Ciudades humanas, resilientes y tractoras del crecimiento inclusivo

(Artículo publicado el 17 de Enero)

La espectacular tormenta de nieve vivida estos últimos días en el conjunto del Estado español, con una especial incidencia negativa en Madrid, ha puesto de manifiesto la vulnerabilidad de nuestros modelos urbanos, la excesiva centralización radial imperante en la planificación de las infraestructuras de transporte, generando flujos, regiones y personas mono dependientes, una desigual concentración de servicios e infraestructuras desequilibrantes del modelo de estado autonómico vigente y la ausencia de alternativas de movilidad, suministros, autonomía y adecuada distribución energética. De igual forma, permite constatar el mejorable estado de formación permanente de la población en relación con el uso y gestión de nuestros propios sistemas, servicios, infraestructuras, y de los modelos de gobernanza y respuesta urgente ante situaciones de emergencia y catástrofes. Catástrofes, por causas naturales o por incidencias extraordinarias que, por definición, suceden en limitado número de casos o con grandes distancias temporales, son impredecibles o, al menos, de intensidad superior a aquella para la que la dotación de recursos de respuesta se encuentre disponible y operativa.

La autonomía de las ciudades y su capacidad de respuesta facilitadora de la continuidad ordinaria de la vida de los ciudadanos se ve sustraída por estas situaciones que irrumpen en nuestras vidas.

Así, más allá de las desgracias personales, incomodidades y trastorno que conlleva una situación como la mencionada, nos hemos encontrado, una vez más, enredados en la crítica y la descalificación política y pública a la búsqueda de culpables de la capacidad de respuesta, denuncia de la insuficiencia de medios, reclamos a la gestión pública de la situación y a la incapacidad organizativa demostrada, denunciando una ausencia planificadora y la falta de medios “de reserva estratégica” para dar respuesta a la totalidad de las necesidades que una ciudad demanda. Lejos de poner el acento en abordar la próxima catástrofe por venir o, sobre todo, el rediseño de las ciudades del mañana y su capacidad para responder a las necesidades y demandas futuras de las personas, concentramos nuestras energías en el tradicional desgaste del momento.

Las ciudades viven un permanente esfuerzo de redefinición, de planificación más o menos integral, de iniciativas diversas a la búsqueda de soluciones a sus problemas cambiantes. Hoy, cuando parecería que el mundo se cuestiona si el espacio post Covid ha de ser diferente al existente, cuando se enarbolan, de una u otra forma, desafíos asociables con el cambio climático, la energía alternativa, la sostenibilidad como dato y no como fin perseguible, una nueva movilidad, una intensa competencia entre ciudades para atraer, retener y formar talento, soporte de conectividad creativa a la vez que capacidad tractora de inversión, riqueza y bienestar, se cuestionan las normas y modelos de gobernanza, exigiendo la redefinición de los servicios públicos y esenciales, y se soslayan los no menos importantes esquemas colaborativos y de co-gobernanza entre diferentes niveles institucionales, así como los sistemas de contratación laboral y las condiciones socioeconómicas, de temporalidad y exigencias en el binomio derechos-obligaciones, además de los marcos económico presupuestarios y de contratación pública, parecería más que razonable un esfuerzo “inteligente” a la búsqueda de la manera de poner todos estos elementos al servicio de las personas.

Hace ya unos años (y en esta misma columna) mencionaba el proyecto que bajo el amparo del World Economic Forum, desde su Consejo Asesor de la Competitividad, elaboramos sobre el futuro de las ciudades, la competitividad de las mismas, así como un modelo marco para aproximarnos a su análisis, comparación entre países (un centenar de casos estudiados),“determinantes para la transformación de las ciudades-región hacia su competitividad inclusiva”, que recomendaba, a partir de una necesaria propuesta única de valor de cada ciudad (única y diferenciada, que desde su propia identidad y condición anticipa su respuesta a las demandas cambiantes de sus ciudadanos y agentes económicos, sociales e institucionales, adecuándose a los desafíos reales esperables y el impacto potencial de las Megatendencias observables), abordar de manera integral la totalidad de elementos relevantes asociables al qué reformar, cómo hacerlo, diseñar y aplicar una estrategia de infraestructuras HARD (físicas e inteligentes) y su conectividad (interna y externa), así como su especial estrategia SOFT, de conocimiento, talento y generación de comunidad y cohesión interna haciendo vivible el espacio habitado, en un intenso e inacabable proceso de cocreación interna de valor, incluyendo contenidos y elementos esenciales que habrían de estar presentes en toda ciudad-región considerable como competitiva para un desarrollo inclusivo y sostenible. Dicho marco ha de tener presente un elemento vector: al servicio de las personas. Ciudades humanas, con capacidad de transformación y adecuación permanente a los cambios esperables y dados, respondiendo a las necesidades de cada momento, así como aspiraciones de la comunidad que contiene, de manera activa, influyendo en su propio desarrollo y cohesión interna. Lejos de concebirse como un mero contenedor en el que “pasan cosas”, influir en sí misma en la interconectividad, desarrollo y cohesión buscados.

En esta línea de pensamiento, hace ya unos años, la propuesta de Japón en su visión para la sociedad japonesa del futuro, estableció la llamada SOCIEDAD 5.0, argumentando la necesidad de construir una estrategia que habría de ir más allá de la, entonces en boga, revolución industrial 4.0, superando a la vez que potenciando las imprescindibles políticas industriales o manufactureras 4.0, provocando un nuevo enfoque cultural, pensando en la necesidad de repensar el país, el territorio, el espacio propio, su gobierno, instituciones y servicios públicos, en términos de una auténtica revolución al servicio de las personas desde la búsqueda de soluciones a sus necesidades y demandas sociales. Su visión no queda en un documento de alta política y se ve implementado en múltiples iniciativas y experiencias piloto, entre las que destacan nuevas “ciudades o comunidades” integradoras de la digitalización, la energía sostenible, la eco-ciudad y su economía circular, la nueva vivienda del futuro, el nuevo sistema de energía 100% renovable, una nueva movilidad, gestión participativa y colaborativa de la población y la impronta tractora de la propia ciudad como generadora de riqueza, empleo y nuevas oportunidades de negocio e intraemprendimiento. De una u otra forma, en este sentido, son muchas las iniciativas que se están llevando a cabo a lo largo del mundo, con especial intensidad, espectacularidad y magnitud innovadora y colaborativa en Asia y Oriente Medio, tras la “escuela Singapur”, que hizo del “urbanismo inteligente” su reclamo para su visión 2035 pensando en la enorme demanda de nuevas ciudades por crear en la creciente población mundial. ¿Construiremos las ya conocidas con sus modelos, bondades y limitaciones o soñaremos un futuro distinto?

Ese nuevo mundo deseable (o impuesto si no reaccionamos en sentido de apropiarnos de nuestro modelo), sugiere la idea de repensar las ciudades en términos de sostenibilidad, resiliencia en respuesta a las demandas del cambio climático, soporte y suministro de energía que garantice la eficiencia a la vez que la autonomía y todo tipo de servicios públicos que puedan estar al alcance de una población suficientemente autosuficiente, con unas demandas concretas al servicio de las personas con la autonomía necesaria para vivir, para sobrellevar días de catástrofe e incidencias inesperadas, con plena autonomía sin la necesidad de recurrir a los flujos inevitables que hoy se realizan entre las diferentes ciudades, comunidades, regiones, incluso países, agravando los problemas existentes y sobrevenidos.

Sin duda, es el momento de repensar en su totalidad los sistemas de movilidad de transporte y las infraestructuras que lo posibiliten de una manera realista a la vez que innovadora, acelerar el avance en torno a la energía distribuida, facilitar la generalización de las tecnologías exponenciales y la digitalización en nuestros procesos, empresas, servicios, administración y la propia gestión y gobernanza, abordar la sostenibilidad desde modelos integrados de eco-ciudad y, por supuesto, nuevos esquemas de educación y formación de las personas para el uso eficiente de dichas tecnologías, dando respuesta a la búsqueda de las soluciones y servicios que una sociedad del bienestar exige: salud, los servicios sociales, prevención y seguridad, vivienda imprescindible para un rediseño y una forma de vida “soñada”. Ciudades de futuro, generadoras de sentido de comunidad, potenciadora de sentido de pertenencia e identidad propia. Ciudades humanas, tractoras de nuevas iniciativas, talento y oportunidades para su comunidad. Tiempos de optimizar recursos para la creación de un mundo potencialmente diferente, en el que las ciudades en sí mismas sean verdaderas fuentes de riqueza, bienestar y empleo, generadoras de desarrollo económico y empresarial, atrayendo y reteniendo talento.

Si existe un medio acostumbrado a la necesidad de apostar por espacios prospectivos, por el rediseño de ciudades, es precisamente el ámbito municipal y territorial desde donde los diferentes espacios son objeto de estudio, planificación y determinación de usos futuros. Pensemos cómo afrontar los desafíos del futuro. Imaginar o repensar si estaríamos en condiciones de hacer posible aquello que hasta ayer considerábamos inimaginable.

Hoy sin duda las ciudades constituyen el espacio territorial del futuro. Son el espacio próximo de pertenencia y dualidad local-mundialización de la actividad económica, nuestro espacio de demandas y necesidades de bienestar y nuestra conexión con los llamados problemas-soluciones globales. Habrán de ser distintas y que sean distintas no quiere decir que de la noche a la mañana lo hagan, pero sí es el momento de plantearse si muchas de las actividades e iniciativas que pueden ser los vectores clave de su desarrollo futuro pueden y deben ser modificados o integrados.

Un verdadero desafío. En un mundo en movimiento, responder a los eventos “inesperados” ofrece una ventana de oportunidad y diferentes caminos por transitar.

EAJ-PNV: Un Modelo vanguardista para la modernidad económica

Desde la concepción estratégica de su fundación, en un escenario de transformación permanente y en un país siempre por construir, la “modernidad económica” ha acompañado los 125 años del partido. Un modelo inspirado en lo social, que preserva la conectividad en el exterior bajo el compromiso siempre presente de un país moderno, tractor de la mejora en la calidad de vida y el bienestar de los ciudadanos.

Celebrar los primeros 125 años de historia de EAJ-PNV supone destacar el hoy llamado modelo PNV de desarrollo económico y social que ha liderado y orientado la transformación permanente de nuestro país, respondiendo a las demandas cambiantes de la sociedad vasca a lo largo de diferentes contextos y realidades vividas.

Un modelo diferenciado, cuyo compromiso se ha hecho desde de la solidaridad, la subsidiariedad y el activismo social y comunitarios, la integración de respuestas sociales y económicas, su conectividad con la modernidad y la vanguardia pionera.

Es un modelo diferenciado en compromiso con las respuestas socio-económicas y su conectividad con la vanguardia.

Un partido, movimiento y cultura al servicio de la nación vasca, siempre por construir, siempre por transitar nuevos espacios de futuro, con vocación de ser coprotagonista de su propio destino, adecuando sus ofertas a la sociedad en el contexto, complejidad y condicionantes de cada momento, con una visión permanente de futuro respondiendo a las necesidades inmediatas de las personas.

Observar los resultados logrados supone recordar que su relevancia en la modernidad económica le ha acompañado en toda su larga vida: desde la concepción original de una aspiración estratégica en su fundación para dotarse de estructuras de país, propias y diferenciadas.

Es un modelo inspirado en su esencia social y solidaria, que ha promovido el asociacionismo colectivo y los derechos de los trabajadores, entendiendo la empresa como ente integral trabajo-capital-participación y valor compartido con la sociedad y motor generador de riqueza y empleo.

Se ha mostrado su liderazgo en preguerra y guerra, emprendimiento y subsistencia defensiva, protegiendo y conservando los activos industriales de quienes pretendieron su irracional destrucción, su conectividad internacional desde la clandestinidad y el exilio en armonía interconectada con el interior sometido a la dictadura franquista, y la indispensable integración de la diáspora, generando foros multilaterales e iniciativas de futuro como la, hoy, Unión Europea.

¿Qué hace posible este valor compartido con la sociedad? La innata colaboración público-privada desde el liderazgo y legitimidad democrática

Partícipes relevantes en los viejos equipos internacionales líderes de la economía social de mercado, y su aplicación en los principales motores de la Unión, preparó el final de la dictadura y la transición hacia un nuevo proyecto de futuro para el país. Se ha visto su imprescindible papel de liderazgo en los hasta hoy 40 años de autogobierno y la apuesta por construir un innovador espacio propio en un clima de destrucción económica, extorsión y terrorismo iluminado, en un tardofranquismo aún por desactivar.

VALOR COMPARTIDO. Un largo proceso tejiendo un compromiso entre sus miembros, la sociedad vasca y los elementos necesarios para su logro. ¿Qué hace posible este valor compartido con la sociedad? Sin duda, la pervivencia de su democracia interna, su separación de poderes y responsabilidades entre partido y gobierno, innata colaboración público-privada desde el liderazgo y legitimidad democráticas desde las instituciones elegidas, pensar en el país observando, aprendiendo y participando en todo foro de vanguardia a lo largo del mundo, aplicando en Euskadi su propio modelo, mejorando la calidad de vida y bienestar de nuestros ciudadanos.

Un marco para un sueño inspirador, estrategias de progreso y prosperidad inclusivos, objetivos y políticas económicas y sociales inseparables, al servicio de una nación aún sin Estado, convicción de autodeterminarnos para decidir, gestionar y controlar nuestro propio destino.

Nuestro partido ha abrazado, desde su origen, la modernidad y vanguardia progresista no como una moda o autodefinición de manual, sino constatable en su práctica permanente. Ha sabido interpretar los tiempos, anticipar el futuro, observar el mundo, aprender de todos, y asumir el riesgo de emprender iniciativas transformadoras.

CREER EN LAS INSTITUCIONES. Ha creído en las instituciones y en la subsidiariedad, motores del cambio requerido, dando al sector público y sus gobiernos el poder y rol democráticos base del liderazgo, con una actitud emprendedora más allá de administradora, para liderar las transformaciones radicales necesarias y distintas en cada momento.

Concepción y liderazgo moderno y creativo, tejedor de alianzas, a lo largo del mundo, con aquellos que fortalecen un proyecto inacabable. Ha hecho de la política institucional y los servicios públicos un compromiso de servicio y no una red de privilegio. Como definiría el lehendakari José Antonio de Aguirre en su descargo de la gestión de su gobierno en los primeros 20 años (1936-1956) ante el Congreso Mundial Vasco de París: “Hemos creado un nuevo tipo de humanismo, convergencia de la nueva filosofía política contemporánea. Un modelo síntesis del sentido y esencia democráticos, cristianismo social y progresista, liberalismo fundado en la solidaridad y el socialismo humanista, bajo objetivos de progreso social, subsidiariedad universal democrática al servicio del hombre y su libertad”.

Se trata de pensar la economía como un instrumento y no como un fin. Un modelo propio al servicio de la nación vasca y su sociedad

“Esto es lo que define el caso vasco, liderazgo indiscutible, compartido por terceros que, en diferentes momentos, nos han acompañado en su desarrollo”, añadía. El PNV-EAJ y su gente señalaron y señalan un nuevo camino posible para afrontar el nuevo siglo por venir para encaminar una sociedad industrial hacia la complejidad del conocimiento y una nueva economía y sociedad por llegar.

UNA RED SOCIAL DE BIENESTAR Y TRACTORA DEL PAÍS. Esta visión económica está soportada en una inseparable red social de bienestar y tractora de un país moderno y vanguardista, desde las empresas, los municipios y espacios de activismo constructivo. Dirigiendo la innovación radical hacia la modernidad ofreciendo a la sociedad vasca un futuro esperanzador ante la complejidad del mundo en que vivimos.

Es un esfuerzo coral, compartido, que nos pertenece a todos porque lo hacemos, día a día, entre todos. Un instrumento y movimiento al servicio de un pequeño pueblo que no pretende sobrevivir sino construir su propio futuro desafiante, complejo, posible. Economía como medio y no como fin. Partido como instrumento y no como fin. Un modelo propio, al servicio de la nación vasca y su sociedad.

BREXIT-UE: Símbolo para nuevos tiempos

(Artículo publicado el 3 de Enero)

El cierre inmediato del flujo de personas y mercancías entre el Reino Unido y las naciones europeas ofreció la triste e inevitable imagen de un extenso bloqueo de camiones en la frontera franco-británica, agravada por el temor a una nueva y desconocida mutación o variedad del COVID, su potencial capacidad de convertir la esperanza ilusionada de las vacunas a punto, entonces, de irrumpir en nuestras vidas y la sombra de un Brexit sin acuerdo. Afortunadamente, al estilo “gobernanza en la Unión Europea”, bajo el viejo eslogan futbolístico de “el último minuto también tiene 60 segundos”, bajo amenaza de agotar los plazos, el panorama cambió, el acuerdo ya es una realidad en beneficio de todos (…pasando de socios a aliados relativamente asociados), las vacunas se están aplicando en toda Europa y en un buen número de paises a lo largo del mundo, la frontera se ha despejado y la tantas veces recurrida “nueva normalidad” (distinta cada día que pasa), vuelve al primer plano.

Aunque parece mentira, son ya casi cinco los años transcurridos desde que el Reino Unido celebrara su referéndum de salida de la Unión Europea (junio 2016), y 9 meses más tarde, en 2017, reclamaba activar el artículo 50 del tratado de la Unión notificando al Consejo de Europa su salida del club europeo al que se unió en la primera ampliación de la otrora Comunidad. El malestar creciente con la gobernanza europea al uso, la percepción de una relativa desatención y lejanía respecto de las prioridades y reclamos británicos, el deseo de su propia soberanía (con distintos grados de compartición e interdependencia, pero desde su propia decisión y autodeterminación) y la percepción de una errónea apuesta primando la austeridad pública como respuesta a la crisis financiera y económica de aquel funesto decenio negro, llevaron al ejercicio democrático de un referéndum en el que la sociedad británica decidió dejar la Unión Europea. Una decisión exigente, un tránsito complejo, un confort trastocado… y, por encima de todo, el coraje de una decisión voluntaria y democrática para afrontar un futuro lleno de incertidumbre, pero propio. Su “nueva normalidad” está por escribirse con la única certeza de que su vida será distinta.

La Unión Europea reaccionó mal, como un enamorado despechado. Consciente de sus propios “déficits democráticos, de gobernanza y de soluciones para los europeos”, temió otros movimientos de salida en su Unión, dispar y desigual, y apostó por una posición extrema y “ejemplarizante” para demostrar que salir del paraguas de la Unión tendría un elevado coste. Confió en que el tiempo y las posiciones exteriores y presión mediática orquestadas llevaran a revertir la situación, apostó por el fracaso de los sucesivos gobiernos británicos y soñó con la marcha atrás. El tiempo, finalmente, demostró que más allá de valoraciones, voluntades, errores, la decisión de salida era y es firme y que resultaba inevitable, en beneficio de unos y otros, un Brexit acordado, acompañado de un acuerdo especial que transciende de un amplio Convenio Comercial y que da lugar a un nuevo espacio del relación, entre iguales, con independencia de tamaños, pesos relativos de una u otra economía, al servicio de los ciudadanos europeos, británicos y de las empresas, entidades y agentes económicos, sociales, académicos, de defensa, a ambos lados del canal.

El acuerdo y sus señales de confianza y esperanza no es una panacea. Unos y otros hemos de afrontar un largo camino de convivencia, reaprendiendo a relacionarnos. Su impacto va más allá de cálculos presupuestarios, porcentajes de PIB implicados en flujos comerciales entre las partes, legislación exnovo, plazas financieras por reinventar, un sin número de acuerdos y convenios en todo tipo de actividad y múltiples novedades que surgirán en el camino aconsejando acometer nuevas vías de solución, lo más compartibles posible, ante nuevos desafíos globales por venir. El Reino Unido se ve obligado a recomponer sus prioridades internacionales (empezando por la propia Europa, tanto de la Unión, como con aquella que no forma parte de la misma) y, sobre todo, su propia “reinvención interna”. El juego democrático pidió la salida de la Unión, pero no es una pieza única. Escocia quiere, mayoritariamente, democráticamente, continuar en la Unión Europea y quiere hacerlo como un Miembro (Estado independiente) más (de la misma manera que la Unión Europea exige procedimientos especiales de ingreso a Estados Miembro, cabe pensar si no serían excepcionales las medidas para mantener a millones de ciudadanos europeos en su seno, una vez manifestada su salida de un anterior Estado socio); Irlanda e Irlanda del Norte afrontarán la búsqueda de un nuevo espacio común y/o único (el tiempo y las condiciones, internas y externas) determinarán con qué grado de convergencia e integración; Gales ampliará, de una u otra forma y bajo esquemas de autogobierno, por definir, su pertenencia-relación en ese nuevo UK+ o UK- por reescribir. Todos y cada uno de ellos definirán nuevos espacios, propios, convergentes, de una u otra forma, tanto con el “nuevo” Reino Unido y/o Inglaterra, con cada una de las nuevas piezas por reconfigurar y con la nueva Unión Europea por redefinir. Sea o no un ejemplo a seguir, la realidad interna en los distintos Estados europeos de hoy ha de abordar su propio futuro dando respuesta a naciones sin Estado, a diferentes tipologías regionales, a voluntades diversas que, de forma escrupulosamente democrática, aspiren a nuevos espacios por configurar.

Porque si el Reino Unido tiene un apasionante nuevo espacio por recorrer, la Unión Europea no puede obviar que no solamente ha salido un “Estado Miembro” de su club, sino que ha de afrontar su propia estrategia ante cada una de las piezas “británicas” señaladas y volver, a la vez, su mirada hacia cada uno de los diferentes Estados que la conforman y concebir nuevos espacios de cosoberanía, modelos de gobernanza, máximo autogobierno diferencial y voluntades variadas ante desafíos individuales y conjuntos.

Sin duda, el final de este capítulo (no el último) del Brexit, abre nuevas vías de futuro. Más que nunca, 2021 exige una mirada e inteligencia democráticas de muy largo alcance. Y llega en un tiempo especial. Enero nos pilla sumidos en una pandemia con incidencias crecientes a la vez que esperanzados en la vacunación-inmunidad progresiva, en la mejor dotación farmacológica, de tratamientos y de servicios de cuidados, con recursos financieros nunca vistos al servicio de una recuperación acelerada global, con una experiencia aprendida a fuerza de evidencias desconocidas, pero con una sensación generalizada de superación.

Afrontamos nuevos retos, ilusionados con la recuperación de la valoración de las personas (con especial refuerzo de la población mayor a la que tras la votaciones del Brexit, parecía que el mundo despreciaba y les negaba el derecho a pronunciarse sobre el futuro), a un reforzado foco en la salud, en sentido amplio e integrado y no solo como ausencia de enfermedad o médico-hospitalario-centrista, así como al amplio y determinante espectro de los condicionantes socio económicos que marcan una grave diferencia entre la población, más allá del acceso universal pretendido, de la inevitabilidad de la consideración positiva de la comunidad, el “redescubrimiento” pese a tentaciones centralizadoras simplistas, de las diferencias y proximidad que obligan a decisiones multinivel con un máximo protagonismo directo y próximo a los problemas, a la coopetencia en redes (conocimiento, iniciativas protagonismo real, medios y recursos de valor) en proyectos compartidos.

Europa aporta el impulso necesario para mitigar miedos ante una recuperación económica que requiere mucho “oxígeno público” para acometer renovados proyectos que no solo restauren lo perdido, sino que aceleren enfrentarnos a los nuevos desafíos a la vez que reinventamos estrategias, soluciones innovadoras, inversiones tractoras de un futuro distinto, modelos de negocio respondiendo a demandas sociales esenciales, y, confiemos, hacerlo de la mano de quienes tienen proyectos, talento y capacidad para llevarlos adelante, no cayendo en errores del pasado. (Como el ejemplo de España en su pobre gestión y uso de fondos europeos, con un pobre balance de un escaso 30% de aplicación de los fondos asignados).

A su vez, aunque para algunos distante, la nueva presidencia de Joe Biden en los Estados Unidos de América en el próximo enero, abre un plus de esperanza y confianza para una esperable nueva gobernanza bajo un talante de interrelación y multilateralismo compartido y no impuesto que facilite afrontar aquellos grandes desafíos globales que exigen compromisos convergentes a lo largo del mundo. Solamente así, ofreciendo soluciones a los problemas y demandas sociales seremos capaces de hacer que la política con mayúsculas, que las instituciones responsables, que las empresas y la sociedad, no reaccionen de la mano de populismos, negacionismos, fake news y desconfianza generalizada. La oferta de soluciones, el liderazgo para encaminar sueños y motivaciones para dar sentido a nuestro esfuerzo, querrán la inclusión para un nuevo periodo a partir de nuestra ilusión para el 2021, año de transición activa no solo para la recuperación, sino para la reorientación sólida de nuevos espacios de mañana.

Sin duda alguna, hoy resulta imprescindible coser muchos trozos un tanto abandonados, como premisa y preparación para abordar la alta costura necesaria. La insatisfactoria respuesta a demandas similares a provocado múltiples iniciativas individuales, el desigual reparto de cargos y beneficio ha generado inevitables iniciativas individuales, el desprecio a principios de subsidiaridad y el protagonismo (leal y legítimo) de terceros ha sido demasiadas veces ignorado o secuestrado y la confianza no es ni cuestión de palabras, ni de discursos unidireccionales (“o conmigo o el caos”) que parecen dominar demasiados dirigentes de pensamiento único (mientras ejercen el poder). No obstante, el optimismo sigue al propósito de un mundo mejor para todos. Es la fuerza de una utopía por construir día a día. La motivación especial que dé sentido a nuestras vidas.

El post Brexit parecería la señal de un nuevo punto y aparte. No hay opción para el conformismo y la parálisis. Tiempos nuevos, exigentes, apasionantes. Afortunadamente, no hay un único camino. Son muchos las oportunidades. De nosotros dependerá hacerlas posibles.