Cumbre del Clima, progreso social y desafío inclusivo

(Artículo publicado el 7 de Noviembre)

Coincidiendo con la COP26, conferencia de lucha contra el cambio climático en Glasgow, la SPI (Social Progress Imperative, plataforma colaborativa para el progreso social) hace público el Índice de Progreso Social 2021 en su interacción con el desafío global objeto de esta Cumbre, bajo el sugerente título de “A Story of Progress. How the World survived the climate crisis (Una historia de Progreso. Cómo el mundo sobrevive a la crisis climática)”.

En esta ocasión, aprovechando la concentración mediática mundial en una de las transiciones (demográfica, tecnológica, climática) previstas para las próximas décadas (en todas ellas estamos ya inmersos), la climática, en sus diferentes aristas y líneas de activación-impacto, la SPI publica una interesante aproximación desde el progreso social, preguntándose si se pueden retirar de la pobreza millones de personas, creando sociedades equitativas y bien desarrolladas orientadas hacia el bien común, sin aumentar niveles de emisión de gas invernadero. Recordemos que su índice (57 indicadores) pretende orientar la capacidad de una sociedad para cubrir las necesidades humanas básicas de sus ciudadanos dotándoles de los pilares esenciales para alcanzar e incrementar la calidad de vida de los ciudadanos, a la vez que crecen la condiciones para que las personas alcancen su máximo potencial.

Basado en los resultados obtenidos en los últimos años desde el lanzamiento de su renovador Índice, poniendo el progreso social al margen de otros indicadores económicos, como el verdadero objetivo centrado en las personas, realiza un ejercicio de cruce con las emisiones de gas invernadero. Un análisis de la evolución de los citados índices en una solución de países que han experimentado un mayor avance en su progreso social y su posicionamiento relativo en países con “riqueza” económica homologable o comparable, por un lado, y de aquellos países de “mayor nivel de desarrollo” en términos económicos(atendiendo, sobre todo, al tamaño de su economía) y su relación con la cantidad de emisiones que “aportan”, les lleva a concluir como quienes han apostado por el progreso social han conseguido, también, mejores resultados en términos de emisiones y, en consecuencia, una mejor vía indirecta de posicionarse entre el objetivo global de “salvar el planeta”.

Asumiendo la realidad de partida, con los países más avanzados o “desarrollados” como principales emisores, así como la mayor concentración de quienes han de realizar los mayores esfuerzos de transformación (China, India, USA, Rusia, Catar, EAU, Arabia Saudí) y simular el impacto que generaría en todos estos países una apuesta de mejora en sus condiciones de progreso social y su consecuencia derivada, también, en el cambio climático, bajo estrategias de crecimiento y desarrollo verde para la inclusividad.

¿Es posible plantearse un mundo mejor, un mejor estado de bienestar y progreso social inclusivo poniendo el acento en “salvar el planeta”? ¿Salvar el planeta para hoy, y, sobre todo, para próximas generaciones, significa, también, hacerlo para todos, hoy? ¿Salvar el planeta puede y debe suponer el progreso social inclusivo?

Sin duda es el verdadero reto. Los resultados empíricos, la evaluación de apuestas realizadas, la simulación de las consecuencias obtenibles bajo estrategias convergentes-conjuntas parecen demostrarlo.

En paralelo a estos informes, McKinsey ha hecho público uno de sus habituales trabajos sobre el desarrollo económico en determinadas regiones y ciudades. (En este caso concreto, la Ciudad de Nueva York: “Doce perspectivas para la recuperación inclusiva de Nueva York”). Recurriendo a la clasificación estadística urbana norteamericana, en la Zona estadística-metropolitana de Nueva York con sus 8,8 millones de habitantes viven un preocupante deterioro en términos de inclusividad. La maravillosa y siempre vibrante Ciudad de Nueva York, que nos sorprende continuamente por su evolución activa, generación de innovadores espacios, admirable multi culturalidad, espectaculares innovaciones urbanas, cosmopolitismo tractor, impresionantes flujos turísticos, corazón de un mercado de capitales líderes e imprescindible para entender el sistema financiero mundial, foro museístico-cultural y, entre otras cosas, presente en el “imaginario televisivo y cinematográfico”, asociada a los faros de innovación, presenta, también, demasiadas luces rojas.

Hoy, en una aún incierta salida de la pandemia sufrida que le llevó a ocupar el epicentro negativo y preocupante del número de casos y fallecimientos de los Estados Unidos (y del mundo), que obligó a drásticas medidas de confinamiento, complejas intervenciones en su sistema de salud, parálisis de su vida ordinaria, retoma sus pasos hacia la recuperación económica, social y senda de futuro en su intento de “recuperar la normalidad”. Su estado actual aflora graves problems ye importantes desafíos. Su tasa de desempleo (11%) está muy por encima de la media estadounidense, los niveles de vacunación (que en un momento parecieron espectacularmente buenos) se estancan, y, sobre todo, las bolsas de desigualdad, marginación y “sectorialización” (racial, económica…) aumentan, señalando una muy negativa diferenciación (de acceso, de participación, de oportunidad de futuro, de adherencia y de inclusión).

Atendiendo al Informe de McKinsey, su “lenta salida de la pandemia muestra señales de inequidad y graves barreras para una economía inclusiva”. Resalta cómo, 2,4 millones de inmigrantes-minorías, con 1 millón de personas por debajo del umbral de pobreza y sus vecindarios y comunidades tienen un elevado riesgo de quedar atrás en la recuperación.

Al mismo tiempo y pese a este panorama inicial, la inmensa mayoría de los neoyorquinos se muestran optimistas ante el futuro y la recuperación de su ciudad, del futuro de sus familias y comunidad. No muestran disposición a trasladarse fuera. Su percepción positiva, supera con creces la de otras ciudades en que la gente manifiesta su voluntad de mudarse y su optimismo por el futuro es significativamente mayor.

Así las cosas, esta semana ha resultado electo un nuevo alcalde que tomará posesión en enero. Pertenece al colectivo BIPOC (Black, indigenous, people other color – Negros, indígenas y gente de otro color) en terminología al uso en Estados Unidos. Eric Adams, ex capitán de la policía, con recorrido político (presidente del distrito de Brooklyn desde 2014), controvertido dentro de su propio partido demócrata, ha recibido el 67 % de los votos. Con el soporte democrático evidente, hace de la pandemia y sus consecuencias, la educación en las escuelas públicas, la vivienda en distritos y comunidades desfavorecidas y la desigualdad, especialmente entre el mundo BIPOC y el resto, su bandera electoral y programa de actuación. A la vez, la seguridad ciudadana y su apuesta por fortalecer la realidad líder de Nueva york como base de las industrias innovadoras de rápido crecimiento. Su agenda, en términos de líneas básicas de reforma y/o avance no difieren a las que se han venido diagnosticando e incluyendo en las prioridades de mandatos anteriores. La recomendación de McKinsey avanza 12 áreas de potencial focalización para los líderes políticos, sociales, empresariales, a considerar en la siempre asumible cooperación público-privada. De una u otra forma, las áreas nucleares van desde la búsqueda de medidas de recuperación de las rentas (que han hecho que uno de cada tres haya reducido sus ingresos a la vez que se han incrementado los gastos en salud y alimentación); el desempleo se ceba en las minorías de color y latina, así como en las mujeres con responsabilidades de cuidado de sus familias. Así mismo, la “informalidad, temporalidad y freelancers” tan dominante en la ciudad, se ha convertido en una elevada vulnerabilidad en la situación actual. Grupos vulnerables se concentran en ciertas vecindades generando una grave y desigual distribución “geográfica” en la ciudad, trabajar sobre “los condicionantes sociales de la salud”, “los activos comunitarios”, “la conectividad y acceso a la vivienda” y, por supuesto, la educación.

Nueva York, como la inmensa mayoría de las grandes ciudades, tiene un hándicap que su propio éxito, tamaño, capacidad de atracción de talento e iniciativas, se convierten en dificultades perversas. La “gran ciudad” genera, en sí misma, áreas de marginación y desigualdad difícilmente gestionables y de compleja y costosa solución. Las bondades y ventajas que en apariencia ofrecen, demandan enormes dosis de gobernanza especial, recursos de gran magnitud, velocidades y ritmos de acelerado crecimiento, oferta de servicios escasamente acoplables a los tiempos y urgencias exigibles. Nueva York, “la gran manzana”, es muchos más que Wall Street y Manhattan. Una maravillosa ciudad, que, más allá de sus cinco grandes distritos, conforma un espacio, extraordinario, de vitalidad y desarrollo. Ahora bien, volviendo a la receta guía del progreso social, su camino está claramente fijado. Los espacios de logro, los indicadores relevantes, las apuestas estratégicas de actuación, también. ¿Será el momento de acelerar un nuevo impulso?

Hoy, el ejemplo es Nueva York. Una ciudad de “éxito”, referente mundial. Luces y sombras. Desgraciadamente, situación generalizable a lo largo del mundo. Y, peor aún, la mayoría, sin las fortalezas, capacidades, bondades y resiliencia que sí tiene Nueva York.

Con la SPI, nuevamente, parecería que el mejor camino hacia el futuro no es otro que el progreso social inclusivo. Su complejo y, seguramente inacabable logro, será la mejor manera de superar los desafíos que afrontamos, como personas y como planeta, hoy y mañana. La apuesta de Glasgow no es solamente un recetario de compromisos para salvar el planeta en una determinada carrera hasta el 2030-2050-2060, según las posibilidades y voluntades de cada uno, sino un complejo balance entre las relevantes transiciones económicas, sociales, tecnológicas que conllevan. Estrategias para el progreso social inclusivo parecerían el mejor de los esfuerzos y compromisos para una nueva economía verde que, también, salvaría el planeta.

La COP26 de Glasgow también va de esto. Superar y vencer al cambio climático desde capacidades y exigencias posibilistas, distintas, para cada uno de los países, regiones, comunidades y agentes interpelados, movilizando una economía verde compartible y al servicio de todos. Progreso social, prosperidad inclusiva.