¿Cí“MO CRECER?: La verdadera conversación hacia la prosperidad compartida

(Artí­culo publicado en Deia el 9 de Marzo).

La resaca «intelectual», que no la de la insoportable violencia y guerrilla callejera anti sistema que nos ha dejado la semana tras el evento-presentación del gobierno español del supuesto paso de «la estabilización hacia el Crecimiento» de la economí­a española, bajo un pomposo reclamo («Global Spain Forum»), nos permite recuperar algunas piezas de interés que han de servirnos para enfrentarnos a la aún grave crisis en la que nos encontramos para construir un nuevo proceso hacia un futuro de crecimiento y prosperidad compartidos.

Más allá de los discursos explicativos y justificativos de determinadas polí­ticas y diagnósticos de la mayorí­a de los participantes (Comisarios europeos, FMI, Gobierno español…), quisiera destacar dos intervenciones discordantes con el guion general y sobre las que, en mi opinión, merece la pena insistir y profundizar: «Crecimiento Inclusivo y/o para el desarrollo humano sostenible» de la mano de sendas propuestas del Lehendakari Iñigo Urkullu y del Secretario General de la OCDE, íngel Gurrí­a.

íngel Gurrí­a «desentonó» (afortunadamente) del relativo optimismo y recomendaciones dominantes en el evento, llamando la atención sobre la aún lejana salida de la crisis y aportando una seria reflexión sobre el Crecimiento. Hace tan solo unos dí­as, en Nueva York, se celebró un Seminario de la llamada «Iniciativa para el Crecimiento Inclusivo», impulsado por la OCDE y la Ford Foundation bajo el sugerente tí­tulo «Cambiando la conversación sobre Crecimiento» (Going Inclusive: Changing the Conversation on Growth). Basta destacar la breve presentación de sus organizadores para comprender no ya el contenido del mismo sino, sobre todo, la necesidad de afrontarlo como prioridad a lo largo del mundo:

«El crecimiento económico es uno de los pilares clave de la economí­a, ha de entregar mejores estándares de vida para todos e incrementar la prosperidad, acompañado de mejoras sociales y bienestar. Por tanto, los beneficios de un mayor y mejor crecimiento han de ser compartidos por la sociedad en su conjunto. Junto con las correctas polí­ticas y herramientas, está a nuestro alcance y podemos hacerlo posible» (íngel Gurrí­a, Secretario General de la OCDE).

«Los lí­deres a lo largo del mundo buscan nuevas ví­as para lograr un avance sostenible de un crecimiento económico que reduzca la pobreza y la desigualdad. Necesitaremos soluciones reales y esperanzadas. Hemos de construir una aproximación inteligente que base el crecimiento en el potencial de todos contribuyendo a una sociedad igualitaria que comparta las ganancias de forma equitativa, al servicio de todos» (Darren Walker. Presidente Ford Foundation).

Presentación para un debate que poní­a sobre la mesa una pregunta base: ¿Por qué ha de importar la inclusión en materia de crecimiento? La respuesta no vení­a de la mano de aproximaciones éticas, escalas de valores, vocación filantrópica o entretenimiento académico, sino de la identificación de una serie de «Costes de la Desigualdad» que resultan excesivamente graves y demoledores:

–  200 MM de personas sin empleo.

–  La pobreza continúa aumentando y afectando a millones de familias.

–  El desempleo juvenil crece de forma imparable.

–  Restricciones al acceso a los servicios esenciales.

–  Frustrante pérdida de expectativas y satisfacción de necesidades.

–  Un gran número de personas están perdiendo oportunidades y proyectos de vida y pierden su confianza en quienes han de definir y aplicar nuevas polí­ticas económicas y sociales.

–  La desigualdad en rentas aumenta de manera alarmante concentrando en el 10% de las rentas, hasta 10 veces la del 10% del decil inferior, cuando era menor de 7 veces hace 25 años. Y esta desigualdad  aumenta en todos los paí­ses y regiones del mundo, llegando hasta más de 100 veces en Africa.

Con un cuadro como éste, no cabe sino cuestionar aproximaciones y posiciones clásicas para iniciar una nueva manera de afrontar la insostenible situación. Así­, si hace muchos años se defendí­a un pensamiento mayoritario planteando la elección de polí­ticas y resultados económicos vs. sociales (trade offs) y se supeditaba «el reparto del beneficio» al resultado previamente obtenido y, afortunadamente, las mejores evidencias -contra corriente- han demostrado que aquellos paí­ses (y empresas) que entendieron la competitividad como un completo proceso en el que las polí­ticas económicas y sociales habrí­an de conformar una estrategia única y que, precisamente, una red de bienestar es el mayor y mejor de los factores de competitividad (como el Caso Vasco), hoy, resulta imprescindible no solamente poner el acento en CUíNTO CRECER sino, sobre todo, en Cí“MO CRECER. Es el momento inevitable de comprometer gobiernos y a la totalidad de los grupos de interés (stake holders), en todos los niveles (global, nacional, regional y de las Ciudades-Municipios) en la búsqueda y aplicación de polí­ticas, planes y acciones tangibles para favorecer ese Cí“MO CRECER, Cí“MO INCLUIR a quienes hoy no participan de los beneficios del crecimiento cuantitativo observable y cómo hacerlo de manera sostenible.

En la segunda intervención destacada, el Lehendakari confrontó a la complaciente y no autocriticada «intervención austera» de los diferentes organismos intervinientes, cuyos resultados se han demostrado coadyuvantes del deterioro social y agravantes de la profundidad recesiva de las economí­as bajo su máxima de aplicar igual diagnóstico, tratamiento y medicina a todos, desoyendo sus propias contradicciones internas (basta revisar informes sucesivos del propio FMI), confundiendo el comportamiento de gobiernos, Paí­ses, industrias y empresas como si de actores similares se tratara una estrategia de crecimiento basada en un propósito: el desarrollo humano y el elemento esencial a quien ha de dirigirse: LAS PERSONAS. En su intervención no solamente destacó los valores y pilares del llamado MODELO VASCO (del que, al parecer hoy los mencionados organismos internacionales intervinientes en el evento mencionan como referente de éxito y constatan sus resultados diferenciados respecto del entorno en esta profunda crisis) construido a lo largo del tiempo, sino que reclamó llegado el momento de exigir de los rescatados (en especial el mundo financiero y, sobre todo, de quienes lo han hecho muy mal y hoy son ayudados por quienes sí­ se ocuparon de sus deberes) el esfuerzo de «rescatar e impulsar» la economí­a. Una economí­a, decí­a, al servicio de las PERSONAS, con cara y ojos, solidaria, comprometida con un desarrollo humano que haga del empleo fuente de riqueza, dignidad y proyecto de vida, esenciales para el progreso social y económico. Una economí­a basada en la empresa, de iniciativa privada y social que no es un espacio de confrontación empresario-directivo-trabajador, sino un conjunto convergente comprometido con la creación de valor, riqueza, empleo y prosperidad.

Bienvenidas voces discordantes, rigurosas con la gravedad de la situación, conscientes de la necesidad de abordar polí­ticas de ajuste y saneamiento, pero con un POR QUí‰, un PARA QUí‰ y un hacia donde. Medidas y polí­ticas con un proyecto de futuro, deseable y alcanzable. Que no nos pase lo que el Comisario europeo, Joaquí­n Almunia decí­a en torno a su presencia en la citada cumbre: «España no tiene PROYECTO, ha salido de la recesión pero aún le quedan demasiados deberes pendientes»…

Es sin duda, un momento crí­tico y complejo. Necesitamos, SI, reactivar nuestra economí­a y crecimiento, pero hemos de hacerlo de forma inequí­voca hacia la Prosperidad Compartida.

Ojalá que esta «Cumbre» mediática nos deje, al menos, como «herencia colateral» la oportunidad de repensar «nuestras conversaciones» hacia un futuro deseado y próspero. Que en este año de Europa -del que hablaremos mucho hasta las próximas elecciones de Mayo- veamos una Europa que recupere sus esencias sociales dando sentido a la economí­a y que devuelva la esperanza a todos aquellos que hemos querido ver en ella mucho más que un mercado.