Mapa de situación. Más allá de nociones geográficas: mapas del mañana

(Artículo publicado el 29 de Junio)

En 1.986, bajo el mandato de Ronald Reagan en la presidencia de los Estados Unidos de América, y en plena confrontación Italia-Libia en la llamada “guerra de los misiles tierra-tierra”, Estados Unidos bombardeó Libia, bajo el Régimen de Muamar Gadafi. En 2.018, la OTAN intervino en Libia “para terminar con la masacre de su población”.

Recuerdo aquellos acontecimientos “iniciales” de 1.986 en que los miles de estadounidenses planificaban sus confortables vacaciones familiares a disfrutar en la Italia mediterránea. Su sorpresa fue mayúscula cuando empezaron a ver en los titulares los mapas de la zona y “descubrieron” que la apacible Italia se encontraba a escasas millas de la peligrosa y terrorífica Libia, a golpe de un cercano misil destructor a unos simples y accesibles pasos de una Isla llamada Lampedusa (hoy tristemente conocida por el terrible horror migratorio que une o separa dos mundos absolutamente desiguales). La cancelación de reservas   turísticas fue inmediata.

Estos días, tras el ataque de la superpotencia estadounidense a Irán, la imprevisible siempre explosiva zona del Oriente Medio (o Próximo según la posición del observador en el mapamundi), el siempre y temido posible cierre del estrecho de Ormuz y el complejo espacio y mapa geopolítico, geoestratégico y su más que rico y diverso escenario, hace que muchos estadounidenses (y los que no lo somos) vuelven a observar los mapas que o bien desconocían, habían olvidado o minimizado en sus conocimientos almacenados .

Mapas que no podrían resultar tan sorprendentes para muchísimos estadounidenses, no ya por su conocimiento de geografía, sino por la intensa presencia de su Quinta Flota, su amplia y determinante presencia en bases militares esparcidas por toda la zona, por su relevante relación energética, económica, financiera, cultural, académica a lo largo del tiempo.

No obstante, las imágenes tienen siempre un mayor impacto, capacidad de influencia y recuerdo que otras muchas experiencias, lecturas o relaciones “normalizadas”. Es por eso como, estos días en Nueva York, Chicago o los Ángeles (y, por supuesto en el mismo medio-oeste con miles de familiares movilizados, durante años, en la zona observada), rebrota ese especial temor, preocupación o interés por ese punto en el que converge, entre otras cosas, la quinta parte del petróleo mundial hacia sus diferentes paises destino (nada menos que 20,5 millones de barriles diarios).

Así, el “vecino del jardín de al lado”, Irán, que comparte “arbolado y seto” separado (y, en ocasiones unido) delimitando o confundiendo  terrenos, conforma  la vista diaria de Irak, Kuwait, Emiratos Árabes, Omán, Catar, Saudí Arabia… tan lejos y tan cerca, tan distantes, en principio, en culturas, credos, formas de vida y supuestamente valores, y, a la vez, tan próximos, construyendo, paso a paso, un “nuevo mundo”, desde las características propias y esenciales de ese GRAN SUR GLOBAL que, junto con otros, conformando la gran mayoría de la población mundial, asumen, día a día, un mayor protagonismo en el rediseño de un aún desconocido nuevo “Orden Mundial”, generará “nuevas Instituciones Internacionales multi laterales”, dibujará nuevos mapas y esquemas de paz, una nueva modalidad de gobernanza y conformará un “nuevo espacio y mundo de diálogo y proyectos colaborativos”. Entendernos más y mejor, esforzarnos en aprender un camino y recorrido compartible, redefiniendo valores si no iguales, sí compatibles, huyendo de la imposición, es el destino que hemos de buscar.

Este mapa de situación no aparece de la noche a la mañana. Quizás lo redescubrimos de vez en cuando, pero lo hemos ido construyendo, paso a paso, siglo a siglo.

¿Cuántos proyectos o iniciativas, los más bien intencionados, hemos venido construyendo, confiando en enlazar convivencia, conocimiento mutuo, reconocimiento, respeto y aprendizaje compartido? Lento y complejo proceso, sin duda, pero única alternativa real de paz, comprensión y futuro estables, duradero, para todos. En nuestras manos (en la de cada uno según sus responsabilidades en cada momento) están las soluciones. Tiempos de diplomacia (política, económica, social), de instituciones compartidas, de diálogo, de valores compartibles, de paz, de construcción. Seguramente supone evitar “atajos unilaterales” con supuestos triunfos de unos sobre otros que, destrozados, nos traerán de regreso al punto de partida que ya no será el preexistente. Estará sembrado de desconfianza, de espíritu de venganza, de desacople y de aislamiento y confrontación permanente. Vienen bien algunas recomendaciones que predominan ante la complejidad e incertidumbre que vivimos hoy: “Se trata de gestionar los conflictos y desafíos y no tanto de evitarlos. Una gestión adecuada (conflictos, disputas, controversias) es altamente productiva, recomendable e ilustrativa para enfocar soluciones y pasos positivos encaminados al logro”.

En consecuencia, miremos los mapas con mucha atención. Entendamos y asumamos la realidad. No es cuestión de imponer delineantes que tracen fronteras artificiales, cuadrículas, impuestas y ajenas a la esencia real (pueblos, culturas, historia…). Más allá del estrecho de Ormuz, por encima del enorme impacto y consecuencias económicas (por supuesto desencadenantes de su impacto social, político), toda una red de espacios colaborativos a imaginar, implantar, desarrollar y compartir.

Estos días, repasaba una conferencia del Doctor Stephen Wolfram, reconocido experto en ciencias computacionales e inteligencia artificial. Explicaba la evolución del conocimiento computacional a lo largo de la historia, las bases de conocimiento previo en que se desarrollaba cada una de ellas y nos sugería evitar observar el futuro desde procesos predictivos soportados en los que hoy vemos, lo que hoy creemos saber desde las herramientas y “mapas preexistentes” y proponía no preocuparnos tanto por el cómo continuar haciendo las cosas desde nuestras bases de partida, sino preguntarnos por el propósito, por lo que queremos encontrar y a lo que en verdad queremos responder. Entiende que ese camino será el que nos lleve a futuribles distintos (en su caso, en el mundo computacional). Todo un mundo de puntos que interactúan y se relacionan en múltiples direcciones generando “espacios imprevistos alejados a la realidad preexistente antes observada”.

Con mucho menor gravedad que lo comentado, pero alineado con esta reflexión básica, esta semana, Guggenheim Bilbao inauguraba la exposición: Another Day. Another Night (“Otro día. Otra noche”) de Barbara Kruger, destacando en su obra, más allá del medio, el texto, la palabra y el arte como mensaje, las ideas que transmiten o transforman una idea clave: “La empatía puede cambiar el mundo”. “La fuerza y peso de las palabras” que apreciamos en esta potente exposición se ven reflejadas de forma sugerente en el extraordinario diálogo recogido en el catálogo de esta muestra, con una instructiva conversación entre la artista y la comisaria de la muestra, Lekha Hileman Waitoller, y que tal y como explicaba en su presentación la directora del Museo, Miren Arzalluz, ”logra captar nuestro interés y dirigirnos hacia cuestiones esenciales relacionadas con las dinámicas del poder, el género, la identidad, el deseo, las lenguas propias, el deseo el consumismo y los nuevos desafíos”.

En un mundo cambiante (como siempre), en el que pretendemos superar los conflictos del poder, sus jerarquías no siempre deseadas, cadenas de errores, confrontación entre el campo de los miedos, temores de un futuro incierto y del que, en ocasiones, parecería que no formamos parte y, por otra, el enorme e ilusionado mundo esperanzado de las oportunidades, en abundancia, para construir un futuro diferente, deseado, hay un amplio espacio para repensar las imágenes, textos y “mapas”: “Another Day, another night, another darkness, another light, another hope, another fear, another love… another year” (“Otro día, otra noche, otra oscuridad, otra luz, otra esperanza, otro miedo, otro amor… y otro año”).

Seguramente, nuevos mapas para un mañana distinto nos esperan. Eso sí, al igual que todo futuro propio y deseado, exige nuestra decidida intervención para construirlo.

La siempre “nueva era de la Innovación”

(Artículo publicado el 15 de Junio)

Hace 15 años, ISPIM (International Society for Professional Innovation Management) celebraba en Bilbao su XXI Conferencia bajo el reclamo “las Dinámicas de la Innovación” en la que tuve la oportunidad de ofrecer la conferencia de bienvenida (“Co-creating innovative value – Cocreando valor innovativo”) en línea con las ideas clave que en aquel tiempo abanderaba C. K. Prahalad quien, junto con M.S. Krishna lideraban lo que se entendía “una nueva era de la Innovación”, orientada a su obra referente “Driving co-created value through global Networks” (Valor compartido a través de redes globales). Ponía el acento en la integración, sin fronteras, de la estrategia, los procesos de negocio, las tecnologías aplicadas y las personas, sugiriendo una “Arquitectura Transformadora” de los Modelos de Negocio.

Esta semana, entre Bilbao 2010 y Bergen 2025 en donde se celebra la Conferencia actual de ISPIM, resulta innumerable la cantidad de documentos, modelos, informes, contribuciones “vectores” de la, en cada momento, “nueva era de la Innovación”. De una u otra forma, cada autor, cada escuela, cada agente “innovador”, conforma una determinada estructura o modelo, que interpreta, avanza, refuerza o divulga la relevancia de la innovación, esencia transformadora de respuestas a los diferentes desafíos, cambiantes, a los que se enfrentan sociedad, gobiernos, academia, empresas y personas.

Echar un vistazo al amplio programa que Bergen ofrece estos días, nos lleva a considerar, en mi opinión, tres grandes apartados que justifican, en sí mismos, la oportunidad de la elección de la ciudad de Bergen, de Noruega y del espacio Nórdico-Escandinavo, con sus características y enfoques diferenciados, locales a la vez que de inspiración glokal: 1) Innovar en la Economía Azul (y muy especialmente en el ámbito de los Océanos); 2) ¿Qué y cómo debemos enseñar, divulgar y educar para la innovación en un “nuevo orden disruptivo” mundial?; 3) La inevitable cocreación de valor en una amplia y continua constelación de cadenas globales y locales de valor (en este caso, en/desde/para el agua).

Recuerdo con especial aprecio mi intervención en la Conferencia de Bilbao, un par de meses después del fallecimiento de Prahalad con quien tuve oportunidad de reunirme, en Chicago, como contraste y preparación de mi tesis (Netting Coopetitive strategies through knowledge: Business, Governments and Communities) y cuando ya él llevaba sus reflexiones más allá del management, de la propia innovación y la estrategia, hacia lo que para muchos le convirtió en el referente de la “Base de la Pirámide”, diseñando estrategias innovadoras, coopetitivas, hacia el “cliente-consumidor” (como él apuntaba), de escasos recursos, en la base de ingresos. Centraba la mirada en el mundo global menos favorecido, que demandaba (y demanda) máximo valor en los servicios y productos que necesita o desea y/o adquiere. Gran Sur Global de máxima relevancia, día a día, en este nuevo mapa y orden mundial que vivimos.

Hoy, en Bergen, aquellas dinámicas innovadoras, su adaptación a la triple dimensión inseparable de innovación-estrategia-competitividad, pretende compartir ideas en relación con aquello que se está enseñando o aplicando, el cómo se hace, a quien va dirigido y qué impacto real genera en las sociedades a las que sirve. ¿Se trata de ampliar el contenido de los programas educativos con un Curriculum cada vez más amplio? ¿Hemos de formar agentes cognitivos o aprender a “dominarlos” y ponerlos a nuestra disposición no dejándonos llevar por la fuerza de la tecnología en sí misma, sino usarla a nuestro servicio, adentrados en la omnipresente inteligencia artificial? ¿En qué, dónde y para qué hemos de aplicarla? ¿Cuál es el propósito de la innovación transformadora emprendida? ¿En qué medida buscamos modelos y usos únicos, diferenciados, estratégicos que eviten el que todos hagamos lo mismo? Innovar con sentido y propósito.

Sin duda, compleja base de partida, extraordinariamente esencial, desde la que abordar espacios de futuro y es aquí donde Bergen, su historia, su cultura, su conocimiento y fortalezas diferenciadas nos abre la puerta de la “Economía Azul”. Pretende aproximarnos a conocer las cuestiones básicas para un curso introductorio: las características y dimensión de los océanos, las potencialidades (también enormes riesgos y peligros), los enormes escollos, recursos, tiempos imprescindibles por intervenir en ellos, las riquezas (biológicas, alimentarias, minerales, energéticas…) que contiene y, a su vez, el enorme desconocimiento real para su máximo aprovechamiento. Nos ofrece la oportunidad de reparar en múltiples elementos la más de las veces desconocidos (Trillones de dólares/razones para bucear en ellos, elementos o recursos clave para terminar con la escasez de alimentos, de energía, agua e incluso “tierra habilitada y disponible”, “vehículo esencial para el soporte de las infraestructuras tecnológicas del futuro”, “la obligatoriedad de compartir espacios a lo largo del mundo”, la base de la química del futuro, de los fármacos y drogas del mañana). Como menciona un Informe del Bofa Global Research: “Sabemos más de la superficie de la luna y de Marte que de las profundidades del Mar”. Unos océanos que cubren el 75% de la superficie de la tierra, que contiene el 97% de nuestra agua. 350 millones de empleos están ligados al mundo de los océanos y ya la acuacultura, por ejemplo, provee el 50% del pescado consumido en alimentación y acoge las infraestructuras criticas para la revolución de la Inteligencia Artificial Generativa, ya que el 90% del tráfico de datos “viaja” a través de cables submarinos. Así, observar la inmensidad de “cadenas globales de valor” que se entrecruzan, las grandes oportunidades especializables, la variedad de roles y jugadores posibles en todos sus ámbitos de impacto, constituyen una “puerta abierta para la Innovación”. Oportunidades que serán alcanzables en la medida que aquellos “vectores cocreadores de valor a través de redes globales”, que dirían los mencionados Prahalad y Krishna, conformen la arquitectura base para la generación de partenariados convergentes, desde la convicción de diferentes propósitos que motiven, incentiven y cohesionen las estrategias coopetitivas de todos sus actores implicables.

Una invitación a rediseñar sistemas de cocreación de valor, a identificar nuevos modelos de negocio únicos, a conformar alianzas con sentido ad hoc, a asignar los recursos necesarios, focalizar, priorizar su uso, a mitigar los riesgos implícitos, a asumir las experiencias largo placistas que conllevan y, por supuesto, a conectar los múltiples espacios y modos de conocimiento que se requieren.

Estos días Bergen como símbolo de lugar de encuentro y “espacios de especialización diferenciada”, en sintonía con el esfuerzo universal de Innovación estratégica y diferenciada tan necesaria, a la vez que extendida por el mundo. En este caso, “Innovación impulsada por la naturaleza”. Hoy, la oportunidad de adentrarnos en una gran fuente de oportunidad, la Economía Azul. Mañana, todo un mundo infinito a explorar.

Una inacabable innovación transformadora, atemporal, que siempre obligará a hablar de “nuevas eras”, tras cada paso firme a la búsqueda de un mundo mejor y que nos lleva a descubrir optimistas espacios (complejos y exigentes) que más allá de sus riesgos y dificultades, reclama actitudes y visiones positivas como abundancia de oportunidades y no como aplastantes problemas y escasez desincentivadora. Así, Economía azul (desde el agua como vector), fuente de estrategias, políticas e iniciativas innovadoras.

Cambiando las reglas del juego y la geopolítica del talento

(Artículo publicado el 1 de Junio)

Dos de los principales elementos que han caracterizado una “alta consideración” exterior de los Estados Unidos de América han sido sus Universidades y Think Tanks de alta calidad, referentes de calidad, liderazgo e innovación, sostenidos a lo largo del tiempo.

La Universidad de Harvard, sin duda alguna, es un claro icono de esta excelencia apreciada a nivel mundial. Un 25% de su alumnado es no estadounidense y un elevado número de sus profesores e investigadores o son extranjeros, o disfrutan de doble nacionalidad o visados especiales, participando, a su vez, en múltiples alianzas colaborativas con un amplio número de Universidades e Instituciones de investigación o enseñanza a lo largo del mundo. Sus trabajos (de asesoría, consultoría, formación, generación de impacto) se extienden a lo largo del mundo contribuyendo al desarrollo fuera de las fronteras estadounidenses, compartiendo beneficios con empresas, instituciones y países origen de sus estudiantes y profesores.

Harvard, de forma recíproca, se beneficia, también, de esta circunstancia y, por supuesto, Estados Unidos de América, percibe la mayor contribución de lo generado. Una base de talento, envidiable por un mundo que “compite” por atraer, retener, generar talento-conocimiento como fuente esencial de innovación, bienestar y riqueza de las personas. Su influencia en el territorio (dentro y fuera de Estados Unidos), genera, todo tipo de “polos de desarrollo” en avanzados estadios de innovación, favorece clusters y/o ecosistemas y su concentración coherente e inteligente, facilitadora de estrategias completas y holísticas para el desarrollo diferenciado, favoreciendo la concentración de talento, capacidades y habilidades imprescindibles para la conectividad internacional entre áreas, ciudades, regiones, a lo largo del mundo, tejiendo redes especializadas de conocimiento y todo un proceso inacabable de proyectos colaborativos.

El gobierno Trump ha decidió intervenir (no solo en la Universidad de Harvard, sino en otras Instituciones), retirando fondos públicos, exenciones o beneficios fiscales, programas de investigación colaborativa y, de manera extrema, impidiendo a la Universidad la matriculación de extranjeros (hoy son 6.793 estudiantes representando el 27% de la matriculación total), la libre decisión de nombramientos en la dirección de centros, departamentos, institutos que señala “contrarios a los intereses de América”. Deniega o suprime visados, exige su expulsión y ha iniciado una investigación prospectiva de todo visado académico en curso, tratando de “identificar” personas “non gratas con intenciones anti americanas”. Sin previo aviso y con una más que dudosa justificación, cambia las reglas del juego a golpe de órdenes ejecutivas (práctica que con mayor o menor intensidad y máxima duda de control democrático se viene extendiendo en los diferentes gobiernos del mundo). Redefine así el futuro (o ausencia del mismo) de miles de personas que tomaron sus opciones educativas y de trabajo basadas en determinadas reglas del juego hoy suprimidas.

Estos alumnos afectados, han venido financiando sus esfuerzos académicos, o bien con créditos personales (que confiaban poder pagar una vez concluidos sus estudios y con años de desempeño profesional), becas de todo tipo de Instituciones (públicas o privadas, y, por lo general, vinculadas a gobiernos o instituciones de sus países de origen) y ahora se encuentran en un “limbo” pendientes de decisiones cautelares de los jueces, de cambios “voluntarios” del gobierno o de “potenciales trasferencias de sus créditos académicos” a otras Universidades que “cumplan” con el mandato de la nueva política y/o “homologuen” los estudios realizados. De igual forma, un elevado número de profesores e investigadores ven truncados sus programas en curso y se convierten de alguna manera, “en objeto deseado de la contratación competidora exterior”.

Así, al margen del enorme e irreparable daño causado y la permanente “duda” que acompañará tanto a la Administración USA, como a las Universidades y personas afectadas, podríamos afirmar que el mayor perdedor es, sin duda, los “Estados Unidos de América”. Adicionalmente, no podemos señalar otro elemento esencial en juego. El modelo estadounidense de los “Moonshots”, imaginando grandes desafíos de largo plazo, motivando sociedades enteras a la búsqueda comprometida de complejos, a la vez que beneficiosos, cambios multi área, soportado en Universidades, en sus Centros de Investigación asociados, facilitadores de la interacción entre múltiples empresas, proyectos e iniciativas, y que hicieron florecer las principales industrias y tecnologías tractoras, las “escuelas de pensamiento”, los modelos de progreso y desarrollo y, por supuesto, los principales “HUBs de Innovación”, a lo largo del mundo, parecen reorientarse al deseo, interés, poder y control de unos pocos a merced de decisiones unilaterales, alejados de controles democráticos reales. Estados Unidos ha sido un destacado jugador en este tipo de programas colaborativos soportados en sus Universidades. ¿Se trasladarán a otras latitudes?, ¿se pretenderá llevarlos a cabo por adjudicación directa gobierno-empresa concreta?

Hoy mismo, mientras escribo este artículo, la Universidad de Harvard celebra las tradicionales ceremonias de graduación en sus diferentes Escuelas y Facultades. La fiesta habitual se ve empañada por la más que incierta consecuencia de las decisiones tomadas. Estudiantes que no han podido contar con la compañía de familiares e invitados al serles revocados los permisos correspondientes, el dudoso futuro de sus compañeros y proyectos en curso o previstos a futuro… y, a la vez, los equipos de abogados en representación de la Administración Trump y de la Universidad, inician conversaciones a la búsqueda de soluciones que reconduzcan este daño causado y, sobre todo, la búsqueda, desde la Universidad, de defender sus derechos, libertad, historia y caminos de futuro. Así mismo, la jueza encargada de las denuncias y recursos interpuestos por la Universidad, acaba de suspender, con carácter cautelar, la suspensión de las imposiciones Trump.

Hoy, a la vez, como suele suceder con intervenciones críticas de esta magnitud, se abren “grandes oportunidades”, inesperadas y no provocadas, para “sus competidores”: ¿Y si se diseñan e implementan estrategias completas de captación de ese talento deseado?

Sin duda, ha sido siempre controvertido el intento de atraer talento (los beneficios de quien atrae generan pérdidas en los países/instituciones de los “atraídos” o “captados”). Una agresiva política de gobierno por atraer su diáspora y/o descendientes, o los profesionales formados en el exterior, “descapitaliza en origen” a la vez que fortalecen el espacio de atracción. Pero, a la vez, en un caso como el descrito, permite facilitar soluciones a quienes de forma involuntaria se ven privados de sus “planes y proyectos de vida” y que pueden encontrar fuentes alternativas de desarrollo. Cabe asistir, de inmediato, a una carrera de ofertas generando un intenso cambio en la “nueva geopolítica del talento”. El mundo de hoy y, sobre todo, el de mañana, necesita de procesos y estrategias coopetitivas entre disciplinas, países, conocimiento diferenciados.

En la propia Universidad de Harvard, su Instituto de Estrategia y Competitividad, fundado y presidido por Michael E. Porter, con su permanente vocación de “formar formadores y generar impacto a lo largo del mundo”, creó una Red internacional “M.O.C. Network-Microeconomía de la Competitividad” (www.mocnetwor.org), de la que me enorgullezco de formar parte, funcionando desde el año 2002, con 140 Universidades e Institutos, a lo largo del mundo, con una “Facultad”  o claustro de cerca de 700 profesores e investigadores, impartiendo cursos específicos (50.000 alumni) y proyectos de desarrollo. Muchos de sus miembros ven peligrar, hoy, su presencia en los diferentes seminarios, workshops, programas en/desde la Universidad, así como su potencial afiliación. Ya en el marco de esta Red, un relevante e importante trabajo dirigido por el profesor Porter, abordó el “deterioro de la democracia y gobernanza en los Estados Unidos”, (The Industry of Politics. A competitive disadvantage), aplicando su modelo de “las 5 fuerzas y la Ventaja Competitiva de las Naciones” para analizar lo que él llamó “la Industria de la política en Washington”. Advertía del “encapsulamiento” de los actores del aparato de gobierno y política del país, sus cabildeos, estilos de gobierno, objeto de legislación, “reducida calidad de legislación, gobernanza” y democracia de baja intensidad y merma considerable de su calidad. La calificaba no solo como un problema real de democracia, sino una “fuente imparable de desventaja competitiva” de los Estados Unidos, otrora admirado como referencia de funcionamiento democrático, de un crisol y mezcla de migraciones variadas y diversas y escuela de pensamiento y modelos de gestión.

En el seno de la mencionada Red, posibilitó múltiples análisis e iniciativas de estudio de “la mencionada industria de la política” en diferentes países, confrontando dichas observaciones con el peligroso desencanto y fallo de las democracias y sus modelos de gobierno. Hoy, desgraciadamente, su generalización parecería más que evidente.

Hoy, es un problema visible en una prestigiosa Universidad. Mañana, sin duda, en múltiples faros a lo largo del mundo. Esta misma mañana, William Kristol (“The Bulwark”, director del “Proyecto para el nuevo siglo estadounidense”) recuerda que el caso Harvard debe movilizar a los demócratas estadounidenses para repensar las soluciones que han de proponer ante los desafíos oficiales, económicos, políticos y climáticos y el rol que Estados Unidos quiere jugar en el mundo, necesariamente diferente de lo que parece instalarse, generando un desencanto generalizado.

Y este triste y preocupante episodio, se da, precisamente, en un momento crucial en la imperiosa necesidad de repensar, también, el rol de las Universidades (su capacidad diferencial de formación a diferentes “audiencias” cambiantes en nuevos ciclos, perfiles profesionales, modelos de enseñanza y carrera, internacionalización, diversidad y “longevidad etaria”; su capacidad y orientación investigadora, tanto básica, como sobre todo aplicada a las demandas y necesidades sociales; su capacidad de transferencia tecnológica y de conocimiento; su capacidad y compromiso generador de impacto tanto en las comunidades en las que se inscriben, como a lo largo del mundo; su capacidad generadora de talento y conocimiento…) y, por supuesto, su propio modelo de propiedad, gobernanza, financiación, ideario y valores, el espacio de libertad de su profesorado, alumnos y liderazgo social.

Lo que sucede hoy, y lo que termine pasando más adelante en y con Harvard, será un claro símbolo que nos ayudará a repensar su importancia en el bienestar, progreso, desarrollo social y, también, económico. Harvard se ve obligada, a su vez, a afrontar un nuevo desafío de máxima relevancia. En la manera en que responda y encuentre nuevos caminos colaborativos con terceros (otras instituciones académicas, redes de centros de investigación, gobiernos y países, con  su propia extensa red alumni distribuida a lo largo del mundo en posiciones clave), generando soluciones para sus alumnos, profesores, proyectos de investigación en curso y dé cobijo, directo o indirecto, en redes paralelas o convergentes a la crisis provocada por la intervención gubernamental, fortalecerá su liderazgo y éxito, su legado, su rol a futuro, adelantando la vanguardia de una imprevista innovación educativa. ¿Asistiremos a un nuevo modelo de Universidad en RED?

Sin duda, talento no es solamente un cúmulo de conocimiento, o formación-información, sin la orientación, propósito y liderazgos acertados. Tampoco el talento se genera o da en exclusiva en el ámbito Universitario y en estudios y grados superiores. Pero, por supuesto, el aquí hoy reseñado, es esencial para el progreso social y económico.

¿Volverá el talento generado en otros sitios a sus geografías de origen? ¿La conectividad universal facilitará la innovación transformadora de nuevos espacios de conocimiento en auténticos “ecosistemas de conocimiento” en las fortalezas de un capital humano, social, institucional en tejidos socioeconómicos de alta calidad democrática?

Sin duda, un nuevo tablero geopolítio acelera la movilización del talento.