(Artículo publicado el 30 de Julio)
En una semana en la que un cierto “shock post electoral” provoca una confusa confrontación de la aritmética objetiva electoral con las perspectivas previas y expectativas generales a través de un activismo militante, demoscópico, mediático, consecuencia de deseos y tácticas de unos y otros, la realidad entre lo que en verdad se elegía (representantes provincia a provincia a un Congreso y Senado y no un presidente del gobierno español), la sociedad está inmersa en el debate y calendarios de los partidos políticos y medios de comunicación, a partir de un ganador del voto y un perdedor con aparente mayor posibilidad de presidir un gobierno multi partido (o única, según quien etiquete a los grupos entre “progresistas” o “conservadores”). Esta situación supone, como no podría ser de otra manera, reconsideraciones, exigencias para frenar o impedir alternativas, para apoyar o acompañar a un favorito concreto, o para exigir cambios y transformaciones acordes con las legítimas reivindicaciones y pretensiones de cada uno de los actores del sistema.
En este contexto, la realidad “plurinacional” del Estado español, la vocación y aspiraciones de autodeterminación, soberanía, cogobernanza, sentido de pertenencia, vocación de espacios y modelos distintos al existente, por imperativo político-administrativo, reclama su atención y prioridad. Exige ocupar un lugar prioritario en el debate actual. ¿Para qué se ha de generar un tipo de gobierno concreto? ¿Con quién?
Como en todo momento crítico, las crisis, los riesgos y las oportunidades convergen y son tiempos que demandan “inteligencia y coraje de Estado”. El mapa global observado, muestra con claridad “islas” no resueltas. Euskadi-Catalunya juegan un papel esencial, claramente diferencial en el resto del Estado. Se puede jugar a ocultar su realidad diferencial o se puede asumir, de una vez por todas, la necesidad de construir espacios compartibles y compatibles no ya con la historia, que también, sino con el futuro. ¿Por qué y para qué se apuesta por un determinado gobierno? ¿Qué debe hacer y cómo lograrlo? En ese orden.
Sin duda, el cortoplacismo táctico invita a concentrarse en el “cómo” práctico y quizás en algún “qué” de baja intensidad. Lo relevante, sin embargo, está en el propósito (y su inevitable concreción final en el largo plazo). Así las cosas, parecería que términos políticos de calado como autodeterminación, autogobierno pleno, modelo territorial, cogobernanza, espacio plurinacional, suenan con excesiva fuerza y “hoy no tocan”, que dirían quienes, instalados en el confortable veto de su opción unitaria, apelan a diferenciar lo que llevaría a venderse como “aquello que de verdad importa a la gente”.
Si, por el contrario, hiciéramos el ejercicio de prescindir de la elocuencia de los términos y lleváramos su contenido real a la configuración de los “nuevos espacios de futuro” ,que habrán de posibilitar una nueva territorialización interconectada de regiones, ciudades y naciones, de polos o centros de innovación (no solo tecnológicos, industriales, sino sociales), de áreas geopolíticas compartibles, de ecosistemas (todas aquellas redes de redes que han de coexistir, de forma sinérgica y coopetitiva para explicar el logro de nuevas sociedades de bienestar, riqueza y empleo), de estrategias convergentes e inclusivas para “ganar el futuro”, podríamos visualizar el valor, interés y oportunidad de anticipar su uso para facilitar la respuesta a los desafíos del futuro.
Más allá de elecciones, la Unión Europea moviliza estos días a sus gobiernos de los 27 Estados Miembro y a cientos (o miles) de autoridades y representantes de las 239 regiones que la componen, en múltiples foros, consejos informales, Consejos de Gobierno, para abordar los asuntos críticos que han de incorporarse a la estrategia para una Europa autónoma, con peso y relevancia mundial, a la búsqueda de un lugar y coliderazgo en el concierto internacional, en las principales áreas de transición (demográfica y migratoria, verde-energética-sostenible, azul o del agua, de la digitalización, de las tecnologías exponenciales, del bienestar y de un futuro del trabajo-empleo, además de la cultura y de valores democráticos y sociales). Búsqueda de soluciones que, a la vez, integren no ya a una sociedad dual, de género, intergeneracional y plural, sino comprometida, resiliente, solidaria. Debate sobre modelos de pensamiento, reflexión sobre el binomio crecimiento-desarrollo, con el foco en la cocreación de valor (empresa, sociedad, personas, gobiernos, naciones, territorios…). En este marco, “Reconcebir nuevos espacios, nuevos territorios base, interconectados con las vanguardias del conocimiento, resilientes a las contingencias e imprevistas, obliga a decisiones imaginativas y valientes”. Nos encontramos a la búsqueda de nuevos paradigmas. Y, además, estas ideas que hubieran podido parecer ejercicios teóricos o filosóficos de laboratorio, cobran especial relevancia cuando un CRASH PANDÉMICO ha sacudido un deteriorado camino y manera de hacer las cosas, coincidiendo, además, con una guerra en el corazón europeo.
En este marco, en este tipo de reflexiones y debates, surge, con especial fuerza un “nuevo espacio”, que, si bien ha estado siempre allí, que hoy cobra especial relevancia y que nos sirve de ejemplo para abordar conceptos de “territorialización a incorporar a la agenda prioritaria”: “El espacio Báltico”.
Hace ya más de 30 años, publiqué algunos papeles en relación con el “Espacio Báltico”, su importancia con área base a lo que entonces entendía habría sido su relevante rol en la Europa del pasado y creía sería, aún más, en la del futuro, colaboré en proyectos estratégicos para la “clusterización de la actividad económica en el territorio del Báltico” y destaqué su papel ejemplo de lo que llamaba “los nuevos jugadores en una economía y estrategia glokal” que he sostenido, a lo largo del tiempo, respondía a la realidad por encima de una quimérica, insuficiente y excluyente globalización, dada por buena por la mayoría de académicos, pensadores, gobernantes y empresarios o directivos “globales” ensoñados con el mundo dominante del expatriado del alto nivel. Muchos años más tarde, en plena cuarentena de la COVID, en mi libro, “Bizkaia 2050: Bilbao, Bizkaia, Basque Country”, incluía la larga interacción objetivo para entender el futuro Bizkaia-Báltico en el nuevo espacio “territorial” de nuestro futuro en el 2050. Numerosos foros, centros de debate y entretenimiento (también profesional y académico) me han llevado a explicar el porqué de esta conexión y apuesta estratégica y, por supuesto, de sus connotaciones con la guerra en Ucrania (y el papel de ésta en el futuro europeo), cuando en el momento de mi trabajo, aún no se había producido la invasión rusa.
Hoy, los medios de comunicación, de una forma u otra, miran al Báltico y, con todo tipo de menciones, recogen lo que “The Economist”, en su último número, señalaba como “El Báltico: El nuevo y futuro lago de Europa”. Esta referencia ha provocado la reacción de amigos, colegas, empresarios, gobernantes que me han interpelado sobre aquello que, hace un par de años, entendían era un dislate o salida de tiesto en mis “sueños estratégicos”.
Doce países comparten un mar (el Báltico), sus enormes recursos (energía, biotecnología, economía azul, logística, transporte, espacio y distrito laboral, universitario compatible, infraestructuras, defensa, seguridad), sin duda, cogobernanza. Casi todos, miembros ahora de la OTAN, si bien, por historia, proximidad, pertenencia real (territorial y marítima) enfrentaban y contenían al “enemigo ruso”. Son, a la vez, puerta hacia el Reino Chino e Islandia, hacia el Arco Atlántico y la Bahía de Bizkaia. A la vez, punto de interacción crítica con los corredores conductores de Asia-Europa. Este nuevo “Lago de la OTAN”, es una joya estratégica de máxima consideración.
Su influencia en nuestras vidas, en nuestras economías, en nuestro futuro parece presente en casi cualquier área de trabajo que abordemos. Si analizamos un último informe sobre las 239 regiones europeas de alta innovación, situamos a la cabeza a Suecia, Dinamarca, Alemania, Países Bajos en sus regiones lindantes con dicho espacio. Si buscamos un ejemplo piloto de naciones liderando la digitalización, identidad digital y ciberseguridad, miramos a Estonia en el Báltico, si miramos la apuesta energética en el mundo off shore, dirigimos el análisis a su eólica y parques marinos de máxima escalabilidad, y si pensamos en rutas naturales de óptima conectividad en las principales cadenas regionales, globales de valor, extendemos los corredores de “su mar originario” a las aguas complementarias. Y, por supuesto, cualquier potencial solución a la guerra en Ucrania requiere contemplar el “Lago Báltico de la OTAN”. ¿Y el corredor Atlántico? La fachada Atlántica que posibiliten una adecuada y equilibrada interconexión en el Norte de Portugal-España, la conexión europea vía la Nueva Aquitania francesa y máxima interacción directa, también, con el Nuevo Reino Unido por reinventar, exige la mirada esencial hacia este espacio que hace unos años parecía tan distante para muchos.
Es decir, la importancia de la nueva reconfiguración de los territorios y espacios de futuro, no solamente hacen pertinente, sino imprescindible, que quien aspira a gobernar en el Estado español, asuma el riesgo de ir más allá de la confortabilidad de Madrid y de su estatus quo, para asomarse al futuro y comprender la realidad y oportunidad de naciones y territorios que no demandan un “capricho egoísta y aldeano”, sino un salto cualitativo hacia un futuro democráticamente soñado.
Poner en la Agenda del nuevo gobierno, “el territorio” que sugieren algunos es mucho más que palabras. La experiencia resulta negativa. A la falta de verdadera voluntad por afrontar el desafío, se une el grave incumplimiento no ya de lo pactado con sucesivos gobiernos, sino la propia base de un Estatuto de Autonomía (la única oportunidad que hemos tenido de una consulta global de la sociedad vasca y en la catalana, en su caso, “corregida”, a posteriori por tribunales y gobiernos “de Estado”). ¿Caben garantías? En todo caso, lo de menos es la elección de un gobierno para salir del paso. Lo relevante es elegir-apoyar un gobierno con mayúsculas con visión, propósito y apuesta de futuro.