Construyendo puentes para un mundo mejor…

(Artículo publicado el 22 de Octubre)

Desánimo y desolación nos acompañan a lo largo de la semana en todo el mundo (salvo en aquellos que provocan desenlaces catastróficos a la búsqueda de objetivos propios ilimitados, antidemocráticos y deshumanizados), haciendo casi imposible dar paso a la esperanza, a la visión para construir un futuro mejor y a pensar y ocuparse en la búsqueda de soluciones posibles.

Con muy diferentes grados de impacto, relevancia (hoy y mañana), y niveles de complejidad resolutiva, la semana me ofrece, también, inputs de interés cara a encontrar señales de luz y optimismo “ilustrado” para acometer lo que podría ser el esfuerzo en responder a una pregunta que ha estado presente en diferentes asuntos profesionales que me ocupan: ¿Cuáles son las posibles (mejores) líneas de solución de conflictos que conllevan, a la vez, la recuperación de un territorio y espacio de bienestar afrontando un futuro plagado de transiciones tecnológicas, económicas, sociales y políticas interrelacionadas, desde la institucionalización democrática, humanitaria y respetuosa de la libre decisión de las partes implicadas?

Este pasado 13 de octubre, la Fundación Eisenhower cumplía su 70 Aniversario, celebrando una Conferencia Global en la Ciudad de San Francisco, Estados Unidos: “Building Bridges for a better world” – “Construyendo puentes para un mundo mejor”. Terminada la segunda guerra mundial, con 50 millones de muertos como resultado de su fatídica y destructiva herencia, se creaba esta institución independiente no partidaria, no gubernamental, sin ánimo de lucro, generando el “Eisenhower Fellowship Program” dirigido a facilitar el encuentro entre aquellos “ fellows más deseados del mundo”, con aparentes capacidades para liderar y generar impacto en el mundo, dando lugar, con el paso del tiempo, a una de las mayores organizaciones y redes mundiales internacionalizadas, de personas de diferentes ideologías, razas, credos y áreas de actividad. Desde su sede en Philadelphia, presente en todo el mundo, interactuando en el intento de logro y resolución de todo tipo de iniciativas relevantes para a hacer de nuestro mundo un espacio habitable, de convivencia, inclusivo, en el que desarrollar nuestros proyectos personales y profesionales pensando en los demás. Quien más tarde fuera presidente de los Estados Unidos, Eisenhower, formó parte activa en la Gran Guerra, vivió la catástrofe, entendió la aparición de los primeros “ejercicios” nucleares con sus inminentes riesgos y peligros futuros para la humanidad y comprendió que las guerras solamente se ganan anticipando la creación de la paz y convivencia previas. Tejió una vía para facilitar este camino y promover el conocimiento, interacción y colaboración entre diferentes, confiando en que, en momentos complicados y conflictivos, pudieran tejer soluciones en torno a un bien común.

Esta semana, también, se publica el Informe “The future Competitiveness of Ukraine” (La Competitividad futura de Ucrania), bajo la coordinación de Christian Ketels (Harvard Business School y la MIM-Kyiv Business School). Fruto del esfuerzo y proyecto que, en plena guerra, nuestros amigos y profesores ucranianos han venido impulsando en el proyecto bajo el propósito “Doble Victoria. Ganar la guerra y ganar el futuro” que inspiran la resistencia, reconstrucción, pacificación y normalización del pueblo y sociedad ucraniana. Ya en otros artículos he hecho mención a este ingente trabajo, destacando la fortaleza y entrega de una serie de personas que, desde la tragedia y sufrimiento sin igual, afrontan, a la vez, una lucha permanente por la supervivencia, así como explorar el camino del “Día Después” para, con una visión de largo plazo, abordar la reconstrucción de su país y afrontar un nuevo espacio de futuro que será, sin duda, muy distinto al previo a la invasión. ¿Cómo superar la complejidad de hoy confiando en su capacidad de trabajar en un mañana desafiante, incierto, complejo, exigente? Todo un titánico recorrido al servicio de un nuevo espacio de bienestar, progreso, desarrollo social y económico, sostenible, reconstruyendo un territorio (no solamente devastado en lo físico) dotándole de las instituciones y gobernanza necesarias.

Y el mundo no se detiene y nos confronta con todo tipo de retos, plagados de entornos conflictivos. Grandes problemas geoestratégicos, políticos, globales y locales. Todos, de una u otra forma conocidos, acumulando barreras y dificultades a soluciones posibles.

Hace unos días, también, acudía a la cita del profesor Alex Jadad en el marco de un seminario en la E-Health University en Toronto, cuyo laboratorio de innovación dirige, en relación con el CAMBIO y la resiliencia. Presentaba las claves e hipótesis de su último libro: “Resilience in a changing world” (La resiliencia en un mundo cambiante) en el que se pregunta, ¿por qué no funcionan las cosas tal y como esperamos que sucedan? y da paso a una larga serie de “preguntas esenciales” que habríamos de formularnos y que le llevan a identificar lo que llama “La fuerza resultante de nuestra auto destrucción”. Se preguntaba, como ejemplo, el por qué el 72% de la población dice hacer con su salud lo que ha aprendido que no debe hacer, acelerando nuestra propia destrucción. Recorre todo tipo de “grandes desafíos y planes comprometidos para su solución que, paso a paso, empeoran”, desde la lucha contra el cambio climático y la descarbonización, la desaparición de civilizaciones, o la confrontación con las nuevas tecnologías y en especial la temida, a la vez que esperable, Inteligencia Artificial. Repasa múltiples “agentes malignos”, generados las más de las veces, por nosotros mismos y que terminan llevándonos a esa “fuerza de la autodestrucción” y busca (propone) elementos para protegernos, en caso de que en verdad asumamos y deseemos el cambio. Resalta que las personas contamos con un poderoso elemento clave: LA COMUNIDAD (“con los demás”), esencial en la generación de redes de confianza, base de relaciones y emociones positivas entre sus miembros, fuente de amistad-compromiso cuando valoramos y pretendemos entender a aquellos con quienes nos relacionamos, la habilidad por querer, buscar, comprometerse en la búsqueda del bien común y la sabia capacidad y esfuerzo solidario  para vivir BIEN y, sobre todo, conseguirlo, para todos.

Hoy mismo, otro “pequeño problema o conflicto sin resolver” ocupa un espacio político próximo, relacionado, entre otras muchas cosas subyacentes, con la configuración institucional y gobernanza en respuesta tanto a las aspiraciones de las personas y sociedades como a su capacidad de conformar espacios de desarrollo económico, social y de bienestar. Modelos y espacios estructurados que faciliten apuestas y estrategias de futuros deseados. Mientras nadie en Europa y Occidente ve dificultades en recomendar y diseñar caminos para supuestas soluciones incuestionables para propiciar un cambio hacia territorios y espacios compartibles entre diferentes Estados que cobijan naciones o pueblos con aspiraciones diferentes e historias propias, ejercicios de mínima traslación a otras demandas próximas en su entorno inmediato y que pudieran afectar directamente a quien ha de tomar las decisiones necesarias, parecerían imposibles  adoptar-aplicar, cegando o paralizando pasos críticos que posibilitaran anticipar conflictos irresolubles a futuro. Parecería que la “fuerza catastrófica” exige tragedias previas y conflictos extremos, y no liderazgos resolutivos cuando las condiciones existentes facilitarían tránsitos gestionables.

¿No somos capaces de anticipar conflictos y acelerar soluciones buscando beneficios compartibles para todas las partes en juego? Sin duda, convicción, pensamiento, compromiso y trabajo colaborativo, con visión de largo plazo resultan imprescindibles. No son tiempos para limitarse a mitigar el impacto inmediato de la parálisis resolutiva, ni mucho menos de dejar que “el tiempo lo resuelva” o que “ya vendrán otros” a ocuparse de ellos, o, simplemente, la actitud ilusa de que “si siempre ha pasado esto, ya aparecerá alguna solución inimaginable y seguiremos (seguirán) igual”.

Termino la semana con una lectura “de avión” en “Mckinsey Talks”: “mejorar las soluciones/respuestas que pedimos a la Inteligencia Artificial generativa, pasa por perfeccionar el diseño de los inputs y preguntas con que alimentamos la búsqueda de resultados óptimos”. Vivimos momentos convulsos y con una concatenación de múltiples retos y desafíos hacia un mundo y futuro muy exigido por innumerables transiciones que hemos de acometer hasta llegar el objetivo deseado. Animamos a todos los actores implicados a comprometerse en un cambio de extraordinaria magnitud. Asumimos que el futuro deseable conlleva solucionar demandas urgentes e inmediatas, aspiraciones personales, colectivas y salvar el planeta. Exigimos de todos conjugar objetivos económicos sociales, medio ambientales a la vez. Queremos redefinir los modelos de desarrollo económico, de crecimiento, generando empleo y riqueza para todos. Queremos un mundo plenamente inclusivo. Queremos una vida verdaderamente saludable y exigimos hacerlo disfrutando de libertad, respeto a los derechos humanos y con la máxima seguridad. Todo este esquema de futuro ha de ser posible y es absolutamente justo que lo busquemos y logremos.

Hoy, más que nunca, nos corresponde dar paso a la esperanza y a la ilusión para trabajar en la superación de aquellas fuerzas autodestructivas que impiden lograr nuestros objetivos y aspiraciones. Tenemos por delante todo un mundo de soluciones a explorar y compartir, construyendo “un mundo mejor”.

¿Soluciones simplistas o estrategias complejas de alto alcance?

(Artículo publicado el 8 de Octubre)

Un joven doctorando prepara los últimos pasos para la presentación de su tesis. A sus 33 años, ha recorrido prestigiosas Universidades en diferentes países. Accedió a la Universidad poco antes de cumplir los 18 años. Un doble grado (STEAM), un MBA presencial y otro mayoritariamente online en Economía e Internacionalización, combinando sus estudios doctorales con experiencia en docencia colaborando con un par de profesores titulares. Hoy, 15 años después de su inicio universitario, no ha salido de las aulas y no ha desarrollado ninguna otra actividad profesional. Sus ritmos en las tomas de decisión en su proceso preparatorio y posicionamiento ante problemas y propuestas a emitir desde su posicionamiento riguroso y conocimiento acumulado  difieren, de manera considerable, de quienes han de enfrentarse a la toma de decisiones desde la “información perfecta”, disponible en cada momento, llena de incertidumbre y, las más de las veces, incompleta, llevando a asumir riesgos en ocasiones sobre pilares endebles o aparentemente alejados del rigor académico o determinista. Él, se ha acostumbrado a apostar por una determinada línea dominante en el conocimiento publicado y aceptado por la mayoría de su entorno, incorporando algunas píldoras complementarias que, difícilmente, provoquen transformaciones, disruptivas o no, más allá de la información básica utilizada. Consciente de esta realidad, me comentaba su preocupación por la escasa capacidad de comprender e incorporar el contexto en que se produjeron, en cada momento, las decisiones que él analiza y evalúa en su trabajo. Adicionalmente, señala “su tiempo” que le permite seguir, paso a paso, trabajos inacabados a la espera de la siempre esperanzada “nueva información” que permita concluir o retocar sus conclusiones. Su trayectoria se corresponde con la de muchos de sus colegas de máximo éxito en el ámbito académico de prestigio internacional.

En paralelo, populismos de cualquier ideología, activistas del fracaso y la descalificación de todo aquello que hagan los demás, auto exculpándose así de su personal e individual desapego con el compromiso y la responsabilidad, se instalan en la simpleza de las decisiones fáciles que suponen resolverán cualquier problema o dificultad. Desprecian el rigor, huyen del análisis objetivo, juegan con la demagógica comunicación a impulsos y recurren a la etiqueta facilitadora de espacios mediáticos con envoltorio de soluciones mágicas para todo a la vez.

Hace unos días el Lehendakari (presidente del Gobierno Vasco), Iñigo Urkullu, ofrecía una conferencia en el Forum Europa en Bilbao. Iniciaba su intervención con una advertencia sobre lo que, en su opinión, viene dominando el estado de ánimo de nuestra sociedad: soluciones simplistas para afrontar situaciones complejas. Tiempos que, ante la enorme complejidad e interconexión exigibles para abordar los problemas y demandas sociales, requieren estrategias completas con mirada larga y consecución en el largo plazo, en una cadena de interconexiones y complejidad dominante.

Populismos, pesimistas profesionales, “las siete noticias críticas y catastrofistas que anuncian el final del mundo y de los sistemas en curso”, una anunciada renuncia a un futuro desconocido animando a vivir tan solo el presente, desde la ausencia de COMUNIDAD al servicio del bien común. Instalados en una creciente ola de desafección con las democracias, rodeados de un sinnúmero de “Estados fallidos”, inmersos en un clima de reclamo y reivindicación individualista de nuestras demandas a ser cumplidas por terceros sin la contrapartida de cualquier compromiso o aportación al valor compartido requerible… La realidad, sin embargo, no es otra que la inevitabilidad de encontrar, explorar, diseñar, compartir, estrategias de alto contenido, de largo recorrido, tras una mirada larga y compartida. Estrategias de alto contenido y valor social, económico, político, viables y sostenibles, por supuesto éticas y democráticas, al servicio del bien común.

¿Son contradictorias o excluyentes las actuaciones de urgencia y de corto plazo o inmediatez exigibles con estrategias, necesariamente complejas de largo plazo?

Un debate histórico nos ha acompañado a lo largo del tiempo. Si con excesiva y simplista facilidad se descalifica la estrategia, asociándola con sueños inalcanzables, lejanos y difíciles de evaluar en su momento, en favor de “soluciones inmediatas”, operativas las más de las veces y sin las cuales “nunca se llegaría al destino final”, el mundo VUCA (volátil, incierto, complejo, ambiguo), que, por simplificar, podríamos utilizar como descriptivo de nuestros tiempos, parecería poner el acento en actuaciones inmediatas, individuales, según vayan apareciendo (sean oportunidades o amenazas), a lo que se añade la velocidad que se supone obligaría a cambios constantes, ausencia de planes, objetivos y horizontes distantes y, en consecuencia, actuar hoy… “ya vendrán otros en un mañana lejano al encuentro de lo que sea que seremos, y en el mejor de los casos, ya no nos pillará”. Así, se añade a la estrategia atacable el descrédito asociado al falso uso del término y sus contenidos para calificar de estratega bien al iluso soñador, o al “oportunista” que algunos creen viste de profundas decisiones basadas en rigurosos análisis, en la capacidad de observación y el anticipo al mundo que nos rodea, sus instintos, deseos particulares o posiciones específicas e interesadas.

¿Mundos incompatibles? En absoluto. La manera más sencilla de afrontar con éxito, y con elevado grado de acierto un problema o decisión (por complejos que sean), en un momento concreto, es su encaje en una verdadera estrategia de largo plazo. Sea una empresa, gobierno, país o persona, si cuenta con la clara identificación de su para qué, el porqué de lo que hace, el valor que está dispuesto a aportar y compartir con los demás, a sus sueños y puntos finales de llegada, y es consciente de los compromisos y esfuerzos que ha de asumir, ante cualquier “oportunidad-opción, problema” sobre el que deba tomar una decisión, resultará muchísimo más sencillo ya que podrá preguntarse si la decisión concreta le  desvía o acerca en su apuesta final. Coherencia estratégica. Y es precisamente este atributo y su ejercicio lo que exigimos de todo líder, dirigente, responsable en todos los niveles y espacios de la vida. Las exigencias, en especial a aquellos que han asumido el compromiso de guiarnos hacia algún sitio sustentado en un contrato, que obligan a todas las partes. Es decir, los individuos, personas, aliados, compañeros de viaje, somos parte activa y comprometida con el camino de dicha coherencia estratégica.

La realidad actual se mueve en un contexto contradictorio. No existe problema o demanda alguna, sea en el ámbito privado, profesional, político, de país, para cuyo reclamo de solución no se esgrima “la falta de planificación y estrategia” de los interpelados a quienes se acusa de carecer de una estrategia clara, anticipatoria y del largo plazo que se pretende hubiera adelantado la demanda que hoy se reclama como inusitada exigencia inmediata. A la vez, cuando se avanzan proyecciones y previsiones de futuro alertando sobre potenciales consecuencias y la necesidad de contemplar la sostenibilidad de las medidas a tomar, se recriminan dichos esfuerzos y se esperan soluciones “para hoy y para mí”. Así las cosas, el carácter poliédrico de necesidades, preocupaciones, prioridades y ambiciones de todos y cada uno de nosotros, termina por premiar el individualismo concreto y monetario, en un “de lo mío qué”, condicionante de cualquier decisión esperable. Si a esta actitud generalizada añadimos una creciente desafección y decepción por la autoridad (sea del nivel y ámbito que sea), los modelos de gobernanza (cuando dirigen y gobiernan ellos), el liderazgo (cuando siempre nos parece inadecuado o insuficiente), y “compramos” los mensajes exclusivos y excluyente de nuestro entorno, no puede extrañar que vivamos tiempos convulsos y, en apariencia, desilusionantes. Una generalizada auto invitación a vivir nuestro presente y obviar un potencial futuro común o compartido. ¡Malos tiempos para la lírica!

En medio de este panorama, un clamor personal invitando al siempre difícil espacio para la estrategia: no hay nada peor que movernos sin propósito, sin saber hacia dónde quisiéramos ir y esforzarnos en ir y no en que nos lleven. Sin duda, el futuro es incierto, pero será lo más parecido a lo que hayamos querido construir y paso a paso, de forma colaborativa y compartida. No llegará sin más. Lo habremos traído con nuestra intervención activa o pasiva en un largo e intenso proceso en el que cada actor habrá ido aportando valor y enriqueciendo el resultado final.

Esta misma semana, el reconocido artista vasco José Mari Lazkano presentaba su última obra: Non, Noiz, Nora, Nola… (Dónde, Cuándo, a Dónde, Cómo…). Un magnífico e impresionante mural para imprimir carácter al último Parque Tecnológico inaugurado en nuestro país. Reflejo e inspiración para la intensa estrategia innovadora que como foco de una transición energética-verde está en curso y que dará cobijo a miles de investigadores, innovadores, profesionales a la búsqueda de un futuro alternativo sirviendo a la sociedad. Así, como en todo proyecto de futuro y de vida, hemos de partir de la realidad y punto de salida (NON), para proyectarnos hacia donde queremos ir (NORA), en cada momento (“la línea del tiempo”) (NOIZ) y cómo hemos de hacerlo (NOLA), desde el rol correspondiente a cada uno, a la búsqueda de un resultado final, inevitablemente cambiante, fruto de la contribución colaborativa múltiple en un marco que le aporte sentido y coherencia.

Un mural que integra el arte y la industria, el hoy, el mañana, el conocimiento soñador y las herramientas que permiten su plasmación en una convergente apuesta de futuro. Diferentes almas, mismo propósito compartible. Sin duda, la creatividad del ser humano más allá de los medios y herramientas facilitadoras.

Propósito, propuesta de valor, estrategia y acciones colaborativas múltiples en “la línea del tiempo”.