(Artículo publicado el 1 de Abril)
El Aberri Eguna, nuestro día de la Patria Vasca, coincide con una grave y anómala situación de emergencia en Catalunya, en el Estado español y en un momento, como otros muchos a lo largo de la historia vasca, de preocupación de futuro, desde la tranquilidad aparente de «un oasis vasco», refugio deseado ante las turbulencias observables en nuestro entorno.
Coincide, también, con un debate en el que al parecer pretenden implicarnos desde diferentes puntos, apelando a «responsabilidades de Estado».
En el contexto de un seminario internacional impartido a un grupo de propietarios y primeros ejecutivos de empresas venidos de fuera «aprendiendo con el País Vasco y su experiencia transformadora», destacaban con positivo asombro el orgullo, sentido de pertenencia, verdadera preocupación por las personas y las políticas sociales, la apertura internacional, la capacidad de relación y estrategias compartidas entre las instituciones públicas y las empresas y la capacidad innovadora de nuestras empresas en el marco de un potente sistema tecnológico, de conocimiento e innovador, valorando, sobre manera, lo que entendían había sido una eficiente gestión de nuestros recursos financieros y fiscales, soporte de presupuestos coherentes y alineados, a lo largo del tiempo, con los objetivos país que les explicábamos. Dicho esto, se preguntaban sorprendidos por la situación de Catalunya y, más aún, por lo que entendían reflejaba una «España en declive». Todo ello desde su perspectiva de negocios y país, alejados de Euskadi, pero con experiencias personales y profesionales en España.
Junto con esta valoración positiva mostraban una cierta sorpresa por observar múltiples manifestaciones y críticas a la situación actual por parte de gente que no se identificaba con los resultados y logro globales.
Sin duda, hacer país no es solamente transitar de una situación de éxito relativo, o no buscar la satisfacción permanente de las demandas sociales, económicas y políticas en un verdadero desarrollo inclusivo que no deje atrás o marginado a nadie. Esto es autogobierno. Esto es hacer país, gobernarlo y dotarle de los instrumentos y recursos adecuados.
Para alguno, este compromiso y aspiración es la administración del día a día, para la mayoría, debería ser construir tu propio futuro.
Presupuestos Generales del Estado
El gobierno español ha aprobado sus presupuestos generales del Estado 2018 y los ha remitido al Congreso para su tramitación. Lo hace sin el apoyo necesario para confiar en su aprobación a la vez que reclama de la oposición «un ejercicio de responsabilidad para resolver los graves problemas que aquejan a la sociedad española, fortalecer la ola de recuperación económica, generar empleo y contar con los presupuestos más sociales de la historia».
Un Ministro de Hacienda reprobado por el Congreso (uno de los cinco en la misma situación), en un gobierno en minoría que, sin embargo, con la complicidad de Ciudadanos y la inoperancia de la oposición, viene gobernando a base de decretos-ley y de incumplimiento de aquellos acuerdos parlamentarios que no comparte bajo el amparo de triquiñuelas legales que terminan «recordando» que «no existe partida presupuestaria para su ejecución». Un gobierno invadido, en el mejor de los casos, por la sospecha de corrupción, prevaricación, malversación y uso partidario de los poderes del Estado (acusaciones indiciarias de todos estos cargos, falso testimonio y obstrucción de la justicia… a su partido) y que argumentaba la necesidad urgente de formar gobierno, en tiempos de bloque PSOE-Podemos, «ante la gravedad de no contar con un presupuesto». El de hoy es un proyecto de presupuestos que, en el mejor de los escenarios, se aprobaría a la vuelta del verano, en coincidencia temporal con la obligación legal de iniciar la tramitación del siguiente presupuesto para 2019. Aprobable cuando su capacidad de gasto y maniobra en la toma de decisiones habría desaparecido prácticamente dado el avance del ejercicio sujeto a prórroga. Un «nuevo» presupuesto que se viene ejecutando sin control parlamentario estricto, ausente de liquidación formal, sujeto al exclusivo capricho del gabinete modificando y gestionando transferencias internas de créditos entre Ministerios y Agencias. Una propuesta de presupuestos que ha nacido con el show bufo de un Albert Rivera adelantándose un día a su aprobación para apuntarse, de «forma solemne», el acuerdo Ciudadano-PP por responsabilidades de Estado. Los grandes cambios y beneficios que se suponía que ellos habían introducido, eran desmentidos al día siguiente por el Ministro de Hacienda quien aclaraba: «estos son los presupuestos del gobierno del PP. El resto de partidos deberían sumarse al mismo en beneficio de los españoles».
La llave del PNV-EAJ
En este contexto, como ya vienen haciendo desde el inicio de la legislatura, el gobierno, el resto de la oposición en Madrid y los medios de comunicación, miran al PNV y le dicen lo que debe hacer. Sería, en consecuencia, el responsable único de su aprobación o no. Unos le piden que apoye, «responsablemente», la propuesta del gobierno, otros, que no debe «pactar ni con la corrupción, ni con el Artículo 155″. En privado, todos le piden evitar nuevas elecciones ya que ninguno -salvo Ciudadanos- se ve con fuerzas para mejorar posiciones en una nueva e inmediata contienda electoral.
El PNV, hablando por sí mismo, ha dejado meridianamente claro que en tanto no se abandone el Artículo 155, su aplicación, no recupere Catalunya su normalidad legítima y democrática, no termine la acción «judicial» unilateral y desproporcionada y no se permita a los representantes legítimos de Catalunya asumir y dirigir su autogobierno, no será tiempo de presupuestos. Mientras los principales parlamentarios electos estén privados de libertad y sean censurados por la intromisión de la justicia dirigida por orientaciones político-partidarias, no hay democracia real en Catalunya, no hay un verdadero Estado de derecho y no es momento ni de priorizar un presupuesto, ni de mantener a un gobierno que interfiere en la voluntad del autogobierno catalán.
Entre tanto, las previsiones no dejan de sucederse ya sea con impugnaciones o recursos al Tribunal Constitucional para impedir el autogobierno vasco, ya con amenazas de incumplimiento de los Acuerdos sobre el Concierto Económico o sobre el desarrollo autonómico o compromisos no cumplidos. El truco habitual de los gobiernos centrales en España, consistente en acordar/pactar la aplicación de la ley (Estatuto) y compromisos presupuestarios en sus competencias (tren de alta velocidad, infraestructuras portuarias, ferroviarias, aeroportuarias, tarifas eléctricas, regulación de banca y finanzas, liquidaciones presupuestarias…) y limitarse a conseguir partidas mínimas dejando en créditos plurianuales a futuro la parte sustancial de su ejecución, se vuelve a repetir siendo uno de los males crónicos de la operativa estatal en España. Por no hablar del espectáculo infantil y ridículo del anunciante del cuponazo, Rivera, que demuestra, día a día, la concepción que algunos tienen de la política, como un mero rastro de permanente compraventa, al servicio de su propia causa.
Entre tanto, el PNV ha dejado muy clara su posición. Es importante para Euskadi el cumplimiento de los compromisos del Gobierno español aún sin ejecución. Pero, por encima de proyectos, competencias y acciones concretas, están los principios, la democracia, el autogobierno y libre decisión de los pueblos, en este caso catalán y vasco. Mientras no se normalice la situación en Catalunya y no se tenga la seguridad de su no extensión «loapalizada» (cuya experiencia hemos padecido) a Euskadi, no hay presupuesto que valga. Sin duda, resulta fundamental la buena administración, pero, por encima de esto, queda, sin duda, la necesaria democracia que ampare los derechos y libertades.
En Euskadi conocemos muy bien lo que cuesta avanzar en un autogobierno que pase a estar amparado en la ley, vivimos a sobre saltos, pendiente de intereses concretos del gobierno central de turno.
Una situación de emergencia
El Artículo 155 de la Constitución Española, la manera unilateral y prepotente con la que el gobierno español y sus poderes de Estado lo vienen aplicando en Catalunya no es una mera intervención administrativa para «garantizar la eficacia y funcionamiento de la Generalitat o la aplicación de la ley en Catalunya» como parece querer sostener el gobierno español. La complicidad añadida del PSOE y de Ciudadanos implica «manos libres» para terminar con el autogobierno (hoy en Catalunya, mañana en Euskadi), aplicar ley, demostrar el poder del Estado (centralista, por cierto) y la utilización de todos los medios (justicia y medios de comunicación, servicio exterior, sobre todo) al servicio de sus intereses e interpretación unilateral de «sus leyes». Descabezar a las fuerzas políticas opositoras, encarcelar o provocar el exilio de los candidatos democráticamente elegidos para presidir el Govern, variar de contenido real el Parlament, con la justicia injusta con intencionalidad política partidaria no es un simple «ejercicio de responsabilidad de su gobierno».
Aunque para muchos no lo parezca, España vive una situación de emergencia mientras parece acostumbrase a dejar pasar las cosas confiando en que el tiempo, el azar y la acción de terceros desde el exterior vaya configurando un escenario fortuito al que la sociedad se adapte sin remedio. Parecería ausente el interés y compromiso, no ya de gobiernos y responsables políticos o el llamado «aparato de Estado», sino de la propia sociedad civil, en construir nuestro propio futuro.
Los coincidentes años de crisis con la corrupción galopante, el desgobierno y la parálisis legislativa general, ha impedido afrontar las reformas necesarias para reconfigurar un Estado en el que las diferentes voces compartan un espacio confortable en una Europa real, diferente a la que hoy convive con un pasado de éxito a la vez que con un incierto y temeroso futuro.
En esta situación de emergencia, España necesita un proyecto nuevo, realista, que adelante su propio futuro. Y en ese futuro, o se reconoce y cuenta con los diferentes pueblos y naciones que aspiran a construir un modelo propio y establecer y decidir el tipo de relación que quieren mantener o no será. Y esto pasa, de forma inevitable, por restaurar la normalidad democrática en Catalunya y devolver a sus representantes legítimos al Parlamento y Gobierno y permitir a sus ciudadanos convertir sus ideas en proyectos reales. Es tiempo de grandes decisiones y no de presiones o juegos presupuestarios.
Hoy, en Euskadi, celebramos el Aberri Eguna. Es la conmemoración y recuerdo de nuestro compromiso con la nación vasca. Hacer nación no es cuestión de proclamas y palabras. Es compromiso, trabajo, esfuerzo, todos los días de nuestras vidas y, sobre todo, un hacer colectivo y solidario. Hacerlo, exige dotarse de estructuras de Estado, institucionalizar el país, gobernarlo y, por supuesto, administrar correctamente sus presupuestos. Pero por encima de todo, generar, fortalecer, profundizar una democracia real que permita a la sociedad, en cada momento de su historia, elegir de forma democrática su propio camino.
Hoy, con más fuerza que en otros momentos, recordemos las palabras de Aresti:
Nire aitaren etxea defendituko dut…
Defenderé la casa de mi padre, contra los… contra la justicia…
Defenderé la casa de mi padre. Perderé los huertos, pinares, las rentas, los dividendos… pero defenderé la casa de mi padre…
Hoy, dignidad, principios y compromiso democrático. Construyendo nuestro futuro, haciendo el país que queremos. Mañana habrá tiempo de presupuestos.