El valor de las ciudades

(Artí­culo publicado en Deia el 29 de Junio)

En 2010, Bilbao recibió el primer premio Lee Kuan Yew de las Ciudades, premiándola por su modelo de transformación y ejemplo referente para las llamadas «Soluciones Urbanas Innovadoras», que habrí­an de guiar la nueva concepción del futuro de las ciudades como auténticas protagonistas de los nuevos espacios de desarrollo económico y social. Dos años más tarde, el premio correspondiente al 2012 fue otorgado a la ciudad de Nueva York, valorando muchas de las mismas razones que llevaron al éxito de Bilbao en un marco de intensa colaboración público-privada, bajo un claro liderazgo de innovación y estabilidad, hacia una ciudad «verde y habitable» a la vez que generadora -de forma constante- de nuevos espacios de emprendimiento, educación e innovación.

Hace unos dí­as, en su tercera edición, el premio 2014 ha recaí­do en la ciudad china de Suzhou, en la provincia de Jiangsu, en el delta del rí­o Yang.

Suzhou no es una ciudad-región desconocida ni recién llegada al primer plano. Sus 2.500 años de historia y su riqueza y herencia cultural han hecho del binomio tradición-progreso su seña de identidad. Con sus 10 millones de habitantes es uno de los ejemplos de la irrupción china de los últimos 30 años, aprovechando el fuerte tirón de crecimiento económico (en torno al 10% anual en las primeras dos décadas) hacia objetivos un tanto especí­ficos y diferenciados respecto de la media china observable. Así­, de la mano de sus iniciales «Master Plan» de 1986 y su actualización en 1996, ha sido capaz de integrar la búsqueda de 3 ejes vectores como pre-requisitos orientadores de su nueva estrategia: prosperidad económica, bienestar y preservación del medio cultural. Ejes convergentes que se tradujeron en un intenso esfuerzo por crecer atrayendo industrias y empresas de alto valor añadido, para las que se diseñaron y construyeron espacios ad hoc para alojarlas, huyendo del modelo «low cost–low tech» de crecimiento al uso en China. Esta apuesta diferenciada vino acompañada de un innovador modelo de «asentamiento y tránsito del medio rural al espacio urbano», bajo un esquema de realojamiento (vivienda, educación y servicios sanitarios y sociales) único en China, fortaleciendo «espacios rurales integrables en el desarrollo urbano», con familias enteras y una polí­tica abierta pro-inmigrantes. Modelo de cohesión que ha contribuido a la atracción y retención de personas y medios esenciales para su prosperidad. Bajo estas lí­neas de actuación, Suzhou ha sabido rehabilitar sus centros históricos, en especial su distrito histórico de Pingjiang, testigo de la dinastí­a Song y que junto a sus recuperados canales y lagos, ha permitido rehabilitar los espacios culturales y habitables que explican la historia y realidad de la ciudad como eje de un recuperado modelo de recuperación (premio UNESCO 2005), en armoní­a con las nuevas y modernas áreas periféricas y grandes infraestructuras de la más alta eficiencia y calidad al servicio de la ciudad y sus ciudadanos, haciendo de la naturaleza y los nuevos circuitos verdes, el mejor antí­doto anti-polución.

Hoy, con la concesión de este premio, la red de «lí­deres mundiales» en torno al «Nobel de las Ciudades» Lee Kuan Yew, formada por Bilbao-Nueva York-Suzhou, supone un triángulo único de referencia y de nuevas oportunidades. De esta forma, su promotor, Singapur, refuerza su capacidad de conocimiento y creatividad para desarrollar sus estrategias de desarrollo a partir de las «Soluciones Urbanas Innovadoras» como motor de innovación, tecnologí­a y manufactura avanzada, a la vez que mejora las condiciones de vida en su territorio y extiende por el mundo un «laboratorio permanente» de aprendizaje. Bilbao-Euskadi, como ciudad-región fortalece su inacabable proceso transformador y creativo, ampliando, a la vez, su red prioritaria y especializada. En esta ocasión, Suzhou, valida -una vez más- su modelo para el necesario cambio de ciudades en «el mundo en desarrollo» (más allá del intenso programa de construcción de más de 200 nuevas ciudades previsto para los próximos  veinte  años en China), hacia espacios vivibles, nuevas  polí­ticas sociales y la inevitable reconfiguración de las «mil chinas» existentes. Las ciudades serán el nuevo motor de integración, cohesión y desarrollo inclusivo de la futura China, de los nuevos espacios de esperanza (Africa) y de los paí­ses y regiones del mundo emergente.

Hoy, como hace 4 años, Bilbao ocupa un destacado papel transmitiendo al mundo «los valores que explican el éxito de una ciudad». Con Suzhou y Nueva York, teje otro eslabón más en la larga e inacabable cadena.

Cuando a lo largo de esta semana, en diferentes foros volví­amos a escuchar la necesidad y oportunidad que las «Ciudades del Futuro» ofrecen a nuestro Paí­s y sus empresas para construir un mejor hábitat -en casa- y generar riqueza y empleo, propiciar nuevas tecnologí­as y sus aplicaciones y nuevas soluciones innovadoras alimentando nuestras industrias clave de Paí­s, en ese gran mercado mundial en crecimiento, resulta trascendental poner en valor lo realizado, de modo que seamos capaces de afrontar el reto y oportunidades que las nuevas tendencias globales en lo que respecta al rol de ciudades y regiones, y a su desplazamiento geográfico hacia el Este del planeta, bajo una nueva conformación del mundo multilateral, ofrece. La transformación de la ciudad-región Bilbao-Euskadi, nuestra Euskal Hiria, no ha sido fruto de la casualidad. No es sino el resultado de una historia de innovación permanente, la implantación de una orientación y dirección estratégica, una transformación conjunta económica (sobre la base de nuestra cultura real) y social compartidas, la dotación de una red de bienestar, con la dirección de un liderazgo compartido, siguiendo  un marco nuevo (jurí­dico, presupuestario, organizativo y fí­sico) facilitador del cambio deseado, desde el compromiso y colaboración público-público y público-privado, con  la apropiación responsable de un proyecto y concepto ciudad-región de ciudad «extendida», más allá de los lí­mites fí­sicos y normativos de un perí­metro municipal o administrativo. No lo digo yo, lo dijo el jurado del premio Lee Kuan Yew cuando otorgó a Bilbao el primer premio mundial de ciudades, explicando el porqué del mismo.

La necesaria puesta en valor del nuevo protagonismo de las ciudades y de lo realizado aquí­, resulta de extraordinario interés para acometer las reflexiones y conclusiones de lo aprendido. Precisamente, hoy, cuando la marejada de las nuevas tendencias globales apuntan a un sinnúmero de nuevos marcos, recomendaciones y modelos, las más de las veces teóricos, que pretenden uniformizar en burocráticos programas acciones y programas inconexos escasamente articulados. Asistimos a una proliferación de proyectos bajo el paraguas de las Smart Cities que ofrecen subvenciones europeas a todo espacio urbano que siga un modelo concreto, aplique una determinada metodologí­a y se proponga los mismos resultados. Proyectos carentes de alma, identidad, compromiso y riesgo diferenciador de quienes han de impulsarlos. En paralelo, la moda del benchmarking, pretendiendo hacer lo mismo que otros hacen o el seguidismo de la venta de ciertos productos o clientelismo, nos pueden llevar a un camino fácil de escaso resultado; o propuestas que inciden en el viejo error de la oferta europea de programas, diseñados para su gestión simplificada y semiautomática de la burocracia y no en el objetivo real a perseguir: estrategias únicas, diferentes, de alto valor, para cada ciudad según su propio ADN. Confiemos no caer en el error y seguir apostando por poner los objetivos delante de la subvención. En nuestro caso, tenemos el camino aprendido. Y tenemos mucho aún por recorrer.

Nuestros gobiernos, nuestras ciudades, nuestras empresas y organizaciones especializadas, constituyen mimbres más que cualificados para articular adecuadas respuestas a los retos por venir. Aprovechemos esta oportunidad.

Sirva, por tanto, junto con la felicitación a Suzhou y su bienvenida «al Club», esta nueva edición del premio y las razones de su concesión  motivo para redoblar esfuerzos desde la confianza en el éxito posible. El valor que subyace bajo esta transformación ha de ser un pilar y palanca esencial para avanzar ante las nuevas perspectivas futuras.

Salud: Industria y cambios disruptivos…

(Artí­culo publicado en Deia el 15 de Junio)

Esta importante transición «disruptiva» que excede de la influencia de la tecnologí­a, los modelos de negocio y la generación de riqueza y empleo, se generaliza a lo largo del mundo.

En esta lí­nea, y en medio de un importante, si bien parcial, debate en torno al sistema de salud (en especial, al sistema público de salud) acrecentado en el largo perí­odo de crisis sistémica que padecemos, en Bilbao se dan cita 2.600 congresistas en el 47 Congreso nacional de la SEPAR (neumologí­a y cirugí­a torácica), abordando una amplí­sima agenda en torno a relevantes temas directamente asociados a su especialidad, las demandas de sus pacientes, los avances cientí­ficos y protocolos de atención. En este marco interno, sus organizadores me invitaron a compartir reflexiones en torno a «una visión humanista-económica que ampliase la óptica directa de los profesionales de la medicina», como ponencia inaugural el pasado viernes. De esta forma, tuve la oportunidad de compartir con ellos «Un renovado compromiso de co-creación de valor Empresa-Sociedad: Salud para todos, siempre». La ocasión permití­a  explicar el porqué de una inevitable «revisión y renovación del compromiso«, al objeto de romper el cí­rculo perverso de la crisis económica que parecerí­a alejarnos del compromiso de construir un Estado de Bienestar del que la Salud es un pilar esencial, de provocar la necesidad de recuperar y reivindicar el derecho esencial de la universalización de la asistencia sanitaria, atendiendo a la NECESIDAD y no a la posibilidad de pagarla, acompañando a las personas, en salud, a lo largo de toda su vida y no ante y durante la enfermedad. Retos y desafí­os que tensionan el sistema y obligan a renovar compromisos desde los valores y principios del humanismo y la sociedad devolviendo la centralidad, prioridad y causa-efecto a las personas, destacando la ética, la formación, la vocación y el servicio como eje esencial del rol médico, y resto de agentes de salud implicados.

Con tal armazón, se tratarí­a de «repensar» viejos-nuevos paradigmas como desafí­o y oportunidad:

1) Concebir y gestionar la SALUD más allá de la SANIDAD y la ausencia de enfermedades.

2)  «Clusterizar» la salud dando sentido a la pluridisciplinariedad desde la interacción de una medicina «extendida», una tecnologí­a aplicable a la salud, un vector económico de riqueza y empleo, nuevas infraestructuras adecuadas a los objetivos reales previstos, la educación y nuevos espacios de formación y especialidad, su integración con los servicios sociales y la financiación requerida.

3) Redefinir roles de los actuales y nuevos jugadores en el sistema de salud, con un papel relevante para la enfermerí­a, los agentes de salud y desarrollo comunitario y el propio paciente con un cada vez mayor protagonismo en su enfermedad y, sobre todo, en su salud. Salud, educación, desarrollo comunitario, constituyen nuevos pilares básicos del desafí­o.

 4) Superar la paralizante discusión simplista de la privatización versus el compromiso insustituible de la responsabilidad de los poderes públicos. Es un tiempo de coopetencia público-privada y público-público (niveles de atención, roles, espacio salud-social,…) en el que organización, propiedad, estructura, financiación y atención han de repensarse desde su esencia y coste-eficiencia al servicio del objetivo real: salud para todos.

Así­, todo este nuevo bagaje requiere, además, abordar un marco adicional de gran trascendencia y en lí­nea con el apartado introductorio de este artí­culo: Salud y Economí­a. Más allá de la dignidad, equidad y «derecho natural» a la salud, ésta ha de verse como una fuente de innovación, riqueza y empleo así­ como clave de la competitividad para el bienestar de la población. La salud (y un sistema Paí­s debidamente articulado) es factor de empleabilidad (en Euskadi hoy, sobre todo, de la mujer), tractor demandante de servicios especializados, generador de conocimiento, talento y motor de la innovación. Es, sin duda, fuente y aplicación de la tecnologí­a, demandante de infraestructura y equipamiento y transformador, también, de modelos de negocio.

Así­, más allá del importante debate especializado de los profesionales en el marco de su revitalizador congreso anual, el efecto «disruptivo» que se cierne sobre su propia actividad provoca un nuevo ADN del sistema: «hacer de las necesidades, desafí­os sociales, la fuente de los nuevos modelos de desarrollo, sistemas completos de salud y renovado compromiso Personas-Medicina-Salud-Economí­a y Sociedad». Este nuevo-viejo paradigma entronca, en mi opinión, con el escenario mundial observable en una industria de la salud en plena ebullición y que, como plantea el mencionado artí­culo inicial, permite comparar con los cambios disruptivos que se han venido dando en diferentes industrias a lo largo del tiempo.

Como todo cambio radical de esta magnitud, la incertidumbre es enorme y condiciona actitudes, culturas tradicionales, modelos organizativos y acciones en curso. En el campo de la salud, además, se da un complejo «mercado» con la perversidad de la toma de decisiones de los actores implicados, en el que, normalmente, quien requiere la atención o no paga por la misma de forma directa, no decide el «servicio o atención que requiere», dispone de una limitada capacidad de elección del proveedor directo e indirecto, ve limitada su información y formación, y tiene un escaso protagonismo positivo en su propia salud a lo largo de su vida. Por no decir, además, que una elevadí­sima población continúa al margen del sistema, no pudiendo acceder a un sistema de salud pese al, afortunadamente, cuasi universal reclamo de paí­ses, gobiernos y sociedad por el acceso universal a la salud y el creciente avance y mejora de la cobertura de salud, de calidad, a lo largo del mundo. Sin embargo, la buena noticia es que estas transiciones hacia nuevos espacios no son sino grandes bolsas de oportunidad. La historia empresarial, no obstante, enseña un elevado fracaso en la mayorí­a de las empresas en su interpretación y tiempos cuando se produce la disrupción industrial, cuando cambian las reglas del juego y aparecen nuevos jugadores. Mckinsey, apunta tres estrategias convergentes  para esta industria de la salud: reenfocar su cartera de productos y servicios hacia las lí­neas de cambio observables, transformar los modelos de negocio con especial atención a «segmentos no abordados hasta el momento» y atentos a las ofertas novedosas de los nuevos entrantes que cuentan con la desventaja de la inexperiencia pero la bondad y flexibilidad de no contar con hipotecas estructurales heredadas, y/o construir un nuevo y mayor negocio, bien con alianzas, adquisiciones o fusiones. En todo caso, ninguna ví­a garantiza el éxito, y todas exigen de sus propietarios y directivos un cambio de actitud y enfoque, una adecuada reasignación de recursos (toda estrategia es solamente teorí­a mientras no se reasignan los recursos para implementarla), incrementar la velocidad y capacidad, el cambio desde la comprensión de las competencias con que en verdad se cuenta y ser coste-eficiente para el nuevo envite.

Sin duda, la industria de la salud vive un nuevo momento de cambio. Desafí­os y oportunidades se entrelazan para orientar un nuevo rumbo. Es un momento ideal, también para los gobiernos, para repensar sus sistemas de salud, su organización administrativa y su concepción, también, como un auténtico motor generador de empleo, riqueza, bienestar. No es solamente un espacio para las biociencias en términos de investigación o apuesta de largo plazo, es, sobre todo, un espacio de servicio, de actividad, de desarrollo tecnológico aplicado y de reconfiguración industrial. He aquí­ uno de nuestros grandes nichos y espacios de futuro.

Salud: cobertura universal, pilar de bienestar, y por supuesto, motor económico, tecnológico y de innovación y empleo. Una industria clave para Euskadi.

Otra polí­tica económica, otra Europa…

(Artí­culo publicado en Deia el 1 de Junio)

Más allá del nerviosismo desatado tras las elecciones europeas del 25 de Mayo en los principales partidos y grupos del «establishment», reaccionando como si los resultados hubieran sorprendido y no evidenciado, simplemente, los errores cometidos a lo largo, al menos, de los últimos años, acumulando comportamientos endogámicos, alejados de la realidad social y territorial, fomentando su propio «bienestar de aparato», parecerí­a razonable concentrar la reflexión en presupuestos de futuro capaces de reconducir polí­ticas fracasadas hacia proyectos de ilusión y esperanza.

En paralelo, tres publicaciones recientes están concitando un gran interés en el actual debate en torno a los nuevos desafí­os del desarrollo económico ante las graves carencias que el «modelo económico dominante» ofrece a una población cada vez más desigual, más desanimada y desafectada respecto a instituciones, gobiernos y empresas, que sufre con el galopante desempleo y la fragilidad e incertidumbre ante el empleo existente o potencialmente alcanzable. Interés obligado por la necesidad de encontrar alguna luz que nos permita pensar que una manera diferente de hacer las cosas es posible.

La ya prolongada y persistente última crisis que venimos padeciendo en los últimos siete u ocho años, en menor o mayor medida en según que zona y/o estrato económico a lo largo del mundo, cuestiona un buen número de lí­neas de pensamiento que parecí­an haber dado con la «varita mágica» en torno a una globalización generadora de crecimiento y prosperidad generalizados, la consiguiente creación de empleo «inteligente y modificado» para una población joven adecuada y preparada para la sociedad del conocimiento, afianzada en una acelerada diseminación de las tecnologí­as de la información facilitadoras de nuestras vidas, en un mundo de abundancia de bienes, servicios y capital guiado, todo ello, por un eficiente y milagroso mercado como foco de una supuesta igualdad de oportunidades guiada por la meritocracia, con una clara resultante de prosperidad.

La realidad, sin embargo, da paso a nuevos paradigmas que vienen a complicarnos un poco más la vida. El «proceso de éxito» descrito en el párrafo anterior, en caso de haber existido, ha quebrado y exige una nueva «redefinición» no ya de cada fase del mismo (globalización, mercado, crecimiento, financiación, educación-empleabilidad, sociedad y economí­a del conocimiento…) sino del papel que ha de desempeñar cada uno de los actores de un sistema y/o modelo socio-económico al servicio final de las personas, las empresas, los gobiernos y los territorios implicados.

Así­, el premio nobel de economí­a y ex economista jefe del Banco Mundial (además de miembro del Consejo Económico del Presidente Clinton) y su compañero de Cátedra en la Universidad de Columbia, Bruce Greenwald, aportan una nueva aproximación al crecimiento, el desarrollo y el progreso social proponiendo «la creación de una Sociedad del aprendizaje» empezando por repensar algunos conceptos básicos, partiendo de los trabajos del profesor Kenneth Arrow (que a juicio de los autores ha sido el «mayor contribuyente al cambio del pensamiento en las últimas seis décadas») en su «Elección Individual y Valores Sociales». En su profundo trabajo, contrastando la academia con la experiencia de las polí­ticas seguidas en los dos siglos de crecimiento y transformación económica vividos a partir de 1.800, resaltan, entre otros aspectos clave, una serie de hechos relevantes: a) la falsedad de la eficiencia del mercado; b) la importancia diferencial y enriquecedora de las ventajas comparativas dinámicas que obligan a diseñar e implantar polí­ticas económicas (sobre todo industriales) diferentes, región a región, con el propósito esencial del «desarrollo endógeno» desde los fundamentos microeconómicos que conlleva; c) el «aprendizaje» haciendo y no la acumulación de tecnologí­a o capital como motor del cambio; d) la inevitable interacción público-privada/gobierno-empresa no como opción entre uno y otro, sino como alianza inseparable; e) la convergencia permanente entre polí­ticas económicas y sociales; f) la supeditación de los mercados de capitales y polí­ticas fiscales a la estrategia económica de desarrollo endógeno…

Estas «conclusiones» (recogidas de forma excesivamente simplificadas en este artí­culo) se asemejan a la lí­nea argumental que Michael Porter, M. Kramer y M. Green sugieren en sus múltiples trabajos que concentran sus últimas publicaciones en torno a la «Convergencia Estratégica Empresa-Sociedad» y su «Imperativa de Progreso Social» para llevar sus ideas a la práctica, articulando la concurrencia de la Estrategia «clusterizada» para la competitividad, orientada hacia el progreso social y la prosperidad, a través del «valor compartido» en un proceso permanente de co-creación de valor que exige de las empresas la redefinición de su estrategia y modelo de negocio a partir de las «necesidades sociales» como oportunidad de negocio, la cadena de valor de la que forma parte con un claro peso a la potencialidad de su desarrollo en un entorno propio (endógeno) y clusterizando la actividad económica  «rompiendo» las fronteras de la empresa y de los sectores, en un compromiso empresa-gobierno-sociedad en el largo plazo, trascendiendo del PIB como indicador dominante del desarrollo.

Adicionalmente, Thomas Piketty, a través de su «Capital en el Siglo XXI» ha «revolucionado» el contexto ideológico abanderando el gran debate de la dinámica de la renta y el bienestar, poniendo el acento en el cí­rculo perverso de la acumulación del capital, y su herencia como fuente imparable de la desigualdad creciente. Desigualdad que en pleno debate entre crecimiento y desarrollo inclusivo, agravado en la Europa del desempleo, provoca un intenso cuestionamiento de los modelos vigentes y las polí­ticas en curso que, además, parecerí­an inmutables en los programas de los gobiernos europeos y de su futura Comisión. Confiemos que no incidan en su error y entiendan que no será posible construir el sueño europeo acompañados de una escasa participación y una denuncia cuyas voces se extienden a lo largo y ancho del espacio que pretenden gobernar.

Con estas reflexiones, ahora que Europa ha podido constatar en las urnas lo que ya sabí­a (que su modelo de desarrollo económico ha fracasado, que sus polí­ticas y gestión de la crisis no resuelven los problemas y demandas de empresas, gobiernos y personas, que dejar la economí­a en manos del mercado resulta caótico, que centrar su atención en el liberalismo financiero ni lo hace más competitivo ni lo acerca a la economí­a real, que responder a las «señales del mercado de capitales» como único signo de éxito o fracaso no lleva a ningún sitio, que practicar la máxima de que la «mejor polí­tica industrial es la que no existe» y que las ayudas de Estado y desarrollo local «son anticompetitivas» es un verdadero error que deja a Europa y sus pueblos desprotegidos y en manos de no se sabe quien ni para qué, que diseñar polí­ticas horizontales iguales para todos impide la innovación, el aprendizaje y el logro de la competitividad y prosperidad deseadas…). Europa debe comprender que, una vez más, el mensaje recibido, traducido de mil maneras, es, sobre todo, un clamor de su aumentada desafección, sobre todo, a su falta de proyecto de futuro para generaciones que no pueden esperar 15 o 20 años a que «el sacrificio de hoy se traduzca en el empleo de pasado mañana». No vendrí­a mal, por tanto, que sus dirigentes aprovecharan sus largas estancias en Bruselas-Estrasburgo-Luxemburgo en repasar, al menos, estas publicaciones e ideas y se ocuparan en repensar el nuevo rumbo que Europa necesita. Europa y nuestros males no son solamente una cuestión de economí­a, pero sin afrontar un modelo de desarrollo económico inclusivo, en poco ayudarán parches menores o discursos, necesarios pero insuficientes. Se puede ser revolucionario y amar las flores, pero no basta amar las flores sin cuidar e intervenir en el jardí­n.

Afortunadamente, en casa, conocemos estas recetas que parecen concluirse del pensamiento recogido en las publicaciones mencionadas, desde la autoridad de quien las sugiere y que vienen a acompañar otras muchas alineadas con estas ideas y prácticas. Con el esfuerzo experto y la confianza en el camino emprendido, apostemos por nuestro propio destino. Estamos en un momento crí­tico en el que tenemos, también, una extraordinaria oportunidad para redoblar esfuerzos en la dirección deseada.  Construyendo Euskadi, construyendo Europa. Como decí­amos una semana antes de las pasadas elecciones: Más Europa, Otra Europa.