September 11. Años mas tarde.

   La  tragedia del 11-S que marcó no solamente el sentimiento de vulnerabilidad de la sociedad norteamericana, un antes y un después en la relación libertad-seguridad y, también, la excusa para  que servicios de inteligencia, ejércitos y gobiernos inventaran excusas y pruebas para avocar al mundo a sendas guerras en Irak y Afganistán, ha dejado una profunda huella en el americano medio y en el neoyorquino en particular. Más allá de las ví­ctimas vilmente asesinadas por el terrorismo injustificable, y los cientos o miles de familias y proyectos de vida truncados, verdaderos perdedores de la masacre.

   Hoy, años después, Nueva York ha amanecido con plena normalidad. Incluso son escasos los actos in memoriam programados, la vida parecerí­a seguir su cauce normal y no se observan medidas especiales que hagan recordar tan señalado dí­a.

   He  llegado al aeropuerto JFK para tomar un vuelo internacional y tanto el checking como los controles de seguridad han sido especialmente simples y rápidos para lo que es habitual en este aeropuerto. Quizás, la mayor nota discordante esté en el debate polí­tico entre los gobernantes de la Ciudad y el Estado de Nueva York a causa de la financiación, la gestión y el protagonismo principal del Museo de las Victimas a situarse en el antiguo World Trade Center, futuro Centro de la Libertad y la Memoria. Se anuncia que no ha sido posible llegar a tiempo para una inauguración provisional, tampoco lo estará el año próximo y abriga dudas razonables para su concreción antes del final de la construcción del nuevo espacio inmobiliario de la antes llamada zona cero.

   En la calle, otro debate mayor: la campaña presidencial de Noviembre. En plena fase final, Obama lucha por convencer a sus desanimados votantes que no se ha apartado de sus promesas si bien confundió u omitió los plazos. Pide renovar su confianza y otorgarle otros cuatro años para  cumplir lo prometido, vencer a la realidad y evitar que «los de siempre» destruyan lo que él ha empezado a cambiar. Por contra Romney apela a los resultados observables de la era Obama, al desempleo creciente, al empobrecimiento relativo generalizado del ciudadano medio en estos cuatro años y sugiere se analice su gestión a lo largo de su vida polí­tica y empresarial: «yo no hablo de lo que he estudiado y aprendido en libros, como otros, yo digo que haré lo que ya he hecho».

   Hoy el 11-S no es moneda de cambio o confrontación en la elección americana. Lo es la economí­a, el bienestar de la clase media y la capacidad de ofrecerle un futuro mejor.

   A miles de kilómetros de distancia, cientos de miles de familiares y nuevas ví­ctimas continúan librando las batallas de Afganistán e Irak y el mundo es, sin duda, diferente a lo que era aquel fatí­dico 11-S. Sobrevuelo Guantánamo. Definitivamente, el mundo es diferente y el dí­a, de normal, tiene más bien poco.