Escenario post electoral, alerta empresarial y gestión del proceso democrático elegido

(Artí­culo publicado el 27 de Diciembre)

Los resultados electorales del pasado dí­a 20 de diciembre, imposibilitan cualquier opción de gobierno unitario con mayorí­a absoluta y dan paso a un verdadero ejercicio de la polí­tica parlamentaria, no solamente cara a la gobernabilidad en el gobierno central sino, en segunda derivada, a la solución del proceso abierto en Catalunya y, de alguna manera no inmediata a la llamada cuestión vasca y la consiguiente reconfiguración territorial, Institucional y de gobernanza más allá de un nuevo modelo económico y el rearme del Estado de bienestar tan demandado por la llamada «España del futuro». Desafí­o polí­tico en el marco de una determinada percepción del mundo económico y, en particular, en las opciones de ahorro e inversión de empresas, Instituciones y personas (tanto en el interior como desde el exterior en la economí­a del Estado).

Así­, la primera alerta encendida ha sido el inmediato retroceso del í­ndice IBEX 35 en la Bolsa española (un 3,6%). Este hecho ha desatado, a gran velocidad, la desmedida identificación «Elecciones-Bolsa» y todo tipo de declaraciones de asesores bursátiles y de inversión, de altos directivos empresariales, de los medios de comunicación y la nada sorprendente reacción encadenada de doce ex Ministros de los sucesivos gobiernos de UCD, PSOE y PP alineados en torno a un elemento común: su clara pertenencia al establisment madrileño pre y post democrático… Como es habitual, la confortabilidad de situarse en escenarios conocidos y el deseo de simplificar la realidad en un modelo habitual llevan a apostar por opciones, las más de las veces, corto placistas y repara muy poco en las consecuencias de futuro. En este caso, «facilitar el análisis financiero y dejar para los demás la complejidad social, económica, polí­tica… y de Estado». Es decir, exigir de la polí­tica lo que parecerí­a despreciarse y solicitar dejen en manos empresariales, en exclusiva, una particular e individual aplicación de la democracia. De esta forma, la apuesta inmediata del entorno IBEX 35 es clara: «Pactar la Gran Coalición PP-PSOE o, en su defecto, PP-Ciudadanos con el Visto Bueno del PSOE y/o de otros partidos polí­ticos minoritarios de Orden». Su receta económica posible, la Unidad de Mercado (por no proclamar de forma abierta «La Unidad de España») y la llamada estabilidad (relegar otras decisiones crí­ticas, olvidarse de ideologí­as y practicar una determinada unicidad de programas y polí­ticas en torno al «pensamiento único» alejando de su espacio de control a los «nacionalistas y radicales», potenciales distorsionadores del estatus quo).

Qué duda cabe que hacer de los problemas reales y sistémicos, así­ como de la complejidad llena de retos e incertidumbre, un escenario parcial, plano y cómodo, resulta relajante y hasta, en ocasiones, tentador. Sin embargo, la realidad es otra cosa, sobre todo cuando se apuesta por vivir en democracia con sus virtudes y defectos.

Las alarmas que parecen haberse encendido tras el 20-D, se deben muy poco a los resultados electorales y a las diferentes expectativas de formación de gobierno y un mucho a la realidad de la economí­a española. Conviene recordar que la Bolsa española vení­a retrocediendo, con mayor intensidad y velocidad que la recientemente experimentada, a lo largo de los últimos meses. El verdadero problema es otro. La economí­a española preocupa y genera muchas dudas en el inversor, en especial, extranjero. Recordemos que la deuda privada española es demasiado elevada y que su banca sigue ofreciendo dudas a cualquier observador, que la deuda Paí­s es superior al propio PIB español, que la Banca ha de devolver los préstamos -y rescate- recibidos, que el Gobierno arrastra un grave déficit público y que ha de ingresar 250.000 millones de euros adicionales en 2016, que se sigue desconfiando de la realidad económico-financiera de empresas «exitosas» que representan el «milagro exterior español» y que hoy han entrado en pre-concurso o se han salvado, de momento, «in extremis», por pactos polí­tico-bancarios (ejemplo Abengoa), y que este modelo empresarial y de negocio parece estar muy generalizado en otras empresas con fuerte expansión internacional. Recordemos que persisten algunas empresas clave con serios litigios en el exterior, que su reputación se ha puesto en cuestión, que observamos una veintena de empresas con contratos relevantes no competitivos cuyos logros parecerí­an asociados a un determinado negocio «paralelo de Estado»… y que la lenta e incierta justicia española no termina de resolver los grandes casos de corrupción que tanto han empañado el entorno institucional, polí­tico, empresarial, empezando por la Casa Real.

Recordemos, también, que los grandes desequilibrios persistentes (desempleo, diferenciación y desigualdad territorial, ralentización del crecimiento, etc.), las venas abiertas en el «modelo autonómico» y, en especial, los procesos en curso en Catalunya y Euskadi, la polí­tica general de la austeridad y parón inversor de las Administraciones Públicas, el tejido y modelo económico español (sin abordar lí­neas de cambio) desaniman a cualquier inversor no especulativo o improvisado.

Por añadir factores exógenos, ni  la situación europea y mundial en plena crisis sin resolver (ISIS, Siria, Libia, por resumir), ni la compleja gestión de los acuerdos sobre acogida de refugiados (entrada o parálisis en las fronteras, ausencia de planes reales de acogida, cuestionamiento de principios y valores europeos…), por no citar otros elementos que llevan a ciertas precauciones y reconsideraciones sobre tiempos y tipos de actuación en materia de decisión inversora (precio del barril del petróleo, paralización del crecimiento en paí­ses emergentes, euro-dólar…), parecerí­an aconsejar acelerar inversiones en el Estado español, más allá de quien pudiera gobernar. Resulta más cómodo tratar con viejos conocidos que no cuestionen el pasado y que no supongan nuevas caras e interlocutores con quienes hablar, confiando que el tiempo y el azar resuelvan las cuestiones clave pendientes de resolver.

Estamos, por tanto, ante un panorama complejo que no deja de ser la realidad en la que vivimos y hemos de vivir. Escenarios a los que no es ajena la nueva revolución tecnológica-empresarial que ya está entre nosotros, alterando todos los modelos de negocio en todo tipo de industria, generando nuevos marcos regulatorios, nuevos roles de los Gobiernos, nuevos modos de trabajo y empleo y nuevas propuestas de valor. Son precisamente estos últimos condicionantes los que sacan a las empresas e inversores de su burbuja de confortabilidad más allá de la siempre imprescindible fuerza negociadora de la polí­tica conformadora de gobiernos. Y es precisamente en este marco en el que ha de situarse el compromiso y rol del empresariado en estos momentos. Lejos de reclamar un atajo simplista, la comunidad empresarial tiene un larguí­simo camino por recorrer dentro de su propia agenda de transformación competitiva, de generación de riqueza y empleo, de innovación y de colaboración en la creación de modelos de crecimiento, desarrollo incluyente y compromiso social, interactuando con los espacios territoriales en los que opera a lo largo del mundo (también en España, en Euskadi, en Catalunya, en Galicia… por citar algunos diferenciados, únicos y complejos). La complejidad sistémica en la que estamos inmersos se ve impactada por múltiples factores. Simplificar el diagnóstico con enfoques reduccionistas no impide la fuerza de su impacto y consecuencia.

Ahora es el momento de la polí­tica (con mayúsculas). En un verdadero sistema de democracia parlamentaria en el que conforme a sus  reglas del juego, el sistema electoral de asignación de escaños por circunscripción previamente asignados, determina el peso real de cada jugador representativo y fija el proceso post-elección. Es el momento de la habilidad en configurar un acuerdo suficiente, en términos de escaños, define la capacidad de investir a un Presidente, formar un Gobierno y dirigir un proyecto de futuro. Atrás quedan las propuestas electorales previas, las legí­timas aspiraciones individuales a ejercitar desde la mayorí­a en solitario y las discordancias y rechazos a terceros. Se abre una nueva fase en la que todos han de resituarse, conocidas las nuevas cartas que el reparto adicional ha proporcionado.

De esta forma, el post 20-D exige superar el diagnóstico de resultados y avanzar, desde esta base, hacia la formación de un nuevo Gobierno. Resulta evidente que no hay mayorí­a absoluta directa, que cualquier Gobierno en minorí­a contarí­a con una enorme dificultad y que la mezcla de potenciales compañeros de viaje, ni ofrece garantí­as de permanencia, ni pureza de programas y polí­ticas, ni excesivas simpatí­as ideológicas y personales. Pero esta es la base de partida. A partir de aquí­, merece la pena distinguir entre lo que dice querer cada partido o lí­der en sus posiciones iniciales del proceso negociador, lo que en realidad les preocupa a cada uno de ellos y a los partidos y grupos de interés que representan y lo que, en verdad, pueden compartir con terceros.

En este contexto, el ganador de las elecciones, Rajoy-PP, toma la iniciativa apelando al «sentido de Estado y Responsabilidad» confiando en que se le permita presidir un Gobierno con cuatro pilares básicos: 1) la Unidad de España, 2) la «consolidación en la recuperación de empleo», 3) la no modificación de la Constitución reforzando el «Estatus Quo» y 4) garantizar ante Europa, la continuidad estable del camino emprendido. Entiende que tanto Ciudadanos como, en gran medida, el PSOE comparten este contenido de «Estado». Sabe que, de verdad, tiene más apoyos de lo que parece. Ciudadanos está entregado (sus resultados muy por debajo de su discurso y pretensiones, son un apoyo pero nada decisivos ni hoy y mucho menos en el medio y largo plazo) y el PSOE funcionarial y del establishment, además de temer unas nuevas elecciones inmediatas que pudieran perder con claridad ante Podemos, son conscientes que pactar otra alternativa les obligarí­a a ceder demasí­a a Podemos. Se debaten entre el desgaste progresivo, las presiones internas para destronar a la cúpula actual, la pérdida de empleabilidad de muchos de ellos y, sobre todo, de iniciar un recorrido en el que no creen o para el que no se sienten preparados (derecho a decidir, plurinacionalidad, Cataluña, Euskadi, anti-polí­ticas europeas dominantes fruto del acuerdo cerrado PP-Socialistas en Bruselas… y un Plan Económico y de Bienestar superado tanto por el PP como por Podemos o, por supuesto, por los nacionalismos en cuyos territorios ellos retroceden poco a poco). Su rechazo a coaligarse, su acompañamiento firme y definitivo puede llevarles, sin embargo, a «un dejar hacer envenenado» intentando el desgaste, intentar liderar una oposición con iniciativas desde el Parlamento y confiar en una legislatura corta y de fracaso.

Por contra, una iniciativa con y/o desde PODEMOS parecerí­a, a priori,  excesivamente compleja: un disputado liderazgo con el PSOE y un aventurado viaje con los nacionalismos vasco y catalán y sus respectivos grupos de coalición si bien con la esperanza de, una vez dado el paso, favorecer la desintegración de IU, militantes y dirigentes del PSOE en una supuesta  «Unidad Popular y de Izquierdas», para acelerar medidas sociales y populares si bien son conscientes de su aún débil estructura de partido y su imprecisa polí­tica económica y de gobierno. Lo suyo serí­a forzar nuevas elecciones ganando peso y tiempo… pero no es ni lo que demanda la sociedad, ni lo que ellos mismos vislumbran como escenarios sostenibles.

A la vez, este segundo esquema alternativo serí­a el más atractivo para las minorí­as nacionalistas. Por supuesto, no por creer ni en Podemos, ni en la obligada confluencia con el PSOE pero sí­ como catalizador de un nuevo proceso: 1) facilitar, parcialmente, una «nueva ruta catalana hacia la desconexión», seguramente a mayor plazo del previsto, con las fases intermedias de una Consulta-Referéndum Delgada desde la Administración Central y un nuevo Sistema Fiscal y Financiero, intermedio, base de un proyecto y futuro. En Euskadi, reforzar el proyecto semiparalizado del Parlamento en pos de un avance en el autogobierno, blindaje de concierto y espacio-calendario para una consulta y ejercicio del derecho a decidir. Proceso acompañado de un compromiso acelerador del Acuerdo final para la desaparición de ETA, espacios de solución al conflicto de las cárceles. En todos estos casos, propiciar una cierta «revisión plurinacional» de la polí­tica re centralizadora seguida desde Madrid hasta hoy y «desandar» los pasos legislativos del PP que todos (desde la oposición) han dicho que suprimirí­an (leyes Wert, entidades reguladoras no independientes, polí­tica fiscal y financiera , polí­tica de salud, empleo, pensiones y estado de bienestar…) con una revisión sustancial del reparto competencial entre Administraciones y superar el oscurantismo en Defensa, además de abanderar la tantas veces mencionada «regeneración democrático-institucional». Eso sí­, se tratarí­a de una opción que no permite suponer grandes transformaciones en la polí­tica europea que tan errática y confusa se ha vuelto y que no ha favorecido ni el crecimiento, ni la actuación anti crisis, ni mitigar la desigualdad, ni avanzar en una configuración alternativa a la negativa estructura de Estados vigentes. Pero Europa se mueve y desde sus entrañas (por ejemplo Reino Unido) podemos observar nuevos horizontes. Existe un cierto campo de maniobra que sin un enfrentamiento radical pudiera lograrse (parcialmente).

Sin duda, siendo una alternativa compleja la segunda de las opciones, serí­a más coherente con la realidad y demanda de la sociedad y de las necesidades del Estado que el atajo dogmático del Presidente Rajoy, pretendiendo dejar todo como está, bajo el sueño de una nostálgica «Unidad Nacional» y de un voto en blanco a su polí­tica del pasado. Resulta difí­cil aceptar que quienes no demostraron altura de miras y visión y compromiso de Estado ante un caso Gí¼rtel y/o una mayorí­a absoluta, reclamen hoy, de los demás, vocación de Estado («de su Estado»), para hacer más de lo mismo. Parches, que no estabilidad.

Es verdad que ni una sola legislatura, ni un solo perí­odo de gobierno cambian toda una trayectoria o transforman un Estado, su tejido económico. Tampoco es el Gobierno, sea el que sea, quien resuelva todos los problemas de una sociedad. Pero el Gobierno y el Congreso han de jugar un rol esencial, no ya en su perí­odo de sesiones, sino en su compromiso del proyectar el futuro. Una vez más, la propuesta Rajoy es la apuesta por el pasado, la del PSOE el inmovilismo argumentado y cómplice. Así­ las cosas, las dificultades del cambio con un Podemos aunando otras fuerzas puede ser una oportunidad al margen de los riesgos que proyecta. Lo que sí­ conocemos con certeza es que llevamos demasiado tiempo con recetas del pasado y resultados insatisfactorios. Quizás ha llegado el momento de explorar nuevos caminos, caminos complejos, de riesgo, pero de esperanza. Y, en paralelo, mirar hacia dentro de las diferentes fuerzas polí­ticas y de las propias estructuras de Estado, y repensar estrategias al servicio de las cambiantes demandas de la sociedad.

Nadie tiene la varita mágica para una respuesta única. Son muchas las alternativas por recorrer (en Euskadi hemos experimentado muchas de ellas, con carácter pionero en el Estado, desde los diferentes gobiernos en minorí­a con o sin apoyo y compromiso de estabilidad, pactos de legislatura -algunas pactando Acuerdos y espacios de desacuerdo-, Gobiernos de coalición -con todo tipo de combinaciones- fijando siempre una serie de elementos clave garantes de unos mí­nimos programáticos de futuro y lí­neas rojas a no traspasar). Confiemos que nuestros representantes acierten, en los plazos legales previstos, en los acuerdos necesarios que faciliten la gobernabilidad y, sobre todo, la aplicación de polí­ticas adecuadas para mitigar problemas y desequilibrios, impulsar la reactivación económica, reforzar un estado de bienestar sostenible y eco-sistemas adecuados, garantes de un proyecto real de futuro y no una falsa salida coyuntural, acordes con la idea de un verdadero Estado plurinacional que, se quiera o no, existe y, además, es la única garantí­a de un futuro a partir de una realidad de desequilibrio territorial… Y, por si en verdad fuera tan relevante, su reflejo en Bolsa ya está descontado.