencia cediendo a terceros el control exclusivo de la producción, de la cadena de suministros y las plataformas logísticas e infraestructuras exigibles, además de accidentes en infraestructuras críticas (Canal de Suez) paralizantes del comercio internacional, además de una excesiva concentración de factores clave en China y/o países con proximidad a situaciones y países fallidos, olvidando la importancia de materias primas y componentes, relegando políticas sociales y medio ambientales en los procesos de toma de decisiones, o la aún en curso invasión rusa sobre Ucrania y sus consecuencias (sociales, energéticas, alimentarias…), han terminado por poner “patas arriba” el modelo seguido.

Sin duda, decisiones que en un determinado contexto parecían acertadas (incluso brillantes), hoy se tornan perversas y llevan a reconfigurar conceptos, modelos y mapas estratégicos y de futuro. Es momento de “revisitar” conceptos y modelos rompiendo los llamados “pensamientos únicos”. Políticas tildadas de proteccionistas o anti- mundialización se ven hoy con nuevos filtros de progreso, apuestas de futuro y coherencia geo- estratégica.

Superar la pandemia llevó a los gobiernos (en especial Europa y Estados Unidos) a dar un golpe de timón, a reconsiderar sus “indicadores objetivos” y situar las soluciones a la demanda social por encima de un estricto y excluyente “purismo financiero” macro- económico, atemporal y de gabinete. “Haremos todo lo que haga falta” pasó a convertirse en el nuevo pensamiento y directriz general. A la vez, la imposibilidad de suministrarnos desde las cadenas globales de valor deslocalizadas, otrora base de esquemas teóricos de “Just in time” unida a una mal entendida competitividad (solamente de costos laborales inmediatos y poco más), a una fiebre seguidista de una supuesta “especialización y externalización inteligente” y una internacionalización en manos del “ejecutivo global”, bajo el mando de Organizaciones Internacionales de un convencionalismo y consenso unitario, se convirtieron en el mal que el éxito envenenado ha provocado. Dicho mal se traduce en un coincidente y grave “paraguas mundializado”, en términos de desigualdad, dependencia y desafección creciente de las distintas sociedades respecto de líderes (políticos, gobernantes, empresariales).

Así las cosas, hoy volvemos la mirada hacia conceptos que parecíamos haber olvidado. Retomamos aproximaciones hacia las conocidas “Áreas Base” (Michael E. Porter) como espacio físico en donde se desarrolla una competitividad al servicio del bienestar creciente y sostenible de sus ciudadanos, una amplia e intensa convergencia economía-territorio (clústers), generando un contexto único y diferenciado, tras una visión y propósito particular creando lo que hoy se conoce en términos de “ECOSISTEMAS”. La clusterización de la economía, rompía silos y fragmentación estadístico-sectorial para posibilitar procesos coopetitivos (colaborativos desde personalidad y apuestas distintas entre cada uno de sus actores), sucesivas interacciones compartidas público-privadas, a la vez que políticas económicas y políticas sociales buscando logros simultáneos.

Estas áreas base vinieron acompañadas, más tarde, de un “par de atributos mágicos” (Kanter Moss): Magnetismo y cohesión, que apuntaba a la imprescindible atracción de flujos de inversión, capital, empresas, conocimiento y talento como elementos diferenciales de un “espacio local” (ciudades, regiones, etc.) conectables, en red, con el resto de la vanguardia mundial, siempre unidas a la búsqueda de una irrenunciable cohesión social interna.

Este concepto de “NODO singular” habría de conectarse en redes de redes, a lo largo del mundo, garante del acceso a la vanguardia, a los foros de innovación y prosperidad y, por supuesto, a lo que más tarde, vino a ser el desafío para las empresas de éxito internacional: ser parte relevante de las, entonces, “Cadenas Globales de Valor”. Así, las autoridades y gobiernos de las áreas base de éxito aplicaban estrategias favorecedoras del éxito de sus empresas tractoras. Un momento crítico lo constituía y constituye, el cómo lograr que cada vez más, conseguido el éxito, requieran cada vez menos de su área base y más de un espacio mundializado.

Hoy, la ruptura de paradigmas, en un mundo incierto y en pleno vertiginoso cambio, con una reconfiguración de la geopolítica y la geoestrategia, cabrá especial relevancia la glokalización. Una K que no es una sustitución gráfica de lo glocal (entendiendo una simple combinación entre pensar “globalmente y actuar de manera local”), sino un conjunto de atributos esenciales que han de formar parte articulada de toda “Área Base” que aspire a jugar un rol relevante en el contexto mundial (infraestructuras, educación, inclusividad, comunitarización, conocimiento, tecnología…).

Asistimos a un mundo en el que la desigualdad domina cualquier punto de análisis y desafío. A su desarticulable e injusta realidad añade consecuencias de elevada gravedad (desafección, peligro de implosión democrática, populismo explosivo, falta de confianza, de credibilidad, y de expectativas vitales y profesionales…). El rearme de los liderazgos, respeto y afección necesarios exige “nuevos espacios de proximidad”, de los que las personas se sientan parte, respetuosos de su identidad y cultura diferenciada, inspiradores de un sentido de pertenencia y oportunidades -reales y percibidas- para un futuro mejor. Es el tiempo de nuevos espacios geográficos (“Hermosos, Inclusivos y Sostenibles “, que diría Lata Reddy, responsable de “Soluciones Inclusivas” en Prudential, líder en el desarrollo de nuevos espacios locales de futuro, en Newark, NJ y referente en el desarrollo de inclusividad local en Estados Unidos), que ponga en valor los activos comunitarios (cada Área Base tiene los suyos), construya su historia y ruta de futuro y actúe en consecuencia.

Se trata de intervenir “desde la cirugía local intensiva”. Áreas y zonas de marginalidad (al menos relativa respecto de la mediana dominante), que exigen intervenciones locales en las que gobiernos y empresas (en especial aquellas consideradas líderes y tractoras, generalmente históricas y con significativa referencia de la propia comunidad) han de articular un espacio y desarrollo inclusivo. Los hoy considerados “Place Based Work”, que hacen de la empleabilidad el objetivo conductor de dichos espacios, procuran superar la situación de beneficios de rentas básicas, salarios sociales y ayudas o subsidios públicos, uniendo un foco de trabajo, contribución (personal-autosatisfacción) y colectiva. Focalizan esfuerzos en proveer de seguridad pública, espacios vivibles (verdes en la medida de lo realizable), lugares de encuentro cultural y de entretenimiento, centros de salud, centros educativos, fomento de microempresas y negocios y, por supuesto, acceso al capital y sistemas e instrumentos financieros, además de conectividad e infraestructuras y sistemas de transporte y comunicaciones. Esta nueva explosión de microespacios, núcleos urbanos y proliferación nodal en red suele venir de la mano del rediseño de entidades colaborativas con objetivo, dirección, estructura y financiación ad hoc. Centros y espacios de convivencia, de diversidad y, sobre todo, de compromiso activo con la prosperidad y el bienestar.

Espacios vivibles, inclusivos, vanguardistas y prósperos además de sostenibles que ofrezcan a sus comunidades un mundo mejor y que hagan que las empresas que realizan alguna actividad de valor en ellos sean conscientes del factor diferencial que les ofrece este hecho. Solamente así, la interacción y propósito compartidos empresa-comunidad-gobiernos y todo un mapa (cada vez más amplio, diverso y rico) de jugadores “intermedios”, “entidades para la colaboración”, facilitadores y “tejedores de alianzas” harán posible el éxito único y distinto. Verdadera manera de garantizar un mejor futuro y una prosperidad inclusiva. Una vez más, lo local importa y resulta ser un elemento diferenciador del ADN de cualquier territorio, empresa multinacional o iniciativa mundializada.