Una vez despedido 2.022, un año más, con especial dolor e incertidumbre con las experiencias vividas, y el inicio de un nuevo año, parecemos obligados al balance de lo sucedido-realizado y a las buenas intenciones y propósitos de futuro. (Neruda nos recordaría “como el pan de hoy se parece al pan de ayer, un anillo de ayer al de hoy, y nos preguntaría si este final de año no es igual al de ayer, al de mañana…”)
Explicitar el balance general o colectivo nos llevaría a repetir, con escasa originalidad, los múltiples informes, reflexiones y publicaciones ya realizadas por todo tipo de analistas (nosotros mismos a lo largo de todo tipo de publicaciones e informes de esta casa) y, por otra parte, el compromiso del capítulo de propósitos individuales ha de quedar para la reflexión y exigencia personal de cada uno. Ahora bien, sí parecería de interés resaltar el hecho observable, que, condicionando toda intervención o resultado esperable, suele destacarse poco en la mayoría de los análisis y pronósticos, por entender, de forma equivocada, que son un tanto ajenos a nuestro quehacer empresarial, profesional y/o personal. Este hecho no es otro que un sostenido declive de la calidad democrática, un deterioro creciente de la llamada “industria de la política”, un imparable e irreconocible mosaico geopolítico y geoeconómico y una “nueva modalidad bélica” instalada entre nosotros. Un cúmulo de aristas. Contempladas como elementos exógenos sobre los que, en principio, tenderíamos a pensar que escapan de nuestro control o que resultan indiferentes a nuestro quehacer diario. Sin embargo, un análisis y propósito transformador de futuro, nos llevaría a resituar en el primer plano de nuestras preocupaciones y, en consecuencia, líneas de atención preferente cara a redefinir nuestros propósitos, el arte de las relaciones Business & Government. Mucho más allá del encuentro público-privado, de las tradicionales relaciones administrativas y/o de regulación, o del interés por “el mundo de la política y el gobierno”, su impacto en la marcha de la sociedad, en la solución a nuestras demandas del día a día, cuando no, sobre todo, las expectativas para el largo plazo, y a su insustituible papel en nuestras vidas y manera de encontrar o no soluciones sostenibles en cualquier futuro esperable, deberíamos llevarnos a no dejarlo “en manos de otros”. Por el contrario, incorporarlo a nuestras decisiones y compromisos clave a asumir.
Máxima prioridad y preocupación en el contexto actual, cuando en plena guerra próxima, en una lucha y competencia de bloques, en una recomposición global o regional de los espacios de relación (sociales, políticos, económicos, territoriales), con un incesante movimiento migratorio, de compleja solución y graves consecuencias, nos interpela a todos, por activa o por pasiva.
Hoy, asistimos preocupados y confusos a un panorama de democracias cuestionadas, de baja calidad, escasa credibilidad y desafección peligrosamente en aumento generalizado.
Asistimos, además, a tan alarmante peligro, como si no pasara nada, parcheando situaciones perversas y “sobreviviendo” a lo que se presenta como algo inevitable sobre lo que no habría posibilidad de intervención. Olvidamos como las Megatendencias de Naisbitt en el pasado siglo se basaban en la extrapolación temporal de pequeñas señales locales, o la deliciosa e inquietante narrativa de Stefan Zweig en su “Mundo de ayer” relatando la escasa importancia que se daba a líderes de poca monta o escasa credibilidad y sus proclamas demagógicas que llevaron a Europa a propiciar y sufrir dos guerras mundiales.
La “democracia global” muestra índices de grave deterioro, insuficiencia resolutiva de los mecanismos e instrumentos multi laterales creados o desarrollados en las últimas décadas para abordar soluciones que afectan más allá de los ámbitos próximos o únicos. Inmersa en un generalizado descrédito (salvo honrosas excepciones que, en términos generales, sitúa a sus países y gobiernos a la cabeza en el ranking mundial), desconfianza en gobiernos y autoridades, ya sean públicas, privadas o sociales, a lo que se añade la imposibilidad objetiva de actuación ante agresiones bélicas unilaterales, incapacidad de respuesta ante el mundo de las noticias falsas (tan prolíficas en redes sociales, panfletos digitales, pseudo prensa, anónimos de interés y financiación desconocidas) de “empresas serias de comunicación”, enredos peliculescos de los servicios de inteligencia e información y “aparatos de Estado” que hacen reales las distopías noveladas y la ficción serial que nos rodea, la creciente configuración de una sociedad dual que hace que la esfera funcionarial-político-administrativa-sindical se distancie de las condiciones y micro esferas sociales que no forman parte de ese colectivo, autocracia y personalismos que se amparan en el marco de “democracias orgánicas ad hoc” en las que justifican su hacer… Adicionalmente, la convergencia de transiciones hacia nuevos escenarios asumidos como inaplazables y de solución unísona (climática-ecológica y energética, digital, tecnológica, de trabajo-empleo) o la necesaria reconfiguración geo-política, geo-económica y socio-política, simultáneas con una superación rápida, inmediata e inclusiva de la desigualdad existente y/o percibida, ponen en jaque a las estructuras y organismos supra regionales y/o supra nacionales “encargados” del consenso, acuerdos, políticas y, por supuesto, financiación global demandada. Así, de una u otra forma, 2.022 se va dejando una preocupante huella de debilidad democrática, a falta de mejores sistemas de convivencia, igualdad, derechos humanos, libertades y propuestas independientes para un mejor futuro.
El reciente informe de Progreso Social (Índice de Progreso Social) pone de manifiesto un relativo descenso de los principales capítulos en términos de derechos humanos, calidad democrática e institucional, seguridad apreciada y confianza en las expectativas de futuro. Advierte, además, la tendencia observada que le lleva a pronosticar su aumento negativo en el 2.023 ante los riesgos globales previstos. (A destacar el significativo deterioro en Estados Unidos, especialmente asociado a su confrontación y crisis político-administrativa y geopolítica).
Hace ya mucho tiempo que percibimos una democracia de baja intensidad que se va extendiendo a lo largo del planeta. Ya sea por sus jugadores directos, por los procesos instalados en sus tomas de decisiones, por el “ambiente mediático” que nos muestra “realidades ficticias y de blanco o negro sin matices”, o por la ausencia de ideologías y compromisos traducidos en apuestas estratégicas cargadas de soluciones (quizás mágicas o ante imposibles expectativas en la inmediatez). Sin duda, 2.022, ha incrementado el reclamo por cuestionar las transiciones en curso, sus resultados inmediatos y su aplicación inclusiva con repartos equitativos, sin duda, con una excesiva carga social, con enorme peso del individualismo demandante con limitado compromiso de aportación. Sucesivos gobiernos, con el soporte intocable de los llamados aparatos de Estado y sus correspondientes cloacas, los corporativismos concretos heredados, diferentes instituciones de utilidad, legitimidad más que cuestionable, imperan y generan una decidida desconfianza y desafección pasiva. Bajo este manto, cuestiones críticas y esenciales para vivir una auténtica democracia se aplazan sine die, debido al veto, o al protegido abandono en el proceso real de toma de decisiones. Demasiada carga para abandonar el estado actual de las cosas por abrazar un escenario idílico cuya distribución de coste-beneficio no ofrece certezas.
Si todo esto sigue sin llamar la atención, si se deja pasar, si se sigue, parche a parche, dando por bueno un proceso viciado, decisiones impuestas o no acordadas bajo la amenaza permanente de “que viene el diablo, conmigo o el caos”, seguiremos asistiendo a situaciones negativas, observables o no, tolerables o no, hacia un futuro inesperado, seguramente muy alejado de aquel que nos gustaría vivir. (aunque alguno pudiera pensar que no tiene efecto en la vida diaria de las personas, su calidad y aspiración de futuro).
Paso a paso, alarma tras alarma, una democracia en peligro. De seguir así, en algún momento el deterioro será irreversible. Entonces, la baja intensidad, la baja calidad, impedirá soluciones. Será demasiado tarde.
Propósito para 2.023: Principios, procesos, comportamientos coherentes con una imprescindible democracia de alta intensidad y máxima calidad, con la esperanza, compleja de una transición ordenada hacia el largo plazo en un mundo distinto.
Quizás sea un buen momento para releer libros como “Why Nations Fail” (“Porqué fracasan las naciones”) de Daron Acemoglu & James Robinson. Basta como recomendación en estas notas citar algunos de los comentarios editoriales de autores cualificados que valoraron su edición hace ya unos años. Francis Fukuyama lo calificaba resaltando su “contenido turbador” ya que recogía un análisis profundo y concurrente del desarrollo económico e insistía en que los países mejoran cuando ponen en marcha instituciones políticas adecuadas que favorecen el crecimiento pero que fracasan cuando se anquilosan o no se adaptan a los tiempos cambiantes o son manipulados por un poder personal amparado en una “democracia inefectiva” menoscabando el verdadero progreso social. Ojo a todos aquellos procesos “internos” que pasan más desapercibidos, que van minando la calidad democrática ya que son apreciados como “pequeñas cuestiones de procedimiento”. Un constante deterioro de gobernanza el uso perverso de normativa de aparente solución parcial ajena al contexto real en que se ha de aplicar, ausencia de gestión de la variable “tiempo” que permita determinar sus escenarios de resultados, instala o amplía el mal instalado, avanzando, a marchas forzadas, hacia lo irreversible.
Con esta lectura y la actitud de un par de frases, seguramente nos esperará un extraordinario y próspero 2.023: “Bien, mejor y magnífico. Nunca ceses en ello. Hasta que tu bien sea mejor y tu mejor extraordinario” (San Jerónimo), (quizás un avance de las teorías de la innovación disruptiva e imprescindible para construir un mundo diferente como aquel al que decimos aspirar) sabiendo que “con el nuevo día vienen nuevas fuerzas” (Eleanor Roosevelt). Encontremos un nuevo espíritu y prácticas innovadoras que nos permitan reinventar un valor y mundo tan preciado. La simbiosis positiva de un nuevo encuentro entre los mundos de la iniciativa privada y pública, de la gobernanza, desde el rol positivo y constructivo diferenciado, a la vez que convergente, de cada uno. Confianza, ante todo, en que sabremos encontrar el talento, la fortaleza y el compromiso necesarios para atravesar las tormentas que, en todo caso, habremos de atravesar y, sin duda, superar. No infravaloremos aquellos otros mundos que en demasiadas ocasiones creemos distantes e irrelevantes en nuestro quehacer diario. Será un gran paso para hacer de nuestros propósitos y estrategias de valor, una buena apuesta en nuestros deseos para este 2.023.