(Artículo publicado el 29 de Marzo)
Evitar el COVID-19 en cualquiera de sus diferentes manifestaciones o aproximaciones, resulta poco menos que imposible en estos momentos. Ya sea comentar su efecto devastador, el dolor, tragedia y muerte que arrastra, sus inciertas consecuencias en los ámbitos social, económico, político y los nuevos escenarios que están por venir, ocupa casi en exclusiva el tiempo de nuestros diferentes grados de aislamiento, encierro o confinamiento, extendiéndose de una u otra manera a lo largo del mundo. Los estados de alerta iniciales se van ampliando y acompañarán las decisiones y estrategias de contención recomendadas y aplicadas por la inmensa mayoría de países, dejando, no obstante, un importante debate sobre su extensión total, potenciales medidas y espacios un tanto relajados aunque sea en períodos cortos e intermitentes, que permitan dar un respiro a las poblaciones, en especial las más vulnerables, necesitadas de treguas deseables, en la medida que sean compatibles con el necesario y recomendado distanciamiento social e higiene sanitaria. Panorama esperable mientras demos tiempo a suavizar las respuestas de los diferentes sistemas y servicios de salud y a disponer de soluciones y tratamientos farmacológicos y la tan esperada y anunciada vacuna y/o la inmunidad general deseable.
Pero, en todo caso, la superación de esta pandemia será un hecho y volveremos a la “nueva normalidad”. Entonces, será también el momento de la retrospectiva y nuestra mirada nos llevará atrás a preguntarnos: ¿Qué ocurrió durante esos meses?
A primeros del año 2009, tras el enorme crac económico-financiero padecido, el novelista chino Chan Koonchung publicó “Años de prosperidad”, cuya sugerente trama se basaba en un profundo olvido colectivo que llevaba a la población china a un inigualable sentimiento de felicidad y prosperidad ajeno a la percepción, sentimientos y realidad observable en el nuevo escenario que vivían. Llevaba, en consecuencia, a pensadores, críticos, ciudadanos incrédulos a considerar que “alguien” “les había robado unos meses de su vida”, lo que les llevaba a la búsqueda de aquél “sujeto culpable”, así como de la necesidad de esforzarse en construir un nuevo espacio, un FUTURO diferente, que hiciera compatible el deseo de perpetuar dicha felicidad y prosperidad (en apariencia perdida) para convertir la percepción en la realidad.
Esta fábula discurre por una búsqueda continua de cómplices, la sociedad en su conjunto, que se sume a un compromiso de trabajo y transformación de aquel espacio vital, la remoción de los obstáculos y barrearas que habían surgido, las dificultades añadidas que el nuevo mundo había dejado y aquellas líneas aspiracionales, de futuro, que habrían de ser reconstruidas (o construidas ex novo). En esta misma columna, hace quince días, comentaba el impacto general y global que esta pandemia ha de provocar, llevándonos a cuestionar aquellos elementos clave que hemos considerado esenciales hasta este momento y que hemos de filtrar a partir de las nuevas lecciones que hayamos aprendido durante la situación de emergencia (“Crash Pnadémico”. Neure Kabuz). “Mañana, cuando concluya la etapa coyuntural, habremos de revisitar nuestros modelos y reconsiderar muchas de las ideas fuerza cuestionadas por la crisis aprendida y consideraremos diversas lecciones de lo sucedido”…
La vida post COVID-19 no será una novela como la mencionada, pero sí un gran desafío y proyecto colectivo que necesitará de los mejores valores que el tiempo de pandemia ya está poniendo de manifiesto. Serán muchos los nuevos caminos a recorrer y otros tantos aquellos por desandar y hemos de abordarlos con la fortaleza de las lecciones aprendidas. Si en 2009, año de la mencionada novela, se enarbolaba la bandera de la reinvención ideológica, la deconstrucción de modelos socio económicos, la generación de nuevas instituciones y modelos de gobernanza, en especial en los ámbitos globales o internacionales, la reordenación de valores y prioridades, y con el paso del tiempo, vemos que, desgraciadamente seguimos en un enorme gap entre lo que creíamos necesario y posible cambiar y el camino recorrido, la salida post pandemia, deberá reforzar nuestras ideas y convicciones transformadoras, reales. Será el momento que, como Koonchung se proponía, “busquemos los meses perdidos y generemos la nueva prosperidad duradera”. Todo un mundo nuevo estará por venir, a nuestra disposición, y será nuestro empeño.
En estos días, en pleno estado de alarma -aceptado por su excepcionalidad al servicio del objetivo de la salud- asumimos el autocontrol crítico, evitando mostrar discrepancias limitadoras de resultados colectivos. Los diferentes gobiernos, de todo ámbito institucional, han definido múltiples medidas extraordinarias al servicio de las personas, desde la mejora e intervención en los sistemas de salud, nuestras relaciones tributarias, las necesidades mínimas necesarias para superar la caída de nuestras economías y la, de una u otra forma, imprescindible cobertura de precariedad y condiciones mínimas de vida. Toda medida de apoyo será insuficiente (o así la verá cada uno desde su propia óptica, demandas y necesidades), pero mitigarán el tránsito inicial hacia el punto de salida. Mañana, una vez resuelto el objetivo prioritario, será el momento de aplicar lo aprendido y, construir, desde nuestras aspiraciones de bienestar, un nuevo futuro. Será entonces, cuando mirando hacia atrás, centremos nuestra atención en las muchas fortalezas desplegadas, en las múltiples iniciativas abordadas y en las palancas de cambio desarrolladas. Será entonces cuando no hablemos de “meses perdidos”, sino de nuevos espacios, tiempos y proyectos de ilusión y será el momento de aplicar las lecciones aprendidas. Será el momento de convertir las bondades y cambios determinados por la emergencia en las guías del nuevo camino en la normalidad. Habremos aprendido que había muchas cosas que se podían hacer de otra manera, que existe todo un mundo de relaciones con terceros por explorar, que hay un enorme capital humano que habíamos condenado al ostracismo y retiro cuando resulta imprescindible para aportar valor a la Sociedad, que hay demasiadas actividades esenciales que permanecían ocultas para todos, que poner el acento en la potencial solución es preferible a encerrarnos en los problemas, que la velocidad y el tiempo son más relativos de lo que parecía, que la comunidad es más relevante de lo aparente, y también que existen más “bichos” que el virus… y que hemos de ser lo suficientemente enérgicos con ellos para aislarlos evitando futuras “pandemias sociales”.
Post pandemia. Será entonces cuando demos un nuevo salto hacia un futuro, sin duda, mejor y viviremos la felicidad de los nuevos “años de prosperidad”. Momento al que llegaremos desde diferentes posiciones, en las que habrá resultado relevante lo que hayamos hecho, cada uno, cada empresa, cada gobierno, cada organización en estos tiempos de emergencia. Será entonces cuando nos preguntemos: ¿Qué ocurrió durante esos meses perdidos?