(Artículo publicado el 10 de Octubre)
El 7 de octubre de 1.936 se constituyó oficialmente el primer Gobierno Vasco, bajo la presidencia del Lehendakari, José Antonio de Aguirre y Lecube. PNV, Acción Nacionalista Vasca, Partido Comunista de Euskadi, Izquierda Republicana, Unión Republicana y PSOE conformaron el gabinete.
Las graves y trágicas circunstancias de guerra convirtieron el Estatuto de Autonomía, de limitadas competencias, en un marco de autogobierno de máximos, conformando, de hecho, un Estado cuasi independiente, con extensión geográfica limitada, fruto del aislamiento bélico. La caída de Bilbao, sede del Gobierno, la posterior de Barcelona hacia donde se había trasladado y el largo exilio encabezado por el Lehendakari, mantuvo el testigo histórico, la diplomacia internacional, el reconocimiento, organización y presidencia activa de la resistencia en el interior, hasta el retorno del Lehendakari (en ese momento, Jesús María de Leizaola tras la muerte de Aguirre) en 1.979, transmitiendo su legitimidad al Lehendakari, Carlos Garaikoetxea, elegido bajo el nuevo Estatuto vigente, hasta este momento, y con el apoyo mayoritario a un testimonio histórico de legitimidad, trabajo y servicio activo del gobierno cuyo testigo recogía..
Hoy, 85 años después de su constitución, no podemos sino recordar y reconocer la entrega, misión, ilusión, sacrificio y sentido de país y Estado de quienes lo configuraron, continuaron su legitimidad y memoria institucional y desplegaron un ingente trabajo al servicio del país.
La apasionante lectura del “Gernika a Nueva York pasando por Berlín”, en la que el Lehendakari Aguirre narra su largo y complejo periplo, superando las siempre inciertas y penosas situaciones enfrentadas, que releo con frecuencia, reviviendo mi admiración por aquella generación que sirvió al país con una entrega singular, no hace sino valorar, cada día más, si cabe, la importancia de una clase política, al servicio del país, comprometida con necesarias soluciones para un mundo complejo en todo tipo de circunstancias externas y extremas. Legitimidad y reconocimiento que encontró el apoyo y acompañamiento, así como impulso comprometido, de la sociedad a la que representaba y servía.
En estos días, el 7 de octubre, el BOPV recogía el cese del “Estado de emergencia sanitaria”. Circunstancias muy diferentes a las comentadas, si bien desconocidas por nuestras nuevas generaciones. Tiempos en los que se habla con excesiva frecuencia de “los años robados” por las restricciones establecidas, de la “depresión colectiva” que padecemos por esta situación difícil, o la necesidad imperiosa de “recuperar la normalidad y disfrutar de una libertad ilimitada…”
Terminamos este duro tiempo pandémico con la aterradora realidad de 4.700 personas fallecidas, a la vez que con un elevadísimo número (más del 99%) de recuperados lo que no deja de poner en valor el sistema sociosanitario, y de dirección institucional, así como riqueza de activos comunitarios existentes. Tenemos, también, un larguísimo número de quienes, contagiados, sufrieron y superaron la pandemia, pero vivirán, previsiblemente, un post COVID prolongado con no del todo conocidas consecuencias. La pandemia ha dado lugar a situaciones de crisis, desempleo, pérdidas económicas y empobrecimiento relativo generalizado, sin duda, si bien, mínimamente paliado por la implantación de ERTES, múltiples medidas para la recuperación de la actividad económica, el apoyo a los más vulnerables y desfavorecidos y un relevante apoyo a las personas afectadas. Hoy, afortunadamente, si, como resulta inevitable, no hemos recuperado la totalidad del punto de partida, ni hemos podido mitigar la totalidad de sus consecuencias, estamos en una nueva etapa para retomar un optimismo constructivo.
Si bien parecería que el estado de vigilancia sanitaria es sinónimo de final y superación definitiva, conviene que seamos capaces de asumir que esto no es así, que conviviremos con una epidemia con altibajos y que hemos de estar más que atentos ante variantes del virus, episodios desconocidos por venir y, desgraciadamente, consecuencias económicas y sociales sobrevenidas. Sin duda, de la misma forma que, en otros momentos, nuestra sociedad ha sabido responder, solidariamente, de forma resiliente, sabremos hacerlo, también, ante estas nuevas exigencias.
Para muchos, parecería el final de una pesadilla, para otros muchos a lo largo del mundo no es sino una “declaración oficial”, parcial, localizada en determinadas geografías y alejada de la realidad que demasiada gente aún padece. Hoy, la mayoría de la población mundial continua muy lejos de la necesaria inmunidad, aquejable por nuevas variantes, ajena a la certeza de la vacunación y padeciendo condiciones socioeconómicas y patológicas preexistentes que le sitúan muy distantes de un acceso real a la salud, COVID, pre-COVID y post COVID.
En esta nueva etapa, con casi dos años de “cambio de vida”, decenas de miles de notas informativas, publicaciones, etc., llamando a profundos cambios post COVID que llevarían a acometer o acelerar enormes transformaciones en el modelo económico y en las diferentes industrias y empleo, y, por supuesto, en la financiación y reconfiguración de nuestro estado de bienestar, hemos de afrontar nuevas cuestiones aplazadas o pendientes. Se anunciaba un mundo nuevo. ¿Será?
Queda, como asignatura pendiente, la revisión a fondo del aprendizaje y lecciones observadas. Son demasiadas las dudas y preguntas que tenemos sin responder. No sabemos en dónde ha residido el “valor verdadero de los expertos” en las medidas acompañantes a la emergencia, más allá del éxito en el ámbito de las vacunas. ¿Cuál es la clave real del diferente comportamiento de la infección en uno u otro país? ¿Por qué han enfermado algunos y no otros siguiendo idénticos cuidados y prevenciones más allá de su estado y coordinaciones previas de salud? ¿De dónde ha salido tanto experto atiborrando tertulias televisivas?, ¿Confinamiento, inmunidad de rebaño, reducción, mitigación, supresión? ¿Escolarización, empleabilidad…? ¿Nuevas medidas de resiliencia industrial? ¿Cadenas de suministros y valor, locales, regionales, globales? Todo amplio catálogo de incógnitas y líneas de estudio y trabajo.
Lo que sí sabemos es del esfuerzo solidario y profesional de muchísima gente, de todo tipo de esfuerzos y medidas al servicio de solucionar los problemas asociados, de salvar vidas y de recuperar una economía. Cuando no se tiene trabajo, sé padecen todo tipo de limitaciones y penurias, no hay separación salud-economía. Diferentes ritmos, diferentes necesidades temporales, Ambas inseparables.
En todo caso, es momento de repensar, en profundidad, los cambios o señales relevantes que pueden modificar nuestras condiciones de vida y proyectos profesionales. Cuidado con improvisaciones simplista como las escuchadas esta semana en relación con la vuelta al trabajo no presencial y sus “inigualables bondades”. Un reciente informe sobre la geolocalización del empleo y sus estimaciones a futuro (“Future maps: Youth Cluster for talent movement”. – Clúster de la Juventud para el movimiento del talento), sugiere el hecho de que “si puedes trabajar desde cualquier lugar, otro, en cualquier lugar del mundo, puede sustituirte en tu trabajo”. Un aviso importante para quienes, pretenden exceder el alcance del teletrabajo y la “nueva comodidad a distancia”.
Un nuevo tiempo. Nuevos modelos de dirección y gestión empresarial y de gobernanza: ¿Volverán los viejos Comités burocratizados para toma de decisiones en el interior de las empresas? ¿Se implementarán las medidas flexibles y ágiles que han impregnado los procesos de dirección? ¿El ámbito político retomará el espacio de cogobernanza o, por el contrario, asumirá la recentralización practicada con un pseudo modelo participativo? ¿Se intentará repensar el ocio de alcohol, botellón y nocturnidad que hemos concluido que nos aleja de un futuro deseable? ¿Se repensarán los sistemas de salud, completos, atendiendo a los verdaderos cambios que se requieren o nos limitaremos a aumentar plantillas clásicas y tradicionales sin analizar el nuevo mundo de la salud en curso?
Mientras se vaya retomando este tipo de reflexión y debate, surgirá con fuerza la tentación a terminar con el “todo lo que se necesario” y la fuerza del control del déficit público, del elevado endeudamiento, y las políticas expansionistas limitadas ocuparán nuevas prioridades. Asistiremos, de inmediato, a nuevas proyecciones que darán mayor impacto y retraso a la recuperación tanto por la crisis de las cadenas de suministro, por los picos debidos a nuevas variantes en algunas regiones del mundo, ralentización de medidas subvencionadoras, de endeudamiento, etc. ¿Se aplicarán los Fondos europeos a la verdadera transformación exigible o se usarán en un goteo y parcheo constante, en continuismo paralizante?
Será también el momento de culpabilizar a líderes y autoridades. Como bien explica Ferguson, “los principales desastres se deben a errores, negligencias o inhibiciones de la burocracia existente, de los sistemas y procedimientos de las tomas de decisiones y de las personas, aguas abajo, que han de implementar las líneas y decisiones generales tomadas”. Mientras no asumamos la corresponsabilidad, en diferente medida, de todos y cada uno de nosotros, no tomaremos las decisiones adecuadas. Desgraciadamente, parecería que es tiempo de “buenísimo”. Sociedades solidarias, comportamientos heroicos, sufrimiento colectivo, pérdida de espacio natural de socialización… grandes sacrificios… ¿Y ahora que evitarían la búsqueda de nuevos rumbos a errores observados? (Niall Ferguson, afanado historiador, profesor y generador de opinión, publica su último libro, “Desastre”, coincidiendo con esta transición de la pandemia del SARS-CoV-2 a la enfermedad endémica que habrá de sucederle).
Y así, paso a paso, hasta la próxima pandemia o catástrofe. Volveremos entonces a lamentar que “otros no tomaron las medidas que deberían haber tomado” y concluiríamos con Ferguson en la noción histórica de su “Desastre”.
Como casi siempre, el resultado final está en nuestras manos. ¿Haremos un esfuerzo en aprender y mejorar a futuro? Bienvenida la nueva estación de vigilancia sanitaria y confiemos en un adiós a la alarma y pandemia vivida. Esta tregua (que confiamos se prolongue de manera indefinida hasta su final feliz) debería llevarnos a generar una sociedad, verdaderamente resiliente, preparada, lo mejor posible, para responder -mejorando- ante cualquier emergencia, catástrofe, acontecimiento incierto.
Si hoy podemos recordar con emoción y reconocimiento constructivo el compromiso y logros de un primer gobierno, y una sociedad, que nos han facilitado llegar hasta aquí, hagamos que la etapa que nos corresponde transitar a los demás, ofrezca réditos al servicio de todos. A cada uno nos toca responder en el eslabón del que formamos parte y a medida de nuestras responsabilidades.
Circunstancias complejas, claramente distintas.
Recordemos, positivamente, el 7 de octubre.