(Artículo publicado el 29 de Noviembre)
Bajo la dirección de mi colega y amigo Amit Kapoor al frente del Instituto para la Competitividad de la India y en colaboración con la Social Progress Imperative, se ha presentado el índice de Progreso social en los Estados (provincias) de la India.
El amplio trabajo realizado sobre la base del SPI (índice de Progreso Social) pretende aportar nuevas herramientas de análisis para la toma de decisiones de empresarios, políticos y «líderes transformadores» de la sociedad, entendiendo cómo, pese al avance en desarrollo económico de la India, el desarrollo y progreso social, no se ha dado en la misma proporción y cómo, además, las diferencias entre los diferentes estados no son solamente notorias, sino que, en algunos casos, relativamente sorprendentes, mostrando una más que notable brecha entre el PIB y el desarrollo social. Así, en un País-Continente (por definirlo de alguna manera) en el que vive la sexta parte de la población mundial (1.300 millones de personas), con una gran mayoría carente del acceso a los servicios esenciales en materia de salud, educación y nutrición y con un 30% de su población rural sin electricidad, o en el que al menos el 35% de los procesos judiciales requieren más de 3 años para completarse, resultaba más que conveniente abordar un proyecto de esta magnitud a partir de la iniciativa, impulso y metodología de Michael E. Porter y Michael Green en su ya acreditada iniciativa para el Progreso Social. Un complejo y riguroso trabajo que permite disponer de herramientas fiables de medición y orientación en las políticas públicas y el uso prioritario de los recursos, dando luz al mundo empresarial para repensar y reorientar sus modelos de negocio y roles particulares.
Si bien a cualquiera que piense en la India ha de resultarle una obviedad hablar de heterogeneidad, diferencias regionales, desequilibrios entre Estados, distritos o barrios, y en consecuencia, daría por buenos (e imprescindibles) diferentes modelos y niveles de gobierno, distribución competencial entre unos y otros y estrategias públicas diferenciadas para cada región o ciudad, así como estrategias empresariales distintas según regiones o mercados internos por acometer, no les parecería tan evidente trasladar dicha «normalidad» a otros Países-Mercados del mundo en que operen o vivan, como lo demuestran diferentes actitudes y decisiones (públicas y privadas) en determinados países y regiones a lo largo del mundo como en el caso del Estado español tal y como hemos podido comprobar esta misma semana. Como ejemplo, baste referirnos a la «extrañeza» con la que el gobierno español, sus antecesores del PSOE (promotores de la ley), las patronales y algunas empresas multinacionales, han recibido la anulación de los artículos esenciales de la Ley de Unidad de Mercado que, en palabras del Tribunal Constitucional, «no ampara situarse en el lugar que se quiera para operar en todo el territorio del Estado sin cumplir regulaciones específicas de diferentes Comunidades Autónomas atendiendo a sus particularidades, determinantes económicos, políticos y sociales». Levantan la voz y «advierten» del peligro de no contar con licencias únicas, modelos y organizaciones de gobierno centralizadas e iguales y «ventanilla única» adecuadas a su propia organización interna.
Algo tan elemental permite acercarnos a la esencia del trabajo en cuestión realizado en India. Recordemos que el mencionado índice incluye, en exclusiva, indicadores sociales en cuanto a necesidades humanas básicas, fundamentos de bienestar y oportunidades (derechos, libertades, tolerancia, inclusión y acceso a la educación avanzada). Más allá del PIB (Producto Interior Bruto) de muy reciente uso (1944), cuando los determinantes y manera de entender la economía eran muy diferentes a los de hoy, y que ha «facilitado» una manera supuestamente homogénea de medir las economías y su rendimiento regional, y que ha condicionado de manera excesiva (y excluyente) las políticas públicas (economías y sociales) en las últimas décadas, la realidad pasa factura y las desigualdades, carencias y no acceso desde la base a cifras globales, ha venido generando la necesidad de nuevas maneras de observar el mundo, la economía, la interacción economía-sociedad en el ámbito de nuevos espacios y objetivos de inclusión. Así, siendo relevante el crecimiento económico, resulta insuficiente para el bienestar y progreso social de las ciudades, demandantes, día a día, de nuevas medidas, políticas y soluciones de sus gobiernos. Un ejemplo de esta disociación real lo hemos tenido esta misma semana con la presentación del Plan de Trabajo de la Unión Europea para el 2018, cuyo preámbulo y objetivo destaca la importancia del crecimiento económico global de la Europa 27 (2% del PIB) haciendo nula referencia a las diferencias no ya solo entre Estados o regiones europeas (ni siquiera de «los 98 nuevos problemas de gobernanza» que señalaba Juncker para despejar el asunto Catalunya-España), sino entre ciudadanos europeos. Su olvido y tendencia es más que significativo de las prioridades europeas para su último ejercicio en la Comisión. (Un horizonte nada apetecible, no ya para «los 98″ que queremos otra y más Europa, sino para los 27 post Brexit). En esta línea en apariencia dominante en el pensamiento globalizador, el Informe en la India aporta aires nuevos y permite observar relevantes contradicciones, como por ejemplo la dualidad entre desnutrición (estados pobres) y obesidad (países ricos) en materia de salud, o el avance en términos de valor en salud en regiones menores y otrora más desatendidas gracias a políticas de saneamiento, agua y comunitarización de la atención en salud, con el apoyo de iniciativas endógenas, mejorando considerablemente la salud en dichas regiones con un deterioro significativo en ciudades y regiones «ricas». Políticas diferentes, estrategias micro, ad hoc, marcan la diferencia. Resultados o indicadores que invitan a los líderes transformadores a repensar su gobernanza y modelos de solución focalizando sus recursos en aquellos elementos tractores del cambio, con un claro aviso en las primeras conclusiones de los autores del Informe: imprescindible asociar indicadores y desarrollo económico al progreso social, «bajar» el índice Medio País a cada uno de sus 28 Estados y al territorio Delhi, desglosando su peso y componentes sociales, el verdadero impacto lineal del rendimiento económico con el social (observando grandes disparidades como, por ejemplo, el escaso impacto relativo del desarrollo económico en el valor de la salud o determinados espacios del bienestar, tal y como ya lo habíamos conocido en Estado Unidos, por ejemplo, en el que destinar el 18% de su PIB en salud no evita que sea uno de los países del mundo con peores sistemas de salud y población atendida), un mejor impacto y mejoría en necesidades básicas que en «oportunidades de futuro» (aumento constante de la brecha «ricos-pobres» a lo largo del tiempo). Y, por encima de todo, un claro valor aportando caminos a recorrer para el cambio hacia agendas para un desarrollo integral menos distante entre regiones y comunidades, identificando los espacios y nichos reales de inversión por acometer.
Conclusiones válidas para la India y, en general, para cualquier lugar del mundo. Así, no muy lejos de allí (en términos relativos), el reciente Congreso del Partido Comunista chino, se ha dotado de su renovada estrategia incorporando a su Constitución «el pensamiento de Xi Jinping». Su visión 2050 le lleva a «hacer que China se alce por encima de todas las naciones del mundo para una nueva era». Dentro de sus «seis estrategias esenciales» destaca la reestructuración del mundo rural, el desarrollo interregional coordinado y reformas institucionales regionalizadas al objeto de «llevar el éxito perseguido a todos los territorios de China». Las «mil Chinas» que conforman este gran gigante exigen estrategias e Instituciones propias, más allá del liderazgo observable en Beijin, desconcentrado en sus 2.500 delegados y decenas de miles de ejecutores a lo largo del País.
No es de extrañar, en un plano muy distinto y distante, que los Acuerdos de Paz en Colombia hayan dedicado una parte relevante de los mismos al diseño e implantación de «Estrategias integradas regionalizadas» para la «otra Colombia» y sus zonas rurales, objeto de aislamiento y marginación (real o relativa) a lo largo de su historia con el compromiso de institucionalizar nuevas políticas de salud, educación y desarrollo inclusivo contando con las variadas poblaciones (también con gran diversidad lingí¼ística y cultural) y sus «Comunidades endógenas».
India, China, América, Europa… Todo un mundo a la búsqueda de modelos propios y diferenciados. El progreso social, el desarrollo inclusivo, reclaman su consideración como objetivo prioritario. Empeñarse en medir con indicadores del pasado por muy confortables que parezcan, en mantener estructuras «nacionales-estatales» centralizadas y alejadas de las realidades diferenciales en el interior de sus Estados del pasado, basados en la confortabilidad de sus estructuras heredadas y no afrontar cambios deseados e inevitables, por temor o pereza a transitar la complejidad de su gobernanza, solamente lleva al fracaso tarde o temprano y es, sobre todo, una irresponsabilidad. Anclarse en el pasado heredado y no asumir el riesgo del futuro deseado supone agravar los problemas, consolidar la desafección y hurtar al derecho a una vida digna, socialmente exigible.
Bienvenido este nuevo trabajo sobre la India que, además, refuerza el gran avance del SPI y la iniciativa de proceso social emprendida hace unos años y a la que Euskadi, como en otros campos, se incorporó desde sus momentos iniciales. Un largo camino por recorrer sabiendo que la luz que genera, ayuda a entender las causas y consecuencias de las decisiones por tomar. Un facilitador para el logro de propósitos al servicio de las personas.
Una vez más, hoy más que ayer, hemos de insistir en el trinomio diferenciado economía-sociedad-territorio bajo objetivos únicos y distintos de desarrollo inclusivo, desde el autogobierno indispensable para apropiarnos de nuestro futuro. El mundo real no permite separación de fases, estadios y tiempos: hoy crecimiento, mañana reparto, pasado organización y política. Por el contrario, todos ellos son componentes indisociables de un mismo tiempo, necesidad y objetivo, conformando elementos esenciales de las estrategias y políticas transformadoras.
Nuevos tiempos, nuevas lecciones aprendidas, nuevos propósitos, nuevos instrumentos y nuevos jugadores.