¿Una nueva ERA? Naveguemos sus olas favorables

(Artículo publicado el 18 de Abril)

La información mediática difundida por su promotor, Jeff Bezos, parece presentar una “nueva hazaña” por la que cinco mujeres han pasado unas breves vacaciones, adelantándose a la Semana Santa, viajando al espacio. Un viaje privado, para pasajeros sin excesiva preparación diferenciada (ni física, ni mental, ni académica, ni equipaje especial…). Recorrieron miles de kilómetros, salieron de la tierra, nos observaron desde allí y regresaron para aterrizar en una parcela desértica de Texas. Un nuevo turismo de máxima exclusividad huyendo de concentraciones masivas, evitando rechazos sociales en los vuelos “invadidos” (generalmente por los mismo que, también, invaden otros lugares cuando dejan temporalmente de ser residentes para convertirse en turistas llevando a terceras ciudades o paises todos los problemas e inconvenientes que aclaman, en casa, a quienes les visitan). Enseñanzas varias: el espacio está más cerca de lo que parecía y al alcance de muchos (si tienen dinero para pagarlo) y el turismo es molesto cuando no somos nosotros quienes lo practicamos.

La aventura del dueño de Amazon, Jeff Bezos, parecería una “excentricidad más” del grupo de multibillonarios tecnológicos y financieros que rodean, de una u otra forma, al presidente de los Estados Unidos de América, Donald Trump y dirigen una “nueva era” que pretenden dominar, controlar, dictar en solitario. La era de los “oligarcas tecnológicos” demostrando que “triunfar en una actividad” no es sinónimo de capacidad para todo. Pero, no nos quedemos con la anécdota del viaje o sus intenciones aparentes y o de negocio. Procuremos observar la trascendencia de mucho más que un cambio en un mundo del que ya participamos, de manera activa o pasiva.

En gran medida, otra similar “distracción” que pueda llevarnos a despreciar el sentido de una estrategia no del todo visible con claridad para los ajenos a su círculo de interés, mientras nos mantenemos a la expectativa entre la incertidumbre, la sensación de delirio y, en todo caso, la ruptura del, en las últimas décadas, entendido como “orden establecido”.

Y por si fuera poco, el reciente informe de la AITi Global Social Progress Index 2025 sobre el bienestar de la sociedad basado en indicadores no económicos, recoge una más que preocupante información en sus perspectivas del primer trimestre: si en 2024 más de la mitad de la población mundial acudió a votar en el año más electoral de la historia, siendo que el 79% de ellos viven en un país que se manifiesta estancado o en declive en sus niveles de desarrollo social, 8 de cada 10 rechazaron a sus líderes en ejercicio optando por las alternativas. ¿Insatisfacción en contraste con resultados económicos positivos (en términos de indicadores clásicos)?

De momento, cuando creíamos apostar por un sistema de valores que propague su extensión, primero en Europa, hacia Occidente, ya más tarde al mundo; y cuando creíamos vencer los desafíos para construir y defender un estado social de bienestar inclusivo para todos; cuando suponíamos superar las ineficiencias y desigualdades de un comercio internacional globalizado y nos comprometemos  a rediseñar, de forma resiliente, nuevas “Cadenas de Valor” con un significativo rol local (empresas, países, regiones, gobiernos); cuando creíamos recuperar la apuesta por nuevas políticas industriales y el gusto por las economías productivas; y cuando  parecíamos ser conscientes del peso rotundo y más que emergente del “Gran Sur Global” y reconocíamos no solo su derecho a participar y codirigir este nuevo orden mundial, sino incluso la posibilidad real de su liderazgo en el largo plazo; y cuando pensábamos entender el peso guía de las tecnologías disruptivas pero controladas y puestas al servicio de las personas y comunidades en que habrán de aplicarse en procesos deseables de innovación transformadora; y cuando apreciábamos que, de una u otra manera, el “capitalismo egoísta y salvaje” se reinventaba, se reconfiguraba o se ponía al servicio de la sociedad, en un imparable movimiento del pensamiento económico y social de nuevo cuño, que todo esto, provocaría un inevitable cambio en la gobernanza pública y privada de todos los implicados en todos los niveles institucionales, profundizando en democracias reales, con un reclamo generalizado del llamado “salvamento personal y del planeta”, a la vez, nos hemos encontrado con un emergente liderazgo hacia un espacio obscuro, desconocido y, en apariencia, contrario a lo esperado y deseable.

Sin duda, es el momento de asumir que las reglas del juego han cambiado y ya no serán lo mismo, por mucho que se negocie, se establezcan nuevos acuerdos y parches parciales o temporales. El mundo del pasado ha desaparecido (aunque no sepamos cuando lo hará por completo) y nos adentramos en una “nueva ERA”. Dependerá de todos y, en especial, de nuevos jugadores, líderes y coprotagonistas de la transformación requerida, del futuro que seamos capaces de construir. Y, sí, la transformación exige múltiples cambios, reales, y todos ellos a la vez, concentrados en un proceso ilimitado en el que, además, muchos de sus factores tienen autonomía propia y condicionarán, para bien o para mal, los resultados y el comportamiento del resto de los factores.

En nuestra querida y soñada Europa, siempre en construcción, hemos de afrontar esta “nueva era” repensando ya no solamente nuestra relación con Estados Unidos y China (en el difícil espacio de desacople galopante y confrontación rival que parecen protagonizar entre ellos) y la búsqueda (apertura o máxima penetración) en otros bloques y mundos (todo esto no se improvisa pese al optimismo que desborden muchos reclamos y discursos que señalen que “iremos a otros mercados sustitutorios” como si se tratara tan solo de cambiar el destino del viaje a emprender). Recorrido que exige nuevos modelos de relación (sí económica, pero no de base import-export sin más, sino de verdadera captación y cocreación de valor compartido empresa-gobiernos-sociedades y unos renovados contratos sociales), exigirán nuevas inversiones compartidas construyendo infraestructuras adecuadas al servicio del desarrollo perseguido, exigirá repensar la gobernanza, verdadero desafío para una UE-EFTA y “aprendices” y/o nuevos entrantes (los que hoy están a la espera y otros aspirantes a considerar) y una auténtica reconfiguración interna. No nos servirán los modelos y sistemas, administraciones de gobierno y representación político-institucional actuales. Tampoco podremos dar por definitivos los cambios estratégicos diseñados y aprobados recientemente para la Autonomía Estratégica, la Agenda para la Competitividad, o el renacimiento de una nueva política industrial, simplificación administrativa y creación del espacio común europeo tantas veces proclamado y tan complejo en su configuración eficiente, a la vez que una cosoberanía demandada. Necesitamos, sobre todo, resolver los conflictos que no podemos ni olvidar, ni terminar de manera simple: Ucrania sigue invadida, su población destruida y emigrando, junto con ella, el peligro permanente del acoso y proximidad con una Rusia también en “recuperación imperial” como amenaza real a nuestra Europa Báltica, nórdica y oriental de proximidad. Desgraciadamente, la “era del rearme europeo” es mucho más que aumentar presupuestos disuasorios para evitar la guerra y construir la paz. Es, sobre todo, construir, en positivo, un nuevo espacio por redefinir.

Todo un pluri bilateralismo surge y demanda compromisos compartidos, coopetitivos, desde un coprotagonismo real, cogobernanza, cosoberanía y nuevos marcos y contratos sociales. Y lo que supone para Europa, supone para todo el resto del mundo (incluido Estados Unidos que más allá de su unilateralidad y aparente “triunfo-liderazgo” temporal, ha de afrontar un largo, profundo, complejo trayecto de recomposición interna, de reinvención democrática, de verdadera competitividad, de bienestar social, de integración territorial y de confianza en todos los niveles). “The Black Swan. The impact of the highly improbable” (El Cisne Negro. El impacto de lo altamente improbable), de Nassim Nicholas Taleb está entre nosotros.

El pánico desindustrializador ante el renacimiento de las nuevas políticas industriales y desarrollo de economías productivas, la compleja nueva estructura de relaciones económicas, comerciales y políticas a falta de un “liderazgo cedido o impuesto” del pasado, la defensa y seguridad propias tras haberlas externalizado por décadas, la longevidad y creciente esperanza de vida que obliga a repensar y concebir el mundo y concepto del trabajo-empleo, y su imprescindible innovación formación-educativa, la accesibilidad real a las tecnologías, al servicio del progreso social, a una profunda revolución institucional y administrativa para gobernar las democracias aspiracionales, la verdadera (y complejísima) ordenación y gestión de los movimiento migratorios y, sin duda, la reinvención de los organismo internacionales del pasado.

¿Por dónde empezamos?

Haciendo sólidas nuestra ideas y valores, definiendo nuestro verdadero propósito con un auténtico sentido humanista al servicio de las personas y las comunidades como verdaderos motores de las transformaciones necesarias. Seamos coherentes en nuestros compromisos y narrativa, repensemos y apostemos por nuestra verdadera apuesta estratégica en torno al bienestar holístico y pongamos las tecnologías innovadoras y disruptivas a su servicio. Ofrezcamos credibilidad, motivación a nuestros compañeros de viaje y emprendamos nuestro verdadero compromiso para abordar nuestra propia era.

No nos confundamos. No miremos a los aranceles, sino a un nuevo mundo, distinto, pero mejor.

Recordemos que las grandes oportunidades transformadoras surgen, sobre todo, ante el cambio en las reglas del juego. No son tiempos de pequeños “avances continuos”. Desde nuestras muchas fortalezas, naveguemos las olas favorables de esta nueva ERA, de la que somos sus protagonistas insustituibles.

Innovación Educativa. Inaplazable experiencia transformadora

(Artículo publicado el 6 de Abril)

Uno de los conceptos (o simplemente terminología) más utilizados en el entorno científico-tecnológico-industrial-empresarial es el de la INNOVACIÓN. Se adopta con naturalidad, parecería inevitable, imprescindible o deseable, más allá de las dificultades y resistencia al cambio que pudiera conllevar como inherentes a toda iniciativa de su marco.

Sin embargo, su traslado al mundo de la sociedad, de los espacios de las “Ciencias Sociales”, de las Administraciones Públicas, Gobiernos y otros muchos campos en los que su implantación y desarrollo resultan, también, esenciales en los inevitables procesos de transformación, no parecería contar ni con el consenso necesario, ni con la voluntad, actitud y prácticas exigibles.

Sin embargo, asumido o no como elemento esencial, aceptado o no, querido y deseado o no, la innovación está presente en dichos mundos, generaliza su extensión y supone todo un movimiento imparable, ya sea por activa o por pasiva.

Así, la Innovación Educativa es una de las principales fuentes de innovación observables (e imprescindibles para el desarrollo de toda sociedad).

World Economic Forum, en un último informe sobre el futuro del trabajo, el empleo y la irrupción de las tecnologías disruptivas, estima que la Inteligencia Artificial (IA) y otras tecnologías exponenciales generarán 190 millones de empleos, a la vez que destruirán otros 80 millones del empleo actual. UNESCO cifra un déficit de 30 millones de maestros en la próxima década y para cumplir los objetivos de desarrollo sostenible en la agenda (SDG4) desde los ciclos básicos y de secundaria.

Por otra parte, la OCDE (Informe sobre el presente y futuro de la Educación), señala que en los próximos 5 a 10 años, las capacidades requeridas para el empleo cambiarán en un 40%. Entre otras cosas, la competencia por profesionales para enseñar en el mundo educativo será inmensa. A la vez, no parece que “la profesión de profesor o educador” (en primaria y secundaria) sea de las más apreciadas, valoradas y populares, por lo que la demanda de profesores será un auténtico “tapón y barrera” para una “buena educación”.

¿Ayudarán las tecnologías exponenciales a cubrir ese déficit? Entre tanto, el uso de la IA generativa, ya sea como apoyo a las clases de los alumnos, o a la recualificación del profesorado, o a la gestión de centros, provoca un debate entre prohibir, limitar o dejarlo sin definir en lo que se refiere a la autorización, ya sea en clase, en los recreos, para apoyar en los deberes en casa y, sobre todo, en el reciclaje de las plantillas actuales.

Adicionalmente, tanto en las reflexiones superiores en torno a la “Innovación en la Educación”, la IA y otras tecnologías ocupan un papel insustituible y se apuesta por su rol facilitador de un sinfín de nuevos modelos, instituciones, sistemas, programas, perfiles de todo tipo de iniciativa pública, privada y social, en todos los niveles educativos y formativos, formales e informales, en los centros “tradicionales” o en nuevos espacios de múltiples variedades. Parecería que gobiernos, profesores, padres de familia, educadores… deberán implicarse de forma activa en el rediseño de sistemas y modelos educativos, en sus marcos regulatorios, en los perfiles profesionales de los profesores. Y su formación y aprendizaje permanente.

Entre tanto, las calles se llenan de manifestaciones, paros, huelgas y descalificaciones a los dirigentes (escolares y gobernantes) centrando el debate en el salario, las horas lectivas y jornada laboral, oposiciones (del pasado y sobre materias y exámenes del pasado para plazas y contenidos de ayer) para ocupar “plazas” fijas, indefinidas e inamovibles. Hoy, según OCDE, el 44% de una jornada media del profesor se dedica a todo menos a horas lectivas. Parecería más que razonable esforzarse en utilizar tecnologías, metodologías y procesos de gestión para liberar al profesorado de estas tareas y facilitar su concentración en su tarea educativa. A la vez, actuar sobre una evaluación permanente en los Centros Educativos, no dejar en manos de Departamentos de Educación o en Organizaciones internacionales exámenes de control cada dos o tres años.

Por si fuera poco, estos días se abre un nuevo enfrentamiento en el mundo de la educación, investigación, financiación, propiedad y generación de impacto del ámbito universitario. Ya sea por ópticas personalizadas contrarias a la libre decisión de la comunidad educativa en distinguidas variedades en Estados Unidos o por el siempre recurrente litigio ideológico público-privado en el Estado español.

Resulta desolador no encontrar una sola idea que permita conocer lo que se pretende más allá de la descalificación de Universidades por su titularidad. Ninguna referencia al papel a jugar por la Universidad no ya solo hoy, sino en las futuras etapas de una nueva y larga vida (también laboral y de contribución a la sociedad) , de la gente que ya hoy tiene una expectativa de vida en torno a los 80 o más años, con capacidad y experiencia para continuar aprendiendo y aportando valor a la sociedad y a poblaciones “intermedias” que no inician su formación universitaria a la búsqueda de un primer empleo sino una mayor y mejor capacitación, a añadir a largas experiencias y motivación creativa compartiendo valor, por ejemplo. Parecería que se sigue estancando en inmovilistas modelos del pasado y no en el compromiso de anticipar un nuevo y mejor futuro a la sociedad. Las Universidades, hoy, son objeto, también de una redefinición y transformación (su rol y contenidos, sus planes y programas de estudio, la cocreación de impacto en las sociedades para las que preparan a su gente, el impacto de su profesorado en el ámbito local, laboral y social, la reorientación de sus programas de investigación aplicada, el público-estudiante objetivo al que se dirigen, su interacción con el tejido económico-social-institucional en el que se insertan).

En convergencia, estos cambios trascendentales conviven con los gaps de la digitalización y alfabetización tecnológica. Las hipótesis de mejora social, aumento de competitividad, generación de empleo y riqueza presuponen que la población objeto de la educación ofrecida esté preparada para esas funciones. Desgraciadamente, el gap es enorme y la distancia aumenta de forma acelerada. (Según los empleadores, en torno al 70% del perfil requerido no está disponible). Es, por tanto, también, un aviso urgente a las propias empresas y empleadores llamándoles a participar, de manera activa, urgente, incentivadora, en la propia formación y educación-trabajando, a quienes incorpora entre sus colaboradores. La educación, en distintos niveles incide de manera determinante, también, en la empleabilidad, el desarrollo económico y el bienestar. Sin duda, quienes creemos en la IA como parte inevitable (y positiva) de nuestras vidas a futuro, en la medida que la pongamos al servicio de las personas, del bien común, bajo un control ético, democrático e inclusivo, y procuremos en nuestros ámbitos de influencia la generación de impacto (empresa, academia, sociedad), transmitir (con realismo y rigor) un mensaje de esperanza y no de temor, apostando por aportar herramientas, conocimiento y soluciones a las personas que habrán de preparase para cerrar ese gap destructivo de la no alfabetización y no digitalización, vemos con optimismo, líneas de trabajo (eso sí, exigentes), publicaciones como la que la alianza del World Economic Forum-McKinsey promueve desde su “Coalición Educación 4.0” (líderes políticos y de gobierno, empresariales, educativos, educadores) y detalla en uno de sus últimos y recientes informes analizando y proponiendo diferentes casos de éxito, atendiendo a su significado, alcance, escalabilidad y satisfacción (de toda la Comunidad Educativa) pasando desde programas de Unicef facilitando accesibilidad digital a libros de texto, distribuidos entre 240 millones de niños desfavorecidos y/o con discapacidades, obteniendo extraordinarios resultados de mejora; el uso de “mentores y tutores virtuales” en las Academias Kabakoo en el África Occidental en comunidades al límite de la formalidad carentes de profesorado disponible; el IA letrus, en Brasil, para la mejora de la alfabetización en IA mitigando diferencia entre estudiantes jóvenes con diferentes niveles de rentas y capacidad socio-económica; CEIBAL, para el pensamiento computacional en IA en escuelas rurales; o la formación de IA y algoritmia a 20.000 estudiantes de primaria, secundaria en Estonia; o, en Europa, el JA Europe para formar emprendedores en la IA, con especial énfasis en iniciativas para la enseñanza y formación del profesorado. Nuevos modelos, nuevos planes y programas. Las Universidades se reinventan (Harvard dedica una cantidad ingente de recursos y programas dirigidos al Liderazgo con propósito, por ejemplo, para profesionales expertos en sus últimos años de carrera y vida profesional para contribuir a la promoción y dirección de nuevas iniciativas empresariales basadas en modelos de negocio respondiendo a necesidades sociales cocreando valor). Otros promovemos programas pioneros para la formación permanente en el seno de las empresas, acreditando su formación-educación en su puesto ordinario de trabajo. Minerva, por ejemplo, ofrece modelos diferenciados de formación en todos los niveles, o un buen número (aún reducido) de Universidades, basan sus planes y programas en el aprendizaje basado en problemas, provocando la implicación directa de alumnos y profesores en la reflexión y las decisiones prácticas de solución y confrontación de desafíos, favoreciendo, además, el autoaprendizaje.

En definitiva, más allá de creencias sobre el impacto final del empleo-IA-formación, los sistemas y modelos educativos y, sobre todo, la profesionalización, adecuación y solución en el esencial rol de los maestros y profesores, exige trabajar en mucho más que “marcos reguladores formales” para un estatus quo profesional-funcionarial. Nuestras sociedades demandan a los mejores profesores, formados y motivados para formar y guiar a nuestros estudiantes, así como a alumnos (y toda la comunidad educativa, incluyendo padres y gobernantes) implicados en la alfabetización y conocimiento, usando la IA, sí, pero, sobre todo, implicados en una transformación innovadora de su propio proceso educativo. Desafío de la formación, de la empleabilidad, de la riqueza y del bienestar (de ellos y de todos).

La educación, como gran motor del cambio social demanda una intensa e importante transformación innovadora. La IA es una herramienta (nunca un fin) cuyo gran valor reside en amplificar la inteligencia humana, poniéndolo al servicio del aprendizaje, desarrollo personal. Hoy, la frase dominante no es otra que la “búsqueda de una Educación de Precisión” (personalizada, anticipadora de un futuro de desafíos y oportunidades, participativa, proactiva). Las tecnologías exponenciales (ya entre nosotros aún en sus fases iniciales) facilitarán acercarnos a ese objetivo educativo, potenciarán el perfil del estudiante (también para su encuentro con el mundo empresarial, del trabajo del futuro en su concepción cambiante, acelerará la capacidad generadora de impacto en la Academia y promoverá nuevos modelos de interacción estudiante-profesor).

Una educación como experiencia transformadora. Todo un reto. Alta complejidad, medidas y soluciones urgentes en un marco viable de medio, largo plazo, reinventando roles de los jugadores implicados, rompiendo barreras y creando nuevos espacios de oportunidad y futuro.

Nuevas marcas, nuevas reglas, nuevo protagonismo, nuevas actitudes y una múltiple interacción convergente entre sus coprotagonistas, de hoy y las esperables para mañana.