(Artículo publicado en Deia el 15 de Junio)
Esta importante transición «disruptiva» que excede de la influencia de la tecnología, los modelos de negocio y la generación de riqueza y empleo, se generaliza a lo largo del mundo.
En esta línea, y en medio de un importante, si bien parcial, debate en torno al sistema de salud (en especial, al sistema público de salud) acrecentado en el largo período de crisis sistémica que padecemos, en Bilbao se dan cita 2.600 congresistas en el 47 Congreso nacional de la SEPAR (neumología y cirugía torácica), abordando una amplísima agenda en torno a relevantes temas directamente asociados a su especialidad, las demandas de sus pacientes, los avances científicos y protocolos de atención. En este marco interno, sus organizadores me invitaron a compartir reflexiones en torno a «una visión humanista-económica que ampliase la óptica directa de los profesionales de la medicina», como ponencia inaugural el pasado viernes. De esta forma, tuve la oportunidad de compartir con ellos «Un renovado compromiso de co-creación de valor Empresa-Sociedad: Salud para todos, siempre». La ocasión permitía explicar el porqué de una inevitable «revisión y renovación del compromiso«, al objeto de romper el círculo perverso de la crisis económica que parecería alejarnos del compromiso de construir un Estado de Bienestar del que la Salud es un pilar esencial, de provocar la necesidad de recuperar y reivindicar el derecho esencial de la universalización de la asistencia sanitaria, atendiendo a la NECESIDAD y no a la posibilidad de pagarla, acompañando a las personas, en salud, a lo largo de toda su vida y no ante y durante la enfermedad. Retos y desafíos que tensionan el sistema y obligan a renovar compromisos desde los valores y principios del humanismo y la sociedad devolviendo la centralidad, prioridad y causa-efecto a las personas, destacando la ética, la formación, la vocación y el servicio como eje esencial del rol médico, y resto de agentes de salud implicados.
Con tal armazón, se trataría de «repensar» viejos-nuevos paradigmas como desafío y oportunidad:
1) Concebir y gestionar la SALUD más allá de la SANIDAD y la ausencia de enfermedades.
2) «Clusterizar» la salud dando sentido a la pluridisciplinariedad desde la interacción de una medicina «extendida», una tecnología aplicable a la salud, un vector económico de riqueza y empleo, nuevas infraestructuras adecuadas a los objetivos reales previstos, la educación y nuevos espacios de formación y especialidad, su integración con los servicios sociales y la financiación requerida.
3) Redefinir roles de los actuales y nuevos jugadores en el sistema de salud, con un papel relevante para la enfermería, los agentes de salud y desarrollo comunitario y el propio paciente con un cada vez mayor protagonismo en su enfermedad y, sobre todo, en su salud. Salud, educación, desarrollo comunitario, constituyen nuevos pilares básicos del desafío.
4) Superar la paralizante discusión simplista de la privatización versus el compromiso insustituible de la responsabilidad de los poderes públicos. Es un tiempo de coopetencia público-privada y público-público (niveles de atención, roles, espacio salud-social,…) en el que organización, propiedad, estructura, financiación y atención han de repensarse desde su esencia y coste-eficiencia al servicio del objetivo real: salud para todos.
Así, todo este nuevo bagaje requiere, además, abordar un marco adicional de gran trascendencia y en línea con el apartado introductorio de este artículo: Salud y Economía. Más allá de la dignidad, equidad y «derecho natural» a la salud, ésta ha de verse como una fuente de innovación, riqueza y empleo así como clave de la competitividad para el bienestar de la población. La salud (y un sistema País debidamente articulado) es factor de empleabilidad (en Euskadi hoy, sobre todo, de la mujer), tractor demandante de servicios especializados, generador de conocimiento, talento y motor de la innovación. Es, sin duda, fuente y aplicación de la tecnología, demandante de infraestructura y equipamiento y transformador, también, de modelos de negocio.
Así, más allá del importante debate especializado de los profesionales en el marco de su revitalizador congreso anual, el efecto «disruptivo» que se cierne sobre su propia actividad provoca un nuevo ADN del sistema: «hacer de las necesidades, desafíos sociales, la fuente de los nuevos modelos de desarrollo, sistemas completos de salud y renovado compromiso Personas-Medicina-Salud-Economía y Sociedad». Este nuevo-viejo paradigma entronca, en mi opinión, con el escenario mundial observable en una industria de la salud en plena ebullición y que, como plantea el mencionado artículo inicial, permite comparar con los cambios disruptivos que se han venido dando en diferentes industrias a lo largo del tiempo.
Como todo cambio radical de esta magnitud, la incertidumbre es enorme y condiciona actitudes, culturas tradicionales, modelos organizativos y acciones en curso. En el campo de la salud, además, se da un complejo «mercado» con la perversidad de la toma de decisiones de los actores implicados, en el que, normalmente, quien requiere la atención o no paga por la misma de forma directa, no decide el «servicio o atención que requiere», dispone de una limitada capacidad de elección del proveedor directo e indirecto, ve limitada su información y formación, y tiene un escaso protagonismo positivo en su propia salud a lo largo de su vida. Por no decir, además, que una elevadísima población continúa al margen del sistema, no pudiendo acceder a un sistema de salud pese al, afortunadamente, cuasi universal reclamo de países, gobiernos y sociedad por el acceso universal a la salud y el creciente avance y mejora de la cobertura de salud, de calidad, a lo largo del mundo. Sin embargo, la buena noticia es que estas transiciones hacia nuevos espacios no son sino grandes bolsas de oportunidad. La historia empresarial, no obstante, enseña un elevado fracaso en la mayoría de las empresas en su interpretación y tiempos cuando se produce la disrupción industrial, cuando cambian las reglas del juego y aparecen nuevos jugadores. Mckinsey, apunta tres estrategias convergentes para esta industria de la salud: reenfocar su cartera de productos y servicios hacia las líneas de cambio observables, transformar los modelos de negocio con especial atención a «segmentos no abordados hasta el momento» y atentos a las ofertas novedosas de los nuevos entrantes que cuentan con la desventaja de la inexperiencia pero la bondad y flexibilidad de no contar con hipotecas estructurales heredadas, y/o construir un nuevo y mayor negocio, bien con alianzas, adquisiciones o fusiones. En todo caso, ninguna vía garantiza el éxito, y todas exigen de sus propietarios y directivos un cambio de actitud y enfoque, una adecuada reasignación de recursos (toda estrategia es solamente teoría mientras no se reasignan los recursos para implementarla), incrementar la velocidad y capacidad, el cambio desde la comprensión de las competencias con que en verdad se cuenta y ser coste-eficiente para el nuevo envite.
Sin duda, la industria de la salud vive un nuevo momento de cambio. Desafíos y oportunidades se entrelazan para orientar un nuevo rumbo. Es un momento ideal, también para los gobiernos, para repensar sus sistemas de salud, su organización administrativa y su concepción, también, como un auténtico motor generador de empleo, riqueza, bienestar. No es solamente un espacio para las biociencias en términos de investigación o apuesta de largo plazo, es, sobre todo, un espacio de servicio, de actividad, de desarrollo tecnológico aplicado y de reconfiguración industrial. He aquí uno de nuestros grandes nichos y espacios de futuro.
Salud: cobertura universal, pilar de bienestar, y por supuesto, motor económico, tecnológico y de innovación y empleo. Una industria clave para Euskadi.