(Artículo publicado el 18 de Septiembre)
En un paralizante y perezoso contexto de ruido electoral contaminado por la situación de desgobierno en el Estado español (así como en otros muchos lugares del mundo), escuchamos a determinados representante incluir en sus discursos mediáticos, mensajes «simples a la vez que desfasados», dirigidos a desanimar a los votantes, con el traca-traca del «es momento de ocuparse de los problemas que preocupan a los ciudadanos y no por quimeras de autogobierno, soberanías o nuevos modelos de relación y decisión», como si se tratara de cuestiones contradictorias o no relacionadas.
Hoy que las palabras dominantes en el mundo de la economía (también doméstica y del día a día) nos recuerdan de manera constante la necesaria internacionalización (países, empresas, talento, conocimiento y personas), la interdependencia, los procesos facilitadores y colaborativos, la micro economía diferencial de aplicaciones de políticas y asignación de recursos, de tipologías diferenciadas de regiones especializadas y tejidos económicos dispares. Un mundo que observamos con grandes diferencias en sus resultados en función de las políticas emprendidas, las decisiones y opciones políticas, sociales y económicas y las estrategias (capacidad de optar y elegir) de empresa y personas. Resultados diferentes que ponen de manifiesto la importancia de las organizaciones de que nos dotemos, por propia voluntad, para acometer el proyecto deseado. Esto también es innovación y creatividad.
Así, celebrada la Diada catalana con las críticas mediáticas y del gobierno español (en funciones) con especiales alusiones a la «ensoñación trasnochada de quienes se remontan a 1600 para reinventar sistemas inviables y derrochan presupuestos públicos abriendo embajadas» (en pobre crítica a oficinas de representación en el exterior, como si se tratara de un capricho y disparate solo permitido a la «inteligencia» de los Estados «mayores»), tolerando las intolerables y agresivas palabras de un Ministro de Asuntos Exteriores del gobierno de España (también en funciones y que solamente comparece en tertulias de su televisión subvencionada o en mítines electorales de su Partido viajando al exterior, es decir, a Euskadi) para asociar nacionalismo, independencia y terrorismo, (todo un insulto a la inteligencia, descalificándose a sí mismo desde su prepotencia), apelando a la sacrosanta unidad española (esta sí heredada por matrimonio o conquista en el siglo XIII), nos encontramos con la fresca publicación de un libro de verdadero rigor e interés: La Paradiplomacia: las ciudades, las regiones y los Estados como nuevos jugadores. (Editorial Oxford University Press).
Su autor, el Doctor Rodrigo Tavares, ex responsable de acción exterior del Gobierno subnacional de Sao Paulo, Brasil, miembro de prestigiosos centros académicos internacionales (Universidad de Naciones Unidas, Universidad de Harvard, Consejo asesor de la Competitividad en el World Economic Forum -en donde he tenido el privilegio de conocerle y compartir trabajo, como colega- y, en especial, en la publicación del Informe sobre la Competitividad de las Ciudades publicado en 2014…) ha dedicado sus últimos tres años a la preparación de este libro (por cierto, no como otro «superministro español en funciones» que ha tenido tiempo para compaginar sus funciones públicas -de supuesta dedicación plena y exclusiva- a escribir y publicar su libro para explicarnos «por qué España solamente ha perdido 20.000 millones de euros en un pseudo rescate de su banca gracias a sus competencias y habilidades»). Rodrigo Tavares aporta un gran instrumento para comprender el verdadero rol de la llamada acción exterior en un mundo como el que vivimos, en el que los nuevos jugadores político-administrativos han dejado de ser, en exclusiva, los gobiernos de los Estados del pasado. Acuña en su título el término PARADIPLOMACIA (utilizado por primera vez por el autor Ivo Duchacek) para repasar las cientos de iniciativas de diferente contenido y rango que han tomado la práctica totalidad de Ciudades, ciudades-región, naciones sin Estado, asociaciones y/o nuevas unidades y espacio en cuyos ámbitos de competencia y responsabilidad se realiza la nueva diplomacia más allá de, en gran medida, ineficaces Ministerios de Exteriores y sus embajadas, distantes, en un gran número de casos, de la realidad política, económica y social de los países que representan.
Si el trepidante mundo «globalizado» en el que vivimos, se ve caracterizado por nuevos actores de especial relevancia como las Ciudades y las Regiones demandantes de un mayor protagonismo en la solución de las demandas de sus ciudadanos, la reconfiguración de Estados y Regiones, la conformación de nuevos espacios compartidos (economía, tecnología, salud, turismo, desarrollo financiero, infraestructuras…) que han posibilitado no ya procesos imparables de mera descentralización administrativa, sino de verdadera reivindicación de un protagonismo político basado en el derecho y voluntad a decidir el diseño de su propio futuro, parecería inevitable (como en la práctica lo es) la entrada en juego de nuevas figuras y formas de trabajo, nuevos representantes especializados, nuevos instrumentos que posibiliten el ejercicio pleno de las responsabilidades y competencias que le corresponden a las diferentes Administraciones.
Es precisamente, este amplio y nuevo entorno el que describe este libro que mencionamos, que se dota de innumerables casos a lo largo del mundo y que aborda la realidad y no el deseo proteccionista de determinados cuerpos de élite, empeñados en perpetuarse en un modelo superado. No es ya el simple caso de una Unión Europea que en su propia transformación traslada sus relaciones exteriores esenciales a estructuras supraestatales o regionales o sub nacionales dejando a los Estados Miembro una acción residual. No es que el acuerdo de un Ministro de exteriores en materia de cooperación, o de empleo o de bienestar social, o de educación o de infraestructuras, o de turismo, por citar algunos ámbitos de actuación, sea poco menos que una declaración retórica, sin contar con la voluntad y sin capacidad real de actuar, desde sus competencias, que, en realidad, corresponden a nuevos, considerados por ellos como ellos jugadores menores. Es la realidad económica. Las empresas no optan por invertir en un País concreto, sino en una región, estado-provincia o ciudad. Las desigualdades y diferencias territoriales no se dan sobre todo Estado a Estado sino, Ciudad a Ciudad. Es tiempo de entender otra manera de analizar la realidad.
Como muy bien recoge el mencionado autor, introduciendo las esencias de esta nueva o vieja Paradiplomacia, en palabras de la ex Presidenta de Letonia: Varia Vike-Freiberga, «no importa lo alejado que se esté o lo pequeño que se sea, no importan las limitaciones competenciales y no importa que tan rico o pobre lo sean, toda región tiene al menos una única y singular joya que podrá compartir con los demás», o por citar tan solo a una destacada voz del ámbito de la economía global, Ivo Daalder, presidente del Consejo de asuntos globales de Chicago: «las ciudades son cada vez más globales, y dirigen el mundo de los negocios y las relaciones-económicas, políticas, sociales y culturales. Han dejado de ser simplemente lugares en los que vivir. Han emergido como líderes de la nueva fase global».
Pero esta Paradiplomacia, no se limita a ciudades-región o estados que solamente tienen vocación natural por gestionar aquellos asuntos domésticos que requieren interrelaciones con el exterior desarrollando sus propios instrumentos y estrategias, sino que es cada vez mayor el número de relevantes jugadores que tienen una voluntad política diferente, aspirando a la Paradiplomacia soberana. No es una causa, sino la consecuencia del status quo. Si bien no todos los que se dotan de estructuras para la internacionalización y las relaciones exteriores tienen ambiciones independentistas o deseos de configurar entes políticos diferenciados. El término «protodiplomacia» se ha venido aplicando a aquellos que sí manifiestan un deseo de nuevos modelos de relación con otros estados, voluntad de soberanía o independencia. Los ya «clásicos» en esta literatura entre los que destacan, Quebec, Euskadi, Catalunya, Flandes, Baviera, Valonia, Escocia, Tatarstan, Transnistria, Puntlandia, Somalilandia… avanza a la cabeza de vanguardistas formas que suponen todo un proceso de innovación en este complejo y amplio espacio de las relaciones internacionales.
¿Qué lleva a condicionar el modelo y tipo de relaciones exteriores de nuevo cuño? La diáspora, la identidad y la lengua, una cultura diferenciada, la posición y entorno geoeconómico, el tipo de tejido económico, su nivel de desarrollo, el poder político institucional del que se dispone y, por supuesto, la respuesta que los Estados Miembro dan a los intentos de desarrollo de la propia paradiplomacia. Así, como en otros muchos casos, los gobiernos «unionistas» que desprecian estos movimientos y se empeñan en «acaparar en solitario» todo aquello que huele a exterior, pese a sus supuestos éxitos temporales (judicializar la realidad, prohibir, controlar, vetar, etc., toda iniciativa de quienes no hacen acción exterior en abstracto, sino vinculada a su propia realidad y necesidades) terminan derrotados por la ineficiencia, la burocracia y la incongruencia. Se asemejan de esta forma a aquellas empresas y personas que siguen instaladas en discursos vacíos de la internacionalización, limitándose a fórmulas de manuales clásicos ya superados, en lugar de acometer los cambios que la realidad dinámica, región a región, espacio a espacio, demandan.
Estas derrotas temporales continúan amparadas en determinadas Instituciones Internacionales que siguen dominadas por los Estados Miembro que las financian pero que, paso a paso y como consecuencia de los hechos, se ven obligadas a introducir cambios coherentes con la rica variedad quiera o no se quiera, los verdaderos cambios globales se dan en las ciudades y regiones. Ya desde Naisbit y sus Megatrends aprendimos a identificar los hechos locales como la fuente de los previsibles cambios que las megatendencias anunciaban.
Qué duda cabe que lejos de desprestigiar planteamientos paradiplomáticos o protodiplomaticos, son muchas las tareas pendientes. Cambiar el modus operandi siempre genera resistencia y son muchas las dificultades que han de superarse. Es evidente que resulta incómodo, sin modificar mentalidades, actitudes y sistemas, abordar la irrupción de todo un mundo de nuevos jugadores en este ámbito y se tiende a lo fácil, a la vez que ineficiente, conflictivo y de escaso valor para quien se ve implicado en el asunto: CENTRALIZAR toda iniciativa, visita, salida al exterior de un alto cargo (desde concejal a Ministro o Presidente, todo alcalde), la diplomacia empresarial y económica va por delante y los líos entre los equipos interinstitucionales suelen ser lamentables. Pero existen y se dan en todos los ámbitos. La solución no pasa por «prohibir o eliminar» a los otros, sino por regular pautas colaborativas e informativas y, en su caso, dotarse de estrategias e infraestructuras compartidas. La imposición, como en prácticamente cualquier idea o política pública, resulta vana y termina, tras un gran deterioro, superada por la fuerza y realidad de los hechos.
En todo caso, bienvenido este extraordinario trabajo de Rodrigo Tavares, fuente recomendable para todo aquel que por una u otra razón se ve envuelto en este concepto de las relaciones exteriores, la diplomacia, protodiplomacia y/o paradiplomacia. En definitiva, quienes se relacionan con terceros fuera de sus fronteras.
Un mundo en continuo contacto y relación de interdependencia no ya multilateral y/o multisectorial, sino necesitado de aplicar sus recomendaciones de innovación e internacionalización, exige repensar sus instrumentos de relación, construir nuevos espacios de cooperación y nuevas actitudes y liderazgos. Elegir un modelo u otro es más relevante de lo que parece y el desarrollo y bienestar de regiones y personas, viene condicionado, también, por la política, el tipo de gobernanza e Instituciones de que se dote y, por supuesto, de su aspiración y vocación de futuro.
Para recorrer un mundo «globalizado e internacionalizado», necesitamos -más que nunca- innovar en nuestros instrumentos de internacionalización. Al igual que miles y miles de «entes menores», en nuestro caso, Euskadi y sus Instituciones, han de abordar, sin complejos, desde su legítima competencia, el amplio recorrido de la protodiplomacia comentada. Simplemente, innovación imprescindible.