(Artículo publicado el 1 de Noviembre)
La concesión del premio Nobel de economía al profesor escocés-estadounidense Angus Deaton se alinea perfectamente con la principal línea de debate, preocupación y estudio en la economía de nuestros días en torno a la creciente desigualdad existente.
Si la reciente Cumbre del milenio, convocada por Naciones Unidas al objeto de evaluar el grado de cumplimiento de los objetivos propuestos para este último decenio y proponer una nueva agenda hacia la sostenibilidad en el marco del inacabable desafío para un modelo de crecimiento inclusivo, destacaba un tímido avance en la capacidad demostrada en la contención o reducción global de la pobreza extrema, a la vez que reconocía el fracaso en el logro de la mayoría de los objetivos previstos y resaltaba su insuficiencia, servía para retomar un compromiso mayor en torno a la disminución de la desigualdad creciente. Una desigualdad observable entre continentes, entre Estados o Países, entre ciudades y, en especial, manifiesta entre regiones dentro de un mismo País, o entre barrios de una misma ciudad o, ni qué decir, entre familias y personas en una misma comunidad. Desigualdad creciente que, ante la proximidad, hace sentir y percibir una mayor distancia entre iguales y se convierte en un detonador de malestar, agravios y desafección y desconfianza que, a su vez, más allá de la falta de justicia y equidad, dificulta o impide participar de un espacio de futuro que, bajo la beneficiosa proclama global, esconde la desigual realidad entre unos y otros. Esta percepción negativa, esta desafección respecto del futuro, de sus líderes y gobernantes, cuestiona cualquier modelo de crecimiento, desarrollo y bienestar tradicional, amparado en la necesidad de invertir, crecer… y, más tarde, si los resultados obtenibles lo permiten, repartir y abordar las demandas sociales, colectivas y equitativas deseables. Crecimiento y/o desarrollo inclusivo es la línea objetivo del nuevo pensamiento económico.
En este contexto, los trabajos del profesor Deaton, buscando explicaciones a la interrelación entre las decisiones individuales del consumo, ahorro e inversión de las personas, más allá de su capacidad teórica para tomarlas, los diferentes modelos y formas (además de ritmos y tiempos) de desarrollo, las modalidades del llamado estado de bienestar y felicidad a lo largo del mundo, la pobreza en sus diversas manifestaciones relativas, han contribuido, a lo largo del tiempo, a cuestionar la validez de fórmulas y recetas tenidas por inmutables y han trascendido de la macroeconomía y las bonanzas generalizadas atribuidas, para dar paso a la consideración de intangibles tan relevantes como la cultura, la psicología, el estado de ánimo, el grado de asunción del destino de cada uno, la historia de los colectivos sociales, nuestro comportamiento social y, en definitiva, a la apreciación de una economía diversa, en contextos distintos y bajo el valor determinante de la aproximación microeconómica dominada por el entorno próximo en el que vivimos. La trascendencia del impacto directo de lo próximo, tantas veces distorsionada por las bondades macroeconómicas que parecerían un determinante genético único, capaz de regir sociedades globales únicas e igualitarias, parecen sucumbir ante la evidencia observable. Diferentes protagonistas, diferentes contextos, diferentes voluntades, ofrecen diferentes resultados y, también, exigen, diferentes recetas, desafíos y estrategias.
Deaton, como otros muchos autores, ha sabido salir de su espacio de confortabilidad académica (en este caso de Princeton) para observar la realidad de los países emergente (en especial, La India) y comprobar cómo las recetas aprendidas, de supuesta validez universal, no constituyen un remedio ni absoluto ni único para las necesidades de la gente. Sus reiterados trabajos en el campo de la salud, por ejemplo, han puesto de manifiesto que dos enfermedades no siempre son iguales, que no hay dos enfermos iguales y que no han de tratarse de igual forma en todas partes. La educación para la salud, el compromiso con la misma, los modos y sistemas de tratamiento, la aplicación de los medicamentos… difieren en resultados, también, en aquellos menos favorecidos en contextos rurales o urbanos diversos. El individuo, en cada contexto, ante un mismo input, toma decisiones distintas. Ni qué decir de su «reformulación» de la pobreza relativa haciendo obsoletos los sistemas e indicadores estadísticos clásicos.
Gracias a observaciones y aportaciones en apariencia tan simples y naturales, más allá de la sintonía teórica o académica, el mundo se viene rodeando de múltiples iniciativas, de un cada vez mayor número de autores y movimientos en favor de principios incluyentes para el desarrollo, de modelos de crecimiento novedosos, de estrategias empresariales innovadoras, que empiezan por redefinir sus propias visiones y objetivos, redefinen productos y soluciones, recomponen sus cadenas de valor y su rol dentro de las mismas, generan espacios de trabajo colaborativo y compartido, ponen el acento en un valor empresarial y social convergente y se permiten discrepar de un pensamiento único simplista y, en apariencia, inamovible. Bienvenida esta nueva ola académica, empresarial, gubernativa y práctica que parece calar, también en las Organizaciones Internacionales y que, esperemos, terminen dominando sobre sus agentes, instrumentos y programas financieros que las más de las veces han suplantado la capacidad y autoridad decisoria de quienes formulan las visiones, estrategias y políticas, bajo la excusa de la capacidad técnica para dotarse de recursos, más allá del logro de sus verdaderos objetivos al servicio de las personas.
Es por eso por lo que cuando la Academia sueca se acerca a la realidad, premia a quienes se comprometen en la generación de impacto real en la Sociedad, avalan su larga trayectoria y no eligen el camino fácil de premiar la promesa y verbo del mañana, nos felicitamos y aplaudimos su existencia, labor y mensajes transmitidos.
Hoy, el mundo reclama nuevos modelos, nuevos resultados, nuevos liderazgos capaces de asumir (y gestionar) riesgos, que provoquen cambios reales, incluyentes, para una Sociedad ni excluyente ni aceleradamente desigual.
Si bien, no obstante, para algunas líneas editoriales «liberales» se trata del «Camelo de la Economía», la desigualdad, la ausencia de resultados aceptables y la deteriorada oferta de futuro que para muchos margina de proyecto alguno, parecería obligar a probar otros caminos. No se trata de propiciar crecimiento incluyente, sino un mundo incluyente o inclusivo antes, durante y después del crecimiento. Que el 80% de los beneficios de la crisis del último decenio en Estados Unidos se concentren en el 1% de la población no parece un buen indicador para un mundo que aspira a situar a la persona en el centro prioritario del desarrollo humano.
Así, nuevos modelos de desarrollo, nuevos diseños, comportamientos y roles de la empresa y de quienes disfrutamos de un empleo, nuevos desafíos de los gobiernos y renovados compromisos hacia la academia para priorizar el impacto de su trabajo en las diferentes comunidades en que se investiga e instruye, parecen constituir la esencia de la economía de HOY y, sobre todo, de mañana.
En definitiva, bienvenido este premio. Felicidades y agradecimiento al profesor Deaton y a quienes como él están cambiando el mundo. Cuyo trabajo permite reconsiderar determinadas reglas del juego (pobreza, salud, crecimiento…), nos acerca a una manera diferente de interpretar el verdadero valor de las estrategias microeconómicas y próximas, a contemplar el valor de elecciones y decisiones diferentes, por los agentes implicados, que las hacen únicas, que refuerzan el peso de la cultura y el comportamiento personal, familiar y social en nuestra actitud decisional, haciendo que las opciones de gasto y consumo, inversión y ahorro, respondan a nuestras aspiraciones de futuro y preferencia. Y permiten que esta consideración plena, lleve a concebir nuevos modelos de bienestar y desarrollo, al servicio de voluntad y decisiones propias. Modelos que hacen que siempre exista una opción a lo que algunos parecerían ofrecer como solución única e incuestionable. Todo un reto.
Las desigualdades, los nuevos desfavorecidos ven en estas ideas una esperanza sobre la que construir un nuevo futuro.