Superar la tormenta desde el posibilismo aritmético

(Artículo publicado el 4 de Junio)

En medio de una semana de ajetreo electoral que, sin duda, provocará decisiones de emergencia condicionadas por una simple aritmética parlamentaria con potenciales opciones de gobernanza sin el tiempo necesario para profundizar en reflexiones y decisiones estratégicas de largo plazo, más allá de identificar una cierta coherencia estratégica, los partidos políticos habrán de tomar decisiones que pudieran trastocar o posponer planteamientos y voluntades últimas de sus representados.

Esta inevitable situación exige, sin duda, afrontar y superar la tormenta desde un posibilismo aritmético que desvié lo menos posible el recorrido y trayecto hacia el fin último que cada uno persigue.

La realidad y demandas corto placistas y urgentes no deberían alejarse de la coherencia estratégica de largo plazo, ni mucho menos del propósito, principios y apuestas de futuro. El ejemplo que hoy observamos (y del que somos parte activa), en el mundo de la política, es perfectamente trasladable a otros ámbitos como el de la empresa, la comunidad y todo tipo de organizaciones sociales, e igualmente observable en diferentes paises, contextos y procesos de toma de decisiones.

Por distintas razones, esta circunstancia, me ha coincidido con tres casos profesionales de distinto tipo y calado, situados a muchos kilómetros de distancia, (Singapur, Ucrania, Taiwán), permitiéndome la reflexión desde el ámbito de la estrategia: la imperiosa necesidad de imaginar, diseñar, formular e implementar una visión y apuesta de largo plazo, alineando las acciones, decisiones y recursos para hacerla posible, enfrentando con la “máxima coherencia estratégica” que las circunstancias y capacidades posibiliten. Imaginar lo inimaginable y hacerlo posible.

La sucesión de crisis diversas e intensas que hemos venido acumulando en los últimos años (crisis financiera, crash pandémico, crisis económica, invasión y guerra en Ucrania…) ha despertado con crudeza el concepto de “resiliencia” y nos ha hecho entender que no se trata de tan solo de “sobrevivir” una crisis o evento adverso imprevisto (que ya en sí mismo es bastante), para volver al punto previo de partida (entre otras cosas porque nunca existirá aquel imaginario punto inicial), sino prepararse y actuar, con esfuerzo redoblado, en resetear y repensar el “nuevo futuro” al que saldremos una vez que hayamos superado el precipicio al que habríamos caído, en un punto distinto, cambiante, con nuevos retos y desafíos, nuevas condiciones (también oportunidades) y nuevos jugadores. Quien haya afrontado la caída y duración incierta del precipicio, y se haya preparado, a la vez, para un nuevo espacio, se habrá reforzado, y, de alguna forma, reinventado, para ganar el futuro. Un proceso de resiliencia, decidido, provocado, alineado y coherente con su estrategia de largo plazo. En este sentido, tres ejemplos y situaciones distintas y distantes para reflexionar. Resiliencia y apuestas estratégicas para ganar el futuro.

Singapur. Esta semana se han cumplido 13 años desde que Bilbao fuera distinguida con el premio Lee Kuan Yew de Ciudades, como “La mejor ciudad-región del Mundo” iniciando una selecta lista de ciudades que han venido accediendo al mismo a lo largo de los años. El premio forma parte de la verdadera apuesta de futuro de Singapur, quien decidió, en su visión formulada hace décadas, por aprender de las mejores referencias internacionales, compartir con terceros sus procesos, liderar las capacidades imprescindibles y diferenciales para diseñar, construir, equipar cientos de nuevas ciudades a lo largo del mundo. Junto con este ámbito de su apuesta estratégica, añade un premio equivalente relacionado con el agua, visualizar la economía de las ciudades y la economía azul (esencialmente agua) no es un capricho sino una necesidad estratégica y vital para el logro de su propósito. Ya en las memorias del su histórico primer ministro Lee Kuan Yew (considerado padre del Singapur independiente), ”from the third world to the First”“desde el tercer mundo al primero”,  describe no solamente su larga marcha hacia la independencia de Malasia, las enormes dificultades y tiempo para su logro, el largo período de convivencia anómala con sus vecinos que creían o querían actuar como si continuasen bajo el régimen anterior, condicionado por dos factores críticos: la falta de agua y la falta de “territorio” (físico, en primer lugar, y de relaciones y conectividad real). El tratado de Independencia incluía un compromiso mutuo para compartir el acceso al agua interior (si bien Singapur contaba con un poderoso activo sobre el que ha venido construyendo una base esencial de su desarrollo, como es su puerto exterior y a partir de él un clúster portuario y marítimo de primerísimo nivel mundial). La visión (“Raíces y alas”) marcaba un camino. Agua y territorio resultaban imprescindibles para el logro final. Obligaba a aprender, a generar competencias y talento asociado, generando riqueza, empleo y valor para su sociedad, multi racial-multi cultural (“varias lenguas y un lenguaje compartible”), con una significativa aportación tecnológica, una plaza financiera distintiva, una serie de clusters tractores al servicio de la estrategia país y relaciones especiales para disponer de espacio más allá de su frontera, promoviendo, de manera activa ASEAN (entonces tan solo una promesa nebulosa con un futuro prometedor)… Entendieron que “ganar el futuro” requiere una apuesta y dirección a largo palo, construyéndola con múltiples etapas y decisiones a lo largo del tiempo, aún cuando, por momentos, pudiera parecer un tortuoso camino con retrasos o desvíos frustrantes sobre el camino perseguido. “Qué mejor acelerador que concentrar el talento especializado bajo el manto de un Premio Internacional, analizando variadas experiencias de éxito y liderazgo”, me decía su director Larry Ng.

Un segundo caso, desgraciadamente más sentido y doloroso: Ucrania. El seguimiento del intenso trabajo que la iniciativa “Before and after the Victory” promueve con la participación de múltiples actores, nos recuerda el doble esfuerzo simultáneo que se viene realizando hacia “la doble victoria: Ganar la guerra y la paz, y ganar el futuro”. La ingente tarea en todo tipo de frentes, desde la auto defensa de sus vidas y su voluntad democrática de decidir su destino y respetar su vocación europeísta, en circunstancias extremas, no evita que su proceso resiliente les lleve a trabajar, a la vez, en repensar un futuro diferente no ya en términos de recuperación (territorial, gobernanza, equipamientos, intangibles, economía, sino de identificar y avanzar en la dotación de elementos clave para un futuro distinto respondiendo a nuevos retos y mega tendencias mundiales), en la redefinición de un nuevo espacio geo político y geo estratégico por el que apuestan. Que en esta especial y difícil circunstancia trabajen y piensen en mantener y reinventar sus ventajas competitivas para un mundo mejor es toda una enseñanza.

Y, finalmente Taiwán. La pequeña isla ante el gigante, defendiendo su identidad, estatus deseado y logrado, (ya hoy el 68% de su población dice sentirse exclusivamente taiwanés. Centro de estudios electorales Universidad Nacional de Chengchi), admirado por su exitosa industria de los semiconductores y CHIPS, hoy muestra, orgullosa, su apuesta estratégica industrial y tecnolóigca desarrllada a lo largo de décadas, y se compara con la movilización de miles de billones de dólares en confrontación competidora de los desacoplados Estados Unidos y China. Conocer de primera mano, a través de mi colega de la Red MOC, Ching Huag Lynl (Taiwan Industrial Research Center and Incubator for Industrial Productos) el análisis de las sucesivas estrategias y adaptaciones a lo largo de los años desde us implicación en el grupo de los tigres asiáticos (junto con Corea del Sur, Japón y Singapur), hasta nuestros días, superando las crisis de fabricación y producción de los 80, el colapso japonés de aquel tiempo, la evolución que la globalización provocó en el offshoring competidor, la lucha abierta por la tecnología, las apuestas diferenciales por mantener sus “fábricas y capacidades productivas” cuando los demás las despreciaban, su avanzada incorporación de conceptos de servitización, la clusterización de sus industrias relacionadas, la inversión en talento  y su sentido estratégico, les sitúa hoy en una posición no fácilmente copiable o comparable.

En esta estrategia industrial basa, en gran medida, su convicción en mantener su estatus quo, su identidad-fortaleza en ganar su propio futuro.

En definitiva, ganar nuestro propio futuro supone un largo recorrido, rara vez lineal, que exige decisiones y pasos intermedios que permitan superar una tormenta y sus consecuencias. Se trata de afrontarlas en el marco de una coherencia estratégica sin olvidar el propósito del viaje emprendido y el lugar al que se quiere llegar.

¿Democracias descontentas? Recuperar y fortalecer credibilidad y confianza

(Artículo publicado el 21 de Mayo)

Michael Sandel vuelve esta semana al escaparate editorial con la actualización de su prestigioso y exitoso libro “El descontento de la democracia”, retomando su intensa y larga trayectoria como pensador y profesor desde sus clásicos “Justicia: ¿Hacemos lo que debemos?”, “La tiranía del mérito” o “La Filosofía Pública”, que nos han acompañado en el tiempo, con relevantes diagnósticos y aportaciones al debate político, económico y social. Reflexiones inspiradoras de anhelos de futuro. Siempre de actualidad. Esta vez, incide en el deterioro percibido en la calidad de nuestras democracias, en las carencias del respeto al uso institucional minando el marco general de convivencia dado, y repasa lo que entiende como las dos claves esenciales a cuidar para un nuevo espacio capaz de fortalecer las democracias: poner la economía bajo control democrático y potenciar una renovada conceptualización del patriotismo identidad y Comunidad cohesionador del sentido y propósito a dar a las políticas, soluciones y objetivos a perseguir para el logro del bien común.

Subraya, entre otras causas del descontento observable, el sucesivo abandono de la política con mayúsculas en favor de una falsa eficiencia tecnócrata que parecería unificar todo tipo de políticas e ideologías, un relativo pensamiento único (especialmente extendido en las últimas décadas en una simplista y mal entendida globalización) que ha desnaturalizado el concepto identidad-Comunidad y ha dado por bueno un fin último que supuestamente generaría valor para todos en todas partes, dirigido por un promovido “patriotismo estatal trasnochado y excluyente, envuelto en un falso lenguaje mundializado y de aparente vanguardia”. Adicionalmente, resalta la poca importancia dada a la calidad del proceso democrático, a su gobierno y control, a la apropiación de etiquetas auto otorgadas “como progresistas”, por quienes parecían poseer el don de que todo aquello que proponían era incuestionable, apropiándose de los verdaderos avances sociales para todos y de su implementación como derechos universales, justicia social, libertad sin límites, excluyendo de su logro a quienes consideran y señalan, más que adversarios, supuestos culpables de los grandes males e insatisfacciones de la gente. Apoderarse del patriotismo de Estado, instalándose en una auto concedida modernidad y exclusividad rectora de la prosperidad colectiva, prescindiendo de la conexión humanista con estrategias e instrumentos probados que pudieran aportar quienes no formen parte de su grupo, sería uno de los déficits que hoy limitan el valor de las democracias. Condicionantes, en definitiva, de un desencuentro con las dificultades y necesidades complejas por resolver, confundiendo el simplismo “de lo público”, el rol verdadero y eficaz de los diferentes gobiernos, despreciando la capacidad generadora y complementaria de iniciativas sociales y privadas. Romper o despreciar décadas de convivencia que hicieron desaparecer, hace ya mucho tiempo, barreras-silos entre conceptos de exclusivo beneplácito con el mercado como asignador óptimo de riqueza y bienestar, o de intervencionismo gubernativo confundiendo que la responsabilidad pública no excluye compartir tareas, ni proyectos, funciones, papeles, compromisos, o generación de valor. La realidad es que dichas barreras cayeron hace demasiado tiempo y el humanismo económico y los compromisos en torno a los derechos universales, al bienestar y prosperidad inclusivos, a la lucha permanente contra la desigualdad, la economía social de mercado y el desarrollo humano sostenible, han roto barreras excluyentes para dominar todo tipo de políticas y estrategias en las simbiosis colaborativa público privada, en la gobernanza inter e intrainstitucional, y la cosoberanía y nuevos espacios geoestratégicos. Conceptos y modelos a la búsqueda de nuevas denominaciones y de la concreción de múltiples esquemas y modelos que, compartiendo bases esenciales, se traducen en instrumentos, programas, tiempos y velocidades diferenciados, dependiente, sobre todo, de lo que se viene en llamar el nuevo patriotismo cohesionador que lleva a los individuos a trascender en beneficio de la comunidad íntima a la que se desea pertenecer, co participando en la construcción aspiracional de un futuro deseado en términos del doble proyecto vital y profesional que se busque.

Este contenido reflexivo irrumpe en plena campaña electoral en el Estado español. Aunque no lo parezca, a juzgar por el espacio mediático y los mensajes de los líderes que copan las audiencias, se trata de unas elecciones municipales, regionales o nacionales en algunas de las comunidades que habrán de elegir diferentes parlamentos y gobiernos, con un variado y muy distinto nivel competencial, voluntad y grado de autonomía o dependencia y desarrollo institucional. Este carácter “local” (con todo tipo de matices y conectado con el mundo otrora global), es lo que da sentido máximo a la clave del nuevo patriotismo-identidad mencionado, en contraposición a ese otro de quienes prefieren mantenerse en su patrimonio patriótico estatal, y que no se reconocen en la diferencia y pretenden dirigir sus mensajes por encima de sus propios representantes o candidatos “locales”, aumentando la distorsión, confusión y desencanto. A mayor distancia del sentimiento de pertenencia, mayor resulta el individualismo y la distante implicación real y directa por afrontar los grandes desafíos políticos, sociales y comunitarios.

Adicionalmente, la falta de calidad en los procesos de gobernanza, en la toma de decisiones, lleva a confundir los consejos de ministros y sus funciones institucionales con pregones mitineros, de parte, que profundizan en la confusión y deterioran la calidad democrática. Propuestas y políticas impulsivas, inconexas, de dudosa credibilidad, carentes de un marco o estrategia general, ocurrentes (o incluso algunas valiosas en caso de ser gestionadas en el ámbito institucional correspondiente), que suplantan el rol del gobierno, agravado por una permanente intromisión en los diferentes ámbitos competenciales de quienes han de implementarlas (en caso de que así lo decidan) generan o aumentan una perversa manera de no ir a ninguna parte.

De esta forma, la riqueza de un Estado, como éste, con formato descentralizado y con supuesta potencialidad de un auto gobierno a disposición de la voluntad de los ciudadanos y de sus capacidades y apuestas de futuro, compuesto por múltiples poblaciones y comunidades heterogéneas y singulares, con lenguas propias diferenciadas, deseosos de amplios espacios de libre decisión en algunos de ellos (tanto por su historia, como sobre todo por su vocación futura, amparados en el marco legal que propicia su actualización permanente según de sus deseos democráticos de avance y transformación), con capital humano no monolítico, retos, desafíos y capacidades distintos (al margen de su recomendable y potencial compartible y sinérgico), con tejidos económicos variados, modelos de desarrollo diferenciados, además de Instituciones sensiblemente distintas (aunque el papel pareciera etiquetarlas de forma similar), parecerían diluirse en un ejercicio centralista y centralizado desde ese error limitante que acuña Sandel del llamado patriotismo de Estado. Todo un desperdicio del valor de la cogobernanza, de la plurinacionalidad y pluralidad sociológica, de diferentes legítimas aspiraciones, de autoorganización institucional, ambiciones, aspiraciones y deseos de futuro.

Llama la atención el empeño en no contar con múltiples jugadores con enorme capacidad (y deseo) de contribuir y participar en procesos, de alta calidad democrática, cocreando valor en, para, desde su comunidad. Cabría esperar un esfuerzo impulsor y director de primer orden. No son tiempos para jugar a la ocurrencia o a regalar el oído a todo el mundo. Es tiempo de elegir atendiendo a las capacidades diferenciales necesarias para garantizar el éxito y compromiso requerido, es tiempo de política y gobiernos con mayúscula, de procesos y decisiones que obedezcan a un propósito, a una apuesta de futuro. Quizás de esta forma se genere la confianza necesaria, la credibilidad y confortabilidad con las democracias y no el descontento con ellas. Cuidar aspectos esenciales del rol esperable en quienes han de asumir papeles de liderazgo hacia una nueva sociedad deseada, entusiasmándola y comprometiéndola (derechos y obligaciones) sabiendo hacia dónde se va y por qué merece la pena esforzarse en su camino.

Reescribir un nuevo encanto de la democracia.

Complejidad, demandas sociales y ecosistemas

(Artículo publicado el 7 de Mayo)

A mayor complejidad y mayores desafíos sociales a lo largo del mundo, la búsqueda de respuestas y soluciones nos suele llevar bien a una vía rápida que parecería dar solución inmediata a la máxima demanda exigida, o, por el contrario, entrar en un más que relativo pesimismo considerando se trata de una tarea inalcanzable. Una u otra posición suele dar paso a posiciones dispares que se traducen en pensar que todo es nuevo o que se trata de algo que “ha estado allí siempre” con otro nombre, con diferente voluntad o disposición de aumentarlo o el temor paralizante que inhabilita la posibilidad de los cambios necesarios.

Una forma muy habitual en el mundo empresarial suele reducirse a “culpar” al mundo de la consultoría, académico o “gurús pensantes” por atribuirles dar vueltas, con etiquetas y marketing actualizado, a viejos conceptos, términos, metodologías o pensamientos “innovadores” a la búsqueda de notoriedad disruptiva. Similar actitud se observa en gobiernos y administraciones públicas que, en gran medida, caen en la trampa, de la “imposibilidad de combatir el funcionariado y la burocracia”, así como el carácter permanente de mantener lo realizado y sus instrumentos. Y una y otra situación se ve adicionalmente complicada por la tendencia excluyente entre empresas-gobiernos, lo público-privado y el desmedido recurso al trabajo por “silos”.

La realidad es que ya sea que afrontemos una Nueva Economía y sociedad con nuevas reglas del juego, o la misma vieja economía y sociedad en contextos cambiantes.

En todo caso, día a día, nos encontramos con conceptos que parecerían nuevos o aplicables fuera de aquel medio natural en el que los aplicábamos y aprendíamos. Tal es el caso de una de las palabras que parecen estar de moda, ECOSISTEMAS, apareciendo en todo discurso, proyecto, plan, aproximación al futuro con referencia mimética al mundo natural, biológico, conocido. Como suele pasar, se acuña un término que puede aproximarse a la realidad, pero sobre el que se profundiza poco, dándose por hecho y bueno, aquello que cada uno quiere entender o aplicar. Como suele pasar, rara vez se implementa de manera completa, descuidándose demasiadas piezas esenciales que contienen y que exigirían una rigurosa reflexión y aprendizaje para extraer el importantísimo valor que ofrece.

Debo adelantar que soy un auténtico convencido del valor de lo que hoy parecerían querer expresar como ecosistemas muchos de los espacios referidos. Defiendo desde sus primeras apariciones su sentido y objetivo si bien les otorgo escasa novedad en la teoría y práctica del mundo socio económico. Sostengo que son ya décadas las que venimos profundizando y aplicando, a lo largo del mundo, la clusterización de la actividad económica como esencia del desarrollo y bienestar, base motor de la política industrial y visión alineada con la complejidad desafiante. Llevamos mucho tiempo entendiendo y propagando la coopetencia (colaborar y competir a la vez), el binomio actividad económica-territorio (región/área base), el hecho imprescindible de buscar objetivos económicos, sociales y comunitarios a la vez, en beneficio del bienestar de la sociedad, su creación de valor inclusivo, la inevitabilidad de interacción asociativa público-privada desde el rol diferenciado, relevante y específico de cada uno, según su legitimidad, sus capacidades, sus competencias y roles, sus obligaciones y sus legítimos objetivos diversos. Clusterizar, además, excede la cadena de valor, obliga a la interoperabilidad de organizaciones extendidas de valor, obliga a superar y romper fronteras entre sectores e industrias tradicionales, supone contemplar todo tipo de geografías, regiones naturales o áreas base en que se desarrolla una actividad específica, más allá de espacios político-administrativos y conlleva ponerse al servicio de proposiciones únicas (diferenciadas) de valor. Actuar, en definitiva, sobre todo aquello que explique los resultados logrados.

Hoy, y de una manera muy significativa en la Europa de la Next Generation y el maná de financiación que habrían de facilitar la reinvención, transformación de nuestras economías, recorre el mundo la intensa generación de ECOSISTEMAS (consorcios de todo tipo, alianzas temporales, agrupaciones compartiendo proyectos de financiación o ayuda pública…) y muchos de ellos sin cumplir los deberes previos (las capacidades reales de los miembros que se asocian, la tipología de sus partenariados, la concreción de sus propósitos y aspiraciones, la cuota parte en la financiación y, en su caso, beneficios esperables, su management, las condiciones y compromisos de salida -tanto si tienen éxito, como si no-, el liderazgo real de cada uno de ellos). Hoy, el mundo en general (Europa en particular) es un auténtico hervidero de iniciativas. Iniciativas y proyectos que obligan, si en verdad se pretende abordar una auténtica transformación económica, política social, a concebir partenariados amplios, diversificados a la vez que coherentes, integrados y cohesionados, trascendiendo de intereses y espacios particulares, restrictivos. Así observamos (y habremos de convivir y promover nuevos a futuro) una multitud de nuevos espacios colaborativos).

El pasado diciembre, en la Universidad de Harvard, con ocasión del XX Aniversario del programa M.O.C. (Microeconomía de la Competitividad), soporte teórico-conceptual de la clusterización y del progresivo avance acompañante de estas ideas, programas y estrategias a lo largo del mundo, relanzándose una iniciativa a la búsqueda de la potencial transformación (esencia, forma y redefinición o nombre de ideas, conceptos y proyectos), nos preguntábamos si el Marco Conceptual era el adecuado para esta “nueva era de los Ecosistemas, de una nueva economía, de nuevos cambios exponenciales…” y qué habría de cambiar; ¿Quiénes serán los nuevos jugadores?, ¿Cuáles las nuevas reglas del juego?, ¿Cuáles las estrategias a proponer?, ¿Cuáles los instrumentos, en su caso, facilitadores del cambio aspiracional? El avance y el cambio experimentado a lo largo del tiempo con la aportación de miles e investigadores, profesores, líderes empresariales y públicos en miles de iniciativas de clusterización (unas de éxito, otras muchas no), ha sabido incorporar plenamente la fuerza de objetivos y políticas sociales, la orientación hacia la co-creación de valor empresa-sociedad, la fortaleza de roles públicos y privados compartidos, su extensión a todo tipo de actividad económica-social (industria, educación, salud, servicios sociales, etc.) y la formación de formadores en todas partes en las que se pretenda mejorar el nivel de bienestar de la sociedad.

Esta semana, leía un extraordinario trabajo publicado por Strategy & Business, bajo el título de “Juntos Mejor” (“El gran potencial de los ecosistemas respondiendo a los desafíos sociales”). Orientado al potencial de mercado y a la generación de riqueza pone el acento en una serie de elementos críticos para su éxito, desde un nuevo pensamiento humanizador de sus objetivos y desarrollo, la voluntad aspiracional de “cambiar el mundo” desde nuevos jugadores que modifican mentalidades y reglas del juego, entendiendo que, si bien las crisis convergentes que vivimos son de carácter exponencial, las tecnologías y sus avances facilitadores también lo son, a la vez que asistimos a una capacidad exponencial de rediseñar, orientar y ofrecer nuevos modelos (de negocio y de soluciones sociales). Destaca la fuerza de la colaboración y la imprescindible introspección inicial para, con sinceridad, analizarnos uno a uno, auditar nuestras empresas y organizaciones, para detectar nuestras verdaderas capacidades, analizar a terceros con los que habríamos de asociarnos (empezando por nuestros competidores que previsiblemente hacen y tienen lo que nosotros no), y apela a la necesidad de generar confianza. Hoy mismo, en pleno despliegue activista de diferentes gobiernos con el acento en la política industrial y la productividad, ante el desafío tanto de mitigar desigualdad, como de propiciar la necesaria productividad del conocimiento y el capital humano e institucional que lo posibilite, el profesor Richard Hausmann (Economía de la complejidad), en un debate sobre el crecimiento del World Economic Forum (Crecer y empleo del futuro), recordaba la esencia de esta nueva productividad especializada de un conocimiento fragmentado que exige capacidades organizativas, de dirección, de empresas y gobiernos para reintegrar y acumularlo con un uso y propósito determinado. Proceso que marca diferentes trayectorias y camino de la prosperidad de diferentes ciudades, regiones y países, al servicio de su población. El intento de desprestigiar o despreciar el valor añadido, esencial, de la dirección en las organizaciones y sociedad, pasa factura.

De una u otra forma, desde una escuela de pensamiento u otra, pero siempre entendiendo la fuerza real de marcos, estrategias completas, al servicio de un propósito, una aspiración y una visión trascedente que resuelva retos y desafíos sociales (en especial aquellos complejos), el hoy llamado mundo de Ecosistemas es toda una herramienta para afrontar las cambiantes demandas sociales. Superemos las fronteras sectoriales paralizantes, esforcemos la inevitabilidad coopetitiva, rompamos los silos público-privados y abordemos los grandes desafíos que tenemos por delante.

Y ya puestos, ¿qué tal si optamos por trascender del espacio industrial para adentrarnos, también, con la óptica de ecosistemas a los mundos de la salud, de la educación y de las administraciones públicas y gobiernos, acelerando las transformaciones disruptivas inaplazables?

Sin duda, aproximarnos a las demandas sociales, co-creando valor ante la complejidad, generando ecosistemas reales, poniendo en valor el rol de los diferentes “trabajadores del conocimiento”, de las instituciones y empresas que lo posibilitan, focalizaría y movilizaría recursos en torno a propósitos cohesionadores. Mucho más que nuevas palabras para conceptos esenciales.

El juego de cartas. Recomendaciones para un futuro esperanzado

(Artículo publicado el 23 de Abril)

Una amiga, profesora universitaria, acudía el pasado lunes a una reunión académica en Bilbao. Me envió un mensaje al final de su jornada: “Estoy horrorizada. Los turistas que como yo estén por aquí pensarán que estamos al borde de la revolución. Menuda mañana de reclamos, manifestaciones, cortes de vías, ruido, papelería en calles y edificios”. Un par de semanas atrás, en una reunión con inversores foráneos, tras hablar de las ventajas competitivas, altos niveles de bienestar, cohesión social y de las extraordinarias fortalezas de nuestra economía, me cuestionaban la objetividad de dichos indicadores y valoración dado “el clima pesimista generalizado transmitido en los mensajes publicados”. Una tercera “conversación” similar con un par de máximos responsables de empresas multinacionales, amigos comprometidos con el país, me preguntaban si “en verdad aconsejaba invertir aquí o elegir otra alternativa”. Hoy leo en The Economist, el contraste entre la economía real estadounidense y la confrontación anímica tanto del anterior proceso de “Hacer America grande de nuevo” ante el declive denunciado o el actual “construirlo de nuevo mejor”. ¿Se desmorona la economía mundial y estadounidense, se reorienta hacia nuevos espacios de futuro, incorpora la inclusividad máxima en sus líneas de trabajo?

Sin duda vivimos tiempos convulsos. Por simplificar, recurriendo al acrónimo VUCA (Volatilidad, Incertidumbre-Uncertainty-, complejidad y ambigüedad), podemos referirnos al contexto de un mundo, sociedad y economías fragmentadas que parecerían impedir el aspirar y confiar en un futuro próspero esperanzado. Según el momento en que nos preguntamos por lo que estamos viviendo y las expectativas de cada uno, la línea argumental te lleva a la frustrada desesperación o al abrazo de la oportunidad.

Así las cosas, si no somos capaces de generar la confianza indispensable para creer en un futuro mejor, será imposible comprometer esfuerzos, sacrificios y proyectos, inevitablemente de largo plazo, que lo posibiliten. Un futuro esperable que justifique nuestras “especiales renuncias” del corto e inmediato plazo.

La coincidencia de esta situación y sus expresiones y/o consecuencias con un proyecto académico, consorciado entre varias universidades latinoamericanas, me invitaba a participar en una investigación colaborativa sobre “la gobernanza en Latino América: ¿Silenciosa crisis que impide el desarrollo socioeconómico de sus ciudadanos? Al plantear mi participación les preguntaba si esto solamente es aplicable a Latino América y en qué periodos y con qué “colores de gobierno”, o extrapolable a otras regiones: Estados Unidos, Europa, España…

Baste observar el comportamiento de la gobernanza en estos tres últimos ámbitos señalados para concluir en una preocupante calificación o descalificación de sus procesos de decisión, de la interacción de sus principales representantes políticos, de sus diferentes relaciones y métodos de colaboración entre los mundos empresarial y público, el rol de los medios de comunicación respecto de todos ellos, una escasa articulación entre los diferentes niveles proyectado en prácticas de escasísima calidad democrática, demagógica dirección, con profundo rechazo de proyectos futuros por una sociedad desafecta y confusa ante lo que se le ofrece. ¿Es esto así?

Con esta sensación negativa de fondo, repaso una publicación del “Harvard Law School Forum on Corporate Governance” que reproduce la carta anual de Larry Fink (presidente de Black Rock, líder mundial en activos financieros y principal inversor en el IBEX español con participación en 21 de sus empresas entre el 3 y 5,9 % de su capital), dirigida a sus “stakeholders” o agentes-grupos de interés implicados en su empresa. Sus cartas (en general dos por año: una para los primeros ejecutivos de sus clientes y la segunda a sus compañeros de viaje) gozan de interés (más allá del mundo económico-financiero) y atención ya que contienen su análisis del ejercicio en turno, su interpretación de riesgos y tendencias, sus apuestas estratégicas de futuro, sus valores y propósito y, en definitiva, sus recomendaciones estratégicas. Se convierten en su comunicación personal y directa de su estrategia y la de su organización, las claves del liderazgo y organización de que se nutre, su compromiso con las sociedades en que trabajo (a lo largo de todo el mundo) y sus respuestas a un mundo complejo.

Esto que llamo “el juego y valor de las cartas de los principales líderes con verdadera influencia” está muy extendido en la práctica tanto política, como empresarial. Desde la ya legendaria carta “ROCARD” utilizada por el primer ministro francés de la época para comunicar, primero a su gobierno y después a los ciudadanos sobre quienes gobernaban, las reglas del juego, la estrategia y políticas que se proponía llevar a cabo y las normas de comportamiento (interno y externo) que todos habrían de seguir. Año a año, en su legislatura, explicaba sus cambios organizativos, iniciativas, riesgos y peligros por afrontar, así como logros, beneficios y resultados esperables.

La carta de Larry Fink resulta, en mi opinión, de extraordinario interés, destacando una serie de puntos relevantes, estrechamente relacionados con lo hasta aquí descrito. En primer lugar, empieza por recordar que “su negocio” es una fiducia por lo que los activos, ahorros, inversiones que gestionan (cientos de miles de billones de dólares) no le pertenecen ni a él, ni a su compañía, sino a sus clientes, inversores, ahorradores. Son un legado que se lo dejan en la confianza de que le aportarán valor futuro para un escenario mejor del mañana, preferentemente en el largo plazo. Esto le obliga a ajustar el mejor riesgo-beneficio en favor de terceros (todos sus “stakeholders” en todas las comunidades en que opera). Añade que la gran diversidad de interés de todos y cada uno de los grupos implicados supone gestionar diferentes opciones con cuidadosos análisis riesgo-beneficios a la búsqueda de un bien común, sabiendo que cada uno lo interpreta de manera distinta atendiendo a sus objetivos. En todo caso, sus decisiones han de considerar el resultado esperable a largo plazo. Ha de hacerlo navegando el tormentoso mundo que recorremos. Describe un mundo, economía y sociedad fragmentadas, un entorno geopolítico cambiante (desglobalizado, seguridad-precio en conflicto, complejo, diverso, geográficamente desigual, demandante de gobiernos cada vez más exigibles, emprendedores y obligados a transformarse en sí mismos). No solo no rehúye las transformaciones tecnológicas, sino que transmite la enorme oportunidad que su buen (y regulado) uso proporciona. Utiliza un apartado especial, asociable a una fuente especial en su modelo de negocio basado en la jubilación y “retiro de la sociedad activa” advirtiendo el enorme riesgo al que nos enfrentamos y llama la atención a un cierto desprecio por las generaciones jóvenes ante una población a la que parecerían culpar de lo heredado y de una supuesta menor esperanza de calidad futura. Observa que el “Crash pandémico” conlleva dinero fácil y barato desde los gobiernos, un excesivo endeudamiento que habrá que atender, inflación persistente, falta de conectividad social con consecuencias negativas en caso de un “excesivo teletrabajo no presencial y prolongado” con consecuente desapego en relaciones, cultura organizativa, formación para el trabajo y liderazgo real. Ve con preocupación un “miedo al futuro” fomentado por la proliferación de mensajes corto placistas, negativos y poco orientados a un mundo mejor lleno de oportunidades. Esta “poli crisis” llevará al ahorro (del que se está viviendo) y no a la inversión que representa esperanza y futuro. Reclama de nuestros líderes (en cualquier ámbito) optimismo creativo, confrontar problemas y generar y transmitir a la gente verdaderas razones de esperanza para un futuro mejor. Y, por supuesto, construirlo. Se trata de “crear” oportunidades de inversión, proyectos de transformación radical, transitando las nuevas economías en curso (verde, azul, digital, educativa, de gobierno). Incita a asumir el “poder compartido” y los nuevos procesos y dinámicas de toma de decisiones, generar nuevos liderazgos y rediseñar la gobernanza en torno a la persona a atender y no a la burocracia o estructura vigente en las organizaciones (de todo tipo). Visión, propósito, estrategias largo placistas, cocreación de valor empresa-sociedad. Una receta atractiva no exenta de compromiso. Fink reflexiona desde su rol empresarial y protagonismo mundial mirando a su actividad y lo contextualiza allí en donde actúa, para hacerlo de manera correcta, entendiendo el mundo que le rodea.

De la mano de este mensaje, dos condiciones esenciales: Imprescindible Gobernanza, sea en la empresa, en tu escuela, hospital, gobierno, país… que sea. De máxima calidad y eficiencia, que responda al riesgo y oportunidades para generar un mejor y esperanzado futuro, y, por supuesto Confianza (como ya comentaba en esta columna hace unas semanas) y compromiso inversor-emprendedor, sacrificando hoy la construcción compartida inter e intra generacional. Ya es más que un tópico: un verdadero desarrollo socioeconómico y bienestar inclusivos. Ojalá que “este juego de cartas” prolifere y sustituya un ruido paralizante. Como siempre, aprendiendo de los demás y afrontando decisiones propias.

Inacabables transformaciones en curso

(Artículo publicado el 9 de Abril)

Días atrás, en un coloquio celebrado en Bilbao, se debatía sobre la “regeneración, más allá de la evolución y transformación”, a la que debería de encaminarse de forma radical la sociedad vasca en el contexto global de cambio al que, de forma pasiva o activa por voluntad propia, hemos de incorporarnos o adecuar nuestras transiciones en curso.

El debate formaba parte del programa de celebración del éxito de la entidad organizadora, su reconocimiento desde coprotagonistas de primer y reconocido nivel académico internacional y la puesta en valor de la labor realizada por la sociedad vasca, sus instituciones y agentes económicos, políticos y sociales a lo largo del tiempo, habiendo diseñado e implantado un modelo vasco de desarrollo humano sostenible, calificado de referente mundial. Se proponía debatir en torno al futuro y las sucesivas transformaciones que los desafíos del momento y del mañana exigen.

Sorprendentemente, algunos intervinientes que al parecer creen que todo empieza con ellos, pusieron el acento en la descalificación del “contexto” y de los “actores privilegiados” culpables de todos los males de la sociedad. Recurriendo a los mensajes tópicos del etiquetado neoliberalista, neocapitalista, privatización del Estado, como enemigos a combatir y destruir, se situaban, por exclusión en los adalides de la igualdad y poseedores de la verdad transformadora obviando que sus referencias a modelos “alternativos” han fracasado en aquellos lugares en que se aplicaron (casi en exclusiva de forma antidemocrática y totalitaria). Unos pocos poderosos ganadores a costa de quienes pierden y fracasan, el contexto (siempre los demás y lo externo) y sus actores privilegiados serían los auténticos culpables de todos nuestros males y la responsabilidad se limita al empresariado y directivo (salvo aquellos de micro empresas e iniciativa social o endogámico mundo académico universitario público, además de quienes se auto denominen progresistas y militen en sindicatos o partidos políticos de izquierdas, cuya etiqueta les eximiría de corresponsabilidad alguna, siempre que respondan al mandato de sus respectivos dirigentes monolíticos). Por momentos, parecía que volvíamos a un pasado superado de confrontación y exclusión, lejos de reflexiones y propuestas para construir una nueva sociedad, comprometidos en generar o reforzar capital social y propiciar esfuerzos colectivos hacia nuevas comunidades solidarias y prósperas.

Obviamente, como desgraciadamente se viene generalizando e implementando en el pensamiento colectivo, a base de repetición mediática constante, serían “los otros” quienes incurrirían en estas malas ideas y prácticas, y “nosotros” los auto denominados salvadores.

La sociedad vasca, pese a la nefasta época del terror y la violencia padecida y de sus dolorosas consecuencias, aún no del todo desparecidas, ha construido un modelo propio que ha generado prosperidad, minorado de forma relevante la desigualdad y brindado oportunidades de futuro a las nuevas generaciones, sentando una base sólida sobre la que construir un nuevo futuro, afrontando los nuevos desafíos. Está preparada para acometer las sucesivas transformaciones que le esperan. Puede soñar y pensar, con realismo, en espacios de bienestar para el desarrollo de proyectos vitales y profesionales, desde aquí, conectados con las vanguardias mundiales.

Y puede hacerlo no porque le hayan llovido regalos inesperados del cielo, sino porque lo ha trabajado. Su alto sentido y compromiso de empresa, una clara responsabilidad con la sociedad (todos los agentes implicados, trayectoria profesional en los espacios empresariales, académicos y de gobierno en todo tipo y tamaño de entidades e industrias y niveles institucionales de gobierno), generando impacto en la comunidad y país. Todos hemos hecho este modelo vasco. Que, además, ha permitido su formalización académico-práctica como reflejo de su propia realidad, del comportamiento de su tejido económico-social-institucional y su avanzado (y referente mundial) modelo de desarrollo humano sostenible (hoy tan en boga y, por lo que se ve, para muchos en pleno descubrimiento). Que el “Caso Vasco” forme parte del estudio relevante a lo largo del mundo no es sino por su referencia transformadora de una sociedad, desde una determinada identidad, valores, cohesión social, capital humano, político e institucional que ha generado riqueza, bienestar y desarrollo humano sostenible, superando situaciones de enorme gravedad en momentos, en que parecía perder “su futuro”. Este modelo y no otro era el que se celebraba.

Acercarse a este modelo supone entender un complejo proceso integral, al servicio del bienestar, enriquecimiento y prosperidad inclusiva de una sociedad y comunidad concretos. Implica en sí mismo SOLIDARIDAD, COOPETENCIA (competir y cooperar a la vez), objetivos económicos y sociales alcanzables a la vez, no un juego de suma cero (lo que ganan unos otros lo pierden), sino ensanchar oportunidades y beneficios más allá del estado base de partida. Supone auténtica participación público-público (entre todo nivel de administraciones, instituciones y entidades públicas) y público-privada (todos los agentes económicos y sociales cuya intervención en la economía, políticas académicas y sociales explican los resultados (a poder ser positivos y su distribución equitativa). Conlleva glokalización (ni globalización, ni deglobalización, ni localismo aislado del resto del mundo) que hace del factor local (su identidad, cultura, aspiraciones colectivas, institucionalización, capital humano y especialización diferenciadas) un elemento diferencial de primer orden, siempre interconectado con la vanguardia mundial (conocimiento, interrelación, innovación, capacidades distintas, diversidad…). Concepto no estático que exige estrategias de largo plazo, inacabables (la sociedad y sus demandas son y serán cambiantes, un mundo en movimiento, incertidumbre y complejidad, nuevos actores…). Un espacio que requiere atender, a la vez, todo tipo de elementos que influyen en su configuración.

Vivimos un mundo en transformación a la búsqueda y/o generación de un “Nuevo Pensamiento”. Sin duda, los principales centros de observación, ideación, rediseño de políticas, sistemas y estrategias, buscan “espacios líquidos” en los que las ideologías estancas y confrontadas del pasado estén superadas. Ya sea que unos se muevan desde un capitalismo transformado y evolutivo para su reinvención (capitalismo consciente, “stakeholding capitalism”, basado en propósito -Purpose Driven-, shared value -valor compartido-, inclusivo), con clara vocación de redefinición de sus modelos de aportación de valor a la sociedad y al conjunto de los agentes implicados en la creación de riqueza y bienestar, alejados de pseudo modelos colectivistas de nefasto resultado cuya evolución en paises totalitarios de regímenes comunistas del pasado desembocaron en modalidades de capitalismo salvaje al servicio de unos pocos “aparatistas” que, desde sus antiguas dictaduras totalitarias, perpetúan sus particulares revoluciones en beneficio propio y limitado, o la revisión positiva y perfeccionamiento de las economías sociales de mercado desde el humanismo (esencia del “modelo vasco” de desarrollo humano). Movimientos favorecedores de la responsabilidad social corporativa, el multiobjetivo ESG (económico, social y sostenible y su gobernanza ético-diversa transparente además de eficiente) van dando pasos hacia modalidades de CO-CREACIÓN de VALOR empresa-sociedad sobre la base de repensar modelos de negocio desde las demandas y necesidades sociales, nuevos roles en la extensión de las diferentes cadenas de valor de las que formar parte y la interacción/recomposición clusterizada y/de los, en boga, ecosistemas. Objetivos y estrategias convergentes empresas-industrias-país, entre actores diversos que conjugan sus propias estrategias con las del resto, compartiendo elementos comunes y esenciales. Conjunción de empresas tractoras con un tejido mayoritariamente micro.

Hemos llegado hasta aquí de la mano de una estrategia de transformación que nos ha permitido superar escenarios negros, sumidos en plena dictadura-autarquía, crisis económicas (mundiales y propias) y una auténtica reinvención (de nuestras estructuras, de modelos de cohesión social, política económica e institucional), logrando resultados inclusivos de primer nivel. Desde aquí, tenemos grandes desafíos por delante. Retos que, sobre todo, habrán de ser provocados, resueltos por nuevas generaciones a partir de su posición, protagonismo y aspiraciones de vida y generación reconfigurado a lo largo del tiempo. En este camino no solo no pueden recorrerlo en solitario, sino que resulta imprescindible la no exclusión de otras generaciones que, aunque pudiera parecer lo contrario a juicio de muchos, siguen aquí, trabajan, deciden, construyen país y aportan riqueza y bienestar para todos (sobre todo para aquellos que o no pueden, o no quieren comprometerse y aportan colectivamente a la comunidad y sociedad).

La “nueva realidad” y “las nuevas transformaciones” no son una tertulia distante, sin compromiso y coprotagonismo responsable. Alguien ha de asumir el riesgo de equivocarse, desde la inconfortabilidad de la crítica fácil, asumiendo la descalificación anónima. En Euskadi hemos construido una economía solidaria, sobre la que construimos, día a día un espacio equitativo, inclusivo democrático, sostenible. Un modelo humanista sin complejos.

Vivimos momentos retadores.

¿Estamos -todos- dispuestos a asumir el papel que nos corresponde y comprometernos con el esfuerzo colectivo compartido?

…más allá de las señales directas de la crisis. Puesta en valor de confianza, credibilidad y compromiso

(Artículo publicado el 26 de marzo)

Diez días de agobiante desconcierto y preocupación desde la noticia del colapso de un banco estadounidense que no aparecía en el radar del gran público salvo por su asimilación, por nombre y ubicación física, con el próspero, objetivo inimitable y mítico Silicon Valley al que se supone hemos de peregrinar, al menos una vez a lo largo de nuestra vida profesional, para entender de innovación, tecnologías de futuro y emprendimiento de primer nivel. La caída de este peculiar banco en el que grandes patrimonios, activos artistas del glamuroso Hollywood, jóvenes emprendedores de éxito acelerado y grandes líderes mundiales de la tecnología concentraban (pese a las recomendaciones básicas de la banca aburrida y tradicional) sus depósitos por encima de garantías legales con cobertura a su riesgo. A su vez, sin aparente contagio causa-efecto, el pánico europeo y sistémico, de la mano de unas declaraciones de un accionista saudí cualificado, hacía saltar los problemas y alarmas señaladas  muchos años atrás  (décadas) de mala gobernanza, desorientación en sus modelos de negocio, limitado control del riesgo, de uno de los grandes referentes de la banca suiza (Credit Swiss), terminando con miles de millones de activos, depósitos y confianza, dando por concluidos sus relevantes 137 años de historia. Por si fuera poco, las intervenciones de los Bancos Centrales, acudiendo en rescate de los ahorradores, inversores (salvo quienes pudieran clasificarse entre “aquellos que han arriesgado para enriquecerse” que diría el presidente Biden), público en general y el propio sistema financiero conjunto, a priori con valoración positiva por su rapidez, determinación, extensión salvadora, no parecía recuperar la confianza imprescindible para sociedades desconfiadas, dudosas de los mensajes de sus respectivos gobiernos y temerosas del efecto y consecuencias que medidas macroeconómicas de este tipo, se reflejan en familias, empresas e individuos, ya sea ahora, o en el medio y largo plazo.

Más allá de la crisis bancaria y financiera de estos días, resulta relevante resaltar el papel esencial de la confianza y repensar factores clave más allá de las señales observadas. Sin duda, la confianza en uno mismo y en los demás posibilita la capacidad de asumir riesgos, mejorar la comunicación y fomentar relaciones sólidas y satisfactorias propiciando la interacción con terceros, la capacidad para compartir objetivos y compromisos y asumir trayectos hacia futuros diferentes en beneficio común. Enfocarse en los aspectos positivos y tratar de minimizar las dudas y los temores que puedan surgir, da lugar a tomar medidas concretas para fortalecer compromisos y cocreación de valor.

Tres señales directas de una crisis mucho más profunda, con múltiples aristas, con origen y consecuencias diversas. Ninguna de ellas ha empezado o terminado en las señales observadas. Quizás, la única coincidencia sea el tiempo, o, mejor dicho, el momento en el que han saltado todas ellas al escaparate mundial.

Cuando estas cosas pasan, parecería que hemos de poner todo patas arriba o no creer en ninguna verdad. Quizás, tal y como sugieren algunos filósofos, en su autodenominado “movimiento de la Nueva Realidad”, hemos de cuestionar aquellos elementos objetivo que se supone nos unirían para compartir unos mínimos asumibles por todos. ¿Cuáles? ¿Quién ha de marcar los límites y definir la verdad, de la post verdad o de la mentira? ¿Hemos descubierto ahora que la economía financiera, el rol de sus actores y, en especial de la banca, no se corresponde miméticamente ni con los tiempos, ni con los indicadores ,al menos inmediatos, en que se mueve el tejido económico no financiero? ¿Nos hemos enterado ahora que los bancos no guardan “en una caja fuerte, en el sótano de sus sedes, el 100% de los depósitos de sus clientes, y que éstos solamente están garantizados, país a país, en una escasa cantidad y que incluso esta no cuenta con la garantía real suficiente (tan solo, por ejemplo, en España, 130 veces menor que sus depósitos legales a devolver)? ¿Parecería poco razonable la existencia de entidades financieras, especializadas y profesionales, para entender determinados modelos y tiempos de negocio para facilitar el éxito de los emprendedores tan aplaudidos, buscados y promovidos a lo largo del mundo, cuando ni la innovación tecnológica compleja ni el generalizado universo “START UP” responde a una financiación genérica y en apariencia tradicional? ¿Parece poco apropiado que quienes disponen de capital lo movilicen apoyando/invirtiendo en este tipo de iniciativas de largo plazo? ¿Parecería razonable que ahorradores e inversores accedan y confíen a/en bancos históricos con prestigio global, de gran tamaño, con capacidad y talento, además de experiencia, para garantizar la “mejor gestión posible” de sus ahorros? ¿Parecería deseable que, ante una crisis de este tipo, un gobierno (como el suizo, del que la leyenda popular supondría que casi no existe y la gente se refiere a su calidad con el comentario simplista de no saber ni el nombre de su presidente) responda en un fin de semana orquestando una complejísima operación de rescate, y comprometa “aportar todo el dinero que sea necesario para garantizar la liquidez” y tranquilizar a todos los implicados? ¿Resulta oportuno preguntarse qué es eso de una inflación de oferta y costes de producción y no de demanda argumentando que las políticas monetaristas del pasado no son la solución del problema y, en consecuencia, los bancos centrales ni pueden aplicar las medidas que pretenden imponer, ni los objetivos y tareas que se les vienen asignando desde el fin de la segunda guerra mundial, han de mantenerse debiendo dar paso a nuevos desafíos y tareas, nuevas instituciones e instrumentos tanto de control y gestión como de intervención? Sin duda, un mal momento para que un banco con especial renombre internacional, otro a miles de kilómetros que ya venía herido de gravedad y una inflación sistémica y mundial desataran el pánico y agudizarán la desconfianza activa, hacia el colapso general.

Sin duda, muchas de estas preguntas y las innumerables respuestas deberían llevar a nuevos planteamientos. Ahora bien, ¿volveremos a culpar al “contexto”, al “tiempo que nos ha tocado vivir”, a “quienes nos gobiernan o dirigen”, “a los demás”, en exclusiva, y nos abstendremos de asumir las responsabilidades particulares que, en mayor o menor medida, tenemos? ¿Son “ellos” quienes generan inflación, especulan y hacen cola para comprar letras del tesoro, quienes endeudan al país, quienes no controlan la inflación, quienes no saben dirigir (organizaciones, países, gobiernos, empresas,) etc.?

Así las cosas, mientras todos y cada uno de nosotros contemos con la opción de culpabilizar a los demás, excusando nuestra participación también en los problemas y no en sus soluciones, una tras otra, crisis tras crisis, problema tras problema, nos irán hundiendo a todos. Hoy observamos 3 o más señales y nos preocuparán mientras dure su interés mediático hasta ser reemplazadas por otras noticias o señales a destacar…y así, paso a paso, señal tras señal, aumentará nuestra falta de confianza en “ellos/ellas” en resolver nuestras demandas sociales y escenarios de futuro. Quizá llegue el día en que, entonces, no se tratará de consecuencias del contexto heredado o del clima y educación recibido de otras generaciones que “nos robaron nuestro futuro”. Entonces, posiblemente, muy cerca de Silicon Valley, en el mundo mágico de Hollywood, el metaverso mítico de sus películas triunfadoras, “en todas partes y para siempre a la vez” nos ofrecerá soluciones para todo, de forma instantánea, a golpe de clic. Eso sí, sea un relato mágico o un guión comercial, tendría final feliz.

Entre tanto, más allá de las señales observadas esta semana, unidas a un contexto generalizado de crisis, incertidumbre y complejidad, resituamos una larga agenda de asuntos pendientes sobre los que hemos de trabajar.

Hoy, inflación y bancos, así como el peligroso ensueño exagerado de un triunfo rápido, beneficios ilimitados, responsabilidades para los demás, toda aspiración para ayer y vocación de salidas individuales con escasa motivación de transcendencia, priman un desbocado mundo con escasa confianza en los demás (ni generarla, ni renovarla, ni otorgarla), desafección cómoda e inconsciente y soluciones particulares. Incluso, bajo el ensueño de que alguien reescriba “una nueva realidad” en la que encontremos acomodo y confortabilidad a la búsqueda de la esencia imprescindible de la confianza (por recuperar o construir) y el inevitable esfuerzo corresponsable a la búsqueda de soluciones reales y compartibles.

Economía real y/o economía financiera, emprendedores tras el caramelo inminente por venir y/o empresarios de largo recorrido, empresa (unidad de todos los stakeholders) o iniciativas individuales (geniales o no), regulación laxa o exigente, gobiernos y mercados, beneficios y obligaciones, “contrato social” … son algunos de los asuntos subyacentes que, una vez más, han saltado a la palestra. Si las señales detectadas nos ayudan a afrontar sus desafíos, y nos comprometemos en el uso de una inteligencia colectiva y colaborativa, nos encuentran lo suficientemente preparados para responder a esta y otras sucesivas crisis aprovechando su poder ilustrativo. Tiempos, sin duda, de poner la confianza activa en valor.

¿Paradojas de la internacionalización?

(Artículo publicado el 12 de Marzo)

La presentación este jueves por el presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, del presupuesto de su gobierno, puso el acento ya reiterado en múltiples ocasiones en el llamamiento a las empresas “a volver a casa” bajo su ya reiterada afirmación de que la apuesta estratégica del pasado en llevar la producción de bienes y servicios al exterior obedecía a una competitividad mal entendida en términos casi exclusivos de bajo coste (esencialmente laboral) lo que había generado una importante pérdida de empleo “nacional”. “Exportamos empleo a cambio de importar productos y hoy hemos de importar puestos de trabajo para seguir exportando soluciones al mundo. Nuestra recuperación del empleo en casa solamente nos hará competitivos si hacemos un inmenso esfuerzo inversor, dotándonos de infraestructuras de primer nivel, talento y capacitación de vanguardia, generando una sociedad e instituciones de máxima eficiencia y calidad. Para ello necesitamos un compromiso solidario de todos, aumentar nuestras contribuciones fiscales, mejorar la calidad de nuestros gobiernos y gobernantes, garantizar educación de primer nivel adecuada a las necesidades del mañana y no a las del pasado, proveer de asistencia sanitaria y bienestar a nuestra población”. “Este es el trato que hemos de comprometer. Si lo hacemos, decía, os garantizo que Estados Unidos volverá a ganar el liderazgo mundial que nunca debimos perder”. ¿Qué significa en términos de una de-globalización mundial, de las diferentes políticas estratégicas de internacionalización, de comportamiento real en los diferentes países en los que las diferentes empresas operan y que grado de realismo comportan?

Sin duda, vivimos momentos de profundo cambio en términos de internacionalización, concurriendo una gran variedad de factores que la condicionan y que ponen el centro del debate en lo que podríamos llamar “Las paradojas de la internacionalización”.

Hoy, no hay un solo gobierno en el mundo, o alusión a estrategias de desarrollo, que no incluya la “internacionalización de la economía” como objetivo y reclamo de primer nivel. Se promueve y anima a las empresas a salir, a hacer del exterior un medio natural y operar en él. Se alienta la presencia en el mercado exterior, se promueve la  inversión extranjera, se priman “visas doradas” para atraer capital y talento, se anima a crecer en el exterior e invertir para “garantizar el empleo en casa” o se apuesta por el llamado “reshoring” para traer a casa aquello que se ha venido realizando en el al exterior para seguir nutriendo el crecimiento, procurando hacerlo desde el origen propio. Este reclamo, suele venir acompañado, con menor o mayor éxito por todo tipo de ayudas públicas, facilitadoras de su éxito fortalece su presencia local en el país o región de origen, incorpora las mejores prácticas del management empresarial, retiene y atrae el mejor de los talentos posible y favorece el efecto tractor en su larga cadena local de proveedores y proyectos. A su vez, su balanza fiscal permite pagar las políticas sociales y de bienestar no ya de las empresas en cuestión, sino de los gobiernos y países origen.

La internacionalización, por tanto, es una auténtica palanca de crecimiento, generación de riqueza, empleo y bienestar. Sus diferentes modalidades, dan pie a cuestionar o no el grado en que lo hacen, su concepción “global” o no, en el sentido y dirección de sus flujos (capital, talento, empleo, impuestos), plazos de impacto y, por supuesto, el “arraigo” (generalmente de quienes vienen y nunca de quienes van a otros países, valorando y premiando, más bien, a quienes iplican su propio modelo y recursos originarios en el exterior).

Así las cosas, el “circuito virtuoso de la internacionalización objetivo” contrasta con estas “paradojas de la internacionalización”. A medida que las empresas locales van triunfando, ganando protagonismo en el exterior, aumentando presencia en múltiples mercados y países, integrándose en cadenas globales de valor, van “necesitando” cada vez menos del entorno local que las vio nacer, sobre cuyas áreas base crecieron y desarrollaron, en el que generaron cadenas de relación y valor locales. En este tránsito, hemos de reforzar el acompañamiento local, la actuación tractora sobre otros actores de la cadena, en el marco de estrategias alineadas con los objetivos y políticas prioritarias de los países y gobiernos implicados.

¿Qué pueden y deben hacer los gobiernos y resto de stakeholders locales para fortalecer el arraigo, su relevancia en un proceso de internacionalización progresivo de modo que los grandes líderes mundiales sigan encontrando valor en su presencia local? Y ¿De qué forma puede fortalecerse la internacionalización desde una determinada base local? Esta es la verdadera cuestión.

Los países, más allá de sus capacidades propias y oferta interior, necesitan productos o soluciones que en gran medida son proporcionados por las empresas del exterior. Estos acuden a ofrecer las soluciones demandadas, si bien el país en cuestión no solo quiere un producto inicial, sino que , paso a paso, exige compromisos a largo plazo aspirando  a la transferencia progresiva de conocimiento, tecnología y el desarrollo de un mayor “valor añadido local”, un claro acompañamiento público-privado y proyectos país. Se persigue, que se integren en la comunidad en una estrategia internacionalizadora “conjunta” y, por supuesto, esperan que dicho proceso suponga una relevante fuente de ingresos fiscales en casa, para atender sus propias políticas de bienestar y prosperidad. De igual forma, las empresas requieren ser “bien recibidas y valoradas”. Esperan mensajes favorables, confían en tener seguridad jurídica, suficiente estabilidad, reconocimiento a su labor, respuestas concertadas de trabajadores y sindicatos que posibiliten el desarrollo y progreso de la empresa, quieren marcos claros para el medio y largo plazo y contar, día a día, con compañeros de viaje, locales, con capacidad competitiva para el logro de sus estrategias de futuro. Adicionalmente, a medida que desarrollan un amplio crecimiento, en caso de éxito, requieren mercados de capitales mas sofisticados, ampliar alianzas y relaciones con terceros, asumir nuevas y variadas reglamentaciones, diversidad inversora, diversidad cultural, diversidad de raíces y de intereses compartibles. Se produce una sucesión de nuevos horizontes, espacios, reglas de juego, cómplices a lo largo del mundo, en los que, paso a paso, van generando nuevos activos (para la empresa y para los países destino), a la vez, que se supone refuerzan los activos, valores y oportunidades propios (en casa).

Es decir, la internacionalización exige en el largo plazo, “espacios competitivos” (Michael E. Porter nos recordaría sus “Diamantes competitivos y de Bienestar en las áreas base”) que permitan la excelencia convergente y sinérgica de factores básicos (infraestructuras físicas e inteligentes), condiciones de demanda generadoras de oportunidades de negocio, valor y desarrollo, en un marco de alianzas y relaciones en las diferentes cadenas de valor de las que habrá de formar parte la empresa y en una cada vez mayor interrelación estratégica y clusterizada, un management y profesionales altamente cualificados, una oferta de servicios, políticas sociales y culturales de calidad, un tejido económico acorde con tu propia actividad y por supuesto, gobiernos competitivos de excelencia con estrategias, marcos y políticas positivas favorecedoras de tu actividad. En definitiva, estar presente y ser parte de un “Territorio de Competitividad”. Territorio que, en la medida de lo posible sea a su vez, un mercado viable. El lugar de acogida ha de ser, a la vez, una auténtica plataforma de valor para acudir, con éxito, a otros nuevos espacios de oportunidad y desarrollo.

Las empresas, desde su responsabilidad analizan y deciden sobre su “confortabilidad”, factores de competitividad, costes-riesgos-beneficios para su localización o deslocalización, en la medida de sus posibilidades, oportunidades, propósito y modelos de generación de valor y de negocio, reforzando su base originaria, a la vez que participando en el desarrollo y bienestar de todas aquellas regiones o países “destino” en los que desarrollen sus actividades. Es decir, sus compromisos inclusivos se extienden a lo largo de toda su amplia presencia exterior ye interior. (De igual forma lo hacen las personas optando por cambio de empresas, empleos y países en la medida que tengan capacidad de elegir).

¿Qué parte de nuestra “constelación de cadenas mundiales de valor” hemos de realizar en cada uno de los países, territorio o áreas base en que actuamos a lo largo del mundo?, ¿en qué medida los diferentes procesos de internacionalización responden a los contrapesos inevitables en el balance de tu actividad, país a país?

Convivir, entender, las paradojas de la internacionalización para actuar sobre sus efectos perversos (que también los tiene) fortalecerá los resultados en el largo plazo y posibilitará la verdadera cocreación de valor exigible.

Tras las nuevas oportunidades, cambiando las reglas del juego

(Artículo publicado el 26 de Febrero)

¿En qué medida el lenguaje de cada momento rejuvenece y revitaliza ideas, productos, soluciones del pasado o en realidad alumbra nuevos paradigmas? ¿Cuándo acertamos al hablar de una auténtica nueva economía o simplemente se trataría de aquella vieja economía ya recorrida y conocida con un léxico actualizado o adaptado al momento?

Tras la sucesión de diversas crisis acumuladas, junto a la pandemia del COVID-19 (que, según prestigiosos economistas como Taylor, “Forward Thinking”, en su análisis de la historia para pronosticar futuribles, nos acompañará durante los próximos 40 años), conflictos mundiales y recomposición geoeconómica, parecería que, más allá de señales coyunturales de cambio, entramos de lleno en un profundo trastoque o amanecer de paradigmas novedosos. Como en distintos momentos, las dinámicas sociales, políticas y económicas, movilizan focos de interés, centros de debate, consensos o disensos generando o siguiendo políticas que, por lo general, terminan implantándose de manera homogénea, en un discurso conductor determinante de períodos conformadores de una manera de actuar. Desgraciadamente, muchas veces, se limitan a recetas simplificadoras o mensajes de comunicación, renombrando factores esenciales de transformación real, obviando la verdadera complejidad y extensión de la fortaleza de sus conceptos e ideas y, en gran medida, de la dificultad e importancia de su ejecución.

Así, en los últimos años asistimos a un positivo “renacimiento industrial” a la luz de la experiencia y resultados observables resituando su rol vital en términos de generación de riqueza y prosperidad, anclaje inversor en los paises o regiones en que se desarrolla, flujos sólidos de capital, investigación, desarrollo tecnológico, innovación, empleo formal y certeza largo placista, y una amplia corriente mundial por exigir a todo tipo de gobiernos y organismos internacionales repensar el diseño de estrategias y políticas industriales. Inserta esta relevante guía conductora en nuevas dinámicas socioeconómicas que parecerían llevarnos a un escenario superador de políticas, actitudes o resultados no satisfactorios, insuficientes, erróneas o exitosas, según el caso, con distribución desigual o generadores de resultados perversos alejados de objetivos tenidos, mayoritariamente, por adecuados y alcanzables en el siempre inacabable y complejo camino hacia la prosperidad. Hoy, ya sea fruto de la concurrencia de varios elementos inesperados e incontrolables o consecuencia de ideas-mantra que orientaron, por décadas, políticas uniformizadas que aparcaron posiciones minoritarias en forma de simplificadas teorías dominantes (globalización, servicios y conocimiento para el primer mundo y manufactura para regiones en desarrollo o no desarrollados…) en manos del dominio financiero vs. la supuesta “economía real” y la apuesta por la receta falsa y simple de asimilar competitividad a fabricación y suministro de bajo coste, aceleradores de una “inevitable deslocalización de recursos” concentrando eslabones inconexos en territorios lejanos (en lo cultural, en lo geográfico, en la empatía de quienes acudían con etiqueta de expatriados u orígenes desconocidos construyendo burbujas aisladas del país destino…), o por la fuerza de cambios reales que nos encierran  en una incertidumbre y complejidad elevadas, determinantes de un verdadero cambio de paradigma, que nos “instala” en un profundo cambio de las reglas del juego.

Para los amantes de la estrategia (la real, la de verdad, la que transforma sueños, visiones, propósitos, en modelos de negocio diferenciados, generando impacto en la sociedad), cuando cambian las reglas del juego (mientras mayor sea su radicalidad mejor) surgen las verdaderas oportunidades de transformación positiva. Es el momento de nuevas actitudes (muchas veces ocultas) orientadas hacia nuevos caminos y horizontes. Siempre, en todo momento, acompaña la incertidumbre, la competencia (ideas, talento, conocimiento, fortalezas y debilidades) y la clara y distinta interacción con tu hinterland, con su capital social, su grado de institucionalización, su contexto político-administrativo y tu propia organización alineada o no con tus ideas, valores, propósitos. Peligros, barreras, dificultades, contratiempos y grandes oportunidades a incorporar a tu propio “mapa de coherencia estratégica”, facilitando tu capacidad diferenciadora para resurgir-resucitar con un nuevo cuerpo y alma, pasadas las tormentas o terremotos y turbulencias del momento, para afrontar un futuro mejor y distinto. Hoy, como siempre, el enorme desafío de la diferenciación, ofreciendo (construyendo) una proposición única de valor que trasladar a la sociedad.

Sin duda, son muchas preguntas y reflexiones que nos hacemos ante un mundo cambiante, lleno de elementos, en principio desconocidos que parecerían desanimarnos más que desafiarnos ante retos inesperados y en un mundo en el que podemos cometer el error de confundir la exposición a una información que se supone está al alcance de todos, confundirla con el conocimiento y, finalmente, con la imposibilidad de diferenciarnos o menospreciar nuestra propia influencia personal -y, sobre todo, colaborativa- para materializar/ejecutar ideas, proyectos y compromisos.

Estos días, un triple input en diferentes diálogos o proyectos profesionales, ha dado vueltas en torno a estas reflexiones. Por un lado, la permanente pregunta-queja que parece estar en la cabeza y boca de muchos: “vivimos un tiempo y mundo incierto y complejo como nunca; otras generaciones lo tuvieron más fácil”. ¿En verdad esto es así? Sugiero identificar uno a uno los elementos críticos y comprobarlos con décadas anteriores. Si recurría a la mención a Taylor al principio de este artículo y a la relevante escuela de pensamiento económico que se remonta a décadas o siglos pasados para pronosticar escenarios empíricos para el futuro, podríamos limitarnos a repasar el mundo que vivimos hoy resaltando sus hechos turbadores con lo que vivimos en el mundo de ayer, hace tan solo 40 años en los 80. Condicionados hoy por una guerra injusta en el corazón de Europa (Invasión de Ucrania) y otra también en otra parte de ese corazón europeo, en las entonces conocidas como “Guerras Yugoslavas” (Yugoslavia, Eslovenia, Croacia, Serbia, Macedonia, Balcanes); Hoy Rusia en el punto de mira de desacople general y su empeño en reconstruir un viejo espacio y entonces la desaparición de la URSS, la creación de la Comunidad de Estados independientes y la independencia progresiva de las Repúblicas Bálticas y la propia Ucrania, así como el desplazamiento hacia la Unión Europea de la otrora aislada Europa del Este; la crisis gasita de hoy vs. la crisis energética mundial de los 70. Hoy agobiados, con razón, por el profundo y desconocido cambio en el empleo del mañana, empleabilidad-concepto de trabajo y cualificación innovadora  por reconfigurar, ante un desempleo galopante y destructor de proyectos de vida de entonces (en Euskadi 26% con zonas en torno al 40%), agravado por la gran dimisión e inconformismo en las condiciones de trabajo y entonces a la escasez y falta de empleo, limitadísimas perspectivas, movilidad restringida, inadecuación formación-oportunidades de trabajo. Hoy, integrados en la Unión Europea y en determinados paraguas de relativa seguridad, mientras entonces vivíamos en una autarquía post dictatorial franquista con las puertas cerradas a una Comunidad Europea que representaba el espacio de libertad, democracia y bienestar al que aspirábamos y en cuya periferia marginal nos situábamos. Hoy asistimos a un panorama político desmotivador y generador de amplias capas de desafección bajo extremos no comunicables y ayer, (cuando escribo este artículo recuerdo precisamente el 23-F, uno más de los golpes de Estado padecidos entonces) mezclados entre la ruptura-reforma, esperanza ilusionada por un futuro distinto y una parálisis de comunicación y renovación político-social. Hoy vivimos atentos al movimiento estratégico chino, cuando entonces asistíamos a la explosión del crecimiento en los desconocidos tigres asiáticos, y, efectivamente, hoy en el incipiente esfuerzo de recuperación post Covid en contraste con otra ola socio-sanitaria padecida entonces, con la invasión del sida y la heroína que destrozo tantas vidas en nuestro entorno.

Un mundo de ayer y un mundo de hoy para construir un futuro mejor. Una sociedad preparada para afrontar el desafío y lograr superar las dificultades que conlleva.

Ante incertidumbre y complejidad, un segundo input muy significativo es la reciente publicación “The Ecosystem Economy. How to lead in the new age of sectors without borders” (La Economía de los Eco Sistemas.  Cómo liderar en la nueva era de los sectores e industrias tradicionales sin fronteras) de Venkat Atluri y Miklós Dietz. ¿Estamos ante una Nueva economía o ante la vieja economía en base a renovados paradigmas conocidos con otras palabras? Es tiempo de ecosistemas, ruptura de sectores tradicionales, coaliciones multi industria, interacción de jugadores diversos, generando espacios y plataformas con multi objetivos compartibles, dotados de nuevos instrumentos y cogobernanza ad hoc, innovadores sistemas de gestión y nuevos roles de todos los jugadores configurando una organización extendida a lo largo de cadenas de valor. Salir de tu propio espacio, apostar por el riesgo compartido y enriquecer los objetivos (y contribución) de cada uno en el ya tantas veces comentado proceso de cocreación de valor para tu empresa, tu gobierno, país y sociedad. Tiempos de coaliciones, partenariados, alianzas. Nuevos liderazgos, nuevos compañeros de viaje, nuevas culturas y cogobernanza.

Y ambos inputs como base conceptual de un tercero que representa, sin duda, las nuevas orientaciones (o viejas reglas incumplidas) de la internacionalización. El llamado “reshoring”, “la vuelta a casa a fabricar” que contrasta según quien lo propusiera ante un temeroso proteccionismo de aislamiento anti global, y que hoy se contempla como la mejor de las soluciones para una expansión e implantación en el exterior. Huir del pseudo bajo coste asociado al coste de mano de obra, las más de las veces ignorando compromisos sociales y atención interna en la empresa y a las comunidades en las que se opera, con escaso plan de carrera, reconocimiento y crecimiento para el “personal local”, cuando no, con comportamientos prepotentes ante tus interlocutores, sus instituciones, comunidades, culturas o niveles de desarrollo o necesidades regionales o de país, han configurado las llamadas “paradojas de la internacionalización”. Su efecto virtuoso de intercambio, de generación de valor, de enriquecimiento mutuo, de oferta de soluciones (productos, servicios, management, conocimiento, relacionamiento exterior…) se han vuelto, en muchos casos, elementos contrarios al resultado y valor esperados. En este momento, una detenida observación analítica, con empatía, permite vislumbrar grandes oportunidades en las economías regionales que, a lo largo del mundo, se abren a nuevos espacios de producción y servicios, a nuevos modelos glokales de cooperación y desarrollo, a múltiples iniciativas, alianzas y soluciones.

Estrategia en tiempos de incertidumbre y complejidad, construyendo ecosistemas, clusterizando la economía, redefiniendo nuevos roles a jugar en cada caso, reinventando la internacionalización. Un buen momento. ¿Cambiando las reglas del juego?

Conscientes de la incertidumbre, turbulencias extremas y complejidad que nos acompaña pero que, en ningún caso, ha de paralizarnos o llevarnos al desánimo y la desafección destructiva.  Sin duda, el tiempo de ayer no es igual al de hoy como no lo será el de mañana. Lo que sí tenemos es la oportunidad de construir ese mañana.   Tenemos los mimbres adecuados, vivimos, también, tiempos y movimientos de gran interés para participar, de manera apasionada, en las nuevas dinámicas sociales, económicas y políticas que nos permitan asumir y entender las señales de cambio en el horizonte, interpretarlas como nuevos paradigmas transformadores y comprometernos en su adecuación al servicio de las cambiantes demandas sociales.