¿Y si no fuera verano? Capitalidad y otros asuntos a discutir

(Artículo publicado el 15 de Agosto)

Llegadas estas fechas, pese a la gravedad e importancia de múltiples asuntos que nos afectan y, sobre todo, habrán de condicionar nuestro futuro, la tregua veraniega impone una ralentización generalizada de nuestras actitudes, toma de consideración y decisiones, aplazadas hasta el “reinicio del próximo curso”.

El consenso estival como paréntesis, por muy compleja y delicada que pudiera ser la vida ordinaria de cada uno, parecería llevarnos a la imprescindible esperanza de un espacio mejor, en la confianza de encontrar soluciones (o bien que nos lleguen por sí solas o por terceros). Este reposo no solo resulta necesario sino reparador para seguir adelante, disfrutar de pequeñas y grandes satisfacciones, según el caso, y prepararnos para acometer futuros desafíos. Entre tanto, relajados, modificando nuestros horarios habituales, alargando sobre mesas y abundantes conversaciones y charletas, encontrando diversidad de compañías, vamos consumiendo el tiempo y seguimos lo noticiable sin la voracidad del ritmo ordinario no vacacional, con una relativa distancia al margen de ser conscientes de que, tarde o temprano, volveremos a reencontrarnos. Eso sí, asumiendo que serán superables, desde nuestro optimismo fortalecedor y creativo. Hoy toca reforzar espíritu y estado de ánimo.

Así, hemos de agradecer el fenómeno Messi de estos días, que nos da juego suficiente para todo tipo de conversaciones inacabables, desde la admiración al mejor jugador de futbol del mundo o la persona y su historia, los argumentos de sus detractores o enaltecedores de Maradona, quienes tienen algún otro  candidato a dicho podio,  quienes profundizan en el modelo de negocio, deporte, futbol, industria, finanzas deportivas que distorsionarían un futbol-negocio similar al olimpismo cada vez más profesionalizado y alterado por nacionalidades de ocasión, las más de las veces adquiridas en los despachos federativos ajenos al valor de la nacionalidad ,sus valores, principios y significados, o la creciente influencia de deportes alternativos, e-sport, gaming y video juegos, etc., condicionantes de un mundo “paralelo” en medio de tanto espacio real alejado de focos, glamour y recompensas materiales. La calentura de París y los seguidores de este inusual espectáculo de masas difieren del otro calentamiento (también reflotado en París, pero en un foro diferente) que nos ocupa. El calentamiento global del planeta parece haberse confabulado estos días para realizar su propia campaña de marketing global, anunciando de manera explícita lo que se supone viene tras el cambio climático y sus efectos devastadores según el nivel de incremento general de la temperatura, siendo un soporte inequívoco de las estrategias y políticas prioritarias que se vienen dibujando a lo largo del mundo, agenda imprescindible e irrenunciable en nuestros días. Si eran muchas las dudas y posiciones contrarias cuestionando los efectos reales que pudieran tener, así como la importancia que se le venía dando, volcando una convergen la atención y financiación inigualable en las agendas internacionales, la proliferación de incendios y catástrofes, más allá de la contaminación observable, trastornos en salud pública, terminando por validar la apuesta emprendida. Por si fuera poco, en un entorno más próximo, el caótico “recibo de la luz”, la propaganda gubernativa sobre sus tarifas, modelo energético y bondades inmediatas para los ciudadanos, han crispado a una Sociedad, si bien el gobierno, de momento, se salva por el verano en descanso que paraliza reacciones en los aparatos reivindicativos y movilizadores. “También darán señales de vida” cuando abandonen el pueblo o la playa, sustituyendo sus esporádicos tuits de tumbona por presencia callejera o tertuliana televisiva.

Es, también, el momento del repaso a las “noticias congeladas” de las que echan mano los medios y sus profesionales (las más de las veces temporales), desenlatando un buen número de titulares viejos, notas pendientes de mejores comentarios o historietas de entretenimiento. De esta manera, un proyecto de ley de aprobación apresurada para dar paso a un aletargado período de consulta pública, ganando tiempo para su tramitación legislativa, ya sea sobre creación empresarial, o novedades en el farragoso marco administrativo, o la entrada en vigor de  “leyes urgentes” como la de “riders” o autónomos que se supone serían una auténtica revolución en la otrora pionera economía colaborativa de profunda transformación económica y de la estructura y filosofía del empleo, o figuras trascendentes de nuevo cuño como los “consejeros observadores” de obligada implantación en empresas rescatadas bajo el paraguas de los milagrosos fondos de reactivación económica, evitando el debate tanto de su aplicación, como de la operación en cuestión, la modalidad de financiación o la propia persona elegida para su ejercicio, ven la luz en pleno y somnoliento agosto.

De esta forma, como todos los años, escribir en este periodo se vuelve tópico y repetitivo. Elegir un tema que lleve a la reflexión sesuda parecería inapropiado a la vez que carente del efecto deseable. Sin embargo, no hacerlo, también. Así que por no olvidar un asunto que, más adelante, pudiera convertirse en debate de actualidad tras nuestra vuelta vacacional, merece unas líneas el polémico anuncio que realizó poco antes de coger las maletas el gobierno español con su presidente camino de Lanzarote, de la mano de su ministro pétreo, encargado de los diferentes jardines y globos sonda que pretenden sondear el grado de atención, despiste o motivación existente en la opinión pública y los partidos políticos opositores (y propio), además de comprobar que tan despiertos y atentos están sus ministros en las sesiones del Consejo de Ministros ya que, al parecer, asisten a sesiones en las que no se deben debatir los asuntos transmitidos en las ruedas de prensa post Consejo. En esta ocasión se trata del anuncio de una ley y/o impuesto penalizador de la capitalidad de Madrid. Escrivá sugirió esta necesidad para terminar con los privilegios de Madrid que se beneficiaría de ser la capitalidad del Estado, mientras la Ministra de Hacienda descalificó cualquier idea al respecto que no corresponda a su negociado y la portavoz alegó no haberse tratado en el gobierno. Palabras al margen, hasta ahora, por lo general resultaba que las capitales de los Estados, Comunidades y regiones, provincias, etc. más que pagar impuesto alguno, suelen recibir fondos adicionales para paliar el supuesto sobre coste que las infraestructuras y servicios de uso general han de proporcionar, más allá de los necesarios estrictamente para su población. Al parecer, la nueva percepción entiende que supone una distorsión y competencia desleal para el resto del territorio, y la cohesión territorial exigiría una compensación económica y fiscal de este centro favorecido a lo largo del tiempo.

El asunto resulta interesante. Parecería oportuno no poner el punto de mira en penalizaciones o figuras fiscales negativas, sino explorar el conjunto de decisiones planificadoras de un gobierno central y centralista cuyas consecuencias determinan un estado de agravio y distorsión estructural condicionando un modelo de Estado, provocando espacios debilitadores de la cohesión social y la competitividad influyendo de manera excluyente en la capacidad de acceso al bienestar compartido esperable. En el caso de Madrid, resulta chocante como en un estado de autonomías, el carácter centralizador del gobierno central y su extenso aparato funcionarial, político y empresarial trasciende de su actitud y comportamiento, impregnando sus políticas y decisiones de un “efecto capital” generando un ecosistema propio sobre el que hace girar y depender todo el resto del territorio, más allá de capitalidad o bondades de una supuesta eficiencia funcional y operativa.

Hoy, vivir fuera de Madrid (el verano y sus desplazamientos son un buen momento y excusa para constatarlo), permite comprobar (y sufrir en gran medida) la configuración radial de una infraestructura general que no solamente obliga a pasar por Madrid para ir de un punto a otro. Aeropuertos (potenciando un macro Hub en Barajas), carreteras, ferrocarril (sobre todo en Alta Velocidad que se supone respondían a proyectos de carácter transeuropeos de interconexión rápida entre Estados y para lo que fueron objeto de potente financiación comunitaria desde Bruselas) e incluso puertos (que la máxima autoridad portuaria “despache” en Madrid entre el Retiro y Castellana no deja de ser una mala anécdota).

Así, antes de impuestos, cabrían anticipar múltiples caminos por considerar. Una correcta aplicación de la tan convocada Constitución y los diferentes Estatutos de Autonomía vigentes (por no hablar de sus potenciales reformas, actualizaciones y mejoras demandables por una Sociedad cambiante), empezando por su cumplimiento descentralizador y transferencia de todas las competencias previstas con inmediato traspaso de todos los bienes, servicios, financiación y personal asociados. Hacer de las presidencias de las Comunidades Autónomas los verdaderos representantes legítimos y representantes del Estado en cada uno de los territorios tal y como establece la ley, transfiriendo todos los servicios y funciones previstos, posibilitando la supresión de organismos duales, la más de las veces superados por los tiempos, la calidad y eficiencia de su labor, el uso alternativo de locales, servicios, bienes concretos, por no citar excesiva concentración de recursos derivados en esa capitalidad que se pretende aligerar, como un vasto “sector público empresarial” que no tiene porqué radicar en ese espacio que al parecer tanto molesta la gobierno, o medidas tan simples como el llamado “Decreto de Guindos” que de la mano del ministro en cuestión posibilitó (para algunos obligó) a un gran número de empresas, inicialmente en Catalunya, y generalizable a todo el Estado a mover sedes sociales falseadas a la capital en un fin de semana, ante supuestos peligros de abandonar la Unión Europea como si esto fuera cuestión de caprichos de aplicación inmediata. Y, así, podríamos repensar el servicio exterior y sus consejos comerciales y canalizadores de la inversión extranjera “flotante”, evitando una centralización dependiente del dominio, en apariencia, no deseado de la capitalidad elegida. Es decir, si existe voluntad política para una auténtica transformación, existe muchas vías lejos de penalizaciones impositivas como reacción a un desencuentro con un estilo de gobierno concreto.

Pero… se trata de uno de los muchos temas inapropiados para playa y tumbona. Hoy no toca. Hoy debemos disfrutar del verano y prepararnos para próximos reclamos. Ya habrá tiempo y ocasión de reflexionar y retomar este y otros muchos asuntos cuando estemos entonados y en el ambiente adecuado. Como otros muchos y, sin duda, de mayor calado y relevancia, los encontraremos más adelante.

Disfrutemos del verano, merecido e imprescindible.

Inteligencia Artificial: Elegir nuestro camino deseable

(Artículo publicado el 1 de Agosto)

Este pasado jueves se presentaba el Centro Vasco de Inteligencia Artificial (Basque Artificial Intelligence Center-BAIC), con sede en el Parque Tecnológico de Miñano (Araba), que, en palabras del Lehendakari Iñigo Urkullu, “se propone liderar el desarrollo y aplicación del conocimiento en inteligencia artificial y ser una palanca de transformación real para los agentes económicos y sociales de Euskadi, con una decidida referencia y conexión internacional”.

La creación de esta entidad supone un paso más, de indudable valor, en la configuración progresiva y permanente de lo que está viniendo en denominarse “Ecosistema Vasco”, espacio colaborativo, activo y abierto, desde y para el conjunto del tejido económico, empresarial, académico e institucional, que habría de facilitar el desarrollo exitoso de nuestra economía al servicio de un “modelo vasco de desarrollo inclusivo”.

Como no podía ser de otra manera, una iniciativa de este tipo no es fruto de una moda o carrera espontánea por constituir entes y etiquetas al amparo de potenciales recursos transformadores, para “poner la inteligencia artificial y las principales tecnologías exponenciales y disruptivas en nuestras vidas”. La propia presencia promotora de una veintena de empresas relevantes en nuestro país, presentes ya, de una forma u otra, en su uso, con la incorporación de jugadores clave en el entorno ciencia-tecnología del país, BERCs incluidos, la Universidad (aún con tímida presencia directa) y las administraciones publicas vascas lo posibilitan y ofrecen mimbres básicos para su apuesta de futuro. Apuesta que según sus propias declaraciones fundacionales y compromisos responde a una “base y fortaleza real sobre la que construir”: un tejido empresarial sólido e innovador alineado con el marco prioritario del RIS3 (Marco de regionalización inteligente de Euskadi que el Gobierno Vasco y el apoyo de Bruselas promueve en la prioridad orientada hacia la manufactura avanzada, la energía, las bio-ciencias y sus elementos transformadores asociables desde, en forma simplificada, la digitalización), los movimientos aceleradores de la propia sociedad 5.0, e industria 4.0 y los diferentes proyectos-iniciativas favorecedoras de la conectividad ultra rápida y el propósito o sentido que conlleva entender y usar de manera adecuada las bondades de esta tecnología y herramienta disponible, sensibilizar y monitorizar sus aplicaciones, capacitar y “alfabetizar” a los profesionales y sociedad en general que habremos de coincidir con ella, fortalecer el desarrollo de industrias y servicios asociables, conectar con las redes internacionales imprescindibles, atraer talento de vanguardia y, por supuesto, constituir un  foco de pensamiento en torno a sus consecuencias éticas, legales y, por supuesto, democráticas. La presencia, además, de los gobiernos habría de facilitar una actitud transformadora no solamente para aplicaciones puntuales en la administración pública, sino como elemento esencial en una imprescindible reinvención de la administración pública vasca, un nuevo catálogo de posiciones y competencias, innovación de servicios pensando en el ciudadano, la sociedad y aportando el enorme salto requerido para una gobernanza del siglo XXI.

En estos días y al hilo de esta iniciativa, merece la pena recurrir al interesante debate, “Rediseñando la inteligencia artificial: trabajo, democracia y justicia en la era de la automatización”, que acaba de publicar la Boston Review Forum en colaboración con la entidad sin ánimo de lucro, “AI and Shared Prosperity Initiative” (Iniciativa para la prosperidad compartida en la Inteligencia artificial), a partir de las reflexiones básicas de Daron Acemo?lu. Acemo?lu, prestigioso economista, profesor del Instituto Tecnológico de Massachusetts, ya nos ha venido iluminando desde su reconocida e instructiva publicación: ¿Por qué fracasan las naciones? (“Why Nations Fail”), que nos acompaña a lo largo del tiempo, analizando desde el rigor económico, el origen del poder, la desigualdad y la prosperidad y el enorme potencial diferenciador que supone el contar o no con instituciones (entes, normas, comportamientos, riesgos, gestión…) del que se doten o no los diferentes países y su implicación en la ordenación de los elementos clave y “mercados posibles” que determinarán su impacto, (se espera que sea beneficioso para todos). En esta ocasión, la publicación en cuestión incorpora críticas, líneas alternativas de acción, consideraciones de enorme transcendencia desde un variado y nutrido grupo de prestigiosos académicos y profesionales, tanto favorables a sus tesis, como críticos con ellas.

Acemo?lu, como todos ellos, parten de asumir la realidad: la inteligencia artificial no solo está entre nosotros, sino que será pieza relevante en nuestro futuro y, sin duda, cabe esperar enormes beneficios generales. Dicho esto, la duda está en su distribución y mitigación de aquellos efectos negativos que pudiera generar. Básicamente, se pregunta si la inteligencia artificial, en su actual orientación, esencialmente ligada a la automatización es o puede ser una amenaza para el empleo y la democracia. Su visión, optimista, reside en su convicción de que el futuro no está definido como un bien o mal predeterminado, sino que está en nuestras manos y propone una apuesta decidida para hacer que la AI (Inteligencia Artificial) pueda crear prosperidad inclusiva e impulsar libertades democráticas. Esta apuesta exige políticas acertadas de los gobiernos, un redireccionamiento de norma y comportamientos de profesionales, tecnólogos, industrias y empresas implicables y, por supuesto, un control democrático sólido y decidido.

Hoy, no cabe duda de que una enorme preocupación pasa por la percepción de un “mundo con menor empleo y trabajo” ante la supuesta creciente robotización y el poder sustitutivo por las máquinas. Aumento que lleva a un debate de gran magnitud en términos iniciales de compartir y distribuir la renta, así como el verdadero sentido del trabajo-empleo. Definir un propósito social, viable, resulta imprescindible. Si, por ejemplo, en Estados Unidos un 53% de los trabajadores con empleo dicen no sentirse identificados con su proyecto laboral y no encuentran propósito alguno en lo que hacen, más allá de un determinado nivel de ingreso y se generalizan propuestas en torno a mecanismos de renta universal o salarios garantizados al margen de la empleabilidad, renacen alternativas de gran calado por definir. Ni qué decir al desequilibrio geográfico entre jugadores de primera (tanto en software clave, como en diferentes grados de aplicabilidad) y el resto en el mundo de estas tecnologías críticas.

Sin duda, el propósito que ha de reorientar el uso de estas tecnologías exige que tecnólogos, gestores, gobernantes señalen el camino y forma de uso de estas potentes herramientas capaces de hacer un mundo mejor. ¿Desacoplar trabajo-renta es una buena solución inspiradora y motivadora de vida? ¿Reorientar modelos de desarrollo compartido y canalizar la inversión pública hacia una nueva relación de la tecnología que nos lleve a no competir contra las máquinas, sino a competir usándolas e incorporándolas a facilitar su contribución, logrando mayor y mejor valor inclusivo?

Como en tantas otras áreas, no son tiempos para dejar que las cosas sucedan sin más, tal y como vienen, sino, por el contrario, anticiparnos a intentar reorientar un futuro deseable.

Sin duda, el BAIC de reciente creación tiene por delante un extraordinario e ilusionante campo de juego. Euskadi está a tiempo de elegir el tipo de ola que coger.