¿Una nueva comunidad política europea?

(Artículo publicado el 23 de Octubre)

Con demasiada frecuencia recibimos mensajes descalificadores de quienes sugieren o reclaman abordar cuestiones pendientes en relación con autogobiernos, soberanía, modelos alternativos de organización político-administrativa o de gobernanza. Se tachan de “cuestiones menores de interés político, ajenas, al parecer, a las preocupaciones o necesidades de los ciudadanos y se afirma que “no es momento de abordarlas siendo hoy otras las prioridades”. “Hoy no toca” sería el discurso, en especial de la mayoría mediática y portavocías centralistas, bien de partidos políticos “de obediencia estatal”, de multinacionales -sobre todo centradas en mercados de capitales y operaciones financieras- del funcionariado centralizado en las capitales de los diferentes Estados u organismos internacionales globales, (amantes de la globalización de terceros que se creen a salvo de cualquier deslocalización que les afecta en lo personal). Este caldo de cultivo favorece el comportamiento de los gobiernos centrales de los diferentes Estados miembro de la Unión Europea que se sienten cómodos haciendo de la política interna europea, una modalidad especial de aparente política exterior ajena al control democrático parlamentario y ciudadano de sus respectivos países. Cuestionar lo que hacen, deciden u omiten es tildado de antipatriota o insolidario. Así, el carácter unipersonal de la toma de decisiones, apoyado en sutil propaganda, mantiene un estatus quo que, poco a poco, distancia a la sociedad de principios, fortalezas y bondades de un singular proyecto socio político y económico europeo. Desafección y déficit funcional que profundizan en las dificultades de una Europa para lograr uno de sus principales objetivos: el logro de autonomía estratégica entre bloques aportando a los europeos, en particular y al mundo en general, principios y esencias democráticas, de bienestar y solidaridad que le han caracterizado y que se pretenden potenciar en el tiempo.

En este contexto, caracterizado por justificar en la complejidad e incertidumbre de un sistema geopolítico en recomposición, con unos Estados Unidos de América reposicionados entre cambiantes bloques ruso y chino, inmersos en una guerra real en el corazón de Europa, en plena alarma energética y una desconocida inflación, parecería aconsejable huir de cambios aconsejables e inevitables. Ocuparse de deseos democráticos de reconfiguración política, económica y administrativa, de una nueva articulación institucional y su gobernanza, no es una banalidad, ni egoísmo atemporal o cortedad de miras, ni, sobre todo un rechazo al europeísmo y la colaboración solidaria.

Todo lo contrario. Si resulta cansino el sonsonete de “lo que importa son las cosas de la gente y no las agendas políticas”, no se puede renunciar a confrontar esta línea de pensamiento, instalada en el confort de algunos y evitar el, por supuesto, complejo y exigente proceso renovador de estructuras y modelos político-institucionales.

Respuestas eficientes dependen, en gran medida, de la organización político-administrativa, de las funciones desempeñadas en diferentes niveles y las diferencias entre los variados tejidos económico-político-administrativos, capital social diverso, calidad democrático-institucional, cultura y vocación política y mecanismos de control próximos y diferenciados. Sus buenas o malas prácticas explican niveles de bienestar, desarrollo económico, cohesión e inclusividad.

En los últimos días, hemos asistido a dos hechos significativos que, en el ámbito ordinario de funcionamiento de la Unión Europea, dan pie a un imprescindible proceso de reflexión y cambio. Si el “Encuentro de 44 naciones para una nueva Comunidad Europea” promovido por el presidente de Francia, Emmanuel Macron, en la ciudad de Praga, pretende abrir la búsqueda de modelos de articulación institucional más allá de la Unión Europea de los 27 miembros actuales, el informe anual del presidente del Comité de Regiones y Ciudades de la Unión Europea, Vasco  Cordeiro (11 de octubre de 2022), establece las necesarias prioridades actualizadas poniendo voz al 89% de los representantes (329 miembros representando 450 millones de ciudadanos europeos) exigiendo una mayor y eficaz participación democrática en la construcción del “Futuro de Europa”. Adicionalmente, condicionando las percepciones y potenciales opciones de la Unión Europea y sus ciudadanos, el resto del mundo también se mueve. Asistimos a un G-7 o a un G-20 que, a base de “invitar o suprimir socios o amigos” según la coyuntura, da voz a nuevos jugadores, relevantes en el contexto mundial actual (problemas y soluciones) y, por supuesto, Estado a Estado, nación a nación, se vive un profundo reacondicionamiento de voluntades y propuestas democráticas en favor de alternativas político-administrativas. Por no mencionar a la O.N.U., en reclamo recurrente de renovada reinvención de modelos actualizados de gobernanza.

El proceso que la Comisión y Parlamento europeos pusieron en marcha para abordar “la construcción del Futuro de Europa” encontró la distorsión de la pandemia del COVID-19 impidiendo un final suficientemente explícito, evitando el normal discurrir de conclusiones y recomendaciones, dando paso a políticas y medidas “urgentes” en torno al plan de recuperación (Ucrania, energía, inflación y EU Next Generation) dejando su verdadero objeto del proceso transformador institucional. El futuro de Europa se va construyendo desde las actuaciones puntuales, bajo decisiones unilaterales de los órganos centralizados y el apoyo “voluntario o inevitable” espontáneo de otros niveles institucionales. Tarea pendiente que se ve condicionada, además, por el mapa móvil y dinámico que la invasión rusa, las imprevisibles consecuencias de la guerra, la situación y crisis energética, la incertidumbre y desconocida situación económica, nuevos jugadores y mapa geopolítico, y desacople USA-Rusia, USA-China provocan, en un tablero europeo que ha de afrontar, con coraje, decisión e inteligencia, los posibles encajes de una Unión Europea ampliada, ritmos de incorporación o no de potenciales Estados Miembro y los diversos modos de interacción especial existentes (EFTA, por ejemplo), o por crear (empezando con el Reino Unido -actual y futuro-) y, una cada vez más larga lista de países emergentes, en proceso de integración o no, alentados por los sinuosos caminos por recorrer y una relevante relación de “naciones sin Estado”, en diferente grado y tiempo de potencial integración, cuando ya son parte de la Unión Europea como lo eran en su momento otros bajo el paraguas de Estados miembro (como Alemania Oriental, sin ir más lejos),o la sensación de diferente niveles de prioridad en la entrada o no de determinados estados miembro o demandantes cuasi permanentes..

Es precisamente en este último apartado en el que se inscribe el encuentro de Praga. Macron convoca a lo que ha llamado “las 44 Naciones de la Unión Europea”, sin propuestas concretas ni con aparente vocación estructural formal. Visualiza el problema de una larga lista de Estados y varios (con o sin Estado), con vocación europea, que aspiran (o necesitan) incorporarse al paraguas de la Unión Europea, si bien no pueden esperar interminables plazos y procesos de “negociación-adecuación” a los requisitos que el Club de los 27 les marque en cada momento. Este movimiento, provoca un “acelerado malestar” en el propio Comité de las Regiones ya que su escaso valor institucional, limitada capacidad de influencia y nula posibilidad real de decisión, le aleja de aportar su verdadero peso en la construcción de esa Europa en curso, y , en gran medida, desespera a muchos jugadores que aspiran a una Europa que les otorgue voz propia más allá de la relegada dependencia de las estructuras estatales de las que ho forman parte.

Si repasamos las prioridades y reclamos de estas regiones y ciudades que hacen suyo uno de los principios esenciales de la fundación y constitución europea, principio de subsidiaridad, entendemos que por la propia eficiencia y eficacia de la solución de las demandas y necesidades de la sociedad europea, ha de jugar un papel de máximo nivel: acercar Europa a los ciudadanos replanteando el modo en el que ha de funcionar la democracia, gestionar las transformaciones fundamentales de la sociedad creando comunidades regionales y locales resilientes, integradas, con enfoque europeo a la vez que  cumplan con  la apuesta real por la cohesión a través de políticas europeas de base local al servicio de sus ciudadanos y lugares en que viven. Bajo estos principios clave, resulta especialmente definitoria de esta necesidad, el afrontar el enorme impacto que la guerra en Europa está provocando de manera especial en las regiones orientales, si bien con una elevada y extensa solidaridad en toda Europa. Su Informe advierte del enorme riesgo de que el Plan de Recuperación amplíe las desigualdades (cada vez mayores ante la elevada variación regional en términos de valor añadido). Observa una elevada inacción ante la crisis climática cuyos primeros y graves efectos se ven en términos de inundaciones, incendios y catástrofes naturales con desiguales consecuencias regionales y locales. Reclama reconducir las transiciones objetivo (digitalización, industrialización inteligente, ecológica…) al ámbito local y regional, en donde han de aplicarse llevando las decisiones a los jugadores reales y no dejar en manos de intermediarios lejanos los recursos y decisiones para llevarlas a cabo. Exigen premiar la cohesión como filtro de adecuación al tejido económico, social, político-institucional local. En definitiva, un inevitable nuevo rol del débil Comité de Regiones y Ciudades.

La complejidad de una buena y nueva arquitectura institucional es evidente. Sin embargo, empeñarse en la aparente confortabilidad de un modelo existente, a todas luces, insuficiente y alejado de las demandas y soluciones reales, resulta un fracaso y frustración continuos.

El futuro de Europa es esencial no solo para 500 millones de personas, o para un modo de vida y valores diferenciales que permiten una convivencia, cohesión, bienestar en un marco democrático y participativo real, sino para un mundo en cambio, necesitado de espacios de relación, de acompañamiento compartido en valores y aspiraciones para un mundo mejor.

La tímida propuesta de Praga, considerada, como “Acuerdo de mínimos y baja intensidad normativa y estructural”, pretende avanzar desde un Foro abierto y sin vetos, con reuniones más informativas que otra cosa, estrictamente informativo y relativamente asesor, apoyado en una secretaria técnica administradora y facilitadora que no sustituya a ninguna de las instituciones preexistentes, dejando al tiempo y a la experiencia observable, conformar su propio futuro. ¡Menos da una piedra! Sea o no el camino a seguir, la realidad se impone. Necesitados de nuevas estructuras, de una mayor calidad democrática y próxima en la gobernanza y toma de decisiones, las demandas y necesidades sociales (de todos los europeos) pasa por una dinámica de transformación de su arquitectura institucional. Hacerlo o no, se traduce en el bienestar de los ciudadanos y sus regiones, ciudades, naciones y comunidades.

Todo un reto. Un mundo en movimiento. El bienestar y progreso social, la respuesta a las demandas, concretas, de los ciudadanos, también se juegan, y mucho, en las estructuras y modelos de organización político-administrativa, de relaciones entre diferentes niveles institucionales y cogobernanza y cosoberanía. Los resultados se explican por la eficiencia del conjunto de los espacios en juego. Una verdadera apuesta por el futuro de una nueva y mejor Europa.

Camino al futuro. Ilusión tras un propósito motivador y posible

(Artículo publicado el 9 de Octubre)

La ilusionada apuesta vivida hace ya cinco años en Catalunya con una masiva convergencia y compromiso compartido por la mayoría de la sociedad catalana, con la esperanza de transitar hacia nuevas formas de organización político-administrativa, generar un nuevo modelo de relación con el Estado y propiciar un espacio vanguardista en el seno de una Europa necesitada de nuevas voces, apuestas y gobernanza, acordes con un sentido de identidad y pertenencia propio, ejercido de forma democrática, se ha visto emborronada por las tristes imágenes del pasado fin de semana. La desgastada trayectoria compartida se ha convertido en desaliento y desunión. En este marco, sin duda coyuntural, parecerían haber desaparecido las extraordinarias fortalezas de Catalunya y la sociedad catalana. La percepción actual, acentuada estos días no solamente llevaría a pensar que todo intento de abordar procesos de transformación deseados resultarían imposibles ante un veto legal o de facto cuasi permanente, además de proyectar una “psicología derrotista” respecto de las posibilidades potenciales de un futuro exitoso en términos de prosperidad y bienestar. Así, las dificultades existentes hoy, impedirían nuevas apuestas futuras.

No obstante, la realidad se impone y una muestra de su enorme potencial (presente y futuro), ha tenido una pequeña pero significativa muestra, también, en estos días. La celebración del encuentro BNEW 2022 en Barcelona reuniendo a más de 12.000 participantes y 400 empresas de 145 países, expertos locales e internacionales, iniciativas, proyectos y reflexiones en torno a siete temáticas específicas, interrelacionadas y base de lo que algunos llamarían la “Nueva Economía” (¿Cuántas veces, a lo largo del tiempo, venimos usando este término sin saber exactamente si se trata de una nueva economía, o la misma vieja economía con el acento en determinadas tecnologías, ritmos o modelos de negocio y empresa, o espacios disruptivos por venir?). BNEW, ha pretendido acoger e impulsar una serie de elementos correlacionados que, de una u otra forma, marcarán el futuro (por supuesto, de Catalunya y del mundo). ¿Se trata de un avance hacia las ferias o congresos del futuro o es mucho más que eso, provocando encuentros híbridos entre diversos actores de una economía-sociedad del mañana? ¿Qué tan lejos de hoy están sus desarrollos y aplicaciones reales, o ya estamos inmersos en ellos? ¿Asistimos a una imagen efímera o trasluce solidez y bases de futuro?

Elegidas la industria digital, la movilidad, la sostenibilidad y el “Real Estate” tanto en la reconfiguración del territorio, como del uso del suelo y las ciudades del futuro, contrasta su análisis con las inversiones, el talento y “las experiencias de vida y profesionales” que habrían de condicionarlos y/o hacerlos posible.

Espacios temáticos avanzados por un gran “universo” de elementos transversales presentes en todos ellos: la innovación (realidad, permanente, del 100% de procesos, actividades, industrias, modelos de negocio preexistentes, con la idea esencial de que “todo es negociable”), el complejo y variado mundo del emprendimiento, el venture capital y start  ups (que en gran medida ocultan el mensaje claro y contundente de la importancia esencial de la empresa-empresario, pareciendo transmitir que lo relevante es emprender en pequeño y que el crecimiento y desarrollo exitoso de un proyecto conlleva “mancha social”) y la extraordinaria importancia del espacio físico (en el que las personas interactuamos, compartimos conocimiento, experiencias, aprendemos, enseñamos, convivimos y coopetimos, también), traducido o alojado en el DFactory. (Con este evento, BNEW presenta su “nueva” DFactory integradora de empresas y actividades relacionadas con el 3D, la realidad virtual, la ciber seguridad, la inteligencia artificial, la robótica, la sensórica, la manufactura avanzada… pilares destacados de las llamadas tecnologías exponenciales). Todo un mundo interrelacionado conformando sucesivas cadenas de ecosistemas. En definitiva, clusterización intensiva de economías-territorios orientados en torno a proyectos empresariales, sociales y de país. Sin duda, para muestra un botón, el tejido económico y social de Catalunya es una realidad incuestionable y, en consecuencia, fortaleza sobre la que seguir avanzando y construyendo futuro. De una u otra forma, iniciativas similares (o al menos sobre el papel) se extienden a lo largo del mundo.

Es precisamente este último punto aquí señalado el que habrá de marcar la diferencia. Identificar las áreas de futuro, las capacidades y recursos necesarios para el desarrollo económico y prosperidad de una sociedad resulta imprescindible. Sin embargo, la esencia radica en el propósito que lo motive y mueva, traducido en términos de visión y propuestas estratégicas, el uso que se dé a los mismos, su uso real y temporal, su aplicabilidad y prioridades en el medio y, sobre todo, largo plazo, y el carácter de inclusividad que aporte. Tecnologías, inversiones, empresas resultan imprescindibles, si bien sus impactos serán positivos o negativos en la sociedad en función de su verdadero propósito, del compromiso real con el bien social y común buscado, con su adecuación a las motivaciones, expectativas, deseos y compromisos de la sociedad, y por supuesto, a las capacidades reales de los actores que habrían de hacerlos posible.

De la misma manera que podemos poner el foco (coincidente por las fechas en Catalunya), resulta de aplicación extensiva y “personalizada” a todo el mundo. ¿Qué quieren o queremos las diferentes Sociedades? ¿Cómo nos sentimos respecto del mundo que vivimos y en qué medida nos posicionamos y comprometemos con propuestas de futuro? Cada Sociedad, cada país, cada uno de nosotros, cada colectivo seguimos un camino y rumbo diferenciado.

Hoy, inmersos en un escenario más que incierto, preocupados por una dinámica compleja que parecería encadenarse hacia un mundo hostil escasamente apetecible necesitamos un canto a la ilusión creíble.

Una sociedad que, por ejemplo, atendiendo a un reciente informe de la serie Catalyst 2030 (World Economic Forum), “The People’s Reality -La realidad de la gente”, recogiendo  las respuestas de 17.000 jóvenes, a lo largo del mundo, a la pregunta ¿Cuál es tu historia?, en la que transmiten su estado de ánimo y preocupaciones del momento nos ofrece un tipo de preocupaciones que, en términos generales, parecerían generalizarse y que suponen desafíos de largo alcance que nos retan a todos: “vivimos una emergencia climática y no vemos claro cómo se salvaría el planeta a la vez que se convive con la realidad actual”, “en un mundo de abundancia, el  hambre  y la  pobreza persisten para una inmensa población (42% en África, 24% India, 14% USA, 14% Europa…)”, “existe un enorme y creciente sentimiento de desconfianza (en gobiernos, medios de comunicación y autoridades)”, “la COVID nos ha pasado una enorme factura difícilmente recuperable”, “salud mental y bienestar son los nuevos síntomas negativos que parecen acompañarnos” y “tenemos miedo al futuro”¿De qué forma convertimos estos problemas y desafíos en líneas de solución sobre las que intervenir y construir un mundo mejor?

Nuevamente, reclamos de propósito y estrategia para ganar el futuro.

Esta misma semana, en el marco del programa “Determinal Leadership in a changing world” (Liderazgo en un mundo cambiante) de la iniciativa Shared Value (Creación de Valor compartido empresa-sociedad), que dirige el profesor Mike Kramer, tuve la oportunidad de participar de un interesantísimo diálogo con Francesco Starace CEO de la empresa ENEL, líder mundial en Energías Renovables. Explicaba el éxito de su proceso transformador en la centenaria compañía eléctrica que dirige. Su triple apuesta Innovability for Society (Innovación y sostenibilidad), Open Energy for Society (Energía Abierta para la Sociedad), interactuando con todos los actores de sus diferentes Cadenas de Valor y Suministros) y Purpose for Shared Value (el propósito para crear valor compartido con terceros y la comunidad) guían su proceso transformador (desde una base industrial soportada en recursos fósiles, a la descarbonización total, en los plazos establecidos por los reguladores y acuerdos de París). Proceso en favor de las energías renovables, la electrificación (gran oportunidad cuando aún más de 1.500 millones de personas no tienen acceso a ella), que ha supuesto (y supone) desmantelar empresas, unidades productivas, reorientar capacidades y fortalezas de su enorme plantilla de profesionales, con el consiguiente reciclaje, plan de formación, propuestas de compensación y condiciones económicas y sociales, reconfiguración local y regional de cadenas de suministro, clusterizar sus actividades centrando el protagonismo en el universo de proveedores y terceros, nuevas modalidades de coopetencia público-privada, el motor innovador de la “Economía Circular”, lo que obliga a una verdadera redefinición de su propósito (real) y contemplar, como variable esencial en toda su estrategia: el tiempo. Aconsejaba preguntarse: ¿Cuánto tiempo esperas estar en tu negocio o actividad como empresa? La respuesta ha de marcar tu estrategia. Decía: “Si es evidente la apuesta por la descarbonización y esta es un compromiso con fecha fija, no podemos estar aquí, haciendo lo mismo en este momento”. “A partir de allí, todo viene guiado en este compromiso”. El largo plazo, imprescindible para hablar y contemplar el futuro, exige decisiones y actuaciones inmediatas, medibles, motivadoras que satisfagan las demandas de la gente. Eso sí, el tiempo no solo es un referente en el horizonte lejano sino un modulador de los ritmos y velocidades de los pasos y secuencias por acometer.  La insistente frase, “no dejemos a nadie atrás”, no puede ser tan solo un reclamo o slogan publicitario. Son muchas las transmisiones que tenemos por delante, demasiados los cambios y reorientaciones a incorporar, múltiples los nuevos roles, actitudes, capacidades que todos hemos de experimentar (personas, empresas, gobiernos…)

Así, la interrupción temporal de la ilusión por un determinado camino, conscientes de que el futuro será irreversible y el proceso emprendido, con los ajustes imprescindibles, se construirá paso a paso, en múltiples espacios y tiempos si se mantiene un propósito y una estrategia adecuada y coherente con el fin buscado. La apuesta señalada de Barcelona -como en otros muchos sitios- señala un camino a recorrer visualizando un nuevo mundo más allá de la tecnología, de los contratiempos del momento y de la complejidad de los procesos y su gobernanza. Las empresas y su interacción público-privada y con sus diferentes ecosistemas resultan “inevitables” (imprescindibles) y, sobre todo, el logro dependerá de acometer un propósito-estrategia compartido, empresa-sociedad, respondiendo a los desafíos (reales o percibidos) de la sociedad. Sin duda, la adversidad y desánimo han de dar paso a la ilusión activa hacia nuevos rumbos con la recompensa de un futuro mejor.