Política Industria 10.0

(Artículo publicado el 19 de Mayo)

La constitución en las próximas semanas de un nuevo Gobierno Vasco (pionero y reconocido por sus apuestas exitosas en estrategias de política industrial cuando eran denostadas o consideradas proteccionistas de un pasado que habría que sepultar, abrazando modas que impregnaban un pensamiento único “universal”), junto con las pendientes elecciones europeas inmersas en un debate central sobre la llamada “autonomía estratégica” que se supone habrá de hacer de Europa un jugador esencial en el desarrollo económico y nuevo orden geoeconómico y geopolítico en construcción, además de los ya imparables debates en torno a las políticas industriales del futuro, que se vienen extendiendo a lo largo del mundo y que ya hoy ocupan el foco de las instituciones globales, gobiernos de todo tipo y el mundo académico, aconsejan un salto innovador hacia una política industrial que se reivindica y propone para afrontar las complejas transiciones que hemos de recorrer a la búsqueda de un crecimiento y desarrollo humano inclusivo, sostenible y cocreador de bienestar, prosperidad y felicidad.

Si la Industria 4.0 pretendió potenciar la fortaleza de la manufactura y la “industria”, de la mano de una gran oportunidad-necesidad en torno a la digitalización, y si la Industria 5.0, suponía extender las fronteras de la apuesta anterior hacia el conjunto de actuaciones de impacto en la sociedad ante un creciente movimiento innovador y de inyección tecnológica acelerada, y serían sucesivas versiones las que habrán de llevarnos a una imaginativa, creativa e innovadora política industrial, esencial en el recorrido demandado por las sociedades a lo largo del mundo, hemos de abrazar una renovada apuesta inteligente, innovadora y disruptiva hacia un horizonte de largo alcance.

En estos días, asistimos a un amplio reclamo y atención sobre la política industrial, “sobre sus milagrosos efectos” que han generado resultados extraordinarios superando con creces el desarrollo y bienestar de aquellas regiones que los han aplicado “correctamente y de forma prolongada” respecto de aquellas otras (las más) que carecen de ella o se han quedado en discursos no ejecutados, en copias incompletas, soportadas en rachas de dinero distribuido de forma horizontal sin bases de discriminación positiva, sin estrategia real, diferencial y verdaderamente competitiva, carente de la imprescindible dotación y adecuación de instrumentos y compromisos de largo plazo, obviando los factores clave de una estrategia de competitividad en la que las políticas industriales constituyan un vector clave para su logro.

Incluso, quienes o no las practicaron en el pasado, o han fracasado en sus apuestas parciales, o quienes las torpedearon por diversos medios, y que hoy saben no tener argumentos para descalificarlas, hablan de la necesidad “de hacer política industrial con mayúsculas” como si tal discurso supusiera una descalificación tanto a lo realizado hasta ahora, como a nuevas iniciativas a emprender que contradigan sus voces críticas con la “pureza mental” que algunos parecen autoproclamarse sin  entender la complejidad del camino a recorrer, ni percibir el tiempo necesario para avanzar en un proceso inacabable, sujeto a los cambios y demandas, múltiples, que la gran cantidad de actores implicados han de propiciar en innovadoras alianzas y partenariados colaborativos públicos y privados.

La Política Industrial 10.0 no será una improvisación desde la nada, sino un proceso de innovación permanente revisitando una Estrategia Marco para la competitividad solidaria, inclusiva y sostenible. Se construirá desde el valor esencial que la industria y sus políticas impregnen en todas y cada una de las transiciones y transformaciones disruptivas que, ya en curso, nos acompañarán en las próximas décadas. Las políticas industriales sucesivas serán base de una “nueva economía verde” posibilitando la interacción industria-energía-medio ambiente-desarrollo del territorio, esencial para la descarbonización y lucha contra el cambio climático y, en consecuencia, la “salvación, a la vez, del planeta”. Es y será el espacio motor y receptor clave en y para la digitalización de la economía y la sociedad, para avanzar en la progresiva integración-interacción espacio real de la industria manufacturera (para algunos “servitización”) en la economía plena. Será (como ya es) núcleo de la ciencia. Investigación-tecnologías disruptivas y foco de transformaciones educativas en torno a la formación STEAM (ciencia, tecnología, ingeniería, arte-humanidades, manufactura) en todos sus niveles de empleabilidad, de interacción con la sociedad, de generación de riqueza y bienestar y, esencialmente, de conocimiento. Tractor de la empleabilidad y de la proyección de carreras profesionales de un elevado número de trabajadores en el futuro mundo del trabajo, que está en plena redefinición.

Más allá de la “manufactura”, la “industria” ha de referirse a la totalidad de actividades “productivas, constructivas, creativas” abarcando todos los hasta hoy denominados “sectores” y será el determinante de su agrupación, interdependencia, clusterización o “nuevos ecosistemas” interrelacionados, actuando en una localización y territorio concreto, generando-utilizando un capital humano e institucional diferenciado, conectando con otros territorio y espacios innovadores de futuro.

Esta Política Industrial 10.0 ha de evitar errores del pasado, claramente observables en quienes no han logrado su implantación y éxito. Los “atajos” confortables, propaganda   sin base real, y medidas aisladas sin generar las fortalezas previas exigibles, sin dotarse de marcos completos para su ejecución, pone de manifiesto el porqué del éxito de unos y fracaso de otros. Así, quienes no han contemplado los movimientos que, en términos de recomposición cambiante de las posiciones geoeconómicas y geopolíticas determinantes de oportunidades y amenazas, ni han interiorizado su papel a jugar; quienes han minimizado el efecto local-global y sus diferencias esenciales en las que se puede y debe localizar (el factor local no solamente importa, sino que es diferencial), a la vez que su interacción, también, con cadenas globales de valor, atentos a generar “líderes mundiales” pero que puedan (deben) mantener su arraigo e impacto local como fortaleza y ventaja competitiva (para la empresa y para el país, a la vez); quienes no pareciera hubieran sido conscientes de que no se trata de dar dinero para todos, para cualquier cosa, sin una “discriminación positiva” alineada con la estrategia industrial-país;  abordan acciones contra natura o copian en lugar de innovar y adaptar potenciales iniciativas y programas a su propia realidad existente, y que, por encima de todo, no han hecho el esfuerzo en entender que la política industrial es un vector para el desarrollo y el bienestar y no un fin en sí misma, buscan, hoy, de forma desesperada, acomodos rápidos a algo mucho más complejo y serio que una carrera subvencionadora, una corriente proteccionista, una decisión localizadora de inversiones “desde gabinetes” de intercambio de apoyos políticos (estos sí con minúscula) o leyes sancionadoras como si los proyectos industriales transformadores carecieran de riesgo. Y, por supuesto, resulta imprescindible. A su ánimo, la importancia (esencial) de la inseparable aplicación de políticas sociales para el bienestar y las políticas económicas-industriales determinante de su éxito. Sin un paraguas de bienestar social, no hay verdadera política industrial posible.

Construyendo desde las fortalezas incorporadas, añadiendo los espacios faltantes a la búsqueda de un propósito concreto y diferenciado, se determinarán las fases y tiempos necesarios para llegar a la Política Industrial 10.0 de mañana. Hoy, son tiempos de seguir navegando “nuevos factores” que componen un verdadero marco de competitividad del que la política industrial de la que hablamos es vector relevante y diferencial. Marco, por definición, completo. Una política industrial mitigadora de la desigualdad, enfocada desde la visión y perspectiva del largo plazo, con liderazgos compartidos y colectivos sólidos, dotada de instrumentos ad hoc y verdaderos marcos facilitadores de la toma de decisiones (que asuma los riesgos implícitos de los grandes proyectos transformadores y no se límite al continuismo ordenado y administrativo), movida por objetivos multi variable a la vez (ESG, cocreación de valor empresa-sociedad), favorecedora de un talento 360?, atenta al uso democrático de la inteligencia artificial y de las tecnologías disruptivas. Un modelo adicto a la innovación social, a nuevos modelos de cooperación y partenariados público-privados, a nueva gobernanza. Facilitadora del encuentro empresa-industria-ciencia-comunidad, conectada con otros polos de vanguardia a lo largo del mundo. Un largo recorrido a cuyo servicio exigirá nuevos modelos e instrumentos de financiación que entiendan los ciclos, los movimientos, los riesgos y las necesidades, oportunidades y mentalidades los diferentes actores que explican una   política industrial exitosa. Una Industria 10.0 con la complicidad de todos los actores implicados.

La Política Industrial 10.0 se proyecta desde el reconocimiento universal, hoy, de su relevancia e impacto en la sociedad, generando riqueza, empleo, crecimiento formal y sostenible. Ha demostrado sus virtudes diferenciales en términos de balance de desarrollo social, contribuyendo con creces a la fijación del empleo local, formal y de calidad, a la vez que genera conectividad local y global, facilita la capacidad de resiliencia, constituye un elemento motor de la innovación, la tecnología y la gestión, vincula a la propiedad con el largo plazo, interactúa cocreando valor en la formación y educación local y de la fuerza laboral, favorece la inversión sostenida y sostenible, cocrea valor con diferentes comunidades en las que actúa y, además, contribuye a las diferentes modalidades de responsabilidad social corporativa, ESG, Shared Value… identidad y pertenencia.

En definitiva, si se aspira a protagonizar algún grado distintivo de Autonomía Estratégica, superando enfoques limitados de una guerra comercial Europa-China-Estados Unidos, que no sea simple excusa para acceder a dinero barato o fondos subvencionados, y se piensa en el largo plazo en términos de verdadera propuesta de valor para las sociedades del futuro, transitaremos hacia la Política Industrial 10.0 imprescindible para garantizar bienestar y prosperidad inclusivas.

¿Proteger la democracia al servicio del Desarrollo Humano?

(Artículo publicado el 5 de Mayo)

Sinceras o no, tácticas o personales, interesadas o partidistas, intencionadas al servicio de una mayor y mejor democracia y gobernanza o justificativas y preventivas de potenciales perjuicios personales por llegar, las reflexiones e inédita escenificación de un retiro espiritual y reposo mental del presidente del gobierno español (Pedro Sánchez), anunciando un supuesto llamado al punto final al deterioro democrático, social, institucional y político vigente en el Estado español, y, por añadidura, extendido a lo largo del mundo, aconsejan un análisis oportuno, alejado del personalismo excesivo y protagonismo personal que acompañan este peculiar y nada espontáneo episodio. En el caso directo del Estado español, el mismo residente viene a señalarlo directa o indirectamente, como un sistema y modelo de transición desde el post franquismo (dictadura hasta 1977) hacia una democracia plena, que aún no ha superado la para muchos (incluidos presidente, gobierno español, PSOE y lo que el presidente ha bautizado como “mayoría social progresista”), aún “democracia de baja intensidad”, sometida a “una justicia prevaricadora, ideologizada y practicante del lawfare” y “estimulada por determinados medios de comunicación, webs y redes sociales generadores de bulos, noticias falsas y chantaje descalificador”, atribuible todo ello a “una derecha y ultra derecha que no acepta el triunfo electoral cuando quien gana es la izquierda” (¿Excluye a la ultra izquierda siguiendo su propio vocabulario adjetivador y a todo aquel que no acepte todo planteamiento o deseo unilateral del propio presidente?). De sus palabras y textos (curiosamente transmitidos por el descalificable método del tuit) ¿Es el eficiente sistema de trabajo y comunicación de una presidencia de gobierno sometida al control de un Congreso, por ejemplo, lo que propone como gobernanza democrática regeneradora? Situación y observación, inédita en las formas, pero en ningún caso novedosa en contenidos que, coincide con una semana de interesantes reclamos internacionales que nos ayudarían, mucho más allá de nuestros intereses o preocupaciones particulares y coyunturales, a ampliar perspectivas y afrontar los cambios que parecen exigirse en el panorama global (y, por supuesto y sobre todo, local) en su impacto inmediato. Tres elementos internacionales nos ayudan en la reflexión de futuro.

En primer lugar, la publicación del último “Informe para el Desarrollo Humano 2023-2024” de Naciones Unidas que, más allá de sus ya tradicionales rankings entre países sobre la evaluación de políticas públicas y recursos presupuestarios y fiscales al servicio de factores determinantes, “clásicos”, en términos de salud, educación y bienestar, incorpora la capacidad de respuesta de las diferentes poblaciones y sociedades para satisfacer el control de sus vidas, las oportunidades reales para apropiarse de su futuro, eliminar o mitigar riesgos existentes y sobrevenibles y sus fortalezas para afrontar retos globales. Sus cualificados autores (cientos de cabezas y manos diversas implicadas) contrastan el observado avance positivo que ofrecía el  Informe en el periodo 2020-2021 con el deterioro que ofrece el actual, constatando una percepción de mayor desigualdad (entre países, entre regiones dentro de un mismo país, sobre todo, entre barrios en las ciudades y no solamente entre las “capas de renta más alta y las más bajas”, sino entre una clase media, en lenta pero acentuada desaparición, cayendo en el fondo de los segmentos de renta y, sobre todo, de calidad de vida). Apunta el Informe una triple preocupación general: la enorme distancia entre los datos objetivos y la percepción que la sociedad tiene respecto de los mismos, claramente acentuada por el discurso y asunto mediático (redes sociales, medios “tradicionales” y discursos polarizados de grupos políticos, sindicales, entes o colectivos  ideológicos determinados, incluidas numerosísimas ONGs de clara orientación partidaria y militante); la fragilidad de la cooperación entre distintos y; la acelerada pérdida de confianza (en especial en torno a liderazgos, autoridad del tipo que sea, en cualquier ambiente). Si esto es así, y si no somos capaces de construir credibilidad y confianza, si no concebimos renovados liderazgos (no individuales, sino cooperativos o compartidos) y no podemos reimaginar espacios de futuro en los que nos encontremos confortables y de los que nos sintamos auténticamente partícipes, no parece posible mitigar dificultades, facilitar un verdadero desarrollo humano sostenible y nos alejaremos de cualquier percepción de felicidad y bienestar.

Así las cosas, se trataría de generar la confianza individual y colectiva capaz de navegar la creciente complejidad e incertidumbre, la tendenciosa desinformación generalizada, las percepciones equivocadas que se alejan de los hechos y resultados objetivables y contrastados, interpretar de manera adecuada la geopolítica, geoeconomía y los diferentes “segmentos, poblaciones y países e Instituciones” diferenciados entre mundos diversos en un mismo planeta con actitudes, mentalidades, aspiraciones y realidades también distintas, y el diseño ad hoc de los instrumentos necesarios e idóneos para resolver los retos globales, a la vez que las demandas particulares y locales de todos los implicados, con posicionamientos y preocupaciones etarios, de renta, aspiracionales, sociales y de identidad mucho más dispares de lo que pudiera parecer a quienes no quieren ver más allá de su “burbuja o núcleo inmediato” o al alcance de su aparente poder de decisión y gobernanza exclusivos.

En este contexto, otra fuente de información, en el marco del “anuncio” del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial, en sus “Asambleas de Primavera” en Washington, sobre un nuevo Plan para abordar tanto el grave problema de financiación y endeudamiento mundial, como el rol de las Instituciones Globales, diversos medios de comunicación de tirada y prestigio internacional, recogen la carta a los líderes del G20 (“Dear G20 leaders”) firmada por 125 líderes (incluyendo primeros ministros, organizaciones de derechos humanos, ONGs y academias: globalgoals.org/dearg20). En ella se destaca la importancia que hace 80 años supuso la creación en Bretton Woods (Washington) de ambas Instituciones Globales, liderando la recuperación y relanzamiento de un mundo de postguerra en crisis, a la búsqueda de la paz y prosperidad base del bienestar al servicio del bien común. En su imperfecta tarea a lo largo del tiempo, facilitó determinadas reglas del juego para la canalización de la financiación de los diferentes países y aquellos proyectos estratégicos necesarios para su desarrollo, la implantación de políticas económicas, sociales imprescindibles y, por encima de todo, aportó optimismo y esperanza para construir un futuro mejor. Dicho esto, entienden que ambas instituciones han perdido su músculo financiero global, no han logrado cumplir con los objetivos de desarrollo sostenible que han promovido y apoyado, y pese a su trabajo, las agendas pendientes (“financiar la democracia, el bienestar y desarrollo, mitigando la desigualdad…”) no son posibles sin camios drásticos y nuevos compromisos e iniciativas. Reclaman que: “Ustedes como líderes han de llevar estas Instituciones al siglo XXI. Pueden desbloquear los abundantes recursos e inversión pública y privada existente y disponible, y pueden canalizarla hacia la potencialidad de la economía y energía verde, hacia la seguridad alimentaria, hacia una agricultura sostenible, hacia una tecnología y manufacturas avanzadas a las necesidades de los cambios observables. Pueden crear y generar “Fondos Planetarios” al servicio de personas, países y planeta. Es tiempo de oportunidad, de nuevos instrumentos para transformarnos, tiempo de generar confianza, de comprometer un esfuerzo compartido, de ilusionar a la sociedad y dotarle de ánimo y esperanza”. Y terminan con una receta “simple”: “Queridos líderes, tripliquen la inversión, liberen la deuda y faciliten la recuperación de la esperanza”.

¿Es posible afrontar el endeudamiento global que nos penaliza la potencial salida y camino del desarrollo humano sostenible cancelando deuda sobre el cumplimiento escrupuloso de inversiones en bienestar, desarrollo y gobernanza democrática? Cooperación, construcción de confianza, compartir liderazgos, responsabilidades, ni unipersonales, ni unilaterales, fortaleciendo instituciones democráticas, desde reflexión e investigación transformadora, activa. Sin duda, se trata de todo un proceso (con potencial enriquecimiento colectivo a partir de un camino común y múltiples partícipes) cuyo recorrido fortalecía y protegía las democracias, el desarrollo humano y los imprescindibles espacios de libertad, bienestar, confortabilidad y felicidad a que aspiramos, todos, de una u otra forma.

Necesitamos la reflexión de los gobernantes. Pero, sobre todo, su traducción a la acción demostrando la sinceridad y validez de los diagnósticos y su capacidad de hacer posible las apuestas y compromisos que pretende trasladar a la sociedad que, en definitiva, es y será la verdadera responsable de construir su futuro deseado. Un coprotagonismo positivo, activo, responsable.