NO. Better Together (Juntos mejor)

(Artí­culo publicado el 21 de Septiembre)

Ya conocemos el resultado del Referéndum escocés y la respuesta de los 4,2 millones de escoceses a la pregunta de si Escocia deberí­a ser un Estado Independiente. «Escocia rechaza su independencia», «Bruselas y Madrid respiran», «Frenazo a la locura en Catalunya», «La trilogí­a Cameron, Rajoy, Durao Barroso triunfa», «El Reino junto y mejor unido», «La City descansa»

La victoria democrática del NO en las urnas escocesas ha dado estos titulares iniciales en los diferentes medios de comunicación del Estado. Menor relevancia se ha dado a los pronunciamientos iniciales, solemnes, de Alex Salmond, primer ministro escocés y lí­der del YES Scotland recordando la virtud del proceso, la voluntad mayoritaria del NO, «de momento», y la necesidad de «Westminster de oí­r las voces de la insatisfacción con el estatus quo y demandar el cumplimiento de las promesas ,der última hora, atemorizados por las encuestas,  de Cameron y los lí­deres de los partidos polí­ticos ingleses para acelerar y profundizar en la Devolution o autonomí­a escocesa. Cameron, por su parte, afirma que cumplirán, en su totalidad, los compromisos prometidos, que inicia de inmediato el proceso con el horizonte Enero 2015 y que «es la hora de millones de voces en Inglaterra, Gales, Irlanda del Norte y Escocia», lo que supondrá no solamente una negociación y cambios para Escocia sino para todo el Reino Unido con especial incidencia, también, en un nuevo rol de la propia Inglaterra como una de las piezas del Reino y no como «la pieza única y centrí­peta» del mismo.

Con esta primera manifestación de posiciones, con independencia del largo recorrido que el análisis de lo sucedido, en detalle, y sus consecuencias futuras provoquen, podemos anticipar algunas observaciones y lecciones aprendidas tanto del proceso como de su resultado que, sin duda, lleva a cuestionar más que matizar los distintos titulares mediáticos antes señalados:

1. El NO a un Estado Independiente no es sinónimo de la aprobación del estatus quo. Hoy, tras el referéndum, el Reino Unido inicia un intenso proceso de «revolución constitucional» que no solamente supondrá un nuevo intercambio competencial entre Westminster y Escocia, sino que dará lugar a una profunda reformulación del Reino, en un complejo proceso de redefinición confederada de las naciones de la Gran Bretaña. Siendo cada una de las 4 naciones distintas y con diferentes niveles de aspiraciones de futuro, diferentes bases institucionales, diferentes modelos de adhesión y diferentes piezas de mayorí­as e identidades y culturas, el Reino Unido (UK) que desde la campaña del NO advertí­a de una disminución de fuerza en caso de ganar el SI convirtiéndose en (UK), pasa a reconvertirse en un nuevo Reino Unido distinto (UK*).

2. Bruselas y Madrid pueden «respirar» desde la confortabilidad de un inmovilismo coyuntural pero han de saber de su fracaso. Simplemente no han entendido ni el proceso, ni el resultado, ni el valor de la libre decisión de las sociedades, pueblos que conforman tanto los Estados miembro como la propia Unión Europea. Bruselas ha demostrado lo lejos que está de la Europa real y de la Europa deseada, fundadora de un compromiso de bienestar, libertad y progreso social. El «todos Unidos y Juntos mejor», sin proyecto compartible no es sino una etiqueta propagandista al servicio de un establishment profesional de la polí­tica y la burocracia con escasa o nula capacidad de entusiasmar a nadie con voluntad de construir su propio proyecto de futuro. Bruselas puede y debe aprovechar el tiempo y «el fracaso temporal del SI» para reordenar sus tratados y preguntarse como permitir que europeos que conviven en su seno, y que quieren seguir siéndolo pero sin la cortapisa de una adhesión intermedia obligada, puedan continuar siendo ciudadanos de su Unión y no limitarse a reaccionar cuando la sangre y las invasiones provocan su casi siempre tardí­a intervención (ex Yugoslavia, Ucrania…). Mientras en Escocia se ha iniciado un proceso democrático, en paz y normalidad, en el que sus gobiernos han antepuesto e interpretado la sociologí­a jurí­dica a las «leyes únicas interpretadas a voluntad de parte», en el Estado español vivimos la vergonzosa demostración de un Estado con «base democrática de baja intensidad y calidad». El NO escocés tras el cobijo de un libre derecho a decidir, contrasta con un escenario completamente distinto en el que el Parlamento de Catalunya ha votado favorablemente el derecho a la autodeterminación del pueblo catalán, ha regulado su derecho a decidir de manera democrática y ha aprobado la petición al gobierno catalán de «dotar a Catalunya de las estructuras de un estado independiente»,   respondiendo a las demandas mayoritarias de la Sociedad Catalana, democráticamente manifestadas.

Desgraciadamente el fin de semana parece deparar una hoja de ruta muy distinta. El gobierno español, en un Consejo de Gobierno sabatino, traduce sus amenazas previas para «hacer cumplir la ley» (la suya, conforme a su única interpretación) y pone «los aparatos del Estado» al servicio de sus opiniones, ideologí­a e intereses, y ha ordenado al pseudo Tribunal «Constitucional», «independiente», leer la sentencia condenatoria que previamente se habrí­a redactado en Moncloa. Todo un ejemplo de pseudo-democracia orgánica de baja intensidad y calidad, nula  separación de poderes, cuestionada o inexistente independencia judicial, ausencia de respeto a la voluntad popular y, en palabras del Presidente Rajoy, «ejemplo para Europa».  Así­, el «torpedo nacionalista que atemoriza a la UE» se habrá desviado de modo que no hará diana en el unionista y centralizado modelo de la Europa de los Estados tan distante de la Europa de los pueblos, de las personas y de los ciudadanos. El «modelo español» del que se rí­e el Presidente del Consejo de la UE y Primer ministro italiano Matteo Renzi parecerí­a imponerse para beneplácito de sus complacientes y confortables seguidores, cada vez más alejados del afecto y comprensión de la Sociedad. Renzi formula una pregunta clave: ¿Es que en verdad la Europa que queremos construir quiere un modelo de desarrollo excluyente con un desempleo estructural del 25%, en un espacio de corrupción cuyo Presidente y cúpula dirigente está manchado por la sombra del engaño y del uso de la ley a su antojo?

Pero, pese a este dislate español de su «marca España», esta semana, Europa ha cambiado radicalmente aunque solo parezca percibirse la punta del iceberg que ha puesto de manifiesto que:

1. El derecho a decidir es esencialmente democrático e inherente a los derechos humanos. Y ha llegado para quedarse.

2. La violencia, terrorismo, extorsión o imposición no solamente son absolutamente rechazables desde un punto de vista ético y polí­tico, además de penalizadores del desarrollo económico y social y obstáculo para la convivencia y un estado democrático, sino que impiden la manifestación libre del derecho a decidir y el desarrollo de cualquier proceso abierto a la apuesta y elección de futuro de una sociedad. Si queremos un proyecto y estatus propio, solamente la ví­a democrática-con todas sus dificultades-lo posibilitará.

3. El deseo y voluntad de independencia no es «cosa de polí­ticos» ni está alejado «de lo importante o las cosas de comer». Por el contrario, un proyecto socio-económico de futuro, las aspiraciones de un pueblo, exigen (y se retroalimentan) proyectos económicos, polí­ticos y sociales, alineados con una ideologí­a concreta, un modelo competencial, un poder polí­tico y estructuras de Estado propias. No es de extrañar el diferente comportamiento de los electorados de Glasgow (Yes Scotland) y Edimburgo (NO) ,poniendo de manifiesto que la población urbana, industrial, que vive orientada hacia la economí­a real, quiera un proyecto propio con alto contenido económico y social asumiendo compromisos y riesgos. Es el caso del triunfo mayoritario y abrumador de la capital económica de Escocia. En contraposición, La Edimburgo funcional y burocrática, conserva los marcos de confortabilidad y seguridad y ante la incertidumbre vota NO. Igual contraste lo dan los condados de Lanarkshire en el permanente debate Norte (YES-SI), Sur (No). Ni que decir, además, que en todos los 32 condados  del Paí­s, en ninguno de ellos el SI representa menos del 36 %. Mensaje a navegantes: más de la tercera parte, homogénea, en todo el Paí­s, quiere un cambio de modelo y sistema de adhesión.

4. El establishment se resiste al cambio y se moviliza, como el Gatopardo, para cambiar todo lo necesario para que nada cambie, administrando con los mismos jugadores, procesos unilaterales. El «nuevo proceso de devolución de poder a Escocia», o nuevos pactos federales de última hora para Catalunya o el «cumplimiento í­ntegro del Estatuto» en Euskadi, son reclamos de compra-venta en esta dirección.

5. La independencia no es romper con la sacro-santa etiqueta de «Unidos somos más y mejores», cuando la Unión es la suma de peras y manzanas, sin proyecto compartible, bajo el mando unitario de unos pocos. «Better Together» exigirá, cada vez más, un proyecto propio en el que se elija con quien compartirlo y dirigirlo. La falsa idea del consenso como panacea de progreso y convivencia pasa a ser un simple obstáculo inmovilista de quienes no quieren cambiar, obligando a los promotores de nuevas ideas, a la parálisis.

6. La independencia o el modelo deseable no surgen por generación espontánea. Requieren «arrancarse» democráticamente. El «Yes Scotland» formuló una propuesta de futuro a los escoceses. Les mostró el camino, su complejidad y los obstáculos para lograrlo. Una propuesta sobre la que la Sociedad pudo elegir. Los partidarios catalanes de dotarse de estructuras de Estado conocieron las propuestas de sus gobernantes. La sociedad necesita propuestas sobre las que debatir y no solamente un camino para hablar. Si a las mesas de diálogo pero requieren una propuesta de valor sobre la que trabajar y pronunciares.

7. Cualquier decisión, SI o NO a la independencia, SI o NO a un determinado modelo de convivencia y/o Estado, requiere un larguí­simo proceso y un importante e intenso recorrido sobre una hoja de ruta gestionable.

8. La UE y sus lí­deres coyunturales dicen una cosa y otra según las circunstancias y se van acomodando a la realidad. Desgraciadamente, parecen más beligerantes (de boquilla) con los procesos democráticos que con los conflictos demandantes de una solución diferenciada. No queremos estados configurados por herencia de sangre, donaciones conyugales o fronteras delineadas en despachos de conveniencia. Tarde o temprano, el tracto democrático, terminará dejando en el libre derecho a decidir de los ciudadanos, su propio destino.

9. Las empresas operan, a lo largo del mundo, gestionando -también- riesgos paí­s optimizando oportunidades a partir de necesidades sociales concretas. Unas van y otras vienen. Escocia, como Catalunya y Euskadi son, sin duda, espacios europeos de oportunidad, riqueza y bienestar. La City es otra cosa. Los mercados de capitales y sus agentes financieros juegan en otro mundo global, deslocalizable, virtual y efí­mero, con escasa implicación en la Comunidad. Sus espacios son simplemente Mercados. El mundo de hoy y, sobre todo el de mañana, demanda empresas comprometidas con las Comunidades en que operan y creadores de valor empresa-Sociedad.

Y, finalmente, un último recordatorio que no deseo,  personalmente, que suceda por qué sigo confiando en la re creación europea. La actual Unión Europea de los Estados no es la panacea. También hay vida fuera de la Unión, fuera del Euro. Escocia, ayer, Euskadi y Catalunya mañana, queremos desarrollar una apuesta y propuesta para Europa. Pero, si la Unión Europea nos excluye, habrí­a Plan B. Hoy no toca para Europa pero si para el Reino Unido y Cameron. ¡También para Escocia!